Caminos trae de vuelta la última de sus páginas. En este número queremos honrar a tres latinoamericanos de excepción. El texto sobre Augusto Boal es de los compañeros y compañeras del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, y es la declaración del Movimiento a raíz del fallecimiento del gran teatrista y revolucionario. El artículo sobre Manuel Piñeiro es del chileno Manuel Cabieses, director de Punto final, y es uno de los que integrará un volumen en homenaje al cubano que publicará la editorial Barbarroja de Argentina. Por último, Táctica y estrategia nos seguirá devolviendo de la muerte a uno de nuestros más entrañables poetas, Mario Benedetti, fallecido en Montevideo en el mes de mayo.
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Compañero Boal:
Siempre te querremos por habernos enseñado que sólo aprende quien enseña. Tu lucha, tu conciencia política, tus solidaridad con la clase trabajadora es más que un ejemplo para nosotros, compañero, es una obra didáctica, como tantas que escribiste. Aprendimos contigo que los buenos combatientes se forjan en la lucha.
Cuando ingresaste en el grupo de Teatro de Arena supiste darle una expresión combativa al ansia de quienes querían dar a conocer el Brasil popular, el pueblo brasileño. Sin temor, nacionalizaste obras universales, formaste dramaturgos y actores y escribiste algunas de las obras más críticas de nuestro teatro, como Revolución en la América del Sur (1961). Colaboraste con la fundación y la diseminación por Brasil de los Centros Populares de Cultura (CPC), y con el Movimiento de Cultura Popular (MCP) en Pernambuco.
Le mostraste a la clase trabajadora que el teatro puede ser un arma revolucionaria al servicio de la emancipación humana.
Aprendiste, en el contacto directo con los combatientes de las Ligas Campesinas, que el teatro, por sí solo, no hace la revolución. Cuántas veces nos contaste en tus libros y en nuestros encuentros, lo que aprendiste con Virgilio, el líder campesino que te comentó que en la lucha de clases todos tienen que correr los mismos riesgos.
Generoso, expusiste siempre, contando tus historias, tu método de aprendizaje: aprender de los obstáculos, crear en medio de las dificultades, no dejar nunca de luchar.
Durante la dictadura fuiste preso, torturado y exiliado. Como parte de tu respuesta, desarrollaste el Teatro del Oprimido, con sus diversas tácticas de combate y educación por medio del teatro que hoy utilizamos en nuestras escuelas campesinas, en nuestros campamentos y asentamientos, en el trabajo de formación política que llevamos adelante con las comunidades de la periferia urbana.
Pocos brasileños fueron capaces de vivir décadas y décadas sin cambiar de posición política, sin suavizar el discurso, sin hacer concesiones, sin tirar al basurero de la historia la experiencia revolucionaria que se forjó en el teatro brasileño hasta su estrangulación por la burguesía nacional y los militares con el golpe militar de 1964.
Aprendimos contigo que podemos divertirnos y aprender al mismo tiempo, que podemos hacer política al hacer teatro, y hacer teatro al hacer política.
Pocos artistas supieron evitar el poder seductor de los monopolios mediáticos, sobre todo cuando pasaban por dificultades financieras. Tú, compañero, no te rendiste, no te vendiste, no te callaste.
Aprendimos contigo que un revolucionario debe luchar contra todas, absolutamente todas, las formas de opresión. Contemporáneo del Che Guevara, supiste como nadie multiplicar el legado de que es preciso indignarse ante cualquier injusticia.
Pocos combatieron con tanta radicalidad como tú las criminales leyes de incentivo fiscal para el financiamiento de la cultura brasileña. Tú, compañero, no te dejaste seducir por los privilegios de los artistas famosos. Nos enseñaste a no perder de vista los objetivos esenciales.
Incansable, medio siglo después de tus primeros combates, le propusiste al MST la formación de multiplicadores teatrales. En el 2001, creamos contigo y con los demás compañeros y compañeras del Centro del Teatro del Oprimido, la Brigada Nacional de Teatro del MST Patativa do Assaré. Tú, que en la década de los sesenta aprendiste con Virgilio que no basta con que el teatro le diga al pueblo qué hacer, supiste trasladarnos los medios de producción del lenguaje teatral para que nosotros, los campesinos, hagamos nuestro propio teatro, y por medio de él discutamos nuestros problemas y formulemos estrategias colectivas para la transformación social.
Los trabajadores y trabajadoras rurales sin tierra de todo el Brasil, que somos parte de los seres humanos oprimidos por el sistema que tú y nosotros tanto hemos combatido, te rendimos homenaje y ratificamos el compromiso de seguir luchando en todas las trincheras. Mientras dependa de nosotros, tu vida y tu lucha no serán olvidadas ni transformadas en mercancía.
El teatro mundial pierde un maestro, Brasil pierde un luchador, el MST un compañero. Nos solidarizamos con la familia en este momento difícil y con todas y todos los que practican el Teatro del Oprimido en el mundo.
2 de mayo del 2009
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Piñeiro ayer y hoy
Sospecho que Manuel Piñeiro habría sido feliz en esta época. Hoy se necesitan muchas de las capacidades de Piñeiro para afrontar la lucha contra el Imperio. Desde luego, su sagacidad para adivinar las intenciones del enemigo –la mueca detrás de la sonrisa– y adelantarse a su jugada. También la finura de su análisis político, capaz de explorar la trama oculta de la coyuntura y lo previsible de la siguiente etapa. Piñeiro analizaba la situación política general y específica con objetividad y sin dogmatismo de ningún tipo. Y por último –¿por qué no tan importante como sus demás condiciones personales?–, en Piñeiro destacaba su sentido del humor. Porque Barbarroja –barba que se fue poniendo entrecana con el paso de los años y el peso de algunas decepciones–, tenía un humor que lo blindaba de angustias y tensiones. Sería un lugar común decir que Piñeiro guardaba muchos secretos porque su oficio era precisamente encargarse de asuntos confidenciales. Pero los secretos –ya sean de Estado o de los otros– son una carga difícil de sobrellevar. Piñeiro, sin embargo, parecía
disfrutar con su tarea. Conversaba sonriente, relajado. No olvidaba detalle y hacía sentir a su interlocutor que no había nada más importante para él que el tema que le planteaba.
Tiempos difíciles le tocó vivir a Piñeiro. Lo suyo fue desbaratar conspiraciones del Imperio, descubrir a tiempo los intentos, repetidos una y otra vez, de asesinar a Fidel y a otros dirigentes –entre ellos al propio Piñeiro–, las infiltraciones de sicarios y espías, las traiciones, el sabotaje, el bloqueo
económico, las maniobras para aislar a Cuba, la guerra mediática, etc. Eso fue el quehacer cotidiano de Barbarroja y de otros revolucionarios probados como él. Tal como ocurrió en otras áreas de la Revolución, Piñeiro partió en esa tarea de la nada y de una total inexperiencia. Pero logró formar un contingente de hombres y mujeres que adquirieron conocimientos en la acción. Piñeiro y sus compañeros se hicieron cargo de asuntos muy delicados que les confió la Revolución. Construyeron una amplia red de relaciones con partidos y movimientos revolucionarios de la América Latina, personalidades de gobiernos y de opositores a estos, con intelectuales y dirigentes sociales, con empresarios y artistas. Fue un trabajo que dio muchos frutos y permitió a Cuba afirmar su presencia en el continente e influenciar el pensamiento revolucionario latinoamericano. En lo personal, Piñeiro forjó lazos de amistad, en algunos casos profunda, con muchos dirigentes de la izquierda de cada país. Sabía llevar con destreza el arte de la conversación política, franca y cordial, y lo hacía con una gama diversa de interlocutores. Lo mismo se hablaba de lucha armada que de coaliciones parlamentarias o movimientos sindicales. Abordaba con soltura y conocimiento tanto la dimensión universal de la lucha revolucionaria y sus correlaciones de fuerzas, hasta la trama íntima del poder en cada républica del continente. Y todo eso matizado con observaciones ingeniosas o alguna frase divertida que soltaba con una forma muy peculiar que tenía de hablar entre dientes en un gesto que aliviaba una risa socarrona. Su trato era informal, no presumía de nada –aunque méritos le sobraban– y siempre entregaba palabras de estímulo a los visitantes que recién iniciaban la lucha en sus respectivas naciones.
Aunque Piñeiro disfrutó de su trabajo en esa época, estoy seguro de que sería feliz en el tiempo actual. Lo imagino compartiendo con nosotros el entusiasmo que causa el renacer, bajo nuevas formas, de la lucha de liberación de nuestros pueblos en busca de caminos de integración y unidad. Cómo disfrutaría Piñeiro comentando el perfil de los nuevos gobiernos y líderes populares que han surgido en nuestra patria grande.
No tengo duda de que estaría dedicado con toda esa pasión y esa creatividad que le admirábamos a echar las bases del socialismo del siglo XXI. El Comandante de la Revolución Manuel Piñeiro Losada habría pedido un lugar sin reclamar privilegios ni honores, tal como hizo siempre.
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Táctica y estrategia
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.
Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.
Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.
Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.
Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.
Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.