¿Cómo comenzó todo?
El sindicato de maestros llamó meses antes de septiembre del 2011 a formar una coalición en contra de los cortes del presupuesto. Vino mucha gente diversa de la ciudad y se pudo conseguir que no se cortara el presupuesto.
¿Dónde fueron esas movilizaciones?
En la ciudad de Nueva York, específicamente en Wall
Street. Se hizo una semana de talleres, una campaña pública, una campaña en los medios de comunicación. Se creó una universidad popular en la que se dieron clases sobre diferentes temas relacionados con la crisis económica. Pero la movilización era muy tímida, y después que pasó a llamarse la Coalición del 99%, se fue cayendo. Todo sucedió mayormente en el mes de junio del 2011.
Después la revista canadiense Adbusters llamó a realizar acciones el 15 de septiembre. Un grupo de jóvenes tomó el espacio que está frente a la Bolsa de Nueva York en la calle Wall Street. Los sacaron inmediatamente, pero encontraron que había un espacio en una placita al norte de la Bolsa llamada Liberty Plaza y allá fueron.
¿Quiénes eran?
Eran jóvenes blancos de clase media alta, en su mayoría estudiantes de tres universidades privadas: New York University, Columbia University y Fordham University, todos con el mensaje de que querían cambiar algunas cosas, tipo “peace and love”, bastante tímidas. Pero después la Coalición del 99% llamó a que se uniera más gente a ese proceso. Y poco a poco, un grupo de nosotros se fue involucrando.
¿Quién es?
Por ejemplo, los miembros de la cooperativa nacional de trabajadores de restaurantes (Restaurant Opportunities Center), una organización nacional con una base fuerte en Nueva York. También los llamados neozapatistas de la comunidad mexicana en Nueva York, que son gente organizada en el Movimiento por Justicia en el Barrio, muy ligada a la Otra Campaña. Se unieron los grupos de jóvenes que habían luchado en la City University of New York, que es pública, y que crearon un movimiento que se llama Free CUNY y aboga por el acceso gratuito a la universidad.
Y a esos se les unieron otros grupos comunales más pequeños como la Asociación Comunal de Inmigrantes Dominicanos y un grupo de mujeres puertorriqueñas. Llegaron incluso representantes del In-
ternational Indian Treaty Council y de los grupos de apoyo al American Indian Movement, y grupos afronorteamericanos como el movimiento Grassroots Malcolm X. Estuvo la asociación de jornaleros inmigrantes. Y se dio algo muy interesante que poco a poco fue radicalizando el proceso y trayendo nuevos temas a la mesa: por las noches se fueron formando asambleas generales en las que se discutía la situación que estábamos viviendo y también qué acciones tomar el día siguiente.
Eso comenzó a ocurrir a la altura del 17 de septiembre, y seguía llegando gente.
¿Había ya alguna estructura organizativa?
En esos momentos no había estructura, lo que había era personas y grupos que tomaban la iniciativa para facilitar la reunión.
¿Qué grupos de los que concurrían consideras que tenían mayor iniciativa política o acumulado de experiencias?
Hubo una disputa por la facilitación del proceso entre el grupo de jóvenes blancos universitarios y, por ejemplo, el grupo de los trabajadores de restaurantes, que no tienen tanta formación política, pero sí experiencia en coordinar reuniones, conferencias, seminarios, asambleas de trabajo. Y también el movimiento de los afronorteamericanos, por ejemplo, el movimiento Grassroots Malcom X, que sí tiene una formación política seria, muy fuerte, son muy combativos, y ellos de inmediato se metieron en el proceso para facilitar.
En una de esas asambleas generales se trajo el tema de que no se podía aislar lo que estaba pasando en la plaza y que había que alcanzar a otras comunidades.
Hasta ahí no había otros brotes de Occupy en los Estados Unidos.
No. En total, en la plaza no habían más de cien o ciento cincuenta personas, de las cuales más o menos setenticinco se estaban quedando ahí, durmiendo ahí, viviendo ahí.
¿Tú estabas ya en ese momento?
Sí, yo entré a la semana de comenzar. Vine, realmente, porque había participado en la Coalición del 99% sin respaldo organizativo, sino como un individuo interesado en apoyar el proceso. Y porque trabajo muy de cerca con la coalición de trabajadores de restaurantes y he sido compañero de lucha de los compañeros afronorteamericanos y los indígenas.
Entonces, volviendo a lo que sucedió, se convocó a una manifestación de toda la ciudad que debía terminar frente a la alcaldía, que está a unas diez cuadras de Liberty Plaza, en la calle Broadway. Y ahí mismo, cerca de la alcaldía, están los edificios administrativos del Estado, el gobernador del Estado tiene una oficina cerca, la policía tiene su cuartel general ahí mismo.
Para nuestra sorpresa llegaron como dos mil personas. Y también para nuestra sorpresa había más policías que manifestantes. Y la gente, sin nosotros dirigir nada, sin una orden o una directiva, en vez de seguir para la alcaldía se fue en la otra dirección y comenzó a cruzar el puente de Brooklyn. Se interrumpió el tráfico y todo fue un poco escandaloso. La policía terminó arrestando ese día a unas setecientas personas.
Esa manifestación no tenía permiso de la alcaldía…
No tenía permiso. No había permiso de sonido, y se estaban usando equipos de sonido. No había permiso para nada.
Bastante atípico en las manifestaciones que se hacen en Nueva York.
Sí, fue todo lo contrario a lo que ha pasado, especialmente después del 11 de septiembre, donde todas las manifestaciones tienen que ser con permisos de la ciudad, de la policía y con un permiso aparte para el sonido.
¿Qué les imputaban a los detenidos?
Los acusaron de perturbar el orden público. Y cuando las personas preguntaban por qué las arrestaban les añadían la acusación de resistirse a un oficial. Hubo algunos casos violentos: la policía tiró gente al piso, hubo manoseos de todo tipo.
¿Qué cobertura tuvo la manifestación
en los medios nacionalesde los Estados Unidos?
Yo no sé cómo fue, pero por alguna razón estaban la NBC, la ABC y un periodista del New York Times. Yo no sé qué fue lo que los movió a llegar allí. Pero llegaron y lo cubrieron y lo publicaron. Esa misma noche salió un noticiero de la NBC con imágenes tomadas desde el aire con helicópteros donde se ve a toda esa masa de gente cruzando el puente y enfrentándose con la policía.
¿El nombre de “Occupy Wall Street” es una autodenominación o una construcción de los medios?
“Occupy Wall Street” viene del comienzo, porque así fue que se llamó la convocatoria que apareció en Adbusters.
Después hubo un debate, porque había un grupo que no quería usar ese lenguaje de ocupar por toda la cuestión colonialista, imperialista, porque nuestros barrios ya están ocupados por la policía norteamericana…
En la América Latina puede tener una connotación positiva. Las ocupaciones
del Movimiento Sin Tierra, por ejemplo.
Pero en una sociedad como la nuestra la palabra ocupación tiene una connotación militarista. Estamos hablando de la ocupación de Irak, de Afganistán. En ese tiempo todavía estaba fresca la ocupación de Libia.
¿Quién planteó ese debate?
Los puertorriqueños, que rechazaron ese nombre dada la ocupación de Puerto Rico.
Pero volviendo a la manifestación, la protesta captó la imaginación nacional. Te hablo de que todo el mundo en el país, todos los medios, se preguntaban quién era esa gente que se manifestaba así y enfrentaba a la policía. Con eso comenzó a llegar más gente. En la plaza un día éramos ciento treinta, ciento cincuenta personas y al otro día éramos dos mil. Comenzó a llegar tanta gente que la plaza empezó a convertirse en un pequeño poblado.
Había el que venía caminando con su mochila desde Kansas porque vio que aquí en Nueva York estaban haciendo algo interesante. Llegaron grupos de marihuaneros, hippies orgánicos, esto y lo otro. Y los medios se concentraron mucho en las imágenes de esos personajes, y eso fue lo que salió al mundo: los hippies que no se bañan, comen comida vegetariana, fuman mucha marihuana. Esa es la imagen que se le ha querido dar a la población norteamericana, para decirle que no vale la pena participar en eso. Pero la realidad es otra: la mayoría de las personas que participan en este movimiento son gente que viene del sufrimiento de la vida, de la pobreza, de la miseria, que no tienen tiempo para la marihuana.
Se organizó el área de la cocina. Para la avalancha de los medios de comunicación, se formó un equipo de prensa. Se montó un centro de música al que venían grupos musicales. Se armó un grupo de tambores puertorriqueños. Llegó un grupo de artistas dominicanos, llegó un grupo de jazz big band. Ahí hubo de todo: grupos de trova, de pop, de country. Se creó una biblioteca popular: la gente traía libros para compartir y discutir.
Llegó a crearse la cultura de que todos los días, desde la mañana, se formaban grupos de discusión. Fue espontáneo, no fue organizado, no fue propuesta de nadie, sino que comenzaron a surgir grupos de discusión sobre una variedad de temas: temas internacionales, temas nacionales, temas propios de las comunidades de la ciudad. Surgió la idea de que por qué no organizábamos mejor esas discusiones, y se comenzó a invitar a líderes nacionales y líderes comunitarios de la ciudad para facilitar conversaciones en la plaza.
¿Puedes mencionar a algunos?
Se invitó, por ejemplo, a un compañero que ha trabajado mucho en una de las pocas comunidades indígenas que quedan en la región de los Apalaches, nos habló sobre la experiencia de la minería en esa zona. Llegaron representantes de las comunidades de desplazados de Detroit.
¿Quiénes son los desplazados de Detroit?
Mira, es que Detroit históricamente era una ciudad muy industrial. Era donde estaban todas las grandes fábricas de vehículos, pero en los últimos veinte años, con los líos del Tratado del Libre Comercio y todos los cambios que ha habido en la economía norteamericana, la economía de Detroit quedó desolada. Muchos de los trabajadores se han visto en la miseria y los bancos les tomaron sus casas, porque ya no podían pagar el alquiler o la amortización. Y se ha formado en Detroit un movimiento de esos desplazados.
Y también comenzaron a aparecer algunos artistas, algunos raperos y alguna gente de cultura. Susan Sarandon se apareció una tarde y habló con la gente. Los raperos de Public Enemy hicieron presentaciones públicas.
Empezaron a producirse unas discusiones muy interesantes, al punto de que se comenzó a tomar notas de lo que de discutía, para ver cómo se podían llevar las ideas a la asamblea general para ir conformando una agenda más clara.
Paralelamente, casi todos los días se hacía una marcha que se casi siempre era enfrentada por la policía. Y cada vez había más arrestos. Se comienza a expandir el movimiento por el país. Se formaron Occupy en Oakland, San Francisco, Los Ángeles, Detroit, Chicago… Llegó a haber Occupy hasta en pueblitos pequeños, donde simplemente se reunían grupos de gente a discutir los temas que estaban saliendo.
Los medios de comunicación comenzaron a plantearse preguntas: ¿Qué es esto de Occupy?¿Por qué el gobierno no lo está controlando suficientemente? ¿Qué va a decir Obama sobre Occupy? ¿O será que Occupy es una estrategia? La extrema derecha decía que quizás Occupy era una estrategia del Partido Demócrata para movilizar apoyo para Obama en las elecciones.
¿Y en algún momento el tema electoral o la figura de Obama entran en el debate del movimiento?
Bueno, hay que recordar que la elección de Obama fue una de las primeras en las que votaron jóvenes masivamente. Y había muchos jóvenes que tenían alguna esperanza de que Obama diría algo a favor de los Occupy, que quizás saldría algún día a los campamentos, que apoyaría. Pero nunca se dio. Y eso hizo que la gente se fuera desalentando un poco con la figura de Obama. No obstante, había una visión más o menos clara —no del todo, pero más o menos clara— de que estábamos en contra de las políticas del Partido Demócrata y del Partido Republicano.
Ahora bien, algo nuevo empieza a pasar más o menos a la altura de octubre. Como el número de personas que estaba participando era cada día mayor, algunos partidos de la izquierda tradicional se comienzan a involucrar. Entre ellos estaban el Socialist Workers Party, el Party for Socialism and Liberation, el Workers World Party —esos tres de corte troskista— y el Revolutionary Communist Party, de corte maoísta, y en menor grado los Spartacists y grupos por el estilo. Estos partidos comenzaron a mandar cuadros con la idea de que podían tomar en sus manos este proceso.
En las asambleas generales se organizaban para meter sus propuestas y cosas así. Pero nunca ganaron muchos adeptos en el movimiento. La gente no le hacía mucho caso a las ideas que proponían, pero sí le daba cierto espacio para traer su propaganda y hablar.
Y es en ese proceso que se ve que ya la asamblea general involucraba a tanta gente que las reuniones comenzaban casi siempre a las cinco o las seis de la tarde y se prolongaban hasta la madrugada.
¿Ahí todavía no había ninguna estructura organizativa?
En ese momento no. Hasta que sale una propuesta de la asamblea general que fue idea de otro grupo político más pequeño que se llama International Socialist Organization, también trotskista, que propuso crear un consejo de representantes de las diferentes personas y grupos participantes. La gente no le hizo mucho caso, porque estaba muy entusiasmada con la idea de que era una democracia directa en la que todos participábamos, pero sí se decidió crear una serie de comités, debido a las críticas que habían surgido de que no siempre se le prestaba atención a alguno de los temas, o que un grupo quería meter su mensaje más que el otro. Se formó un comité de afronorteamericanos para traer los temas afronorteamericanos. Se formó un comité de latinoamericanos que se llamó Comité Latinoamérica para llevar los temas de la lucha en la América Latina. Se formó después un grupo que se llama Occupy en Español para ver los temas de las comunidades latinas en los Estados Unidos. Se formó un comité de temas indígenas…
Progresivamente comenzaron a surgir todos estos comités por grupos étnicos. Pero también surgieron comités dedicados al medio ambiente, la lucha por la tierra, la lucha de los campesinos. Se formó también un comité en contra de la militarización de la sociedad y se formó un comité de expresos en contra del complejo industrial de las prisiones.
¿No estaban los veteranos?
Sí, después se formo un comité de veteranos. En realidad se formaron dos: un comité de los veteranos más recientes de Irak y Afganistán, que fue muy apoyado por el Party for Socialism and Liberation de Gloria La Riva, que tiene un sector muy fuerte de veteranos de esas dos guerras. Y se creó también un comité de los veteranos de los movimientos de los sesenta, de Vietnam.
Tengo entendido, porque tú formas parte de él, que hay también un comité de religiosos.
Y hubo una serie de sucesos interesantes en ese sentido, porque alrededor de la plaza Occupy hay una iglesia famosa, Trinity Espiscopal Church, que es la iglesia más vieja de la ciudad, fue la iglesia donde el 11 de septiembre la gente ponía los carteles, buscaba personas… Pero esa iglesia también es una de las más ricas de la ciudad de Nueva York, ya que es el tercer mayor propietario de terrenos de la ciudad de Nueva York.
Los sacerdotes de esa iglesia —no el obispo— salieron a apoyar y abrieron la iglesia para que los ocupantes de la plaza usaran el baño y parte de su cocina. Y diferentes religiosos, yo entre ellos, comenzamos a formar parte de un núcleo de líderes religiosos: laicos, sacerdotes, monjas y un grupo de seminaristas del Union Theological Seminary y dos seminaristas del seminario episcopal New York General Theological Seminary. Comenzamos a hacer misas populares en la plaza todos los domingos. Ahí se nos unió Luis Barrios, de los Pastores por la Paz, de la parroquia de Santa María.
Empezamos a coordinar entre nosotros cómo movilizar las comunidades cristianas que, por algún temor, no se habían acercado demasiado al movimiento. Y después del éxito de las misas todos los domingos, se comenzaron a hacer en la semana grupos de estudios bíblicos y otros eventos religiosos con una liturgia muy abierta, muy participativa, no solamente con la comunidad cristiana, sino con todos los que querían participar. Más tarde se involucró un grupo de la Nación del Islam de la mezquita de Harlem y del movimiento musulmán norteamericano Muslim American Society, que siempre ha tenido una política muy progresista y revolucionaria. También se incorporó el grupo de los budistas y otros.
Algunas de las universidades que has mencionado, entre ellas el Union Theological Seminary, acogen a teólogos muy importante de las teologías contextuales norteamericanas, incluida la Teología Negra de la Liberación.
¿Alguno de de ellos se involucró?
No, el único teólogo de esa estatura que se acercó al movimiento fue Cornel West, que varias veces fue a la plaza a dar charlas y conversatorios. West hace una teología que se ocupa del tema de las clases, que es un tema casi ignorado en la teología norteamericana. La suya es una teología del trabajo de base y West ha sido partícipe de las diferentes luchas norteamericanas; ha estado muy cercano no solo al movimiento de los derechos civiles, sino también a los de los inmigrantes, los jornaleros. Pero la reacción de las jerarquías de las iglesias protestantes fue totalmente opuesta. En cierto momento, viendo que no había suficiente espacio en la plaza, se comenzó en pensar qué otros terrenos podíamos ocupar. Y se ubicó un espacio espectacular, grande, céntrico, en la calle Canal y 6ta avenida. Ni siquiera sabíamos que era de la iglesia; fue después que supimos que ese terreno le pertenecía a la Trinity Episcopal Church. Pero la iglesia no lo estaba usando, era un terreno baldío, y se promueve en la asamblea general y a través de los comités que se tome este terreno. Justo en esos días fue que se formó el Consejo de los Hablantes, el Spokes Council, compuesto ya por representantes de los comités.
Que ya llegaban a cincuenta.
Sí, y se le encargó a ese consejo de hablantes el trabajo de conformar ideas sobre las acciones concretas que se podían emprender a corto y largo plazos, y abordar más de cerca la cuestión de las relaciones con otros Occupy y con otros movimientos. Y en una reunión del Consejo, con el apoyo del comité religioso, dijimos: “Vamos a tomar ese terreno de la iglesia Trinity”.
En la segunda semana de octubre —alrededor del 12 o el 13 de octubre— se decide que se va a tomar ese día. Llegaron más o menos cinco mil personas a hacer la toma, y apenas pusimos el primer pie en el terreno, el obispo llamó por teléfono a la policía para decir que se había violado la propiedad privada de la iglesia. La policía reaccionó con la misma fuerza de siempre, pero esta vez sacó porras, sacó gas pimienta y atacó a los manifestantes. Ese día se arrestó a unas quinientas personas. El grupo de los religiosos quedó muy impactado, especialmente los que nunca se habían visto en una experiencia así. No entendían por qué el obispo había llamado a la policía. No entendían por qué la iglesia tomaba una posición tan reaccionaria. Y fue muy difícil.
De inmediato la jerarquía de la iglesia reaccionó: a los sacerdotes que estábamos involucrados nos amenazó con que si queríamos seguir en nuestras parroquias teníamos que dejar de participar en Occupy, porque ya habíamos pasado la línea sagrada entre participar en movimientos de protesta y atacar a la iglesia. Pero el movimiento no se dio por vencido y en la reunión del Consejo de Hablantes, de nuevo con el apoyo del comité religioso, se decidió hacer otro intento de tomar el terreno.
Y pasó lo mismo. El obispo llamó a la policía, y después de que nos dieran con las porras dos veces en la cabeza se decidió organizar un comité para negociar con la iglesia. Pero ya la sangre había corrido, el obispo y la iglesia estaban molestos con el movimiento y no querían negociar. A través de un contacto se llamó a Desmond Tutu para que intercediera a favor nuestro, cosa que hizo, pero aun así el obispo se negó. Y ahí fue que a la tercera dijimos: “Bueno no hay espacio de negociación ni a la buena ni a la mala, así que intentemos tomar el terreno de nuevo”.
Pero ocurrió lo mismo: la policía llegó en masa y sacó a todo el mundo del terreno. Hubo un obispo auxiliar de la diócesis de Brooklyn que estuvo entre los primeros que entró al terreno y a ese fue el primero que le dieron un porrazo y le echaron gas pimienta y lo arrastraron hacia afuera.
Ese fue un momento crítico para el movimiento, porque no se pudo ocupar el lugar y la gente no se lo explicaba; si somos más, si la gente está motivada y dispuesta a todo, ¿por qué no se pudo ocupar? Y hubo quien se amargó, se puso triste. Pasamos una o dos semanas sin saber muy bien qué hacer, hasta que se decidió crear un comité contra la represión. Ahí jugó un papel importante el grupo maoísta, que tenía una experiencia muy grande en el enfrentamiento a la brutalidad policíaca en las ciudades.
Después de que se formó ese comité comenzó la gente de nuevo a participar y se convocó a una manifestación nacional en diferentes ciudades para el 22 de octubre, que es el día nacional en contra de la brutalidad policíaca y la represión. Ya en esos momentos en Oakland, en Chicago, en San Francisco, en Washington también estaban dando palos. Se hace esa manifestación en Nueva York y llegan más de cuarenta mil personas.
¿Dónde tuvo lugar?
En Union Square, que ha sido históricamente la plaza de las grandes manifestaciones. Fue magnífico. Levantó mucho el ánimo de la gente y del pueblo. Pero al mismo tiempo que nosotros hacíamos una manifestación contra la represión, ya se estaba dando una orientación desde la Casa Blanca a los destacamentos de la policía de que había que comenzar a desalojar al movimiento.
¿Tú crees que esa decisión involucra al presidente?
Yo creo que sí. Creo que involucra al presidente, al Consejo de Seguridad Nacional, a los órganos de Seguridad del Estado, que obviamente vieron que se les estaba yendo un poco de la mano esto de que la gente se tomara los espacios que quisiera. Y creo que lo más desafiante en todo este proceso fue que se democratizaron espacios, que por primera vez en tanto tiempo la gente se vio libre para hablar de toda una serie de temas. Que nadie nos podía prohibir quejarnos en público, que a pesar de todos los porrazos, del gas pimienta y de toda la represión de la policía, venía gente de todo tipo a la plaza.
Hablamos antes de la composición del núcleo que inició el movimiento.
¿Cómo había cambiado a esas alturas?
Ya para ese momento no era un movimiento de jóvenes blancos universitarios de clase media. Ya había un balance en cuanto a la diversidad, porque venían en masa de las comunidades de inmigrantes, venían en masa de las comunidades negras, venían en masa de las comunidades indígenas, cosa que me sorprendió, porque las comunidades indígenas son de las más reprimidas en los Estados Unidos. Llegó incluso gente de las reservas del norte del estado de Nueva York, gente de la comunidad asiática, muchos inmigrantes de países como Paquistán, Bangladesh. Fue increíble ver el cambio que se produjo en unas semanas.
Yo creo que lo que se dio en esa plaza y en ese movimiento es un reflejo de lo que quisiéramos ver en un futuro en la sociedad norteamericana: espacios donde todos llegamos a una sola mesa, todos con nuestras diversidades, nuestras complejidades, nuestras contradicciones, nuestros problemas: como somos. Era una prueba de que los Estados Unidos, el país nacido de la violación, de la esclavitud, de la ocupación de territorios indígenas, del abuso de la mano de obra inmigrante, puede estar todo junto y darse la mano.
Para muchos de los blancos que participaron fue un proceso que los cambió mucho, porque por primera vez participaban directamente en luchas juntos a personas de color.
¿Y el componente etario?
Había una fuerte presencia juvenil, que es algo que no se ve regularmente en la política norteamericana. Pero yo creo que lo importante de este movimiento es que no es solamente un movimiento de jóvenes, sino que en las acciones no hay discriminación: participan desde los más viejos hasta los más jóvenes, no se le niega a nadie la voz, no se le niega a nadie poder participar en las reuniones porque sea demasiado joven o demasiado viejo. Y eso también es un reflejo de lo que queremos ver en nuestra sociedad.
¿Se mantiene actualmente el Consejo de Hablantes?
Sí, y las acciones. Pero lo que iba a decir es que en octubre se desalojó. La policía llegó de madrugada y desalojó el campamento a finales de octubre. La biblioteca popular la desbarató, rompió libros, botó libros. Destruyeron las computadoras que se habían montado para el equipo de prensa. Desalojaron a la fuerza a las personas que estaban durmiendo allí en ese momento. Y eso desorientó mucho al movimiento.
A partir de ahí ha decaído un poco la asamblea general por el hecho de no tener un espacio físico donde se pueda reunir el movimiento. Pero lo que sí se siguen dando todas las semanas son las reuniones del Consejo de Hablantes.
¿Dónde se dan?
En diferentes puntos. Uno de los lugares de reunión donde más seguros nos hemos sentido es una iglesia: la Judson Memorial Church, que siempre ha sido una iglesia radical. Está ahí, frente a la Universidad de Nueva York, en Washington Square Park. Es de la Iglesia Unida de Cristo (United Church of Christ), que es de las denominaciones más progresistas de los Estados Unidos.
¿Y esta reunión no se ha movido a barrios emblemáticos de inmigrantes como Washington Heights?
Lo que ha sucedido es que se comenzaron a formar Occupy en los barrios: Occupy Washington Heights, Occupy el Barrio, Occupy Bronx. Y esos movimientos empezaron a formar asambleas generales en sus barrios muy ligadas a los comités que se habían formado ya anteriormente.
¿Y la interconexión de todo esto?
La interconexión es que todo lo que se dice en esos barrios se comparte con el Consejo, y este también formula y promueve ideas y propuestas que se comparten y se discuten con los Occupy a nivel barrial. Eso ahora es lo que está cogiendo más fuerza, particularmente en el Bronx, donde la comunidad ha salido a la calle al punto de que ahora las confrontaciones más grandes que se están dando de Occupy se están dando en el Bronx.
¿Cuál es la composición social del Bronx hoy?
El Bronx es mayormente caribeño: dominicanos y puertorriqueños, y ahora una nueva inmigración mexicana. Y yo diría que un 10-15% afroanorteamericano, pero es una comunidad fuertemente caribeña. El Bronx es el punto de tránsito de todos los alimentos que van a la costa este de los Estados Unidos, pero es una de las comunidades más hambreadas del país. Se ha dado una batalla contra una compañía transnacional, Fresh Direct, que quiso instalar una nueva fábrica en la comunidad. Iba a desalojar gente, iba a arrasar territorio y la ciudad le iba a dar un subsidio de dos millones de dólares para montarla. Pero la gente se movilizó y ha podido —increíble— impedir que la ciudad le de ese subsidio.
El lenguaje de las publicaciones del movimiento es antisistémico, anticapitalista. ¿De dónde viene esa matriz en un movimiento que a veces se dice que es muy reivindicativo?
Yo creo que eso viene de la incorporación de diferentes personas que sí vienen de experiencias de movimientos anticapitalistas, de las luchas que se han dado en los Estados Unidos, de algunos grupos que tienen una formación marxista.
Inicialmente el lenguaje era tímido, pero creo que fue realmente con el proceso de las charlas, las conversaciones diarias en la plaza que la gente —y esto fue lo interesante— empezó a analizar los problemas de conjunto, a conectar, por ejemplo, los problema de la inmigración latinoamericana con los desalojos y los desplazamientos de los trabajadores de Detroit, o sea, que hubo un Tratado de Libre Comercio que les quitó los trabajos a ellos y nos forzó a nosotros a inmigrar acá, a este país. Y la gente poco a poco comenzó a decir que parecía que era algo sistémico, que había algo en el sistema que no permite que las cosas mejoren. Y algunos pudimos ponerle nombre: eso es el sistema capitalista. Y se ha ido poco a poco, en un proceso lento.
De concientización colectiva.
¿Y qué posibilidades tú ves de una lucha que ya no sea por la inclusión,
sino más radical, anticapitalista?
La diferencia que le veo a los discursos que se están dando en Occupy con el resto de la historia de los movimientos en los Estados Unidos es que no solamente se está llamando a una revolución que cambie el sistema, sino a una revolución de las ideas, de la conciencia nacional del país. Queremos crear una cultura nueva en este país. No queremos seguir pensando de la misma manera. Queremos que las relaciones humanas cambien también, aparte de cambiar el sistema. Y eso ha sido lo que ha unido a toda esta diversidad de gente.
Eso los conectaría con la experiencia del Foro Social Mundial, que es expresión también de una diversidad de actores sociales y que ha tenido una gran dificultad para traducirse en un movimiento con propuestas alternativas que conduzcan a su consigna de que otro mundo es posible. Hubo una edición del Foro Social Mundial en Atlanta y otra en Detroit. Inclusive, al llevar el Foro a los Estados Unidos evitaron un desbalance en el protagonismo entre movimientos sociales o grassroots, como se les conoce en los Estados Unidos y ONG u
organizaciones más tradicionales de clases medias progresistas o radicales. Y, además, introdujeron algunas innovaciones en la metodología del Foro con la celebración de asambleas en diferentes lugares de los Estados Unidos. ¿Ves alguna conexión entre este proceso del Foro Social de los Estados Unidos y lo que está ocurriendo en torno al movimiento Occupy?
Yo creo que sí. El Foro fue un proceso magnifico, porque dio el espacio para abrir discusiones a nivel nacional que hacía mucho que no se daban. Y de juntar gente, organizadores populares de instituciones comunitarias, activistas por la paz y la justicia social: juntarlos a todos a discutir diferentes temáticas. El hecho de que en diferentes comunidades se formaron grupos de discusión antes y después del Foro, el hecho de que se hicieron caravanas nacionales donde en cada parada se discutían los temas fue algo importante, porque creo que ha sentado las bases de un modelo de participación popular y de educación en las comunidades locales. Y resulta ser que no son pocos los que participan en el movimiento Occupy en diferentes partes de los Estados Unidos que son activistas que participaron en este proceso.
¿Entre las consignas de Occupy no está la de que otro mundo es posible?
Sí, pero no tanto. La consigna global que difunde el mensaje de Occupy es el concepto del 99%, contra el 1%. Ese concepto es fruto de muchas discusiones, de mucha educación y creación de conciencia. La mayoría de la gente comenzó a llegar a la conclusión de que el 99% éramos los pobres, los oprimidos, los desterrados, los desplazados del mundo. La mayoría de los que habitamos este planeta somos de ese grupo y hemos sido sometidos por el grupo selecto del 1%. De ahí que pensemos que no se trata solamente de crecer y crear algo nuevo en este espacio, sino de crear conexiones con los movimientos de lucha en todo el mundo.
En parte, el movimiento Occupy se inspiró mucho en la primavera árabe, lo que sucedió en Túnez, en Egipto. Inspiró mucho ver esas masas de gente en la calle. Y también lo que comenzó después en Europa, en España, y otras experiencias que se han dado a nivel mundial reciente e históricamente. Hubo un grupo de jóvenes que había participado en el encuentro en Cochabamba que se sentían inspirados por el proceso de Bolivia. Allí hubo una delegación muy fuerte del Bronx.
Poco a poco, diferentes personas hemos ido trayendo material para compartir sobre el proceso en Cuba, el proceso en Venezuela, todos los procesos de cambio que se han dado en la América Latina en estos años, que nos han servido mucho de inspiración.
Lo que todavía no sabemos en el movimiento es cómo captar toda esa información y crear a partir de ahí un proceso de formación organizado. Porque entendemos que cambiar el sistema es un asunto de largo plazo, que no está al doblar de la esquina: tenemos que organizarnos y prepararnos.
Inicialmente éramos algunos los que teníamos esa idea, pero la realidad práctica de lo que nos ocurría llevo a la gente a las mismas conclusiones. El hecho de que nos desalojaron, de que la gente se dispersara y no supiéramos qué hacer nos enseñó que nos faltaba estrategia, nos faltaba formación, faltaban muchas cosas en el proceso simplemente por falta de experiencia política organizativa. No sabíamos. En las reuniones del Consejo de Hablantes y en las asambleas generales se lanzaban ideas de todos lados y la que sonaba mejor, la que sonaba más práctica, era la que se llevaba a cabo.
El movimiento tiene como antecedente el movimiento antiBush, diverso también,
y el movimiento contra la guerra.
Y más allá de eso el movimiento por los derechos civiles, del que nos vienen algunas de las tácticas de no violencia. Pero el movimiento en contra de la guerra, el movimiento antiBush se vieron muy sometidos al proceso de las elecciones de Obama, pusieron todas sus energías a favor de la campaña de Obama. Hicieron un compromiso de no organizar manifestaciones o marchas durante la época electoral ni después, porque se suponía que Obama era un presidente comprometido con la paz. Y hasta Answer Coalition, que tiene una posición fuerte, revolucionaria, radical, no hizo campaña a favor de Obama, pero se calló un poco y no organizó grandes manifestaciones.
O sea, que Obama ha sido un factor de desmovilización.
Si. En los últimos tres años de la administración de Obama yo creo que a lo sumo hubo dos o tres manifestaciones nacionales en contra de la guerra. Y no hubo ningún proceso realmente grande de movilización o de concientización en contra de la guerra.
¿No hay temor de que el tiempo desgaste el movimiento?
Es un temor real y grande.
¿Un temor o un hecho?
Un hecho, porque la gente no va a estar en las calles siempre. Los números han bajado. Por eso la necesidad de organizar a la masa que está activa, y no solamente a la que ha salido, sino ir más allá. Si no nos organizamos, si no hay una organización clara que tenga estrategia, que tenga formación política, que tenga un proceso de educación masiva con las comunidades, esto no va a durar mucho tiempo. Se va a ir cayendo a pedacitos, que es lo que ha pasado con otros movimientos sociales en los Estados Unidos, que han tenido su momento climático y después el pueblo cae de nuevo en la desmovilización, la falta de ánimo, la falta de esperanza.
¿Cuánto puede también pesar ahora la recta final de las elecciones?
Bueno, interesantemente, hubo muchas discusiones sobre cuál podía ser la posición pública del movimiento Occupy en cuanto a las elecciones, dado que Obama quería la relección y en el Partido Republicano hay varios candidatos de extrema derecha. Después de muchas discusiones se ha llegado a la conclusión de que hay que rechazar a ambos partidos y rechazar las elecciones.
¿Es un consenso del movimiento a nivel nacional?
Mayormente de Nueva York, Oakland y San Francisco, y de Chicago. Todavía se desarrolla un proceso de convencimiento con los demás Occupy.
¿Cuántos movimientos se mantienen activos?
Muy activos se mantienen en diez o doce ciudades. Ahora, ¿qué pasaría si hay que decidir en un momento crítico entre Obama y la extrema derecha del Partido Republicano? Yo con exactitud no sé cuál sería la posición de Occupy. Eso sería un debate intenso.
¿Y qué nivel de incidencia en el público norteamericano tendría esa decisión?
Yo creo que nuestra posición tiene incidencia en el sentido de que constituye un mensaje, pero hay que recordar que en los Estados Unidos realmente vota un 30% de la población. No creo que nosotros cambiemos cómo vota la gente. Yo no creo que la visión de Occupy Wall Street vaya a influir tanto en la cuestión de los votos. La razón fundamental por la que se quiere tratar este tema es porque desde el inicio se produjo un proceso de desinformación a nivel nacional. Los medios han querido hacer ver que Occupy está ligado al Partido Demócrata, que Occupy apoya a Obama. Y lo cierto es que la Casa Blanca oficialmente no ha hecho muchas declaraciones. Obama no ha dicho ni sí ni no, pero nosotros estamos claros: sabemos que no. Y es importante que el pueblo sepa esa distinción.
No lo mencionamos antes, pero tengo entendido que otro de los movimientos que confluyen en Occupy es el de lesbianas, gays, busexuales y transexuales (LGTB).
Sí. Es un movimiento fuerte y que ganó una gran victoria en Nueva York el año pasado cuando se consiguió que el estado de Nueva York reconociera los matrimonios y las uniones civiles del mismo sexo. Ellos se integraron de lleno a Occupy Wall Street. En el movimiento hay un comité LGBT y un comité específico de LGBT de personas de color. Han jugado un papel importante no solo en cuanto al tema político, sino también en la cuestión espiritual, en la participación en las misas populares, en los encuentros religiosos que se dan durante la semana. Ha sido una participación muy fuerte.
¿Y los sindicatos?
La relación con los sindicatos ha sido diferente y un poco difícil, porque desde los años ochenta el nivel de combatividad de los sindicatos estadounidenses ha bajado mucho.
¿El nivel de afiliación o el nivel de combatividad?
Ambas cosas. El porcentaje de trabajadores afiliados a un sindicato ha bajado más o menos a un 7%, un 10%; y los que sí quedan fuertes están muy ligados al Partido Demócrata.
El movimiento ambientalista también es muy diverso, pero de manera creciente
la consigna que adopta es “Cambiemos el sistema, no el clima”¿Hay alguna
referencia al interior de Occupy no a los temas ambientales tradicionales,
sino al del cambio climático?
Ha sido una preocupación desde el inicio. El grupo del Bronx que fue a Bolivia trajo desde el inicio la proposición de tratar el tema del cambio climático y los derechos de la madre tierra. Incluso se comenzó hablar del concepto del Buen vivir que trajeron de Bolivia. Cuando nosotros hablamos de la crisis económica también hablamos de la crisis del planeta. Cuando hablamos de la crisis de los inmigrantes, hablamos de crisis ambiental.
Siempre nos aseguramos de hacer todas las conexiones. La única falla es que creo que no ha habido una buena coordinación de parte del movimiento Occupy con este movimiento sobre el cambio climático en el resto del continente y a nivel mundial. Yo creo que hay espacio y posibilidad de hacer esas conexiones, de hacerlas más y de hacerlas más fuertes.