El Banco del Sur y la autonomía financiera

Gustavo Gill

La creación del Banco del Sur es prácticamente un hecho. Se espera que se presente el manifiesto fundacional del Banco a mediados de junio, en el marco de la Cumbre de Presidentes a realizarse entre el 22 y el 26 de junio.1 La cuestión energética es tema central a desarrollar por el nuevo banco, ya que contempla entre sus primeros proyectos la financiación del Gran Gasoducto del Sur.
La idea sería que a través de recursos propios de la región se financien obras de infraestructura y se atiendan cuestiones sociales, libres de las intromisiones que en materia política y económica interna realizan los organismos de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), además de los largos plazos de espera para la aprobación de los préstamos. Sin embargo, esta autonomía financiera es precondición para el desarrollo, pero deberá servir de excusa y articularse con otras políticas de reforma más profundas.
El Banco del Sur arrancaría con unos 7 000 millones de dólares, de los cuales el Estado argentino colaboraría con 3 500 millones (lo que equivale a un 10% de las reservas internacionales con que cuenta), mientras que Venezuela lo haría con unos 600 millones. “Ecuador podría aportar unos 80 o 100 millones de dólares, de entrada, y aumentar su participación a través de la capitalización de intereses”, aseguró el ministro ecuatoriano de economía, Ricardo Patiño.
Además, recordó que las reservas internacionales de los seis países integrantes del Banco están depositadas en los Estados Unidos y Europa, y ascienden a 164 millones de dólares, algo que también recordó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa.
Para el economista argentino Aldo Ferrer la estrategia es clara: “El Banco no debería ser concebido como un FMI alternativo para operaciones puramente financieras, sino como un banco de inversión y cambio tecnológico, incluyendo programas sociales”.
Los países integrantes del Banco –Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela– apuestan con esta iniciativa no sólo a apuntalar la integración regional, sino también a otorgarle financiamiento, librándose de la dependencia de los organismos multilaterales de crédito. Esta propuesta (hecha por el presidente venezolano, Hugo Chávez) fue rápidamente acogida y apoyada sin condicionantes por el presidente argentino Néstor Kirchner en una reunión bilateral que sostuvieron en febrero pasado.
A su vez, cobró forma en una reunión realizada en Ecuador (Declaración de Quito) el 4 de mayo y luego se trató en diferentes reuniones en Brasil (11 de mayo), Argentina (14 de mayo) y posteriormente en Paraguay (22 de mayo), para progresar en la definición de cuestiones técnicas, dejando la puerta abierta para que se sumen otros países.
La intención de los mandatarios de la región sería que cada país tenga un voto en el futuro banco regional, a diferencia de lo que ocurre con el FMI, donde los votos están en función de la cantidad de capital que aporta cada nación.
Desde el Centro de Información Bancaria (BIC), Vince Mc. Elhinny asegura: “El Banco del Sur tendrá como objetivos, en particular, romper la dependencia de los países periféricos del mercado financiero internacional, canalizar la capacidad propia de ahorro, detener la fuga de capitales, canalizar los recursos centrales a las prioridades de un desarrollo económico y social independiente, cambiar las prioridades de inversión… Se trata de un banco público alternativo al BID y al Banco Mundial.”
En este sentido, las esperanzas se centran en que el nuevo Banco del Sur pueda incidir sobre la economía de los países latinoamericanos, que están profundamente dominadas por el sector rentístico-especulativo-financiero. Entonces, fomentar nuevamente el sector productivo debería ser la idea motora de este emprendimiento.
Cabe recordar que la implementación de políticas neoliberales –sobre todo en la década de los noventa– en toda la región ha aumentado la volatilidad de los mercados latinoamericanos y ha favorecido la llegada de capitales golondrinas de corta estadía, que obtienen grandes márgenes de ganancias y huyen rápidamente ante la más mínima insinuación de inestabilidad. En este sentido Mc. Elhinny asegura que “si los gobiernos no toman medidas para controlar las entradas y salidas de capitales, así como los cambios de moneda, se encuentra a merced de ataques especulativos”. Además, agregó que los destinatarios prioritarios de los créditos y donaciones deben ser entes públicos (Estados, provincias, municipios, empresas públicas de producción o de servicios).
En ese marco, hay que definir con claridad los agentes privados que pueden recibir créditos y donaciones del Banco del Sur, a fin de excluir aquellos cuya actividad sirva para reforzar al gran capital. De lo contrario, corre el riesgo de transformarse en una financiadora de grupos empresariales con intereses netamente privados.
Por su parte, el ministro de finanzas de Venezuela, Rodrigo Cabezas, en la conferencia internacional sobre globalización e integración realizada en La Habana, el 27 de abril pasado comentó: “El Banco del Sur será para financiar el desarrollo de la región, las inversiones de infraestructura de carreteras, puertos, aeropuertos, y también escuelas y hospitales”. Entre los primeros proyectos del nuevo banco regional está la participación en el Gran Gasoducto del Sur, un complejo sistema de ocho mil kilómetros de largo, que unirá Venezuela con el Río de La Plata, pasando por Brasil.
Queda claro que la cuestión energética es central y es el común denominador del nuevo banco, además de fomentar la economía de cada país, en la cual se destaca una producción distinta. Como ejemplo de ello está Venezuela como primera productora de hidrocarburos de la región y de Bolivia como productora de gas; en este sentido, el embajador argentino en Brasil, Juan Carlos Lolhé, afirmó: “La matriz energética forma parte de cada país”.
“Nuestros países van buscando, entonces, recuperar la llave de los recursos naturales, del sector financiero, de las empresas de servicio y tantos otros sectores esenciales, a través de un creciente protagonismo del Estado en la economía, sin lo cual no avanzaremos en la recuperación de nuestra soberanía privatizada a manos de las corporaciones”, afirmó Isac Rudnik, asesor de la Subsecretaría de Política Latinoamericana de la cancillería argentina.
De eso se trata: de otorgarle más protagonismo al Estado como actor social, una cuestión que ha sido avasallada por políticas neoliberales que han empobrecido a amplias capas de la sociedad y que han pegado duro, sobre todo en los sectores medios y bajos de los estamentos sociales latinoamericanos.
Brasil tiene una red interna de financiamiento, y en ese sentido es muy importante la experiencia brasileña acumulada a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). Este banco financia gran parte de los créditos de la industria brasileña.
Por otro lado, el ingreso definitivo de Brasil podría sugerir que el coloso sudamericano teme poner mucho más de lo que podría recibir en el futuro, ya que siendo el país con la mayor cantidad de reservas de Latinoamérica (más de 110 mil millones de dólares), es el que menos necesita del financiamiento, debido al gran desarrollo del BNDES.
En suma, las condiciones internacionales vigentes favorecen la creación de este banco con carácter integracionista y necesario para el crecimiento de la región, porque no se tendrá que caer en el pedido de préstamos a organismos internacionales. Estos, por su parte, se encuentran sumidos en una de las peores crisis debido al papel desempeñado en las economías latinoamericanas que, bajo sus recetas e intromisiones, experimentaron desastres sin precedentes.
Las balanzas de pagos favorables de la región –crecimiento de las exportaciones y reducción de las importaciones– hacen que Latinoamérica disponga de divisas que podría volcar en su propio mercado, en vez de depositarlas en los países centrales (financiando su propia dependencia).
La necesidad de revertir el proceso de empobrecimiento es grande, dado que existe una gran cantidad de excluidos del sistema, por la aplicación de políticas neoliberales y la retirada del Estado de puntos estratégicos de la economía en favor del sector privado y la concentración de capitales.
Tal como asegura el analista económico Dick Emanuelsson: “La autonomía financiera es una precondición para la articulación de políticas económicas vueltas hacia la atención de las necesidades del conjunto de la población… Pero no es condición suficiente para quebrar la dominación del imperialismo en la región. Para interrumpir el proceso de reversión neocolonial que asola la región, es fundamental promover cambios más profundos, como la nacionalización de la economía, la reforma agraria, la reforma urbana, etc. Sin tales medidas, en la mejor de las hipótesis, el Banco del Sur se convertirá en una institución para financiar los llamados ‘campeones nacionales’ –grandes empresas que funcionan como transnacionales– con gran autonomía operacional y, prácticamente, sin ninguna responsabilidad nacional.”
El desafío será, entonces, estar a la altura de las circunstancias y dar el paso inicial para poder revertir este proceso de pobreza, que ha oscurecido tanto tiempo a Latinoamérica.
La creación del Banco del Sur parece arrojar una luz de esperanza sobre los millones de personas que esperan, simplemente, vivir mejor.

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Notas:

1—Al cierre de la edición del número de Caminos se conoció la postergación del cierre de las negociaciones y la presentación del documento constitutivo. Los ministros de economía de los siete países participantes (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela) concluirán a inicios de agosto en Río de Janeiro una declaración fundacional a ser rubricada por los jefes de Estado, probablemente este año, con la intención de que el Banco comience a funcionar a inicios del 2008 (N. de los E.).

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