Un día de marzo del 2007 asistí por primera vez a un encuentro de la FEPAD. Había sido invitado y motivado a cursar un módulo de Educación popular que impartía la doctora Cristina González en el Grupo para el Desarrollo Integral de la Ciudad de Guantánamo.
Allí estaba yo, un poco escéptico con esa nueva modalidad de aprendizaje. Parecía una pérdida de tiempo, la veía demasiada lúdica, me sentía un adulto atrapado en la niñez, jugando de pronto a las casitas. Así son las cosas, “tan serias y rígidas cuando crecemos”…
Pasaron los días y, poco a poco, como un niño viejo con un juguete nuevo, me fui embullando, me aclimaté al grupo, aprendí velozmente otras prácticas comunicativas.
Pero, sobre todo, constataba in situ que todo el mundo sabe, que los saberes de todos y todas cuentan, que deben asimilarse, respetarse e integrarse a una nueva forma de saber, construida en colectivo.
Tres años después vendría un paso importante en mi vida: me seleccionaron para ir una semana al Centro Memorial Dr. Martin Luther King. Sería mi primera visita a ese templo ecuménico de sabiduría popular.
Preparaba el equipaje con muchas expectativas. Iba hacia Marianao con nuevos retos por delante; me acompañaban un sinnúmero de dudas, preguntas y no pocos miedos.
Llegó el sábado 15 de mayo del 2010 y entraba por vez primera al CMMLK, yo, un católico practicante por más de veinte años, amante de Jesucristo, devoto de la Virgen de la Caridad del Cobre, estudiante de tercer año de la Licenciatura en Comunicación Social y, además, guantanamero. Me hacía presente en un sitio nuevo, desconocido. Me venían a la cabeza algunas preguntas, sobre todo ¿cómo sería recibido?, a la que seguían otras no menos inquietantes: ¿Me iría bien entre tantos desconocidos? ¿Lograría encajar bien allí y encontrar mi lugar?
El domingo 16 de mayo, en horas de la tarde, se reunieron en el patio del Centro un grupo de fepadistas. Ahí estaba un joven de Jagüey Grande, llamado Adonis, con una pancarta. También estaba una señora gorda, con cara bonita y expresión bonachona, que inspiraba confianza y tenía puesto un collar de Yemayá. Luego supe que se llamaba Reglita, venía del barrio de La Marina, en Matanzas, y era santera practicante: también portaba un cartel de bienvenida. Así se rompía el hielo y me incorporaba oficialmente al resto de los fepadistas, que llegaban de toda Cuba al CMMLK.
El 17 de mayo comenzó la primera sesión del Taller de Comunicación Popular. Conocí rostros de gente muy amable y sobre todo bien preparada: Martha Alejandro, Cheíto, María Isabel, Cary, y un español radialista llamado Santiago, que vive en el Ecuador. Eran la primera imagen que recibía del personal del CMMLK. ¡Espectaculares todos!
Luego vendrían momentos inolvidables: la taberna del socio y de la socia; un festival de cine popular, con alfombra roja y todo; actué en una obra que se llamaba “El dilema” y cuyas situaciones problemáticas se daban en una comunidad cristiana.
Posteriormente vendría una sesión con Radio Matraca, a cargo del radialista Santiago, y en la sexta sesión, la última, iluminada con una luz especial, nos hablaba con palabras hondas y llanas el reverendo Raúl Suárez. Era para mí toda una revelación conocer así, de cerca, a un hombre sencillo, dedicado y profético como él, creador, inspirador y guía de este Centro, faro de esperanza, amor y confianza en un futuro mejor.
El sábado 22 de mayo me despedí de La Habana luego de mi primera estancia en el fecundo platanal de Pogolotti. Había cambiado: era otra persona mucho mejor, más tolerante, respetuosa y sobre todo renovada en la fe, en la confianza y en el amor.
A partir de esta primera estancia fepadista en el CMMLK, vendrían otras jornadas emotivas e inolvidables. El viernes 4 de junio del 2010, el reverendo Raúl Suárez nos visitó en Guantánamo y nos dimos un abrazo en el Pabellón de la Ciudad, sede del encuentro. Venía acompañado de María Isabel, Marcel, Ariel y una chica guapa de la plataforma ecuménica. Ocurrían minutos irrepetibles junto a los hermanos y las hermanas de La Habana.
Días después, los fepadistas de las provincias orientales nos rencontramos en Holguín, en el taller regional. Era sede del encuentro el céntrico Hotel Praga, que por un día nos hizo recordar a Venecia y sus románticas góndolas: se había roto un tanque de agua en la madrugada y todo amanecía inundado. Célebre acogida holguinera en el proyecto del barrio Alcides Pino. Allí pasábamos balance a las fortalezas y debilidades fepadistas de las provincias orientales y nos preparábamos para un futuro promisorio.
Del 9 al 12 de noviembre del 2010 tuvo lugar en el complejo hotelero Neptuno-Tritón el IV Encuentro de Educadores y Educadoras Populares: un constante mar de besos y abrazos latinoamericanos y ecuménicos a la diversidad, entre canciones y canciones de Silvio, Tony Avila y Eduardo Sosa. Se reflexiona acerca de lo que somos y lo que aspiramos a ser como cubanos y cubanas, como nación. Luego de varios días de suculentos atracones y de nuevas amistades de todas partes, viene el final, con el Abracadabra de La Colmenita, que desde el arte y la inocencia infantil claman junto a nosotros por el feliz regreso a casa de Fernando, Gerardo, Antonio, Ramón y René.
Con las campanas de mayo vuelvo a ser convocado para asistir, por segunda vez, al CMMLK. Esta vez voy al Taller de Formación de Formadores en Educación Popular, que comienza el domingo 15 de mayo del 2011 a las 8:00 pm, con la presentación de los participantes y la socialización. El taller concluye el viernes 20, y ya nada será igual, ni para Niurka ni Yamilé, mis compañeras de Guantánamo, ni para Alejandro, el chico argentino que estudia Medicina en Santa Clara, ni tampoco para Eleonora Pedot, la argentina del movimiento campesino, ni para Noslén, el joven profesor universitario avileño, o Yudlema, la chica de San Antonio de Los Baños, profesora de FLACSO, en la Universidad de La Habana.
Gracias a Raúl Suárez, Joel, Tamara, Marcel, Martha Alejandro, Cheíto, Alicia, Cary, María Isabel, Anita, a la joven pastora de Nueva Paz, a todos y todas en el CMMLK. Son ustedes extraordinarios, en una palabra, fantásticos. Como dice la pegajosa letra de un reguetón, “me encantó conocerlos”, porque cada encuentro, cada programa, cada energía emanada de ustedes es especial. Si tuviera que realizar un eslogan para definirlos, simplemente escribiría: ¡CMMLK: donde nunca serás un extraño!
Martin Luther King dijo: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”, y es muy cierto. Sin embargo, siento que día a día, gracias a los postulados de Paulo Freire, a las enseñanzas, principios y praxis del CMMLK, aprendo a vivir con hermandad y amor con los demás, porque lo más importante no es lo que nos diferencia y separa, sino todo lo que nos une y nos acerca.
¡Enhorabuena, gracias a Dios, por encontrarlos y encontrarme! ¡Es tan lindo saber que en Pogolotti ustedes existen! Por último, déjenme seguir apropiándome de ese fragmento de poema de Benedetti que dice: quiero que sepan que ustedes pueden contar conmigo.