Un cielo nuevo y una tierra nueva: esa es la promesa. Nuestra tarea es trabajar para que se convierta en realidad la profecía de Isaías, para que el cordero y el león vivan juntos y el paraíso no sea solo el principio, sino también el destino humano.
La Creación gime y está siendo violentada. Ya no es la tierra que nos brinda sus frutos y a la que le damos nuestro respeto y nuestros esfuerzos. Ha sido transformada por la Razón del capitalismo en socavón que se explota hasta dejarlo exhausto, en mar que se exprime hasta dejarlo estéril. Nuestro hermano lobo, nuestro hermano delfín, nuestra hermana ballena son mercancía que se procesa y se vende. Y nuestro hermano hombre, nuestra hermana mujer, empobrecidos, son condenados a deambular por esta Tierra que es nuestra herencia y nuestra responsabilidad. Los bienes comunes —el agua, la tierra, un espacio bajo el sol— son transformados por arte de birlibirloque de un sistema cuyo motor es la generación de ganancias, en bienes con un precio.
Por esto, Caminos dedica este número a potenciar entre nosotros el debate del tema ambiental. No somos neutros: denunciamos la injusticia social y ambiental, la mercantilización de la vida y los bienes comunes. Denunciamos a sus agentes: el sistema capitalista de producción, distribución y consumo, las transnacionales y las instituciones financieras. Denunciamos la militarización creciente del mundo, el insensato gasto en armamentos, las guerras de rapiña que son el elemento más destructivo del ambiente.
Y ponemos nuestras esperanzas en la movilización en pro de la salvaguarda de la Creación. En pro de la soberanía alimentaria y no el agronegocio y el monocultivo. En pro de la disminución radical de las emisiones de carbono y no del comercio o los créditos de carbono. En pro del florecimiento de la vida en toda su diversidad y no de las patentes de semillas manipuladas.
Veinte años después de la Cumbre de Río, un nuevo proyecto que propone soluciones de mercado para lo que el mercado ha destruido, que desconoce las guerras, el imperialismo, la falta de voluntad gubernamental, la especulación y la injusticia global se ha dado el engañoso nombre de Economía Verde. En un salón de Río de Janeiro lo tratarán de imponer los poderosos, mientras en las calles, los pueblos celebraremos una cumbre con nuestras propuestas y nuestros saberes disímiles que comparten, sin embargo, una convicción: la vida no se vende, la vida debe ir antes que el dinero.