sentir, pensar,
decir, hacer lo digno
Rafael Cepeda
La mayoría de las y los educadores populares, al trabajar con grupos vinculados a la iglesia, utilizamos textos bíblicos. Los textos bíblicos son una parte importante del proceso educativo. Suelen usarse al comienzo, para introducir un tema determinado; en el medio, para profundizar o ampliar perspectivas sobre el tema; o al final, para justificar algún criterio sobre la problemática tratada, celebrar las conclusiones a las que llegó el grupo en su proceso de reflexión y motivar el seguimiento del tema.
Hace algunos años nos vinculamos a la propuesta de lectura popular de la Biblia del Programa de Reflexión/Formación Socioteológica y Pastoral (PRFSyP) del Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. En nuestra experiencia de trabajo con los grupos que el PRFSyP acompaña notamos que quienes participan allí llegan a los textos bíblicos con una enorme avidez por desentrañar cuestiones propias de la Escritura: la autoría de los textos, el estilo literario, la geografía bíblica, las teologías de la época, las características del ambiente político, económico, religioso, etc. Sin embargo, mientras más se avanza en esa propuesta de lectura popular, más crece el interés por la realidad que viven quienes participan en el proceso. El propio texto lleva al grupo a analizar el presente. Entonces, el trabajo grupal se enfrenta con los textos desde una doble perspectiva: la reflexión sobre el contexto de la producción del texto bíblico, que este refleja de diversas maneras, y la reflexión sobre el contexto actual, desde el cual leemos, que nos afecta de muy diverso modo y se refleja en nuestra forma de interpretar la Biblia.
En los procesos de lectura popular de la Biblia animados por el PRFSyP decimos que el texto bíblico no es lo más significativo, pero, sin duda, por diversas razones, resulta un eslabón básico. Pudiera pensarse que la relevancia del texto bíblico reside en la propia naturaleza del grupo. Al estar este formado por creyentes, el texto bíblico cobra un significado trascendente, lo que no deja de ser cierto si tenemos en cuenta el valor de los escritos de la Biblia en la vida de las mujeres y los hombres de fe religiosa. Sin embargo, la propia historia de la iglesia nos hace sospechar que existe algo más en los textos bíblicos, que hay una pedagogía intrínseca en ellos.
No es hasta Martín Lutero que la iglesia institucional, oficializada por el emperador Teodosio en el año 380 d.C., comienza a compartir los textos bíblicos con el laicado. Es Lutero el primero que traduce la Biblia a una lengua vernácula, obra que culmina en 1534. Luego de convertirse en institución hegemónica y antes de la hazaña del monje agustino, la iglesia no veía con buenos ojos el conocimiento de los textos bíblicos por parte del pueblo. Sólo determinadas personas, debidamente autorizadas, podían leer las Escrituras directamente del hebreo, el griego o en su versión latina. Los textos bíblicos eran prácticamente desconocidos por la gente común; la jerarquía los había secuestrado de las manos de sus autores: el pueblo.
La reforma protestante populariza la lectura de la Biblia y, con el tiempo, las Escrituras cobran un gran significado en las diversas pastorales de las comunidades cristianas. En la América Latina, la lectura de los textos bíblicos ha movilizado disímiles procesos revolucionarios. Ha impulsado la democratización de la iglesia desde los pobres y marginados, y les ha ofrecido autoridad, legitimidad, autonomía y seguridad. Ha alimentado la reflexión sobre el sistema de opresión y exclusión sostenido por los gobiernos neocoloniales de la región y se ha constituido en fundamento de múltiples movimientos de liberación sociales. Esa historia comienza en pequeños círculos de debate y formación en los que las Escrituras son un elemento esencial.
Ya reconocimos que dada su consideración como libro sagrado, la Biblia alcanza una enorme repercusión en la vida del creyente. Sin embargo, esa repercusión no siempre tiene que ver con el conocimiento de los textos bíblicos, con lo que los textos dicen y su proceso de elaboración, muy vinculado al contexto que rodea a sus autores. En más de una ocasión ese conocimiento ha desencantado a muchas y muchos que prefieren mantener una conciencia mágica sobre las Escrituras. Existen otras razones que sugieren los textos bíblicos en los procesos educativos grupales, que tienen que ver con una pedagogía singular, propia de los escritos de la Biblia.
¿Por qué un texto bíblico en el trabajo grupal?
Los textos bíblicos nacen de la experiencia de vida y fe del pueblo hebreo en diferentes etapas históricas; de hecho, “la Biblia es fruto de una gran colectividad”.1 Por lo general, esa experiencia colectiva se corresponde con períodos de profundas crisis económicas, políticas y religiosas. En tal sentido, los textos bíblicos poseen un alto grado de criticidad: trasmiten el juicio de un sector de la población sobre los acontecimientos de su época. En la mayoría de los casos, dicho sector resulta ser un grupo oprimido y marginado, o uno que ha tomado partido por la reivindicación de las grandes mayorías empobrecidas y excluidas, o ambas cosas a la vez.
A través de los más disímiles géneros literarios, quienes escriben los textos bíblicos siguen un esquema común expresado de las más diversas maneras, no siempre con la misma intensidad en todas sus fases. Ese esquema podemos definirlo de la siguiente forma:
1. Análisis crítico de la realidad
2. Condena implícita o explícita de los responsables del agravamiento de la realidad
3. Esperanza en un mejoramiento progresivo de la realidad que invita a la práctica
En cada fase se reconocen los diferentes roles de los seres humanos en su dimensión personal y comunitaria, así como el papel de Dios en su relación con determinados sujetos y toda la comunidad.
En lo que respecta a los géneros literarios, los textos bíblicos despliegan una gran riqueza. Los escritores ajustan con maestría el esquema citado con anterioridad a las posibilidades que brindan la poesía y la narrativa, la profecía y la apocalíptica, materiales legales y epistolares, etc. Los textos bíblicos no expresan una visión homogénea sobre la realidad de la que hablan; por esa razón, difieren en muchas ocasiones en cuanto a énfasis y perspectivas, se contradicen en múltiples aspectos y abren diversos caminos de interpretación.
Los textos de la Biblia poseen una marcada intención moralizante, son un conjunto de escritos de fe elaborados a partir de la opción política e ideológica de sus autores. Esos textos han penetrado el proceso de formación y consolidación de la civilización occidental como portadores de sentido ético y espiritual. Por esa razón podemos reconocerlos como “textos fuertes”, es decir, textos con una enorme carga simbólico-didáctica, cuyos múltiples significados se encuentran en nuestra cultura y nuestros imaginarios y cosmovisiones, independientemente de que profesemos o no una determinada fe religiosa. En nuestra cotidianidad nos servimos de los contenidos y la lógica de los textos bíblicos para expresar ideas, conceptos, conocimientos y experiencias en los más diversos espacios. Eso prueba que los textos bíblicos generan aún sentido y significado, incluso fuera del ámbito religioso, y contribuyen al desarrollo del pensamiento y la acción como “textos fuertes”.
El esquema común que desarrollan los textos bíblicos, casi en su totalidad, es una prueba del proceso educativo por el cual transitaron las comunidades que hay detrás de la letra bíblica. La dimensión pedagógica de los textos es independiente del grupo o comunidad que los lee hoy, porque responde a la reflexión sobre la práctica de las comunidades antiguas, o sea, del pueblo bíblico. No obstante, el esquema común de los textos sagrados representa una lógica pedagógica que tiene una estrecha relación con los objetivos del trabajo grupal en diversos procesos educativos actuales, principalmente en aquellos que pretenden una transformación de tipo social y política. Ese esquema posibilita el empoderamiento de los sujetos que componen el grupo, al ofrecer herramientas para ganar, como ya apuntamos, autoridad, legitimidad, autonomía y seguridad.
Otro elemento importante resulta el ya mencionado factor de la significación religiosa. Los textos bíblicos poseen un profundo sentido espiritual y validan ciertos criterios y comportamientos no sólo a nivel eclesial, sino también en el marco de la sociedad donde la religión se expresa a través de nociones y actos concretos. Muchas de esas nociones y esos actos tienen su base en interpretaciones erradas de los textos bíblicos que los fundamentan, ya que “muchas veces, por la falta de una conciencia social más crítica, el intérprete es víctima de preconceptos ideológicos y, sin darse cuenta, usa la Biblia para legitimar el sistema de opresión que deshumaniza”.2 El fenómeno también es un producto de visiones importadas, descontextualizadas, verticalistas y totalizadoras sobre el sentido y significado de los textos bíblicos, que generan posiciones fundamentalistas en muchos aspectos.
La reflexión en grupo, de manera abierta y horizontal, sobre el contenido de los textos, sin obviar las características de sus contextos, sus énfasis y sus perspectivas, permite que las Escrituras cobren un significado todavía mayor en la vida de quienes participan del trabajo grupal. Al percibir la historia de la elaboración del texto bíblico alrededor del cual se reflexiona, su dimensión crítica y la historia de sus interpretaciones, el grupo logra una mayor comprensión sobre los procesos históricos, los roles de los diversos sujetos que los protagonizan, los clamores y las vías de liberación que se perfilan tanto en la Biblia como en la realidad actual.
En ese proceso, el texto bíblico no pierde su significación religiosa ni su fuerza espiritual y de validación ética; por el contrario, la reflexión bíblico-teológica provoca que esta crezca y, con ello, que el texto sagrado se convierta en instrumento idóneo para la autotransformación personal y colectiva, así como para concretar diversas acciones en aras de la transformación social.
Se debe tener en cuenta que los textos bíblicos presentan personajes y situaciones que poseen gran peso en la subjetividad de las personas. En muchos casos, esos personajes y situaciones provocan, sin un razonamiento previo, sentimientos, emociones y criterios sobre los acontecimientos de la realidad, y también una manera de responder a ellos. Crean a múltiples niveles estados de indignación o insatisfacción ética frente a las diversas facetas de la realidad, incluso en personas que no profesan una fe religiosa. Por tanto, al lograr un mayor discernimiento sobre el texto, la trama y sus protagonistas, las razones por las cuales se presentan de la manera que los escritores los han colocado, y el mensaje proferido, las Escrituras agilizan, con una fuerza sorprendente, tomas de partido personales y grupales ante las contingencias de la realidad.
Las tramas bíblicas no plantean situaciones y personajes de difícil comprensión, como a veces se piensa. En la mayoría de los casos, hay en los textos relatos o poesía populares, cartas personales intercambiadas entre sujetos de las capas humildes del pueblo, narraciones destinadas a un público extenso, himnología comunitaria. En el caso de la profecía y la apocalíptica, basta saber ciertos códigos generales propios de ese género de literatura para entender su contenido.
En muchos casos, los textos bíblicos posibilitan innovar en el proceso educativo grupal. Su carga simbólica propicia el desenvolvimiento de la gestualidad y la expresión corporal. A partir de sus historias, se desarrolla la capacidad creativa y artística del grupo, que se expresa críticamente mediante la plástica, la danza, el teatro, etc. Todo eso favorece el desarrollo afectivo entre los miembros del grupo, su grado de cohesión y conocimiento interpersonal, la flexibilización de los sentidos, la participación, la espontaneidad, la creación y recreación de códigos propios, el lenguaje y la disposición a trabajar en colectivo.
El texto bíblico en el acto de la relectura
La experiencia de trabajo con los textos bíblicos en los grupos que acompaña el PRFSyP muestra el enorme peso de las Escrituras en el proceso educativo grupal. Una de sus mayores contribuciones se da en el acto de la relectura, es decir, cuando el grupo aprende a interpretar no sólo un texto bíblico determinado, sino también la realidad actual. Como expresa Severino Croatto: “Toda lectura de un acontecimiento o de un texto es su relectura”.3 El trabajo con los textos bíblicos enseña a releer o, en otras palabras, a interpretar los textos o acontecimientos del presente de una manera liberadora. El trabajo hermenéutico bíblico ofrece una metodología concreta que abre nuevos horizontes en el camino de aprendizaje de un grupo. Esa metodología se desarrolla en la dinámica de análisis de un texto específico.
En los procesos de lectura popular de la Biblia que anima el PRFSyP decimos que el análisis de un texto bíblico no parte de lo que el texto dice o de las características del contexto en que se dice, sino de la realidad en la que vive quien analiza, del presente concreto de quien o quienes leen el texto, de las particularidades del contexto del intérprete o los intérpretes del texto. La situación en que se encuentran los lectores de un texto es el punto de partida, y esto no se debe obviar en ningún momento del proceso de relectura: “De alguna manera somos dirigidos al ‘texto elegido’, sea por la situación que vivimos, sea porque alguien nos orienta. Eso es ‘leer desde el lugar de uno’, y es lo correcto…”4
La pedagogía del texto bíblico enseña al grupo a valorar la vida, las circunstancias del presente. Desde ahí, el texto comienza a cobrar un mayor sentido y significado para sus intérpretes. Brotan desde el hoy preguntas que dejan que el texto hable al grupo de lectoras y lectores, a sus intérpretes, y, a partir de esa realidad ineludible, se produce “el desvelamiento del texto escrito en cuanto resultado de un largo e intrincado proceso histórico de reflexión, aprobación, redacción, enmienda, relectura y celebración que tampoco fue desinteresado e ingenuo”.5
El grupo comienza con el análisis del contexto, es decir, el debate sobre la realidad que rodea y afecta al grupo de múltiples maneras. La pregunta clave aquí es, ¿qué caracteriza la realidad y qué preocupa al grupo inmerso en ella? Más tarde aparecen nuevas preguntas: ¿Cuáles son los desafíos del grupo? ¿Cuáles son sus debilidades y cuáles sus fortalezas al enfrentarlos? El asunto consiste en identificar los problemas que afectan al grupo y luego desarrollar la reflexión sobre su accionar en medio de ellos. Esa primera etapa es un verdadero diagnóstico de la realidad.
Luego el grupo prosigue con el análisis de uno o varios textos de la Biblia que iluminan el problema que el grupo ha identificado al abordar el contexto. ¿Qué lee la comunidad?, es aquí la pregunta clave. El grupo pregunta: ¿Qué textos nos iluminan? ¿Cuál o cuáles seleccionar para el estudio grupal? ¿Por qué ese o esos textos y no otros?
El próximo paso corresponde al análisis del pretexto, esto es, todo lo que hay detrás del texto. La pregunta clave aquí es: ¿Cuál es el conflicto? El grupo se pregunta: ¿Qué características posee el marco histórico que rodea al texto? ¿Qué características presenta su estructura literaria? ¿Cómo es tratado el conflicto de la comunidad?
El último paso consiste en la vuelta al primero, el retorno al contexto, pero ahora con la iluminación de la reflexión bíblica. La pregunta clave aquí es: ¿Cuál es el mensaje? El grupo se pregunta: ¿Cómo se relaciona el texto con nuestro contexto? ¿Cuál es su mensaje y qué proyectos de vida promueve? ¿En qué medida el mensaje nos hace mejores personas?
En este proceso de diálogo y aprendizaje grupal la vida y la Biblia entran en una relación dialógica que hace crecer al grupo. Las personas que participan descubren el alcance del esquema pedagógico intrínseco en las Escrituras: análisis crítico, juicio, práctica liberadora. Es cierto que nuestra manera de entender al ser humano, la sociedad, etc., difiere mucho de la forma en que lo hizo el pueblo de Dios en la Antigüedad. Por ello, el grupo emprende un estudio minucioso del texto mediante los siguientes pasos:
– -Análisis histórico: las circunstancias que rodean la producción del texto bíblico. El grupo le pregunta al texto sobre los sucesos políticos, religiosos y económicos que influyen en él. El grupo descubre los problemas de la comunidad que subyacen en el texto y escucha sus clamores de justicia.
– -Análisis literario: el uso, la secuencia, el significado, la cadencia de palabras y símbolos; las características, los roles, los énfasis de los personajes. El grupo percibe la magnitud del problema que afecta a la comunidad del texto en la manera en que esta expresa sus dificultades, retrata el mundo en que vive, el modo en que hace hablar a los personajes, los desafíos que plantean en las relaciones que establecen.
– -Análisis del conflicto: intencionalidad, mensaje del texto en su contexto. El grupo toma partido por la situación que ha descubierto en el texto, se comienza a ver reflejado en el texto, comienza a trasladar el texto a la realidad actual, opera el salto hermenéutico.
La pedagogía del texto bíblico permite que el grupo que reflexiona descubra nuevos conocimientos y alternativas para transformar su realidad. En el estudio del texto, como apuntamos, el grupo no se aleja completamente de la realidad presente: la impronta de la actualidad le acompaña durante todo el proceso. El grupo construye un nuevo saber y traza sus caminos inspirado en el reconocimiento de los clamores de justicia que hay en el texto antiguo, la Biblia, y en el texto actual, el hoy. No es menor el descubrimiento por parte del grupo de antiguos conservadurismos con respecto al mensaje del texto producto de lecturas descontextualizadas. El grupo aprende a interpretar desde su lugar, logra una voz propia para expresar las angustias y esperanzas contenidas en el texto bíblico y en el hoy. El grupo logra autonomía para proyectar acciones colectivas que le ayuden a transformar la realidad.
Aunque no se aparte totalmente del hoy al estudiar el texto bíblico, el grupo experimenta cierto distanciamiento de la realidad personal y grupal. El texto bíblico abre un universo nuevo para quienes leen: hay antiguas visiones, prácticas, conceptos sobre la vida en sociedad, la religión, la ética, etc., sobre las cuales el grupo posa su mirada. Ese relativo distanciamiento conviene al proceso mismo de análisis del hoy. El texto bíblico se presenta como un relato paralelo al presente, pero en estrecha relación con él, que brinda la posibilidad de ver, como en un espejo, los acontecimientos, actores y actrices de la realidad actual, sus énfasis, las carencias, las demandas y urgencias. Luego, iluminado por la reflexión bíblica, el grupo posee mayores argumentos para emprender la transformación de la realidad.
Durante ese complejo proceso educativo el grupo experimenta diversas sensaciones que forman parte de su propio camino pedagógico. En el análisis y la reflexión sobre la vida y la Biblia se genera atracción, repulsión, tensión, compulsión; el grupo se ve a sí mismo desafiado ante las formulaciones de la realidad bíblica y la realidad actual. Sufre, se divierte, expresa resistencias y aperturas, avanza, retrocede, se entusiasma y celebra; cada sospecha, cada descubrimiento genera una dinámica que impulsa y promueve la crítica y la autocrítica. El grupo no dejará de preguntarse por qué suceden todas esas cosas. Se revelan entonces los retos del aprendizaje, sus dolores y placeres, los obstáculos que enfrentan quienes participan en el trabajo grupal, y sus facilidades. La propia pedagogía del texto bíblico ayudará a superar las limitaciones y potenciará las habilidades personales y grupales.
El texto bíblico y la concientización
Tomar conciencia del mundo no es sólo conocer sus problemas, las causas que los originan y las teorías formuladas desde diversas latitudes sobre las posibles soluciones. Tomar conciencia del mundo, sobre todo, es un acto de sensibilización ética, de opción política e ideológica, de compromiso con la justicia, de desmitologización de los poderes que actúan en el mundo y de entrega al trabajo transformador que intenta conseguir un mundo mejor para las mayorías oprimidas y excluidas.
La pedagogía del texto bíblico entrena a los sujetos que participan en el trabajo grupal en el complejo camino de la concientización. En los procesos de lectura popular de la Biblia acompañados por el PRFSyP decimos que no se alcanza una completa comprensión de un texto bíblico si este no pasa por el cuerpo. Los textos bíblicos son la memoria histórica de un pueblo, su fe, sus luchas, sus dudas y certezas. Antes de ser texto escrito, la Escritura fue vida, inquietud, esperanza, sólo inteligible si se lee, como hemos planteado, desde la experiencia de fe y de vida actual.
En la pedagogía del texto bíblico el cuerpo cobra una relevancia extraordinaria. El cuerpo se convierte en instrumento de análisis que transforma las abstracciones en situaciones concretas, en las que se advierten olores, sabores, texturas, a través de las cuales emergen rostros y voces definidas. El cuerpo viabiliza una toma de conciencia a partir de las necesidades reales expresadas en la Biblia y en la vida; no miente en relación con lo que es justo y humano. Prioriza la reflexión sobre los elementos que limitan la plena realización de las personas y aquellos que la favorecen, y desarrolla en los oprimidos y excluidos capacidades de liderazgo, fuerza, sabiduría y autoridad arrebatadas por los sectores que oprimen y excluyen.
La pedagogía del texto bíblico revela una historia escrita con la mente, en el ejercicio intelectual de lo que es bueno o es malo, justo o injusto; pero también una historia escrita con el cuerpo, generalmente silenciada en la interpretación bíblica académica y oficial. Esa historia escrita con el cuerpo adolorido, sacrificado, insatisfecho, exige ser leída con el cuerpo, en el reconocimiento sensorial de las injusticias que afectan a las mujeres y los hombres, tanto en la Biblia como en el presente. El cuerpo no sólo demanda el ejercicio del pensamiento, sino que reclama enrolarse en alguna experiencia de transformación de la iglesia y la sociedad en la que se desarrollen los sentimientos.
Elaborado desde una determinada opción política e ideológica, el texto bíblico acelera la toma de partido necesaria para la transformación social y eclesial. La pedagogía del texto bíblico deja ver que no hay ingenuidad en la construcción del texto, en su perspectiva política e ideológica; que existe una opción, un lugar desde el cual se ha tomado partido, una tarea que se realiza en relación con la opción y el lugar asumidos, así como una metodología que guía el proceso de realización de la tarea y la producción del texto que plasma la reflexión sistemática sobre esta; por lo general, muestra un texto conflictivo y perturbador.
Como dijimos antes, la concientización no es posible sólo mediante la acumulación de conocimientos sobre las diversas problemáticas del mundo. En los procesos de Lectura Popular de la Biblia la concientización no se da por el mero hecho de conseguir más conocimiento sobre la Biblia, aspecto que aportan la exégesis tradicional y la hermenéutica bíblica clásica. La concientización es el fruto de un proceso educativo que combina teoría y práctica, actualización del saber y renovación del hacer. Lo más interesante resulta que la actualización del saber emerge de la paulatina renovación del hacer, en la medida en que crece el compromiso con la liberación. El grupo no estudia un texto para saber más, sino para hacer mejor. Por ello, se interesa en aquello que le permite actuar mejor en medio de su realidad. Consciente de lo que necesita tras el continuo análisis de la realidad, el grupo acomete el estudio de un texto bíblico para iluminar esa realidad y los caminos que pueden conducir a su transformación.
En muchos casos, el grupo desestima los saberes que, aunque sorprendentes, no tributan a la concientización para la transformación de la realidad. El grupo agradece más las experiencias que surgen de un hacer comprometido. En el acto educativo se establece un compartir de vivencias, herramientas metodológicas, dinámicas, saberes aplicados a una práctica concreta. Se agradece mucho que esas experiencias vengan acompañadas de un testimonio de vida en constante transformación. Dicho testimonio es captado, asimilado y celebrado por el grupo en su reflexión crítica.
La concientización se da desde la práctica, y el grupo que concientiza no desea conocer más que de las experiencias que surgen de ella.
El texto bíblico es uno de esos saberes. Como hemos dicho, este es vivencia popular, y mediante él el grupo percibe elementos que surgen de procesos de concientización. Si bien la realidad que rodea a los textos bíblicos pertenece a la Antigüedad, en el proceso de concientización grupal esta cobra vigencia. El grupo interpreta desde el hoy y descubre injusticias semejantes a las que ocurren en el presente, así como posibles alternativas liberadoras que puede asumir como incentivo para elaborar sus propias alternativas. No es un proceso simple, sino un genuino proceso de reinterpretación de textos fuertes que ayuda al grupo a concientizar el mundo en que vive, el objeto de su opción política y su lugar histórico.
La concientización alimentada en procesos de lectura de textos bíblicos cobra una dimensión extraordinaria. En las Escrituras no hay más sujeto que el pueblo. Desconocemos los autores de la mayoría de los textos bíblicos; no hay otra autoridad que la del pueblo en marcha liberadora. Los hechos y las palabras bíblicas propician compartir las prácticas entre el pueblo bíblico y el pueblo actual. El grupo, como hemos expresado, se reconoce fácilmente en el actuar y el decir de las y los protagonistas bíblicos, incluso en aquellos textos en los que el pueblo no parece intervenir directamente. En ciertos pasajes hay voces en el silencio del pueblo bíblico que no es protagonista, y el pueblo actual escucha, reconoce sus clamores y toma conciencia en su propia práctica, la que en determinadas ocasiones debe enfrentar intentos de silenciamiento semejantes, intencionados por las elites opresivas y excluyentes.
El grupo que se concientiza, en la medida en que lee los textos bíblicos, descubre con una mayor agilidad los proyectos totalizadores de las elites. En la trama bíblica aprende a percibir dos proyectos enfrentados: el popular-antihegemónico y el oficial-hegemónico. A través del cuerpo descubre los sufrimientos y sacrificios de la lucha porque el proyecto oficial no aniquile al proyecto popular. Este drama lo reconoce también en su presente, en el esfuerzo por defender su derecho a vivir con dignidad. La concientización es potenciada en la propia pedagogía del texto bíblico gracias a la cual, podemos decir, el pueblo actual y el pueblo de la Biblia se hacen amigos.
El texto bíblico y la praxis
En una ocasión, cuenta el Evangelio según Lucas (10,25-37), Jesús es requerido por un intérprete de la ley, quien, para probar si es leal a las prescripciones del judaísmo, le pregunta: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” Jesús, experto en conducir procesos educativos populares, le contestó con otra pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” El hermeneuta judío olvidó de repente sus intenciones de atrapar a Jesús en alguna infracción y contestó con aire de especialista: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Satisfecho, Jesús le dijo: “Bien has respondido; haz esto y vivirás”.
El hermeneuta se dio cuenta de la habilidad del Maestro, y “…queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?” A su pregunta, el gran educador popular añadió una parábola rebosante de sabiduría: “Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a misericordia. Acercándose, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: ‘Cuídamelo, y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese’. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” El intérprete de la ley, asombrado, apuró su respuesta: “El que usó de misericordia con él”. Contento Jesús por coincidir con el hermeneuta en aquel punto exclamó: “Ve y haz tú lo mismo”.
En los textos bíblicos el grupo no sólo encuentra relatos moralizantes, como ya hemos señalado; los textos bíblicos tienen una dimensión metodológica de gran valor para el aprendizaje grupal. La pedagogía que el grupo descubre en el texto bíblico le permite encaminar su propio proceso educativo mediante relaciones de horizontalidad y la construcción colectiva del conocimiento. De ese modo, la concientización no es un elemento impuesto al grupo que reflexiona sobre la vida y la Biblia, sino fruto natural del proceso educativo grupal con extraordinario impacto en la práctica social y eclesial.
Analicemos qué ocurre en el encuentro de Jesús y el intérprete de la Ley. El texto relata un auténtico evento educativo participativo. El intérprete persigue un objetivo: sorprender a Jesús en un desliz para demostrar que su prédica contradice las prescripciones del judaísmo. Jesús le invita entonces a un diálogo de saberes, no dicta su enseñanza como los maestros clásicos que toman al alumno como una enorme vasija vacía que deben llenar con los contenidos que sólo ellos poseen. No le increpa discurseando sobre el compromiso asumido en la Ley, el amor al prójimo, que el intérprete viola con las malas intenciones hacia su persona. Jesús prefiere comenzar desde lo que el propio intérprete conoce.
“¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?”, son las palabras de Jesús al docto en las Escrituras. A partir del conocimiento del otro, Jesús dicta su conocimiento, el cual brota desde una opción política y un lugar histórico concreto: la toma de partido por la justicia en defensa del pobre, el oprimido y excluido. El intérprete inquiere nuevamente, pero ahora lo hace desde el conocimiento que ambos han elaborado en el intercambio de saberes. “¿Y quién es mi prójimo?”, Jesús vuelve a la carga, pero anclado nuevamente en su pedagogía popular y liberadora. La parábola del buen samaritano, nacida de la experiencia popular, es la mediación entre una inquietud de dimensión política e ideológica y el nuevo conocimiento práctico que se necesita. Jesús no diserta sobre la naturaleza del prójimo, asunto que sólo el cuerpo ayuda a descubrir. Jesús invita a sentir y pensar para aprender, ejercicio que el intérprete aprovecha y le motiva a responder al Maestro con veracidad.
El gran “conocimiento”, la necesidad de optar políticamente desde el lugar de los pobres, oprimidos y excluidos, es decir, “ir y hacer lo mismo”. Pero no se trata de un dictamen de Jesús: es un juicio construido por ambos en el diálogo de saberes. Jesús actúa como movilizador del cuerpo del intérprete para que este logre sentir-advertir de qué lado está la justicia a partir de su propio saber. En lugar de retirarse con más conocimiento, el intérprete se va con una mayor apertura de sentidos hacia la realidad que le rodea, ha experimentado una nueva manera de ver la realidad a partir de la experiencia compartida.
La pedagogía del texto bíblico dinamiza la práctica social y la práctica eclesial, a partir de las relaciones educativas horizontales y la construcción colectiva de un nuevo sentimiento-conocimiento. El texto bíblico invita al grupo a la educación mediante el diálogo de saberes que promueve la participación, el intercambio de experiencias y las nociones que todas y todos tenemos sobre temas como la realidad, la justicia y la vida. Pero hay algo más: el texto bíblico sugiere un compromiso político en el proceso educativo que el grupo experimenta. La dimensión de ese compromiso político en la práctica educativa liberadora es quizás la mayor contribución de la pedagogía del texto bíblico.
Sin lugar a dudas, Jesús y el intérprete de la Ley no forman parte de un mismo grupo. Posiblemente el docto judío tampoco integró el movimiento de Jesús después de aquel encuentro, como pasó con tantos otros que jamás compartieron los énfasis de su ministerio a favor de las y los humildes. Como dijimos, la intención del intérprete era colocar al Maestro en evidencia ante la ortodoxia, como trasgresor de la Ley sagrada. Tal vez no asumió nunca el reto de optar por la justicia desde el lugar de los marginados, alternativa que requiere coraje y correr grandes riesgos. Sin embargo, aun en esa disyuntiva, la pedagogía del texto bíblico privilegia el proceso educativo participativo.
Algo le ocurrió al intérprete. Algo ocurre en nosotros y nosotras cuando escuchamos la invitación a “ir y hacer lo mismo”. Lo más importante es el camino pedagógico, la opción política y el lugar histórico desde el que se sugirió tomar conciencia del mundo, la metodología que puede facilitar la práctica liberadora. Todo esto llama la atención sobre el compromiso político, pese a las circunstancias y a la libertad de las personas de tomar sus propias decisiones. En ningún momento Jesús hace proselitismo, sino que invita a mirar con nuevos ojos el mundo del que se es parte y a tomar partido por la justicia.
La pedagogía del texto bíblico permite captar lo fundamental a quienes trabajan en grupo: ser consecuentes con el proceso educativo que transforma la realidad, aun frente a sus adversarios. Se trata de demostrar quién posee la verdad y posibilitar que otras y otros encuentren esa verdad en su propia reflexión y accionar. El camino abierto, entonces, origina una militancia.
De ese modo, el caminar educativo del grupo también se vuelve alternativa pedagógica para la sociedad en la que viven sus miembros. El verticalismo, la imposición de saberes y criterios, la subestimación de la población concebida como un objeto de los planes educacionales, la recepción pasiva de los conocimientos y las perspectivas pedagógicas de los maestros, la transgresión de los procesos de aprendizaje con planteamientos descontextualizados, el unilateralismo en el diseño de los contenidos, fenómenos típicos de la educación tradicional, se ven interpelados por una nueva experiencia educativa. La pedagogía del texto bíblico estará presente en cualquier experiencia en la que el grupo convoque a vivir una nueva forma de concebir y ejercer la educación, de leer la sociedad, de hacer por la vida, la justicia y la libertad.
La dimensión pedagógica en Lc 10,25-37
A continuación proponemos un ejercicio práctico de relectura bíblica en el que la comunidad de fe puede apreciar la pedagogía del texto sagrado, específicamente, en el caso de Lc 10,25-37. Nuestro comentario anterior sobre este pasaje aporta ciertas pistas, pero el grupo que acometa la lectura desde su realidad advertirá otros elementos importantes.
El esquema de preguntas dirigidas a este texto se puede aplicar a otros escritos bíblicos. Las preguntas suponen el desarrollo de los procesos de análisis de contexto, texto, pretexto, así como el retorno al contexto, esbozados más arriba. El ejercicio exige, además, el estudio minucioso del relato en el proceso de análisis del texto, al partir del conocimiento histórico, literario y del conflicto que ya indicamos.
Todo esto enriquecerá la reflexión grupal sobre la dimensión pedagógica del pasaje y ofrecerá mayores incentivos a la práctica comunitaria.
El ejercicio no tiene por que concluir en un mismo día de trabajo. Conviene organizar varios encuentros para que el proceso de diálogo y reflexión grupal se torne más rico.
Bloque A
1. ¿Qué análisis de la realidad se realiza en el texto?
2. ¿Qué juicio sobre la realidad se desarrolla?
3. ¿Qué práctica liberadora se impulsa?
Bloque B
1. ¿Cómo se desarrolla el análisis de la realidad en el texto?
2. ¿Cómo se logra el juicio sobre la realidad?
3. ¿Cómo se sugiere la práctica liberadora?
Bloque C
1. ¿Cuál es el mensaje del texto para la realidad actual?
2. ¿Cómo descubres ese mensaje?
3. ¿Qué prácticas liberadoras te sugiere el mensaje?
El Bloque A tiene como objetivo que el grupo capte el contenido educativo del texto, lo cual representa parte de su dimensión pedagógica. El Bloque B busca que el grupo aprecie el método pedagógico propuesto por la comunidad cristiana que le dio origen al relato. Con ese método, dicha comunidad intentaba desarrollar el contenido educativo en su realidad concreta. Quienes reflexionan alrededor del pasaje descubrirán en el contenido y el método la pedagogía del texto, fruto de la reflexión popular de la comunidad cristiana originaria. El Bloque C posibilitará el cierre del proceso de reflexión, y es posible que motive acciones concretas en la comunidad. Este bloque revela la capacidad del texto bíblico de impulsar nuevas rutas pedagógicas en el trabajo grupal, que se tornan texto sagrado, es decir, entramado de experiencias enriquecedoras en el camino de liberación comunitaria.
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Notas:
1—Ildo Bohn Gass y Eliseu Hugo Lopes: Una introducción a la Biblia. Volumen I: Puerta de entrada. Formación del pueblo de Israel, Editorial Caminos, La Habana, 2006, p. 81.
2—Carlos Mesters y Francisco Orofino: “Critérios e método da leitura popular da Bíblia”, en José Oscar Beozzo et al.: Educar para a justiça, a solidariedade e a paz, Ed. Paulus, Sao Paulo, 2005, p. 152.
3—José Severino Croatto: Hermenéutica práctica. Los principios de la hermenéutica en ejemplos, Editorial Verbo Divino, Quito, 2002, p. 25.
4—Ibid., p. 41.
5—Alejandro Dausá: Encuentros con el Maestro. La pedagogía de Jesús de Nazaret (segunda edición), Editorial Caminos, La Habana, 2006, p. 24.