Revolución y amor – amor y revolución
¿Por qué me quedé en Nicaragua, en esta parte del mundo, mucho más conflictiva, pobre, violenta y complicada que mi propio país, Suiza? Nunca planifiqué mi emigración. Amaba a Suiza: las montañas, el queso, el chocolate, mi gente… ¡Sigo amándola! Pero en la salita del hotel Estrella de Managua, apenas llegué a Nicaragua en abril de 1981, estaba sentado un señor muy interesante, flaco, de barba blanca, ojos intensos y sonrisa pícara. Después de hacer mis trámites en la recepción, quería descansar un rato. Me senté en una silla y le pedí fuego para mi cigarrillo. Ese fue el primer paso.
En la marcha del Primero de Mayo nos rencontramos y nos miramos con una de esas miradas que promete mucho más que una sonrisa fugaz. Las consignas sandinistas en los labios, el entusiasmo y el fuego revolucionario en el corazón, hundida en el mar de gente, compañeras y compañeros del mundo entero, y sobre todo las amigas nicaragüenses, cantando ¡Nicaragua Nicaragüita! Segundo paso: nos fuimos a tomar una botellita de ron plata.
Días felices, llenos de esperanza, proyectos, un futuro socialista que podría reivindicar el sufrimiento del pueblo nicaragüense y mis propios dolores y enojos con el mundo capitalista. No es casualidad que haya dejado el cómodo consultorio psicoanalítico de Zurich, mi lindo apartamento
en plena ciudad, centro del mercado financiero mundial. Quería conocer la revolución sandinista y dar mis granitos de apoyo. Además, quería evaluar si nuestros instrumentos del psicoanálisis y los métodos grupales en el campo de la salud mental servían para algo, si eran útiles en las situaciones de grandes necesidades y también oportunidades para crear otro mundo posible.
Armando Bauleo me pidió que tomara su lugar y desarrollara el proyecto de formación en el método de grupo operativo del equipo de colegas del Ministerio de Salud sandinista, luego del curso que él había impartido. Curiosa y con un poco de miedo, visité con una amiga ese país extraño, Nicaragua, devastado por la guerra, por la Revolución de 1979. Y me enamoré de su gente, de la situación revolucionaria, loca, caótica y convulsionada. Mi plan era quedarme por dos años y luego volver a Zurich. Extendí el proyecto hacia el psicodrama. Integré a mi trabajo lo que había aprendido con Augusto Boal y Jonathan Fox, con sus propuestas de teatro político y comprometido. Una maravillosa mezcla de métodos creativos que tienen como protagonistas a la gente, igual que la revolución se hacía gracias a la lucha masiva del pueblo.
La experiencia comenzó con el colectivo de mujeres costureras, en el mercado Oscar Benavides del barrio Revolución, en abril de 1981. La Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) se involucró y quiso multiplicar el trabajo grupal enseguida a nivel nacional. Ese era el ambiente después de la Revolución: no había tiempo para profundizar, los ritmos de trabajo eran de veinte horas al día, irracionales, impacientes, sin parar. Sabía que era necesario procesar los duelos de los muchos muertos durante la Revolución, pero el triunfo lo cubría todo. A primera vista, los homenajes oficiales a los héroes y mártires parecían suficientes. Pero desde nuestro saber es conocido que el activismo tiene su precio.
Durante el primer mes trabajé como loca en las entrevistas etnopsicoanalíticas y las sesiones de psicodrama grupal. Me entrevisté con mucha gente, entre ella, algunos comandantes: Dora María Téllez, Daniel Ortega, Tomás Borge. Todas las discusiones fueron interesantes, el apoyo político estaba garantizado, pero no pasó nada, todo quedó en promesas. Quería entrenar a los cuadros políticos, a las colegas psicólogas del Ministerio, a las compañeras de la AMNLAE, pero tan pronto pasó la toma del poder apareció la burocracia. Además, los prejuicios de muchos compañeros y muchas compañeras contra la psicología eran obvios, y también el escepticismo con respecto a mi persona: “esta ‘Heidi suiza’, ¿quién será”
Mi propia impaciencia me producía un sentimiento de frustración. Me parecía que perdíamos demasiado tiempo, y la militarización creció en cuanto comenzó la ofensiva de la contrarrevolución y los Estados Unidos: mi proyecto fue postergado.
El fuego para el cigarrillo, la mirada a aquel compañero en la manifestación del Primero de Mayo entre cantos y lágrimas de emoción, tuvieron su continuación. En alguno de aquellos momentos en que me arrepentía de haber venido, en plan de autofinanciación y sin ningún otro respaldo que mi pasión por este proceso revolucionario, me fui a tomar una horchata al restaurante Antojitos, y ¿quién estaba sentado allí? Pues aquel hombre atractivo, barbudo, con ojos grandes y pícaros: tercer paso. Nos juntamos y empezamos a charlar horas y horas del psicoanálisis, de la tecnología alternativa, de veletas de viento y de sueños, de la revolución y la frustración, de por qué los compañeros no entendían el potencial revolucionario de nuestros quehaceres. Alguito también hablamos de nuestras vidas, pero muy poco.
Yo vivía en la Casa Fidler, un hotelito donde muchos y muchas internacionalistas tenían su habitación. No recuerdo haberle dicho a Antonio,1 que era como se llamaba aquel barbudo, dónde vivía yo. Sin embargo, un buen día apareció y me saludó como vecina. Y ese fue el salto cualitativo: no pasó mucho antes de que yo llevara mi máquina de escribir a su cuarto y él dejara sus pantalones en el mío. En aquel tiempo pegué un afiche grande de Lenin en mi puerta y después de la primera noche juntos, al amanecer, Antonio se asustó pensando que el camarada Vladimir Ilich Lenin en persona había venido a compartir nuestra pasión. Poco nos faltaba para creer que el poder de la imaginación podía hacer vivir a los muertos y mover montañas.
A partir de ese momento, mi vida cambió. Dejé atrás mi carrera profesional en Suiza, mi familia, mis amistades. Sentía, sin ninguna duda, que mi lugar estaba ahí y con ese hombre, mi compañero loco, desconocido, uruguayo, de aquel grupo de Tupamaros2 que habían sido llamados los innombrables y que ahora, con el reciente triunfo de Pepe Mujica como presidente de la República Oriental del Uruguay, están en el poder. A partir de ahí vivimos dieciséis años juntos; tras Nicaragua nos fuimos a Costa Rica, inseparables, compartiendo el lecho, los proyectos, nuestra pasión por la política y la gente. Poco a poco logramos conocernos, a pesar de ser de lugares tan diferentes y de tener historias distintas. Pero teníamos un ideal común: cambiar este mundo por uno más justo. La novela está por escribir. Por ahora solo quiero compartir la fuerza y la felicidad que se experimenta cuando se juntan dos almas que contienen el mismo fuego.
Qué lástima que Antonio no haya podido vivir el triunfo en Uruguay del 29 de noviembre de 2009, como tantos otros compañeros y compañeras más que fueron asesinados por la dictadura, o que murieron luego a consecuencia de las torturas salvajes de los militares. Murió en 1996 de un infarto, huella de la tortura y de una vida intensamente vivida. Por haber sido cofundador del Comité de Solidaridad Uruguayo con Cuba, recibió al Che en Punta del Este en 1961, en aquella reunión de líderes revolucionarios del Cono Sur. Y todo esto lo cobraron los verdugos en la cárcel.
Ahora la historia cambió su rumbo y la impunidad también desaparecerá. La crisis financiera demostró abiertamente la crueldad y la incompatibilidad del sistema capitalista con los valores humanos y socialistas. El pueblo grita en todos lados por justicia y cambios urgentes.
Mientras tanto, y después de haber pasado tantos años de amor y revolución, de alegría y lágrimas, sigo feliz el camino que me ha traído a estas tierras y estos pueblos. Ya no tengo ninguna duda de que el psicoanálisis, el psicodrama, la lucha feminista y las veletas de viento, igual que la energía solar, tienen mucho en común y proponen una profunda revolución de las leyes de afuera y las estructuras intrapsíquicas. Estoy feliz de que nuestra Asociación de Psicoanálisis Crítico Social (ASPAS), que fundamos con Antonio en 1989, sigue viva, y que continuemos desde Costa Rica tejiendo la red solidaria y de apoyo internacional en nuestro campo.
El Che lo dijo: hay que crear al hombre nuevo, a la nueva mujer. Y Paulo Freire, Augusto Boal, Ignacio Martín Baró, Rigoberta Menchú, Jacobo L. Moreno y Sigmund Freud, tantas y tantos compañeras y compañeros, maestros, revolucionarios, rebeldes en el pensar y consecuentes en su actuar, son modelos y guías en nuestra lucha por transformar el hambre en calidad de vida para todas y todos, brindar una educación desde los conocimientos revolucionarios y de género a los niñas y los niños, llenar los corazones de jóvenes y viejos de alegría y esperanza y rechazar enérgicamente este sistema explotador y cruel que es el capitalismo salvaje. Vivimos tiempos de profunda transformación, porque solamente así podemos salvar el planeta e ir hacia el socialismo para no morir en la barbarie.
El encuentro con Cuba
Entre 1986 y 1998 se celebraron en la Universidad de La Habana, cada dos años, los Encuentros Latinoamericanos de Psicoanalistas Marxistas y Psicólogas y Psicólogas Cubanos. Durante estos eventos, se inició un proceso de mutuo enriquecimiento y aprendizaje para todas y todos los participantes, de manera que no solo se desarrollaron lazos profundos de amistad y confianza, sino que también crecieron los deseos de trabajar profesionalmente en conjunto y más intensamente de lo que permiten los encuentros tipo congresos. Inspirados por los conocimientos de tantas y tantos colegas cubanos y de diferentes países latinoamericanos y europeos que compartimos el compromiso social desde nuestro saber, nos unimos en la búsqueda y en la lucha por un camino hacia la justicia social y un mundo mejor, aun cuando esto suene, en los tiempos posmodernos, como ideas trasnochadas. El amor y el respeto por Cuba, que tiene para cada compañera o compañero un lugar muy importante (real y simbólico) en su historia, hicieron posible que superáramos prejuicios y desconfianzas de ambos lados y nos uniéramos en el proyecto común de entender mejor la subjetividad en su contexto histórico y sociocultural. El objetivo sigue siendo el mismo, como lo han percibido los grupos de colegas psicólogos y psicoanalistas marxistas: la transformación económica y social de los países, y en especial, desde nuestra profesión, la producción de conciencia en teoría y práctica sobre los procesos psicosociales e intrapsíquicos de los hombres y las mujeres, quienes por fin son protagonistas y actores de la transformación social.
Sin entrar más profundamente en las temáticas que se trabajaban en los Encuentros, quiero apuntar hacia sus preguntas e in-quietudes principales. Estas se concentraban alrededor de la problemática de los bloqueos psicológicos de los sujetos, de las resistencias al cambio, de la producción de neurosis como refugio privado y de la reproducción de inconciencia social. Desde el psicoanálisis sabemos que gran parte de nuestro actuar y pensar responde a procesos inconscientes que escapan a la voluntad del individuo. Justamente, es un objetivo transformar el inconsciente en más conciencia para que la persona tenga más energía a su disposición y entienda mejor sus conflictos a lo largo de su historia personal en el seno de su ambiente sociocultural.
También fueron fundamentales la discusión y el intercambio de conocimientos teóricos y metodológicos debido a sus implicaciones ideológicas, sobre todo en aquella etapa histórica de creciente violencia del imperialismo y de relativa debilidad de los movimientos revolucionarios en el continente. ¿A quién sirven nuestros conocimientos? ¿Cómo será posible integrar la psicología al contexto político revolucionario? ¿Por qué siguen nuestra ciencia y nuestro trabajo marginados por las instituciones y las organizaciones políticas revolucionarias? El poder imperialista se sirve muy bien de la psicología y la utiliza para manipular y dominar mejor a la gente, utilizando, entre otras estrategias de guerra, los medios masivos de comunicación, para aumentar la alienación de las personas de su propia historia y para disminuir la posibilidad de pensar desde su lugar subjetivo. Su objetivo es convertir a los individuos en consumidores y reproductores de la ideología dominante, fomentar el individualismo y la competencia feroz para dividir e impedir acciones colectivas, excepto las que sirven a sus intereses.
Nuestra lucha, por tanto, tiene que apuntar hacia lo contrario: fortalecer la capacidad de los individuos de pensar críticamente, de asumir responsabilidad y su lugar en su contexto social. Para muchas y muchos de nosotros los psicoanalistas, los encuentros en Cuba significaron la continuación del trabajo realizado en el movimiento Plataforma Internacional —del cual formé parte—, fundado en 1969 y que funcionó como enlace de psicoanalistas marxistas latinoamericanos y europeos durante veinte años.
Las historias de colegas en el exilio forzado en Europa se entrecruzaron con las nuestras, esto es, las de los miembros de la generación que participó en los movimientos populares del 68 en los diversos países europeos. Y en medio de la violencia social, nacieron proyectos de trabajo conjunto, sobre todo mediante el intercambio teórico de las diferentes experiencias sociopolíticas. Para nosotras y nosotros, los europeos, se presentó así la posibilidad de aprender metodologías grupales de la corriente de Pichón Rivière que nos trasmitieron las y los colegas argentinos. De este modo, algunos de nosotros en Suiza nos formamos en el método de grupo operativo con Armando Bauleo, otros con Eduardo Pavlovsky en psicodrama, y todos aprovechamos la expe-riencia de Marie Langer, entre otras y otros.
No fue por casualidad, entonces, que nos encontráramos de nuevo en el comité organizador de los encuentros en Cuba para seguir la historia de resistencia al monstruo y para no perder nuestros sueños y la utopía de que los pueblos pueden cambiar su “destino” de sometidos, por la conciencia social de forjar su historia, al igual que Cuba sigue haciéndolo.
Durante el VI Encuentro, celebrado en 1996, empezamos a discutir la posibilidad de realizar un trabajo profesional psicoanalítico en el COAP,3 proyecto piloto en el área de salud mental. Este proyecto contó para la financiación de los viajes de las y los profesionales con el apoyo de Medicuba Suiza, organización no gubernamental que colaboró con el COAP, además, con material técnico, aparte de ayudar a otros proyectos en el campo de la salud en Cuba. El trabajo mismo comenzó siendo y fue durante algunos años una colaboración solidaria de psicoanalistas internacionalistas.
La idea inicial consistió en la presencia puntual, pero regular, de psicoanalistas en el COAP, dos veces al año por una semana, con el objetivo de brindar la posibilidad de espacios para la discusión de casos, el intercambio de ideas sobre problemas de transferencia-contratransferencia, la presentación y discusión de tesis de investigación psicológica en la comunidad y en el área de la clínica por parte de estudiantes de la universidad, la reflexión sobre las vicisitudes de nuestro quehacer profesional e institucional, etc. Al mismo tiempo, se trasmitían de este modo elementos teóricos y prácticos del psicoanálisis, a nivel individual y grupal.
El interés de las y los colegas cubanos se expresó como el deseo y la necesidad de tener más elementos de formación psicoanalítica, sobre todo para entender los procesos transferenciales y contratransferenciales y para profundizar en la comprensión de los procesos inconscientes. Estaban al tanto de la importancia de la exploración de la propia subjetividad mediante alguna forma de terapia.
Muchos colegas de Medicuba y de los encuentros tenían interés en colaborar. Ese era el caso de Christian Jordi, Emilio Modena, Gregor Busslinger, Pedro Grosz, Ruedi Studer, entre otros, pero la realización de un trabajo sistemático era difícil desde Suiza. Los aportes de estos colegas fueron posibles durante el VII Encuentro, en febrero de 1998, cuando organizamos junto con el COAP, dentro del evento de la Universidad, espacios de casuística y de reflexión alrededor de la discusión del trabajo con pacientes.
Mi residencia en Costa Rica y mi experiencia profesional de casi veinte años de trabajo en Centroamérica (Nicaragua, Costa Rica, El Salvador) hicieron posible la concreción de un trabajo continuo, desde 1997 hasta ahora. Durante toda una primera etapa equivalente a cuatro estadías mías en el COAP, pudimos iniciar un proceso de aprendizaje grupal, de reflexión profunda de problemas con las y los pacientes, de análisis de conflictos institucionales, etc., y también ofrecimos una introducción básica a la metodología del psicodrama. Este último proyecto nació debido a la insistencia y el deseo de las y los colegas del COAP, con Guillermo Arias, su director, a la cabeza, y de estudiantes de Psicología, de tener una mínima posibilidad de experiencia terapéuti-ca propia y, al mismo tiempo, aprender el método. Este proyecto fue aprobado durante una visita mía a Cuba en octubre de 1996 y en discusiones con la dirección de Medicuba en Suiza.
El Movimiento Plataforma Internacional
La Plataforma fue un movimiento amplio de más de ochocientos psicoanalistas de diferentes continentes, idiomas, países y contextos político-sociales, pero con una misma consigna: luchar desde nuestro lugar por una sociedad más justa, aportar nuestros conocimientos sobre los procesos inconscientes para organizar al pueblo de manera que las pulsiones puedan ser sublimadas de forma productiva para la colectividad y para romper con modelos patriarcales y métodos autoritarios, también en la izquierda.
Esta organización internacional, fundada en 1969, colocó en el centro de su atención la necesidad de reflexionar sobre la teoría y la práctica del psicoanálisis, y sus implicaciones ideológicas, en un contexto social concreto. Psicoanalistas latinoamericanos se unieron a psicoanalistas europeos en estudios e intercambios de experiencias profesionales con la urgencia de analizar nuestro rol social, los contenidos ideológicos de nuestras interpretaciones, el encuadre psicoanalítico, la abstinencia, nuestra comprensión de la ética, etc. El contexto sociopolítico de aquella época era, por un lado, de creciente represión política en los países latinoamericanos del Cono Sur y, por otro, de movimientos estudiantiles políticos en Europa que incluyeron también la formación de la antipsiquiatría. Las compañeras y los compañeros latinoamericanos —muchos de ellos exiliados después en Europa— com-partieron sus experiencias profesionales en situaciones de alta tensión política, la necesidad de trabajar “afuera del encuadre clásico”, sin perder la posibilidad de analizar los procesos transferenciales y de resistencia, bajo la amenaza permanente de ser —junto con sus pacientes— víctimas del terrorismo de Estado.
¿Cómo afectaron esas situaciones la práctica y la teoría del trabajo psicoanalítico? La necesidad de analizar el psicoanálisis críticamente, al igual que todas las ciencias, en su contexto histórico y en sus contenidos ideológicos (clasista, sexista, racista, etc.) era urgente, y puso la reflexión sobre sociedad y psicoanálisis en el centro, enfocando también su gravitación social acorde con la estructura de poder dominante. A nivel teórico se integraron los trabajos de la Escuela de Frankfurt, Marcuse, Lorenzer, la antipsiquiatría. Leímos a Laing, Cooper, Basaglia, Castel, y estudiamos el replanteo de las mujeres psicoanalistas.
En Europa retomamos el trabajo de las y los psicoanalistas antifascistas de los años treinta (Movimiento Sexpol: W. Reich, 0. Fenichel, E. Fromm, S. Bernfeld, etc.). Se articuló una intensa polémica con las instituciones tradicionales, que llegó en algunos lugares al rompimiento con las sociedades psicoanalíticas constituidas para crear centros autónomos de formación y estudios de psicoanálisis. Ese fue el caso del Seminario Psicoanalítico de Zurich (PSZ), que formalizó su estructura autónoma en 1976. En el Cono Sur el proceso llegó al exilio forzado de la mayor parte de los y las psicoanalistas comprometidos en la lucha por un cambio social, y tuvo también como consecuencia la búsqueda de métodos psicoanalíticos grupales (Marie Langer, Armando Bauleo, Eduardo Pavlovsky, etc.).
El intercambio y el trabajo conjunto de psicoanalistas latinoamericanos y europeos implicó también, naturalmente, la reflexión sobre la dependencia política entre los dos continentes, el análisis transcultural, el eurocentrismo, las huellas de la colonización en la América Latina, el neocolonialismo, etc., realidades que anteriormente (y hasta ahora) solían ser “olvidadas”, excluidas del trabajo psicoanalítico por su contenido político.
El movimiento Plataforma Internacional, al igual que Documento en Argentina, perdió su fuerza de los años ochenta y se disolvió veinte años después de su fundación, pero dejó huellas a nivel teórico y práctico, en especial toda una red de intercambio y contactos.
El psicodrama
El psicodrama es, como lo expresa su nombre, arte dramático y elaboración psicológica. La diferencia con una obra de teatro radica principalmente en su objetivo y en su modo de producción. En el teatro existe un guión, un equipo de artistas y un dramaturgo que exhiben la obra a un público con fines estéticos, pedagógicos, políticos, de entretenimiento, etc. En el psicodrama hay un grupo de participantes, una tarea, un o una terapeuta, y un director o directora de psicodrama (con su asistente, si es posible). No hay público ni existe otro objetivo que la creación y la elaboración espontánea de temas que emergen del grupo y que facilitan la concienciación de los procesos inconscientes individuales y grupales.
El equipo de coordinación funciona sin guión: su trabajo es captar y ayudar a los y las protagonistas a desarrollar y entender el funcionamiento psicológico de los múltiples procesos dinámicos interrelacionales e intrapsíquicos. Mientras se desarrolla este proceso, se construyen relaciones personales, se manifiestan pautas transferenciales y se trabaja la historia personal y grupal, con el avance del proceso.
Como no es posible en tan breve tiempo profundizar en la teoría y la práctica del psicodrama, quiero señalar que mi modo personal de trabajarlo es en combinación con el método de grupo operativo. Considero que los procesos grupales conscientes e inconscientes que promovemos y estudiamos con ambos métodos tienen los mismos objetivos. La función del emergente en el grupo operativo es similar a la del protagonista en el psicodrama. Asimismo, en ambos casos la función del equipo coordinador es catalizar y promover el pensar y la elaboración de la tarea. Pero en el psicodrama trabajamos de manera diferente los procesos transferenciales (verticales: hacia las y los terapeutas, y horizontales: hacia las y los demás miembros del grupo). Se trata de presentarlos, manifestarlos e interpretarlos, en lugar de incrementarlos mediante la abstinencia. Es decir, el lugar terapéutico es diferente: el director o la directora de psicodrama se manifiesta como persona real y estimula permanentemente al grupo y a las y los protagonistas emergentes para que logren simbolizar las transferencias. De ese modo, podemos lograr que cada sesión de psicodrama sea, de manera surrealista, un miniproceso terapéutico que muestre los procesos inconscientes de idealización, proyección y represión, los mecanismos de defensa, etc.
Situarse en un grupo, para decirlo a la manera de la psicodramatista uruguaya Jaqueline Bochar, implica una vivencia de conflicto: ubicarse en la contradicción de lo múltiple para, a través de un tránsito parturiento y doloroso, con todas las vicisitudes imaginables, en un descubrimiento de los obstáculos, trabajando con los conflictos, imprimiendo una dirección vacilante pero cada vez más precisa, poder tomar la senda de un camino integrativo algo más libertario. Esto es posible mediante la capacidad autoanalítica de vivenciar y revivenciar emociones con un esquema referencial teórico dúctil, con instrumentos como la escucha y la comprensión, la discriminación y la continencia, el descentramiento y la posibilidad de crear, la capacidad de dudar de los demás y de uno mismo.
La posibilidad magnífica del psicodrama consiste en la comprensión de que la actividad creativa de cada persona es infinita y única, que la multiplicación del potencial creativo en el grupo posibilita una dimensión terapéutica autogestionaria. En el grupo, las y los participantes —en su rol de coprotagonistas, de múltiples yo-auxiliares, de dobles, de espejos y de coro— desempeñan funciones terapéuticas importantes gracias al funcionamiento del tele. Moreno, el creador del psicodrama, dijo que el tele es la unidad menor de sentimiento transmitida a distancia de un sujeto a otro, por lo que constituye un factor esencial en las relaciones interpersonales. Consiste en el sentimiento y el conocimiento real que tenemos de las otras personas y es el motor principal para las elecciones recíprocas de toda índole.
En nuestras culturas de organización social en pequeñas familias monogámicas, el equipo de dirección ocupa transferencialmente el lugar de madre/padre, y su abstinencia es relativa, dado que a través de los juegos y personificaciones también participa. Esto puede llevar rápidamente a la concientización de las relaciones de poder, de los impulsos de sumisión a la autoridad, de las emociones agresivas reprimidas, de los sentimientos de envidia y celos negados, del miedo a la erotización y la sexualización, etc.
Mediante la simbolización y la representación es posible dramatizar escenas del pasado y del presente y, además, proyectarse hacia el futuro en forma espontánea, dramatizar sueños y fantasías e imaginar escenas temidas. Dado que no existe ni público ni otra instancia juzgadora que el propio super yo y la mirada del grupo, es posible representar y reconocer los mecanismos de de-fensa, los sentimientos de vergüenza, culpa y miedo para transformarlos de acuerdo al lema “uno para todos, todos para uno”. Los diferentes niveles de percepción (externa/real e interna/imaginaria) se pueden dramatizar y percibir así las contradicciones, encontrar sus orígenes en la historia infantil y redimensionar los conflictos.
Al igual que en el psicoanálisis, hay muchas formas de ver y trabajar el psicodrama, según la formación y el estilo de cada terapeuta. Pero sin duda se necesitan muchos años de experiencia grupal personal, como miembro/paciente y como asistente, para lograr desarrollar psicodramas como director o directora-terapeuta. Ser psicoanalista facilita la tarea, porque ya se cuenta con los instrumentos para reconocer los procesos inconscientes, sobre todo el conocimiento de la propia neurosis. Se sobrentiende, además, que se necesitan supervisiones y sesiones terapéuticas para elaborar la dinámica grupal.
Si las y los terapeutas pueden tomar el lugar de protagonistas (por ejemplo, para trabajar en el grupo una reacción contratransferencial), su emotividad y subjetividad propias están muy involucradas y tienen que ser constantemente revisadas. Por esta razón, y por lo complicado y difícil de la tarea, es de suma importancia poder trabajar en coterapia. Además, y aquí apuntamos a nuestro enfoque principal, porque en el proceso de investigación se multiplican las posibilidades de observación y se deben minimizar las tendencias de proyección subjetiva por parte del investigador o la investigadora.
Por último, quiero mencionar la función terapéutica que tienen la creatividad y el humor, porque los procesos grupales demuestran que en los más terribles momentos el ser humano es capaz de transformar la realidad, de mover y conmover lo exterior y lo interior. El psicodrama es un laboratorio para desarrollar la capacidad humana, buscar una forma particular a su experiencia verbal y corporal, y el grupo es “cuerpo de resonancia y multiplicación” y al mismo tiempo contenedor, “principio de la realidad”, apoyo en los “momentos de locura” vividos por la o el protagonista. Las escenas terribles y temidas, recordadas por este, se transforman en un proceso de “teatro surrealista” en el cual es dramaturgo y conduce el proceso, con la ayuda del equipo coordinador y del grupo. La experiencia de sufrimiento y de dolor puede entonces ampliarse por las múltiples tomas de conciencia durante y después del psicodrama, y permite la experimentación de nueva energía y nuevas fuentes de acción, es decir, de esperanza.
La Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales
Después de aquel grupo de formación de la primera etapa del convenio de colaboración entre el COAP y Medicuba Suiza del que ya hablamos, se formaron dos grupos más, y desde los tres grupos se lanzó el proyecto de la maestría en el año 2007. Durante diez años trabajamos en la formación de lo que resultó ser el primer grupo de ocho diplomadas y diplomados en psicodrama en Cuba, integrado por siete compañeras y un compañero. Fue con este grupo que gestamos la Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales. Luego este grupo se convirtió en el grupo coordinador de la maestría y forma parte del claustro de profesoras y profesores de la misma.
Nunca nos imaginamos, al inicio del proyecto de formación en psicodrama de un grupo de psicólogas y psicólogos en 1997, la magnitud que alcanzaría este movimiento. Estamos por graduar en julio de 2010 el primer grupo de la maestría4 que incluye más de veinte compañeras y compañeros de diferentes disciplinas (psicología, pedagogía, filosofía, teología, arte dramático). Además de la capital, están representadas las regiones central y oriental del país con una compañera de Santa Clara y otra de Santiago de Cuba. El programa de este posgrado especial incluye diez semanas de experiencia vivencial y durante tres años, cada mes, un curso de una semana con una temática específica, impartido por diferentes profesoras y profesores nacionales e internacionales. La primera experiencia ha resultado un gran éxito y ha despertado mucho interés por desarrollar otras ediciones de la maestría a nivel nacional en diferentes universidades del país y también en otros países. Después de haber superado muchos obstáculos, estamos felices por este logro y no dudamos de que la multiplicación de este método en diversos campos del trabajo psicosocial, pedagógico, artístico y de investigación en Cuba será de muchísima utilidad en el contexto histórico que atraviesa el país, cuando el pueblo enfrenta importantes cambios.
El proyecto de la Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales que desarrollamos en Cuba es muy especial, porque incluye una parte vivencial. Esto resulta imposible en nuestros países, porque integrar lo vivencial a la formación académica implicaría elevar los costos de esta formación a niveles que muy pocos podrían costearse. Pero más allá del aspecto económico, esta maestría es un proyecto pionero, innovador, porque apuesta por un modelo pedagógico nada tradicional. No solo se integra lo vivencial, sino que se parte de esto, o sea, las y los estudiantes comienzan la maestría viviendo el psicodrama, involucrándose en un proceso psicodramático grupal. Y es a partir de esa experiencia que se van articulando los módulos teóricos. Muchos módulos, por su parte, también integran y parten de lo vivencial. De manera que en el centro de nuestra propuesta está el enfoque acción-reflexión, inseparable proceso dialéctico, permanente búsqueda y acercamiento a la verdad en el grupo.
La integración de lo vivencial también tiene una base psicoanalítica: la formación empieza con la elaboración de la propia subjetividad. En el campo clínico, antes de ser terapeuta hay que ser paciente y hay que entender los procesos inconscientes y los procesos transferenciales/contratransferenciales entre terapeuta y paciente. En el campo pedagógico, es necesario comprender esos procesos entre profesor y estudiante, y, en sentido general, entre quien coordina y a quien coordina para lograr ser más protagonista en la propia vida, ser más consciente de los actos propios. También la parte vivencial es necesaria para flexibilizar estructuras internas rígidas a nivel personal, grupal e institucional. De ahí que la primera fase de la formación en psicodrama siempre se dedique a la experiencia propia; al igual que en la formación psicoanalítica el psicoanálisis propio sirve de base, cada participante en el grupo tiene que hacer su proceso vivencial y terapéutico en el grupo.
Sin embargo, valdría la pena discutir si el psicodrama es o no un método más útil para elaborar situaciones sociales y culturales específicas gracias a la integración de la expresión corporal, el movimiento y, sobre todo, la dinámica grupal, lo que hace productivos los procesos no verbales. Es un proceso colectivo que fortalece las estructuras horizontales y amplía las relaciones transferenciales, así que el grupo también ejerce una función terapéutica.
La teoría del psicodrama está estrechamente ligada a la práctica, y solamente en la acción se podrá forjar un estilo propio de la cultura cubana de hoy y lograr una creativa formación de lo grupal. Los módulos vivenciales, además, les brindan a las y los estudiantes la posibilidad de elaborar el elemento subjetivo relacionado con sus estudios. La subjetividad con todas sus implicaciones emocionales, los conflictos y las contradicciones del sujeto que son parte de la vida, necesariamente tienen que ser elaborados para hacerlos productivos para el trabajo intelectual. Por tanto, el trabajo se centra en el apoyo individual y grupal a cada estudiante para que pueda concientizar sus miedos, inseguridades, inhibiciones, síntomas y bloqueos en el trabajo con su tesis. Al mismo tiempo, brindamos la posibilidad de que cada quien pueda lanzarse como director o directora de psicodrama, conduciendo a el o la protagonista, coordinando la acción en escena. De manera que ya avanzada la maestría combinamos la formación, la elaboración de problemas subjetivos respecto a la investigación para la tesis y el empoderamiento del rol de coordinador o coordinadora de grupos.
Alcanzar la meta de crear procesos colectivos de aprendizaje que se nutran del deseo y el disfrute y no de una tarea super yoica es un balance entre arte y ciencia. Así, el manejo del saber no responde a un poder institucional, donde unos son dueños del saber y otros están condenados al lugar infantilizado de estudiantes. Queremos discutir, pensar y elaborar los conocimientos en un proceso de aprendizaje y enseñanza en el que los roles puedan invertirse y las diferencias sean bienvenidas.
También es específico de esta maestría intentar trascender el carácter tradicional de las ciencias sociales. El objetivo principal que se propone es poner la ciencia al servicio del pueblo, de las comunidades, y hacer un enlace estrecho entre el aprendizaje universitario y el saber del pueblo. Queremos potenciar un movimiento de acción social, comunitaria, clínica, pedagógica en diferentes instituciones y organizaciones, y desde ahí investigar y producir conocimiento científico.
Nuestro encuadre teórico incluye el saber del psicoanálisis de Freud, la psicología social de base psicoanalítica de Pichón Rivière, el psicodrama de Moreno, la teoría de Vygotski. Es un reto grande tratar de integrar estos diferentes enfoques en un todo, elaborar una forma nueva, cubana, de pensar “lo grupal”, ponerla en acción en el trabajo terapéutico, comunitario, pedagógico y de inves-tigación sociocultural. Sin embargo, con la producción que vemos en este primer grupo de la maestría, apoyado por el grupo de las y los graduados del COAP hemos logramos un proceso de creación sui generis que responde a las necesidades del pueblo cubano de hoy. Y dado que se trata de una maestría, va más allá de la práctica social y dará mucho material para la investigación social que, a su vez, podría llevar a mejorar la práctica profesional.
El proceso es rico, porque une el saber de psicólogas y psicólogos, teólogas y teólogos, filósofas y filósofos, actores y actrices: una maravillosa amalgama. Une aportes de diferentes sectores científicos y sociales, incluyendo el de personas que no son de la capital, en una suerte de intento de descentralizar, de dar más oportunidad a universidades de otras provincias. Todo esto debe aportar a la identidad de diferentes sectores y regiones de la sociedad cubana, y permitirles un mayor protagonismo, al tiempo que se fortalece a nivel individual, clínico-terapéutico, la subjetividad propia de las personas. Esta es una condición necesaria para que los individuos, los grupos y las comunidades puedan reconocer con mayor conciencia su historia, valorizar lo propio y fortalecer los procesos de concientización a todos los niveles.
Resulta muy importante trabajar las contradicciones, los conflictos que nos llevan a repetir modelos del pasado vinculados a valores de mando, de opresión. Hay que reconocer y elaborar las huellas de la esclavitud y la conquista, de la discriminación: son historias que viven en nosotros; hacerlo implica liberar potencial humano para plantearse nuevas estrategias. Es necesario aceptar la emocionalidad como motor impulsor para pensar críticamente sobre la propia vida en un contexto sociohistórico y cultural.
Como ya mencioné, hay interés por desarrollar un intercambio de nuestro proyecto de maestría con varias universidades de otros países. De esta forma podría convertirse en un modelo para otras experiencias, cada una de las cuales se desarrollaría de un modo específico, según la cultura y el contexto sociohistórico de cada país. Así se vería satisfecho también nuestro interés en lo transcultural, lo etnopsicoanalítico, para investigar la eficiencia de nuestro método y nuestra teoría en diversos contextos culturales. El objetivo siempre será fortalecer el potencial subjetivo de las personas, los grupos, las comunidades, y superar las resistencias que le impiden a los individuos y los pueblos ser protagonistas de sus vidas. Esto significa para los pueblos del Sur que el tiempo de la opresión y la esclavización por fuerzas externas, una historia de conquista y colonización cruel, ha terminado. Sin embargo, esa historia ha dejado sus huellas en las psiques de las personas y produce la inconciencia social que puede paralizar el crecimiento y la autodeterminación. Cuba demuestra que es posible resistir, y es un modelo de lucha y de resistencia para todos los pueblos. Nuestro instrumento es de muchísima utilidad para cambiar la dinámica intrapsíquica e interpersonal hacia un protagonismo con dignidad y consciencia. En este sentido, el nuestro es un trabajo político, porque une la tarea psicológica con lo social, y facilita los procesos de concientización y transformación social.
De este grupo nació el movimiento cubano de formación en psicodrama, y de lo grupal que culmina por estos días surgió la propuesta de organizar en Cuba el VIII Congreso Iberoamericano de Psicodrama en mayo del 2011. La comunidad psicodramática internacional la acogió con entusiasmo y esperamos que este sea un congreso a la cubana, un ejemplo de creatividad con pocos recursos económicos y todo un éxito. Este proyecto forma parte de la formación en el programa de la maestría, igual que otros proyectos de cómo seguir con las próximas ediciones, cómo lograr hacerlo un proyecto enteramente cubano con el apoyo internacional necesario. Esperamos que con el mismo entusiasmo que hemos trabajado hasta ahora venceremos los obstáculos internos y externos para seguir con fuerza adelante y lograr nuestras metas personales y grupales.
El comité organizador del VIII Congreso Iberoamericano de Psicodrama está integrado por el equipo del COAP y el grupo de la maestría, y enfrenta el reto de la preparación de este gran evento igual que inició la maestría: con el espíritu revolucionario de arriesgarse a la aventura, dar lo mejor que se puede, entusiasmo, compromiso, alegría y el amor al arte y a su pueblo, sabiendo que “se hace camino al andar”.
Será la culminación de esta etapa pionera de la formación en psicodrama en Cuba y significa el inicio de otro movimiento mucho mayor, con la proyección hacia las provincias y hacia otros países latinoamericanos. También existe el proyecto de iniciar una maestría internacional que ofrecerá a colegas de otros países que abrazan las causas de los pueblos y se involucran en la lucha por la transformación social, la posibilidad de formarse en psicodrama en Cuba.
El Proyecto Sur-Sur: “psicodrama sin fronteras”
El sueño y más que un sueño ya es un proyecto en construcción: crear una red de psicodramatistas comprometidos con los ideales y la práctica de “otro mundo más justo y posible”.
Compañeras y compañeras de grupos en Suiza, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Chiapas, Bolivia y Palestina se conocen a través de nuestro enlace. Buscamos medios para facilitar una directa interacción de compañeras y compañeros ya formados para que las experiencias de sus respectivas luchas y prácticas comunitarias se puedan complementar.
El enlace del grupo de zapatistas con el grupo de Gaza se dio de modo muy espontáneo, cuando escribieron una carta de apoyo al grupo palestino que pude entregarles. Por otro lado, compañeras Mélidas de El Salvador se integraron a un curso de la maestría en Cuba. El grupo de Costa Rica mantiene una relación estrecha con las Mélidas en El Salvador y con Cuba; así como compañeras suizas son codirectoras en Chiapas, Palestina y El Salvador. Por supuesto, se necesita apoyo financiero para viajar a unos u otros países; hasta ahora lo hemos podido hacer gracias a la colaboración de Médico Internacional de Suiza y Medicuba Suiza.
Esperamos también que la red Sur-Sur entre psicodramatistas siga fortaleciéndose para cumplir con la promesa de nuestro método y nuestra teoría de proporcionar un instrumento para la lucha en el campo psicosocial a nuestros pueblos, sobre todo a los oprimidos y perseguidos. Nos sabemos en la tradición de Paulo Freire, de Augusto Boal, de las ideas liberadoras de José Martí, igual que de los saberes desde el psicoanálisis y el psicodrama de Vygotski y de Pichón Rivière. Este marco teórico también nos llena con la fortaleza necesaria para resistir nosotras mismas y superar la desesperanza, sabiendo que los procesos de liberación son lentos y dolorosos, pero que vivimos un tiempo en el que ya no hay marcha atrás en el movimiento hacia otro mundo mejor posible.
Psicodrama sin fronteras es un movimiento que une los sueños individuales, grupales e internacionales en un enlace de fortalecimiento solidario. Siguiendo las huellas de la historia de internacionalismo y de solidaridad, contrapuesta a los neocolonialismos, consecuentemente multiplicamos nuestro conocimiento en psicodrama no solamente en Costa Rica, sino también en El Salvador, en Cuba y en Palestina, países o lugares donde no existen hasta ahora centros de formación en psicodrama, pero donde hay una gran necesidad de metodologías grupales y de apoyo terapéutico. Son pueblos que sufren las consecuencias del bloqueo o, lo que es peor aún, de la guerra, seres humanos traumatizados y poblaciones que nunca tendrán posibilidad de acceder a una psicoterapia. Los proyectos Sur-Sur que hemos podido construir con la ayuda de las organizaciones no gubernamentales suizas (Médico Internacional, Medicuba), no solamente facilitan la transmisión del saber psicoanalítico y psicodramático, sino al mismo tiempo forman puentes, enlaces, redes sociales e individuales. Para las compañeras y los compañeros de Costa Rica estos proyectos han significado, además, una posibilidad excepcional para la continuidad de su formación como codirectoras y codirectores de psicodrama.
Cruzar fronteras, atravesar muros con el psicodrama significa aceptar el reto de no silenciar injusticias, de combatir la impunidad, de tener el valor de denunciar abusos y de fomentar la comunicación honesta y auténtica, respetando las diferencias. También quiere lograr que con el trabajo grupal se construya más conciencia de la propia historia, rescatar la memoria y, por tant, fortalecer los procesos de identidad cultural.
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Notas
- Versión ampliada de una entrevista realizada en Cuba, una vez concluido el tercer módulo vivencial de la primera edición de la Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales de la Universidad de La Habana, en septiembre del 2009.
1 El nombre verdadero de Antonio es Honorio Alejandro Grieco Nieves (1930-1996), uruguayo de nacimiento, compañero de Ursula Hauser en la vida, y especialmente en la lucha. (Todas las N. de los E.)
2 Se refiere al Movimiento Nacional de Liberación Tupamaro, organización política uruguaya surgida en los años sesenta.
3 Centro de Orientación y Atención Psicológica Alfonso Bernal del Riesgo, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
4 Ya se graduó, en agosto del 2010.