Mientras que Merkel y Sarkozy tomaban el 24 de noviembre del 2011 la decisión de cambiar en breve la así neoliberal Constitución Europea hacia formas de control financiero absoluto —dándole luz verde al Banco Central Europeo para apagar el fuego de la crisis como le entendiera— y de adoptar sanciones severas contra los países miembros incumplidores, los pueblos europeos, anonadados por las decisiones tomadas a sus espaldas y la lluvia de leyes que a velocidad electrónica les caían encima, comenzaban a tratar de resistir.
Se sabe que Grecia fue escogida como país piloto para aplicar las medidas más salvajes contra el bienestar del pueblo. Todo vale, hasta el pisoteo de la soberanía nacional y la venta a pedazos del país a precios de basura en los mercados financieros internacionales. Así, los préstamos que la Troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea) le otorga a Grecia tienen un interés asesino del 8%, exigencia que afectará la economía a largo plazo, incluso con la confiscación de bienes patrios en caso de incumplimiento. Y los incumplimientos son seguros, pues con una economía totalmente destrozada no hay de dónde sacar los dividendos exigidos. No están muy lejos de correr esta suerte los demás países europeos llamados despectivamente PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia, España). Y si el caso griego sacude a Europa y la hace temblar, el terremoto que se avecina con Italia es impensable, teniendo en cuenta que el PIB de Grecia representa solo el 2% del de la Unión Europea (UE), mientras que el de Italia, el tercer país más importante de la UE, alcanza el 25%. Se habla, en consecuencia, de que el euro tiene los días contados. Y si a eso se le añade España, con un PIB de casi el 13% del total de la UE…
Se entretejen medidas impopulares y reacciones. De manera que para entender la ira popular, resulta necesario describir sucintamente el escenario financiero y político europeo, promotor de las medidas tomadas por el gobierno griego, plegado a la más reacia oligarquía europea y norteamericana.
La actual crisis griega no debió tomar por sorpresa a Alemania y a Francia, como afirman, pues sus especialistas alertaron, incluso antes de la creación de la Unión Europea (1994) y del euro (2002), sobre la inviabilidad de unirse económicamente a países con distintas velocidades de desarrollo. Estos consejos fueron obviados por miedo a perder a los futuros “clientes” que provenían del bloque socialista recién destruido. Mientras, hubo muchísimos más actos económicos delictivos: corrupción y desvíos financieros y de bienes, ausencia de control sobre el préstamo, que a pesar de no ser alto, generó la enorme deuda actual griega debido a los altos intereses. Este fue un camino bien trazado por la elite mundial, para apoderarse, cuando llegara la hora, de TODO, TODO, TODO lo griego, inclusive del pueblo. A la vez, este fenómeno no es sino el principio de grandes cambios geopolíticos-imperiales que se ven venir y que conllevarán mucho sufrimiento.
El declive económico griego ya va por su quinto año. En mayo del 2011, a cambio de unos préstamos supuestamente muy necesarios, se firmó un memorando con cláusulas que convierten a Grecia en una colonia de facto. Elaborado con un nivel de detalle escalofriante, la esencia del memorando es que absolutamente toda la riqueza de su suelo, su subsuelo y sus aguas marítimas, más la ganancia proveniente de cualquier esfera de la producción y los servicios, así como de la esfera pública, la administrativa, la salud, la educación, los impuestos de todo tipo, etc. (el etc. existe literalmente en cada acápite) irá a parar a la Caja Única creada, dirigida y supervisada por la Troika. E incluso, en el memorando, Grecia hace dejación del derecho de asilo.
Las consecuencias se perciben ya en la avalancha de medidas “económicas” que atacan el corazón del llamado sistema de bienestar social del que tanto se ufanaba Europa. El vendido Parlamento griego aprueba privatizaciones de grandes sectores públicos y de los pilares de la economía estatal, leyes de eliminación del salario mínimo, flexibilización o eliminación de los contratos laborales colectivos (p.ej., por gremios) e individuales, despidos masivos, rebajas sustanciales y repetidas de los salarios y las jubilaciones (de 30, 40, 50 ), sin tocar, a la vez, ni una de sus propias prebendas, que no son nada despreciables. La lluvia de impuestos arrodilla también a la clase media, que cierra sus negocios por miles a diario. Se crea así un ambiente desolador: la imagen palpable son las infinitas vitrinas vacías y polvorientas con anuncios de “Se vende” o “Se alquila”. Así, el regalo de Navidad del 2011 fue la inaudita cifra de casi un millón de griegos desempleados, en una población de once millones. Al finalizar el primer trimestre del 2012, el desempleo llegó al 20, hecho sin parangón en la historia del país. Por supuesto, el más de un millón de inmigrantes que deambula en el país heleno ocupa el escalón más bajo de esta situación calamitosa: sufren unas penurias extremas y son víctimas de una xenofobia desconocida antes en tierras griegas. A la vez, los peces gordos han puesto a buen recaudo su fortuna en bancos suizos y alemanes y no se les toca. La cifra que se ha hecho pública es que el total de este dinero que evade los impuestos alcanza la impresionante cifra de seiscientos mil millones de euros, casi el doble de la deuda griega, que muchos economistas declaran ilegal, abominable y que no se debe pagar.
El país está duramente golpeado económicamente, producto de una larga política de desinsdustrialización y desagrarización. Por ejemplo, antes de ingresar en la UE, Grecia se autoabastecía de azúcar, leche y sus derivados y aceites, y tampoco carecía de renglones industriales. Era exportadora de varios renglones como algodón y otros productos agrícolas e industriales. Hoy día tiene cero exportaciones y se ha convertido en importadora de prácticamente todo, en su mayoría de productos alemanes. En otras palabras, el país presenta un desequilibrio financiero descomunal y una fuerte dependencia económica. Grecia es, además, un cliente muy codiciado, pues irónicamente, es el cuarto país que más armas compra, después de China, India y Corea del Sur, armas que fundamentalmente le venden Alemania y los Estados Unidos.
La crisis es también de índole política. La legalidad democrática que existía desapareció, pues la ciudadanía se ve imposibilitada de intervenir mediante sus órganos legales y sus representantes. La Troika y sus acciones depredadoras son ilegales e ilegítimas, porque no es un órgano legislativo y su cumbre tampoco. El acuerdo del rescate de Grecia con condiciones tan duras, firmado el 26 de octubre en Bruselas, es un acuerdo neocolonial; es, de hecho, un golpe de Estado que culminó con el “nuevo” gobierno “provisional” dirigido por el banquero Lucas Papademos, exfuncionario de Goldman Sachs y actual servil lacayo de sus intereses. La aplicación práctica de esta política se traduce en una cantidad increíble de medidas y leyes encaminadas a recoger dinero y privatizar los bienes públicos que restan. Para que se tenga una idea, en los últimos dos años se han publicado más de ciento sesenta leyes sobre impuestos.
Con la decisión a nivel europeo (en noviembre del 2011) de recortar la deuda a la mitad, pero exigiendo el cobro de los intereses sobre el total y no sobre la suma recortada, que es donde realmente descansa la ganancia jugosa, la Troika se abrogó a la vez el derecho de depredar las cajas de ahorro de los asalariados y jubilados y los bienes inmuebles estatales y privados, y a repartirse las riquezas del subsuelo, a la vez que se le prohíbe a Grecia explotarlas. Téngase en cuenta que Grecia descansa sobre un mar de gas y petróleo, que dicen que es el mismo bolsón que comparte con Libia y Chipre, donde Turquía ya entró con su flota militar a perforar, e Israel se prepara también para hacerlo. Es interesante señalar aquí que Yorgos Papandreu le dio la espalda a la larga historia de relaciones amistosas de Grecia con los países árabes y le tendió la mano a Israel.
¿Cómo siente y enfrenta el pueblo esta situación? Es visible la cólera, la depresión y la desesperación que se apodera de la gente, y también el fatalismo y la resignación. En seis meses, más de cien mil griegos abandonaron el país buscando mejor suerte fuera de sus fronteras. El pueblo trata de organizarse en torno a partidos, sindicatos, gremios, barrios, uniones de activistas, etc. Los resultados le dieron la vuelta al mundo. Sucesivas marchas de protesta y huelgas de todos los tamaños y envergaduras, ocupación de escuelas, universidades, hospitales, puertos, fábricas, organismos estatales, la Plaza del Parlamento —Sintagma— por los indignados que sueñan construir un mundo más justo y digno. Y todo ello reprimido con una violencia que no se veía desde la época de la Junta de los Coroneles (1967-1973). Estas protestas no lograron parar arrasadoras medidas impopulares, pero sí atenuar algunas.
Octubre del 2011 se vio marcado por tres grandes acontecimientos: la enorme huelga (19-21 de octubre); los acuerdos con la Troika del 26-27 de octubre, que arrodillaron aún más al país; y los acontecimientos del 28 de octubre, Día Nacional de Grecia, que festeja con orgullo su “No” y su resistencia a la ocupación fascista italiana y nazi durante la Segunda Guerra Mundial, durante la cual escribió páginas de gloria que admiraron al mundo.
La huelga estuvo marcada por una inaudita represión, mientras la radio trasmitía un vasto repertorio de canciones griegas de protesta y rebeldía como apoyo a las acciones populares. Internet no descansaba. Muchos fueron los heridos, y una persona murió asfixiada por los gases lacrimógenos. Esta represión va in crescendo. En febrero del 2012, las manifestaciones populares de la Plaza Sintagma que trataban de impedir la legalización del horrendo memorando mediante su votación en el Parlamento fueron duramente reprimidas, haciendo caso omiso de que estaban encabezadas por los últimos héroes nacionales vivos, ambos octogenarios: el gran compositor Mikis Theodorakis y el luchador Manolis Glezos, que tuvo la osadía de quitar la bandera nazi que ondeaba sobre la Acrópolis ateniense. Los ciudadanos y ellos mismos resistieron la embestida de todo tipo de gases lacrimógenos y sustancias químicas venenosas por más de cinco horas, hasta que el aire se hizo irrespirable. Algunos diputados que no soportaron seguir siendo partícipes de esta farsa abandonaron el Parlamento. Y los partidos en el poder, Pasok y Nea Democracia, para no perder la mayoría en la votación del memorando, los sustituyeron al momento por cualquiera de sus militantes que se prestara a esa sucia farsa. En otras palabras, la traición al pueblo adoptó la forma de la más absoluta ilegalidad e ilegitimidad.
Los acuerdos firmados el 26-27 de octubre eliminaron todo tipo de derecho laboral y levantaron una gran polvareda, lo que culminó con las manifestaciones de repudio popular del 28 de octubre contra sus gobernantes, que a su vez conllevaron la salida de Papandreu de su cargo de primer ministro y su sustitución por el banquero Papademos, vinculado a la oligarquía bancaria mundial.
Ese estado de cosas provocó la ira de todas las capas sociales. Indignados profesores de Economía explicaban en los medios que las cajas de ahorro (de los salarios y las jubilaciones) pertenecen a los trabajadores, que su dinero proviene de su sudor y que, por tanto, ellos son los únicos y legítimos dueños que deben decidir cómo se utilizará ese dinero: todo lo demás es una flagrante violación y una ilegalidad. Instaban a los trabajadores a sublevarse y exigir sus derechos: hicieron, literalmente, un llamado a una sublevación general y organizada, y recorrieron el país organizando reuniones para explicar la situación económica y las posibles soluciones fuera de la Unión Europea y la Troika. Por ejemplo, desenmascararon que el gobierno, a través de su Banco Central, había tomado de las cajas de ahorros, sin su permiso, dieciséis mil millones de euros, y los había transformado en acciones; y que ahora, para robarles más dinero, les entregaba esas acciones a menos de la mitad de su valor inicial en el mejor de los casos, pues otras habían perdido muchas veces su valor inicial. Informaron de la desaparición de doscientos cincuenta millones de euros destinados al pago del personal médico, por lo cual, a partir de ese momento, los enfermos debían pagar su consulta hospitalaria. Estos intelectuales y profesores proclamaron la bandera de la resistencia generalizada como única solución viable.
El 28 de octubre del 2011 puso de manifiesto el repudio popular hacia sus representantes gubernamentales. Los funcionarios parados en las tribunas levantadas en ciudades y pueblos a lo largo y ancho del país para recibir los honores correspondientes se llevaron la sorpresa de ser el blanco de todas las manifestaciones posibles de desprecio popular, que se transformaron en un enorme acto de repudio: jóvenes que cargaban féretros simbólicos de la República forrados de tela negra; marchas y canciones revolucionarias y de protesta; consignas de libertad; banderas negras; abucheos; lanzamiento de yogurt, huevos y tomates; cartas abiertas al presidente y el gobierno en las que se les acusaba de traición; quemas de banderas alemanas; expulsión a empujones e injurias a los funcionarios de las tribunas, incluido el presidente de la República y algunos ministros en la ciudad de Salónica, después de lo cual se recomenzaba la marcha en su ausencia. Los chicos agrupados por escuelas, cuando llegaban frente al podio oficial, viraban la cara hacia el otro lado en señal de protesta y desprecio, sacaban pañuelos negros, cantaban consignas de rebeldía. Lo mismo se repitió en todas las ciudades del país: fue un ambiente apoteósico que quedará en las páginas de la más reciente historia griega, pues fue la primera señal masiva y visible de inconformidad.
Al día siguiente, el primer ministro Papandreu culpó frente a las cámaras a los griegos revoltosos y malagradecidos que no entendían su sacrificio y los resultados positivos de su trabajo para la salvación de la Patria. “Nosotros”, dijo, “fuimos elegidos por el pueblo y no dejaremos que una minoría de revoltosos socave nuestro gran trabajo patriótico, que tan duramente hemos realizado para tener una Grecia mejor”. No supe, en ese momento, si reírme o romper el televisor.
A las pocas horas se anunció la propuesta del referendo, del gran Sí o el gran No —alusión, ¡qué ironía!, a un famoso poema de Kavafis que dice que llegó la hora de pelear por la patria, la hora del gran Sí o el gran No—, es decir, la hora de que el pueblo votara si estaba de acuerdo con que siguieran o no los préstamos europeos, lo que significaba, de hecho, si quería o no seguir en la UE. Frente a la airada y unánime protesta, el Pasok salió frente a las cámaras a decir literalmente: “Y ahora que los queremos consultar, que queremos tomar en cuenta al pueblo, tampoco están de acuerdo. Entonces, ¿qué rayos quieren?”
Ahora bien, ¿por qué la inconformidad con el referendo? Se dijo que se colocó al pueblo en la disyuntiva de escoger cuál de las dos muertes le gustaba más: el préstamo, que equivalía a la esclavitud y a penurias por decenios (los decenios son una cifra oficial, no un decir), o el regreso al dracma, que sería un desastre económico total. Esa es la versión más difundida. A la vez, mediante el referendo se buscaba legitimar algo totalmente ilegitimo, ilegal, abominable. Se decía también que de esta forma se le daba el tiro de gracia a la democracia y se dejaba a Grecia sin salida alguna. Que justo eso hacía la junta militar: convocaba al pueblo a un referendo con la pregunta de si quería al rey. El pueblo no lo quería, pero su no significaba el sí a la perpetuación de la junta militar en el poder. O, como dijo la destacada periodista Kaneli: “Nos preguntan si queremos que nos maten o suicidarnos.”
Por otro lado, en la Cumbre del 28-29 de octubre del 2011 en Cannes, la UE —es decir, Merkozýyý (Merkel más Sarkozýy) y sus acólitos— se sintió atemorizada y amenazó a Papandreu por su iniciativa inconsulta, con lo que lo obligó a retirar su propuesta. Ello dejó al descubierto el terror que le tienen los oligarcas a los referendos (hace pocos años se llevaron un chasco en Francia y Holanda, donde ganó el No a la propuesta de la neoliberal Constitución europea). Y se evidenció, una vez más, la total sumisión del gobierno griego a sus amos, su falta total de autonomía y capacidad de moverse ni un milímetro de lo pactado a priori. Como bien señalan muchos analistas, Grecia en este momento es tan colonia como lo fueron los países africanos y latinoamericanos respecto a sus metrópolis. Pero la historia enseña también que una vuelta al dracma, es decir, a una moneda soberana e independiente, lejos de ser un desastre como tanto se quiere hacer creer, puede traer bonanza económica y desarrollo, algo totalmente indeseable para los actuales amos externos e internos, que rechazaron las ofertas de préstamos y ayudas rusa y china, en condiciones infinitamente más benévolas que las impuestas por la Troika. Por supuesto, esa bonanza es hipotética, porque de darse esa vuelta tratarían de ahogar al país para que sirviera de escarmiento a quienes desearan seguir igual camino.
Mientras se producen estos acontecimientos y se acercan las elecciones del 6 de mayo del 2012, la izquierda sigue sin ponerse de acuerdo y sin aprovechar las coyunturas a su favor. Por su parte, la elite europea se muestra mucho más ágil en no perder terreno y obviar los peligros que generan las presiones populares.
¿Qué más significan en la práctica estas nuevas medidas aplicadas con increíble velocidad? Treinta mil trabajadores públicos fueron cesanteados en noviembre del 2011, y la meta son cientos de miles. Los salarios griegos, ya de por sí no muy altos, han disminuido hasta en un 60%, los pluses salariales y los bonos por varios conceptos —muchos hijos, peligrosidad laboral, horas extra etc.—, han sido eliminados o muy recortados, y las jubilaciones se han visto afectadas. Lo grave es que la gran mayoría de la población está endeudada, ya que compró a crédito casas o carros, o armó con préstamos su empresa privada sin que su poder adquisitivo real se lo permitiera. De manera que después de pagar todas las deudas e impuestos, el empleado se queda con un saldo limpio de doscientos o trescientos euros al mes, cifra muy exigua para la carestía que enfrenta el país por los tantos impuestos que gravan los bienes de consumo. Incluso muchos se quedan en saldo negativo. El 21 de noviembre salió el listado de los nueve tipos de impuestos que se deben pagar en lo que queda del año 2011, incluso con carácter retroactivo. A partir del 2012 se cobrarán decenas de impuestos sobre el año 2012 y 2013, ¡basados sobre supuestas ganancias! Los empresarios medianos quiebran y envían señales de auxilio, mientras que en su primer discurso oficial, el recién estrenado primer ministro banquero Papademos promete la panacea con la próxima apertura a los inversionistas extranjeros, según él, más confiados gracias a las medidas drásticas que se adoptan.
Más protestas sociales
El mes de noviembre del 2011 culminó con protestas a gran escala provocadas por un impuesto sobre los inmuebles (de tres a cinco euros por m2 de inmueble, cálculo a menudo muy abultado por “errores”) que se incluyó en la factura de la electricidad, con la amenaza de cortar la corriente eléctrica en caso de impago. Las reclamaciones por imposibilidad de pago llegaron a ser decenas de miles. El gremio de los abogados y juristas declaró ilegal el impuesto, demandó un juicio y se puso al servicio del pueblo. La prensa publicó páginas y páginas de artículos llenos de indignación; en la radio y la televisión el impuesto se volvió noticia de primera plana. Se organizaron reuniones populares, se quemaron simbólicamente las facturas frente a las oficinas de impuestos. Varios municipios decidieron, con el alcalde al frente, no pagar el impuesto. ¡No pago! era el lema que recorría el país. En el ciberespacio circularon videos sobre cómo volver a conectar la corriente cortada; en la ciudad de Veria se organizaron los electricistas —muy orgullosos de su papel de Robin Hood— para reponerles la corriente a los necesitados. El 20 de noviembre, un grupo de trabajadores de la Unión Eléctrica, con el dirigente del sindicato al frente, ocuparon el edificio central donde estaba la lista de todos los usuarios que no pagaron el impuesto sobre los inmuebles, para impedir que salieran las órdenes de cortar el fluido eléctrico. El dirigente sindical declaró, en nombre de todos los trabajadores, que no acatarían la orden de cortar la luz, que es un bien público inviolable, y que ya habían empezado a aplicar lo prometido. El 24 de noviembre intervino la policía, hubo escaramuzas, el dirigente sindical de la Unión Eléctrica y quince activistas fueron apresados, pero al no presentarse los acusadores quedaron en libertad, aunque pendientes de juicio. A las pocas horas se anunció oficialmente que hasta nuevo aviso no se le cortaría la luz a nadie, y que para los más desamparados económicamente, el coeficiente del impuesto se rebajaría a 0,5 euros por m2. Las protestas organizadas están dado resultado. Por ahora.
El escenario general se ha enturbiado por la reciente aprobación de un paupérrimo presupuesto nacional destinado a la seguridad social en el 2012 y otras medidas similares, a la vez que los ministros se felicitan por su magna obra de salvación de la nación. A la vez, la rebeldía se deja ver. Personalidades políticas y culturales, científicos, intelectuales, grupos profesionales, sindicatos, gremios, partidos de oposición, federaciones, organizaciones de barrio, etc., llaman a la desobediencia generalizada. La gente del pueblo expresa su indignación, e incluso algunos se declaran listos para tomar las armas. La rabia y la cólera van en aumento, pero también la desesperación resignada de muchos, dispuestos a pagar y a sufrir en silencio, porque se sienten en un callejón sin salida y piensan que lo primordial es resolver el plato diario de comida. El panorama se vuelve cada vez más sombrío. Aumentan los robos con violencia, la prostitución, los niños subnutridos o abandonados por sus padres en casas cuna, los casos de SIDA y hasta los que enferman a conciencia para recibir la ayuda de 700 euros. Se multiplican los hogares sin luz y sin calefacción, la gente sin hogar que duerme en las calles. Médicos Sin Fronteras de Grecia declara que Grecia tiene ya todas las características de los países subdesarrollados, y decide trasladar su cuartel general de África a Atenas. La cantidad de empresas y vitrinas vacías es impresionante y se afirma que crecen por miles a diario. Se roba la madera de los bosques para lucrar o para calentarse. Los jóvenes responden a las bien organizadas ofertas de trabajo que se publican en los medios griegos e Internet, y se dirigen hacia los países árabes, Alemania, Inglaterra, Finlandia, Noruega, Australia, los Estados Unidos y Canadá, dejando a Grecia desangrarse también en este sentido. Se alistan para marineros en una cantidad comparable a los años sesenta del pasado siglo, incluso las mujeres. Las escuelas merman, se trata de privatizarlas, varias se unen en una, lo que conlleva que los alumnos deben recorrer mayores distancias y sufrir más hacinamiento. No se otorgó la cuota de petróleo para la calefacción de las escuelas, y en vez de libros se repartieron discos compactos (sin que haya una infraestructura adecuada de computadoras). La federación de maestros respondió al aluvión de estas nuevas medidas con la decisión de que los maestros y profesores den clases extra a los estudiantes de manera gratuita. ¡Y eso en un país donde las clases extra desangraban económicamente a los padres y representaban un buen dividendo para los profesores y maestros!
La salud pública sufre los mismos embates. Luego de tres semanas algo tranquilas, empiezan de nuevo las huelgas. Se multiplican organizaciones de todo tipo que se dedican a buscar comida, abrigos y cobijo para ofrecerlos a los más necesitados, cuyo número crece a un ritmo acelerado.
En la Grecia colonizada y gobernada a la manera dictatorial, la rebeldía se respira, y en el ciberespacio, donde aparece una cantidad increíble de expresiones antigubernamentales, ya nadie se mide. Los blogs aglutinan gentes e ideas por la unificación de la izquierda y contra el memorando y la opresión de la Troika. Los artículos de fondo terminan con llamados como el siguiente: “Cuando el europeísmo se identifica con la subyugación, entonces optamos por no ser europeos.” O “Cuando la solidaridad económica se acompaña de pobreza y humillación, optamos por rechazarla.” O “Cuando la legalidad constitucional se vuelve violenta, los ciudadanos —tal como reza la Constitución— tienen derecho y están obligados a resistir por cualquier medio a cualquiera que trate de suprimirla”. O bien circulan infinidad de videos, como uno que muestra al ministro de economía, botado unos meses atrás de la fundación griega de París en medio de improperios. O a los vapuleados ministros y diputados, que literalmente no se atreven a salir a la calle, pues les agreden de cualquier forma y donde sea. Les tiran yogurt, huevos, tomates, café, les gritan improperios y los obligan a refugiarse, salvados por sus escoltas, en sus flamantes autos.
Termino con una carta que encontré en el ciberespacio y que recoge la cólera que se respira en el aire y el sentir de los que no quieren bajar la cabeza:
11 de noviembre del 2011
Llamado a la insurrección
Carta de A. B. del municipio Perama, Pireo
El fantasma de la miseria
¿Qué decir de nuestro país?
Ochenta mil niños hoy día se subalimentan en Atenas. Un millón de desempleados circula hoy entre nosotros. Quinientas veinte camas hospitalarias se entregan hoy a compañías aseguradoras privadas. Miles de empresas cierran a diario sus puertas. Sucursales de la telefonía, los correos, la salud pública y otras se eliminan o subfuncionan dejando regiones enteras sin la prestación de sus servicios. La educación pública se elimina, no hay libros, no hay petróleo para calentar las escuelas, el cual escasea también en las casas por el aumento del precio. Salarios y jubilaciones se recortan. Los exámenes médicos también se recortan, y los que quedan dejan de ser gratuitos.
¡Impuestos, impuestos, impuestos!
Y nosotros, ¡mundos tan paralelos! Los acomodados se arrastran para salvar sus prebendas.
Los de Pasok, los fascistas, la izquierda que no se une… Y allí, en algún lado, se encuentra un pueblo que lucha, que grita, pero que también piensa.
¡Estamos en medio del océano! Estamos dentro de una pesadilla.
¡Despierten!
No son estúpidos, son ideólogos, en eso creen, en el capital, en los mercados libres, en la privatización, en la liquidación de todo en nombre de la ganancia.
Son nuestros enemigos, enemigos de clase. No sudan para nosotros, sino para su clase, sus privilegios, sus ganancias, su poder. Sus hijos no pasarán hambre. No esperarán en las colas de los centros de salud pública dos y tres meses para ver a un médico. No se congelarán en las escuelas, no emigrarán en busca de trabajo, no serán hospitalizados en pésimas condiciones. No servirán a la “madre” patria. No engrosarán las filas de los desempleados. No se matarán en las fábricas o los barcos por falta de medidas de seguridad. Los bancos no confiscarán sus viviendas. No les cortarán la luz por impago. No, no, no… ninguna de estas cosas que sufrimos nosotros, les tocará.
¡Sin nosotros, todos ellos no existen!
Sin nuestro trabajo, nuestros impuestos, nuestros pequeños ahorros, no existen. Nosotros los mantenemos, nosotros los apoyamos. ¡Basta ya!
No pagamos nada. Ni peaje, ni pasajes, ni impuestos, ni aportes, ni los cinco euros solo para la cita en hospitales.
¡No más!
Nos organizamos en los barrios. Hablamos con la gente. Llevamos a vías de hecho la solidaridad, masiva y organizadamente.
Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo? Si no lo hacemos nosotros, ¿quién?
Están en espera las así llamadas ONG, la iglesia, los fascistas… este teatro se ha jugado y nos lleva al medioevo.
El fascismo no aparece de la nada. Se cultiva en la pobreza y la miseria. Compra la necesidad de la gente de tener acceso al trabajo, a los alimentos, a la salud y tantas cosas más.
¿Cómo olvidar los paquetes que los alcaldes de la Junta repartían en Semana Santa y Navidades?
¿Cómo olvidar a los curas que repartían ropa usada solamente a los “auténticos” patriotas griegos?
¿Cómo olvidar a los perros del poder que cazaban a los desahuciados que trataban de construir una choza en los montes?
Pero no olvidaré a todos aquellos que con su trabajo personal, de una manera masiva y solidaria, hacían los caminos y las chozas en los montes, con peligro de ser apresados. A los médicos que examinaban gratuitamente y vacunaban a los niños. Esta solidaridad nos acercó, nos hizo concientizar la necesidad de luchar todos juntos. Se rompieron la soledad y la desesperación.
Eso necesitamos ahora, y mucho más.
Que nadie más quede solo a su suerte en manos del poder y de todo tipo de “salvadores”.
¡Solidaridad ahora!
Nota pasados varios meses
Las luchas sociales que marcaron el 2011 fueron madurando y organizándose, a pesar de la represión inaudita llevada a cabo por las fuerzas policiales y el ejército, que no se veía desde la Junta de los Coroneles, cuarenta años atrás. Esas luchas, que al principio fueron reflejo de la cólera del pueblo al verse traicionado por todas las capas del poder y tomaron forma de huelgas organizadas por gremios, manifestaciones dispersas u ocupaciones de espacios públicos por los indignados, fueron ganando en estructuracion, conciencia y lucidez en cuanto a la necesidad de unión, los objetivos y los caminos a tomar. Todo ello fue un caldo de cultivo que se reflejó en las elecciones parlamentarias del 17 de junio del 2012, en las que la izquierda dio un enorme paso de avance en el escenario político e hizo temblar a la cúpula europea e inquietar hasta a Obama. La izquierda no llegó al poder solo por un 3% de diferencia respecto a la derechista Nea Democracia, a pesar de la injusta y tramposa ley electoral diseñada para favorecer a los sectores del poder, a pesar de un ataque mediático atroz, a pesar de todas las amenazas en cuanto al futuro sombrío que espera al pueblo si se va por la vereda de la izquierda, y a pesar del frente común que hizo la derecha para defender a ultranza su status quo. La lucha continúa. “No pasarán” es el lema de muchos carteles que adornan las plazas y calles griegas. “No pasarán” es el lema de la izquierda, de Syriza, que tiene cada vez más claros sus objetivos y sus manera de hacer, que consisten en luchar junto al pueblo griego y no por encima de él. El reto es grande y cada vez más polarizado y empujado hacia la alternativa de vencer o morir. Porque bajar la cabeza ante la ofensiva del neoliberalismo, al que poco le importan los cadáveres, es sinónimo de morir, y no queda otro camino que luchar para vencer. Ello significa una lucha mancomunada del pueblo griego y los inmigrantes, cuya vida se ha vuelto un infierno, de los pueblos de Europa, de los pueblos del mundo. Esa lucha va quedando cada vez más clara y va ganando terreno.