Autonomía, convergencia y comunicación: tres retos de la Asamblea de los Pueblos del Caribe Entrevista a Camille Chalmers

Idania Trujillo

_A propósito de la recién concluida IV Asamblea de los Pueblos del Caribe (APC), conversamos con Camille Chalmers, profesor de la Universidad de Haití y animador de la Red de Movimientos Sociales (PAPDA) de ese hermano pueblo caribeño.
Camille, que ha estado vinculado a la creación de la APC desde sus tiempos fundacionales, es un defensor de los derechos del pueblo haitiano a su independencia. Recuerdo que aquí mismo, en La Habana, durante el IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA y los TLC, en el 2005, me dijo: “La lucha de resistencia que iniciamos las haitianas y los haitianos hace más de doscientos años tiene hoy más vigencia que nunca”._

¿Qué alternativas tiene hoy el Caribe para construir movimientos de lucha y resistencia frente a los desafíos de sus inestables y recolonizadas economías, y a la acumulación creciente de problemas sociales?

En el Caribe hay una larga, rica y profunda tradición de lucha y resistencia, y es importante que las organizaciones y movimientos actuales traten de enraizarse en esa tradición de lucha que tiene lecciones muy importantes. Es necesario construir movimientos pancaribeños que puedan superar las diferencias y las distancias, muchas veces artificiales, creadas por la herencia del colonialismo y a la vez encontrar una agenda que sea propiamente caribeña, enfocada en los problemas económicos propios, sustentada en nuestra identidad, en la riqueza y el enorme mestizaje cultural que caracteriza nuestras islas. Tenemos perspectivas muy interesantes para construir esa identidad política y social y avanzar hacia mayores conquistas.
El Caribe ha dado lecciones muy importantes al mundo, no sólo por la revolución antiesclavista de Haití, en el pasado, y la Revolución cubana hoy, en la que ha quedado demostrado que países pequeños, pobres, ubicados a pocas millas del imperio más agresivo del mundo pueden construir una sociedad diferente sustentada en la justicia, y donde la prioridad sea satisfacer las necesidades básicas de la gente. Estas son lecciones que el movimiento antineoliberal y anticapitalista debería aprovechar para que podamos tener movimientos más profundos y se ataque realmente las raíces del desastre que hoy día estamos viviendo, no sólo en la región, sino en todo el planeta.

¿Podrían los pueblos caribeños desarrollar otro proyecto de vida diferente, propio, capaz de viabilizar la utopía de ese otro mundo posible, sobre todo si tenemos en cuenta que los pueblos que componen la región tienen múltiples complejidades sociales y políticas, una diversidad cultural y lingüística y, a la vez, una historia común? ¿Crees que podría proyectarse, al menos dibujarse esa utopía?

Claro que sí. Mira, un elemento del modelo imperialista actual es la cuestión de los modelos de consumo, los modos de vida, cómo organizar las familias, cómo organizar la relación con la naturaleza. En el Caribe existen muchos nichos y experiencias de resistencia cultural que tienen la posibilidad de crear otra relación con el mundo, otras relaciones entre los seres humanos, otra relación con la naturaleza. Creo que debemos estudiar esas experiencias y ver cómo se pueden insertar en la lucha global contra la dominación capitalista.

De Trinidad y Tobago en agosto de 1994 a La Habana del 2008 han pasado más de diez años. ¿Cuánto ha madurado la Asamblea de los Pueblos del Caribe como espacio de articulación de las organizaciones sociales de la región y qué retos le quedan por delante?

Primero hay que subrayar que nuestra iniciativa de 1994 se insertaba dentro de cambios muy interesantes que se estaban produciendo en la cultura política de la región y del mundo. Hemos sido, por tanto, precursores en esto de reunir a los pueblos y no sólo a los especialistas para tener un espacio de expresión, de afirmación de su identidad, pero también para tener un espacio donde puedan converger las luchas y las esperanzas de esos pueblos. No es casual que algunos años después, el Foro Social Mundial del 2001 lanzara la experiencia maravillosa de concertación y convergencia a nivel mundial. En este sentido los pueblos caribeños fuimos pioneros. Desde 1994 hasta el 2001 hemos tenido muchas dificultades para asegurar el seguimiento de este proceso, pero a partir del 2001 este ha madurado. Hemos creado un instrumento organizacional que es el Comité Ejecutivo Regional, el cual permite asegurar la continuidad y el seguimiento de las agendas y las acciones de lucha en el Caribe. La realización de la IV APC, que sesiona en La Habana en estos días, ha sido una ocasión para fortalecer no sólo el intercambio con las organizaciones sociales de la región, sino para concretar acciones que llevaremos adelante en el Caribe.

¿Qué desafíos tiene ante sí la APC ante las complejas y difíciles circunstancias que vive hoy el mundo?

Un reto fundamental es la cuestión de la comunicación, pues se requiere inventar herramientas nuevas que permitan conocer las experiencias, las luchas que se desarrollan en el Caribe y, a la vez, que puedan ser conocidas rápidamente por todas y todos, y nos permitan no sólo conocernos mejor sino con mayor profundidad. La experiencia que tenemos en este sentido es que hay múltiples movilizaciones, pero son muy aisladas o muy localizadas, y muchas no tienen un alcance subregional. Creo que este reto de la comunicación es fundamental. Para eso es necesario superar la cuestión del idioma que realmente obstaculiza mucho este proceso, pero al mismo tiempo, no lo hace imposible.
Un segundo reto es la cuestión de la autonomía, la independencia. Tenemos muchas organizaciones que dependen de ONG que, a su vez, vienen de centros del Norte y, por tanto, no tienen agendas propias. En este sentido necesitamos instrumentos más adaptados a nuestras propias condiciones e intereses, y mucho más enraizados en las realidades y desafíos de nuestros pueblos.
Y un tercer elemento es conectar esa dinámica caribeña de lucha y resistencia, de alternativas a lo que está pasando hoy en Centroamérica y Sudamérica, en la América Latina en general, ya que ese intercambio intrarregional puede reforzar todo lo que hacemos y todo lo que soñamos.

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