La refundación de Bolivia

Alejandro Dausá

Nuevos símbolos

La asunción presidencial de Evo Morales, en enero del 2010, se movió en dos tiempos: el primero en Tiwanaku, sitio ceremonial precolombino, según usos y costumbres de los pueblos originarios, y el segundo en la sede de gobierno, frente a los miembros de la nueva Asamblea Plurinacional (Parlamento). En este último, tanto el presidente como su vice devolvieron los atributos simbólicos tradicionales de la república fundada en 1825, tanto la banda presidencial como la histórica medalla que le fuera obsequiada a Simón Bolívar en 1826. Las insignias, utilizadas durante más de ciento ochenticinco años, fueron a las bóvedas del Banco Central en calidad de objetos museables, y en su remplazo se presentó una nueva banda con la bandera nacional y wiphala (estandarte que representa a las culturas indígenas) y una medalla con la efigie de Túpac Katari y Bartolina Sisa, líderes que encabezaron las rebeliones aymaras anticoloniales en 1781.
Un largo capítulo de la historia fue a dar al museo, y se constituyó formalmente una nueva Bolivia, definida como Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario. En su discurso inaugural, cuyos postulados fundamentales abordaremos en este artículo, el vicepresidente Alvaro García Linera explicó las características y diferencias entre el proyecto republicano caduco y el nuevo horizonte, recurriendo a los conceptos de Estado aparente y Estado integral. El primero fue elaborado por René Zavaleta Mercado; ilustra la realidad semicolonial de países que poseen ilusoriamente territorio, población y poder político. Han tenido constituciones, pero no momentos constitucionales, y el conjunto de la forma de sus Estados se parece al de los Estados avanzados, pero no lo son. Fracasa en ellos el concepto de soberanía, y tienen certeza de sí mismos (identidad) sólo en un grado difuso, por lo que propone denominarlos también Estados inciertos, de “autodeterminación ilusoria”.1
Según Zavaleta, dicho modelo fue controlado y usufructuado por una casta que se ratificó una y otra vez como clase dominante a través de diversas fases estatales, dramáticos cambios sociales y aun diversos modos de producción; casta que dominaba de modo constante en la sociedad y de modo intermitente en el gobierno, según sus propios partidos y facciones.
“La única creencia ingénita e irrenunciable de esta casta fue siempre el juramento de su superioridad sobre los indios…único negocio estable en Bolivia”.2 Sobre esta premisa funcionó una economía de explotación de seres humanos y recursos naturales apoyada en ciclos históricos de auge de diferentes materias primas (plata, guano, salitre, goma, castaña, estaño, petróleo, gas), que a la vez fueron notables ejemplos de excedente infecundo. Las traumáticas e inmensas pérdidas territoriales (Litoral en 1883, Acre en 1903 y Chaco en 1938) son muestras extremas del desinterés de los grupos señoriales dominantes, los cuales “vivieron esas pérdidas como algo no neurálgico, como diciendo que conservando lo principal no se trataba sino de una mengua accesoria”.3
Esa apatía por la mutilación del territorio nacional y el despilfarro de los recursos de Bolivia contrastó con la voluntad de los grupos de poder para aferrarse a la negación de los derechos de las grandes mayorías del país, fundamentalmente indígenas, como único elemento explotable de manera permanente. Es también, en definitiva, lo que explica la radicalidad de los movimientos golpistas y secesionistas entre los años 2007 y 2008, cuyos intereses financieros no fueron afectados, pero tuvieron la capacidad de advertir el deterioro profundo que se estaba operando en las estructuras señoriales seculares que sustentaban sus privilegios.
En su discurso, García Linera indicó que el ocaso de ese modelo y la refundación de Bolivia comenzaban a hacer realidad el Estado integral, expresión utilizada por Antonio Gramsci en su análisis del proceso de constitución de un orden social posterior a la Revolución francesa, “cuando la agrupación social…pudo presentarse como ‘Estado’ integral, con todas las fuerzas intelectuales y morales necesarias y suficientes para organizar una sociedad completa y perfecta”.4
En una reciente entrevista de prensa, el vicepresidente explicó:

Hemos logrado en esta batalla el poder del Estado y hemos construido uno nuevo, un Estado integral en el sentido gramsciano. Estamos pasando de un Estado patrimonial de pocos a un Estado integral, es decir, un Estado que abarca a la totalidad de la sociedad, que es producido por ella, que democratiza la gestión de lo público y que en esa medida es como un tránsito a largo plazo hacia lo que podemos llamar una vía democrática al socialismo. Pero hay que revisar a Gramsci… qué es la idea de Estado integral frente a un Estado aparente heredado… un Estado donde la sociedad civil plena se vuelve Estado y ello democratiza la toma de decisiones, y al hacerlo avanza de lo político a lo económico y a lo cultural, y eso es el tránsito al socialismo democráticamente construido… La diferencia del Estado integral con el Estado aparente es de que antes sólo un pedazo de la sociedad estaba en el Estado y otro pedazo no. Y esa es la causa de nuestros males históricos, atrasos, problemas, conflictos, miserias. Pero cuando ahora la sociedad se mira en el Estado, uno tiene ahí un Estado integral, un Estado en el sentido pleno del término, y es la garantía de más democracia y de que todas las energías sociales se viertan hacia un mismo objetivo de desarrollo y de bienestar.5

Las cuatro “fallas tectónicas”

La figura de “falla tectónica” fue utilizada por García Linera en su discurso para describir el fracaso del Estado aparente. Según el vicepresidente, en la historia de Bolivia hubo cuatro principales:
1. Desde la fundación de la república, en Bolivia se excluyó a las mayorías indígenas. Las viejas clases dominantes nunca llevaron a cabo procesos de descolonización y despatrimonialización, porque precisamente usufructuaban el producto de esas anomalías.
2. El Estado liberal no incorporó a las regiones ni tuvo presencia en la totalidad de la geografía nacional; antes bien, centralizó los recursos y las rentas. Se trató de un Estado ausente en vastísimos territorios.
3. Como consecuencia, se excluyó a la sociedad del control de los recursos naturales del país, que estuvo monopolizado por pequeños grupos en beneficio propio.
4. La economía funcionó subordinada a intereses externos (gobiernos, entidades financieras, empresas, monopolios, etc.); hubo “exportación de riqueza e importación de pobreza”.
Es conveniente advertir que en esa etapa histórica de más de siglo y medio, el pueblo (en tanto bloque de los oprimidos) reclamó en diversas formas sus derechos, pero no se planteó la “toma del poder”.6 Existieron incluso enérgicos movimientos emancipatorios, pero con características de tipo parcial. La Revolución de 1952 fue el último intento, fracasado debido a que luego de la sublevación popular, el manejo del Estado fue cedido a una elite burguesa. En la actualidad, por primera vez en la historia boliviana, un movimiento social diverso, poderoso e insurgente hace que converjan sobre sí todos los factores emancipatorios que anteriormente se habían presentado de manera fragmentaria (socioclasistas, étnico-culturales, patrióticos, antimperialistas) en el marco de la crisis del neoliberalismo y la derecha local.

Los cuatro pilares
Según el vicepresidente, la refundación de Bolivia se asienta en cuatro columnas:
1. La unidad del pueblo (bloque de los oprimidos) que propicia el entramado de regiones, identidades culturales, grupos e incluso clases sociales.7
2. Su disposición a la “movilización democrática”, tanto para defender el proyecto como para garantizar el enfrentamiento de adversidades. Esta vigorosa aptitud movilizativa resultó clave en el año 2008 para garantizar que el Congreso aprobara el referéndum por la nueva Constitución, y para contener el plan secesionista en Santa Cruz de la Sierra.8
3. Su “voluntad expansiva”, que procura articulaciones con sectores empresariales, clases medias, intelectuales, estudiantes, en torno al núcleo indígena-originario y obrero.
4. Su capacidad para irradiar el poder político como poder económico y cultural; el primero potenciando las economías plurales (comunitarias y de pequeñas y grandes empresas) que aportan al proceso de cambio mediante la generación y la distribución de riqueza y el aliento a la industrialización del país. El segundo, logrando que las ideas y el horizonte de sentido de los movimientos populares sean apropiados por el resto de la sociedad; es decir, la capacidad de “seducir y convencer” (construcción de hegemonía, o liderazgo moral).
García Linera explica, además, que para garantizar lo anterior es imprescindible la solidaridad con otras revoluciones del mundo, tomando en consideración que “el imperio es un demonio planetario” ante el cual es imprescindible otro tipo de globalización. En el ámbito subregional, fue definitorio el respaldo que Bolivia recibió de UNASUR durante la crisis del año 2008; sin embargo, y a pesar de avances como la voluntad de constituir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el mapa geopolítico regional se encuentra en curso de modificación, sea por procesos eleccionarios próximos (Brasil, Argentina), por la instalación de nuevos gobernantes explícitamente proclives al neoliberalismo (Panamá, Costa Rica, Honduras, Chile) o por el signo enigmático de algunos gobiernos (El Salvador, Guatemala), lo cual establece para Bolivia la urgencia de afianzar alianzas, no sólo intergubernamentales sino entre movimientos sociales.
A lo anterior se debe sumar la vertiginosa aplicación en la América Latina de la estrategia de “dominación de espectro completo” desarrollada por los Estados Unidos, que implica “la capacidad de las fuerzas de los Estados Unidos, que operan de manera unilateral o en combinación con socios multinacionales e interinstitucionales, para derrotar a cualquier adversario y controlar cualquier situación en toda la gama de operaciones militares”.9
El reciente informe sobre amenazas a la seguridad nacional producido por la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos para el Senado de ese país, que resulta una suerte de actualización anual del listado de miembros del Eje del Mal bushiano, menciona cuatro veces a Bolivia. Indica que se mueve hacia un modelo autoritario, estatista a nivel político y económico, que se ha unido a otros gobiernos a fin de oponerse a las políticas y la influencia de los Estados Unidos en la región (en particular “la expansión del libre comercio, la cooperación contra el tráfico de drogas y el terrorismo, el entrenamiento militar, las iniciativas de seguridad e incluso los programas de asistencia norteamericanos”). Destaca la expulsión del embajador norteamericano y de tres docenas de miembros de la agencia estadounidense antidroga (DEA) como ejemplos de la “agenda autoritaria, estatizante y antinorteamericana” del presidente Morales. Identifica, además, como una amenaza, el aumento de las relaciones de Bolivia con Irán. Como para despejar dudas acerca de las estrategias a aplicar, el informe de cuarentiséis páginas finaliza afirmando la supremacía militar mundial de los Estados Unidos.10

*Los desafíos*11

Casi cinco siglos atrás, Nicolás Maquiavelo sugería al gobernante constructor de un nuevo Estado la importancia de edificarlo sobre “buenas leyes, buenas armas, buenos amigos y buenos ejemplos”, a fin de mejorarlo y fortificarlo. Más allá de los significativos avances mencionados más arriba, restan numerosos retos para consolidar lo que el florentino proponía.
a) Este artículo se redacta a las puertas de un nuevo proceso electoral a llevarse a cabo en el mes de abril, en el cual se elegirán nuevos gobiernos departamentales y municipales, con sus respectivas asambleas, para un total de 4 620 nuevas autoridades en los siete departamentos y trescientos treintisiete municipios. Será producto de una compleja ingeniería electoral que incluye ocho sistemas diferentes de elección. Por una parte, resulta una nueva oportunidad para las élites tradicionales, que apuestan a reditar hasta donde les sea posible el bloque regional opositor. Por otra parte, la selección de candidatos visibilizó las dificultades del MAS para identificar personas idóneas, lo cual se relaciona con el problema de insuficiencias en la formación política de sus militantes, asunto que abordaremos más adelante.
b) En forma paralela, se lleva a cabo el avance sobre la aprobación e implementación de la Ley Marco de Autonomías departamentales, municipales y regionales. Si bien este proceso es el resultado de demandas legítimas de gestión descentralizada, su éxito dependerá, en buena medida, del control social que se ejerza, y que según la nueva Constitución no sólo se aplica a la administración económica, sino incluso al diseño de políticas públicas. Para el gobierno, que declara fundamentarse en el protagonismo popular, el riesgo es considerar a las organizaciones sociales con vínculos orgánicos con el MAS como las únicas representativas. Por ejemplo, ya han surgido reclamos de pueblos indígenas frente a los intereses y presiones de empresas multinacionales, que han concertado directamente con instancias gubernamentales y otras organizaciones sus planes de explotación de recursos naturales.
c) Debe superarse la cultura colonial expresada en infinidad de leyes, modos y costumbres burocráticos e inequitativos, que lastran la gestión pública y la convierten en un laberinto.
d) La profunda reforma del poder judicial que plantea la nueva Constitución es, sin dudas, reflejo del clamor popular ante un órgano que se caracterizó por su extraordinaria corrupción. Los ciudadanos de a pie son, por lo general, víctimas de un entramado siniestro de jueces, tribunales, fiscales y leguleyos especialistas en enmarañar y esquilmar. La nueva Carta Magna hace un giro copernicano cuando establece el sufragio universal como mecanismo para elegir magistrados y magistradas. Esto ha provocado no sólo una intensa remezón y protesta de numerosos miembros de ese sector, sino, lo que es peor, el alistamiento para el reciclaje de varios personajes conocidos por sus prácticas deshonestas, que esperan instalarse en el nuevo esquema.
e) Hemos sugerido ya un problema de fondo: el del tradicional modelo de Estado patrimonial y prebendario, enquistado en la cultura política nacional sin distinción de opciones partidistas. En ese sentido, no pocos simpatizantes y aun militantes del MAS consideran tener derecho a ser nombrados en diversos cargos, como parte de una cuota obligatoria por parte del gobierno. En los últimos meses, y en particular al descubrirse diferentes tipos de negociados promovidos desde instituciones estatales, Evo Morales ha expresado sus críticas a esta cultura del cuoteo, que parece haber reverdecido. El vicepresidente también ha declarado públicamente que dos de las tres lacras que padece el MAS son la corrupción y la ambición.
f) Superados varios escollos externos, y frente a la derrota parcial de las fuerzas de derecha, resta resolver la cuestión de las propias fuerzas, probablemente mucho más compleja y desafiante; por ese motivo dedicaremos un espacio mayor a esta cuestión.
Hacia el final de su primer mandato, Evo Morales se ha declarado sorprendido por la confusión ideológica de militantes del MAS que no pertenecen a los grupos que lucharon contra las dictaduras ni a los que más recientemente se opusieron al proyecto neoliberal. Se trata de un segmento nuevo, no necesariamente generacional, pero sí en su adscripción al proceso de cambio. Además, las alianzas realizadas en el último año agregaron diversas corrientes ideológicas y de clase dentro de las filas del oficialismo, para no mencionar a los oportunistas.
Por una parte, las características singulares de la presente fase, sumadas al resquebrajamiento de racionalidades y paradigmas incapaces de asegurar un mínimo bienestar, inauguran posibilidades excepcionales de transformación. De la denominación general “Proceso de Cambio” se ha transitado a una definición más ambiciosa: la de “Revolución Democrática y Cultural”. Más allá de un lema, se trata de un concepto complejo, con profundas implicaciones que no están totalmente dilucidadas ni han sido apropiadas plenamente por los movimientos populares. Implica asumir otra forma de cultura, de convivencia, de territorialidad, de manejo de recursos naturales, de modelos de desarrollo, y de institucionalidad estatal, sintetizados en un concepto trascendental: el de “Vivir Bien”. Su esclarecimiento y aplicación será fruto de un proceso de construcción colectiva en el que deberá primar la orientación que ofrecía José Carlos Mariátegui: ni calco ni copia, sino creación heroica.
Trascendiendo las indispensables transformaciones en las estructuras económicas, el reto mayor radica en la formación de sujetos lúcidos, capaces de descifrar, construir, sostener y profundizar el proceso emancipatorio. Militantes con criterio propio, más solidarios, más humanos, mejores personas. Es una batalla que debe librarse en el terreno de las ideas, de la conciencia, profundamente alienada por un colonialismo interno secular que condenó a buena parte de la población no sólo a la incapacidad para leer y escribir, sino al analfabetismo político. Como expresa Fernando Martínez, “en la realidad del subdesarrollo no se deforma solamente la estructura económica: las formas políticas e ideológicas son también subdesarrolladas, y tienden a integrarse en una totalidad colonizada”.12
El pensamiento crítico necesario en esta descomunal tarea de garantizar para todos y todas “el pan y la belleza”, como describía Mariátegui al doble horizonte utópico deseable, no será producto del voluntarismo ni de la consigna, sino del análisis riguroso y sistemático, superador del sentido común y propiciador del buen sentido gramsciano. Es decir, el esfuerzo del ser humano por remontar la situación de una conciencia que participa pasivamente de una concepción de la realidad impuesta mecánicamente por el ambiente externo, hacia otra en la que decide producir la propia concepción del mundo y participa en la elaboración de la historia.13 De esa manera, lo propio dejará de expresarse sólo como resistencia cultural subversiva, excéntrica, o constreñida a expresiones folklóricas, y deberá conformar la médula de toda construcción que se emprenda, pronunciando el mundo con palabras auténticas.14
Ante este reto de la formación de la conciencia, es necesario tomar seriamente en consideración a aquellos sistemas históricos que creyeron que se podría cambiar el mundo sólo desde el control del Estado y la economía, y recordar que la transformación de la base económico-material de explotación capitalista no resuelve de forma mecánica las múltiples enajenaciones de las clases oprimidas. Resulta necesario mencionar que en los procesos de enseñanza-aprendizaje emancipatorios no es suficiente incluir contenidos revolucionarios, si no se garantiza su articulación con un proceso de análisis crítico de los medios utilizados, los valores, la cultura y los mecanismos múltiples de producción y reproducción material y espiritual del poder de dominación, que es discriminatorio, excluyente y marginador, y que suele ser el realmente existente, más allá de los buenos deseos y las teorías deslumbrantes.
Gramsci advertía que aun el ser humano comprometido en procesos de cambio puede vivir con “dos conciencias teóricas” (conciencia contradictoria); una de ellas es la que lo mueve y une a otras personas en la transformación práctica de la realidad. Otra, la que ha acogido ingenuamente, heredada del pasado y de siglos de colonialidad, es la que le permite su inserción en el sistema objetivamente existente de relaciones sociales, atravesado por prácticas de dominación en la familia, la escuela, los medios de comunicación, las instituciones, la organización del espacio y del tiempo, etc.15 La comprensión crítica de dicho fenómeno, así como la elaboración superior de la propia concepción de lo real no son procesos espontáneos ni productos mecánicos de otras transformaciones, sino que demandan programas de formación política coherentes, orgánicos y sostenidos, así como estructuras que los aseguren. Si bien varias de las organizaciones populares cuentan con planes más o menos regulares de formación, se echa de menos una estrategia mayor que los articule, y a la vez una mejor propuesta comunicacional gubernamental, que no sólo difunda las nuevas medidas, sino que las explique con el mayor detalle posible.
g) Buena parte del reto anterior se relaciona con la necesidad de profundizar el paradigma emancipatorio promovido por la revolución democrática y cultural que lleva adelante el proceso de cambio hegemonizado por el MAS. García Linera mencionaba hace cinco años la posibilidad de desarrollar un “capitalismo andino”; posteriormente se propuso el “socialismo del siglo XXI” y más recientemente el “socialismo comunitario”.16 Como es evidente, se trata de formulaciones para describir un horizonte inédito pero viable que pretende condensar y expresar anhelos, con una extensa tarea de esclarecimiento por desplegar.
El epistemólogo Raúl Prada Alcoreza, actual viceministro de planificación estratégica y activo miembro del grupo de intelectuales Comuna, al que también pertenece García Linera, es de los pocos que abunda de manera pública en el tema.17 Indica que el socialismo comunitario no es ni el realmente existente ni el del siglo XXI, sino uno “inventado por los bolivianos en el contexto de las luchas sociales y de la guerra anticolonial”. Afirma que recoge las banderas socialistas por la igualdad y la justicia, en un proceso de radicalización de la democracia combinado con el proyecto de reconstitución de las comunidades y de las naciones y pueblos indígenas originarios. Según Prada Alcoreza, debe ser igualitario, haciendo desaparecer las clases y las diferencias sociales. Tiene que lograr la justicia, hacia una sociedad armónica en la que los órganos judiciales estén desburocratizados y desmercantilizados. Debe expandir la libertad, profundizando la democracia participativa.
Subraya la necesidad de abolir la explotación de la fuerza de trabajo, aunque advierte que en este punto son muchos los problemas pendientes, relacionados en particular con las posibilidades reales de salir de la esfera del valor, así como los interrogantes que emanan de la expropiación de los medios de producción (sugiere por eso que serían afectados únicamente los grandes medios, monopolios, transnacionales, etc.). Es evidente que toma en consideración las características materiales propias del país, en el cual la mayoría de los que están en la categoría de empleados son cuentapropistas, y donde el actual sistema financiero estimula, facilita y expande el crédito para robustecer a pequeños y medianos empresarios, en el marco de una política de industrialización de la economía.
En medio de tantos dilemas, Prada Alcoreza afirma que si algo debe quedar claro es que no hay posibilidad de “convivencia paciente” con el capitalismo, o con rediciones de los fracasados modelos de desarrollo nacional. Se trata de “retomar la herencia y la experiencia comunitaria de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos… herencia que transmite la forma de organización integral de lo que ahora llamamos economía, política, cultura, a partir de códigos e instituciones culturales que valoran el circuito del don, la reciprocidad, la redistribución, el prestigio y la rotación” articulando todo eso con la revolución tecnológica.
Los códigos mencionados promueven una racionalidad cuestionadora de los dos grandes paradigmas históricos propuestos desde Occidente. Como explica Fernando Huanacuni, para el primero (individual extremo) lo fundamental es la acumulación de capital, y para el segundo (colectivo extremo), lo principal es el bienestar del ser humano, sin tomar en cuenta las otras formas de existencia.
Por primera vez, conceptos y valores de las culturas profundas de Abya Yala son parte medular de las constituciones políticas del Estado en Bolivia y Ecuador; enfatizan lo comunitario (inclusión, reciprocidad, armonía, respeto, responsabilidad, equidad, distribución y redistribución de productos y bienes sociales, etc.). El debate sobre el Vivir Bien o Sumaj Kawsay se ha instalado en no pocos foros, lo que supone un creciente proceso de reflexión y desentrañamiento. David Choquehuanca, canciller boliviano de origen aymara, ha presentado en diversas publicaciones y escenarios un compendio de claves que no se inscriben en las categorías impuestas por la cultura occidental (y “cristiana”). Debemos reconocer que no pocas de ellas resultan desconcertantes, y por eso mismo funcionan como estímulos desestabilizadores de certidumbres, esquemas teórico-prácticos usuales, modos de vida, consumo, producción, celebración, concepciones de espacio y tiempo, etc. Problematizan certezas e invitan a nuevas racionalidades. Son un fecundo aporte al actual debate civilizatorio, que al decir de Boaventura de Souza, implica mucho más que la declaración de transición del capitalismo al socialismo.
En Bolivia, una porción densa de esos códigos ha resistido los intentos históricos de homogenización, y se encuentra vigente en la actualidad. La adquisición popular del sentimiento de autodeterminación los ha propuesto públicamente como valores, luego de más de ciento ochenta años de ocultamiento, demonización, persecución, menosprecio o, lo que es peor, relegamiento al ámbito de lo pintoresco. Ese proceso de autodeterminación, que es a la vez la prolongación colectiva o nacional de dignidades personales, se articula con el acceso de amplios sectores a la educación, la salud, la seguridad social, nuevos mecanismos de participación política, una perspectiva diferente de la economía, etc., lo cual hace que se desplieguen, se legitimen y legalicen variadas formas de subjetividad.
Para comprender ese tipo de situaciones, Zavaleta proponía el concepto de “momento constitutivo”, producto de crisis profundas, en las cuales emergen aristas sociales normalmente ocultas. En dichas coyunturas históricas “… se requiere algo que tenga la fuerza necesaria como para interpelar a todo el pueblo o al menos a las zonas estratégicas de él, porque ha de producirse un relevo de creencias, una sustitución universal de lealtades, en fin, un nuevo horizonte de visibilidad del mundo. Si se otorga una función simbólica tan integral a ese momento es porque de aquí se deriva o aquí se funda el ‘cemento social’, que es la ideología de la sociedad”.18
En el vórtice de ese momento constitutivo, el Estado plurinacional es el intento de construcción de un sistema político capaz de articular esos modos de organización del mundo, esas culturas indígenas y no indígenas,superando la colonialidad capitalista.19 Si, como sugería el propio Zavaleta, “lo importante es que, tarde o temprano, cada sociedad aprende que conocerse es ya casi vencer”, se puede afirmar que un considerable segmento del pueblo boliviano decidió hacerse cargo de su propia historia y echar a andar.

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Notas:

1 René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia, Ed.Plural, La Paz, 2008 (redición elaborada sobre la base de la edición original de 1986). Zavaleta, agudo intelectual boliviano fallecido prematuramente, desentrañó con profundidad crítica las características de la Bolivia republicana. Como podemos observar, sus conceptos e hipótesis son recuperados en la actualidad para explicar esta fase histórica.
2 Ibid., p. 87.
3 Ibid., p. 27. En los tres conflictos mencionados, Bolivia perdió 544 000 kms2, más de la mitad de la superficie actual; sin embargo, no fueron las únicas pérdidas territoriales de su historia.
4 Antonio Gramsci: Cuadernos de la cárcel, c.6, t. III,Editorial Era, México, 1981.
5 Entrevista realizada al vicepresidente por el periodista Miguel Gómez Balboa, La Prensa, 18 de enero del 2010, La Paz.
6 Aunque García Linera recurre a esta expresión clásica, en realidad algunas prácticas del MAS apuntan más bien a procesos de construcción de poder.
7 Un considerable elemento de cohesión es la figura y el excepcional liderazgo de Evo Morales.
8 Zavaleta apuntaba: “El miedo a los indios se hizo una verdadera cultura después de (Tupac) Amaru, pero era prexistente”. En el año 2008 se pudo apreciar el terror de las élites de poder de Santa Cruz de la Sierra, luego de sus intentos separatistas, ante el cerco a la ciudad realizado por una manifestación pacífica, pero multitudinaria.
9 Ver http://www.geopolitica.ws/media_files/download/MilitarizacionHonduras.pdf
10 Ver http://www.dni.gov/testimonies/20100202_testimony.pdf (traducción del autor).
11 En la confección de este somero inventario somos en parte deudores de los análisis elaborados por el equipo del Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), y por el intelectual cochabambino Rafael Puente Calvo. Debido a la complejidad y especificidad de los desafíos relacionados con la esfera económica, no los abordaremos aquí.
12 Fernando Martínez Heredia: El ejercicio de pensar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008.
13 Ver Antonio Gramsci: Cuadernos de la cárcel, t. IV, ed.cit.
14 Ver Adolfo Colombres: América como civilización emergente, Ed.Catálogos, Buenos Aires, 2008.
15 Ver Jorge Luis Acanda: Traducir a Gramsci, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.
16 Boaventura de Souza Santos lo denomina Socialismo del Buen Vivir.
17 Ver, por ejemplo, su reciente artículo “¿Qué es el socialismo comunitario?” en el semanario boliviano La Epoca (http://www.la-epoca.com/modules.php?name=News&file=article&sid=1618).
18 René Zavaleta Mercado: op.cit., p. 59.
19 Ximena Soruco Sologuren: “Estado plurinacional-pueblo, una construcción inédita en Bolivia”, Observatorio Social de América Latina, año X, no. 26, CLACSO, Buenos Aires, 2009.

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