Desde hace décadas, con escasísimas excepciones, la clase política mexicana huele a chalaneo, trampa, corrupción, y turbias complicidades. Ciento treintiún estudiantes lo denunciaron. Ahora ya son 132. El último, el 132, crece y crece.
El viernes 11 de mayo, Enrique Peña Nieto, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de México, se presentó en la Universidad Iberoamericana en el afán de realizar un mitin con los universitarios. La idea era encontrarse con un noble auditorio (preparado por su equipo con anticipación) para llevar a cabo un simulacro de fidelidad, partidismo y apoyo incondicional en el que Peña Nieto pudiera poder extender su ancho y largo discurso demagógico, estereotipado y vacío. Un discurso memorizado a fuerza de repetición, plagado de frases hechas, de retórica que da noticia del más casposo, corrupto y añejo PRI. Un discurso sin huesos, descafeinado y somnífero, de aquellos capaces de aburrir al estudiante más presto. La idea era que después de este discurso los estudiantes previamente adiestrados rompieran en aplausos y vítores; y de ser posible, el destello de una lágrima de cocodrilo en los ojos de la más guapa de las chicas.
Pero no fue así.
Ni mucho menos.
De hecho, Peña Nieto se encontró con un panorama distinto y (a sus ojos) abominable. En la universidad lo esperaba un grupo de estudiantes heridos, ofendidos y exigentes. Lo esperaban con pancartas en su contra aludiendo a su cercanía con los medios de comunicación, particularmente con Televisa. Lo esperaban cientos de estudiantes indignados por el uso indiscriminado de la farsa, la simulación, la apariencia del candidato delante las cámaras y las audiencias. Lo esperaban en silencio, con respeto, pero lo esperaban. La conferencia se inició de forma convencional, pero el clima se fue tensando hasta que llegó el punto de quiebre: el candidato fue cuestionado sobre el tema de Atenco (como bien sabemos, la intervención policiaca ordenada por él fue calificada por la Suprema Corte de Justicia como “graves violaciones a las garantías de los derechos humanos”), y Enrique Peña Nieto optó por asumir su responsabilidad en los acontecimientos y defender a ultranza su actuación; es decir, se asomó por encima de su hombro el viejo régimen (Salinas de Gortari, Ulises Ruiz, Mario Marín, por nombrar a los más recientes): autoritario, prepotente, prehistórico, irreflexivo, violento y oligárquico.
Pero habría que decirle a Peña Nieto que hoy no es ayer, ni 2012 es 1968. Hoy cuarenta millones de mexicanos tienen acceso a Internet, hoy la gente se informa, se documenta, se entera. Así que los estudiantes unieron sus voces para hacerle saber que ellos no.
Ellos no dan por hecho que él será el próximo presidente de México.
Ellos no están dispuestos a asumir a un candidato impuesto por Televisa.
Ellos no están dispuestos a volver a la hegemonía del PRI del siglo XX.
Ellos no quieren más mentiras, manipulación de medios, ocultamiento de hechos, montajes millonarios.
Ellos son capaces de tomar la palabra y acusarle o hacerle saber que se sienten vejados y que ahora quieren hablar. Van a hablar. Están hablando.
Al candidato le entró el complejo de avestruz y escondió la cabeza en el baño. Sería interesante saber qué pensaba mientras tanto. Qué hacía mientras afuera se levantaba una proclama que exigía “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!”. ¿Se lavó la cara? ¿Se miró al espejo? ¿Pensó en los montones de billetes que le ha pagado a Televisa para mantener su imagen impecable? ¿Le pasó por la cabeza el día en que Fox declaró luto nacional por la muerte de Juan Pablo II? ¿Se le vino a la memoria el ruido de los chigadazos de las macanas de sus granaderos sobre los campesinos del pueblo de Atenco? ¿Llamó a sus asesores, a sus amigos, a Angélica Rivera para que con sus alas de gaviota acudiera en su rescate?… Me temo que los acontecimientos ocurridos en ese espacio tan íntimo no los sabremos nunca. Nada nuevo: el PRI ha sido capaz de ocultar acontecimientos de mucha mayor relevancia y envergadura.
Lo cierto es que al salir el furor continuaba. Tanto, que sus guardaespaldas optaron por sacarlo por la puerta trasera, es decir, sin dar la cara. Antes de partir, sin embargo, justo en el momento de abordar su flamante camionetota negra de cristales entintados, envuelto en gritos de repudio, alcanzó a contestar la pregunta que le hizo una periodista de CNN.
—¿Candidato qué opina de estas expresiones?
—Considero que no son genuinas todas.
Y como dicen los franceses, pa’ acabarla de chingar, el presidente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, horas después se soltó la greña y sacó pecho delante de los medios para afirmar una y otra y otra vez (hasta sumar seis) que “un puñado de jóvenes que no son representativos de la Universidad Iberoamericana asumió una actitud de intolerancia respecto a los planteamientos que hacía nuestro candidato”. Televisa hizo lo propio dando una nota sesgada, tratando de dejar de alguna manera intacta la dignidad de su candidato. La cosa no paró ahí (la mano del poder es larga y huesuda como la del Señor Burns), porque al día siguiente decenas de periódicos de circulación nacional ostentaron en su portada un titular idéntico: “Éxito de Peña Nieto pese a intento orquestado de boicot”.
Decenas de periódicos.
Idéntico titular.
Ante esta estrategia digamos corta (por no decir tonta), el puñado de jóvenes le vino grande a Coldwell y a Peña Nieto y a Televisa y al PRI, porque hoy no es ayer, y pocos días después ya circulaba en YouTube un video casero donde 131 estudiantes, desde sus portátiles, mirando a camara y con credencial de la universidad en mano, daban respuesta clara y valiente a todos ellos y de paso a los otros que estábamos atentos a los acontecimientos.
El video dio la vuelta al país y al mundo y se convirtió rápidamente en la mecha que incendió la conciencia de otros miles de estudiantes que a través de la redes sociales se organizaron y se levantaron en una sola voz: yo soy el 132.
Nació así el movimiento YoSoy132 que actualmente reúne a más de cincuentinueve universidades en casi todos los estados de la República [la Ibero, el ITESM, la Universidad La Salle, la UNAM, la UAM, la Unitec, el Instituto Politécnico Nacional, la UACM, la UMSNH, el CIDE, el ITAM, la UDLA, la FES Acatlán, la FES Aragón, la Universidad Anáhuac, la UNID y decenas de colegios de bachillerato y educación superior) y que convocó a través de Facebook y Twitter por primera vez en la historia de México a una manifestación en contra de un candidato a la presidencia de la República.
Repito: por primera vez en la historia de México una manifestación en contra de un candidato a la presidencia de la República.
Desde entonces, el movimiento YoSoy132 se convirtió en un espíritu chocarrero que persigue a Peña Nieto y su séquito de nefastos. No lo deja dormir, le da miedo entrar solito al baño, duerme con la luz encendida, siente pasos en la azotea y se le hace agua la canoa cuando le mencionan debates o entrevistas de tú a tú. Tanto es así que ante la propuesta del movimiento YoSoy132 de un debate abierto, televisado y transmitido por Internet, el candidato del PRI se negó en redondo, como gato boca arriba o como cochinilla que se enrosca (no así los otros candidatos: López Obrador, Vázquez Mota y Gabriel Quadri), argumentando que “no genera condiciones de imparcialidad y neutralidad”. Y es natural que se le esté haciendo bolas el engrudo, porque la claridad de ideas del movimiento YoSoy132 ha dado en el blanco. El mensaje es conciso, claro, diáfano, sensato, pero, sobre todo, profundamente honesto:
Somos un movimiento apartidista y ciudadano.
Exigimos la libertad de expresión y el derecho a la información.
Fomentamos el voto informado y reflexionado.
Estamos en contra del abstencionismo y el voto nulo.
Exigimos la democratización del país a partir de la democratización de los medios.
Nos unimos a la voz del movimiento en contra de Enrique Peña Nieto.
Nos unimos a la voz del pueblo de Atenco.
Nos unimos a la voz de los familiares de las víctimas de los feminicidios.
Nos unimos a la voz de las manifestaciones estudiantiles y juveniles que han sido reprimidas.
Nos unimos a la voz de los pueblos indígenas en resistencia.
Nos unimos a la voz de los periodistas alcanzados por la violencia.
Nos unimos a la voz de los trabajadores, obreros y campesinos explotados y silenciados.
Nos unimos a la voz de las minorías sexuales acalladas por el oscurantismo.
En un país donde según el Democracy Index (que mide la calidad de la democracia en ciento sesentisiete países) México aparece en el lugar cincuenta, calificado como una “democracia deficiente”, estas demandas calan los huesos.
En un país donde la distancia del ingreso entre el más rico y el más pobre es de veintiséis veces, mientras que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la media es de nueve, estas demandas hacen mella.
En un país en el que pensamos que en el año 2000 habíamos virado hacia la democracia real y nos salió más caro el caldo que las albóndigas, estas demandas obligan a pensar.
En un país cuya guerra contra el narco ha dejado más de sesenta mil muertos, otras decenas de miles de desaparecidos, otros miles desplazados, y donde al Estado nada más le queda el nombre, estas demandas rascan los sesos de la gente de a pie.
La clave para entender el fenómeno, el ardor, el resplandor juvenil que ilumina las calles es que estas personas no son políticos en busca de una candidatura. Lo que piden es que se deje de manipular a la sociedad y que dejen de descalificar a quienes no estamos de acuerdo en que Peña Nieto sea un representante de los mexicanos.
Gracias a los estudiantes, el debate del 10 de junio ha sido televisado en los dos canales de mayor audiencia nacional. Gracias a los estudiantes, el proceso electoral en curso ha dejado de ser una farsa. Gracias a los estudiantes se nos está moviendo la piedra, se echó a correr el hamster que les da cuerda a las neuronas. Gracias a los estudiantes, muchas personas se han dado cuenta de que la política les compete y los necesita. Gracias al entusiasmo y la seriedad de los estudiantes, se nos está quitando lo apático, la cara de hacha. Y sobre todo, gracias a los estudiantes, en los comicios del próximo 1ro de julio pueden pasar dos cosas: una: que la sociedad siga ciega, víctima del gran aparato abductor de Peña Nieto y Televisa, y retrocedamos a los años apoxcahuados del PRI; o dos: que por primera vez en la historia del México moderno los ciudadanos tengamos la capacidad de elegir con plena legitimidad a las personas que queremos que nos representen.
Hoy México huele a conciencia.
Yo Soy 132.
——————————-
- Los fraternos compañeros de El Viejo Topo (www.elviejotopo.com) nos cedieron el derecho a publicar este artículo. Por otra parte, ya sabemos el resultado de las elecciones mexicanas, y la continuación de las movilizaciones estudiantiles, que lo impugnan y reafirman sus reclamos.
Alex dice:
sucedió lo primero 🙁
una: que la sociedad siga ciega, víctima del gran aparato abductor de Peña Nieto y Televisa, y retrocedamos a los años apoxcahuados del PRI