Otro Haití. Entrevista con el médico haitiano Patrick Dely

Conner Gorry

Vamos a hablar de tú vida y tu carrera como médico. ¿Cuántos años tienes?

Tengo treintiséis años. El día primero de marzo cumplí treintiséis años.

¡Felicidades! Bueno, ¿por qué querías estudiar Medicina en Cuba?

Desde pequeño mi sueño fue ser médico. Soy el más chiquito de ocho hermanos y no hay médicos en mi familia. Cuando era chiquito yo era enfermizo, me llevaban mucho al hospital. Cuando veía a los médicos cuidando a la gente yo sentía que quería ser médico un día como los que me curaban a mí. Y desde la primaria, cuando me preguntaban, ¿qué tú quieres hacer en tu vida?, decía que médico. Y como no había nadie tampoco en mi familia que fuera médico, quería que en mi familia hubiera un médico.

¿Y hoy día cómo se siente tu familia al tener un médico en la familia?

Antes de decir cómo se siente la familia te voy a contar una historia. Cuando terminé la secundaria, yo quería iniciar estudios de Medicina, pero no tenía esa posibilidad. Entonces estudié Ciencias Naturales y Química, que es para profesor. Y empecé a trabajar como profesor, pero en mi corazón yo estaba frustrado, aunque me gusta enseñar, pero sentía que me faltaba algo: mi sueño de pequeño de ser médico. Pero no podía lograr ese objetivo: en la universidad del Estado solamente entraron ese año cien alumnos de todo el país.

¿Cien alumnos en la carrera de Medicina?

Cien en todo el país, y los demás privados. Imagínate, un hijo de una familia de ocho, pagarme a mí nada más para entrar en Medicina era una locura.
Un día, cuando me levantaba para ir a dar clases, un amigo me llamó para decirme que había un concurso para becas en Cuba. Me dijo: “Oye, padrino –me dice padrino porque fui testigo de su boda–, hay un concurso para Cuba. Yo sé que a ti te gusta la Medicina. Tú tienes que ir a ese concurso para ir a Cuba”. Y yo le contesté: “Mira, ya soy viejo, ya tengo veinticinco años. Ahora tengo que pensar en hacer una maestría en lo que estudié y hacer mi vida, buscarme una mujer y casarme”.

¿No hablabas español en ese momento?

No. Pero la parte más fea de la historia es que mi mamá se levantaba todos los días temprano para hacerme el desayuno antes de que yo saliera. Ella escuchó la conversación, y cuando colgué el teléfono me dijo: “Tú eres profesor, ¿y te crees que eres algo? A mí tú no me has dado ninguna satisfacción. Yo quería tener un hijo médico y ahora escucho que ya estás viejo. Si no vas a ese concurso, tú te vas de esta casa. Yo no tengo mucho, pero en todo lo que te pueda apoyar, yo te lo voy a dar. Tú tienes que seguir estudiando”.
Entonces, animado por mi mamá y ese amigo, yo dije: “Bueno, quizás es una oportunidad que se me ha ofrecido. ¡Vale la pena intentarlo!” Fui a matricularme y pasé el concurso. Fui uno de los mejores. Cogí uno de los primeros lugares. Entonces sentí algo que nunca había sentido en mi vida, como si acabara de nacer. Me sentí feliz. Mi familia también estaba feliz. Todos mis hermanos se sintieron contentos, y cuando me iba para Cuba, fue como si fuera un rey: cada hermano trataba de darme lo mejor que tenía. Mi mamá, todo el mundo.

Eso es muy haitiano, ¿no? Tú me explicabas el otro día sobre los funerales, cuando viene toda la gente con comida. Esa hospitalidad, esos regalos, esa solidaridad forman parte de las costumbres.

Sí. Yo tengo un primo –y aquí cuando hablamos de familia incluimos a los primos, los tíos; y en todo ese círculo de mi familia no había ningún médico– que ni conocía, que nunca lo había visto porque vive en los Estados Unidos, aunque siempre oía hablar de él. Hasta ese, cuando se enteró de que su primo iba a estudiar Medicina, me mandó dinero.

¡Mira eso!

Eso quiere decir que fue una alegría de toda la familia.
Entonces, me fui a Cuba. Cuando me iba, como todos los demás, tenía una mentalidad, un pensamiento, un objetivo, una perspectiva en la vida. Yo quería ser médico y cuando volviera a mi país servir a la gente por la satisfacción personal de ser médico. Pero al llegar a Cuba empecé a descubrir mi talento de líder. Yo lo tenía, yo lo era, pero nadie no me lo hacía ver, y así empezó a cambiar mi pensamiento.
Antes yo quería ser médico para ayudar a mi familia, ¿entiendes? Ser médico para tener una mejor situación personal. Pero no había llegado a dos años cuando se me cambió completamente ese objetivo y empecé a pensar y opinar sobre mi país, sobre mi familia, sobre todo lo que está pasando, y me di cuenta de que soy una persona muy, muy, muy, muy privilegiada. Privilegiada en el sentido de que hay miles de jóvenes haitianos que quisieran tener una beca, que quisieran estudiar, pero no han tenido la posibilidad de terminar su secundaria, ni de tener una madre, un hermano, un amigo que los empuje. Yo comencé a pensar y dije: “ya yo he recibido mucho en la vida, ya el país ha hecho mucho por mí”.
Entonces nació en mí un nuevo sentimiento, y mi objetivo fue empezar a cambiar. yo dejé de verme a mí y empecé a ver a los demás.

*¿Hay alguien en tu vida o en tu familia –o amigos, otros haitianos jóvenes– que se sienta inspirado a estudiar Medicina porque vieron que tú lo lograste?
Porque eso es un ejemplo.*

Sí, hace poco, los otros días, un compañero me decía eso mismo, que hemos cogido un camino largo, pero que sí se puede lograr. Muchos jóvenes se acercan a mí preguntándome qué pueden hacer para estudiar en Haití, en Cuba, o donde sea. A veces hay quienes piensan que yo tengo posibilidad de ofrecerles la verdad. Hay gente que ha ido a mi casa, gente que no conocía, que ha venido a preguntarme cómo les puedo ayudar a conseguir una beca.
Entonces sí, cuando me gradué como médico yo sentía que había alcanzado mi sueño de pequeño. Pero ha nacido otro sueño en mi corazón. Ahora yo me considero un hombre realizado desde el punto de vista personal. Yo quería ser médico: ya lo soy. Tengo una especialidad, tengo una mujer a la que quiero.

¿Cuál es tu especialidad?

Soy especialista en Medicina General Integral, tengo una maestría en enfermedades infecciosas y estoy culminando mi segunda especialidad en Higiene y Epidemiología.

¡Ay, qué bien!

Yo debía haber terminado el 12 de febrero, pero por la situación del terremoto paré y estoy aquí.
Entonces, antes yo quería ser médico, ahora quiero ver un país diferente. Ese ahora es mi sueño mayor. Quiero ver un Haití donde los niños tengan escuela, donde los adultos tengan trabajo, un país reforestado, un país donde predomine la hermandad, ¿entiendes? Esa ahora es mi meta en la vida, mi sueño. Un país donde se acabe la superstición, el analfabetismo. Todos mis actos están dirigidos a esas cosas.

Hablando del nuevo Haití, ¿cuáles son las barreras principales para los médicos haitianos formados en Cuba a la hora de incorporarse al sistema de salud haitiano?¿Qué desafíos encuentran los graduados haitianos de la ELAM cuando regresan a su país?

Empiezo por decirte que es un tema complejo por cualquier punto que lo abordes. Hay varios parámetros dentro del juego que dificultan la inserción en Haití de los médicos haitianos graduados en Cuba. El primero es un problema económico: el gobierno no tiene una economía que le permita dar una plaza a todos esos médicos que llegan. Y digo económico entre paréntesis, porque habría que empezar por la voluntad política.

¿Por parte del gobierno?

Sí. Nosotros fuimos a estudiar a Cuba en 1999, o sea, hace diez años. Si hubiera habido voluntad política, alguien debió haber pensado cómo iban a recibir a esos médicos, cómo iban a trabajar, cómo hacer para insertarlos en el sistema. Pero nadie pensó en eso en el país. Entonces, no existe la voluntad política. Y como nadie pensó en eso, cuando llegamos nos sentimos como algo que está de más, a pesar de que no hay. No sé si me entiendes. Aquí no hay planificación, y no hay planificación porque no hay una voluntad política.
Segundo, hablé de la economía. Tercero, Haití es un país capitalista, capitalista y pobre.

Es una combinación fatal.

Te voy a explicar más o menos cómo funciona el sistema de salud y entonces vas a entender qué es lo que representamos y también qué dificulta nuestra presencia aquí.
Generalmente el Estado haitiano les da a sus médicos un salario que no satisface sus necesidades básicas. Eso ha creado un círculo vicioso-mafioso. El médico, aunque trabaje para el Estado, tiene su negocio privado, y el Estado no puede impedírselo, porque no le da lo mínimo para que ese médico viva.
¿Cómo se gana la vida ese médico? El paciente que llega tiene que pagarle, tenga dinero o no tenga, tiene que sacarlo de algún lugar.

¿En el hospital público?

No, en el privado. Porque como en el público casi nunca hay médico, casi nunca hay esto o lo otro, uno prefiere pagar para tener un mínimo de seguridad. Porque cuando uno va al hospital estatal pasa cinco horas y quién sabe si a las cinco horas tiene que virar.
Ahora, la vida cotidiana de ese médico depende de lo que le cobra al paciente, y eso hace que lo vea como un cliente. Y, por otro lado, el que no tiene dinero sufre y gasta. Va al hospital estatal: no hay ni algodón ni jeringuilla. Hay que comprarlo.

¡Ah!, el público tiene que llevar su propia jeringuilla, su algodón, sus guantes….

Todo. Y quizás cuando lo tenga no está el médico. Entonces prefiere ir al privado.
Eso hace que cuando viene una persona, hasta que no demuestre una garantía del dinero no la tocan. Te estás muriendo, y si no hay alguien que responde de pagar lo que te va a costar, te quedas ahí y te puedes morir.
Ahora, el que viene muy embullado de Cuba para trabajar en cualquier condición, puede ser visto como una amenaza por el que está aquí. Porque cuando un ginecólogo, por ejemplo, está esperando una cesárea para pagar su carro…

¿Calculan tanto?

Sí. Y usted viene de Cuba y hace esa cesárea gratis, usted no puede ser bien visto. Segundo, aquí la medicina siempre se había visto como un lujo, como que cualquiera no puede ser un médico aquí. Entonces ahora llega tanto hijo del pueblo que es médico, y eso también es otro problema. Si hay cinco, cien productos, están caros en el mercado, pero si ahora hay mil, cada uno escoge lo que quiere. Eso no es tener la misma importancia y es otra amenaza. Y ahora aunque el médico que regresa de Cuba también está obligado a buscarse la vida, porque la sociedad está así, cuando llega una persona sangrando no va a pedirle el carné de banco primero. La cura y después, si hay que pedir algo, lo pide. Y la gente, como no tiene dinero, después de curarla nunca te va a pagar. Porque no lo tiene.

¿Cómo resuelven ustedes entonces este conflicto?

Muchos hacen a conciencia su trabajo en el lugar donde se necesita, y en su tiempo libre van a una clínica privada o ponen su propia consulta para ganarse la vida. El que tiene paga, y al que no tiene, si lo puede ayudar, lo ayuda.
Pero te digo que aquí el que viene de Cuba ha representado una amenaza por diferentes causas, porque no es de la élite, porque está dispuesto a trabajar sean cuales sean las condiciones y donde quiera. No se hizo una planificación para recibirlo. Entonces, es un círculo vicioso y muy, muy difícil.

Otra pregunta sobre la inserción: te formaste como médico en español, la gente pobre —la gente a la que tratas— habla creole, y la administración de la medicina es mayoritariamente en francés.

Aquí cualquier persona que haya hecho su secundaria, que llega a la universidad, tiene que dominar el francés. Donde quiera que vayas, hasta hoy, si no hablas francés consideran que no sirves, aunque puedas saber mucho. Esos son otros mitos que hay que sacarse del cuerpo.
Ahora, sí existe dificultad cuando uno va a empezar a trabajar aquí, porque, por ejemplo, hay cosas que aprendí en español, que puedo explicarlas en español, pero no sé con qué palabra decirlo en creole. Por eso es importante, cuando uno llega aquí, buscar libros en francés, para familiarizarse con algunos temas, para saber cómo se dice. Te voy a dar un ejemplo sencillo: en neonatología, cuando los niños tienen algún problema respiratorio, cuando tienen dificultad para respirar, hay un signo que se llama aleteo nasal. Ese es un signo de alarma en los niños chiquitos. Cuando estudias ves el aleteo nasal, ves los movimientos. ¿Pero tú sabes cómo se dice en francés? En francés se dice como el movimiento de las alas de las gallinas. Eso hay que leerlo en un libro para saber cómo se dice. Y aquí no está autorizado hacer una historia clínica en español y tampoco en creole.

¿Tampoco en creole?

No. Generalmente se hace en francés.

¿Y en el campo?

En francés, generalmente. Aquí todo el mundo habla creole, pero en el momento de escribir generalmente todo se escribe en francés. Cuando haces una remisión, tienes que hacerla en francés. Si no, la persona a quien le mandas al paciente te critica: “Mira ese médico, me escribió en creole. ¿Quién es ese médico?” El creole es reconocido como idioma oficial, pero hasta hoy no es aceptado como tal.

¿Y por ley no es oficial?

Sí, por ley sí, pero en la mentalidad no se ha aceptado. Por ejemplo, ¿sabes lo que vi un día en una camioneta? Una señora decía: “Yo no voy a ver más a tal médico, porque cuando voy a su consulta nada más habla creole conmigo”. Se sentía ofendida. El médico se supone que te debe hablar en francés. Como ese no hablaba nada más que creole, no sabe nada. Entonces es algo muy, muy difícil. Pero poco a poco se va logrando, y se van quitando algunos mitos.

Cuéntame de tu futuro.

¿Mi futuro?

Sí ¿Qué ves en tu futuro? ¿Qué planes tienes? ¿Qué sueños tienes? Yo sé que tienes muchos y grandes.

Para empezar, te diré que soy cristiano y que creo mucho en Dios. Yo cuento con su protección y con su enseñanza en todo lo que hago. Eso me hace creer en un futuro seguro.
¿Qué pienso de mi futuro? ¿Cómo te diré? Antes, para que entiendas lo que te voy a decir, cuando yo empecé a trabajar como profesor, con los primeros cobros me compré un carro, porque me sentía mal cuando iba a dar clases a pie y veía a mis alumnos en carro. Eso me daba complejo. Por eso compré un carro usado con mis primeros cobros, para que mis alumnos no me vieran caminar. Pero hoy en día soy médico especialista y puedo caminar desde aquí hasta el fin del mundo. Me puede ver el presidente haitiano, me puede ver el de la ONU: eso no significa nada para mí. Ahora tener un carro no es una prioridad.
Ya yo me considero un hombre realizado. Así es como me veo: en cualquier lugar del mundo en que esté puedo hacerme valer por lo que soy. Yo soy importante.
Ahora, ¿cuál es mi futuro? Mi futuro no es cómo obtener una buena casa o un carro. Eso no es lo que yo considero un futuro. Mi futuro, lo que yo considero para mí como futuro, es, como te decía, ver una transformación en mi país, un país diferente donde el haitiano se sienta feliz, se sienta orgulloso de estar en su casa, no tenga necesidad de dejar su país a ir a pasar trabajo a otro lugar, sino que cuando viaje sea para visitar y conocer. Que el niño haitiano tenga acceso a la escuela, que los jóvenes tengan distracciones ¿Entiendes? Eso es el futuro.
Entonces, ¿cómo me veo en ese futuro? Me veo trabajando para que eso se haga una realidad. Mi futuro es trabajar para ver el cambio. Entonces, eso me puede llevar a cualquier cosa. No sé si te estoy contestando…

Sí, claramente.

Lo que yo considero un logro en mi vida es lo que te estoy diciendo. Entonces, ¿cómo yo veo mi futuro? Yo me veo, independientemente de que uno lo quiera o no, como uno de los futuros dirigentes, como una persona que algún día tendrá cargos y responsabilidades en esta nación. Yo lo veo de esa forma.

Cuéntame brevemente de tu proyecto de Saint Michel.

Yo nací en Saint Michel. De allí me fui a la edad de ocho o nueve años, pero cuando regresaba me bañaba en sus ríos, que son hermosos. Había árboles, había un clima que siempre era rico, y me acuerdo de que mi papá cazaba con su fusil pavos salvajes, guineos, por la forestación que había. Había vida en ese lugar.
Tuve que dejar esa zona para venir a Puerto Príncipe, porque no había ninguna escuela de calidad ni técnica. La persona que vivía ahí tenía que consagrar su vida a una agricultura rudimentaria. O irse de ahí, huir. Desafortunadamente, muchos que no han tenido la posibilidad de estudiar han ido a Santo Domingo a cortar caña, que es un tipo de esclavitud.
Cuando empecé a crecer y cuando empezó a cambiar mi mente, yo sentí que debía hacer lo que alguien hizo por mí.

Una responsabilidad con tu pueblo.

Y aquí yo sí tengo la posibilidad de que mi papá me acompañe y tenga un terreno que me puede ofrecer. Pero lo que yo estoy haciendo ahí, yo quisiera hacerlo en todo el país.

¿El proyecto en Saint Michel es en el terreno de tu papá?

Sí.

Ese detalle no lo sabía.

Entonces me ha surgido el sueño de hacer algo ahí, porque el Saint Michel de ahora no es el de mi infancia. A veces lloro cuando voy, y me queda un dolor así fuerte al ver como está. Ahora los ríos en que yo me paraba sobre una roca para tirarme los puedes pasar sin que se te mojen los pies.

Estamos hablando de veinte, veinticinco años. Un cambio brusco.

Veinticinco años, brusco. Y han cortado tantos árboles que los ríos se van secando y no hay gallinas salvajes. Es una zona donde siempre había gente, porque había mucho mango, mucho aguacate, la gente cultivaba maíz. Y la gente ha ido abandonando la agricultura, porque la producción no da. Los jóvenes a los diez u once años se van para Santo Domingo a pasar trabajo, y después que son explotados los retornan para acá sin nada de nada. Y eso me duele. Entonces yo digo, ¿qué puedo aportar, qué puedo hacer, cómo puedo ayudar a esa gente?
Yo considero que mi familia me ha dado lo mejor: no me han dejado casa ni carro, pero han contribuido a mi formación como persona, y Cuba me ha ayudado a terminarlo. Eso para mí es el regalo más precioso que uno le puede dar a un individuo. Entonces yo voy a crear un complejo en Saint Michel con apoyo de mi papá. Ese complejo que yo sueño es como si fuera una ciudad. Un complejo donde entra el niño desposeído, el niño que no tiene nada, al que la familia no le puede ofrecer ni la escuela primaria. Entonces, coger a ese niño desde que es muy chiquito hasta que salga una persona útil. ¿Qué quiere decir eso? Yo cojo a ese niño en su misma área para que haga su formación educacional: primaria, secundaria, técnica. Ahí desde la primaria tendría la posibilidad de aprender, por ejemplo, la música, y puede salir un famoso músico. Ese niño puede aprender arte floral. Puede aprender a hacer una agricultura diferente a la que hacía su padre. O enseñarlo a trabajar bien la madera para que quizás después sea un gran carpintero que vende su producto en un mercado internacional. Enseñar electricidad a ese niño y que pueda arreglar todo los refrigeradores de la gente, porque aunque todavía en esa zona hay lugares que no tienen electricidad, hay que pensar en un futuro mejor. Enseñar ese niño a usar la computadora, todas esas cosas manuales. Y mientras, le doy a ese niño su comida, se la garantizo.

De un huerto en el propio complejo, ¿no?

¡Anjá! Y tener ahí un hospital que permite atender a esa persona cuando se enferma y que no tenga necesidad de salir de ahí para ir a un lugar lejos.

¿Hay hospital en Saint Michel ahora?

Hay un centro, pero no un hospital.

¿Cuenta con médicos permanentes?

Hay tres médicos. Uno es el director permanente y los otros dos son gente que hacen su servicio social y después se van.

Después de un año se van.

Y te estoy hablando de una población de ciento cuarenta mil personas.

¿Y enfermeras, técnicas de salud?

Allí debía haber unas diez enfermeras más o menos, pero eso es estadística, no tiene nada que ver con la realidad.
Entonces, mi proyecto es eso: preparar a los niños, dar orden a sus vidas. No tenemos nada. Pero somos muy atrevidos y tenemos fe y confianza de que con la voluntad se puede lograr lo que uno se propone. Cuando empezaba me dije: ¿cómo puedo empezar ese proyecto, si no tengo nada? Porque en Cuba, ¿sabes?, yo gano quinientos pesos: ese es mi salario.

¿Por qué estabas trabajando en Cuba?

Hacía la especialidad. Yo gano como especialista. Y no le pido a mi familia, porque ya tengo treintiséis años.

Y eres médico, además.

Entonces me dije: ¿qué puedo hacer? Pues voy a empezar con lo que yo quiero enseñar al haitiano también: hay que empezar con lo que se tiene, hay que trabajar con lo que uno tenga a la mano.
Mi papá me dijo: ‟Mira, si tú vas a hacer algo serio —aunque lo único que tengo en esta vida es esto—, algo útil, yo confío en ti. Voy a poner esto a tu disposición”. ¿Y qué otra cosa tenía? Tenía a los niños, y no quería que se me escaparan, porque muchas veces esos niños, ¿sabes qué hacen?: de chiquitos van a vivir a casa de una persona que tiene más posibilidades. Es como un tipo de esclavitud. Les dan un poquito de comida, y los maltratan y no los mandan a la escuela. Esos son los que terminan siendo analfabetos más tarde.

¿En Saint Michel también?

En todas partes. A la hora de captar a los niños dijimos ‟Vamos a empezar una escuela. ¿Y cómo hacemos para pagarles a los profesores? Ya veremos”.
Empezamos con una tía mía que hace veinte años que tiene un sueño parecido al mío. Eso fue en el 2007. Y nos atrevimos y abrimos la primera aula.

¿Con cuántos niños?

Empezamos con treinta niños, pero muchos se quedaron por el camino, por hambre, por problemas o por lo que sea. Mi tía paga a profesores de su bolsillo y en ocasiones he encontrado a algún amigo que me ha dicho: ‟oye, este mes yo te voy a pagar el profesor”. Eso me ha ocurrido.

¿Y el estipendio cuánto es? Hoy día.

Hoy en día damos cuatrocientos o quinientos gourdes, pero eso no resuelve nada. Cuando vaya allá pienso ser uno de los profesores también. De mi tiempo, aunque sea una hora voy a dedicar a enseñar. Porque mi sueño es que esos muchachos sean unos de los mejor formados del país, ¿entiendes? Ya tenemos cuatro grupos, y el año que viene tendremos cinco.
Tengo fe en que mi camino se va a abrir para poder lograr eso. Es una cuestión de querer, de voluntad. Yo pienso que un día lo voy a ver, lo voy a palpar, lo voy a tocar. Por eso invertimos en el proyecto todo lo que tenemos sin problemas. Gracias a Dios, tengo una esposa que lo entiende.

Es que está casada con un hombre que sueña grande. Yo también: mi marido es igual y hay que aguantar separaciones, hay que aguantar demandas de su tiempo. No es fácil. Su camino tampoco es fácil. Y ella es doctora también, ¿verdad?

Sí. Ella se va a graduar este año.

Ahora dime, ¿por qué escogiste la especialidad de Epidemiología?

Lo que siempre me gustó fue la Ginecobstetricia. Pero cuando le eché una mirada al país, me dije: siendo ginecólogo tendré dos, diez, quince, veinte pacientes diarias. Pero yo quiero que mis acciones alcancen a miles. ¿Qué especialidad me puede permitir hacer eso?
Eso fue lo que me motivó a estudiar mi especialidad. A partir de un momento todas mis acciones las determina lo que yo siento por este país. Toda mi vida está envuelta ahí. Entonces, Saint Michel es eso. Y yo espero un día darles comida a estos niños de la misma producción de ahí. Yo voy a criar machos, vacas, pollos, gallinas, todo.

¿Y crees que todo eso es posible después del terremoto?

Sí. Yo te voy a decir cuál es mi filosofía actual de la vida.

Hoy, 18 de marzo.

Sí. No sé si has visto que cada vez que hablan del haitiano, sobre todo en otros países, te enseñan la miseria de Haití, te enseñan los problemas que hay en Haití, te enseñan lo malo que existe aquí. Eso hace que cualquier haitiano que vea eso tenga la tendencia a bajar la cabeza o correr a esconderse. Ese es el sentimiento que se crea en muchos cuando pasa algo fuerte. Pero a mí me hace un efecto diferente. Cada vez que yo veo algo así aumenta mi deseo de luchar para cambiarlo. Este terremoto a mí me ha multiplicado por cincuenta el deseo de trabajar para modificar las cosas.
Por eso creo que es posible hoy, después del terremoto, porque no quiero que mis hijos, mis nietos, vean que cuando hablan de sus abuelos, de sus papás, solamente se habla de miseria, de desorden, de pobreza. Porque tenemos una historia bella. Y tenemos una naturaleza que, si nosotros la cuidamos, es de envidiar.
Entonces yo quiero trabajar para eso. Esa es mi filosofía: trabajar para lograr eso. Cada vez que pasa algo malo, me asusto por un momento, me da pena, me da dolor. Pero lo que hace en mí es darme más fuerza y decir que sí, que sí hay que cambiarlo.
Por ejemplo, cuando el terremoto, lo primero que me pasó cuando vi por la televisión las primeras imágenes era que se me salían las lágrimas sin querer. Cualquier cosa que tiene que ver con Haití me hace llorar. No sé por qué yo amo tanto a este país. A veces a mi esposa le da la impresión de que yo estoy más enamorado de mi país que de ella.
Pero, ¿sabes lo que pensaba? Tú no puedes dejarte inundar por las lágrimas. Ahora sécatelas y ve a ayudar a esa gente: ellos te necesitan.

¿Y saliste de Cuba?

Le escribí al Ministerio de Salud y les dije: “Soy el doctor Patrick Dely, de higiene y epidemiología. Estoy haciéndole esta carta porque estoy llorando, y siento que tengo que ir a ayudar. Estoy dispuesto, y otros compañeros también. Si ustedes consideran que podemos, dennos ayuda para llegar allí”. Y a los cuatro días nos respondieron y nos mandaron para acá.

¿Cuántos eran ustedes?

Cuarentiuno.

Cuarentiún médicos. No alumnos de quinto o sexto año.

No, médicos.

Médicos formados en Cuba.
Médicos residentes de segunda especialidad. Ya especialistas en MGI todos.

*¿Y dónde están hoy esos cuarentiuno?
*
Algunos aquí, otros en Jacmel, otros en la calle. Pero volviendo a lo de antes, yo veo esas cosas, las cosas malas, un desafío, un empuje para seguir. Yo creo que el terremoto es una oportunidad también para aprovechar y hacer muchas cosas que nunca se había pensado hacer. Actualmente se habla de reconstruir Haití. Para mí Haití nunca fue construida. Hay que hablar de construcción, porque si vamos a ir a la historia, al que empezó la Revolución lo llevaron para Francia. Al que la terminó, a los dos años lo mataron, y después el país fue dividido. Hasta hoy no hemos encontrado el camino, siendo la primera república negra libre del mundo. Pero yo sí creo que una puerta existe, y yo soy uno de los que quieren atravesar esa puerta.

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