- Presentación en La Cabaña, el 23 de febrero del 2012, del libro La mosca azul. Reflexión sobre el poder en Brasil, de Frei Betto, en el marco de la XXII Feria del Libro.
“Las palabras me salvan, tornan terriblemente lúcida mi demencia y me disipan las sombras del alma. Tengo con ellas una relación pasional, promiscua, lexicofágica. Las como, las bebo, las respiro, son ellas las que pueblan mis sueños”. Habría que añadir algo a esta confesión, una máxima que Mario Benedetti dijera de otro grande de las letras: “La moral de los hechos aclara su palabra”.
Y esos hechos de una vida como la de Frei Betto son los que clarifican esta sui generis reflexión ética y estética sobre el poder que fluye en su libro La mosca azul. El ingenioso poema de Machado de Asís que da título al libro narra la fascinación de un paria ante una mosca azul que brota entre las hojas de una rosa encarnada, que lo encandila con la magnificencia del poder que cree ver a través de su fulgor. La atrapa, curioso por esos mundos, y termina disecando su ilusión. Sucumbe la mosca azul y se desvanece la visión fantástica y sutil. El paria pierde la mosca azul que creyó poseer, enloquece.
Vale advertir al lector. No hay en el texto un rechazo romántico al ejercicio del poder y al liderazgo, y mucho menos a la política. Todo lo contario. En reciente entrevista, el autor aclaraba: “La persona revestida de poder —cualquiera que sea: síndico o gerente, policía o político— debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que sucede por lo general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder para ampliar nuestro poder”.
Esa relación de poder corrupto y corruptor se hace más dramática en las sociedades neoliberales, signadas por la absolutización del principio mercantil, en las que prima la política-espectáculo, la contaminación visual y la “pornografía” política, en medio de la irrelevancia decisoria del voto ciudadano, el vaciamiento de la democracia representativa, el clientelismo político y el secuestro del estado por las élites de poder. “La política siempre fue un factor de educación ciudadana”, escribe. “Vaciada de contenido ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder”.
Betto apuesta por otra política, por otro poder (sin dejar de contemplar la posible pertinencia del escepticismo freudiano sobre las ambigüedades del deseo, refractadas en la instancia política). Una política emancipatoria, que tenga a la ética como referente para evaluar los medios que construyamos en el camino para llegar, sin arrepentirnos, al fin anhelado, que siempre propicie espacio a la autocrítica propositiva, como antídoto al elitismo y la desvinculación con los principios. Sin embargo, mientras no se logren superar los procedimientos heredados de la democracia liberal reconoce que “a la izquierda no le queda más alternativa, si quiere ganar elecciones, que someterse a los parámetros del marketing”, el que cada vez más —nos recuerda—, fabrica candidaturas desideologizadas en aras de satisfacer a los “consumidores-electores”. Entre las sugerencias sustantivas que aporta en aras de impregnar de un uso contragehemónico a esos mecanismos, está el llamado al financiamiento público de las campañas electorales. Esa centralidad de la ética a la hora de concebir el ejercicio de la política es la que lo lleva a afirmar: “El mundo y la crisis que le afecta sí tienen solución. Siempre que los países fueran gobernados por políticos centrados en otros paradigmas que huyan del casino global de la acumulación privada y de la incontenible espiral del lucro. Paradigmas altruistas, centrados en la distribución de la riqueza, en la preservación ambiental y en el compartimiento de los bienes de la Tierra y de los frutos del trabajo humano”.
El texto no aspira a ser un tratado profesoral de filosofía política, algo ajeno a la epistemología y la sensibilidad freireanas, sentipensantes del autor, para quien “pensar duele” y el saber resulta más eficaz y solidario si se construye y se comparte desde el disfrute y la belleza. No obstante, en sus páginas podemos identificar diálogos, afinidades y discusiones con los clásicos del pensamiento político: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Max Weber, Marx, Lenin, Che Guevara. Asoman referentes fundamentales de nuestro escenario latinoamericano como la Teología de la Liberación, el “mandar obedeciendo” de los zapatistas, el poder obediencial de Evo Morales, la Revolución Cubana como permanencia en lucha y cambio, la ejecutoria del MST y las comunidades eclesiales de base, el feminismo emancipador, las organizaciones indígenas, el ecosocialismo. Todas vertientes de pensamiento y acción alternativos para enrumbar las luchas estratégicas contra lo que define, con rigor imposible de superar por ninguna academia, con el término de globocolonización.
El autor es consciente de que en la América Latina existe una tensión entre la lógica de la lucha política (antineoliberal, antioligárquica, antimperialista) y la emergencia civilizatoria antisistémica derivada de las prácticas y visiones utópico-liberadoras, ambientalistas y antipatriarcales de los movimientos sociales. La actitud más productiva para intentar superar dicha tensión no radica, salvo que nos contentemos con un consenso fácil e igualmente estéril, en desplazar los puntos conflictivos que suponen ambas lógicas. La mosca azul es un ejemplo de esa postura de radical honestidad intelectual y política. Desde el fondo de esta reflexión emerge el clamor por facilitar agendas de discusión honestas entre los gobiernos de izquierda y las vertientes del movimiento social popular sobre la construcción del nuevo poder y la nueva hegemonía antineoliberal, con horizonte no capitalista. A sabiendas de que nos enfrentamos siempre a “la paradoja entre el discurso y la práctica, la falta de sintonía entre la fina armonía de los sueños y la conflictiva aspereza de la realidad”.
Betto sabe por su visión y su práctica que sobreviene el tiempo político de los movimientos sociales, tiempo que no implica el regreso a los modos estrategistas de otras épocas, ni mucho menos acomodar las exigencias liberadoras de los pueblos a los juegos de la gobernabilidad liberal, sino la necesidad de poner en común los sentidos de una construcción de lo político como proceso de la propia lucha contrahegemónica y los objetivos emancipatorios del movimiento social-popular, superando la lógica fragmentaria y sectorializada de lo social. Debemos estar preparados para las nuevas estrategias liberadoras, lo que implica ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo social, y no solo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas, pero igualmente válidas.
La lección que parece darnos el autor, pese a que se aparta del didactismo y de las preceptivas, es que la construcción integral de lo político se hace desde la cotidianidad de las demandas emancipatorias, libertarias y de reconocimiento. Lo político no es un momento que sucede a otras instancias de resistencia, lucha y creación alternativa, sino una dimensión de articulación de la lucha política, económica, social, cultural, simbólica y comunicativa, desde la diversidad del movimiento social popular.
No hay escepticismo en estas reflexiones: “la esperanza es un pájaro en vuelo permanente”, nos dice en un momento del libro. Aunque el pensador comprometido deja entrever en medio de su portentosa búsqueda, de su empuje beligerante contra la cultura de la desesperanza, aquella fragilidad de los humanos que en ocasiones abre la brecha al deseo de “quedarme en el portal, contemplando en silencio la ciudad, con sus miríadas de ventana que relucen impersonales, anónimas, indiferentes a mi estupor”.
Betto nos narra sus peripecias “en una casucha de madera, en plena favela” de un pueblo de Espíritu Santo, cuando inicia su obra organizativa en las comunidades eclesiales de base, luego de la experiencia de la cárcel. Con profundo humanismo, franqueza irreductible y humor inteligente, escribe sobre los sujetos históricos de la emancipación latinoamericana:
Por primera vez entré en contacto directo con el pueblo. Ese pueblo que existía en los libros que nutrían mi idealismo y presente también en mi discurso, en mis teorías, en la razón de ser de mi participación en la lucha armada, en las infinitas discusiones políticas de la cárcel: allí estaba el pueblo pegado a mi covacha, en aquella callejuela fétida por los desechos a cielo abierto, el moco corriendo por la nariz de los niños, el radio alto el día entero, el marido borracho pegándole a la mujer, mientras yo intentaba concentrarme, rezar, estudiar y me preguntaba si el viejo Marx habría producido su obra monumental de haber estado cercado así por ese proletariado que tanto analiza y exalta, la vecina preguntando si le podía prestar una taza de azúcar, un poco de fariña, una lata de puré de tomate, la niña pidiendo un lápiz para usar en la escuela, el vecino matando el tiempo por la noche en nuestra casa, conversando, sin la menor idea de que interrumpía nuestra reunión…
Es un privilegio presentar este libro de Frei Betto, uno de los seres humanos que más ha contribuido desde su vida raigalmente comprometida con los humildes, marginados y excluidos, a la construcción plural de los sentidos éticos y políticos de la lucha liberadora y emancipatoria de nuestra América. Un hombre que nos conmina a mantener viva la indignación y comprometernos con los cambios que terminen con la marginación y la exclusión, que nos alerta para que nunca aceptemos la desigualdad social como algo natural; un hombre que, como decía de su padre, “se vuelve más joven a medida que envejece”. Más allá de la polémica que puedan suscitar sus juicios, o mejor, gracias a esa polémica, podremos seguir nuestro camino de aprendizaje al lado de este hermano que la mosca azul no picó y que prefiere seguir siendo un “paria” al servicio de los oprimidos y oprimidas de este mundo.
Muchas gracias.