Cuando el 8 de diciembre de 1987 cuatro jóvenes palestinos fueron embestidos por un vehículo militar israelí, sumándose así a la lista de víctimas de la represión sionista en las tierras árabes ocupadas, comenzó un proceso que entró a formar parte del vocabulario político universal con el nombre de Intifada, que en árabe significa “rebelión”.
Varias fueron las causas que condujeron a la llamada “revolución de las piedras”. Mirando hacia el interior de los territorios ocupados, podía constatarse que los palestinos se enfrentaban, desde hacía varios años, a un vertiginoso deterioro de sus condiciones de vida como consecuencia directa de la política de acoso y represión de Israel, de la continuada confiscación de tierras, del sabotaje sistemático de los precarios recursos en esos territorios, de la expoliación y desviación de las aguas y del sabotaje a los puestos de trabajo, entre otros factores. La persecución policial, las detenciones masivas y los asesinatos impunes llegaron a convertirse en hechos cotidianos. Su propósito era conducir al pueblo a la desesperación y el terror como condiciones previas para el futuro destierro de la población y la anexión de sus propiedades y tierras por Israel para así extender definitivamente su dominio sobre todo el territorio palestino.
Por otra parte, la revolución palestina atravesaba una difícil situación. Después de la invasión israelí al Líbano, sus fuerzas se vieron obligadas a dispersarse en varios países árabes, por lo que se dificultó el poder organizativo. En esas circunstancias, los Estados Unidos y algunos regímenes aliados se dieron a la tarea de tratar de descalificar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como única y legítima representante del pueblo palestino, con el fin de liquidar política y físicamente la causa palestina.
La OLP se vio entonces en la imperiosa necesidad de cohesionar sus fuerzas. El primer paso fue dado en Argel, abril de 1987, con el logro del consenso entre las fuerzas políticas agrupadas en el Consejo Nacional Palestino, lo cual condujo al incremento de las acciones armadas contra los ocupantes israelíes y al desarrollo de manifestaciones masivas de identificación con la OLP, así como a un alto nivel de concientización popular. Estos antecedentes dan al traste con las versiones de algunos politólogos y analistas, quienes pretendieron hacer creer que la Intifada había tenido como punto de partida un hecho casual y no condiciones objetivas y subjetivas reales.
El proceso de la Intifada tuvo una repercusión local, regional e internacional que extendió y profundizó la discusión general en torno a los motivos condicionadores del problema palestino y las vías para llegar a un arreglo negociado, al punto de poder afirmarse que las negociaciones árabe-israelíes constituyen, en buena medida, resultado directo de su existencia.
En el plano político, la Intifada marcó un hito en la problemática del Medio Oriente y, en particular, en la palestina. En primer término, porque cualquier análisis del conflicto árabe-israelí –y en especial del palestino-israelí– no puede dejar de considerar su existencia, en la medida en que implicó la aceleración de la lucha continua y una respuesta natural a una ocupación ilegítima y forzada.
En el orden interno, marcó el momento en que se logró la unidad palestina alrededor de un objetivo único: liquidar la ocupación y conquistar la independencia nacional –con el concurso de una amplísima y diversa participación popular, constitutiva de la garantía última de su éxito–, profundizando el concepto de identidad nacional. Arraigó la idea de que los propios palestinos y no los actores regionales externos –es decir, los distintos estados árabes– eran los encargados de su propia liberación. La Intifada favoreció entre los regímenes árabes una nueva percepción del conflicto árabe-israelí como parte de los derechos de un pueblo, y no como una cuestión de fronteras.
Finalmente, en la dimensión internacional, la Intifada reavivó la existencia de la causa palestina en contexto complejo cambiante y difícil y, obviamente, constituyó un factor de peso que condujo al proceso de negociación árabe-israelí. Más allá de la autoconciencia palestina, durante la Intifada la OLP se reafirmó como una fuerza política fortalecida y como única y legítima representante del pueblo.
Indagaciones previas
Viéndola retrospectivamente, la Intifada ha sido objeto de diversos estudios que abordan tanto sus causas objetivas como su influencia en los planos interno y externo, su aporte en términos prácticos de lucha pasiva y su impacto en lo económico-social. Sin embargo, lo típico en la casi totalidad de estos estudios es la virtual ausencia de enfoques diferenciados sobre el papel de los medios de comunicación durante todo ese proceso. Enfrentado a esta problemática, me di cuenta de que en la literatura disponible podían comprobarse, cuando menos, cuatro tendencias fundamentales:
1. Estudios específicos sobre el reflejo de la Intifada en los medios de comunicación internacionales. Esta visión, si bien aporta un interesante conjunto de elementos analíticos, desconoce por lo regular la dimensión comunicativa doméstica, precisamente por no constituir objeto de reflexión diferenciado. En esta línea se inscriben importantes trabajos como La Intifada en la prensa internacional, publicado por el Departamento de Información Unificada de la OLP (1989), que ofrece un panorama bastante totalizador acerca de este problema en la medida en que agrupa y clasifica un número de artículos de prensa. Un valor adicional de esta recopilación es que permite comprender el impacto de la información acerca del tema en la prensa internacional, una interesante dimensión que merece más atención.
En una línea similar, pero que focaliza el impacto de la información sobre los israelíes residentes fuera de su país, fundamentalmente sobre la comunidad judía en los Estados Unidos, se encuentra el libro de Falastine Al-Thawra Hecho No. 13: Israel y los judíos del mundo en la época de la Intifada (Bissan Press, 1989), un estudio sugerente que, por lo demás, permite captar una división de opinión dentro de la comunidad judía en los Estados Unidos.
2. Análisis sobre el papel de la comunicación en el contexto interno de la Intifada. Este enfoque, abundante en información concreta y elementos de juicio, tiende a obviar, sin embargo, el lugar de lo alternativo, al concentrarse básicamente en la prensa escrita. Mención especial merece el libro de Alí Al Khalili La prensa palestina en la Intifada, hasta hoy el más importante de los publicados en esta línea. De ahí, entonces, que esta limitante no se reduzca únicamente a un problema de categoría periodística, toda vez que, como se conoce, la prensa plana palestina en los territorios ocupados está sujeta a un férreo sistema de control militar y censura.
3. Trabajos en torno a la prensa palestina como objeto de la represión, ante su influencia respecto a elevar la concientización popular a favor de la Intifada. En estos casos, lo característico suele ser el estudio de los códigos empleados por la prensa para burlar la censura israelí y enviar mensajes a la población acerca de acciones prácticas a realizar durante el proceso de sublevación popular. Estudios como Prensa bajo censura, de Samaan Khuri, permiten aprehender esta dimensión de la realidad mediante estudios concretos de casos cuyo conocimiento ha resultado, indudablemente, útil para este ensayo.
4. Artículos que subrayan el papel de lo alternativo y de formas tradicionales de comunicación puestas al servicio de la Intifada, línea caracterizada por Mohamed Soleimán en su trabajo sobre las canciones y otras formas comunicativas.
El libro El cartel palestino: problemas de su surgimiento y desarrollo, de Shafik Radwan (Departamento de Cultura de la OLP), aporta una comprensión del efecto ideopolítico de la variada gama de mensajes empleados históricamente en los carteles políticos palestinos, pero también durante la Intifada. En torno al tema se ha venido produciendo un conjunto de estudios que abordan el papel de las consignas –muy utilizadas por la Intifada– para la movilización efectiva del pueblo palestino. Probablemente, uno de los aportes más importantes en este orden lo constituya de nuevo La prensa de la Intifada, de Mohamed Soleimán, quien se ha destacado por sus trabajos sobre esta dimensión del fenómeno que nos ocupa, de manera excepcionalmente profesional y calificada.
Por su carácter descriptivo y monográfico, estos estudios aportan, sin dudas, una valiosa información concreta, de carácter factual y testimonial. Pero, a su vez, carecen de un enfoque sistemático y generalizador capaz de establecer adecuadamente la naturaleza y el alcance del fenómeno comunicativo presente en la Intifada.
Definiendo lo alternativo
Dentro de las múltiples alternativas –que implican en todos los casos la presencia activa de la participación popular en términos de creatividad y recurrencia a soluciones no convencionales– se destaca, especialmente, la implementación de lo que pueden definirse como prácticas y métodos particulares, los cuales configuran a mi juicio, en términos de comunicación, un modelo propio.
Esta resultante puede ser evaluada para su fundamentación como un patrón desde diversas perspectivas. He tenido en cuenta, en primer lugar, la clarificación de en qué medida los sistemas y métodos de comunicación utilizados en la Intifada se relacionan con los métodos tradicionales, y en qué medida las diferencias y alternativas configuradas pueden considerarse aportes distintivos de una particularidad en tal sentido.1
Ante la carencia de investigaciones en esta dirección, he acudido a autores y obras que provean referencias conceptuales. Si bien no se relacionan con nuestra problemática –y, por tanto, no se adecuan a las peculiaridades del fenómeno estudiado–, en cambio aportan referentes para construir un marco teórico general capaz de orientar el análisis e interpretación de nuestro objeto.
Merecen especial atención las ideas de Manuel Martín Serrano en su obra La producción social de comunicación, dedicada al examen de las relaciones entre el cambio social y las transformaciones en la esfera de la comunicación. Comparto la perspectiva por él esbozada sobre las relaciones de interdependencia entre el sistema social y el sistema de comunicación, en el sentido de que dicha relación no es mecánica, automática o determinista, sino dialéctica. En particular, suscribo su concepto de sistema de comunicación pública o institucional, entendido como forma social de comunicación, en la cual se produce y distribuye por el recurso a un sistema de comunicación especializado en el manejo de la información concerniente a la comunidad como un conjunto.2 Existen una serie de rasgos caracterizadores de los sistemas que asumen la función social de asegurar este tipo de comunicación:
• Un tratamiento diferenciado de la información –y esto supone la correspondiente especialización en formas comunicativas diferenciadas de algunos de los cauces o canales comunicativos.
• Se reconoce como legítimo un modo sistemático de adquirir, procesar y distribuir la información concerniente a los intereses colectivos. Por ello la organización que tiene a su cargo la comunicación pública será considerada una institución de la comunidad.
• El sistema destinado a la comunicación pública se especializa de modo prioritario o exclusivo en la clase de información que interesa a las instituciones sociales o a la comunidad.
• Los temas y su modo de tratamiento están prescritos más o menos formalmente.
• La información pública, así asumida, goza de la presuposición de que es confiable y de que propone un punto de vista autorizado.
• El sistema tiene establecido quiénes pueden intervenir como comunicantes, en qué ocasiones y, a veces, en qué lugares, cuando la información implica temas de un reconocido interés público.3
Las anteriores definiciones se ajustan convenientemente a la caracterización de las formas y métodos presentes en la experiencia comunicativa de la Intifada, donde cabe distinguir verdaderos sistemas y prácticas comunicativos puestos en función del manejo de la información de interés colectivo, destinada a promover el cambio y la transformación sociales.
En un sentido más especifico, Martín Serrano ofrece, además, una tipología de los sistemas de comunicación, también pertinente para identificar o caracterizar las diferentes experiencias y estructuras comunicativas presentes en la Intifada. Señala que las diferentes sociedades han institucionalizado diversas modalidades de comunicación pública y que aun cuando el repertorio completo de estos sistemas sea casi imposible de identificar concretamente, resulta factible conformar tipos de comunicación tenidos como variantes de un mismo modelo.4 Cabría, pues, distinguir diferentes tipos o modelos de comunicación pública, según la complejidad que posean y la diversidad de funciones informativas capaces de satisfacer. Estas serían:
Comunicación asamblearia. Todos los miembros de la comunidad o sus portavoces se reúnen en el mismo lugar y ocasión para tratar temas de interés colectivo.
Comunicación por emisarios. Algún mensajero –por ejemplo, el pregonero– transporta y difunde un comunicado a los restantes miembros del colectivo o a sus delegados y, eventualmente, establece el enlace en el sentido inverso.
Comunicación por redes de distribución de mensajes. Esta modalidad se especializa en la información destinada sólo a ciertos miembros de la colectividad. Para asegurar la selección de determinados destinatarios, es preciso establecer canales de distribución alternativos. Los emisores que inician el proceso comunicativo no hacen llegar directamente sus mensajes a los receptores finales, sino a otros intermediarios, quienes actúan como eslabones de una cadena de trasmisión, fungiendo como emisores respecto al siguiente nivel. Dicho procedimiento puede requerir de un número elevado de eslabones. Todos o algunos de los participantes en el proceso tienen reconocido el derecho a reelaborar, reducir o ampliar el mensaje original.
Comunicación por tecnologías de producción y distribución en masa de productos comunicativos. Aunque no la única, su variante más evolucionada es la llamada comunicación masiva, caracterizada por la producción y distribución a escala industrial o masiva de mensajes destinados a vastos públicos, con el empleo de estructuras y medios tecnológicos complejos.
Tal tipología –en tanto modelo de múltiples variantes y expresiones concretas– puede dar cuenta de la diversidad de métodos, prácticas y vehículos comunicativos de la Intifada, donde junto a la presencia de los medios tradicionales característicos de la comunicación masiva –prensa impresa, radio, etc.– utilizados en función de la lucha, se advierte la existencia de otros sistemas, medios y prácticas –a veces prioritarios– que, no obstante sus especificidades, responden en general a los tipos antes mencionados.
Por eso cabe interpretar las tipologías como modelos en los cuales se pueden estudiar los rasgos característicos de aquellos sistemas de comunicación pública que han logrado institucionalizarse y que, por tanto, representan soluciones estables y funcionales para el uso colectivo de la información.5
Un último problema a considerar, una vez reconocida la diversidad o diferenciación entre dichos sistemas, es el de su coexistencia, su funcionamiento simultáneo o paralelo en sociedades dadas y en períodos históricos concretos. En tal caso, los sistemas pueden guardar entre sí relaciones de solidaridad y complementación o, incluso, de contradicción u oposición.
Martín Serrano postula una serie de leyes generales reguladoras de la permanencia, transformación y sustitución de los sistemas de comunicación institucionales. En particular, me interesa la ley referida a la jerarquización institucional de los sistemas de comunicación pública: cada sociedad establece un único sistema como cauce dominante de comunicación pública durante períodos históricos prolongados.6 Por ello, en todas las sociedades surgidas a partir de las revoluciones burguesas –y, por ende, en la contemporaneidad– terminan prevaleciendo los sistemas de comunicación masiva.
Sin embargo, especifica Martín Serrano:
La prioridad institucional que tiene el sistema de comunicación dominante, es compatible con el recurso de otros altemativos utilizados en la comunicación pública como opciones subsidiarias o de emergencia.7
Y concluye señalando que están pendientes investigaciones metódicas sobre desplazamientos y acoplamientos entre los sistemas que participan de la comunicación pública. Justamente, este rejuego de sustituciones, desplazamientos y complementaciones entre sistemas, modelos y prácticas comunicativas es objeto de mi interés a la hora de analizar la problemática identificada. Como bien anota el mencionado especialista, la prioridad comunicativa de un sistema puede ceder paso a otras opciones subsidiarias o de emergencia. Este parece ser el caso de la búsqueda e implementación de opciones alternativas de comunicación en el proceso de la Intifada.
En tal punto, el tema de lo alternativo en la comunicación deviene una dimensión insoslayable, puesto que los procesos comunicativos asociados a la Intifada no pueden reducirse a la prominencia en la utilización de sistemas o prácticas tradicionales o establecidas –en particular, los referidos al ámbito de los medios masivos–, sino que puede encontrarse allí la implementación de un número importante de soluciones e iniciativas en materia de prácticas, procedimientos y formas comunicativas incluibles en lo ambiguo y polisémico de lo alternativo.
No obstante esta necesidad, la conceptualización del asunto y su aplicación a situaciones concretas presentan más de una dificultad.
La alternatividad en la comunicación irrumpe con fuerza como problema teórico y práctico durante la década del sesenta y hasta inicios de la del ochenta, en el contexto de las luchas libradas –tanto a escala internacional como nacional– por diversas fuerzas y movimientos sociales empeñados en reformar y democratizar el orden informativo y comunicativo vigente.
En realidad, lo alternativo se refiere más a un conjunto de prácticas y experiencias comunicativas que a una corriente o tendencia teórica o de estudio; de ahí la dificultad para definir o delimitar con claridad dicho fenómeno. Si bien existe una abundante literatura sobre el particular –generada casi toda en la mencionada época–, esta se dedica más bien a reseñar, historiar o describir los procesos y movimientos de comunicación alternativa en las diferentes regiones o países.8 En cambio, son escasas las aproximaciones conceptuales al tema.
Quizás una excepción sea el texto de Mar de Fontcuberta y J. L. Gómez Mompart Alternativas en comunicación, donde se intenta un balance del conjunto de desarrollos existentes en este ámbito. Allí se afirma:
Una de las conclusiones a las que puede llegarse después de haber comparado las diferentes corrientes teóricas y experiencias prácticas es que, hoy por hoy, lo alternativo no tiene una definición estable, ni siquiera una definición.9
En efecto, el término se ha aplicado por igual a prácticas y enfoques teóricos distintos e incluso antagónicos. Tal vez ello obedezca a que, como afirma otro estudioso del asunto,
[…] la comunicación alternativa es un concepto contradictorio que abarca en su seno una serie de prácticas con los medios de comunicación […] de distinto signo según el contexto social, el momento histórico, los actores sociales que las protagonizan, el grado de desarrollo de las tecnologías, etc.10
Aparentemente, la movilidad del concepto obedece a que su propio desarrollo está ligado a situaciones histórico-concretas o coyunturas sociopolíticas específicas en las que se ha planteado una utilización alternativa de los medios de comunicación.
A pesar de esta ambigüedad, puede lograrse alguna precisión remitiéndose al sentido elemental del término: alternativo implica una opción entre una cosa y otra. En este caso, implicaría la elección de una opción comunicativa diferente, distinta a la establecida, vigente, tradicional, común, normal, oficial, hegemónica, dominante, etc.11
Por tal razón, más que hablar de medios alternativos, prefiero emplear la expresión uso alternativo de los medios de comunicación. Más aún, lo alternativo puede referirse a todos o a algunos de los componentes o elementos que integran un sistema comunicativo. Puede abarcar tanto los métodos, procedimientos y prácticas, los canales o vías de difusión, como los medios o soportes materiales empleados, géneros y formatos utilizados en su elaboración y estructuración.
Así, es un término capaz de cobijar un amplio conjunto de prácticas, procedimientos, métodos y medios disímiles, pero amalgamados en su empeño por aplicar al ámbito de la comunicación modelos distintos a los que operan normalmente en el campo o el sistema de comunicación establecido, hegemónico.12 Lo alternativo de un sistema, práctica o medio comunicativo no estaría dado por una cualidad intrínseca o naturaleza específica, sino por el carácter de la relación con el sistema de comunicación dominante.
Una conclusión posible es que lo alternativo se define o caracteriza, en cada caso, por su lugar y papel en el contexto o panorama comunicativo en que se produce y actúa. Está históricamente asociado a procesos de transformación social, en momentos álgidos de lucha, donde aparece como una opción subsidiaria o de emergencia cuando el sistema de medios establecidos resulta inadecuado o no viable para la acción comunicativa de las fuerzas que propugnan el cambio.
Es por ello que, históricamente, democratización, descentralización, ruptura de la división social del trabajo, horizontalidad, participación fueron los puntos encargados de moldear las iniciativas comunicativas que se reclamaban alternativas.13
Con menor o mayor fuerza, estos rasgos acompañarán los empeños alternativos, sobre todo en casos como el que me ocupa: el carácter revolucionario del movimiento de la Intifada tiene su correlato en el signo popular y participativo de los procesos comunicativos desarrollados en su seno.
Así como la Intifada constituyó un hecho con particularidades propias, también el modelo de comunicación empleado en su desarrollo tuvo sus especificidades: tomó en cuenta los métodos tradicionales y convencionales y empleó otros alternativos, adecuados para el momento. Esos procedimientos, en mi opinión, no serían nada despreciables para otros pueblos en lucha. La Intifada impuso su realidad en los medios de comunicación internacionales, y lo que ocurría en los territorios ocupados llegó a la radio, la prensa y las televisoras más importantes; pero en el plano interno supo conjugar lo clásico con lo nuevo para crear un sistema de comunicación funcional.
La comunicación en la Intifada
Su rasgo distintivo fue la acertada conjunción de elementos derivados del sistema de comunicación tradicional o establecido, con el desarrollo de formas y prácticas alternativas propias cuya especificidad y funcionalidad se adecuaron convenientemente a las dificultades y condiciones impuestas por la ocupación israelí y la estrategia desarrollada para enfrentarla.
No obstante, antes de examinar algunas de sus peculiaridades, resulta conveniente precisar ciertos términos o conceptos empleados en las formulaciones anteriores, los cuales, más que variables en el sentido “empírico”, constituyen verdaderos objetos-problemas; a saber: sistema de comunicación “tradicional” o “establecido”, formas y prácticas “alternativas” propias y funcionalidad o efectividad de la comunicación.
Sistema de comunicación “tradicional” o “establecido”
Hasta este momento de desarrollo de la Intifada, es el sistema de comunicación que posee un carácter hegemónico o dominante. Se refiere básicamente al uso de grandes medios de comunicación masiva que, en el caso específico de los territorios ocupados, comprende, por una parte, la prensa periódica israelí –impresa en ese país, pero de amplia circulación en la región–, así como las emisiones de radio y televisión israelíes también captadas allí. Por otra, incluye periódicos palestinos editados en los territorios ocupados, pero que, dado su carácter legal y empresarial, deben ajustarse a las regulaciones y restricciones impuestas por el régimen de ocupación.
Formas y prácticas “alternativas” propias
Como he explicado, lo “alternativo” en la comunicación no se define por una cualidad intrínseca de los medios o del sistema, sino que se determina por su relación o posición respecto al sistema comunicativo establecido o hegemónico. Significa otra opción distinta: complementaria, subsidiaria o de signo inverso a la dominante.
Lo alternativo puede referirse a cualquier dimensión o instancia, componente o elemento del sistema o proceso comunicativo; puede manifestarse al nivel de estrategia política o prácticas; de estructura organizativa; de medios, géneros, formatos, etc. y, por consiguiente, al nivel del uso o función social. En el caso de la Intifada, lo alternativo se manifiesta o concreta en:
Políticas o estrategias: Se refiere a las políticas trazadas por la Dirección Nacional Unificada de la Intifada respecto a la labor de los comités de prensa y el conjunto de prácticas comunicativas.
Estructura: Alude a los comités de prensa creados para dirigir todo el proceso comunicativo durante la Intifada, los cuales constituyeron una red; si bien esta responde a una dirección centralizada, al mismo tiempo dispone de suficiente flexibilidad que le permite tener un carácter participativo y popular.
Medios de comunicación: Considera el soporte material que sirve de vehículo o “canal” a los mensajes difundidos. Cabe distinguir:
• Medios convencionales: prensa escrita, espacios de radio o televisión, cine documental. De ellos la Intifada hizo un “uso alternativo”. Por ejemplo, espacios en radio y televisión árabes, prensa internacional, etc.
• Medios “alternativos”: boletines, carteles o afiches, graffitis, vallas, altoparlantes –móviles o “fijos” como, por ejemplo, los instalados en las mezquitas–, volantes, casetes de audio, orales –comunicación interpersonal directa, “cara a cara”–, otros medios originales, como ondas para lanzar piedras que envolvían proclamas, o el fuselaje de los propios vehículos de guerra israelíes, sobre los que pintaban lemas o consignas “involuntariamente” difundidas por estos.
• Géneros o formatos alternativos: lemas o consignas, canciones, poemas –décimas o cuartetas–, comunicados, información periodística, etc.
Funcionalidad o efectividad de la comunicación en la Intifada
La funcionalidad se entiende en el sentido ya establecido en comunicación. Es decir, como aquello que tiene la capacidad de adecuarse conveniente o favorablemente a los fines o propósitos –y al buen funcionamiento– del sistema comunicativo, lo que resulta apropiado o positivo para los fines y propósitos de este.
Como sinónimo de lo anterior se emplea el término efectividad del sistema o prácticas comunicativas. Se juzgan estas a partir del logro de los propósitos u objetivos del emisor, en este caso, la dirección y combatientes de la Intifada, quienes intervienen como actores/emisores de la comunicación.
El concepto anterior no se considera aquí, estrictamente, como una variable empírica medible mediante indicadores, sino se evalúa de modo indirecto, en términos de análisis e interpretación teóricos a partir de los resultados y el desarrollo del propio proceso histórico de la Intifada.
En el dominio de la estructura organizativa, la Intifada creó mecanismos inéditos para el logro de sus objetivos. Descuella en tal sentido el papel desempeñado por los comités populares, nucleados alrededor de la actividad de los comités de prensa y propaganda y de información.
El carácter específico de la comunicación social en los territorios ocupados durante el proceso de la Intifada estuvo dado por lo ecléctico de los medios empleados para burlar el control israelí sobre ellos. Semejante eclecticismo, determinado por las dificultades impuestas por las condiciones de ocupación, se manifestó en la combinación de lo tradicional y lo alternativo, a fin de que los mensajes pudieran cumplir los objetivos concretos planteados por la Dirección Nacional Unificada.
En síntesis apretada, la especificidad de la comunicación en a Intifada consistió en: a) un uso limitado de la prensa plana, debido al control y las condiciones de censura dentro de los territorios ocupados; b) utilización de lo alternativo, a lo que se recurrió para trasmitir informaciones a las bases sin otro límite que la iniciativa y la imaginación de sus gestores. Estos métodos, que integraron una auténtica cultura de la resistencia, abarcaron los murales, los casetes, los comunicados manuscritos, etc. La Intifada mostró así la existencia de un sujeto popular, quien devino protagonista por excelencia del proceso de comunicación. Este sujeto es, definitivamente, el actor principal de la renovación y la creación comunicativas; c) establecimiento de una red de comunicación hacia el exterior, capaz de contribuir a que el mundo conociera el acontecer en los territorios ocupados. Esta vía sirvió de complemento a la labor de los corresponsales extranjeros en las zonas ocupadas, cuyo desenvolvimiento profesional se vio obstaculizado cotidianamente por la censura israelí. Gracias a la existencia de esa red, se produjo un cambio de calidad en la manera en que la prensa internacional se refirió al conflicto palestino-israelí. Si antes se solía presentar como protagonistas a “nacionalistas, terroristas palestinos” versus “simples militares en cumplimiento de sus funciones” o “indefensos israelíes”, en las nuevas circunstancias la confrontación solía ser vista con mayor realismo, en la medida en que se constataba la participación de un pueblo entero desarmado contra las injusticias y el status a que ha estado sometido. En fin, sin negar la existencia de estereotipos todavía presentes en los medios occidentales, se logró poner al desnudo la naturaleza de la represión israelí contra los palestinos.
La crueldad de los hechos reportados hizo que algunas televisoras del mundo recomendaran a las familias con niños impedirles ver la emisión de ciertas imágenes sobre la violencia sionista, según las trasmitían los noticieros.
Sería una simplificación explicar el éxito de la Intifada únicamente sobre la base de los mensajes, porque los procesos de recepción están mediados por un conjunto de eslabones complejos imposibles de desconocer a la hora de emitir un juicio de valor. Sin embargo, a falta de un estudio de caso sobre esta problemática, las condiciones palestinas sugieren que el grado de efectividad de los mensajes está fuertemente mediado por la identificación popular con la idea de la liberación nacional y la patria independiente, que trasciende credos e ideologías ante una tarea común.
Este conjunto de logros no fue, en modo alguno, resultado de la espontaneidad sino de una estructura creada por la Intifada para la comunicación y, específicamente, para los comités de prensa; una estrategia inteligente y pragmática desarrollada desde el inicio de la sublevación. El estudio de los mecanismos de comunicación social de la Intifada me permitió identificar una estrategia de la pluralidad que combinó “lo tradicional” o “lo establecido” con prácticas comunicativas alternativas, diversas e imaginativas. La Dirección Nacional Unificada trazó un conjunto de políticas que funcionaron de manera no burocrática y permitieron la participación popular de los distintos sectores integrantes de la sociedad palestina. Tales mensajes tenían su origen en las esferas más altas de la dirección palestina, y mediante los comités de prensa al nivel nacional, eran transmitidos a ciudades, pueblos y aldeas.
Durante la Intifada se estableció una relación de interdependencia entre los acontecimientos en la sociedad y los medios de comunicación. Más que aplicar un modelo comunicativo preconcebido, la realidad histórico-concreta y su desarrollo diseñó la manera de hacer en el campo de la comunicación.
Varias serían las enseñanzas de la Intifada. Al margen de lo avanzado en este trabajo, una ellas se perfila con fuerza. Visto desde la perspectiva de la comunicación popular, el proceso examinado demuestra que el factor voluntad, una vez devenido fuerza popular, puede disminuir o minimizar un conjunto de obstáculos a primera vista insuperables. Esta es, en última instancia, la experiencia más importante, más allá del llamado nuevo orden mundial, la crisis de paradigmas la unipolaridad y otros cambios adversos de este fin de siglo.
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Notas
1—Se emplea en este caso la expresión “métodos tradicionales y no métodos oficiales” porque el carácter privado de los medios de comunicación y su heterogeneidad informativa no permiten referirse solamente a un discurso o a un canal oficial.
2—Manuel Martín Serrano: La producción social de comunicación, Alianza Editorial, Madrid, 1986, p. 72.
3—Ibídem, pp. 72-74.
4—Ibídem, pp. 74-76.
5—Ibídem, pp. 76-77. Subrayado nuestro.
6—Ibídem, p. 77.
7—Ibídem. Subrayado nuestro.
8—Dos trabajos representativos de esta línea: Emilio Prado Pico: “La comunicación alternativa: crisis y transformación. La experiencia europea”, en Miguel De Moragas: Sociología de la comunicación de masas, Gustavo Gili, Barcelona, 1985, t. IV, pp. 183-208; Jaime Pérez Gabriel: “Comunicación alternativa. Estado de la cuestión en América Latina”, en Signo y pensamiento, vol. 4, no. 6, 1er. semestre de 1985, pp. 61-74.
9—J. L. Mar de Fontcuberta y Mompart Gómez: Alternativas en comunicación, Mitre, Barcelona, 1983, p. 20.
10—Prado Pico: op. cit., p. 184.
11—Mar de Fontcuberta, op. cit., p.21.
12—Ibídem, p. 9.
13—Prado Pico: op. cit., p. 185.