La palabra sagrada del continente africano

Inés María Martiatu

Presentar la personalidad y la obra de Rogelio Martínez Furé es siempre un privilegio y un reto. Este hombre de cultura universal ha desempeñado un papel fundamental en el rescate y el accionar de la cultura cubana a partir de los años sesenta. Investigador erudito, ha hecho visible no sólo la presencia de la cultura de la llamada “gente sin historia”, sino el acervo africano que también nos es propio. Fundador del Conjunto Folklórico Nacional y animador de instituciones importantes, tiene el don de cantar, componer música y hacer poesía. Sabemos, además, de su generosa contribución como asesor y promotor de muchos proyectos y realizaciones surgidos en el campo artístico-literario de nuestro país.
Más allá del esfuerzo extraordinario que supuso el rastrear en libros y publicaciones periódicas mucha de la poesía que aquí aparece, el entregarnos en 1968 la primera edición de Poesía anónima africana fue uno de los eventos relevantes que se produjeron en aquellos años sesenta y setenta del pasado siglo XX. Importantes acontecimientos políticos y culturales se reflejaron en el campo de la poesía. A partir de los años veinte y treinta, y particularmente en los sesenta del siglo XX, voces y temas de una gran poesía negra se extendieron casi simultáneamente por lo que hoy llamamos el Atlántico Negro. Emergieron los temas de la horrible trata y la explotación del esclavo. Aparecieron algunos de los hitos más sobresalientes y reconocidos de la gran poesía universal del siglo.
Ya Rogelio Martínez Furé había dado a conocer su Antología de poesía yoruba para Ediciones El Puente, en la que nos mostró que la santería es más que una religión y que viene de una cultura clásica. Las raíces de esa poesía que animó los movimientos afronegrista, de la negritud y del renacimiento de Harlem se pueden encontrar en esta fuente primigenia: la poesía del continente africano.
Africa había sido denigrada y negada. La horrible historia de la trata y la posterior explotación esclavista en América debió ser justificada con una perversa leyenda de salvajismo e incultura. Su rica geografía reducida a una selva sin rasgos de una civilización forjada por el trabajo y el ingenio de sus mujeres y hombres. Se les consideraba a los africanos incapaces de la creación intelectual y artístico-literaria. Todo por “hacer”, por “descubrir”, por “civilizar”, por “colonizar”. Ya en América, como escribió el sabio don Fernando Ortiz :

Uno dominó al otro… La religión del dominado se tuvo por ridícula y diabólica; su lenguaje era “un ruido, no una voz”; su arte, risible; su moral, abominable; su familia, desvinculada; su costumbre, sin derecho; su ideación, absurda; su trabajo, brutal; su economía, ineficaz… ¡Todo fue negación y maldad! Se quiso al negro como ser deshumanizado.

La poesía es considerada por todos como expresión máxima de la espiritualidad de los pueblos, de las civilizaciones a través de la historia. Y he aquí que en ese continente tan denigrado florece la poesía desde la antigüedad y acompaña todos los avatares de la vida de estas mujeres y hombres. De la vida, del amor, de la muerte, de las fuerzas ocultas, de la guerra, de la sabiduría de los antepasados, de los niños, de la filosofía y la manera de pensar el mundo tratan estos poemas. En todos se aprecia la voluntad de mostrar, de recrear por medio de la palabra, un universo que se nos va descubriendo rico y diverso.
Cuenta una leyenda bantú que la procreación se realiza con la unión del semen y la palabra muzima. No nos extrañe que la palabra, sagrada en las culturas africanas, sea ingrediente imprescindible para la creación y la vida. Por ello, en todos estos pueblos la poesía funda y crea.
Rogelio Martínez Furé ha realizado un viaje de regreso a las raíces. Rescata y nos devuelve la palabra sagrada del continente. Lo más relevante de este viaje de ida y vuelta es que no termina aquí, sino que continúa con los diwanes en lenguas europeas y de autores africanos reconocidos.
Hoy la Editorial Arte y Literatura pone, una vez más, en manos el lector de lengua española y particularmente del cubano contemporáneo, estas joyas del saber y la sensibilidad creadoras de los pueblos del continente africano. Con esta cuarta edición contribuye grandemente en este momento a la lucha por la erradicación de las actitudes prejuiciosas, racistas y discriminatorias en que están empeñadas nuestras instituciones culturales. Respaldando con la valoración de su acervo a un pueblo con una importante población afrodescendiente y cuya cultura está permeada por la herencia africana, estamos contribuyendo a ello. Esta cultura viva también se ha nutrido de esta poesía que nos llega hoy y que será un arma de desalienación en manos de los jóvenes y de todos los que se acerquen a ella. Que sirva para conocernos mejor y para que nos queramos más, porque según decía Fernando Ortiz, y vuelvo a citarlo: “Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: Chivo que rompe tambó con su pellejo paga.”
Esta cuarta edición de Poesía anónima africana, como las anteriores en su momento, debe enfrentar los nuevos retos que le propone este comienzo del siglo XXI. Han emergido nuevos actores sociales en nuestra realidad y nuevas prácticas en relación con los modos de asumir la cultura. Los posicionamientos desde los que la nueva generación la piensa han cambiado. Un público cada vez más amplio y diverso se asoma a la buena literatura y la hace suya. Ojalá estos dos tomos de Poesía anónima africana sirvan para significativas relecturas a partir de las nuevas miradas de sus actuales lectores.

diciembre del 2009

Notas:

  • Palabras pronunciadas en ocasión de la presentación de la cuarta edición de Poesía anónima africana, de Rogelio Martínez Furé, en el Sábado del Libro.

2 Poesía yorubá, Ediciones El Puente, La Habana, 1963.
3 “Más cerca de la poesía mulata, escorzos para un estudio”, Revista Bimestre Cubana, no.3, mayo-junio de 1936, p. 439.

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