Buenos días, compañeros y compañeras. Es para mí un gran honor poder compartir con ustedes nuestras experiencias. Voy a tratar de centrarme más en el período posterior a la firma de los acuerdos de paz, aunque recordando, un poco rápido, cómo llegamos a los acuerdos de paz. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) surge como organización político-militar en 1980, al unificar a cinco organizaciones que habían surgido en los años setenta, como respuesta a una férrea dictadura militar que impedía en nuestro país, no digamos la revolución, sino cualquier demanda popular, por mínima que fuera. O sea, es una guerra que surge como una necesidad del pueblo para poder luchar por sus necesidades estratégicas, pero también inmediatas.
En El Salvador ocurrieron enormes masacres, de cientos de muertos, recuerdo, por demandas de un dólar de salario al día. Hubo una huelga para pedir un dólar de salario al día en las haciendas, y la consigna era “un dólar, arroz, tortilla y frijoles” –o sea, que les dieran la comida y un dólar–, y por eso murieron centenares de personas. Entonces, era una situación muy dura. En los estudios universitarios, los alumnos no podían estudiar filosofía marxista, porque si les hallaban un libro los mataban. Es decir, hay que imaginarse una dictadura muy dura, y con apoyo norteamericano. En ese contexto surge el FMLN y lleva adelante esta guerra que dura doce años. Construimos un poderoso ejército guerrillero, quizás, como guerrilla insurgente, la más grande que se ha conocido en la América Latina. Derrotamos brigadas militares, aniquilamos y capturamos a miles de efectivos del ejército enemigo, construimos nuestra zona bajo control y creamos un enorme movimiento popular. Sin embargo, todo eso en su conjunto no dio para una resolución –por la vía de la victoria de la guerra– a nuestro conflicto.
Ya en 1990, con todo el cambio de la situación internacional, y con el proceso mismo que se estaba dando en El Salvador, teníamos buenas condiciones para arrancarle a la derecha una serie de victorias políticas fundamentales, y para avanzar en nuestro proceso revolucionario ya no necesariamente por la guerra. Y traigo esto a cuenta porque la guerra no es la revolución, sino que la guerra es parte del proceso revolucionario de transformación de nuestro país. Entonces, así llegamos a los acuerdos de paz, que tuvieron la siguiente agenda: primero, la democratización y el respeto a los derechos humanos en El Salvador; segundo, la desmilitarización y un cambio del papel de las fuerzas armadas; tercero, la reforma judicial y constitucional, que permitiera la libre organización, con pluralismo ideológico, de los diferentes sectores del país; cuarto, el tema económico y social; quinto, el proceso de reincorporación a la vida civil de los combatientes de ambas partes; y, por último, el plan de desmovilización de las dos partes.
Estos acuerdos de paz han implicado la reforma política más importante que ha conocido nuestro país desde la independencia. Se disolvieron prácticamente todos los cuerpos represivos. Eso fue un resultado de los acuerdos de paz. El ejército, de más de sesenta mil efectivos, se redujo a doce mil. Se desmovilizaron doscientos mil paramilitares, que eran fuerzas de apoyo al ejército de la dictadura. Se destituyó en pleno la Corte Suprema de Justicia, que había avalado todos los crímenes cometidos durante el período de la dictadura. Se hizo una reforma judicial, una reforma constitucional, que suprimió todo lo que se refería a la prohibición de que existieran ideologías de izquierda, comunistas y “contrarias a la democracia”, como planteaba la constitución anterior. Y por otra parte, se creó la Comisión de la Verdad, para esclarecer estos crímenes, y una comisión especial, mediante la cual se investigó al mando del ejército, y cuyo resultado fue la destitución de todo el mando militar que ejerció durante el conflicto. De manera que hubo una reforma política muy profunda, que a nuestro entender valía la pena, y la vale.
Ahora, hubo un punto en el que no tuvimos ningún tipo de acuerdo, que fue el tema económico y social. Es decir que, sobre ese punto, lo que quedó en el acuerdo de paz fue que las dos partes nos reservábamos el derecho de seguir combatiendo sobre ese tema, sólo que ya no en la guerra. Y, por otro lado, se crea un foro económico-social, en el cual supuestamente la clase trabajadora, los empresarios, los cooperativistas, van a seguir discutiendo toda la temática económica y social. Además, se creó la Procuradoría para la Defensa de los Derechos Humanos y se organizó una nueva Policía Nacional Civil, que es parte de la reforma política.
Entonces, con esto, ¿a qué los quiero llevar? A que nosotros creamos mecanismos políticos para continuar la lucha, y que el tema económico-social quedó sujeto a estos mecanismos políticos. ¿Qué pasó después de los acuerdos de paz? En realidad, en El Salvador se abrieron dos procesos, que en los años subsiguientes demostraron ser dos procesos irreconciliables, que no se pueden juntar. Porque mientras el país entró en lo que se llamó la transición democrática, con un gran auge de la organización, de la movilización, de creación de nuevas instituciones, al mismo tiempo se profundizó la aplicación de los programas de ajuste estructural y de estabilización económica. Entonces, la Comisión de la Verdad denunciaba a los escuadrones de la muerte, se despedía a los militares, el FMLN se constituía como partido político, los sectores populares se organizaban muy entusiasmados. Y, al mismo tiempo, se privatizaba la banca, se preparaban condiciones para privatizar las telecomunicaciones y la distribución de energía. Y en los años siguientes se privatizan los fondos de pensiones, se dolariza el país, se produce una apertura comercial unilateral, se desregulan una serie de actividades económicas y se entra en un proceso de reducción del Estado.
Entonces había, por un lado, una gran apertura democrática, y por otro una serie de medidas que, poco a poco, fueron endureciendo las condiciones de vida de nuestro pueblo. Son como dos cosas que caminaron a la par. Y al Foro de Concertación Económica y Social, el gran capital nunca llegó. O sea, se reunía el foro y no llegaban. Simplemente, no asistieron a ese foro, aunque era un compromiso.
En ese mismo tiempo, nosotros nos desarrollamos como una fuerza electoral, con un ascenso muy potente hasta nuestros días. Por ejemplo, en la primera elección donde participamos, que fue en 1994, el FMLN obtuvo el 25 % de la votación. Era como una maravilla: un partido guerrillero que de repente tenía la cuarta parte de la Asamblea Legislativa. Y que, además, logró colocar veintiún diputados y ganar catorce alcaldías.
En la segunda elección en que participamos, el FMLN coloca veintiocho diputados y gana cincuentiséis alcaldías. Luego, ganamos treintidós diputados y ochenta alcaldías. Entre ellas estaban la capital de nuestro país y las principales capitales provinciales. Prácticamente llegamos en esta fecha a gobernar a la mitad de la población de nuestro país. Es decir, que experimentamos un importante ascenso electoral.
Sin embargo, al hacer, hace como tres años, el balance de los acuerdos de paz, llegábamos a esta conclusión: que democratización y neoliberalismo no pueden coexistir; y que, producto de las medidas neoliberales y de los espacios políticos creados, había una creciente lucha popular que estaba llevando a la derecha a retroceder en los espacios democráticos creados, porque era la única manera de detener la protesta popular frente a las medidas neoliberales. Es decir, que para llevar adelante el neoliberalismo, a la derecha le estorban los acuerdos de paz. Ese es el problema. Y entonces, asistimos a un proceso de reversión de la puesta en práctica de los acuerdos de paz.
El FMLN dijo, en aquel momento, que ya no nos interesaba que Naciones Unidas verificara nuestros acuerdos de paz. Que lo más importante era continuar la lucha política y social, tanto por la democratización como por el combate al neoliberalismo. Y hemos definido, como FMLN, que debemos ser luchadores sociales, y no sólo luchadores electorales. Porque también nos dimos cuenta de que el peso de la lucha electoral nos había hecho abandonar, en cierto modo, la responsabilidad de la organización social comunitaria, sectorial, del pueblo.
Esta es una divisa que el FMLN tiene planteada. Sin embargo, el movimiento popular se ha ido reactivando por su propia cuenta, de manera muy dinámica. El movimiento de mujeres, el bloque popular social, el movimiento popular de resistencia, los movimientos de trabajadores de la salud, los movimientos de estudiantes y docentes universitarios, los movimientos del transporte público, los movimientos comunales por la defensa del agua, los ambientalistas, se han ido movilizando, articulando y han elevado cada vez más su participación. Y si bien no están completamente articulados entre sí, tienen un impacto muy importante en la vida de nuestro país.
Por ejemplo, la privatización de la salud la derrotamos mediante una inmensa movilización popular conducida por el movimiento de médicos y médicas del sector social y del sector público. Fue interesante ver a los grandes cardiólogos, a los grandes neurólogos, marchando por las calles de nuestro país, diciendo: “no aceptamos la privatización de la salud”, junto a campesinos, enfermeras, estudiantes, redes religiosas, etc. Y se detuvo, o sea, logramos derrotar la privatización de la salud. De la misma forma, no han podido privatizar el agua. Ni los puertos y aeropuertos, por la lucha de los sindicatos que están en estas empresas portuarias, que son empresas estatales y del agua.
El FMLN, si bien ha tenido por principal el esfuerzo electoral, ha mantenido una política constante de acompañamiento a las luchas sociales. Y desde la Asamblea Legislativa, nosotros tenemos esta lógica. Les decimos, por ejemplo, en el caso de la huelga para no privatizar la salud: “ustedes, como sindicato, negocien. Y cuando quieran que en la Asamblea se vote una ley, nosotros la votamos. Si ustedes no están de acuerdo con una ley que se quiera implantar aquí, nosotros no vamos a votar”. Y claro, interactuamos con el sindicato. Pero hemos decidido equivocarnos o triunfar junto a los sindicatos, y no hacer consideraciones como que “nosotros somos diputados y tenemos una visión política más amplia, y vamos a votar por algo que el sindicato no ha aceptado”. Entonces, ahí hemos tenido la divisa de que triunfamos o nos equivocamos, pero junto a los sindicatos, junto a las organizaciones populares. Y la verdad es que son sabios, porque nunca nos hemos equivocado cuando votamos por lo que los sindicatos nos han pedido.
El otro elemento es que el FMLN, a pesar de que ha habido un gran debate político ideológico en el que algunas fuerzas consideran que debemos moderarnos para tener más posibilidades de llegar al poder, lo cierto es que se mantiene, como un partido definido en su estatuto y en sus prácticas, como un partido de izquierda, socialista, revolucionario y democrático, que, a su vez, se pronuncia por la paz mundial y la autodeterminación de los pueblos. Y esto lo hemos expresado en nuestro discurso, en nuestra gestión legislativa y en nuestra gestión municipal. Por ejemplo, el FMLN ha votado sistemáticamente contra todos los tratados de libre comercio (TLC), aunque nos quedemos en minoría. Por supuesto que hemos votado sistemáticamente contra el envío de tropas a Irak. Hemos votado sistemáticamente en contra de todas las privatizaciones, en contra del estéril endeudamiento externo de nuestro país, en contra de la dolarización. Y hemos votado a favor de la condonación de la deuda agraria, de una política de vivienda diferente, a favor de los derechos de los trabajadores de maquilas.
El FMLN, hoy por hoy, no tiene matices en los temas en que no se debe matizar. Somos muy claros en eso. Nos sentimos satisfechos del pésame que mandamos el 11 de septiembre a la embajada norteamericana. La embajada se sintió ofendida, porque mandamos una nota oficial en la que nos lamentábamos de las muertes ocurridas y decíamos que éramos solidarios, porque ya habíamos vivido en carne propia el terrorismo de estado que dejó veinte mil víctimas en El Salvador. Y claro, como los Estados Unidos financiaron esa guerra, estaban ofendidos, porque nos habíamos acordado de nuestros muertos. En fin, el FMLN no matiza en lo que no debe matizar.
Y entonces, aquí voy a lo que quiero contarles como experiencia. Hemos llegado a la conclusión de que esa gran radicalidad del FMLN no se corresponde con la estrategia que estamos aplicando. O sea, que para ser viables tenemos que equilibrar las cosas. Y creemos que no hay que bajar el discurso, sino que hay que elevar el nivel de organización y de integralidad de nuestra lucha. Por ejemplo, en las elecciones presidenciales recientes, ¿qué fue lo que pasó? Como el programa y las posiciones del FMLN no eran del agrado de la derecha ni de los gringos, lanzaron una estrategia con medios de comunicación, acciones ilegales, represión encubierta a nuestros activistas, militarización del país el día de las elecciones, de tal manera que fuéramos derrotados electoralmente. Y frente a toda esa estrategia ilegal, agresiva, represiva, el FMLN sólo ha tenido una estrategia electoral superlegal. Entonces, si nosotros seguimos de esa manera, va a ser difícil que alguna vez ganemos las elecciones. Tenemos que encontrar el camino para tener lucha legal, lucha combativa, lucha legislativa, un correcto uso del poder municipal, que se corresponda con la integralidad que requiere este enfrentamiento con la derecha y los gringos, porque el planteamiento del FMLN no es un planteamiento socialdemócrata que fácil de tragar.
Miren lo que pasó con Schafik Handal. Yo era la encargada de agenda del compañero Schafik. Entonces, cuando las encuestas nos daban el empate –porque llegamos a empatar, entre noviembre y diciembre–, me dicen de la embajada norteamericana que viene una delegación del Banco Mundial y del FMI, que quería tener una plática con el compañero. Y nosotros fuimos a la plática. Entonces, ellos nos dijeron tranquilamente: “cuando ya se ve quiénes pueden ganar, nosotros les presentamos el programa económico que va a corresponder a su gobierno; y entonces queremos conocer sus opiniones sobre el programa económico 2004-2009, para ver si tenemos puntos de coincidencia”. Y nos dijeron lo siguiente: “de acuerdo con combatir la pobreza, maravilloso. De acuerdo con un manejo fiscal prudente, maravilloso. Pero tenemos algunas dudas: ¿por qué se oponen al TLC con los Estados Unidos? ¿Por qué se oponen a la dolarización?¿Por qué plantean renegociar el pago de la deuda externa? ¿Por qué no mantienen esto, para tener finanzas y economía sana, y nosotros les apoyamos con planes de combate a la pobreza?”
Bueno, nosotros les explicamos bien honradamente que no estábamos de acuerdo. Y es más, les dijimos por qué no. Porque ellos nos ofrecían, por un lado, generar pobres, y por el otro, darnos dinero para compensar a los pobres. Y el doctor Matta, que era un líder de la huelga de la salud y nuestro candidato a la vicepresidencia, les explicó: “miren, yo no sé mucho de economía, pero entre una moneda sana y gente sana, yo prefiero gente sana”. Y bueno, dijeron que ya era tarde, que la cena había estado muy buena. Y nos fuimos, pues. Miren, parece mentira, pero como a los diez días empezó la más furibunda campaña que se haya conocido, de mentiras y de desprestigio contra el FMLN y contra nuestros candidatos. Una campaña de miedo, horrorosa, con represión.
Sin embargo, el FMLN, a pesar de que no logró ganar las elecciones, duplicó sus votos. Pasamos de una votación de cuatrocientas mil personas, a ochocientas mil personas, que en medio de ese gran terror decidieron votar por el FMLN. Y para nosotros esa es una acumulación que hoy debemos consolidar. Hoy en día, el debate central en el FMLN es sobre cuál es la estrategia de acumulación de fuerzas y toma del poder en nuestras condiciones. No es obvio, ni para la población ni para nosotros, que debemos pasar nuevamente a una estrategia de guerra, pero sí que tenemos que hacer varias redefiniciones. Y nosotros señalamos algunas.
Por ejemplo, nuestro partido. A pesar de todo, nuestro partido no ha logrado expresar un método de organización y relación con el pueblo que vaya más allá del método de comunicación electoral. Ahí hay todo un debate del FMLN, de cómo hacer realidad esto de ser luchadores sociales y no sólo electorales. Ese es todo un debate y un ejercicio que estamos haciendo, comenzando por los barrios, por las colonias y por los centros de trabajo, no sólo para las elecciones, sino para la lucha popular y social. Y, por otra parte, tenemos que superar un democratismo burgués interno a la hora de elegir nuestras candidaturas. O sea, el FMLN hace primarias: ahí hasta el último vota a quién quiere de diputado, de alcalde, de dirigente. Pero como, a la vez, es un partido muy grande y de masas, esto nos ha generado, en algunos sectores del partido, un gran clientelismo interno que amenaza con la calidad revolucionaria del partido. Entonces, estamos estudiando cómo es el tipo de partido que necesitamos para esta batalla.
El otro tema es la política de masas y nuestra relación con el movimiento popular. Porque después de que éramos un solo puño durante la guerra, nosotros en el monte y el movimiento social junto al pueblo, hemos tenido un proceso que comenzó con un divorcio total. Ahora nos estamos reagrupando, pero tenemos que profundizar sobre cuál va a ser nuestra relación con el movimiento popular. Yo, personalmente, no la veo como que nosotros seamos los comandantes de las masas que nos siguen, sino que creo que debemos crear una relación más interactiva, más horizontal, articulada alrededor de un proyecto, una estrategia y una táctica comunes. El otro tema que está en debate es el de las formas de lucha. Yo me preguntaba, por ejemplo, cómo la derecha compraba votos delante de nosotros, y cómo teníamos sólo la defensa del voto en las urnas.
Y, por último, la consolidación ideológica y política del FMLN. Después de cada elección, o después de cada crisis, en el FMLN se han dado algunos desgajamientos, sobre todo de sectores del partido, que consideran que un planteamiento socialdemócrata nos permitiría llegar al poder. Y acusan a las mayorías que no queremos ser socialdemócratas, de que queremos ser “la eterna oposición”. Entonces, ha habido una lucha ideológica interna muy fuerte. Pero la reflexión que ahora hacemos es que debe haber lucha ideológica, pero también vocación de unidad en el FMLN. Y eso no es fácil, pero es una tarea a la que estamos abocados. Porque nosotros no nos podemos dar el lujo de que cada cuatro años algún líder traicione. Porque más bien tenemos que ver cómo es que evoluciona el pensamiento dentro del partido, y cómo logramos cohesionarnos ideológica, política, orgánicamente, y en la acción. Entonces, ese es un tema que tenemos pendiente.
Hemos tenido tres desgajamientos. Primero, el de Joaquín Villalobos y su gente, que se salieron en el año 1994 para ir directamente a pactar con la derecha. Luego, tuvimos el desgajamiento de Facundo y otro grupo de compañeros, que a veces están con la derecha y otras veces están con ellos mismos, pero que lograron confundir, en su momento, a buena parte del partido. Y recientemente, otro grupo de diputados se ha separado. Entonces, el tema de la unidad y la lucha ideológica es un tema que consideramos que debemos profundizar.
Y al final de todo esto, ¿cuál ha sido nuestro aporte a la lucha contra el imperialismo? Yo lo resumiría así: primero, que el pueblo salvadoreño demostró que, por muy pequeños que sean el territorio y el pueblo (porque si Uruguay y Guatemala son chiquitos, El Salvador es una ficción de chiquito, con sus 21 000 kilómetros cuadrados y sus seis millones de habitantes). Entonces, nosotros planteamos que hemos demostrado que cuando un pueblo se incorpora a la lucha puede desarrollar tremendas energías y derrotar a las más férreas dictaduras. Porque si algo hizo el pueblo salvadoreño fue derrotar a una dictadura militar de más de sesenta años que contaba con una tremenda logística de los norteamericanos. Entonces, que si el pueblo está convencido, se puede llevar adelante la revolución.
La otra cosa que creo es un aporte, es ver la revolución como un proceso, que debe ajustar su estrategia y su táctica a la realidad, pero manteniendo sin ajustes el objetivo revolucionario de lograr la igualdad y liberar a nuestros pueblos de la explotación. Es decir, que no queremos decir que porque ya no hay guerra, no hay revolución. La revolución es más complicada que eso, y deberá ajustarse a la realidad en su estrategia y su táctica, pero para hacer posibles los objetivos revolucionarios, y no al revés. No hay que cambiar de objetivo revolucionario para ajustarse a la realidad. Es al revés.
Otro aporte es la necesidad de realizar un gran esfuerzo de unidad en el marco de la lucha ideológica que hoy tiene la izquierda. De lo contrario, si ponderan primero la lucha ideológica a cambio de la división y destrucción de las fuerzas de izquierda, poco habremos logrado. Yo no puedo definir el rumbo de mi vehículo dinamitando el vehículo. Es necesario definir el rumbo y mantener el carro, para seguir en el camino.
Otro aporte que yo diría que sale de nuestra experiencia es la necesidad de estudiar e interpretar constantemente el pensar y el sentir del pueblo, para poder tener un planteamiento que sea accesible y comprensible para el mismo pueblo. Nosotros nos preguntamos cómo empezó la campaña del miedo en el pueblo salvadoreño, sabiendo que todo el mundo conoce que los grandes represores y mentirosos son los de la derecha. Y nos quedamos con esa interrogante.
Y, por último, la otra lección es que si la izquierda no se equivoca en sus objetivos revolucionarios, tampoco el imperialismo se equivoca. No hay que soñar con que se puede ser muy buen revolucionario y estar de muy buen amigo íntimo con los gringos. Eso es imposible. Hay que aceptar el reto de no caerles bien. Y construir la fuerza de que aunque tú no les caigas bien, puedas tomar el poder en tu país. Porque el caso del FMLN es muy claro: ¿qué amenaza somos nosotros para los gringos? Ninguna. Sin embargo, como no somos sumisos, simplemente no somos elegibles para gobernar. Entonces, hay que recordar que somos elegibles para nuestro pueblo y no para el imperialismo.