Formación, soberanía alimentaria y fortalecimiento de las relaciones familiares y comunitarias
La Iglesia Bautista del Camino, ubicada en el municipio de Guanajay, en la provincia de La Habana, es una comunidad de fe formada por hombres, mujeres, niños y niñas, constituidos como iglesia bautista en 1993, con el profundo deseo de reinterpretar su misión y sentido de fe, a la luz del contexto histórico que vivía nuestro país y buscar alternativas que contribuyeran al crecimiento integral de las familias involucradas y al servicio a nuestro pueblo. Como parte de su quehacer pastoral, desarrolla iniciativas como el Programa de Desarrollo Humano (PDH), proyecto que dedica sus esfuerzos a la “promoción del desarrollo humano mediante la formación, la seguridad alimentaria sana y el fortalecimiento de las relaciones a nivel familiar y comunitario”. En su misión, se define como un espacio ecuménico de servicio local con proyección social, que promueve acciones de sensibilización, capacitación, divulgación y pastoral social, vinculadas al desarrollo humano —con énfasis en la medicina natural y tradicional—, en pos de la justicia social, la equidad de género, la paz, la solidaridad y la integridad de la creación, para una vida sana.
El PDH tiene sus antecedentes en la crisis de los años noventa, cuando se experimentó un crecimiento sostenido de la agricultura y la cría de animales para la subsistencia, mediante la producción de alimentos en organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios familiares. Ello creó una plataforma productiva diversa que ha alcanzado importantes resultados. Pero aunque se considera que dicho proceso trajo consigo, junto a un significativo logro productivo y de seguridad alimentaria, un cambio en la forma de concebir el autosostenimiento familiar, muestra de una incipiente transformación cultural, aún no se puede decir que una proporción importante de las familias cubanas emplee esta forma de autoayuda. La forma de autosostenimiento que ha prevalecido tras el fin del período más agudo de la crisis es la del Movimiento de Patios Familiares, porque estos espacios están cerca, son más asequibles que los huertos y las parcelas comunitarias, y generan además un mayor sentido de pertenencia familiar.
Durante el período que va de julio del 2005 a junio del 2008, el PDH logró:
– Capacitar a ciento sesenticinco miembros de iglesias y comunidades (ochentitrés mujeres y ochentidós hombres) en temáticas vinculadas al desarrollo humano, a fin de que obtuvieran las competencias necesarias para estructurar consciente y fundamentadamente las pastorales sociales de las iglesias involucradas. – Tener un impacto en el trabajo realizado en las pastorales sociales de las iglesias y en las conductas personales de los participantes. Se destaca especialmente la modificación del contenido del trabajo local, en función de las necesidades básicas y las proyecciones estratégicas de las comunidades. – Continuar consolidando la dimensión de género, tema que se ha incorporado como eje transversal a las prácticas pastorales de todas las iglesias participantes. – Generar a nivel territorial el desarrollo de capacidades y habilidades en las iglesias para la gestión comunitaria, lo cual ha capacitado a nuestros promotores y promotoras a la hora de abordar, mediante una metodología adecuada, la transformación de su entorno con recursos propios. Esto ha permitido la articulación con actores comunitarios y ha propiciado una mayor capacidad para insertarse en procesos participativos junto con las entidades estatales y otras organizaciones, en aras del desarrollo social del territorio.
Por otra parte, el PDH logró iniciar un Movimiento de Patios Familiares Ecológicos (MOPAFE) que ha contribuido al mejoramiento de la calidad de vida de los miembros de la Fraternidad de Iglesia de Cuba involucrados en el movimiento. Se comprueba en la apropiación de conceptos y técnicas en unas prácticas que utilizan los conocimientos y las habilidades para llevar a cabo las experiencias y solucionar creativamente los problemas. Asimismo, elevó la calidad de vida de las familias involucradas.
– Algunos beneficiarios comercializan los excedentes de sus producciones, fundamentalmente plantas medicinales, lo cual ha incrementado sus ingresos familiares. En el proceso de venta también aportan a la comunidad, al brindar información sobre medicina natural y tradicional. – Se incrementó el conocimiento de los beneficiarios y las beneficiarias en cuanto a técnicas agroecológicas, lo cual se evidencia en la producción orgánica de sus patios, la conservación de sus ecosistemas familiares, su adaptación a las condiciones locales, la protección de los suelos, el ahorro que hacen del agua y el reciclaje de los recursos existentes. – La capacidad endógena se ha consolidado con la multiplicación de la experiencia, que se inició en quince patios y ahora cubre ochenticuatro en siete provincias del país. Ello ha sido posible gracias a la formación, un efectivo trabajo de promotores locales y la diversificación de otros espacios multifuncionales, lo cual denota que las prácticas se manejan con creatividad, flexibilidad, descentralización e independencia. – En los municipios se comparte una idea clara de cómo apropiarse de lo esencial de la metodología de campesino a campesino en un nivel de patio a patio, y cómo gestionar integral y sosteniblemente los espacios familiares. En ese sentido, los promotores y promotoras trabajan para mejorar los métodos de extensionismo del proyecto, a través de actividades planificadas a nivel municipal, con el fin de atender a personas interesadas y realizar también intercambios espontáneos. – Las tres comunidades beneficiarias también están mejor informadas, debido a la circulación del boletín MOPAFE, que constituye un instrumento que ha coadyuvado a la sensibilización. De igual manera, ese medio comunicativo ha estimulado el intercambio de los patios en los diferentes municipios y entre ellos. También contribuye a recuperar “casos de vida”, testimonios que sirven para difundir la contribución metodológica del proyecto. – Las relaciones comunitarias han mejorado, lo cual evidencia que el intercambio de plantas ha rebasado los límites de MOPAFE y se integra a nivel local (actores locales, vecinos, amigos, etc.). – Se ha propiciado un marco para el relacionamiento y la articulación de actores locales, especialmente con el Movimiento de la Agricultura Urbana (MAU) que dirige el Movimiento de Patios a nivel nacional, aportando un nuevo enfoque a esta iniciativa. Es de destacar que actualmente tres patios del municipio Guanajay ostentan la categoría de Patios de Referencia Municipal del Movimiento de la Agricultura Urbana. Asimismo, un patio de San Antonio de los Baños ha logrado esta categoría y está propuesto además para Patio de Referencia Provincial. Otros dos patios de esa localidad también aspiran a ser declarados de referencia. Las experiencias de MOPAFE muestran la aplicación de tecnologías apropiadas, como reciclaje de residuos sólidos, técnicas agroecológicas, dispositivos para el ahorro de recursos naturales (agua), secado de plantas aromáticas y medicinales, entre otras. La asistencia a las actividades de divulgación de la Medicina Natural y Tradicional (MNT) rebasa los marcos de las comunidades cristianas involucradas. – El impacto del proyecto se empieza a ver en los territorios y comienza a tener repercusión en el ámbito nacional. Lo denota el hecho de que en fecha reciente el Centro de Desarrollo Local y Comunitario (CEDELC), que elabora un catálogo de tecnologías apropiadas y buenas prácticas de desarrollo local en Cuba, seleccionara el proyecto como una de las experiencias a divulgar.
El proyecto estrecha la relación entre la iglesia y las autoridades territoriales, y con otros actores de la comunidad. Se ha fortalecido la capacidad organizacional del PDH, lo que evidencia una mejor gestión organizacional, una administración más eficiente y una base de procedimientos y reglamentaciones del programa que constituyen un marco funcional apropiado, a partir de
– lograr que la FIBAC asumiera el proyecto y se motivara a apoyar que la iniciativa se extendiera a otras iglesias locales; – abordar la perspectiva institucional como proceso, aplicando instrumentos de planificación, monitoreo y evaluación; – alcanzar mayores niveles de trabajo social en las iglesias del territorio, para convertirse en referente territorial del trabajo diacónico; – trabajar por mayores niveles de compromiso e involucramiento, generadores de sentido de pertenencia en el equipo.
Para el trienio 2008-2011, el equipo de trabajo se fijó nuevas metas y propósitos generales, a fin de consolidar una nueva proyección de programa social, de carácter ecuménico y orientado al desarrollo humano, con énfasis en la medicina natural y tradicional. Lo anterior pudo desarrollarse mediante la ejecución de las siguientes políticas y estrategias:
Una pastoral social que promueve:
– La sensibilización, la formación, la divulgación y el acompañamiento a las iglesias e instituciones ecuménicas para fortalecer sus capacidades de servicio diacónico comprometido con su comunidad. – Una reflexión y una práctica comunitarias basadas en el relacionamiento y el intercambio de experiencias que fortalezcan el ecumenismo y el diálogo entre cristianos y no cristianos. – La inserción en la comunidad con proyectos de desarrollo humano, como medio de servir al pueblo y especialmente a los sectores más necesitados, creando un espacio ecuménico de diálogo y reflexión para compartir experiencias sobre el compromiso diacónico y la preservación de la integridad de la creación.
Un desarrollo humano que se apoya en: – La sensibilización, la capacitación, la divulgación, el intercambio de experiencias y el trabajo comunitario, con enfoque de equidad de género. – La promoción de la defensa y la protección del entorno, mediante acciones educativas y proyectos demostrativos que se basan en la utilización de tecnologías alternativas y los principios de la seguridad y la cultura alimentaria. – El fomento a los principios de participación, construcción del conocimiento a partir de los saberes populares, autoayuda, autogestión, utilización de recursos locales y promoción de un estilo de vida sano, no paternalista ni dependiente. – El apoyo a iniciativas centradas en el mejoramiento humano, tanto material como espiritual. – El diálogo sobre el tema en los ámbitos nacional e internacional.
Un trabajo comunitario consistente en: – La conformación de grupos gestores con la participación de líderes de la comunidad que estén motivados y tengan posibilidades reales de involucrarse en procesos de desarrollo local. – La definición de que el grupo gestor es un facilitador del desarrollo comunitario y, por tanto, es la unión de voluntades que representan a diferentes sectores de la comunidad. No constituye una estructura adicional ni permanente, lo que supone que su membresía puede renovarse en dependencia de las necesidades. – La articulación del grupo gestor con las autoridades locales, especialmente con los consejos populares y órganos municipales. – El establecimiento de una formación en trabajo comunitario y gestión de proyectos para los miembros de los grupos gestores previo al inicio de acciones prácticas de transformación, a fin de proporcionarles herramientas conceptuales, organizativas y metodológicas que potencien su trabajo de forma eficiente e incluyan la sistematización de su práctica. – La elaboración de diagnósticos participativos con enfoque de género, como base para diseñar soluciones y definir prioridades. – El empleo durante las capacitaciones, como parte de los métodos aprender-haciendo y reflexión-acción-reflexión, de acciones que dinamicen el quehacer de los proyectos con recursos propios y sin apoyo externo.
El presente trabajo tiene como objetivo reflexionar sobre un tema que toca de cerca el trabajo que realizamos en nuestro proyecto. Nunca será suficiente la reflexión sobre la religión y su impacto como fenómeno que posibilita el desarrollo y el crecimiento de las personas o, por el contrario, se torna un freno que limita el ejercicio de la libertad de conciencia. La religión convoca y moviliza a miles de personas en todo el mundo; actúa como un cristal a través del cual las personas interpretan la realidad en la cual viven, crean patrones de conducta, normas que condicionan sus relaciones interpersonales y con la naturaleza. Muchas de las acciones que se desarrollan en los espacios sociales tienen como telón de fondo las diversas interpretaciones teológicas que hacen las personas, las tradiciones eclesiales y las representaciones religiosas que se elaboran en círculos de poder o en el pueblo humilde que busca sentido de vida frente a su cotidianidad y en la lucha por la sobrevivencia.
El tema adquiere una significación especial sentido en la América Latina, continente que fue saqueado en nombre de la religión y aún hoy sigue siendo un espacio para el encuentro de confesiones de fe en disputa y muchas veces manipuladas desde países del Primer Mundo, con formas de entender la fe más sectarias, antiecuménicas y proselitistas que integradoras y creadoras de espacios fraternales de diálogo. La experiencia latinoamericana devela que la religión puede ser un espacio creador de sentido de vida, lucha y resistencia frente a la pobreza y la esclavitud. Así lo demuestran las diversas experiencias religiosas que coexistieron en nuestras tierras, desde las religiones de origen africano, las de los pueblos originarios y el propio evangelio, que dialogaron y se resignificaron entre sí, hasta las teologías liberadoras latinoamericanas más contemporáneas, que compartieron la imagen de un Dios sentido y celebrado desde los pobres y marginados de la historia.
Desde esta perspectiva del desarrollo, el fenómeno religioso puede ser entendido críticamente desde dos perspectivas fundamentales: por una parte, como un medio importante para convocar, unir y potenciar a amplios sectores para el diálogo, la participación, el crecimiento mutuo, el sentido comunitario de construir sociedades más justas y verdaderas relaciones humanas que tomen en cuenta el dolor y el sufrimiento de sectores que son sistemáticamente excluidos por diversas razones. Y también para la implementación de proyectos que mejoren la calidad de vida de las familias y eleven su autoestima sobre temas específicos como la equidad de género, el desarrollo sostenible, la violencia intrafamiliar y social, la prevención de enfermedades de transmisión sexual, etc. Por otra parte, es importante entender que la religión es terreno fértil para el desarrollo de estructuras rígidas, apolíticas, ahistóricas y escapistas que frenan el desarrollo y el crecimiento integral de las personas. De ahí surgen formas inflexibles de entender la ética y el discernimiento moral que condicionan considerablemente el ejercicio de la libertad de conciencia en temas como la responsabilidad social, la sexualidad, la orientación sexo-erótica o la incidencia política.
En ese sentido, nos preguntamos: ¿Qué contribuciones específicas pueden hacer en su ambiente como iglesia y organización cristiana orientadas hacia el desarrollo social, económico o cultural?
Responsabilidad social del cristiano y la cristiana: El proyecto eclesial que sustentamos se encarna en la sociedad, a partir de la convicción de que los cristianos y las cristianas no deben vivir ajenos a la realidad social en la que están inmersos la iglesia y el pueblo en general. El discurso evangélico adquiere un carácter político, que es profético cuando anuncia los valores y signos que defienden la justicia, la solidaridad y el respeto a la libertad de conciencia, al mismo tiempo que denuncia cualquier mecanismo de exclusión social o injusticia que legitime la infelicidad humana. La propuesta de Jesús de ser sal y luz del mundo apunta a una comunidad de fe comprometida con la realidad social y dispuesta a iniciar procesos de cambios desde la subjetividad y las formas de entender la realidad que legitiman la violencia y la exclusión en las relaciones humanas.
Espíritu y sentido comunitario de la fe en Jesús: La iglesia debe ser un espacio comunitario que invite a vivir la solidaridad humana más allá de los templos y las instituciones. Debe ser un grupo pequeño de la sociedad que propone nuevas formas de vivir en comunidad socializando los mejores valores de respeto a la dignidad humana, lo que permite el desarrollo de proyectos y formas de servicio que no caigan en el asistencialismo y el paternalismo, sino de formas reales de organización y desarrollo social solidario.
Perspectiva de género: Mirar con perspectiva de género significa abrir camino para visibilizar, validar, apoyar y valorizar el desarrollo equitativo de las personas. Implica no sólo otra manera de ver la realidad, sino también la adopción de otra actitud encaminada a proponer nuevas formas de ser mujer y hombre, a la necesidad de identificar el problema con un enfoque de derechos humanos lejos de la tradición androcéntrica con la que ha sido construida nuestra realidad. Constituye un proceso largo de trasformación humana que requiere un trabajo sostenido que recorra todas las acciones, para disminuir paulatinamente las brechas de inequidad entre hombres y mujeres. Concretamente, hablamos del empoderamiento de la mujer y su inserción en espacios de liderazgo como la ordenación al ministerio pastoral y la formación bíblica teológica. Los cambios deben diseñarlos sus protagonistas, sin imponer ni extrapolar concepciones. Es necesario apoyar propuestas de género con una identidad sociocultural local/comunitaria, así como ofrecer oportunidades para que las mujeres emprendan iniciativas no tradicionales y los hombres se sensibilicen con un enfoque no asistencialista.
Responsabilidad ecológica y economía solidaria: Es necesaria una comunidad de fe comprometida y responsabilizada con la denuncia de los fenómenos que atentan hoy contra la vida en el planeta y con las formas sustentables de ejercer el compromiso social y la opción por los sectores más empobrecidos. Una dimensión principal en este sentido es el fomento desde dichos sectores del potencial y las capacidades para desarrollar una economía solidaria y un nuevo espíritu de diálogo y vinculación con el medio ambiente y con las relaciones interpersonales comunitarias.
Reflexión teológica contextual y relectura bíblica participativa: La reflexión teológica es acto segundo y producto del análisis crítico de la realidad y de la fe en Dios, entendiendo el contexto y la realidad histórica que viven las personas. La fe en Dios debe ser liberadora y comprometida con el dolor humano y no una “camisa de fuerza” que limite el libre ejercicio de la libertad y la vocación de las personas. Una relectura bíblica participativa y comunitaria no mira a la Biblia como un fin en sí mismo, sino como un medio para acercarnos al prójimo y encontrar vínculos que permitan el diálogo, la búsqueda de sentido y la celebración comunitaria de la fe.
Opción preferencial por los más pobres y excluidos. Carácter inclusivo de la fe: La mirada de fe a la sociedad no debe ser ingenua ni escapista en su búsqueda de sentido; por el contrario, debe encarnarse en aquellos sectores sociales que son sistemáticamente excluidos y rechazados. Entendemos que nuestro mundo y nuestra existencia feliz en este es imposible si no somos capaces de descubrir la imagen de Dios en todos los seres humanos, más allá de sus creencias, opciones políticas, orientaciones sexo-eróticas, etnias, lugares de origen, etc. La fe en el Dios de Jesús supone la apertura a todos y todas, el espacio abierto para la participación y el diálogo de experiencias que contribuirá a la creación de una comunidad sensibilizada con nuestros problemas reales.
Por otra parte, cuando decimos que la mirada a la pobreza no debe ser ingenua, nos apartamos del sentido idílico con el que a veces se la ha tratado en la historia, sobre todo en la historia de la iglesia. La miseria y la pobreza generan crisis en las familias que las obligan a relativizar valores, competir y degenerar principios humanos básicos. La pobreza debe ser un espacio de resistencia frente a los mecanismos que multiplican la miseria humana, lugar de encuentro para fomentar nuevas formas de relacionamiento humano y de alternativas de vida.
Carácter ecuménico de la fe en Jesús y decisión de encontrar la Palabra de Dios también fuera de las fronteras de la iglesia: Cualquier expresión u opción humana, sea movimiento político, social, religioso, económico que opte por la vida y tome en cuenta el respeto por la existencia humana en toda su dimensión y multiplicidad de formas, es parte de lo que en la iglesia llamamos Palabra de Dios y debe contar con la presencia de la iglesia y la opción de acompañamiento de la misma. El sectarismo y el proselitismo religiosos contemporáneos no se identifican con el espíritu evangélico ni con el sentido y las opciones de Jesús de Nazaret.
El ser humano es una unidad psicosomática y social,sujeto de su historia y capaz de desatar procesos de resistencia y liberación frente a una cultura de la dominación que nos ha condicionado históricamente y que provoca la exclusión de grandes sectores sociales. Desde esta perspectiva, el espíritu y el sentido de la fe cristiana ponen en primer lugar al ser humano empobrecido y marginado como el centro de su atención y su opción preferencial, sacan de las fronteras eclesiales la Palabra de Dios y la encarnan en la vida misma. Toda acción humana que apueste por la vida, la felicidad y la existencia en nuestro maltratado planeta, sea un movimiento social, un grupo organizado o un partido político, lleva en sí el espíritu del maestro de Nazaret.
Obstruyendo el desarrollo, una visión fundamentalista de la fe que se desarrolla a partir de lecturas literalistas de la Biblia aleja a los y las creyentes del compromiso social y la responsabilidad ante el contexto histórico que vive la sociedad, al realizar una interpretación estrechamente moralista del sentido y el propósito de la fe cristiana. Específicamente, es obvia cierta rigidez en el abordaje de temas como la sexualidad, el VIH/sida, el aborto y la diversidad de orientaciones sexo-eróticas. Lo anterior promueve una comprensión de la fe escapista en la que los temas de cuidado del medio ambiente, desarrollo sostenible, economía solidaria no son pertinentes y se sustituyen por teologías de la prosperidad en las que la pobreza se considera un castigo de Dios o un producto del pecado y la desobediencia.
Paralelo a ello, y de manera alternativa, existen comunidades de fe más comprometidas con el movimiento ecuménico que promueven una comprensión de la fe cristiana contextual y liberadora en su sentido y misión. Contribuyen al desarrollo social en tanto proponen una lectura crítica de la realidad, la apertura a temas que han sido históricamente negados en el ámbito eclesial como la sexualidad, el acompañamiento a las personas portadoras del VIH o de alguna discapacidad, la responsabilidad social de la iglesia, el compromiso con formas y alternativas de desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente, la violencia de género y la emancipación de la mujer, entre otras. Se articulan aquí teologías liberadoras latinoamericanas y propuestas metodológicas como la Educación popular que han desarrollado un compromiso con los países pobres del Tercer Mundo y buscan espacios de incidencia política que ofrezcan alternativas de resistencia frente a una globalización neoliberal que condena a gran parte de la humanidad a la invisibilidad y la miseria. También crean capacidades y espacios de formación para la participación y el empoderamiento de los excluidos y las excluidas.
Otro elemento importante del Programa PDH es la característica propia de las religiones —desde las iglesias hasta las religiones de origen africano u otras que tomaron fuerza en la isla a partir de la década del noventa con la apertura al tema religioso y el auge que este experimentó— de crear sentido de vida y formas de apropiación de la realidad que les permiten a las personas vivir la cotidianidad frente a las vicisitudes propias de la vida y los retos que esta impone en nuestro contexto.
Todo esto nos ha permitido difundir un nuevo estilo de vida más sano, participativo y contrahegemónico, además de recuperar los valores y las tradiciones y desarrollar vínculos de trabajo más eficientes en la integración de las familias y la comunidad, así como articulaciones más coherentes y orgánicas con diversas organizaciones que trabajan en la gestación de lo comunitario desde lo local.