La psicología pastoral en las comunidades eclesiales de hoy
Lo que algunos evangélicos latinoamericanos y algunos católicos europeos llamamos psicología pastoral1 se conoce también por otros nombres. Cuando egresé del Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, Cuba, en 1952, nuestro profesor, el doctor René Castellanos, había traducido lo que en los Estados Unidos se llamaba pastoral counseling como psicoterapia del consejo. Mientras estaba en Francia realizando mis estudios doctorales en la Faculté de Theologie protestante de Montpellier, me encontré con el libro de E. Thurneysen, Doctrine de la cure d’ame (Doctrina de la cura del alma).2 Cura del alma es un término utilizado también en alemán (seelsorge). Al llegar a la Argentina descubrí que a esta materia se la llamaba psicología pastoral; por tanto, adopté ese nombre hasta hoy. Otros nombres de esa disciplina son práctica curativa,3 cuidado pastoral,4 práctica pastoral, poiménica, asesoramiento pastoral, sanidad interior, etc.
Quiero hacer un breve comentario sobre la sanidad interior. No hay evidencia de que exista un ser humano interior, separado del hombre/mujer en su totalidad, salvo en forma imaginaria, por ejemplo, como expresa San Pablo en Romanos 7. Por tanto, no se debería intentar la cura de nuestra parte “interior”, dejando intacto al resto del ser humano. Nuestra meta debe ser holística, es decir, debemos procurar la salud integral.5
El surgimiento de la psicología pastoral como parte de la teología práctica o pastoral
La Segunda Guerra Mundial, bancarrota del narcisismo humanista, con su secuela de muerte y destrucción, trajo, sin embargo, el nacimiento de la psicoterapia de grupos y la psicología pastoral. Los miles de enfermos, la abundancia de pacientes y una escasez de psicoterapeutas: esta situación trajo como consecuencia la terapia de grupos, que ha dado muy buenos resultados, inclusive a nivel de la psicología pastoral. Por otro lado, el eclipse de la psicología de la religión, sumado al surgimiento de necesidades espirituales en una situación catastrófica, dio como resultado el nacimiento de esta joven ciencia: la psicología pastoral. Han pasado muchos años, y tanto la psicoterapia de grupos como la psicología pastoral continúan dando sus frutos a pesar de que la situación actual es completamente diferente de aquella que hizo necesaria su creación.6
Después de la Segunda Guerra Mundial, un gran número de pastores evangélicos produjo obras de psicología pastoral en los Estados Unidos. Se destacaron Seward Hiltner, W ayne E. Oates, Russell L. Dicks y otros. En el mundo de habla hispana durante mucho tiempo sólo contábamos con traducciones de obras escritas originalmente en inglés. Afortunadamente esta situación ha mejorado parcialmente.
En el mundo católico de los Estados Unidos se escribió muy poco sobre psicología pastoral. Recientemente ha aparecido en Europa la obra, ya citada, de Isidor Baumgartner, quien es catedrático de teología y profesor de psicología pastoral en Passau y Viena, actividad que articula con su participación activa en el campo de la consejería pastoral y en la preparación de cursos de formación y posformación. Este autor dice algunas cosas muy interesantes:
Con ánimo profético e igual amplitud de miras, los padres del Concilio Vaticano II prepararon el camino para una psicología pastoral responsable. Este cambio de agujas estuvo motivado tanto por razones espirituales como pastorales y científicas. El ser humano podría, según los padres del Concilio, “obtener un mejor conocimiento de sí mismo” (Gaudium et spes, 5) a través de la psicología. Ella podría “ser muy útil al bienestar del matrimonio y de la familia, y a la paz de la conciencia” (Gaudium et spes, 52). Las capacidades pastorales podrían con su ayuda –así se puede concluir a partir de los textos– “escuchar a otros en el espíritu del amor, abrirse espiritualmente a las diferentes situaciones humanas” (Optatam totius, 19). Por eso, se dispone que “en la pastoral deben tenerse en cuenta… los resultados de las ciencias profanas, sobre todo de la psicología y de la sociología, de manera que también los laicos lleguen a una vida clara y madura” (Gaudium et spes, 62). Los teólogos deberán, en el marco de su formación, ser instruidos “en los últimos conocimientos de la psicología sana” (Optatam totius,11).7
Después de más de dos décadas desde la finalización del Concilio, está aún sin resolver en gran medida, para la teología y la pastoral, esta opción de un diálogo con la psicología. La psicología pastoral es un terreno escasamente reconocido, terra incognita, no sólo para muchos pastores sino para el conjunto de la teología.8 El presente estudio intenta adentrarse en esa “tierra de nadie” entre teología y psicología, entre pastoral y psicoterapia. Debido a que para ello existen pocos “cuadernos de viaje y descripciones de paisaje”, se entiende esta investigación a modo de una primera aproximación. En consecuencia, mucho será lo que quede fuera de su alcance. Sin embargo, los caminos recorridos deben esbozar algunos de los contornos y formaciones típicas de la psicología pastoral para dar una imagen de su multiplicidad y fascinación.9
La psicología pastoral tuvo sus precursores: los principales fueron Oskar Pfister (1873-1958) en Suiza y Anton Boisen en los Estados Unidos. Considero que en el mundo evangélico el doctor Hugo N. Santos ha realizado la mejor síntesis de la vida y obra del doctor Oskar Pfister, pastor protestante, psicoanalista y pedagogo.10
Psicología pastoral y evangelización
Resulta imposible englobar todas las maneras que existen hoy de orientar y pastorear a la iglesia del Señor, ya que hay una gran diversidad de enfoques. Esta diversidad se expresa también en los diferentes nombres que existen para esta disciplina pastoral. En la mayoría de los enfoques de lo que originalmente se llamó pastoral counseling existe una especie de “andamio cultural” como elemento de ayuda en la construcción de personalidades sanas y plenamente cristianas. Este marco teórico, procedente de la cultura, ha sido tomado de diferentes esquemas psicológicos de nuestro medio. En el caso de la sanidad interior, según la visión actual, existe un amplio abanico conceptual que va desde la presunción de la posesión demoníaca como etiología de los trastornos de la personalidad hasta la utilización de recursos psicológicos como ayuda para la enseñanza bíblica pastoral.
El objetivo final de la evangelización es similar al de la psicología pastoral. Las dos disciplinas tienen como objetivo llevar el evangelio a los seres humanos para el logro de la redención integral en esta vida y por la eternidad. Ambas disciplinas procuran la salvación de todo el ser humano y de todos los seres humanos. La salvación cristiana incluye también la salud: la espiritual, la mental y la corporal. Una evangelización que pretenda solamente alcanzar la vida eterna no merece, bíblicamente hablando, llamarse evangelización. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza del Dios trino, y se expresa de tres maneras diferentes: como alma, como mente y como cuerpo. Todo intento de comunicar el evangelio que no se ocupe de la totalidad del ser humano está en falta
Han transcurrido más de treinta años, desde julio de 1974, del Congreso Mundial de Evangelización celebrado en Lausana, Suiza, en el que participamos cerca de dos mil líderes evangélicos de todo el mundo. Después de tres décadas, no se ha implementado ninguna de las recomendaciones del grupo que reflexionó sobre la ponencia que presenté en Lausana: “Culpa, conversión y psicología moderna”.11 Por el contrario, se produjo cierta oposición hacia la propuesta de establecer una imbricación entre la evangelización y la psicología pastoral. A continuación, algunos fragmentos de aquella ponencia:
La mayoría de los evangelistas tiende a intensificar el sentimiento de culpa como una manera de inducir al arrepentimiento. Sin embargo, ¿qué sucede con aquellos que sufren de sentimientos de culpa que no son la consecuencia del pecado? ¿No está uno en peligro de alcanzar el resultado opuesto a lo que espera? ¿Es posible que el pecado pueda convertirse en una forma de autocastigo solicitado desde el púlpito?
Algunos están buscando, en forma enfermiza, a un pastor que cada domingo les dé “latigazos espirituales” desde el púlpito. El masoquismo de ciertos feligreses necesita del sadismo de ciertos predicadores. Así queda establecida una relación perversa entre el predicador y el feligrés, que asegura una fiel asistencia a los cultos de la iglesia.
El pastor debe considerar al pecado como un problema teológico que separa al ser humano de Dios y de la razón de ser de su existencia. No debemos tratar de aumentar el sentimiento de culpa como un problema psicológico, pero sí recordar siempre que la culpa existencial es la expresión de un quiebre emocional.
No es mi intención disminuir la predicación en contra del pecado. Sólo deseo subrayar los peligros de incrementar el sentimiento de culpa… La predicación debe ser positiva y liberadora. Deseo defender el tipo de predicación que contribuya a la salvación integral del creyente, incluyendo la salud mental.
Un cristiano es alguien que se encuentra en proceso de convertirse a la imagen de Dios. Un cristiano es también un peregrino buscando la plenitud de Cristo (Ef 4,13-14).
Jesús sabía que hay una imago Dei aun en el peor de los seres humanos y que, por causa del pecado, la imagen de Dios está pidiendo completamiento. Cada ser humano necesita descubrirse a sí mismo como tal, como un ser perfectible a la luz de Jesucristo. Ningún ser humano es una bolsa vacía. El problema no es poner nuevos contenidos dentro de la bolsa sino ayudar a completar lo que ya hay en ella para ser capaz de recibir en forma armoniosa lo que estaba faltando. Es decir, mostrar la diferencia entre lo que uno es y lo que debería ser. Con una clara visión de su problema, el ser humano necesita desafiarse, por su vaciedad existencial, para buscar su vocación ontológica. Es cuestión de tratar de alcanzar la plenitud de la condición humana dada paradigmáticamente en Jesucristo.
Lo que ocurrió en Listra, tal como está narrado en Hechos 14, fue un mecanismo inconsciente que el psicoanálisis llama transferencia, el cual puede ser positivo o negativo. La transferencia positiva conduce al amor; la negativa, al odio. La tendencia a amar es una fuerza natural, producto de nuestra condición de criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios. Pero esa tendencia, por causa de la caída, debe ser controlada y orientada hacia el bien, hacia lo creativo, según la intención original de Dios. De no ser así, se dirigirá hacia la destrucción y la muerte. Esto se debe a que, además de la imagen de Dios, en cada ser humano se expresa también el pecado.
Se denomina transferencia al desplazamiento afectivo de un sujeto a otro. Dicho de otra manera, se trata del tipo especial de acercamiento a una persona con sentimientos de atracción o rechazo, como si fuera un ser amado u odiado, porque recuerda a alguien que en el pasado significó algo para la persona en cuestión. Es decir, un sujeto trata a alguien de su mundo externo como si fuera un personaje que pertenece a su mundo interno. Aquí volvemos sobre el tema tratado antes: si es posible alcanzar la sanidad “interior” sin la “exterior”. La armonía entre ambos “mundos” ayuda tanto a la salud mental como a la salud espiritual. Es decir, debemos lograr la armonía entre los deseos inconscientes y los conscientes. Pablo la encuentra en Jesucristo cuando clama: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo, Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado” (Rm 7,24-25).
La transferencia es básicamente transferencia de amor o de odio, de aceptación o de rechazo, de deseos de vida o deseos de muerte. El odio es la otra cara del amor. Sólo se puede odiar a quien se ama. Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Se denomina transferencia positiva a aquella donde prevalece el amor, y negativa, a aquella donde prevalece la agresividad o el odio.
La transferencia es universal, nadie escapa a ella, aun si no nos damos cuenta de su presencia en nuestras vidas. Aunque el pastor no sepa mucho, la congregación suele atribuirle un gran saber cuando tiene una buena relación con él. Pero puede ocurrir lo contrario: que el pastor realmente sepa mucho y que se lo trate como si fuera un ignorante. La transferencia puede expresarse tanto en el amor como en el odio. De ahí la importancia de que el pastor esté bien informado sobre este fenómeno del psiquismo para mejorar su trabajo pastoral y no sentirse agredido cuando no lo están agrediendo.
El pastor debe recordar que la transferencia, en la comunidad eclesial, se suele manifestar hacia la función y no contra o a favor del funcionario. El pastor debe ubicarse como persona y no como personaje, debe tener bien claro que si fuera un miembro de la congregación la transferencia se produciría, pero con la persona reconocida como pastor.
Si el pastor se deja colocar en el lugar de una percha donde los feligreses cuelguen el ropaje de sus fantasías, así le irá a él y a la congregación a su cargo. El o ella es un siervo de Dios, pero también es un ser humano. No hay que equivocarse: ser un siervo de Dios no significa ser un dios. Entre la verdadera adoración y la idolatría no hay mucha distancia: sólo hay un paso.
Para evitar el pecado de omnipotencia y autoritarismo, el pastor siempre debe recordar que no es más que un ser humano pecador, redimido, pero pecador.12
Lo que dije en Lausana en 1974 sigue siendo pertinente hoy. En nuestro tiempo, algunos pastores se oponen a la psicología pastoral; sin embargo, utilizan técnicas psicológicas en la evangelización y en el manejo de las congregaciones, aunque no mencionen la palabra psicología. Algunos pretenden poseer y predicar la “sana doctrina” a partir de “revelaciones” que no tienen fundamento en la Palabra de Dios. La pastoral proclamada en algunos sermones y ofrecida en algunas entrevistas pastorales –según muchos casos que he conocido– ha conducido a una confusión generalizada. Tenemos que reconocer la imposibilidad de realizar una exégesis o una hermenéutica con asepsia plena, pero debemos intentarlo con honestidad. Tampoco es posible conducir pastoralmente una comunidad eclesial o evangelizar de tal manera que todos queden satisfechos.
Los pastores en las comunidades eclesiales de hoy
Nuestro Señor Jesucristo nos ofrece una tipología de pastor en el capítulo 10 del Evangelio según San Juan. En este texto, nos muestra cuatro vocaciones:
1. La de buen pastor
2. La de asalariado
3. La de lobo
4. La de oveja
Jesucristo es el arquetipo de buen pastor; el asalariado es un impostor y el lobo es un usurpador del buen pastor. Lamentablemente, algunos creyentes tienen solamente la vocación de ovejas.
El Nuevo Testamento nos presenta un ministerio cristiano para la totalidad de la comunidad eclesial. Esto sigue siendo válido hoy. La Palabra de Dios también reconoce la existencia de un ministerio especial, llamado por Dios, capacitado y ordenado por la iglesia. Creo que a este ministerio especial se refiere el Señor cuando presenta su tipología de pastor en el capítulo 10 del Evangelio según San Juan. Veámosla:
El buen pastor
Jesús nos dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn 10,11). Hay un eje transversal en las Escrituras que define al buen pastor: este eje está formado por el Salmo 23, Juan 10 y Hebreos 13,20. Dice 1 Juan 4,8: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Por tanto, donde no hay amor no puede haber pastoral. Por eso el pastor debe ser fundamentalmente una buena persona, capaz de sentir amor e interés por los seres humanos. Según el Salmo 23, Dios el Padre es el verdadero pastor, y en Juan 10 Jesucristo asume esa función. El autor de Hebreos nos dice: “Que el Dios de paz, que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas…” (Hch 13,20). Este texto utiliza el término pastor, en griego poimén, exclusivamente para Jesucristo. Es muy importante aclarar que
poimén no se utiliza en Hebreos 13,7 ni en 13,17, a pesar de lo que digan algunas traducciones. En 13,7 se utiliza egouménon, y egouménois en 13,17. La traducción correcta del término utilizado por el autor de Hebreos, sería “guías” o “conductores”. La Biblia de Jerusalén traduce correctamente “guías” en Hebreos 13,7 y17. Lamentablemente, la versión Reina-Varela traduce “pastores” donde el texto griego no dice poimén.
El buen pastor es fundamentalmente una buena persona en quien reina el amor sobre la soberbia, el autoritarismo y la ambición de poder. En el buen pastor siempre está presente el fruto del Espíritu Santo. Debemos notar que Pablo presenta un sustantivo en singular para expresar una pluralidad: amor, gozo, paz, etc. (Ver Ga 5,22-23). Es que se trata del fruto de la vid, que siempre es un racimo. Quien se alimente del fruto del Espíritu Santo recibirá dones para el cumplimiento de ciertos ministerios en la vida de la comunidad eclesial. Juan W esley, el conductor del gran avivamiento espiritual del siglo XVIII, cuando alguien le solicitaba el ingreso al ministerio, le hacía dos preguntas: ¿Estás seguro de que Dios te ha llamado? Cuando la respuesta era positiva, entonces le preguntaba: ¿Tienes los dones? Por tanto, para W esley –y también para mí– son los dones auténticos los que declaran verdadero el llamado de Dios al ministerio cristiano.
El pastor asalariado
Ya he señalado que el pastor asalariado es un impostor; por ejemplo, finge haber recibido dones espirituales queno tiene. Pablo se ocupa de este tema en 1 Corintios, capítulos 12, 13, y 14. Después de referirse a los dones carismáticos, Pablo concluye su discurso del capítulo 12 diciendo “Mas yo os muestro un camino aún más excelente”, para después regalarnos esa hermosa alabanza del amor espiritual y afectivo (ágape) en el capítulo 13 de la epístola. Quien practique el amor según esta descripción paulina no puede ser un profesional de la religión, sino un pastor con vocación. Lamentablemente, he conocido personas
que me han manifestado que continúan en el pastorado porque no saben hacer otra cosa. Algunos me han dicho que al principio se sintieron llamados y trabajaron por vocación; después de años de frustración, perdieron su primer amor y se transformaron en asalariados. A través de la psicología pastoral se puede y se debe hacer mucho para analizar, entender y revertir esta situación.
El pastor lobo
Algunos se sorprenderán al enterarse de que hay pastores que “pecan de buena fe”. Estos son los que creen conscientemente que están sirviendo a Dios y que son buenos pastores del rebaño. Sin embargo, por causa de deficiencias en su salud mental y/o espiritual actúan como verdaderos lobos que devoran a las ovejas. No se dan cuenta de que, utilizando textos bíblicos mal interpretados, pueden dañar la obra de Dios. Además de los pastores que no se dan cuenta de que crean dificultades, existen otros que saben que “pecan de mala fe” y no se sienten culpables. Estos son los verdaderos lobos disfrazados de pastores. A ellos se refieren dos libros aparecidos en la década del ochenta del siglo XX que ponen en evidencia su presencia en el seno de la iglesia. Uno de los autores es noruego, protestante y fundamentalista; el otro es brasileño, católico romano y teólogo de la liberación.
El libro del noruego Edin Lövas se titula Dictadores espirituales: El abuso del poder en la iglesia.13 Lövas diagnostica a los que abusan del poder en la iglesia como psicópatas. En una nota al pie, el traductor afirma: “El autor utiliza los conceptos de psicópata y dictador espiritual como sinónimos para describir a este tipo de persona”.14 Al comienzo de su obra Lövas dice:
Después de trabajar cuarenta años como guía espiritual, me atemorizan los enormes sufrimientos que causan los dictadores espirituales a personas, grupos y congregaciones cristianas. Al mismo tiempo, me causa consternación el hecho de que rara vez se habla con claridad acerca de esto, aun entre los cristianos y los especialistas en el campo.15
No voy a intentar resumir el libro. Me voy a limitar a reproducir un párrafo del prefacio: “Para el dictador espiritual, el ansia de poder ha llegado a ser un vicio, del modo que el alcohol lo es para el alcohólico o el robo lo es para el cleptómano”.16 Esta obra apareció en Oslo en 1987, y la versión castellana en Barcelona en 1991.
Seis años antes de la aparición del libro de Lövas, en 1981 se editó en Brasil la obra de Leonardo Boff: Igreja: carisma e poder (Iglesia, carisma y poder).17 El capítulo 5 de dicha obra es fundamental. Se titula “¿Pueden transformarse en la Iglesia el poder y la institución?” Dice Boff al respecto: “La institución siempre tiene algo que ver con el poder. Como excelentemente afirma Lord Acton, todo poder tiende a corromper, y el poder absoluto tiende a corromper absolutamente”.18 El autor hace un importante análisis histórico, criticando a su iglesia desde adentro. Esto no impidió que fuera sancionado por el poder que criticó. La entrada del poder secular en la institución eclesiástica ocurrió, para Boff, de la siguiente manera:
Todo sucedió demasiado rápido. La Iglesia, a pesar de las persecuciones, parece que no estaba preparada para afrontar evangélicamente los desafíos propios del poder. No abolió el orden prexistente y se adaptó a él, ofreciéndole al Imperio una ideología que apoyaba el orden vigente y sacralizaba el cosmos pagano… Con la entrada en la Iglesia de los funcionarios del Imperio, que debían asumir la nueva ideología estatal, lo que se verificó fue antes una paganización del cristianismo que una cristianización del paganismo. La Iglesia, que hasta el año 312 había sido más movimiento que institución, pasó a ser la gran heredera de las instituciones del Imperio.19
Creo que lo que acabamos de citar es suficiente para darnos cuenta de que los peores enemigos de la iglesia de Jesucristo no se encuentran fuera, sino dentro de nuestras comunidades de fe y de las estructuras de poder de las instituciones religiosas. Jesucristo mismo nos advierte de esa presencia cuando dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7,15). Y, para que no nos quede duda alguna, añade: “Muchos me dirán en aquel día ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Entonces les declararé: ‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mi, hacedores de maldad!’” (Mt 7,22-23).
No solo en la iglesia el cristiano puede encontrar lobos disfrazados de ovejas, hay muchos más fuera de ella. Los encontramos en abundancia entre los políticos y en las relaciones sociales, económicas y políticas en cada una de nuestras naciones. También encontramos muchos vendedores de imágenes de “corderitos” que son verdaderos lobos rapaces; en su conjunto, estos ponen en peligro la existencia de la humanidad. Sólo les interesa sacar provecho para ellos, sin darse cuenta de que navegamos en el mismo barco, al que necesitamos mantener a flote si queremos disfrutar la vida. Hasta ahora no se ha intentado una psicología pastoral que pueda orientar adecuadamente a las iglesias a distinguir entre lobos y pastores en el mundo secular. La situación de nuestra sufrida América Latina hace necesario ampliar la acción de la psicología pastoral, sin caer en la política partidista. Esta es una deuda pendiente de la pastoral con el mundo del cual forma parte. La iglesia debe irradiar el amor de Dios sobre todos por igual, por cuanto Jesucristo es el Señor tanto de la iglesia como del mundo. El versículo bíblico más recordado por los cristianos evangélicos debe ser también el más practicado en nuestro diálogo con el mundo en el cual estamos inmersos: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
La toma de conciencia de esta realidad nos ayuda a descubrir que, si bien las instituciones eclesiásticas son necesarias para el funcionamiento de la iglesia, debemos propender a que esta nunca deje de ser lo que fue en sus orígenes: un movimiento espiritual, humano y solidario con el mundo. Los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos de los últimos treinta años no han podido eliminar el egoísmo humano, ni tampoco la crueldad hacia los seres humanos más débiles de la sociedad.
Enfrentando las amenazas y los peligros
Las amenazas y los peligros existen tanto para los que tienen vocación de ovejas como para los que tienen vocación de pastores. En mi opinión, sería ideal que en la comunidad eclesial todos fuéramos ovejas y pastores de Jesucristo, el Buen Pastor de todos. En mi experiencia como pastor doy fe de que algunos laicos me han dado apoyo pastoral en momentos difíciles de mi vida. Creo que hay una responsabilidad pastoral de cada congregación hacia su pastor y viceversa.
Las amenazas y los peligros existen para todos por igual. Los feligreses pueden constituirse en un verdadero peligro para el pastor, e igualmente el pastor puede ser un peligro para los feligreses. Todos somos seres humanos vulnerables, y necesitamos la ayuda del Gran Pastor, tanto las ovejas “laicas” como las “clericales”.
En las más antiguas epístolas paulinas el ministerio pastoral es horizontal. Esas cartas no fueron dirigidas a los guías y conductores, sino a las congregaciones. La imagen de la iglesia como cuerpo de Cristo aparece en 1 Corintios 12 y Romanos 12: no hay jerarquías. Si bien había diversidad de dones, no había “caciques”. Para Pablo, toda la comunidad eclesial es el cuerpo de Cristo; por tanto, tampoco hay lugar para ejercer la vocación de “ovejitas”. Se trata del ministerio universal de todos los cristianos. Con el paso del tiempo y ante el crecimiento de la iglesia surgieron los líderes, y con ellos aumentaron las tensiones y las situaciones conflictivas. Como lógica consecuencia de esta nueva situación se produjo un cambio en la tradición eclesiológica paulina: se pasó de la primacía de la horizontalidad al predominio de la verticalidad. En Colosenses y Efesios se continúa utilizando la imagen de la iglesia como cuerpo de Cristo, pero se introduce un nuevo concepto, el de kefalé, cabeza. Pero no se coloca en ese lugar a un líder humano, sino a Jesucristo. La iglesia sigue siendo el cuerpo de Cristo con diversidad de dones y ministerios, pero Jesucristo es la Cabeza. Lo mismo hemos visto en el capítulo 13 de la epístola a los Hebreos: el único poimén es Jesucristo, pero muchos son los guías y conductores.
Así como la fiebre no es la enfermedad, sino una señal de que algo anda mal en el organismo, los síntomas psicológicos dan cuenta de que existen trastornos en la personalidad. El capítulo 14 del libro de los Hechos de los Apóstoles da cuenta de las fantasías que sienten algunos creyentes con respecto a la personalidad de sus guías espirituales. Como en Listra, muchos creyentes tienen en la actualidad la tendencia a endiosar a sus pastores. Hoy como ayer se suele reaccionar con agresividad cuando el pastor no se deja endiosar. Para algunos creyentes, el pastor no tiene espacio para ser humano. Si no es Dios, entonces es Satanás y merece ser lapidado.
Muchos “siervos de Dios” son muy frágiles ante el halago, y frecuentemente se prestan a ser una pantalla donde cada feligrés puede proyectar la película que tiene dentro de sí mismo. La explicación psicológica de este fenómeno es que dichos feligreses producen una identificación proyectiva con el pastor. Padecen la ilusión de que él (o ella) es un ser humano perfecto, casi divino. Porque creen que él o ella es lo que ellos desearían ser, se le idealiza y se le levanta como en la fábula del águila y la tortuga. Quien caiga en esta tentación, como en la fábula, llegará a creer que sabe y puede volar. La catástrofe se produce cuando la congregación lo deja caer.
No existen más tensiones psicológicas en los pastores que las que ellos mismos generan. Estoy convencido de que, en la mayoría de los casos, las tensiones pastorales parten del mismo pastor, aunque pueden ser alimentadas por la congregación. Ciertamente hoy no se apedrea realmente a un pastor por no dejarse endiosar, pero hay formas imaginarias y simbólicas de hacerlo. Es posible lastimar la vida espiritual y la salud mental sin dañar el cuerpo. Pero nadie puede lastimar a un cristiano si este no se deja seducir por sus propios deseos de grandeza y poder. Las influencias del mundo externo sobre el pastor no ejercerían efecto alguno sobre él si, en su mundo interno, no estuviera el deseo de ser endiosado. La salud espiritual y mental de Pablo y de Bernabé se expresó en la afirmación de su humanidad: “Varones, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos hombres como vosotros, y os anunciamos el evangelio para que os volváis de estas cosas vanas a un Dios vivo…” ¡Cómo necesitamos hoy cristianos como Pablo y Bernabé, que sepan decir rotundamente no al pecado de dejarse idolatrar!
También hay pastores que se sienten agredidos y perseguidos cuando nadie los agrede ni los persigue. Pero cuando la agresión existe realmente, teniendo en cuenta lo dicho sobre la transferencia, sugiero que el pastor no la interprete como un problema personal. Según la Palabra de Dios hay que manejar la crisis en el nivel de la comunidad eclesial; en tal caso, habría que aplicar las pautas que nos ofrece el Señor en Mateo 18,15-20. Por otro lado, los feligreses tienen el derecho a opinar en forma diferente que el pastor quien, como ser humano que es, puede equivocarse como cualquiera. Además, el disenso en el contexto del pueblo de Dios puede ser más constructivo que destructivo, todo depende del nivel de salud espiritual y mental que tengan el pastor y la congregación.
Conclusiones
Volviendo sobre Lausana 1974, les diré que mi ponencia fue estudiada y discutida por un grupo de reflexión. A continuación, algunas recomendaciones que dicho grupo ofreció al plenario de aquel magno congreso:
Desalentar todos los métodos de evangelización que violen el mensaje del evangelio. Estos incluirían, entre otros, la estimulación sádica de la culpa neurótica y los métodos de lavado de cerebro…
Promover programas de capacitación para pastores y evangelistas que procuren unificar la teología y la consejería pastoral (pastoral counseling). La teología se necesita para la comprensión del propósito y el mensaje de Dios. Los principios del counseling son necesarios para la comunicación sensitiva y efectiva de este mensaje a los seres humanos en su condición real. La psicología pastoral (pastoral counseling) debe ser considerada una materia a tener en cuenta para la evangelización. Un participante citó de Eric Berne el hecho de que en los Estados Unidos más del 70% de aquellos que buscan counseling secular, también consultan con un pastor o sacerdote. Esto ejemplifica la responsabilidad que tienen los obreros cristianos en el área de ayudar a personas perturbadas.20
Cuando a las personas encargadas de organizar en 1974 el Congreso Mundial de Evangelización en Lausana se les ocurrió colocar “La culpa, la conversión y la psicología moderna” como uno de los temas a reflexionar, veían la necesidad de relacionar estos tres factores fundamentales con la evangelización mundial. Llama la atención que no colocaron el pecado en el título, sino la culpa; tampoco se refirieron al pastoral counseling, sino a la psicología moderna. En el corazón del título aparece la conversión –en griego metánoia–, es decir, el cambio de la mentalidad. Estuvieron muy bien al considerar primero el sentimiento de culpa y el pecado después, porque hay personas que, a pesar de haber cometido pecados, no tienen sentimientos de culpa, mientras que otras se sienten culpables sin haber pecado. Los primeros, según los distintos encuadres teóricos, son los llamados perversos, psicópatas o neurópatas. Los segundos son los llamados neuróticos, con quienes trabaja prioritariamente la iglesia. Si bien algunos de los primeros se suelen autoexcluir, otros se incorporan a las comunidades eclesiales sólo para sacar provecho personal, sin compromiso alguno con la fe cristiana. Los hay laicos y también pastores.
¿Cómo podríamos hoy imbricar la evangelización y la psicología pastoral en todas las actividades de cada comunidad eclesial? Así como imbricamos las tejas sobre un techo para evitar que la lluvia arruine todo lo que amamos, así también debemos imbricar la evangelización –que incluya tanto a los que están dentro de la iglesia como a los que están fuera– con la psicología pastoral para el logro de la salud integral. Esta es una función fundamental de la iglesia en los tiempos que nos ha tocado vivir, sin olvidar las otras necesidades humanas como la justicia, la libertad, la vivienda, la educación, el trabajo digno, el abrigo, el alimento, la salud, etc. Estas necesidades también forman parte del ministerio pastoral. No obstante, debemos tener en cuenta que todo lo social cabe dentro del evangelio, pero todo el evangelio no cabe dentro de lo social.
En la tarea pastoral encontramos tres tipos de culpa: la real, la neurótica y la existencial. De la culpa real se debe ocupar la proclamación kerigmática, según el estilo de los evangelios sinópticos; de la culpa neurótica y de la existencial se debe ocupar la pastoral, al estilo del Evangelio de Juan, tomando como modelo de pastor a Jesucristo en sus entrevistas pastorales con Nicodemo, el paralítico, la mujer samaritana, la mujer adúltera, etc.
Las recomendaciones no implementadas del Congreso de Lausana, y otras que deben ser desarrolladas teniendo en cuenta las urgentes necesidades de nuestro siglo, aparecen como un gran desafío a la iglesia de nuestro tiempo.
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Notas:
1 Basta con revisar la voluminosa obra de 757 páginas de Isidor Baumgartner para comprobar el interés de los católicos en la psicología pastoral. Ver I. Baumgartner: Psicología pastoral, introducción a la praxis de la pastoral curativa, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1997. La obra fue escrita originalmente en alemán con el título de Pastoral Psychologie, Einführung in die Praxis Heilender Seelsorge, Patmos Verlag, Düsseldorf, 1990.
2 E. Thurneysen: Doctrine de la cure d’ame, Delacheaux et Niestle S. A., Neufchatel.
3 Llama la atención que en el texto original (en alemán) de la obra citada de Isidor Baumgartner se utiliza el término tradicional de “cura del alma” (seelsorge), pero en la versión castellana se traduce como “práctica curativa”. Aquí se reconoce que la psicología pastoral no se ocupa solamente de la cura del alma, sino de la del ser humano en toda su integridad.
4 Esta definición de nuestra disciplina está muy cercana a la razón de ser de la psicología pastoral, porque la primera acepción del verbo griego therapéuo, de donde viene el vocablo terapia, es cuidar, y la segunda, curar. Luego, la psicoterapia consiste tanto en cuidar como en curar.
5 J. A. León: Tres caminos para conocerse a sí mismo y alcanzar la salud integral, Psicopastoral. Programa Permanente de Psicología Pastoral, disponible en www.cristianet.com/psicopastoral.
6 J. A. León: Psicología pastoral para todos los cristianos, Kairós, Buenos Aires, 12ª edición, pp. 26-27.
7 I. Baumgartner: op. cit., p. 11.
8 Ibid., p. 11.
9 Ibid., pp. 11-12.
10 Ver Hugo N. Santos: “Oskar Pfister: Pastor, psicoanalista y pedagogo”, Cuadernos de Teología, vol. XIX, Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), 2000, pp. 261-287. Posteriormente este trabajo fue ampliado por el autor y publicado en dos artículos por Psicopastoral. Programa Permanente de Psicología Pastoral, disponible en www.cristianet.com/psícopastoral.
11 J. A. León: “Guilt, Conversion and Modern Psychology” en Let the Earth Hear His Voice, A Comprehensive Reference Volume on World Evangelization, W orld W ide, Minneapolis, 1975, pp. 1154- 1162.
12 Ibid., pp. 1155-1160.
13 E. Lövas: Dictadores espirituales: El abuso de poder en la Iglesia, CLIE, Barcelona, 1981.
14 Ibid., p. 13.
15 Ibid., p. 11
16 Ibid., p. 7.
17 Leonardo Boff, Iglesia: carisma y poder, Sal Terrae, Santander, 1982.
18 Ibid., p. 94.
19 Ibid., pp. 98-99.
20 J. A. León: op.cit., p. 1162.