Cualquier habitante de Latinoamérica podría preguntarse cómo es posible que un continente con semejantes riquezas naturales, con semejante abundancia de bienes y recursos, posea índices tan altos de pobreza y exclusión a la vez que un creciente proceso de deterioro ambiental que amenaza con el caos económico, social y natural. La respuesta a estas interrogantes tiene que ver con la forma de articular los diferentes modelos económicos aplicados en el hemisferio desde el momento mismo del “descubrimiento” y la colonización de sus territorios y con las formas de relación y apropiación de los bienes y recursos naturales que brindaban estos territorios a las sociedades que los habitaban, junto a la formación del mercado mundial durante más de cuatro siglos.
Esa amplia disponibilidad de recursos naturales, en calidad y cantidad, que han sido subutilizados o mal utilizados históricamente, ha dado por resultado un acumulado de deterioro, una exacción de bienes naturales y una enajenación de servicios ambientales de tal magnitud, que cada vez con más frecuencia se habla de la “deuda ecológica” del mundo “desarrollado” para con la mayor parte de los países y territorios del Sur explotados. Dicha situación se extiende hasta hoy, y la salida requiere de una nueva mirada sobre el modo como usamos nuestros recursos naturales y nuestro ambiente. Todo ello, obviamente, plantea múltiples interrogantes, las cuales no resultan fáciles de responder sin analizar de manera retrospectiva el desarrollo de las formas de apropiación de la naturaleza por los seres humanos y de la coevolución de las sociedades con los ecosistemas que las han sustentado.
Esto requiere, sin embargo, la aplicación de nuevas metodologías de investigación, y el empleo de instrumentos y fuentes que las ciencias históricas habitualmente no han utilizado. Requiere, además, introducir en los análisis otras dimensiones de la variable “tiempo”, ya que la dinámica de los ecosistemas y los impactos que han dejado en ellos las acciones humanas deberán pensarse para el pasado y también para el futuro con criterios de más largo aliento que los correspondientes a los procesos económicos y sociales. En resumidas cuentas, la civilización actual ha impuesto sus ritmos y separado a la especie humana de los tiempos naturales. Por ello, las alteraciones de la naturaleza en la América Latina durante la conquista y la colonización y también (y sobre todo) durante el siglo XX, fueron usadas como herramienta para la consolidación de poderes hegemónicos a diversas escalas (de grupos oligárquicos, de los estados nacionales y, en lo internacional, del hemisferio y el mundo). El conocimiento de estos procesos puede ayudarnos a entender los errores cometidos y prever las próximas agresiones a nuestro entorno naturaly cultural.
También en ese sentido es necesario reflexionar sobre la relación sociedad-naturaleza en las etapas previas a la conquista y la colonización y su consecuente historia socionatural.Esas rupturas y procesos traumáticos fueron la génesis de una nueva conformación de nuestra historia.
Desde la segunda mitad del siglo XX las ciencias históricas comenzaron a aproximarse a los diversos temas relacionados con la historia y el medio ambiente. Dos disciplinas inauguraron esta aproximación al conocimiento de la relación humana con el ambiente. Su interactuación fue producto de la necesidad metodológica de encontrar una explicación a diversos fenómenos relacionados con las crisis de culturas y sociedades desaparecidas. La arqueología resultó la pionera en los estudios que relacionaban las culturas y sociedades con su entorno. Ello se debió no sólo a su objeto de conocimiento, sino también a sus técnicas de recogida de información, dado que las fuentes históricas utilizadas se derivaban de los restos materiales de grupos humanos ya inexistentes. Sobre todo entre los cincuenta y los setenta, las técnicas de investigación incorporaron la etnobotánica y la paleobotánica, el análisis bioquímico de restos de fauna, los análisis químicos de la estratigrafía de suelos y un conjunto de instrumentos investigativos “prestados” de las ciencias biológicas y la geología. La antropología cultural, por su parte, en sus aproximaciones a complejos culturales y a civilizaciones colapsadas o arrasadas, se aproximó a propuestas explicativas en las que la naturaleza adquirió un papel activo como variable de cambio, al construir interpretaciones sobre cómo, en determinados casos, la actividad humana causó verdaderos colapsos ecológicos a nivel local.
Durante las últimas dos décadas del siglo pasado, tres vertientes de los estudios históricos comenzaron a interesarse en las interpretaciones que vinculaban las relaciones sociales con la naturaleza, y, a la vez, dejaron de percibirla como un elemento pasivo sobre el cual se podía actuar sin consecuencia alguna. La historia agraria, especialidad que necesitaba dar respuestas a fenómenos originados por la acción antrópica como el monocultivo y el agotamiento de los suelos por el sobreuso, o los resultados de la “revolución verde” de los cincuenta y sesenta con su enorme carga contaminante, hizo que la abundante bibliografía sobre los sistemas productivos de haciendas y plantaciones comenzara a plantear la necesidad de analizar estos factores y sus implicaciones en las consecuencias de los modelos de desarrollo implantados. Dichos estudios también implicaban el análisis de los sistemas de propiedad sobre la tierra y el tratamiento y manejo de otros recursos como el agua, consideraciones sobre las estructuras políticas territoriales y nacionales, etc., por lo cual paulatinamente fueron ampliando su foco de atención a otros campos de la historia como el de la historiade las ideas.
La historia ambiental resulta un campo del conocimiento relativamente reciente y en continua expansión. Quizás una influencia genética, de origen francés, sea la obra de Fernand Braudel y la implicación teórica de la Escuela de los Annales. Otras son la obra pionera de Carl O. Sauer, producida durante las décadas del treinta y el cuarenta en los Estados Unidos,1 o las interpretaciones teóricas que másse adecuan al campo de la historia de las ideas en la obra monumental de Donald Worster.2 Esas obras primeras, con sus diversas aproximaciones teórico-metodológicas, han sido antecedentes influyentes en la América Latina. Un caso que merece mención especial es el del trabajo precursor de Gligo y Morello, publicado en 1980,3 hijo del pensamiento cepalino, tan poco estudiado hasta el momento.
Si desde los años setenta se venían publicando artículos y ensayos breves que apuntaban ya a las interpretaciones sobre historia ambiental desde el pensamiento latinoamericano,4 como el trabajo precursor de José Augusto Padua “Naturaleza y proyecto nacional: el origen de la ecología política en el Brasil”,5 no es sino hasta la década de los noventa, bajo la influencia de los resultados de la Cumbre de Río y la maduración del pensamiento ambientalista latinoamericano y la aparición del tema en las agendas de los movimientos sociales de la región, que comienza a estructurarse un pensamiento histórico ambientalista en la América Latina. Una de sus expresiones iniciales fueron los trabajos de Víctor Toledo y Fernando Tudela en México, Antonio Brailovsky y Eduardo Rosenzvaig en Argentina, Guillermo Castro en Panamá, Augusto Angel Maya en Colombia, José Augusto Pádua en Brasil, por sólo mencionar a algunos de los historiadores que presentaron sus reflexiones en esos años. Tampoco es posible obviar esfuerzos y vocaciones de ecologistas y luchadores sociales como el profesor catalán Joan Martínez Alier, quien desde su cátedra en FLACSO-Ecuador y la Universidad de Barcelona ha formado a varias generaciones de ecologistas y reflexiona sobre temas cruciales del contexto latinoamericano.
La selección de textos que hoy presentamos a la consideración de las y los lectores cubanos pretende, en primer lugar, subrayar algunas tendencias actuales del campo histórico continental. Una advertencia: los textos aquí recopilados interpretan la historia ecológica desde las posiciones del ecologismo radical y el ecomarxismo. A mi modo de apreciar la producción historiográfica en este campo, esas visiones resultan las más sólidas y acertadas hasta el momento. Pero como casi todas las producciones intelectuales, también la historia ambiental y ecológica está transida de las posiciones políticas de sus hacedores y fuertemente influida por el contexto donde se genera, además de que, como es obvio, los perfiles filosóficos y tendencias de escuelas prefiguran los enfoques.
No realizaré en esta introducción una exhaustiva exposición del contenido de cada artículo, pues su lectura brinda rápidamente un engarce con el tema tratado, que llevará al lector hasta la última página de cada uno. Sí debo advertir que el trabajo de James O´Connor presenta un fuerte corpus teórico que permitirá el acercamiento al objeto de estudio histórico con un arsenal enriquecido. El texto de Guillermo Castro nos introduce en varias interrogantes y retos para la historia ambiental latinoamericana y en la necesidad de pensar los sistemas naturales hemisféricos de forma tal que podamos interpretar a diferentes escalas (hemisférica, geosistémica y ecosistémica) los múltiples impactos de la acción humana. El trabajo de Funes presenta un estudio de las particularidades de la expansión capitalista en el espacio natural cubano a comienzos del siglo XX, a través de la industria azucarera. Este ensayo nos aproxima a los problemas ambientales planteados por las prácticas del monocultivo, tan extendidas en las economías latinoamericanas y de tan nefasto resultado para el ambiente y las sociedades de las naciones de la subregión.
Entonces, sólo me queda invitarlos a la lectura de esta entrega de Caminos y agradecerle al Centro Dr. Martin Luther King Jr. por el acierto de publicar este volumen y el placer de haber podido contribuir a la divulgación de este pensamiento historiográfico, que puede y debe proyectarse en interpretaciones múltiples para intentar construir un futuro mejor, donde la equidad y la justicia ambiental comiencen a hacerse realidad.
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Notas:
1 El geógrafo y ambientalista norteamericano Carl Sauer publicó entre los años veinta y los cuarenta del siglo XX más de cien libros y artículos que constituyen hoy un inapreciable aporte al entendimiento de la historia ambiental del hemisferio occidental. El doctor
Guillermo Castro ha realizado una excelente selección de textos de Sauer, los cuales ha traducido al español y esperan por una primera edición en nuestra lengua.
2 Donald Worster: Nature´s Economy. A History of Ecological
Ideas, Sierra Club Books, California, 1977.
3 Nicoló Gligo y Jorge Morello: “Notas sobre la historia ecológica de América Latina”, en Osvaldo Sunkel y Nicoló Gligo (eds.): Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Latina, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.
4 Ver, por ejemplo, los trabajos de los investigadores chilenos Pedro Cunill y Luis Vitale.
5 En José Augusto Pádua (ed.): Ecologia e politica no Brasil, Ed. Espacio y Tiempo/Iuperj, Rio de Janeiro, 1987.