Buscar nuevas maneras de ser comunidad ha sido una necesidad que ha movido a muchos cristianos y cristianas a proponer modelos de Iglesia que se acerquen cada vez más a la propuesta de vida hecha por Jesús de Nazaret. En toda esta búsqueda, la interpretación de las Escrituras aparece como un factor determinante que ha propiciado un entendimiento más pleno de la fe y de la vida comunitaria.
Sin embargo, aún no ha sido posible erradicar completamente todas aquellas estructuras de dominación que, tanto en la Iglesia como en la sociedad, han legitimado formas de relación desde el poder, la opresión y la discriminación. No obstante, las nuevas interpretaciones, conjuntamente con las nuevas visiones teológicas, han ayudado a recobrar el verdadero sentido del Evangelio. Han hecho que la Buena Noticia llegue hasta quienes la sociedad o la Iglesia marginan, estigmatizan e invisibilizan por no responder a los patrones que social o eclesialmente se han aceptado como correctos.
Varios son los conceptos de hermenéutica que se han dado; algunos plantean que no es más que la práctica de la explicación o interpretación de los textos, mientras otros hablan de “lectura hermenéutica”, entendida como una práctica exegética que no se queda en la reconstrucción del significado histórico del texto, sino que lo hace de forma tal que este pueda ser leído desde varios ángulos, lo que hace posible al lector moderno actualizarlo.1
Según Severino Croatto, “cada lectura de un texto histórico es una relectura y producción de sentido”.2 Quizás es esta la razón por la cual, desde los años sesenta, haya surgido, fundamentalmente en el Tercer Mundo, una serie de hermenéuticas llamadas del genitivo, que han acompañado a las diferentes teologías emancipadoras: feminista, negra, indígena, entre otras,3 y han servido como instrumento para aproximar la Biblia a la realidad de forma más eficaz.4 Estas hermenéuticas tienen en común un cambio de actitud hacia el texto bíblico.
No importa el nombre que tenga esta hermenéutica, lo importante es que siempre privilegia un factor que está relacionado con el lector o la lectora actual. Puede ser sexo, color de la piel o condición social y, a través de este factor, se mira y se analiza el texto.
Gracias al papel desempeñado por las teologías y las hermenéuticas contextuales, los textos bíblicos han recobrado su sentido liberador. Ello ha permitido llevar un mensaje esperanzador independientemente de la cultura, el sexo, el color de la piel, la edad, la ubicación geográfica o el estatus social de quienes lo reciben, más aún si se tiene en cuenta la diversidad de la cual formamos parte, ante un mundo y una Iglesia que se homogeneizan. Leer la Biblia, desde “lo diverso” y sin temer a lo diferente, ha enriquecido el mensaje cristiano de forma tal que lo ha hecho más pleno.
De esta manera, encontramos la hermenéutica latinoamericana desafiada desde los diferentes grupos excluidos. Estos grupos no solo esperan el mensaje, sino que, además, necesitan que este no sea solamente universalista y que atienda a las particularidades específicas de cada uno. Entre estas hermenéuticas tenemos la hermenéutica negra, que no solo parte del lugar del dolor del pueblo negro, sino también de sus luchas, resistencias y conquistas.
Muchos de los textos que históricamente se han utilizado para justificar la esclavitud o legitimar la inferioridad de las personas negras son retomados con el propósito de probar que el proyecto de vida de Dios también cobija a la población negra de cualquier lugar. Es por ello que los esfuerzos actuales están encaminados a encontrar claves hermenéuticas que permitan acceder al mensaje liberador para la población negra que, pensamos, se encuentra contenido en los textos bíblicos.
Entre las llamadas teologías contextuales, encontramos la teología negra o teología de la negritud.
Específicamente nos interesa la teología negra latinoamericana o teología afroamericana, que ha sido un espacio de descubrimiento y afirmación del sujeto negro.5
Podemos decir que las teologías afroamericanas son expresiones teológicas que emergieron en el continente americano a partir de la presencia africana. Según su contexto, conocemos la teología negra –nombre que recibe la surgida en los Estados Unidos, en los años sesenta– como expresión de la toma de conciencia de la comunidad negra norteamericana, cuyos antecedentes son los movimientos civiles y religiosos por la causa negra en ese país; o bien la teología afrolatinoamericana y caribeña, como se le conoce en la América Latina y el Caribe. Esta, además de tomar en cuenta la realidad social, económica y política, que ha sido una de las grandes contribuciones heredadas de la teología de la liberación, reflexiona con la misma importancia y profundidad sobre las cuestiones racial, cultural y religiosa.6
La teología negra está íntimamente relacionada con la experiencia del racismo; parte de la experiencia de dependencia y pobreza del pueblo negro, de la experiencia histórica de la esclavitud y la segregación racial.7 Por esta razón, para comprender el grito de los negros y las negras y no entenderlo como extremismo, excentricismo o exageración, es necesario repasar la historia del surgimiento de conceptos como el de raza y racismo, cuya utilización ha llevado a la segregación, la exclusión, la creencia en que existen razas superiores e inferiores y el poco respeto por la cultura heredada por la población negra traída desde África siglos atrás.
Este trabajo propone el acercamiento a un texto bíblico que, pese a no estar entre los más utilizados por la hermenéutica negra, sí ofrece pistas que nos pueden ayudar en la reflexión sobre nuestra postura respecto a la población negra en la sociedad cubana y la comunidad de fe.
El texto lo encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 6, versículos del 1 al 7. Debe aclararse que no se pretende hacer una exégesis del texto, por lo que este trabajo se apoya en estudios exegéticos realizados por otros autores. La propuesta es ver el pasaje no solo desde la lectura tradicional, sino también desde la lectura popular de la Biblia. Se ha incluido el análisis desde esta perspectiva por considerar esa propuesta de trabajo con la Biblia como un método que desafía la lectura tradicional, de forma tal que el texto bíblico hable a cada sujeto desde su propia vida, desde su propia experiencia, además de brindarle la posibilidad de encontrar, en comunidad, las claves para dar los primeros pasos hacia una actuación concreta.
Por esta razón se trabajó con el texto en un grupo de lectura popular que funciona en el Seminario Evangélico de Matanzas, que agrupa no solo a estudiantes de dicho centro, sino además a miembros de las iglesias de la ciudad y a parte del alumnado de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Matanzas.
Motivación teológico-exegética
Pese a que los textos bíblicos presentan el mensaje de Jesús dirigido a quienes escuchan, independientemente de quienes sean, las comunidades cristianas han creado un conjunto de normas, a lo largo de la historia, que impiden la inclusión y la participación plena en la vida de fe de quienes no las cumplan.
Cristianos y cristianas de distintas épocas han contribuido a la limitación del mensaje, reduciendo de esta forma la apertura de la comunidad de fe a todos los sectores de la sociedad. Bajo el discurso de que “todos somos iguales delante de Dios” se ha perdido la perspectiva de lo diverso y, de esta forma, la posibilidad de hacer más rica la vida en comunidad, mediante el aprovechamiento de las experiencias que se adquieren al vivir en la diversidad. En los textos bíblicos encontramos distintos pasajes que nos muestran cómo las primeras comunidades cristianas no estuvieron tampoco exentas de estos problemas.
Uno de estos es el conocido como “la elección de los siete diáconos”, en el libro Hechos de los Apóstoles, que muestra a una comunidad que debe comenzar a integrarse a partir de las diferencias culturales existentes entre dos grupos claramente definidos. A través del análisis realizado, se intenta entrar en la reflexión acerca de la situación de las personas negras dentro de las comunidades de fe. Teniendo en cuenta que no existe una discriminación manifiesta y que todas las personas son bien recibidas en las comunidades, es importante detectar si existen formas de invisibilizar, rechazar o aceptar solo hasta cierto punto –no solamente a las personas negras, sino también a su cultura y forma de vida– que influyan en la decisión de estas personas a la hora de elegir una comunidad cristiana para vivir la vida de fe.
Los Hechos de los Apóstoles
La mayoría de los autores coincide en afirmar que el libro Hechos de los Apóstoles es parte de una obra mayor que incluiría el evangelio de Lucas o, al menos, que ambos pertenecen al mismo autor. Algunos estudiosos plantean que puede haber sido escrito en Éfeso, aunque otros afirman que en Antioquía. La fecha en que probablemente fue redactado oscila entre los años ochenta y noventa de nuestra era (NE),8 período llamado subapostólico, en el cual se dan los primeros pasos para la organización de la Iglesia. El Espíritu Santo desempeña un papel fundamental en el libro, pues es quien se manifiesta en las comunidades para llevar adelante la misión dada por Jesucristo. En sentido general, el libro reconstruye el movimiento de Jesús después de su resurrección y antes de la institucionalización de la Iglesia.
Hch 6,1-7. Algunas reflexiones
Este pasaje forma parte de un bloque que comprende desde Hch 6,1 hasta Hch 8,40 y es llamado en ocasiones como “los Hechos de los Helenistas”. El pasaje nos presenta los dos grupos que conformaban la comunidad cristiana de Jerusalén: por un lado tenemos al grupo de los helenistas y por el otro, al de los hebreos. Los helenistas son judíos cristianos de habla y cultura griega, residentes en Jerusalén, y los hebreos son también judíos cristianos, pero de habla aramea y de cultura tradicional hebrea. Es importante resaltar que ambos grupos son judíos, que simplemente han llevado un desarrollo cultural diferente y ahora se encuentran compartiendo una misma fe.
Según el texto, surge un conflicto debido a una queja del grupo helenista por la mala atención de que eran objeto sus viudas. Por esta razón se convoca a una asamblea en la que se analiza el problema y se intenta darle solución por medio de la elección de siete diáconos que atenderían a las viudas. Las personas seleccionadas son, en su totalidad, del grupo de los helenistas.
Si se analiza atentamente el texto, se puede percibir que la solución dada al conflicto presenta ciertas incongruencias respecto al problema planteado, ya que los doce apóstoles sugieren la creación de un grupo que atienda directamente a las viudas, debido a que ellos “no deben dejar la palabra de Dios para servir las mesas” (Hch 6,2). Si se reflexiona un poco más sobre este versículo se puede observar cómo, a pesar de que las diferentes versiones bíblicas utilizadas no traducen de igual modo el verbo diakoneín, los apóstoles siempre se refieren a este como un ministerio de menor importancia en relación con la predicación de la Palabra.
A primera vista, la solución, más que dirigirse al problema planteado por los helenistas acerca de sus viudas, parece estar legitimando una escala de valores dentro del ministerio de la comunidad, en la que los hebreos ocuparían los cargos de mayor importancia. Por otro lado, esta solución hubiese sido acertada en caso de que la queja fuera que, debido al incremento del número de creyentes, se estaban viendo dañadas algunas tareas, como esta de la atención a las viudas. Sin embargo, el texto no dice que eran todas las viudas u otras tareas, sino que se desatendía a las viudas helenistas (v1).
Con la solución dada, probablemente Lucas intente, de alguna manera, dejar oculto el verdadero conflicto que existía. Este no era otro que un problema profundo de discriminación de los hebreos, con mayoría en la comunidad, hacia los helenistas. Se puede entrever, de alguna forma, que en realidad la elección de los siete diáconos no tuvo simplemente el objetivo de mejorar la atención de las viudas, sino, además, de designar a siete dirigentes para presidir el grupo de los helenistas, quizás con el propósito de disminuir o paliar las actitudes discriminatorias.
Posteriormente, el pasaje no menciona más a las viudas, y en los siguientes versículos aparecen algunos de los helenistas, elegidos para la atención de las viudas, como protagonistas de grandes hechos de la historia del cristianismo.
Tal es el caso de Esteban, primer mártir cristiano, y Felipe, quien lleva el Evangelio hasta Samaria.
Este pasaje es un ejemplo clave de cómo, en medio de un conflicto que divide a la comunidad, el Espíritu Santo actúa y, siempre que el ser humano se deje guiar, es muy probable que la solución del conflicto pueda ser un medio para enriquecer la obra que la Iglesia está llamada a realizar. Como consecuencia de esta problemática y de la solución ofrecida, Lucas nos presenta una comunidad que se fortalece, con un reforzamiento del grupo hebreo que permitió continuar el trabajo en Israel y también un fortalecimiento del grupo de los helenistas que permitió la misión a los samaritanos y gentiles.9
Con estas reflexiones como base, a continuación se verá cómo fue analizado el pasaje por el grupo de lectura popular antes mencionado.
Lectura popular de la Biblia
Antes de analizar el resultado del trabajo grupal, se hace necesario explicar en qué consiste esta lectura, que consideramos un instrumento en la construcción de nuevas formas de ser comunidad.
La lectura popular de la Biblia surge en la década de los setenta en la América Latina, en las comunidades populares creyentes, y es actualmente un gran movimiento que abarca varios países. Tiene entre sus virtudes devolver la Biblia al pueblo.
Se le denomina lectura para diferenciarla de los métodos exegéticos clásicos, concentrados solo en la comprensión de la Biblia, y para subrayar, de esta forma, su intención de relacionar la Sagrada Escritura con la vida. Consta de diferentes momentos en la trayectoria grupal que compone la circulación hermenéutica: análisis de la realidad, análisis del texto sagrado y transformación de esa realidad.10
En resumen, podemos decir que la lectura popular de la Biblia es una actitud nueva ante la Biblia y ante la vida que:
[…] parte de una eclesiología renovada, en la cual el poder de interpretación no es exclusivo del clero o los intelectuales, sino que también está en manos de la comunidad, que resulta el verdadero sujeto del proceso. […] En segundo término, este proceso reclama un cambio metodológico en relación con el conocimiento, que se genera no por transmisión vertical, sino a partir de la construcción comunitaria. […] En tercer lugar, la lectura popular de la Biblia subraya la vida concreta como horizonte hermenéutico, ya que no se trata en última instancia de aprender doctrinas o aumentar la cantidad de datos acerca de la Biblia, sino de comprometerse responsablemente en la sociedad en la cual se vive, a través de la práctica, sumada a una lectura constante y crítica de la historia local, nacional y planetaria.11
El método utilizado es el llamado “método de los tres pasos”, que consiste en la práctica de tres acciones concretas en el análisis del texto: ver, juzgar y actuar. La comunidad escucha y mira la vida y el texto; luego reflexiona, juzga la situación a la luz de la fe y de la palabra de Dios; y, finalmente, planifica y realiza acciones. El punto de partida fue la vida, pasando por el texto bíblico y volviendo nuevamente a la vida (análisis del contexto-análisis del texto bíblico-de vuelta al contexto).
Desde la vida
Desde la vida, y en respuesta a la pregunta acerca de los distintos tipos de discriminación que se podían reconocer en nuestra sociedad, se vio que existe discriminación racial, a la mujer, a las personas jóvenes dentro y fuera de las iglesias, a las personas mayores, a algunos grupos de extranjeros. Se discrimina también en dependencia del lugar geográfico donde se vive y por el tipo de religión que se profesa.
En el caso cubano, se percibe que existe una cierta tendencia, en algunos lugares, a discriminar al propio cubano, fundamentalmente con el auge del turismo, debido a que el cliente del país no tiene acceso a ciertos servicios o, cuando lo tiene, quienes trabajan en el lugar establecen diferencias en la atención brindada a cubanos y extranjeros.
Esto llevó al grupo a considerar las consecuencias de los actos de discriminación. Se vio cómo la persona discriminada tiende a tener grandes conflictos que, en ocasiones, le hacen negar o luchar por hacer desaparecer la causa de la discriminación. Esto también será más o menos grave en dependencia de la forma utilizada para discriminar y de la persona de quien provenga la expresión discriminatoria. Entre las formas que el grupo detectó como discriminación se quiso prestar especial atención a dos en particular, que podrían estar presentes dentro de las comunidades cristianas. Estas son: pensar que alguien, por no ser igual a uno, es inferior y no tiene los mismos derechos; e invisibilizar a algunas personas, lo que impide, de alguna manera, su desenvolvimiento en la comunidad.
Entrando en la Biblia
Después de leer el pasaje en varias versiones, de analizar los personajes que aparecen, la situación política y social que se presenta en el pasaje y explorar el impacto provocado por el texto, el grupo analizó más profundamente la situación presentada. Esto permitió enfocar el análisis en tres ejes fundamentales.
Discriminación y relaciones de poder
El texto muestra un evidente conflicto de discriminación que, como suele suceder en estos casos, ha generado relaciones de poder en las cuales la supremacía la tiene el grupo de los hebreos sobre el grupo helenista, que era minoría o tenía menos influencia en la comunidad de Jerusalén. Entre los hebreos se encontraban los doce apóstoles, quienes tenían prácticamente bajo su dominio a la mayor parte de los ministerios que se ejercían en la comunidad. Como es bien sabido, hecho lamentable, quien tiene el poder toma las decisiones y estas no siempre favorecen al grupo sobre el cual se ejerce este poder, que por demás es considerado inferior y, a su vez, es discriminado e invisibilizado. ¿Cómo se explica que no es hasta este momento que se le da participación a un grupo de helenistas? Aquí debemos tener bien en cuenta lo que entendemos por participación. Participar no significa asistir, o formar parte de, sino que implica colaborar con cualquier proceso desde la propia experiencia de vida, sin que la cultura o la historia personal sean menospreciadas, manipuladas o cambiadas merced a la coerción. Aun después, en la solución que se le brinda al conflicto planteado, se racionaliza la participación que se le da al grupo helénico, y se alega que los apóstoles no podían “dejar la palabra de Dios para atender a las viudas”. Incluso, al dar la oportunidad de participar, los apóstoles lo hacen desde la creencia de que ellos son superiores y se necesita a otras personas para estos asuntos “menores”. Sin embargo, este pasaje nos muestra cómo, si enfrentan los centros de poder, las personas pueden salir desde donde se les invisibiliza y discrimina para cumplir tareas que implican una participación completa y concreta en la comunidad de la cual forman parte.
Enfrentar los centros de poder. Propuesta alternativa
¿Cómo nos invita el pasaje a enfrentar los centros de poder? Primero que todo, nos invita a no callar. La solución del conflicto fue posible gracias a que no permaneció oculto, sino que fue debidamente denunciado. Esto es importante para iniciar la solución de los conflictos que se crean alrededor de cualquier centro de poder. No basta con conocer el problema, sino que también hay que realizar la denuncia. Muchas veces se ocultan los problemas de discriminación u otros por temor a hacer críticas a una institución, y pensar que si se habla se provocará un mal mayor. Por otra parte, el pasaje nos propone solucionar los conflictos en la comunidad. Es la comunidad la que conoce los problemas, la que está dañada por estos, así que es desde la misma comunidad de donde deben venir las propuestas de solución.
De la invisibilización a la acción
Una de las formas de la discriminación es la de invisibilizar a personas que son consideradas inferiores. Esto dificulta su participación activa en cualquier proceso, ya sea porque no tienen la oportunidad o porque el dolor de la exclusión ha dañado tanto su autoestima que se sienten incapaces de ejecutar cualquier acción. Al analizar el texto se puede ver que, una vez que se ofrece la oportunidad de participar, las personas que en algún momento fueron discriminadas son capaces de adelantarse a ocupar los espacios que hasta ese momento se les negaran. El pasaje muestra cómo Esteban y Felipe, a quienes se les dio la oportunidad de participar y ejercer funciones que los apóstoles no podían o no querían realizar, aprovecharon para poner al servicio de la misión encomendada por Jesús los dones que hasta entonces no habían podido mostrar, o quizás no se había reconocido que tenían.
De nuevo a la vida
El fin último de toda lectura de la Biblia debe ser la vida, y este encuentro permitió hallar pautas importantes para hacer de la comunidad de fe un espacio que promueva nuevas maneras de vivir la vida de forma más plena. Reconsiderar nuestras posiciones respecto a los grupos que habíamos marginado o discriminado, reconocer en nosotros y nosotras los efectos de la discriminación o marginación de la que alguna vez fuimos víctimas, ha devenido compromiso de trabajo para erradicar estos males en el seno de nuestras comunidades.
¿Cómo nos ayuda el análisis del texto?
El texto desafía a encontrar modelos de comunidad que permitan la participación e inclusión en su totalidad de quienes deseen formar parte de ella. Es necesario, entonces, repasar los conceptos de comunidad, participación e inclusión, con el objetivo de implementar estrategias de trabajo que se acerquen cada vez más al modelo de vida propuesto por Jesús. Esto implicaría aceptar la cultura de quienes deseen participar de la vida comunitaria; aun más, la comunidad debe ser un espacio de encuentro con las raíces culturales que sus miembros han heredado y que, lamentablemente, se relegan o se niegan porque, debido a las construcciones sociales, se les considera contrarias a la fe.
Comunidad, inclusión y participación. Consideraciones necesarias
Muchos son los ejemplos que ofrecen los textos bíblicos sobre las distintas formas en que se organizaron las primeras comunidades cristianas. Estas, no exentas de problemas, fueron conformándose en dependencia de las características de sus miembros, su cultura, costumbres, idiosincrasia, el lugar de residencia, así como la manera en que habían recibido el Evangelio. El texto con el cual se ha trabajado es una muestra de la pluralidad de las primeras comunidades y de cómo, sin tener que negar la cultura de una parte del grupo, el Espíritu Santo les impulsa a participar de forma activa en la vida de la comunidad. Es por ello que, en la actualidad, se hace necesario realizar una relectura de los modelos comunitarios que se presentan en los textos bíblicos.
Hoy se impone un modelo de comunidad capaz de hacer desaparecer procesos que se han venido produciendo y que van contra las enseñanzas bíblicas, la integridad y la plenitud espiritual de las personas. Para esto no basta solamente con dar asiento en nuestras congregaciones a quienes la sociedad estigmatiza. También hace falta derribar conceptos que hacen de la Iglesia un lugar tan o más excluyente que la propia sociedad a la que pertenecen.
Siguiendo algunas pistas que el texto nos sugiere, se analizarán algunas propuestas para reflexionar acerca de cómo podemos llegar a ser una comunidad inclusiva y de participación.
En primer lugar hace falta reconocer los grupos que conforman la comunidad y la manera en que estos se relacionan. Que Dios nos ama a todas las personas por igual no significa que tengamos que ser iguales los unos y las otras para que Dios nos ame. Decir “ante Dios somos todos y todas iguales”, significa que cada cual tiene la misma oportunidad ante Él. Sin embargo, el uso que damos a esta frase sugiere, muchas veces, que se están ignorando las diferencias,12 sin pensar que no todos los seres humanos tienen la misma forma de concebir el mundo, de concebir la fe.
Reconocer que dentro de la comunidad de fe existen varios grupos contribuiría a la reafirmación de sus raíces culturales que, en muchos casos, han sido negadas, ocultadas o rechazadas al entrar en la comunidad, por temor a la discriminación o simplemente por la asimilación de que estas raíces culturales son atrasadas y, por consiguiente, inferiores. Al trabajar se debe tener en cuenta lo diverso y respetarlo, pues muchas de las diferencias son parte de la creación que Dios nos dio y le agregan belleza y alegría a este mundo. Lamentablemente, cuando hablamos de lo diferente es como si las personas y los grupos que son diferentes amenazaran la forma en que vive la comunidad.13 Esta manera de pensar, por supuesto, no coincide con los principios bíblicos. Al ver lo sucedido en Pentecostés y analizar los conflictos posteriores entre los primeros grupos cristianos, se puede observar que Pentecostés no estableció una igualdad, sino que el Espíritu habló a cada quien desde su propia manera de ser diferente y con todas esas diferencias comenzaron a ser comunidad. La Iglesia, entonces, resulta una comunidad de personas de diversas culturas, tradiciones y costumbres, no porque algunos intrusos se hayan unido a ella, sino porque esta inclusividad es obra del Espíritu Santo mismo.14
Desde la perspectiva cristiana, la comunidad representa una nueva forma de encuentro con Jesús, que hace libres a sus miembros para servir a los demás. También el propósito de esta comunidad sería hacer extensiva la bienvenida a todas las personas, en especial a aquellas que son excluidas por la sociedad. De esta forma podemos decir que la comunidad se construye sobre la base de lo diverso. Bajo las estructuras patriarcales, la comunidad significa igualdad, uniformidad y control. Sin embargo, esto implicaría eliminar la diversidad, ya sea excluyendo a las personas consideradas diferentes o invitándolas a transformarse en lo que consideramos superior.15
Las alternativas encontradas por la comunidad de Jerusalén para solucionar el conflicto que nos presenta el pasaje de Hechos ayudaron a solidificar el trabajo entre el grupo de los hebreos y permitieron el crecimiento de la misión entre los llamados helenistas, de forma tal que toda la comunidad se enriqueció. Igualmente, hoy la comunidad de fe debe encontrar la manera de hacer más extensivo el mensaje cristiano a aquellos grupos que, en la sociedad o dentro de la propia Iglesia, se sienten rechazados, invisibilizados o ignorados.
¿Dónde estaban los helenistas antes de estos hechos? A veces pensamos que la presencia de personas diversas en nuestra comunidad es suficiente para asegurar que es inclusiva; sin embargo, esto no es así. Aunque es un paso de avance ver en la comunidad a personas de diferente color de la piel, diferentes posibilidades económicas, diferentes edades, lo cierto es que si la comunidad no ayuda a que cada una se afirme como sujeto activo en la vida comunitaria, no hay en realidad inclusión ni participación. Cuando aquí se habla de ser sujeto, se está hablando de un proceso permanente de afirmarse como persona, como mujer, como negro o negra, como joven, frente a un sistema que niega y excluye.
La afirmación del ser sujeto comienza a partir del grito frente a la negación y se manifiesta en las relaciones sociales, a nivel estructural y macrosocial, pero también en la forma en que se dan las relaciones con la vida cotidiana, con las demás personas y con el propio cuerpo, la forma de pensar y actuar.16
En el caso de la experiencia negra, la ideología del color es también una ideología del cuerpo, del pensamiento, de la forma de estar presentes en el mundo. El daño ocasionado al cuerpo daña también el pensamiento, lo que implica la incapacidad de explorar y extraer del pensamiento todo el potencial constructivo y creativo.17 Esto también se encuentra en otros grupos a los que la ideología patriarcal ha convertido en oprimidos.
Pese a las características de la sociedad cubana, donde oficialmente se habla de la desaparición de la discriminación por el color de la piel, lo cierto es que se necesita un proceso de afirmación del ser negro o negra. Este proceso debe ayudar no solo al rencuentro con una cultura muchas veces negada u olvidada, sino que también debe contribuir a sanar el daño ocasionado en el cuerpo, la autoestima y la percepción que de sí mismas tienen las personas negras, como resultado de toda una historia de rechazo y menosprecio en medio de una aparente aceptación. Es aquí donde la comunidad cristiana debe jugar un papel importante.
Se puede decir que ser sujeto es responder a la vocación humana, es descubrirse hijo o hija de Dios, recuperar en el rostro la imagen y semejanza de Dios. Este rescate del ser sujeto, por tanto, es una experiencia profunda y radical de liberación. Pero este proceso solo es posible en comunidad; vale decir que debe ser un proceso comunitario, que involucre a cada miembro de la comunidad de forma tal que cada uno o cada una se sienta ser solo si el otro o la otra también pueden ser.18
Además de lo planteado anteriormente, otra definición de sujeto la ofrece José Luis Rebellato cuando señala que:
•—-Ser sujeto es poder elegir. Es tener la opción de decidir.
•—-Ser sujeto es no ser solitario. Es formar parte de un ecosistema de comunicación.
•—-Ser sujeto es poder ser autónomo. En medio de un mundo heterónomo, o sea, donde las opciones y comportamientos están ya trazados, convertir la heteronomía en autonomía es una apuesta ética.
•—-Ser sujeto es formar parte de comunidades y tradiciones dialógicas, en las que construimos nuestra identidad en relación con los/as otros/as. La autonomía se construye con otros/as y esta autonomía se da dentro de tradiciones culturales.
•—-Ser sujeto es vivir la experiencia de la contradicción y, por tanto, la experiencia del compromiso. Actuar de tal manera que el otro o la otra no sea considerado/a como medio, sino respetado/a como fin.19
El análisis de lo que significa ser sujeto debe ir unido a un estudio de las formas de participación que se están fomentando en nuestras comunidades. En ocasiones pensamos que la comunidad es participativa porque se reparten las tareas y en celebraciones y actividades intervienen varios sectores de la membresía; sin embargo, esta intervención no necesariamente implica participación. Se puede hablar de participación cuando esta es creativa, activa y responsable. Es creativa cuando no se tiene una actitud contemplativa, sino que se aportará al proceso mediante la búsqueda de alternativas mejores para la acción y la reflexión. Es activa cuando hay un protagonismo, y las actividades realizadas tienen gran influencia en el proceso que se realice. Es responsable cuando hay un compromiso en la acción y en las decisiones que surgen durante el proceso.20
Entonces, para responder a la pregunta: ¿dónde estaban los helenistas antes de estos hechos?, podemos decir que simplemente estaban ahí, en medio de la comunidad. Solo que, hasta no pasar por un proceso de reconocimiento como sujetos, rencontrarse y confiar en sus propias capacidades y potencialidades, no pudieron tener una participación activa en la vida comunitaria.
Lograr que todos los sectores invisibilizados en las comunidades de fe resurjan como sujetos en el sentido ya expuesto, es un compromiso ético que involucra a toda la comunidad y tiene necesariamente que llevar a la acción concreta. Entonces, el trabajo debería encaminarse hacía una pastoral integral, que considere a cada persona como sujeto y motive su crecimiento pleno. Esta pastoral será posible solo si se acompaña de una labor educativa hacia y desde el interior de las comunidades.
Aunque este trabajo se enfoca hacia el grupo de las personas negras que asisten a nuestras congregaciones, el análisis realizado llevaría a proponer una labor educativa que involucre no solo a este sector, sino a toda la comunidad. La acción con las personas negras debe estar encaminada al trabajo con la autoestima y la percepción de sí mismas y a eliminar los prejuicios que se han incorporado por estar socialmente “marcadas” por el color de la piel. Además, se debe trabajar por rescatar los valores de su cultura, que ha sido secuestrada porque tiene elementos religiosos que el cristianismo ha visto como contrarios a la fe. De la misma forma, el trabajo educativo debe involucrar a la población no negra, ya que, sin la erradicación de prejuicios raciales y la incorporación de un nuevo tipo de sensibilidad que conduzca a nuevas formas de relacionarse, no habría erradicación total del problema. Los resultados se harán visibles en la medida en que el compromiso de cada cual por involucrarse en los procesos de cambio sea cada vez mayor. Cada acción transformadora que se emprenda será más abarcadora si la comunidad de fe se involucra conscientemente en el proceso.
En síntesis, podemos decir que, en medio del conflicto presentado en la comunidad de Jerusalén, el Espíritu obra para que la solución propuesta permita la inclusión y el desarrollo pleno de todas las partes en contradicción. Así, una vez eliminado el problema, juntos pueden aportar sus ideas, sus dones, su manera de ser sujetos en favor del crecimiento y el enriquecimiento de la misión.
Hoy debemos dejar que el Espíritu de Dios obre en medio nuestro para hacer de nuestras comunidades un espacio de vida en plenitud: un espacio de restauración, reafirmación y consolidación de cada ser humano que lo conforma y, más aún, de cada ser humano que nos rodea. Reconocer, respetar y fomentar las características culturales de los diferentes grupos que forman nuestras comunidades cristianas ayudaría a una mejor relación entre ellos, una mejor aceptación de sus raíces y una oportunidad para el fortalecimiento de la misión de la Iglesia. Afirmar, entonces, que Dios nos ama a todos y a todas por igual y sin exclusión devendría compromiso total con las otras personas. De esa forma, cada acción que se emprenda tendrá como base la fraternidad cristiana, realidad dada por Dios,21 en la cual los seres humanos, sintiéndose unidos y unidas por Jesucristo, contribuyan a la realización plena de los demás.
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Notas
1—La cita está tomada de Hans de Wit: En la dispersión el texto es patria. Introducción a la hermenéutica clásica, moderna y posmoderna, Universidad Bíblica Latinoamericana, San José, [s. f.], p. 188.
2—Ibid., p.187.
3—Id.
4—Ibid., p. 5.
5—Silvia Regina Lima de Silva: “La teología negra latinoamericana como un espacio de descubrimiento y afirmación del sujeto”, Caminos, nos. 24-25, 2002, pp. 99-103.
6—Antonio Aparecido da Silva: “Caminos y contextos de la teología afroamericana”, Teología Negra, no. 21, enero-marzo de 2001, pp. 2-15.
7—Rosino Gibellini: La teología del siglo xx, Editorial Sal Terrae, Cantabria, 1998, p. 409.
8—Pablo Richard: El movimiento de Jesús antes de la Iglesia, Departamento Ecuménico de Investigaciones, San José, 1998, p. 15.
9—Ibid., pp. 76-77.
10—Alejandro Dausá: Encuentros con el maestro. La pedagogía de Jesús de Nazaret, segunda edición, Editorial Caminos, La Habana, 2006, p. 23.
11—Ibid., pp. 22-23.
12—Letty M. Russell: La iglesia inclusiva, John Knox Press, Louisville, 1993, p. 164.
13—Ibid., p. 163.
14—Justo L. González: Comentario bíblico hispanoamericano, Editorial Caribe, Miami, 1992, p. 129.
15—Letty M. Russell: op. cit., p. 165.
16—Silvia Regina Lima de Silva: op. cit.
17—Id.
18—Id.
19—José Luis Rebellato: Antología mínima, Editorial Caminos, Col. Educación Popular, La Habana, 2000, p. 75.
20—Javier Paredes James: Cómo hacer trabajo participativo, Centro de Promoción de Técnicas de Arte y Cultura (CENPROTAC), La Paz, 1996, pp. 11-12.
21—Dietrich Bonhoeffer: Vivir en comunidad, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1987, p. 17.