(Entrevista a Llanisca Lugo)*
Eres una de las guionistas de Abracadabra, la obra más reciente de La Colmenita. ¿Cómo llegaste ahí?
En La Colmenita encontré un día, por sorpresa, un espacio para hacer cosas con niños y con adultos que desde el juego al teatro, podían compartir una experiencia que trascendiera los cachitos o los fragmentos o las disciplinas o las historias concretas que nos separan y en-cartonan. Un espacio en el que todo lo que somos puede confluir sin miedos a perder el hilo, porque de pronto, uno va en la vida como por gavetas, ¿no? Estudias esta rama, estudias esta otra, te especializas, y hay cosas de lo humano, emocionales, sociales, de las que nadie habla, pedazos importantes de la vida que se ocultan en la formación de los seres humanos, que no nos contamos nunca, que no reconocemos como saberes, y hay que ir descubriéndolos a golpes, porque son pocos los espacios donde una puede explorar esas cosas que no entran en ningún saco disciplinario y pueden ser las cosas más importantes.
La Colmenita es un espacio para eso, para que los niños encuentren cruces de caminos de ser humanos, para dialogar, para divertirse, para colaborar, para aprender a vivir con pasión. El día que Tin1 me invitó a crear un taller que trajera a Martí a los niños para trabajar más en la intención última de La Colmenita, que es hacer el bien de una manera consciente, yo sentí que aunque no tenía que ver con mi trabajo entonces, me hacía feliz pensarme haciéndolo. Invité a tres amigas, una economista, una editora y otra psicóloga. Hicimos trece o catorce sesiones de Crecer con Martí. El diseño seguía siempre la misma lógica: con valores, con textos de Martí y desde la concepción de la Educación popular. Los niños contaron sus experiencias de vida sobre determinados temas. Partíamos de ellas y luego profundizábamos en textos martianos, en historias de vida de Martí, o sea, no solo trabajamos con lo que Martí dijo, sino también con lo que hizo, lo que vivió, lo que la gente dijo de él. Martí en toda su complejidad. Y después los niños regresaban a una reflexión sobre otras maneras posibles de comportarse, de vivir o de ser a partir de eso que les había traído Martí, del modo en que les hubiera llegado a su vida. Fue lindísima la experiencia. Se fueron sumando otros amigos que participaron en algunas sesiones, y fuimos creando un álbum de imágenes e historias de los niños a partir de sus vivencias en el taller.
A partir de ahí nos quedó la idea de trabajar con los niños los sentidos que podían ver en cada obra o ejercicio. Y llegó Y sin embargo se mueve, una obra que cuestiona las maneras en que los adultos lidiamos con la fantasía infantil, las maneras en que a veces sentimos que nos amenaza el mundo creativo de los niños y las niñas para terminar imponiendo a los niños la renuncia a su mundo, a una manera de crecer. En esa obra, Silvio era la banda sonora. Los niños tocaban sus canciones. Pensamos junto con los niños cada canción, y fue difícil llegar a que sintieran y vieran en su vida las canciones de Silvio, como habíamos hecho con Martí. Fueron preciosos los momentos en que descubríamos juntos, niños y adultos, detalles de canciones como La masa, canciones muy épicas que habíamos oído como en bulto, en manada, y que no habíamos descubierto con tranquilidad. Los niños nos dieron esa oportunidad.
Durante Y sin embargo se mueve comenzamos a hablar con Tin sobre los Cinco. El estaba queriendo hacía tiempo hacer algo por los Cinco y decidimos hacer algo juntos. Tuvimos varios encuentros con los hijos de los Cinco, en los que los niños preguntaban todo tipo de dudas, todo tipo. Hicimos equipos para crear escenas a partir de las historias contadas en los encuentros, hasta que un día Tin me mandó fragmentos del guión en los que venían textos escritos por los niños y situaciones cotidianas de la vida de ellos en La Colmenita y en sus escuelas. Quería que escribiéramos el guión a partir de esa propuesta.
Escribimos el guión con la idea de que un niño, una niña no es alguien que juega o ve muñequitos mientras se convierte en adulto. Los niños poseen un universo muy rico y muy complejo, y desde sus reflexiones y sentimientos reconocen y exploran mucho más de lo que creemos los adultos. Eso creemos. Ahora, eso no quiere decir que ya encontramos una fórmula perfecta. En el camino de que sean los sentidos de los niños los verdaderos protagonistas de estas experiencias hay que seguir avanzando, y muchos otros retos llegan, como pasa en todo proceso de construcción y crecimiento de un proyecto. No hay varas mágicas ni soluciones perfectas, hay que lidiar con muchas contradicciones y tensiones propias de caminar.
¿A los niños les interesa la política? ¿Les aburre?
Desde el principio trabajamos con la fantasía de que los niños no entienden nada de política y deben vivir al margen de ella. Pensamos que los niños están dentro de la política, entienden de qué se trata el poder, ya que viven en un mundo en el que los adultos controlan y deciden todo, y son capaces de pensar con crítica sus prácticas y relaciones, sobre todo con la ayuda de referentes éticos que el adulto puede compartir con ellos. Nuestra intención con esta experiencia que, como hemos dicho, no es una obra de teatro, fue que los niños construyeran imágenes propias desde sus vivencias, y ponerlos en contacto con las historias de vida y los espacios íntimos de las familias de los Cinco. La niña de Ramón, por ejemplo, nos contó cómo su papá se la subía a los hombros para jugar con ellas en el piso; Irmita, la hija de René, contó de las mil veces que René llamó el día que ella se estaba casando, todas las llamadas del mes René las puso en ese día. Hablaron mucho entre ellos y empezaron a aparecer cosas como que los Cinco están encerrados sin ventanas, como que pasan mucho tiempo en el hueco sin ver a nadie, lo que comen, dónde trabajan en la prisión, sus enfermedades, muchas cosas que se obvian cuando escuchas el discurso de los medios de comunicación.
Fueron encuentros muy reales, en los que también vieron a los hijos de los Cinco riéndose, bailando, en los que se desmontaron los personajes de las fotos. Los niños incluso construyeron escenas, trabajaron maneras de compartir una obra sobre los Cinco con el pueblo cubano. Fueron días en que lloramos y reímos, porque a los niños y sobre todo a las niñas se les ocurrían cosas inimaginables, impredecibles. Y el rol de los padres fue superimportante también , porque veían cómo los niños iban implicándose en la historia, y al hablar de política desde un universo mucho más sencillo, comenzaron ellos también, a acercarse a los temas de Abracadabra, que van más allá del caso de los Cinco, porque tienen que ver con elementos esenciales de la nacionalidad cubana.
La acción de Abracadabra transcurre en una escuela y apunta a una propuesta educativa que tiene elementos tomados de la propia experiencia de La Colmenita. ¿Por qué?
La escuela en todos sus niveles, incluso en la universidad, no forma para asumir riesgos, sino para lo que ya es cierto; no forma para la exploración, sino para el éxito que se obtiene recorriendo con excelencia el camino enseñado. No siempre forma en la solidaridad. Muchas veces lo hace en la competencia: al final del curso, un niño será el mejor, el más integral. En esos sentidos, aunque todos y todas pueden llegar a la escuela, hay que competir por un único indicador de éxito, un éxito colocado en un solo lugar. Si somos diversos, tendríamos que ser parte de un espacio educativo que se planteara muchas posibilidades de éxito asociadas a las potencialidades y los deseos de cada niño y cada niña; donde el éxito mismo fuera cuestionado; donde los otros y las otras estuvieran siempre asociados a nuestros pasos.
Abracadabra, llena de símbolos de la cubanía, nos muestra otra manera, deja ver otra propuesta metodológica que tiene que ver con la Educación popular aunque no se presente explícitamente. Utiliza el juego como oportunidad de desarrollo, muestra que la literatura infantil puede ser un recurso para el encuentro con la ética humanista y el ejercicio de los valores humanos en los niños y niñas. En estos sentidos, Abracadabra toma pistas de la práctica de vida colmenera, para contribuir al debate sobre la formación de los seres humanos en Cuba.
En Abracadabra, como en La Colmenita, andan juntos niños de todas las edades en la búsqueda de caminos para defender la justicia y la belleza. El más grande acompaña al más pequeño, crece entre ellos además de afecto, un sentimiento de responsabilidad mutua por el hacer de ambos, el resultado grupal comienza a ser más importante que el resultado personal. Si estimuláramos el ejercicio de esta solidaridad sencilla y cotidiana todos los días, pudiéramos evitarnos tantos diplomados en el reino de los adultos sobre habilidades técnicas para trabajar en equipo.
Claro que no hay cierres posibles: los caminos están en exploración. Pero siempre se puede más si creemos en el niño como un ser humano.
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Notas
- Esta entrevista fue realizada por los editores de Caminos.
1 Se refiere a Carlos Alberto Cremata, director del grupo.