Lo que nos quedó del teatro espontáneo

Nelly Arrobo

Me permito compartir con todos ustedes algo de lo mucho que quedó en el corazón de las compañeras de Imbabura que asistieron a la presentación de teatro espontáneo del grupo de amigos cubanos, el miércoles 6 de mayo del 2009. La delegación cubana estuvo acompañada por compañeras de varios países de la América Latina, entre ellos México, Costa Rica, El Salvador; y por otras que, aunque no nacieron en nuestro continente, han sido adoptadas como latinoamericanas en reconocimiento a su compromiso de apoyo a los procesos de nuestros pueblos. Queremos por medio de estas líneas ratificar nuestro agradecimiento a cada una y cada uno, por la maravillosa tarde que nos hicieron disfrutar en el Centro de Formación de Misioneras Indígenas, en la comunidad de Pucahuaico, el lugar que guarda, junto con su tumba, la memoria viva de monseñor Leonidas Proaño, el Obispo de los Indios y de los Empobrecidos, que sigue acompañando el caminar esperanzado de tantos pueblos de nuestra Abya Yala.
Después de compartir en la capilla ante la tumba florecida de Taita Proaño, compartimos la mesa: una sabrosa sopa de maíz, la boda o api de los indígenas, preparada por nuestra compañera Lucila, y luego unas papas con ají y ensalada, de las cuales nos responsabilizamos las compañeras que trabajamos aquí. Todo esto ya iba creando un clima de fraternidad y sororidad entre los asistentes.
A las dos de la tarde, como estaba previsto… (Hago un alto para gritar de emoción: en mi móvil recibo la noticia de que la OEA volvió a admitir a Cuba en el organismo tras dejar sin efecto la disposición que excluyó a este país en 1962. A estas alturas representa un paso importante, se vislumbra algo nuevo en el papel que cumplen los Estados Unidos que, con su poder, no permitían que esta medida se diera en las administraciones anteriores. ¡Felicidades cubanos! Ojalá la OEA se sacuda de la domi-nación imperialista.)
Continúo. Nos reunimos con unas trescientas personas de Imbabura de los diferentes grupos nacidos gracias a la Fundación Pueblo Indio del Ecuador y a nuestro acompañamiento como Centro de Formación. La reunión fue en nuestro minicoliseo que lleva el nombre de Zoila Villalba, la mamá de monseñor Proaño.
Todos estábamos a la expectativa, no sabíamos qué era el teatro espontáneo. Iniciamos con un saludo de parte de Elizabeth, de nuestro Centro de Formación, y luego los visitantes saludaron con variadas expresiones corporales. Pretendían que los diferentes grupos hicieran lo mismo, pero no fue posible… y esto lo lamentamos todas. Ahora trataríamos de ver qué es lo que identifica a cada grupo y organización, para que sea más fácil improvisar un saludo sin palabras.
Después de encontrarnos todos en el centro del coliseo caminando y mirándonos a los ojos, nos abrazamos y nos saludamos así unos a otros. A continuación, Germán, compañero de camino que vino desde Quito acompañando al grupo visitante, nos ofreció un poema muy hermoso, “Evangelio”, de Ignacio Rueda, capuchino español que vivió mucho tiempo en Guayaquil.
Y ahora sí el teatro espontáneo. Una de las compañeras del grupo cubano tomó el micrófono y pidió que alguna persona cuente cómo pasa un día de su vida. Silencio total. De pronto, una niña riega sobre el anaco (la falda indígena) de su mamá un poco de yogur que estaba bebiendo. La mamá la regaña y los del teatro representan inmediatamente ese hecho. Después, una abuelita se atreve a contar que a su edad sigue trabajando para atender la educación de sus nietos, que quedaron huérfanos. Ultimamente, su esposo está imposibilitado de caminar, así que su trabajo se ha multiplicado.
El grupo de teatro pone en escena esa vida esforzada. Mientras tanto, la compañera que entrevista con el micrófono empieza a llorar ante esta abuelita que ya merecería estar en su casa descansando. Con ella, todos los asistentes empezamos a llorar.
Una compañera indígena habla de las dificultades económicas que tiene para que sus hijos puedan estudiar: los adolescentes quieren ser músicos. Ella trabaja vendiendo en el mercado, no le alcanza.
Sale un joven de quince años y le dice al público: “Yo quiero ser chef. Ahora estoy estudiando en el colegio, pero no sé si avanzaré porque a veces no entiendo”.
Una madre de familia expresa que su hija quiere ser periodista. Ya se ha esforzado para que llegue al final del bachillerato, pero la universidad le hace temblar. Ella vende comida, y ahora se ve amenazada en su negocio con la presencia de la gripe porcina. Muéstrenme esta realidad, pide a los del grupo de teatro.
Olga, la madre del joven que quiere ser chef, se pone de pie y empieza a contar que su primer hijo murió en tierna edad a causa de las bombas lacrimógenas lanzadas durante el levantamiento indígena de 1990. Su segundo hijo ha presentado siempre dificultades en el aprendizaje, pero solo ahora que tiene quince años le dan el diagnóstico: tiene síndrome de Down. “Tengo otras dos hijas”, dice. “Una quiere ser periodista, la otra médica. Con mi esposo hacemos frente a todos los problemas de la familia, juntos, en diálogo y armonía. Ahora quiero ver cómo es mi familia a través de la representación que hacen ustedes.”
Luego se presentó la directiva de un grupo de niños de una comunidad vecina. Y con ellos hicieron un juego educativo.
A la semana siguiente hicimos una evaluación de este acto, que terminó con la presentación de un grupo de danza de Ilumán y con el compartir de pequeños objetos que entregamos cada uno para que lleven los compañeros cubanos.
En una de las evaluaciones, las compañeras y los compañeros expresaron así, con sus palabras, lo que experimentaron esa tarde:
Magdalena: “Era muy triste, aunque con alegría. Tuve muchas emociones y muchas reflexiones se me vinieron a la cabeza. Hubiera querido que nos avisen con tiempo para podernos presentar mejor. Fue como un acto de solidaridad y coincidía con lo que estamos mirando y analizando en nuestras reuniones de formación. No podemos hacer lo que ellos hicieron. Nos enseñaron a romper barreras.”
Olga: “A algunas no interesa y no vinieron, pero no saben lo que se han perdido. Yo pensé que era como cualquier otro teatro. Me di cuenta de que los temas que estamos hablando en nuestras reuniones son importantes. Ahora estuvimos con las personas de esos países de los cuales hablamos. Yo he vivido mi vida, pero no he visto cómo es y cómo pasa. Me pareció impresionante, incomparable, que los sueños sí se hacen realidad como nos enseña monseñor Leonidas Proaño.”
Mercedes: “Estaba triste, me dio dolor de cabeza y me hizo pensar que esas historias fueron también mi vida.”
Petrona: “Al comienzo nos reímos y después lloramos todos. Me hizo pensar en todo. Me habría gustado llevarlos a la comunidad, porque estuvo muy bueno, y aunque les contemos no es lo mismo como si ellos mismos vieran.”
Rosario: “Los compañeros nos demostraron la experiencia de otros países. El teatro era lo más rápido. Nosotros también hemos hecho, pero repasando varias veces. Por otro lado, me sentía preocupada de que tal vez estaremos contaminándonos con la gripe porcina. Mostraron lo que conté: que los hijos querían seguir música y el sueño se cumplió. Todo estuvo muy bueno.”
Narcisa: “La actuación fue de lo mejor. ¿Qué sueños vamos a hacer realidad? Tenemos que trabajar, hacer el esfuerzo educándonos. Nos motivó para avanzar en nuestros objetivos.”
Presentación: “La visita de otros países es muy buena porque nos vienen a enseñar. Me sentí feliz, porque vi que la educación para los hijos es muy importante. Nosotros siempre nos quejamos del dinero, pero en el teatro vimos que las compañeras vendían, hacían el esfuerzo para que los hijos sigan el objetivo que se proponen.”
Delia: “Yo siento que la experiencia de los compañeros nos motiva a sobrevivir. No sólo hablaban del esfuerzo de los padres, sino que debemos esforzarnos todos unidos con la familia y así poder tener o cumplir el deseo. También no era sólo la preocupación de la mamá, sino de todos.”
Carmen: “Los compañeros de otros países nos saludaron y nos enseñaron cómo educar a nuestros hijos. Todo está en el deseo de hacer. Ellos hacían todo lo que decíamos. Pienso que tal vez algún día nuestros hijos podrán ser como los compañeros.”
Rosa: “Creo que de otros países vinieron a enseñarnos más. Nosotros vimos que la niña regó el yogur y ellos le hicieron la pregunta a la mamá, tuvieron una conversa con ella y luego ellos hicieron con los gestos todo lo que hizo la niña. Fue muy lindo.”
Mercedes: “El teatro que vi ese día fue distinto a lo que había visto antes.”
Pedro: “El teatro nos dio consejos prácticos, nos dio motivación para el esfuerzo que tenemos que hacer por nuestros hijos. Tenemos que ayudarles no solo económicamente, sino dando más confianza y diálogo entre padres e hijos.”
Pablo: “Los compañeros de otros países nos mostraron la tristeza y la alegría. Nosotros tenemos que ser responsables de nuestros hijos, de su educación, tenemos que formarles de buena manera para hacerles entender, no con maltratos y castigos. Con el estudio, los hijos pueden avanzar para el futuro en estos tiempos difíciles. Tenemos que entendernos entre padres e hijos para que puedan llegar a ser algo en la vida.”
Rosa: “Muchas no podemos mandar al colegio a los hijos. Trabajo vendiendo en el mercado para poder ayudar en algo a mis hijos. Cuando no se puede vender es muy triste. Ahora con la gripe porcina ha bajado la venta del cerdo. Nosotros no sabemos si la carne está contaminada o no. Aprendí que solo la higiene nos puede ayudar a mejorar las ventas.”
Rafael: “Los compañeros de Cuba nos vinieron a enseñar y a aprender de nosotros. Esa unidad de los compañeros es muy buena; si nosotros estuviéramos unidos, nuestra participación sería diferente.”
Olimpia: “Nos demostraron nuestra familia, cómo estamos viviendo, cómo vivir con nuestros hijos. Estuve muy triste, porque no se puede ayudar en la educación. Unos quieren estudiar y otros no; en mi caso, estoy pasando que un hijo no quiere estudiar.”
Carmen: “Todos estábamos muy tristes al escuchar lo que contaron las compañeras y cómo lo mostraron en el teatro. Se vio que la educación es lo más importante. La abuelita de San Vicente contaba la situación de ella, que cuida a sus nietos huérfanos y sigue adelante con su trabajo a pesar de su avanzada edad. Todos pensamos en que vivimos muchas necesidades en nuestra familia. Estuvimos tristes y alegres.”
Carmen: “Los compañeros de Cuba nos preguntaron sobre la vida de nosotros para luego representarnos. Al escuchar la vida que pasamos, ellas también estaban sufridas, llorando y emocionadas.”
Luz María: “Los compañeros de Cuba nos ayudaron a ver nuestra realidad. La expresión se volvía en visión del futuro. Nos vino el llanto al escuchar los mensajes y al ver los sueños vencidos. Me pareció lo más impresionante el recuerdo que dejó el compañero cubano al compañero Ati. Quería llorar a gritos en ese momento.”
Espíritu: “La participación y la presentación fueron muy tristes. Me sentí muy débil en el corazón viendo y sintiendo la realidad con mis hijos. Tengo un hijo que vende, y yo pensaba que no puede vender porque tiene mal espíritu. Aprendí que muchas veces el negocio va mal. Aprendí también que el sueño se logra con mucho esfuerzo.”
Lucila: “Me gustó que tomaron en cuenta a los niños y con juegos les hicieron avanzar hasta la meta. No sabía lo que era teatro espontáneo. Espontáneo ha sido lo que sale de nuestro corazón. Sentí alegría y tristeza. Agradecí a Dios viendo el caso de una compañera que tiene su hijo con síndrome de Down, ya que mis hijos son sanos. Sentí tristeza por ella y por tantas madres con hijos así. Los compañeros cubanos son muy despiertos, todo lo que contábamos nos indicaban en hechos. Aprendimos que la educación o el sueño de los hijos solo se logran mediante el esfuerzo y la lucha permanente hasta llegar a la meta que se ha propuesto.”
Rafael: “Vinieron los cubanos, escucharon algunas historias y con el teatro nos explicaron cómo salir adelante con los hijos. Me sentí feliz.”
Elías: “Vimos cómo se saludaban entre todos y también nosotros nos saludamos. Algunas personas contaron sus vidas, sus sueños, y los compañeros realizaban el drama de lo contado.”
Amelia: “En este teatro vi los sacrificios que realizan otras personas y me admiré cómo contaron sus problemas. Me sentí igual que ellos, porque yo también tengo esos mismos problemas.”
Margarita: “Vi ese teatro como si fuera mi vida, con momentos de tristeza y de alegría.”
Angélica: “Con ese teatro aprendí que tenemos que ser luchadoras para poder tener un futuro para nuestros hijos.”
Nancy: “Como todas somos madres de familia, queremos que nuestros hijos tengan un futuro. Me llamó la atención la capacidad de exponer en teatro lo contado por las compañeras, me gustó y quedé impresionada. También me gustó ese sentimiento de solidaridad que tuvimos todos nosotros al entregar lo que trajimos, y de parte de ellos el amor y sus conocimientos.”
Rubí: “Llegué atrasada y pregunté qué pasó desde el principio, porque me pareció muy emocionante lo que sucedió desde el instante que llegué.”
Luz María: “Me gustó bastante y quisiera que se repita, porque era un momento de aprender, de compartir, de alegría, de sentimiento; lloramos, reímos y fue lindo.”
Susana: “Me gustó la amabilidad de ellos, el saludo, el cariño, la amistad que nos brindaron, y nos causaron un montón de emociones: tristeza, alegría. Y también nos ayudaron a saber que, si nos proponemos, lograremos nuestros sueños.”
Margarita: “Nos dieron un buen ejemplo al demostrarnos la unión que tenían entre ellos. Me impresionó lo que contaron las compañeras, sobre todo lo de la compañera Olguita y su hijo enfermo.”
Hasta aquí algunos de los testimonios de los y las asistentes. Creo que el teatro fue una verdadera catarsis. No en vano se trataba de psicodrama, aunque no fuera representado por “pacientes” ni mostrara conflictos patológicos. Gracias una vez más. Y si tienen ocasión de volver, ¡aquí los esperamos!
Pucahuaico,
junio del 2009.
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Notas
1 El presente trabajo es una relatoría realizada por la Fundación Pueblo Indio del Ecuador-Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Pucahuaico, Ecuador.

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