El pensamiento social y teológico de Martin Luther King, Jr.

Raúl Suárez Ramos

En marzo de 1968 el doctor Martin Luther King, Jr. había llegado de Memphis. El propósito de la visita era preparar una marcha solidaria con el pueblo pobre de los Estados Unidos. Mientras se dedicaba a ello, llegó la noticia de la represión de unos dos mil barrenderos que reclamaban sus derechos a una mejor vida mediante una huelga. La represión conmovió profundamente a King y organizó una manifestación en apoyo a los huelguistas. El 28 de marzo se llevó a cabo; pero hubo desórdenes y choques sangrientos con la policía. Como resultado de la violencia desatada contra los manifestantes, se creó un ambiente tenso y peligroso.
El doctor Martin Luther King decidió realizar otra marcha el 8 de abril.
El día 3 fue invitado a predicar en el templo Charles J. Mason, sede de la Iglesia de Dios en Cristo Jesús, la mayor de las denominaciones afronorteamericanas pentecostales en los Estados Unidos. En la conclusión de su sermón, con la profunda convicción del profeta y de la hora dramática que envolvía a todos, exclamó: “Yo he visto la Tierra Prometida. Puedo no llegar a ella con ustedes. Pero quiero que sepan que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. No me preocupa nada. No temo a ningún hombre. Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor”.
Al día siguiente, el 4 de abril de 1968, casi a las seis de la tarde, salió a la terraza de su habitación del viejo Motel Lorraine, de Memphis. Paseaba de un lugar a otro, meditando el sermón que debía predicar esa noche en otra iglesia de la ciudad. Muy cerca de él estaba Ben Branch, el director de la parte musical del programa.
“Ben” –dijo King–“me gustaría oír esta noche mi spiritual preferido, Precius Lord”. Ambos recordaron el regusto a Getsemaní de una de sus estrofas:

Mi buen Señor, dame tu ayuda.
Estoy fatigado, ya no tengo fuerzas.
Me siento como extranjero en esta tierra.

El sentido de estas palabras, que en tantas ocasiones su pueblo arrancado de Africa y esclavizado en América había cantado a través de los años, le hizo inclinar el rostro hasta la barandilla. Fue el momento del tiro fatal. Tuvo un sobresalto y se desplomó.

La razón de ser de su pastoral

Debemos ubicar los objetivos de la lucha de King a partir de la esclavitud sufrida por su pueblo y las secuelas de racismo, discriminación y prejuicios que sobrevivieron como parte intrínseca del sistema político, económico y social posterior a la abolición decretada por Abraham Lincoln.
En sus años de estudiante, había investigado la forma en que los amos concebían la psicología del esclavo:

La sumisión ciega –encontró en un documento de la época– es la única condición que hace a un esclavo agradable. Tenemos que convencer a los negros de que están marcados por un estigma ancestral africano, y que su color es signo de degradación. Logremos que el esclavo tenga siempre un miedo paralizante ante el hombre blanco superior. Es necesario persuadir al encadenado para que tome un interés ciego en los negocios del dueño y acepte el comportamiento de este como la norma ideal de conducta. Por lo tanto, marquemos exageradamente en el negro sus vicios y debilidades para crearle el hábito y la mentalidad de perfecta dependencia.

Casi huelgan los comentarios frente a la manera en que los opresores conciben a los seres humanos, en armonía con sus intereses y el sistema sociopolítico que legitima tal práctica. Por otra parte, no es extraño el parecido con otros métodos de introyectar la autoabnegación y los sentimientos de sumisión ciega y paralizante en los oprimidos. Estos son los criterios que, de una manera u otra, subyacen en la realidad vivida por la familia King en pleno siglo XX. Oigamos sus propias palabras a la luz de la siguiente experiencia:

Cuando logramos la integración de un colegio en Atlanta, mis dos hijos matricularon. Al final del curso, los padres fuimos invitados a un programa titulado: “La música que ha hecho grande a los Estados Unidos”. A mediados del programa, dije a mi esposa Coretta: “Seguro finaliza con la música más original de los Estados Unidos: los spirituals”. El programa terminó con un dixie [forma musical sureña de los días de la Guerra Civil].
Al llegar a nuestro hogar, lloré durante aquella noche. Lloré por mis hijos, que estaban desconociendo el patrimonio de su pueblo; lloré por todos los niños blancos a quienes, mediante una educación cotidiana errónea, les enseñan a considerar al negro como una entidad insignificante en la sociedad norteamericana.

La lucha del doctor Martin Luther King Jr. se encamina entonces hacia dos metas: primero, la conquista de los derechos humanos y civiles en un marco de genuina igualdad social, moral, política y económica. Segundo, lograr que con un esforzado espíritu hacia la verdadera estima de sí mismo, el negro norteamericano arroje de sí la autoabnegación, y grite ante él, su familia y el mundo entero: “¡Yo soy alguien. Yo soy una persona. Yo soy un ser humano con dignidad y honor. Yo tengo una rica historia, una noble historia a pesar de nuestra dolorosa vida de explotación. Yo soy negro y hermoso!”

Raíces teológicas de su lucha

Durante sus días juveniles, decidió su vida por Jesucristo y encontró su vocación en el pastorado dentro de la tradición de los bautistas. La alegría familiar fue grande: el adolescente Martin seguía el camino de su bisabuelo, su abuelo y su padre. Se le preguntó: “¿Lo has pensado bien? ¿Estás seguro de haber elegido bien y de estar dispuesto a predicar lealmente la verdad de Dios?” Entonces se le pidió una prueba: el próximo domingo tenía que predicar ante la iglesia de la cual su padre era el pastor, la Iglesia Bautista Ebenezer, en Atlanta, Georgia.
Ese día en la mañana, en el tradicional culto de adoración de las iglesias evangélicas de los Estados Unidos, la congregación –en actitud atenta y reverente– escuchó la voz profética de aquel joven:

Como cristianos no debemos pensar únicamente en nuestros tronos y calles doradas del cielo, sino también en los tugurios y ghettos que atrofian al alma, no sólo en los caminos por los que corren “torrentes de leche y miel”, sino también en los millones de hombres, mujeres y niños que por toda la tierra se acuestan en la noche sin haber saciado su hambre. Toda religión que se preocupa solamente por las almas de los hombres, y no por las condiciones sociales causantes de la corrupción y por las condiciones económicas que paralizan el alma, es una religión moribunda que necesita una transfusión de sangre nueva.

A partir de esta decisión, inició sus estudios teológicos y filosóficos. En la medida en que iba tomando conciencia, a la luz de nuevos y viejos conocimientos, valoraba cada escuela o movimiento desde la perspectiva de sus raíces afronorteamericanas. Eran el hambre y la sed de justicia que buscaban el adecuado cauce por donde pudiera correr un pensamiento renovado y renovador, contextualizado y contextualizador.
La primera crítica la hizo al fundamentalismo teológico, tan arraigado en la mayoría de las iglesias blancas y negras. Se dio cuenta de que como movimiento en la historia del pensamiento cristiano, el fundamentalismo era esencialmente conservador, porque constituía una pared contra todo tipo de ideas nuevas. Su interpretación de la fe cristiana no se salía de lo puramente religioso, aunque algunos de sus defensores mantenían preocupaciones sociales y políticas, y ciertas críticas al sistema capitalista, pero sin la debida integración orgánica. Entonces transitó por el liberalismo teológico. Aquí encontró devoción por la búsqueda de la verdad, insistencia en un espíritu de apertura y análisis y una resistencia al abandono de la razón como guía necesaria para la comprensión y exposición de las verdades de la fe. El propio King dice:

Me sentía tan entusiasmado con los puntos de vista liberales que casi caí en la trampa de aceptar sin discusión todo lo que englobaba en sus implicaciones. Finalmente, me convencí de que el liberalismo era excesivamente sentimental respecto a la naturaleza del hombre, y que se inclinaba hacia un idealismo falso.

Pero el rechazo a la antropología liberal no lo llevó a la aceptación de la neo-ortodoxia, tan de moda en la posguerra:

A pesar de considerar la neo-ortodoxia como un correctivo útil al sentimentalismo liberal, comprendí que no proporcionaba una respuesta respecto a la naturaleza del hombre. Si el liberalismo era demasiado optimista respecto a la esencia del ser humano, la neo-ortodoxia era demasiado pesimista. Ahora estoy convencido de que la verdad del hombre no está ni en el liberalismo ni en la neo-ortodoxia.

Estudió el existencialismo y a sus principales autores: Soren Kierkegard, Karl Jasper, Martín Heidegger y Jean Paul Sartre. De ellos afirmó:

Llegué a comprender mucho estudiándolos. El reconocimiento de la condición de incertidumbre y peligro que es propia del ser humano no se limita al mismo, sino que revela, en cierta medida, la naturaleza de la realidad en la que el hombre vive.

El existencialismo dejó en él la preocupación por el ser humano, no en sentido abstracto-sentimental, sino por el hombre de “carne y hueso” en una situación real.
Del movimiento del Evangelio social tomó su proyección social y la visión del hombre total, porque el Evangelio considera al ser humano como un todo –no solamente en lo espiritual– y promueve la vida abundante y plena.
Este peregrinaje teológico y filosófico fue formando en él sus convicciones esenciales, alimentadas por el espíritu de la tradición judeo-cristiana, tal como se entendía y vivía en las comunidades negras. Por otra parte, incorporó a este caudal intelectual y espiritual las enseñanzas y la práctica de la no violencia activa de Mahatma Gandhi. El espíritu de Cristo, tal como se refleja en el Sermón de la Montaña, requería un método que hiciera posible su aplicación a la lucha por la recuperación de la dignidad plena de los negros norteamericanos. Entonces llegó a la siguiente conclusión:

Mi espíritu se volcó al Sermón de la Montaña y al método gandhiano de la resistencia activa pacífica. Este principio se convirtió en la luz que guiaría nuestro movimiento. Cristo proporcionaba el espíritu y la motivación; Gandhi, el método.

El término acuñado por Gandhi para describir la fuerza de la no violencia es satyagraha, cuyo significado radical es “persistir en la verdad” y, por consiguiente, verdad-fuerza, o amor-fuerza o alma-fuerza. El doctor Martin Luther King, Jr. no trasplantó el método mecánicamente de una situación histórica a otra, ignorando factores propios. Incluyó la experiencia de sufrimiento, marginación y discriminación y el acervo cultural y espiritual de su pueblo, así como la rebeldía y el inconformismo acumulado a lo largo de los años. El mismo lo describe en estos términos:

¡Protestar! Esta es nuestra única alternativa. Durante muchos años, hemos dado muestras de paciencia… Nuestra acción no violenta pretende provocar una crisis y una tensión que obliguen a la comunidad a negociar. No podemos ser ignorados por más tiempo. Sabemos muy bien, por nuestra dolorosa experiencia, que nunca el opresor concede la libertad voluntariamente: es necesario que el oprimido la exija.

Sus inquietudes teológicas se orientaban a la búsqueda de un instrumento que, en su diario vivir, ofreciera luz a la acción necesaria y justa a favor del negro pobre y oprimido, desde una identidad de fe y compromiso. A la vez, tenía que brotar desde la misma realidad afronorteamericana. En términos conceptuales, esta realidad se expresaba en cinco posiciones:
1. Si luchamos, nos destruyen. Iniciarnos en una confrontación con el racismo y la discriminación nos traerá nuestra propia destrucción. Sólo nos queda la resignación.
2. La raza negra es inferior. Aceptemos este hecho, aunque sea demasiado derrotista y desesperante.
3. No vale la pena educarnos. Nos van a discriminar de todas maneras; por lo tanto, vayamos a la bebida, las drogas y las pandillas juveniles.
4. La solución está en crear un Estado negro independiente, una nación negra dentro de la nación blanca.
5. Destruyamos al blanco y sus propiedades, ya que nunca triunfaremos.
La opción del doctor King no fue una concepción estática. Fue moviéndose dinámicamente de acuerdo con los requerimientos del compromiso social y tomando filones insospechados de radicalidad hasta su muerte, el 4 de abril de 1968. Resulta muy significativo que ese mismo año, 1968, sea el de Medellín, Colombia, el aterrizaje en América Latina del Concilio Vaticano II, el punto de partida de la Teología de la Liberación, una manera nueva de entender y vivir el Evangelio de Jesucristo. Para algunos de los continuadores de la obra del doctor King, significó, años más tarde, hacer su propia Teología Negra de la Liberación.
A la luz de la práctica de la misma lucha, podemos señalar tres momentos que reflejan el dinamismo que iba asumiendo el movimiento de la no violencia activa.

*Exigencia de los derechos de ciudadanía (1956-63)
*
En el Clarín de la conciencia (1967), King recuerda los primeros años de la lucha por los derechos civiles:

La primera fase se iniciaba a comienzos de los años cincuenta, cuando los negros se rebelaron contra la sumisión y el servilismo. Adaptando a las condiciones de vida de los Estados Unidos una resistencia basada en la no violencia, nos lanzamos a las calles de las ciudades del Sur con el fin de exigir nuestros derechos de ciudadanos y el reconocimiento de nuestra condición de seres humanos. Para los estados del Sur, que cuentan con un sistema de segregación tan brutal como complejo, lo que estábamos haciendo era una rebelión. El simple hecho de organizar una marcha por las calles ya significaba mover los mismísimos cimientos del status imperante… En este punto, la eficacia de la no violencia como sistema de protesta se hizo evidente. Acentuó el significado esencial del conflicto y, partiendo de unos puntos tipificadores, puso en claro quién era el verdugo y quiénes las víctimas.

Se alcanzaron algunas victorias, sobre todo en la legislación nacional para invalidar algunas leyes discriminatorias. Sin embargo, su aplicación fue parcial, ya que en el Sur hubo resistencia y, por tanto, aquellas siguieron vigentes. Para los negros trajo ciertas ventajas públicas, como poder registrarse y votar en algunos lugares del Sur, por lo que se sintieron poseídos de una franca mejoría y en medio de un proceso de toma de conciencia para nuevas fases de lucha por la plena libertad y la justicia social y económica.
Estas pequeñas migajas dentro del sistema pusieron al desnudo cuán profundamente arraigados estaban el racismo y la discriminación entre la población blanca, la cual reaccionó con rechazo brutal. En el libro citado, King evaluaba esta primera fase de la lucha:

¡Qué poco duraron los días luminosos de victoria! A medida que se iban perdiendo las esperanzas inmediatas, los negros se iban dando cuenta, esta vez con más certeza, de que el objetivo final, la libertad, quedaba muy lejos todavía; y nuestra vida se convirtió en una agonía que todavía no ha terminado.

Es muy interesante el análisis que ya se da en este subversivo del amor: va penetrando las capas superficiales de ciertos favores arrancados por la lucha, pero que no constituyen la auténtica libertad, la cual hace posible la plena realización de los seres humanos. Los derechos humanos, el derecho del pueblo pobre a la vida, deben orientar los derechos de la ciudadanía.

Una visión más amplia de la razón de ser de la lucha (1963-67)

Este segundo momento presupone reconsiderar a fondo el problema racial norteamericano: la igualdad racial y la lucha implícita no es tarea exclusiva de un sector de la población, en este caso, de los negros. En la coyuntura vivida por King, la alianza estratégica se impone en dos vertientes.
1. La alianza estratégica con algunos blancos para la lucha. Esto lo llevó al siguiente análisis de la cuestión racial:

Cuando utilizo la palabra “blanco”, no hago sino describir, en términos generales, al adversario del negro. No incluyo en él a toda la población blanca. Existen millones de hombres y mujeres blancos cuya moral está por encima de viejos prejuicios; estos desearían compartir el poder con nosotros y aceptarían todas las alteraciones estructurales de la sociedad que fuera necesario implantar, inclusive a costa de los privilegios tradicionales… Y diré más: de hecho, estos blancos son aliados que pueden robustecer nuestra lucha. La necesidad de desarrollar en los negros una conciencia de raza y de pueblo no implica que se haya de mirar con malos ojos a toda la raza blanca. Nosotros no hemos de luchar contra la raza per se, sino contra la política y la ideología que los dirigentes de esta raza han fomentado con el fin de perpetuar la opresión.

2. La solidaridad con los blancos pobres. Es el compromiso a favor de los oprimidos, en una lucha práctica y honesta, lo que va dando dirección a la toma de conciencia. No hay por qué quemar etapas, y mucho menos imponer saltos y establecer rupturas violentas con los antecedentes de la conciencia social. El doctor Martin Luther King, Jr., muy pronto se dio cuenta de que el sistema capitalista es opresivo no sólo en la experiencia de los descendientes de Africa, víctimas discriminadas y explotadas. También hay millones de seres humanos de otras etnias que sufren las mismas consecuencias. Escribió:

He intentado decir que la no violencia no será verdaderamente eficaz mientras no llegue a convertirse en un movimiento de desobediencia civil a escala nacional. Los desposeídos de nuestra nación –los pobres de ambas razas– viven en una sociedad injusta y cruel. Deben organizarse en una revolución contra la injusticia, contra las estructuras que dominan esta sociedad. Suele decirse que los revolucionarios son aquellos que nada tienen que perder, que tal vez no tengan nada. Si se consiguiera unirles para dar forma a una acción conjunta, tal vez llegarían a conquistar un poder y una fuerza capaces de revolucionar a nuestra complacida vida nacional.

Dentro de esta etapa, se ubican los días de Birmingham. Esta ciudad fue escogida por King no sólo por ser la más rica de Alabama, sino también la más segregada y discriminatoria. Tomó como día de inicio de la marcha el Viernes de la Pasión –3 de abril de 1963–, y en el discurso de apertura afirmó: “En este día en que se conmemora la muerte de Jesucristo, volvamos a El nuestra oración para que nos ayude en esta terrible prueba. Oremos para que a este día, que parece tormentoso, siga una Pascua de Liberación de los males que nos oprimen.”
Aquí surgió un nuevo elemento en la lucha que obligó a Martin Luther King, Jr. a una reflexión que apareció bajo la forma de una carta pública. En enero de 1963, ocho prominentes líderes eclesiásticos “liberales” –todos blancos– habían escrito una carta abierta en la que le solicitaban a King colocar la discusión sobre los derechos civiles a niveles jurídicos locales, y no en las manifestaciones públicas. Además, criticaban el movimiento de la no violencia porque, según ellos, incitaba a disturbios civiles. En la respuesta –escrita desde la cárcel– aparece una crítica profética a la religión que nos recuerda a los profetas hebreos del siglo XVIII A.C.:

Me encuentro en Birmingham porque lo que triunfa es la injusticia… durante años vengo oyendo la palabra esperad… pero esta palabra siempre ha sido sinónimo de nunca. He viajado a todo lo ancho y largo de Alabama, Mississippi, y el resto de los estados del Sur. En abrasadores días de verano y frescas mañanas de otoño, contemplé sus hermosos templos con las agujas apuntando hacia el cielo. Advertí el alto costo de sus edificios de educación religiosa. Una y otra vez me pregunté: ¿qué clase de gente tiene su culto aquí? ¿Quién es su Dios? ¿Dónde estaban sus voces cuando los labios del Gobernador destilaban sus palabras de interposición y anulación de derechos? ¿Dónde estaban cuando el Gobernador hacía su llamado a la oposición y el odio? ¿Dónde estaban sus voces de apoyo cuando los hombres y mujeres de la raza negra cansados, golpeados, hartos, decidieron salir de la mazmorra oscura de la resignación a la luz de la protesta positiva? Sí, estas preguntas continúan en mi mente. Con profunda desilusión he vertido lágrimas por la laxitud de la Iglesia. Sin embargo, puedo decir que las mías fueron lágrimas de amor. Sí, amo a la Iglesia. No puede haber desilusión profunda donde no hay amor profundo. ¡Cómo podría ser de otra manera! Me hallo en la casi exclusiva situación de ser hijo, nieto y biznieto de pastor. Sí, creo que la Iglesia es el cuerpo de Cristo; sin embargo, ¡cuánto hemos dañado y marcado ese cuerpo con nuestra negligencia social y el temor de ser no conformistas!

La alianza con algunos blancos no fue decidida superficialmente: sus objetivos y metas fueron definidas por los oprimidos y por quienes optaban a favor de ellos. Las reglas del juego eran claras y no admitían las condiciones que, en esencia, eran portadoras de serios prejuicios. Esto hizo posible que el movimiento continuara hacia nuevas decisiones y acciones.

Solidaridad con el resto del mundo (1967-68)

Los estudiosos del pensamiento del doctor Martin Luther King, Jr. señalan el año 1967 como el más significativo para el líder del movimiento de la no violencia. Son los días en que se incrementa la Guerra de Vietnam. En sentido general, no se cuestiona el recrudecimiento de los bombardeos indiscriminados. La propia Iglesia, instituida y acomodada, envía a sus capellanes para acompañar a “los muchachos” al frente. Hay silencio en la Casa de Dios. El escenario espera por un profeta que rompa el silencio, que queme la conciencia y traiga la inquietud, o, en las palabras de Cristo, “hambre y sed de justicia”. Entonces reaparece el vidente, el hombre que sin dejar de ser el hombre de Dios se convierte en el hombre de la hora:

Tomaban a los jóvenes que en nuestro país habían sido rechazados por su propia sociedad, y los enviaban a ocho mil millas, a fin de garantizar en el sudeste asiático unas libertades que no habían conocido en el sudoeste de Georgia o al este de Harlem. Y de esta manera, nos hemos visto sorprendidos por la cruel ironía de ver por la televisión a los jóvenes blancos y a los jóvenes negros luchar, matar y morir codo a codo en nombre de una nación que no ha sido capaz de dejarlos estudiar juntos en las mismas escuelas. Y yo no podía permanecer en silencio viendo la crueldad con que se utiliza la vida de los pobres. Entonces comprendí que no podría levantar la voz a favor de los oprimidos de los ghettos si antes no denunciaba claramente la escandalosa maquinaria de violencia que llena de terror al mundo: esa maquinaria que es, precisamente, mi gobierno… Esta llamada lleva mi tarea mucho más allá de las obligaciones nacionales. Queda el hecho de que yo he de vivir constantemente en acto de obediencia al ministerio de Jesucristo. Y creo que la relación entre el ministerio y el logro de la paz es tan evidente que a veces me sorprende el que alguien pueda preguntarme por qué hablo contra la guerra.

Cuando evaluamos el vuelo que va tomando su análisis de los problemas, nos percatamos de que une elementos cada vez más radicales: a la pasión por la verdad, por el amor a su entrañable lealtad al Evangelio de Jesucristo, va incorporando en forma creciente la consideración de las causas ocultas que forman el sistema en los Estados Unidos:

Nuestro gobierno opinaba que los vietnamitas todavía no estaban lo suficientemente preparados como para ser independientes. Y así hemos vuelto a ser víctimas del orgullo occidental que durante tanto tiempo ha envenenado la atmósfera internacional. Para esa gente, los norteamericanos deben constituir unos libertadores muy extraños. Hemos destruido las dos instituciones que les son más queridas: la familia y la aldea. Hemos arrasado sus tierras, destruido sus cosechas. Hemos protegido a los enemigos de los campesinos de Saigón. Hemos intentado corromper a sus mujeres y a sus hombres. ¡Valientes libertadores estamos hechos! La Guerra de Vietnam no es otra cosa que el símbolo de una enfermedad norteamericana que consume el espíritu de nuestro país.

Así fue siendo cada más sensible a las injusticias sociales en cualquier lugar del mundo. En los años cercanos a su muerte, se angustiaba por los hambrientos de Asia, Africa y la América Latina. Daba sus primeros pasos para conectar su movimiento con otros a escala internacional. Los jóvenes que le seguían iniciaron los contactos con otros jóvenes del mundo en el que la lucha por la justicia tomaba forma concreta. Había rebasado los marcos de la lucha por los derechos civiles, sin abandonarla. Ya abarcaba los niveles de la lucha a favor de los pobres, los huérfanos y las viudas. Ya inquiría las causas que engendran esas desigualdades, y se daba cuenta de que iban más allá del color de la piel, de la opresión y de los opresores, de los explotados y de los explotadores, los locos de la guerra y las víctimas de la guerra: detrás estaba todo un sistema político, económico y social elitista y exclusivista, la causa genuina de todas estas consecuencias. Entonces llegó la bala asesina. Extrañamente, como en el caso de Malcolm X, el asesino de Martin Luther King, Jr. apareció cuando las fronteras de la lucha se extendían a lugares lejanos, identificando al oprimido, viendo que el opresor es el mismo en todas partes. Cuando llegaron a ese nivel de comprensión y compromiso, ambos fueron asesinados. Esto nos recuerda las palabras de Oscar Arnulfo Romero: “Cuando la Iglesia enfrenta el pecado, es como tocar un cable de alta tensión”.

Ideas finales

En la oración pronunciada por él mismo antes de su muerte, el doctor Martin Luther King, Jr. dijo:
Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo y que intenté caminar junto a los que en justicia actuaban; que puse mi empeño en dar de comer a los hambrientos; que siempre traté de vestir al desnudo. Quiero que digáis ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufrían en las cárceles, que intenté amar y servir a los hombres todos, mis hermanos.

En fin, ¿qué nos enseña este pastor bautista negro? ¿Qué significa su vida, su compromiso, su pastorado y muerte para nosotros?
1. Ante todo, ser agradecidos a nuestro Dios y a todos los que han dado sus vidas, desde Miguel Velásquez, el primer criollo, hijo de un español con una india que protestó por la injusticia contra su pueblo, hasta el último de nuestros mártires, porque contribuyeron al triunfo de una revolución que hizo posible la liquidación de las estructuras de una sociedad injusta donde el pobre de ambas razas era duramente discriminado.
2. Que una auténtica vida espiritual no excluye el compromiso en la expresión concreta del amor a favor de nuestro pueblo.
3. Que para algunas personas resulta muy duro comprender que el Evangelio es para los pobres, y que esto significa excluir a los ricos, a menos que acepten los reclamos del Señor Jesús. Si no entendemos esto, no hemos comprendido a plenitud el Evangelio que Jesús vivió, anunció y selló con su muerte.
4. La negligencia social y el temor de ser no conformistas marca y desfigura el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; y no la actuación de quienes luchan a favor de la justicia y de la eficacia del amor cristiano a favor de su pueblo.
5. El espíritu y la motivación los encontramos en Jesucristo, el Señor; pero a nosotros corresponde la elección del método de acuerdo con el lugar donde Dios nos ha colocado para vivir.
6. Finalmente, el doctor Martin Luther King, Jr. ahonda en nosotros la convicción de que a pesar de la realidad de las dificultades presentes, venceremos. Porque la esperanza es la pasión por lo posible.

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