Id por todo el mundo
y predicad el evangelio
a/de toda criatura
Marcos 16,15
Introducción
La teología y la historia alemanas archivaron a Thomas Müntzer por muchos años procurando olvidar la radicalidad de su mensaje y su entendimiento místico del seguimiento de Jesús.1 Thomas Müntzer, como muchos otros monjes de su tiempo, escuchó el mensaje reformador de Martín Lutero, e influenciado por este, desarrolló su propia teología y su práctica pastoral a favor de los más desfavorecidos, introdujo la primera reforma litúrgica en la misa alemana y se comprometió de lleno con las transformaciones sociales en Sajonia y Praga durante el siglo XVI. En parte, el olvido de Thomas Müntzer tiene que ver con sus opciones a favor de los campesinos, los obreros de textiles, los pobres y los mineros de su tiempo y su enfrentamiento directo a Martín Lutero.
Si bien es cierto que las fuentes históricas de Lydia Müller2 ya señalaban la conexión entre el mensaje y las prácticas socio-eclesiales de Thomas Müntzer y el predicador anabautista Hans Hut en el sur de Alemania, fue el historiador inglés Gordon Rupp3 quien publicó en 1961 un artículo sobre el tema del “evangelio a toda criatura”, en el que relaciona a ambos teólogos alemanes. Posteriormente Gottfried Seebass4 profundizó sobre la vida, los escritos y la teología de Hans Hut.
Este artículo presenta el tema del gran mandato misional de Marcos 16,15 según la teología mística de Thomas Müntzer y Hans Hut, considerando cuatro momentos diferentes: a) el carácter poligenético de los orígenes anabautistas, donde se establece la conexión de Thomas Müntzer con Hans Hut; b) el dolor universal del contexto de la Reforma en que nace la reflexión del mandato misional; c) la gran comisión en el legado de Thomas Müntzer y Hans Hut; y d) la gran comisión en la perspectiva mística del verus amicus Christi.
El carácter poligenético de los orígenes anabautistas
Las discusiones históricas y teológicas sobre el origen del anabautismo datan de muchos años atrás.5 Sin embargo, un punto de partida que nos ayuda a ubicarnos históricamente es el artículo de Hans Hillerbrand sobre la investigación de la tradición anabautista, publicado en 1959.6 El texto abrió una discusión sobre el origen del anabautismo, y es importante considerarlo, sobre todo si tomamos en cuenta que con la división del pueblo alemán en dos naciones (República Federal de Alemania y República Democrática de Alemania) después de concluida la Segunda Guerra Mundial (1945), y en especial después de que se construyó el Muro de Berlín a inicios de los años sesenta, se desarrollaron dos escuelas de interpretación distintas en torno al origen de los anabautistas.
Por un lado, hubo quienes interpretaron el movimiento anabautista tomando como punto de partida el liderazgo de Michael Satler, Pilgram Marbeck, Jakob Hutter, Peter Riedemann, Menno Simons y Dirk Philips. Escritores como Hans Hillerbrand,7 Clarence Bauman,8 Harold Bender9 y John Wenger10 asumieron una perspectiva monogenética, al afirmar que en los líderes ya mencionados el movimiento anabautista tuvo un único origen teológico. Esta interpretación intentaba separar a los líderes revolucionarios como Thomas Müntzer —calificados de Schwärmer (fanáticos, exaltados)— de los anteriores. Según John Wenger, estos líderes establecieron para el movimiento anabautista una clara línea de Evangelical Anabaptism.
Por otro lado, autores como Karl Kautsky11 y Gerhard Zschäbitz12 procuraron interpretar el movimiento anabautista en el seno del más amplio movimiento revolucionario de la Reforma radical,13 que se constituyó en una alternativa religiosa y política no solo a la decadente Iglesia Católica Romana, sino también a la emergencia del protestantismo oficial precursor del capitalismo. Debido a la gran influencia del movimiento evangelical en las misiones menonitas que vinieron a la América Latina, así como a la influencia de libros como el de John C. Wenger14 en círculos latinoamericanos, la versión de nuestros orígenes históricos que más se difundió fue precisamente la primera forma de interpretación, y es la que aún predomina en nuestras congregaciones.
La discusión sobre el carácter monogenético o poligenético del anabautismo se volvió a retomar en 1975 en la conocida revista Mennonite Quarterly Review con el artículo de Klaus Deppermann, Werner O. Packull y James M. Stay-
er.15 Otros estudios de carácter histórico y sociológico como los de Peter Clasen,16 James Stayer,17 Werner O. Packull18 y Hans Jürgen Goertz19 nos han demostrado que debemos hablar del carácter poligenético del movimiento anabautista. Este es el punto de partida en estas reflexiones histórico-teológicas: el origen ana-
bautista no se concentró en un solo núcleo de pensamiento y práctica eclesial al estilo del movimiento iniciado en Zürich por Conrad Grebel, sino que se originó simultáneamente en diferentes núcleos de pensamiento y prácticas eclesiales. A la vez, existió una relación, a veces más cercana, a
veces más distante, teórica y prác-
tica, entre los diferentes núcleos. Un ejemplo concreto es el caso de Thomaz Müntzer, quien ha sido visto como un personaje relevante en la Reforma radical, pero no como anabautista. Sin embargo, para nadie es un secreto la gran influencia que ejerció este líder carismático sobre su discípulo Hans Hut, a quien se ha considerado el gran anabautista misionero y evangelizador del sur de Alemania.20 Estas reflexiones toman como punto de partida el “evangelio de toda criatura” pregonado por estos reformadores.
El dolor universal
como punto de partida
de la gran comisión
El conocido historiador francés Jean Delumeau ha descrito en forma poética y dramática, en dos tomos, la historia colectiva del temor en Europa durante el tiempo de la Reforma protestante en el siglo XVI. Con anales, actas, poemas, historias, pinturas y estadísticas nos narra el panorama de los grandes temores colectivos surgidos a causa de las pestes, las guerras, las hambrunas, los levantamientos revolucionarios y las catástrofes naturales, y también el temor que alimentó la Iglesia en las diferentes esferas sociales por medio de la predicación del juicio final venidero y en contra de Satanás y sus colaboradores (mujeres, herejes y judíos).21 El sinnúmero de danzas macabras de la muerte representadas en el arte teatral del siglo XVI dan testimonio del miedo que embargaba a las gentes de entonces ante la concreta realidad de la muerte. Un ejemplo de lo anterior son los versos que el poeta Martial d´Auvergne (siglo XVI) puso en labios de un moribundo en la “Danza de las mujeres”:
Adiós, pastores y pastorcillas, y los bellos campos que Dios hace crecer;
Adiós, flores y rosas encarnadas; es necesario que todos obedezcamos al Señor.22
Un mundo envuelto en guerras, pestilencias, muerte, injusticias contra los campesinos; un mundo envuelto en el dolor, en el profundo temor de la muerte y la inseguridad del fin de los tiempos fue el contexto y la realidad sociopolítica en que nació y creció una manera de entender la fe en Dios y de seguir a Jesucristo. Ella se expresó en el movimiento anabautista y la Reforma radical.
Ese era el estado del mundo, y ahí había que interpretar el designio de Dios. Lo que se podía entender de Dios en el segundo libro de la revelación, es decir, en las Sagradas Escrituras, había sido escondido y tergiversado por el papa, los curas e inclusive pastores que apoyaban la posición opresora de los príncipes contra los mineros, el pueblo y los campesinos; y con sus predicaciones sobre el fin del mundo y la salvación del alma frente al infierno y el purgatorio aumentaron el temor al futuro. Era ne-
cesario, entonces, abrirse al espíritu de Dios para poder entender en el primer libro de la revelación, es decir, en la creación, la revelación misma de Dios. Y en el universo entero, como en los corazones de las personas (también criaturas de Dios) se podía percibir claramente la opresión, la angustia y el dolor.
Es en medio de ese universo compungido por el dolor que la Theologia Deutsch23 (teología ale-
mana) de los místicos Meister Eckhart (1260-1327), Johannes Tauler (1300-1361) y Heinrich Seuse (1295-1366) tuvo gran influencia sobre los teólogos anabautistas radicales. La experiencia del dolor adquirió así una dimensión universal para entender el misterio mismo de Dios. Es por eso que la “teología de la cruz” como experiencia mística es cen-
tral en las tres esferas del camino hacia Dios: limpiamiento espiritual, iluminación y unión con Dios (Unio mystica). Los ana-
bautistas comprendieron el significado universal del dolor. Todas las criaturas (las plantas, los peces, las aves, los ríos, los bosques, las personas, con independencia de su cultura, su religión o su nacionalidad) experimentaban dolor y estaban ligadas en ese momento histórico a través del vínculo universal que él constituía. Y desde esa experiencia del dolor es que resonaron las palabras del evangelio: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a/de toda criatura”.
La gran comisión
en la tradición de
Thomas Müntzer
y Hans Hut
Una característica de la Theologia Naturalis de Thomas Müntzer es la idea de que todo lo creado está unido a su creador, de que cada parte del universo está unida al todo, y de que todas las partes del universo están unidas o conforman “el único”. Esto significa que el Evangelio como buena noticia se manifiesta, a contrapelo de la razón de los “letrados”, a través del medio ambiente en que se desenvuelve el gemeinen Mann (la persona común o sencilla del pueblo). Si es una campesina, por ejemplo, el evangelio se manifiesta a través de las parábolas de los campos, las semillas, las flores, las espinas, los ríos y los surcos sembrados. Esta manera de teologizar es sumamente importante a la hora de entender sus implicaciones para el concepto de evangelización. Thomas Müntzer reconocía que en sus concepciones teológicas tanto los gentiles, los judíos como los turcos tenían un claro concepto sobre el orden de Dios en la naturaleza. Y el reconocimiento de ese orden de Dios en la naturaleza era lo que les permitía percibir la revelación de Dios.24
En sus discusiones con su ene-
migo declarado, Martín Lutero, Thomas Müntzer mencionaba a Jesús, que se declaraba cósmicamente como la “luz del mundo” (Juan 8,12), y decía que los “escribas” de su tiempo rechazaban esas palabras. De igual manera que los fariseos y escribas en tiempos de Jesús, los grandes conocedores de la Biblia en su tiempo, es decir, “la carne de Wittenberg” (Martín Lutero) y los sabios teólogos de la cristiandad no estaban dispuestos a entender la revelación de Dios, mientas que pueblos como los gentiles, judíos y turcos sí estaban dispuestos a comprender la
revelación y el orden estableci-
do por Dios para todas las criaturas. El gran desorden del universo consistía en no aceptar el orden natural de justicia y armonía ordenado por Dios. Es por ello que el “evangelio a/de toda criatura” incluía a los no cristianos que reconocían el orden natural de Dios, y a la vez excluía a los “letrados” cristianos de la Santa Escritura y a los gobernadores del mundo que propiciaban la muerte y la injusticia, y ocultaban la verdad con la Santa Biblia. Eso lo manifestaba claramente Hans Hut cuando afirmaba: “ningún príncipe o gobernador de este mundo ha recibido o reconocido la verdad.”25
El hecho de que la traducción del versículo clave (geet hin in die welt und predigent das evangelion aller creaturen/ “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a/de toda creatura”, Marcos 16,15) en el famoso escrito de Hans Hut convierta el dativo (a) en genitivo (de), lo cual de acuerdo tanto al texto en latín como en griego es posible, tiene la siguiente implicación: antes que enfatizar únicamente en el alcance antropocéntrico del evangelio, enfatiza también en su carácter cósmico.26 Dicho en términos bíblicos, se acentúa en el entendimiento de la gran comisión lo dicho por el Apóstol Pablo: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1,18-20). En otras palabras, tal como dijimos al principio de este apartado, la gran comisión tiene que ver con el hecho de anunciar el evangelio (la Palabra de Dios), pero a la vez, las criaturas de Dios, es decir, los animales, las plantas, los seres humanos, los luceros y todo el cosmos (la obra de Dios), con su sola presencia, anuncian y develan el misterio de Dios.
La gran comisión en la perspectiva mística del verus amicus Christi
En la Reforma radical encontramos una dimensión universalista que ya se había expresado en el concepto de los seguidores de Francisco de Asís como verus amicus Christi (verdadero amigo de Cristo). Este era el ideal de la amistad en que, en la línea de Abraham, el profeta Isaías veía a Dios con respecto a Israel (“Pero tú Israel, siervo mío eres; tú, Jacob a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo”, [Isaías 41,8]). La clave de amistad entre Abraham y Dios se sella en el libro de Santiago cuando el escritor afirma: “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2,22). En el Nuevo Testamento es Jesús el Verbo hecho carne, quien expresa su amor en plenitud de entrega por los suyos. él mismo lo manifestó cuando dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os digo” (Juan 15,13).
Se ha juzgado severamente
a Thomas Müntzer por las conse-
cuencias de su compromiso revo-
lucionario con los campesinos,27
pero nadie puede negar su amor por ellos, por los mineros, por los textileros y por la gente pobre del pueblo. Su presencia entre los campesinos en la guerra que estos libraron contra los príncipes de Sajonia transmite ese sentir de ser amigo, de estar hasta el final con aquellos que amó. Hans Hut estuvo cerca de Thomas Müntzer en diversos momentos claves de las agitaciones sociales que se vivieron dramáticamente durante la Reforma del siglo XVI.28 En mayo de 1525, los ejércitos del príncipe Felipe de Hesse derrotaron a los campesinos en los campos de Frankenhausen. Thomas Müntzer fue preso, torturado y posteriormente ejecutado. Hans Hut le acompañó y fue testigo de esa terrible batalla, pero logró escapar. Esa experiencia lo llevó a reformular sus expectativas apocalípticas, a retomar con ánimo el gran mandato del Evangelio de Marcos, y a convertirse en el principal misionero de la fe anabautista en el sur de Alemania y en Austria. Después de participar en el sínodo de los mártires de Augsburgo, fue apresado y encarcelado en septiembre de 1527 y sometido a terribles interrogatorios. Quemado en la celda donde se encontraba preso, murió el 6 de diciembre del año 1527, firme en los fundamentos de su fe, y sosteniendo las palabras y la praxis de su maestro y amigo Jesús: “Ninguno tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
Conclusión
Cierro estas reflexiones con los desafíos pastorales, teológicos, éticos y sociales que nos lanza el mandato “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a/de toda creatura” al mundo quebrantado de hoy. Se trata de dejarnos inspirar nuevamente por esta teología mística de la Reforma radical, que conlleva al seguimiento de Jesús. Una teología cuyo evangelio se expresa a/en toda criatura, y que en el seguimiento de Jesús nace del corazón de Dios para atender al gemeinen Mann de hoy: a los emigrantes, a los campesinos sin tierra, a las obreras y albañiles explotados, a los niños y las niñas hambrientos y abandonados, a las mujeres que trabajan incansablemente y por poco dinero en las casas de los más pudientes y en las fábricas modernas de tejidos. Se trata de volver los ojos a Dios a través del primer libro de la revelación, es decir, la creación, para afirmar su obra creadora de tal manera que nazca en nuestro ser un compromiso para recrear el universo, abriendo nuestro corazón a la espiritualidad viviente de otras religiones y criaturas de Dios. Es unirnos con Dios místicamente a través de una nueva conciencia que nos permita caminar en los procesos liberadores de nuestros hermanos y hermanas. Es una nueva actitud para dejarnos rencantar por el primer libro de la revelación, de tal manera que toda iniciativa y respuesta humana procure atender los gemidos de deforestación, destrucción de flora y fauna, contaminación del aire, tierras y agua dulce y salada. Significa pronunciar y ejecutar oraciones y acciones que reclaman la manifestación liberadora de Dios (Romanos 8,20-22), para que en su jardín puedan volver a correr los torrentes incontenibles, los ríos de agua viva (Isaías 58,11).
Notas
1. El filósofo alemán Ernst Bloch sacó a Thomas Müntzer del olvido cuando lo dio a conocer en el año 1921. Ver la traducción al español de esta obra: Ernst Bloch: Thomas Münzer, teólogo de la revolución, Madrid, 1968.
2. Gottfried Seebass: Müntzer Erbe. Werk, Leben und Theologie des Hans Hut (1527), Habilitationsschrift der Theologischen Fakultät der Friedrich “Alexander Universität zu Erlangen” Nuremberg, 1972.
3. Desde la América Latina, ver Daniel García “El debate historiográfico en torno al movimiento anabaptista”, en Cuadernos de teología, Isedet, Argentina, vol. XII, No. 2, 1992, p. 73-97.
4. Hans Hillerbrand: “Die gegenwärtige Täuferforschung: Fortschritt oder Dilema”, en H. Diwald (ed.): Lebendigen Geist, Leiden, 1959.
5. Id.
6. Clarence Bauman: Gewaltlosigkeit in Täufertum, Leiden, 1968.
7. Harold Bender: The Anabaptist and Religious Liberty in the Sixteenth Century, Fortress Press, Filadelfia, 1970.
8. John Wenger: Compendio de historia y doctrina menonitas, La Aurora, Buenos Aires, 1960.
9. Karl Kautsky: Vorläufer des neuren Sozialismus, Zweiter Band, 10 Auflage, Berlín, 1981.
10. Establezco una diferencia entre Reforma clásica o magisterial y Reforma radical. Por Reforma magisterial entiendo a los grupos conformados por iglesias luteranas, reformadas y la iglesia establecida de Inglaterra. Por Reforma radical entiendo lo que el historiador Roland H. Bainton definió como el ala izquierda de la Reforma, y se caracterizó por incluir tres tendencias principales: el anabautismo, el espiritualismo y el racionalismo evangélico. Este es el punto de partida de la extensa investigación de George H. Williams: La reforma radical, Fondo de Cultura Económica, México, 1983.
11. John Wenger: op. cit.
12. J. Stayer, W. Packull y K. Deppermann: “From Monogenesis to Polygenesis: The Historical Discussion of Anabaptist Origins”, The Mennonite Quarterly Review vol. XLIX, no. 2, abril de 1975, pp. 83-121.
13. Claus Peter Clasen: Anabaptism. A Social History, 1525-1618, Londres, 1972.
14. James Stayer: Anabaptists and the Sword, Coronado Press, Lawrence, 2da. ed., 1976.
15. W. O. Packull: Mysticism and the Early South German Austrian Anabaptist Movement 1525-1531, Scottdale, 1977.
16. Jean Delumeau: Angst im Abendland, Die Geschichte kollektiver Ängste im Europa des 14. Bis 18. Jahrhunderts, (Band I und II), Hamburgo, 1985.
17. Gerhard Wehr: Theologia Deutsch. Eine Grundschrift deutscher Mystik, Nuremberg, 1989.
18. Wilhelm Neuser: Hans Hut, Leben und Wirken bis zum Nikolsburger Religionsgespräch, Bonn-Berlin, 1913, p. 38.
19. Gordon Rupp, op. cit.
20. Klaus Ebert: Thomas Müntzer im Urteil der Geschichte, Wuppertal, 1990.
21. George H. Williams: op. cit., pp. 191-210.
22. Jean Delumeau: La reforma, Nueva Clío, Barcelona, 3ra ed., 1977, p. 9.
23. Gerhard Wehr: Theologia Deutsch. Eine Grundschrift deutscher Mystik, Nuremberg, 1989.
24. Para un estudio detenido del lenguaje místico utilizado por Thomas Müntzer, ver Hans Otto Spillmann: Untersuchungen zum Wortschatz in Thomas Müntzers deutschen Schriften, Walter de Gruyter, Berlín-Nueva York, 1971.
25. Wilhelm Neuser: Hans Hut, Leben und Wirken bis zum Nikolsburger Religionsgespräch, Bonn-Berlin, 1913, p. 38.
26. Gordon Rupp: op. cit.
27. Klaus Ebert: Thomas Müntzer im Urteil der Geschichte, Wuppertal, 1990.
28. George H. Williams: op. cit., pp. 191-210.