Rafael García Bárcena: Redescubierto a cien años

Luis Alberto Pérez Llody

¿Pensar, qué es, si no es fundar?
José Martí

Rafael García Bárcena nació el 7 de junio de 1907 en la villa de Güines, en el sureste habanero, en medio de los intentos de la república por surcar su destino de consagración nacional. Durante su segunda década de vida asistió al nacimiento y la expansión de una vanguardia cultural que se volcó a la búsqueda de nuevos derroteros y que logró coincidir en una vanguardia política, para suerte de lo que puede identificarse como la génesis de la revolución que entonces renacía.

Es imposible explicar la nación sin esa vanguardia. De ella surgió el instrumental que permitiría examinar con aspereza nuestros vicios y virtudes y, sobre todo, encontrar las claves para salir del dédalo de aquellos primeros años. A ese grupo, que supo defender altos ideales de justicia, ética y humanismo, se incorporó desde inicios de los años treinta García Bárcena, un hombre de profunda vocación martiana.

Desconocido, como muchos otros de su generación, dejó una huella histórica en la búsqueda incesante de un futuro dichoso, una esperanza para Cuba, desde la poesía, el discurso o la acción. Ahí radican su inquietud, su inconformidad, la fuerza y el valor de sus ideas, consecuentes con su tiempo y leales a su pueblo. Ahí estuvo su pluma encendida.

Recogidos los frutos de la reforma de la enseñanza a fines de la tercera década republicana, Cuba experimenta un auge de ideas y concepciones que la situarán en un plano superior en el camino hacia la verdadera formulación de un cuerpo de pensamiento filosófico propio. Continúa presente la influencia del pensamiento occidental y se suma la de otras corrientes de la América Latina y el Caribe que serán reflejadas por los representantes de esa vanguardia en la creación literaria, la narrativa, la poesía y los más diversos órdenes de la cultura. Sin lugar a dudas, este hecho constituye el origen del “renacer cultural” que García Bárcena describe en su propia mirada de la época.

Lo más valioso del pensamiento del siglo anterior es la raíz que convoca e inspira a la nueva generación. José de la Luz y Caballero y Félix Varela son la fuente nutricia, un instrumental que sirve de base, y, sobre todo, una raíz de expresión profundamente cristiana. De ellos, se resalta la aspiración de un hombre crítico, capaz de transformar la realidad por medio de su propia acción liberadora.

En el núcleo mismo de esas aspiraciones se identifica a José Martí como elemento capital. En él se encontrará el contenido del destino del ser cuando se intente resolver lo nacional. La herencia recibida se resume en el independentismo, el antianexionismo y el antiesclavismo, que se enriquece, a partir de la maduración intelectual, con una proyección latinoamericanista y antimperialista. Esta proyección será la piedra angular en el legado de esa generación al siglo XX cubano.

En Martí se produce un aprendizaje en el que se funden varias fuentes, corrientes filosóficas, políticas y sociales que se recepcionan en un contexto revolucionario en el ámbito de las ciencias a escala universal, y que asume a la ética como un paradigma trascendental. García Bárcena muestra la profundidad del abrazo humanista martiano:

Cada frase y cada palabra suya tenía un temblor de sinceridad como si llevara latiendo dentro un corazón vivo; el halo de belleza que las circunda es como una apelación perenne al embellecimiento espiritual del hombre, y en ellas resplandece el evangelio de lo bueno con una luz que parece sentenciada a no apagarse nunca.1

Son las circunstancias históricas las que impulsan el hecho revolucionario –en sí mismo– de volver a Martí,en una apropiación de su ideario que intenta ir más allá de lo formal. De aquel caudal originario que no halló contradicción entre el creer y las ciencias, García Bárcena supo adquirir profundos conocimientos, todos de un alto compromiso revolucionario, e identificó en dos direcciones la herencia filosófica del siglo anterior: metodología y axiología, según la definición de Medardo Vitier. Sociedad, ética, naturaleza y Dios se entrelazan con armonía en ese rescate.

A partir de esa concepción, se erige en intérprete cultural y revitalizador de lo mejor de aquel prolífico pasado, lo cual permite situarlo en la línea de una modernización del cristianismo en la filosofía. Mediante un firme criterio valorativo, supo guiar su obra amplia y a la vez desconocida en los círculos populares cubanos por los rumbos complejos del análisis de la ética (el problema de la objetividad de los valores), que en su teorización describe según categorías como “la atención” (consistente en concentrar la actividad sobre un objeto o una determinada vivencia); “la imaginación” (sirve para designar en el lenguaje psicológico dos actividades mentales diferentes. Por una parte expresa la simple reproducción de experiencias ya vividas, y por otra, la combinación de imágenes o imaginación creadora); “la inteligencia” (relacionada con la capacidad mental); “la memoria” (representada en la conservación de elementos del pasado); y “la percepción” (momento en el cual el análisis recobra sensaciones, recuerdos, ideas, resonancias afectivas y procesos pertenecientes a la actividad matriz).2 Su estudio sobre la estética discurre de manera similar, mediante la comprensión de tres complejos de categorías, Verdad, Belleza y Bien, interpretadas como atributos.

El pensamiento de José Martí, que se mantiene vivo en la copiosa producción literaria que nos dejara como legado el gran Maestro, es una cantera inagotable de valores que señalan, como si fueran el índice orientador de nuestro excelso compatriota, hacia los supremos ideales encarnados en la Verdad, la Belleza y en el Bien. Estas tres ideas universales se fundan en él en un consorcio tan indisoluble, que tanto lo verdadero como lo bello resultan incorporados a la superior categoría de lo bueno.3

Análogamente, hay un esfuerzo latente en sus estudios en torno al valor científico de la filosofía que propugna, el cual convocará agudos enfrentamientos con la teoría marxista. No obstante, sí aclara la necesidad de la experimentación y el estudio empírico de las ciencias aplicadas en función del método filosófico. Pero lo que más identifica el resultado intelectual y práctico en García Bárcena es la preminencia de la condición humana (por encima incluso de factores objetivos), la cual consigue describir a partir de la experiencia de otras teorías, y que es, en esencia, lo que le otorga vigencia en la hora actual y futura de Cuba. La búsqueda incesante de un pensamiento crítico y constructivo en función de lo social que, no obstante sus limitaciones, es eminentemente progresista, patriótico, antimperialista y creador en sentido general.

En su pensamiento habita un Dios, no como fin, sino como vehículo de una construcción ideológica que se conecta con la ética martiana. Resulta lógico el sentido de pertenencia de su pensamiento a la situación contextual; no podemos violentar los principios básicos que sirven de fuente nutricia al pensamiento barcenista; el condicionamiento histórico, las fuentes teóricas, cómo responde a las corrientes ideológicas en boga, las propias contradicciones epocales y la integración de ese pensamiento son, en esencia, algunas de las perspectivas necesarias para juzgarlo con justicia. Y es que, en sentido general, el pensamiento histórico cubano se ha comprometido con su época, en función de no pocos intereses radicales y fecundos.

Tampoco podemos olvidar la recepción de lo que llegaba de Europa. La preocupación por lo cubano se ve estimulada por el roce permanente con las ideas del perspectivismo de Ortega y Gasset, la fenomenología de Husserl,el existencialismo de Heidegger y Jasper, el intuicionismo de Bergson.4 Y de todas ellas aprendió.
Esos referentes potencian un ambiente para evaluar la filosofía latinoamericana. En México, hombres como Leopoldo Zea y Risieri Frondizi ejercen una filosofía comprometida con la liberación, que hace valer el concepto y la proyección humanista en la América Latina. Con la misma intención, García Bárcena propone en sus estudios sobre filosofía (prendida de un fuerte sentimiento cristiano) un análisis del comportamiento humano a partir de sus características sociales (y morales), lo que incluye el elemento psicológico como prioridad y guía de su accionar en comunidad, en relación estrecha con otros no menos importantes, como el biológico. Todos los elementos, en armonía y organizados jerárquicamente desde el punto de vista axiológico, según sus interpretaciones, permitirían una evaluación de la calidad humana de cada individuo. En esa dimensión, describe la presencia en los hombres de valores religiosos (cultivo de la fe), éticos, estéticos y lógicos. Sobresale en sus estudios la permanente aclaración de que esos valores no constituyen conclusiones absolutas, y que siempre serán proclives a la rectificación y la discusión. Tal elevación es enunciada en su Esquema de un correlato en la jerarquía de los valores, considerada como una de sus obras medulares, en la que mezcla objetivamente contenidos correspondientes a las esferas del conocimiento ontológico, axiológico y antropológico, y revela los nexos entre la estructura psicofísica del hombre y sus valores humanos.5

La integración orgánica por la que transita su pensamiento le lleva a abordar, en primera instancia, la vinculación de la filosofía con la política –amén de que la segunda prevaleciera sobre la primera en la época republicana–, los elementos estéticos, los métodos del conocimiento o la epistemología, los valores culturales, la axiología y el criterio jurídico que asume el factor de la conquista de la justicia a escala social como necesidad vital. Estos elementos lanzarán una mirada esperanzadora sobre el acontecimiento constitucional sobrevenido en 1940.

La lógica más alta por la cual se define su pensamiento, derivada de su centro de atención, el hombre, será la imperativa de la religión. En la fe se encuentra la sustancia más importante en la creación del espíritu y el valor más concreto de las acciones humanas. En sus construcciones políticas reconoció que la fe se convertía en la “primera necesidad nacional”.6

Las conclusiones del joven filósofo lo convierten en uno de los más destacados de su época, uno de los que durante el período de la república proponen un puente del conocimiento entre la religión, la cultura, la educación y el saber filosófico del hombre. Su inquietud le llevó a fundar en 1946 la Revista Cubana de Filosofía, que alcanzó a dirigir, y que fue fruto de la pujanza de un grupo de intelectuales pertenecientes a aquella vanguardia que anunciamos antes. De ella se dirá en lo adelante que funcionó como el “órgano de la heroica minoría vocada en nuestro país al saber principal”.7 La inserción de García Bárcena en la publicación no representaba una filosofía de élites, ni académica exclusivamente, sino una de constante reflexión, no obstante los momentos de retroceso que vivía la cultura.
El camino inaugurado entonces sostendrá otros frutos. El Grupo de Estudios Filosóficos de La Habana,8 fundado en 1945, se transformará en la Sociedad Cubana de Filosofía, por acuerdo de su sesión del 29 de octubre de 1948. Unos meses más tarde, el 18 de mayo de 1949, la Sociedad se incorporará a la Federación Internacional de Sociedades Filosóficas, con sede en París.

Junto a sus compañeros de trabajo en la Sociedad, las hermanas Mercedes y Rosaura García Tudurí, Humberto Piñera Llera y Máximo Castro Turbiano, entre otros, García Bárcena ofrecerá aquilatadas conferencias sobre temas filosóficos, y dispondrá su pluma para agudas y polémicas tesis. La revista, que era una necesidad vital para aquellos estudiosos, constituyó un espacio importante para la publicación de artículos y ensayos y para el debate en la escena cultural de la nación. Asimismo, se convirtió en un medio que estimulaba el homenaje a pensadores notables, tanto de Cuba como del resto del mundo.

En la Revista Cubana de Filosofía García Bárcena publicará varios de sus trabajos. En la primera edición se incluye su texto “Coyuntura histórica para una filosofía latinoamericana”,9 en el que evalúa el ritmo de la producción filosófica de la región y sus derivaciones en los campos de la cultura, la política, la moral y la religión. Asume estos campos como parte de una filosofía propia, influida por la cultura occidental, como resultaba obvio para entonces,en medio del bombardeo de doctrinas externas y un contexto internacional no menos convulso. Cree sinceramente en “una Sofía hispanoamericana para la vida hispanoamericana, pero tan Sofía como la griega para Grecia y la germánica para Germania. ¡Y la cubana para Cuba, queremos completar nosotros hablando no en términos del pasado sino en términos de porvenir!”10

Lógicamente, trabajos como estos motivaron múltiples y encarnizadas polémicas en el ámbito republicano (y después también), a las que siempre estuvo abierto. Varios filósofos revolucionarios han intentado desde una visión crítica la ubicación de su saber en la historia del pensamiento cubano. Más adelante, se enriquecerá su trabajo al convertirse en fundador del Instituto Cubano de Filosofía, institución que promocionaba los estudios de la rama en el país. Cinco años después, al valorar el trabajo del Instituto, escribirá: “Cinco años de trabajo ininterrumpido de este Instituto Cubano de Filosofía podrían colocar a Cuba a la cabeza de la filosofía iberoamericana”.11

La república persigue nuevos aires de cultura que conduzcan a la libertad. Ejemplos como estos hacen vivir tiempos fundadores.

La constante búsqueda barcenista del nexo entre Dios y las ciencias modernas le conducirá por el camino de su creación científica más destacada, reflejo de sus campos de pensamiento y actuación: “Siempre he tenido un gran interés en la filosofía de los valores y la filosofía de la estructura. Creo que ello ha contribuido, en gran parte, a proporcionarnos la perspectiva que ha hecho posible lo que podríamos llamar un redescubrimiento de Dios”.12

Sus palabras, causa fiel de su producción filosófica, determinan, con la salida de Redescubrimiento de Dios, la culminación de un período de máxima maduración de sus ideas, inaugurado con la serie de trabajos anteriores, en los que se cultivan las dos formas de expresión principales de su pensamiento. Tras diez años aferrado a su pluma, su obra cumbre se publica en La Habana en 1956. Sus borradores le habían acompañado en la dura cárcel y el exilio, para, al fin, llegar a la desembocadura de un sueño. Aquel título escogido adelantaba “el hecho de un nuevo tipo de fe y de una nueva especie de experiencia dentro de la vida del hombre”.13

En ese momento se produce su conquista más alta en lo filosófico, donde lo humano va a convertirse en el centro de las ideas que animan la obra radicalmente, a partir del cultivo de la fe, en sintonía profunda con el pensamiento cubano del siglo anterior. Es ahí donde se produce la diferencia con el pensamiento anterior, que planteaba –esencialmente a partir de Varela– la separación entre fe y ciencia. Ambas son asumidas por García Bárcena sin dicotomías.

No creo que esta dimensión represente un retroceso. No resulta habitual un regreso tan significativo a una época ya superada históricamente, pero este retorno conformará el caudal esencial de su pensamiento. En su propuesta se interpreta la fe como una función normal del comportamiento humano, el cual se coloca en el centro del análisis, que a su vez propone un interesante estudio en el marco de la filosofía republicana. Este busca un punto de conexión entre el avance de las ciencias y el desarrollo y evolución del hombre, en el que la idea de la existencia de Dios –diferente a la concepción clásica de la teología cristiana– se establece como elemento fundador, alejado –y coherente con su pensamiento– de toda interpretación empírica-dialéctica de la realidad cósmica. “Lo Absoluto ligado a la creencia, se nos aparece como la necesidad fundamental de nuestra vida humana, como el fin ultérrimo de nuestra existencia”.14

Para García Bárcena resulta trascendente definir la ubicación de su texto en la línea de la fenomenología15 y su evolución desde la llamada intencionalidad psíquica del hombre, en contraste con sus necesidades vitales para poder crecer y desarrollarse en sociedad. Y aún más: ir a su raíz misma. Y es que, a su modo de ver, la necesidad de fe antecede al ejercicio de la filosofía, pero en esa dimensión, la fe trasciende los límites que propone el cristianismo para evidenciarse en actos concretos representativos de la vida humana. Alrededor de esa tesis girará el entorno de sus conclusiones: la existencia de Dios, en un intento de guiarse por las mismas pruebas con que se demuestran las ciencias. De ahí el logro de su redescubrimiento, posible por esas profundas conclusiones tomadas desde la propia composición biológico-psíquica del hombre.

Si no hay algo en que creamos que nos sirva de garante de la vida y que nos merezca más veneración que ella misma, aun la propia exigencia de Dios carece de validez viniendo de la vida, de una vida no legitimada ni justificada en sus exigencias vitales. Esto significa que está en la esencia de la vida el que la validez de sus exigencias provenga de algo ajeno a ella misma. Es decir, la vida humana es algo que busca lo trascendente hasta en la fundamentación de su propia validez, y sobre todo en esa fundamentación. Lo trascendente por antonomasia es lo Absoluto, la Divinidad, y la vida humana contiene un trozo de relatividad que mienta irrefrenablemente lo Absoluto, que llama inexorablemente a Dios.16
En el estudio de las interpretaciones que se derivan de su sugerencia, encontramos a quienes se colocan de su lado, desde la misma línea de pensamiento, y le dan una bienvenida al libro. También a los que protagonizan encarnizadas críticas, que dejan ver a todas luces lo que él mismo vaticinó en consonancia con su oposición a las ideas materialistas.

Pero amén de toda discusión generada alrededor de su obra filosófica, no cabe dudas de que García Bárcena logró plena autonomía en su contexto histórico a la hora de desempeñarse en la incorporación exitosa de los elementos componentes de la cubanía y la liberación de la nación.

Vale la pena reiterarlo: la eticidad y la sensibilidad de la obra de García Bárcena forman parte de una vocación tradicional que lo lleva a la poesía, que cultiva espacios en talleres literarios, aulas universitarias, fechas conmemorativas, actos oficiales, revistas, periódicos, compendios. A la vez, esa vocación es en él un homenaje, una búsqueda de identidad.

Esas mismas cualidades, coherentemente relacionadas, son categorías que estarán siempre en su intento por describir al hombre como individuo en sociedad, su actividad, sus valores, su universalidad. Ahí encontramos las tesis palpitando tras cada poema,17 la huella del cristiano, el filósofo, el patriota y revolucionario cubano.

García Bárcena asume la poesía desde la adolescencia como un camino para transmitir sus ideas y los influjos políticos de la época. El sufrimiento personal por la situación que envuelve a la patria se yuxtapone al optimismo renovado de su mirada patriótica e internacional.

Tras sus primeros pasos en la poesía, alcanza su consagración con la publicación en 1927 de Proa, volumen que recoge en ciento cuarentiuna páginas lo mejor de su obra poética, y que incluye un prólogo de Agustín Acosta. Encontramos en versos como estos la luz de una rica conjugación y el lirismo de un profundo pensar cristiano y patriótico:

Amor en el augurio de Isaías,
que predice en el bíblico sendero
el sacro advenimiento del Mesías
(…)
Amor patrio… delirio en que se encierra
el sueño más hermoso de la tierra:
por él marcha el guerrero a la victoria,
dejando sus amores tras de sí
amor que abre las puertas de la gloria
a Morelos, Bolívar y Martí.18

En su obra poética irán ligados los contenidos que buscan el nexo necesario con su pensamiento práctico y su integridad humana, que también guiará su filosofía. José Ángel Buesa dijo de él que era “un gran poeta, un maestro, y un verdadero técnico de la versificación”, palabras que lo estimularon, pero que recibió con mucha modestia. El crítico Max Henríquez Ureña lo ubicó entre las voces jóvenes sobresalientes de la lírica cubana.19

La madurez definitiva llega ocho años después, cuando su libro Sed gana el premio de poesía del Concurso Literario Nacional (compartido con Eros, de Silverio Díaz de la Rionda). Convocado en febrero de 1935 por el director de cultura de la Secretaría de Educación, el premio contó con un jurado integrado por Dulce María Loynaz, Regino Eladio Boti y Andrés Núñez-Olano.

El ya por entonces destacado intelectual Raúl Roa lo advertirá: “Rafael García Bárcena es, no obstante su juventud, un poeta en plena madurez. No sólo hay en él un dominio fácil del verso y una lealtad inquebrantable consigo mismo, sino también, y sobre todo, el acusado vigor de una personalidad bien definida”.20
Con la asunción de Sed, su evolución como escritor oscila entonces desde “una poesía amorosa o patriótica de tono grandilocuente (…) hacia un lirismo aséptico y especulativo”.21 Según Boti, “representa la lírica actual en Cuba. (…). En lo formal, acomete el verso en libertad sin estridencias. En lo ideológico, rinde pleitesía al clamor social del momento. (…). Y sin saber ciencia ni filosofía en torno dogmático, introduce en la poesía cubana un temario novedoso”.22

Es en Sed, su obra de mayor trascendencia,23 donde García Bárcena definirá cuáles son los valores estéticos que matizarán su pensamiento en verso, tema que desarrolla a partir de la relación circundante con el mundo social. En la propia introducción del texto intenta ubicar su poesía entre la fusión de los conceptos del hombre y el mundo y advierte un camino entre los propios valores que propone su estudio de la filosofía. Sus futuros ensayos filosóficos instrumentarán la misma escala axiológica, partirán necesariamente de la realidad objetiva, de la cual, como poeta, García Bárcena es estudioso vigilante.

Su propia sed partirá de esos razonamientos: la meta de desenmascarar la individualidad del hombre a través de sus ambiciones, sus esperanzas y su mundo circundante, al que él llama “universo” cuando escribe: “(…) / universo que sabes a mí mismo, / ¿Dónde no estaré yo en ti?”24

El complejo categorial presente en la estética poética de García Bárcena se manifiesta por medio de la Verdad en la relación universo-realidad; el Bien como sinónimo de solidaridad, afinidad y amor, y la Belleza, que es equilibrio y armonía. En la fusión del hombre con el mundo encontrará el verdadero sentido de la poesía, que discurre por las realidades que necesitan ser descritas, interpretadas, comparadas, vividas, y que suelen ser infinitas: “Sed de tener más sed. Sed de apagar la sed”.

El balance ético de su pensamiento en verso transita por estos conceptos básicos que constituyen una herencia del pensamiento martiano. “Tanto lo verdadero como lo bello resultan incorporados a la superior categoría de lo bueno”, dice al resumir lo que entiende por “el índice orientador” de la eticidad martiana, que describe como “el halo de belleza que la circunda, que es como una apelación perenne al embellecimiento espiritual del hombre…”25

Su pensamiento revolucionario y patriótico encontró coherencia en su poesía a medida que maduraban sus ideas. En 1943, la Comisión Pro Monumento a los Mártires Universitarios, constituida para honrar la memoria de los mártires de la Colina caídos en el período histórico que va del 30 de septiembre de 1930 al 3 de octubre de 1934, le premia por uno de sus poemas:

Responso heroico a los mártires universitarios de la Revolución:

Mártires, hijos de acero
del alma universitaria:
¿qué centella milenaria
caldeó vuestro pecho entero?
¿qué éxtasis hondo y cimero
os embriagó de tal suerte
que con la mirada fuerte,
como una espada escondida,
fuisteis a buscar la vida
en los ojos de la muerte?
(…)
¡La revolución!… fue ella
vuestra novia rutilante
que se ocultara un instante
para resurgir más bella.
(…)
Tal vez a vuestro sitial
llegue un día, con la mañana
la música soberana
de la esfera universal
y en el espacio abismal
cuando la noche se cierna
veáis una mano superna
con estrellas escribir:
Porque supisteis morir,
vuestra vida será eterna.26

En los mismos versos resalta su arraigo patriótico y condenatorio, una vez más, de todo injerencismo, cuando hace referencia a Martí: “(…) y que en su patria el cubano/ sea del extranjero hermano/ mas nunca su esclavo indigno”.27

El sendero de sus letras lo llevará a coincidir en todo instante con la opción política. Cuando llega a los treinta años vela no sólo los propósitos más firmes de su generación, sino que defiende, y con mayor profundidad, el compromiso con el ideario fundador. En la universidad, la idea de la revolución lo contará entre sus hijos, pactada al calor del combate contra Machado en los fecundos años treinta. Su pensamiento se radicaliza en el Directorio Estudiantil Universitario de 1930, cuando dirige el periódico clandestino Cuba Libre. Entonces, el nombre de Rafael Trejo simbolizaba la necesidad de la revolución para Cuba:

La mañana del 30 de septiembre de 1930, la juventud estudiantil lanzó su grito de guerra contra el régimen de Gerardo Machado, que encarna en su persona y en su sistema de gobierno cuatro siglos de vicios coloniales y cinco lustros de descomposición republicana… Los que vimos derrumbarse junto a nosotros a Rafael Trejo en plena floración de juventud, quedamos comprometidos para siempre en la intimidad de nuestra conciencia a no traicionar jamás el ideario que nuestro compañero había pagado con su vida.28

El recinto universitario mostró solidaridad con su convocatoria: la definición de la Gran Nación que soñó para Cuba, que asume el componente principal de su proyecto de emancipación nacional para el siglo XX.

Lo primero que necesitamos para hacer de Cuba una gran nación, además del ingrediente indispensable que constituye el tiempo necesario para hacerlo, es encontrar digno de realizarse el empeño. Si no concedemos valor a ser una gran nación, si nos da lo mismo que Cuba sea o no una nación respetada y admirada en todo el mundo por la virtud, la cultura, la prosperidad y la felicidad de sus hijos, entonces todo lo que sea plantear este problema es perder el tiempo en una lucubración ociosa.29

Ideas como esta se encuentran diseminadas por toda su obra revolucionaria, que tiene también una expresión universalista:

Luchar por hacer de la propia patria una gran nación, es luchar por el progreso de la humanidad. Cuando no se lucha por engrandecerse a expensas de otro, cuando luchamos por constituir una gran nación, sin menoscabo de las demás, podemos estar satisfechos de consagrarnos a esa tarea.30

Comprende la idea internacional del modelo cubano de emancipación:

… el alma no se agosta para luchar por la humanidad porque se luche por la amada patria que nos vio nacer; que son espíritus de perspectiva estrecha los que atacados políticamente de miopía o de presbicia, no perciben nada más que la proximidad de la nación o la lejanía de la sociedad universal, sin que puedan dar calor en su pecho más que a la patria o a la humanidad, de modo excluyente, estableciendo una polaridad absurda, como si la nación no fuera también parte de la humanidad y como si para servir a la humanidad no hubiera que comenzar a servir a la patria. Bien es cierto que la naturaleza humana suele pecar por intolerante y unilateral; y así no es extraño que el revolucionario desatienda sus deberes familiares por darse a la lucha social y que el que sueña con la redención humana en escala internacional desatienda a su patria, y a veces hasta la traicione, por servir a sus ideales de internacionalidad.31

Los jóvenes de la Universidad escucharon la letra de su manifiesto A las armas, un llamamiento a la rebelión de la juventud revolucionaria contra el gobierno:
A las armas todos los jóvenes de Cuba; a las armas otra vez los que ya hemos dado el pecho a los machetes insultantes y a los revólveres homicidas; a las armas, para demostrar a este régimen sangriento que no nos hará retroceder porque no tenemos miedo; que nadie volverá la espalda aunque caigamos uno a uno con el pecho constelado de balazos. ¡A las armas todos los jóvenes de la República, que es fecunda nuestra sangre, y cada víctima que hace el dictador es más temible que un ejército, porque inflama las iras populares! ¡A las armas todos los jóvenes de Cuba, que si nos quitan de las filas en que combatimos, engrosaremos la de los muertos, que son los que mandan, con Julio Antonio Mella y Rafael Trejo a la cabeza!

En un momento de fuertes definiciones en su militancia, la posición del joven Rafael se apega irrestrictamente a la lucha contra toda tendencia pactista que comprometiera la independencia del pensamiento político definido por el DEU, y contra todo instrumento de tutelaje imperialista. Todos sus esfuerzos se orientarían a darle continuidad a aquella lucha: la oposición a la idea de que el DEU pactara con otras fuerzas políticas opuestas a Machado, y el derrocamiento del tirano en función del avance de las fuerzas positivas de la nación. Estas, que serían tareas de la revolución generacional del treinta, constituyen uno de los ejes centrales de sus tesis políticas sobre las misiones de las generaciones revolucionarias en cada período. García Bárcena supo delinear el impacto de las tareas más inmediatas de la revolución, a saber: “La caída del régimen significaba para nosotros, fundamentalmente, entre otras cosas, el ordenamiento político, tras la depuración del gobierno tiránico de Gerardo Machado,… conquista de la independencia nacional más plena para nuestra patria, sustrayéndola a toda enajenación o tutelaje por parte del extranjero…”32

En esa dirección otorgará importancia capital a lo que la universidad cubana fuera capaz de generar. “Superar la Universidad era superar la Nación”:

La Universidad, en nuestros pueblos no maduros todavía, es el centro difusor de la cultura y de la ciencia del país, es el dinamo que fomenta y energiza el espíritu creador de la colectividad. (…).

Quienes emprendan esta cruzada por la superación de las prácticas democráticas en el seno del Alma Mater, tendrán el galardón histórico de haber echado las bases para una auténtica superación ciudadana.33 Se debía lograr en los jóvenes una vocación internacionalista de servicio a la humanidad, dispuesta, en tiempos de resquebrajamientos internacionales. En la misma posición de los dirigentes estudiantiles, cree que la posición de vanguardia política del DEU es, en ese instante, una verdadera necesidad nacional. Su conclusión básica pasa por la interpretación de que en la república “el problema de Cuba es, fundamentalmente, un problema de hombres y un problema de educación y de cultura”.34

La revolución cubana se propone, en sus líneas fundamentales, rescatar nuestra nacionalidad de las garras del imperialismo, con su secuela inseparable de injerencismo y de esclavización económica, reivindicar en sus derechos inalienables a la vida y a la cultura de las clases trabajadoras, renovar la política criolla para que pueda dar frutos sanos de responsabilidad ciudadana y de decoro colectivo.35

El descalabro de Machado propinó un duro golpe al Estado oligárquico y, más fuerte aún, a las pretensiones mediacionistas con respecto al imperialismo. “El régimen de Machado era justamente la culminación histórica del antinacionalismo, de la antidemocracia y del antisocialismo de todos los anteriores regímenes republicanos.”36

Con su presencia en los acontecimientos del 4 de septiembre, García Bárcena da fe de la alianza estratégica entre “las dos colinas”. Su participación no apuesta por Batista, sino por el posible camino de la revolución nacional en una coyuntura que podría propiciarla.37 Luego llegarán las enseñanzas del Gobierno de los Cien Días. Las gestiones de Guiteras al frente de Gobernación anuncian las posibilidades de hacer efectivas las conquistas de una revolución que en su cauce tendría necesariamente que ser antimperialista y socialista para poder llevarse a cabo. Esto representó un anuncio de fondo, y no tan sólo de contenido nacionalista.
La aseveración de que se está con el pueblo o con el imperialismo evidencia la tendencia radicalmente revolucionaria en la que cristalizan los ideales renovados y rescatados del programa republicano de Martí. Este Guiteras, que desde sus comienzos representó el nexo histórico obligado entre las guerras mambisas y el tránsito a la revolución cubana, merecerá de García Bárcena el más firme criterio, como combatiente que ondeó una bandera socialista; y le llamó revolucionario.
Más adelante, García Bárcena será uno de los fundadores de la ortodoxia. Allí se identifica la tarea más urgente del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), “el vehículo de las fuerzas nuevas de Cuba que propugnan la realización integral de la revolución”.38

El programa del partido toma esa dirección y comienzan a manejarse con ánimo renovador nuevos conceptos como democracia, honestidad administrativa y nacionalismo. Alrededor de la organización empieza a nuclearse una representación de la vanguardia revolucionaria cubana, que, ante el triste panorama de los partidos burgueses de la isla, practica una línea de irrestricta independencia política que combate y se aparta de toda práctica corrupta.

La idea de un partido de la revolución encuentra paralelos en Martí y en la necesidad de una guía para la revolución. Lo que Martí y Gómez identificaron como una necesidad vital, esto es, contrarrestar la anarquía, la indisciplina y el caudillismo entre los mambises, es reconocido por García Bárcena y otros compañeros de generación como una oportunidad única para crear una nueva política, concepto diametralmente opuesto a la práctica republicana (habitual) de la politiquería de los llamados partidos tradicionales. García Bárcena insistió en rescatar de este rejuego al propio Partido Ortodoxo en su punto de ruptura con la línea de independencia política. Una de sus visiones más claras fue la de pertenecer a un partido –por única vez en su vida– para servir a la patria y continuar la gloriosa aspiración política y ética martiana de unir para vencer. No hubo en él componendas ni desviaciones; sí una fidelidad profunda a la idea fundadora y a su compañero Eduardo Chibás.

En la concepción barcenista, el 10 de marzo de 1952 promovía el inicio de un nuevo ciclo revolucionario, y, en la misma medida, la continuación de la revolución. Tras conocer del golpe de Batista, García Bárcena reinicia el combate cívico junto a sus alumnos, en la misma trinchera de la escalinata universitaria. Esta sería la prueba más digna de su sabio magisterio.

El 20 de mayo de ese mismo año funda el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), la construcción ideológica y política más alta de su fecunda vida, que aspiraba a ser un instrumento de la revolución. Inaugura así la línea insurreccionalista en esa etapa y proclama entre sus seguidores que la violencia, ante el fracaso de todos los métodos políticos y pacíficos, incluida la vía electoral, es la única alternativa de combate de los cubanos por la recuperación de la dignidad nacional. Persiste en él la convicción de “poner su voluntad creadora para hacer de Cuba una Gran Nación, una plena democracia y un justo régimen social”.39

Para ello, como factor fundamental, se cuenta con los jóvenes, necesarios hacedores de la revolución. Miles de ellos se incorporan al MNR a lo largo y ancho de la isla, plataforma que luego utilizará el 26 de julio desde su constitución. Es el “ideal de la juventud que aspira a un mundo mejor”.40

Su resolución ante los acentuados signos republicanos de dependencia fue la de combatir:

¡… seguiremos luchando porque los obstáculos coloniales que obstruyen el paso de nuestra patria hacia las metas de su glorioso destino, sean removidos por la voluntad, la decisión y la fe de una juventud que está comprometida a ofrecer las bases definitivas para hacer de Cuba una Gran Nación!41

A partir del 10 de marzo, el “pensamiento político cubano gira alrededor de la tesis sociológica de que la lucha por el Poder ha de producirse tarde o temprano por la vía violenta… Pero es además que esta doble concepción ideológica tiene su raíz última en las entrañas mismas de la formación nacional”42 y el pensamiento martiano. Se hace necesario en Cuba una ética suficiente y, al mismo tiempo, una vocación permanente por la justicia.

En consecuencia con las ideas de García Bárcena, su máximo líder, el MNR “se propone un reordenamiento estructural y funcional de manera radical en la Nación, apartado de toda práctica politiquera falta de compromiso verdadero con la obra de la Revolución Nacional”43. En esta dimensión se inserta con claridad la esperanza de que “el día que se embarque definitivamente en el carro de la violencia, puede considerarse que ha dado la orden para el inicio de la guerra civil. La fórmula de la violencia es, por tanto, la fórmula idónea para apurar y precipitar la crisis inexorable del régimen del 10 de marzo”.44

El derecho a la revolución que invoca el Movimiento, como actor político e histórico desde su misma fundación es interpretación fiel de la constitución de 1940. Por demás, se legitima sobre bases históricas. En su contenido programático,
el Movimiento Nacional Revolucionario se constituye para llevar a término la labor que iniciaron en los albores del pasado siglo los conspiradores independentistas cubanos, continuaron los patriotas de 1868, mantuvieron los libertadores del 95 y trataron de completar los revolucionarios del año 30; realizar la definitiva integración de nuestra nacionalidad; desarrollar todas las posibilidades económicas del País y colocar a Cuba en el puesto destacado que le corresponde por su ubicación geográfica y la superior cultura de sus hijos. El planteamiento y desarrollo de esta obra constituyen la Revolución Nacional.45

Nacionalismo revolucionario, democracia integral y socialismo humanista son las aspiraciones que encabezan ideológicamente las propias bases del Movimiento. En la convocatoria del MNR se hace alusión a todos los elementos integrantes de la nación, en aras de la edificación de la sociedad nueva, cualidad esta que se centra en el socialismo como sistema capaz de desmontar al capitalismo explotador y dependiente de Cuba. Este es un elemento trascendente por su contenido ideológico, también muy poco conocido hoy.

En la consecución de los objetivos de tipo económico, el problema de la tierra fue claramente tratado en el programa revolucionario del MNR. Urge un modelo desconcentrador de la propiedad sobre la tierra, que la reubique en manos de quienes realmente la trabajan. Por esa razón se alude a la reforma agraria, un método lógico en el proyecto de nación martiano. De la misma manera, se ubica la educación como un grave problema social, mientras se valora en términos reivindicativos el problema de la economía nacional supeditada, la industria y el uso de las tecnologías en función del desarrollo. García Bárcena fundamenta estos temas en su tesis sobre la Gran Nación, en la que la verdadera independencia nacional es la vía para la consecución de la libertad ciudadana.

La generación histórica que se denominó del Cincuentenario46 (en alusión a la república) y la del Centenario (por el natalicio de Martí) pertenecen biológica e históricamente a un mismo grupo generacional. Ambas tienen a Martí como fuente nutricia de la causa revolucionaria, en un contexto en el que la situación política, económica y social configuran un cauce hacia la revolución. El mismo nutriente que en el siglo XIX encontrara Martí para fundar “la guerra entera y humanitaria”, en busca del equilibrio espiritual de la virtud humana.
Esa generación del Cincuentenario, integrado por hombres de diversa edad biológica, pero de una misma juventud histórica, está integrada por profesores y estudiantes, trabajadores de la ciudad y el campo, mujeres y hombres procedentes de distintas clases sociales. Material humano de esa misma aparente heterogeneidad, pero de un común ideario nacional, democrático y social, fue el que se formó en las filas insurrectas que combatieron por la independencia de Cuba.
Cada generación y cada peculiar momento histórico reclaman un instrumento político distinto; y el más adecuado instrumento en esta fase de la Revolución Nacional que va desde el 10 de marzo hasta la toma de posesión del gobierno que resulte electo bajo los auspicios de la Constitución de 1940, sólo puede constituirlo el Movimiento Nacional Revolucionario donde están representados los factores fundamentales que han abierto un nuevo período de lucha para nuestro proceso de transformación nacional.47

Para lograr los planes de la revolución, no había más alternativa que liberarse de los Estados Unidos. Coinciden con esa profunda convicción antimperialista otros elementos a conquistar. De esta manera, se identifica el sueño de la libertad real y la soberanía verdadera, la liberación económica, la integración latinoamericana, la educación, la ética y la cultura, aspectos que asume el proyecto de la Gran Nación, una propuesta de ascenso y nunca de regreso a la situación nacional anterior al 10 de marzo:

Si a algo debemos aspirar en este 1952, año del Cincuentenario de la República, es que en 1953, año del Centenario de José Martí, nuestra República esté avanzando sobre rieles más firmes… Cuando Batista y su vieja guardia abandonen el poder, debemos poder decir que la noche quedó atrás, pero no sólo porque nos hayamos librado del 10 de marzo, sino también porque habremos rebasado el 9 de marzo.48
Tras los acontecimientos desencadenados el 5 de abril de 1953, que dieron al traste con el plan insurreccional del MNR, García Bárcena es apresado junto a un grupo de sus compañeros. El resultado es la Causa 237 de 1953, el proceso jurídico de mayor trascendencia entre el 10 de marzo y los hechos derivados de las acciones del 26 de julio en 1953. En prisión escribe incansablemente sobre filosofía y religión y alimenta su esperanza revolucionaria. Luego de un exilio forzado que lo aleja de la patria durante los últimos años de la guerra de liberación nacional regresa con el triunfo de enero de 1959 y se incorpora de inmediato a las tareas revolucionarias encomendadas por Fidel.

En aquellos primeros días de enero, el Gobierno Revolucionario lo nombra encargado de la prensa nacional del Ministerio de Estado, cargo que ocupa con las facultades inherentes al cargo de ministro plenipotenciario de la Cancillería cubana. En el breve tiempo que desempeña esta labor asume las contradicciones que supone la heterogeneidad de los procesos de información y las noticias sobre Cuba, manipuladas por la mayoría de los medios. Esta situación, que se acentúa desde el mismo nacimiento de la Revolución, forma parte de las primeras maniobras del imperialismo en aras de desvirtuarla.

Pero muy pronto su responsabilidad será mayor. La Revolución lo nombra embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Cuba en Brasil. En el contexto que se vivía, las relaciones diplomáticas eran estratégicas. La colaboración con el gigante sudamericano alcanza su madurez en los años sesenta con intercambios importantes, por ejemplo, en el terreno militar. En el momento de su designación, Brasil es dirigido por el gobierno socialdemócrata de Juscelino Kubitschek, que había sido electo en 1956. A partir de 1961, asume la presidencia Jânio da Silva Quadros. La principal tarea de García Bárcena al llegar a Rio de Janeiro es preparar las condiciones para la visita de Fidel en mayo de 1959. Sabe que su objetivo político se concentra en la promoción de las ideas revolucionarias que entonces colmaban el proceso político en Cuba entre la sociedad brasileña y los sectores de izquierda asentados en el gobierno.

Durante ese período no faltará el enfrentamiento con sectores opuestos a la Revolución, incluso a escala continental. García Bárcena siempre defenderá la seguridad de una construcción social en Cuba ideológicamente asentada en el carácter nacionalista, democrático y a favor de la verdadera justicia social. Es la necesidad de llevar al mundo el mensaje de la trascendencia y el significado de la Revolución, que es, a la postre, el contenido mismo de su vida.

Las ideas barcenistas palpitaron siempre en consonancia con su época y se universalizan por su visión. Poeta y filósofo comprometido con la obra revolucionaria aspiró a transformar el mundo y para ello abandonó la academia, en función del bien colectivo. Aquella primigenia aspiración de que Cuba se convirtiera en Gran Nación, que en él se interpreta como el triunfo de la vida, le condujo inexorablemente por el camino de no callar, de no mentir jamás y de respetar los más altos principios de la unidad revolucionaria, la ética y la integración internacional, bajo el modelo de justicia como categoría esencial de la cultura. Entre Dios, el hombre y la Revolución de aquella Gran Nación (feliz realización hoy) vivió Rafael García Bárcena. Esa fue su huella principal.

………………………………………………
Notas:
1—Rafael García Bárcena: “El ideario político de José Martí. El sentido de su doctrina.”, Cívica, no. 7, ediciones de la revista Indice, La Habana, 1942, p. 155.
2—Ver “Individualización de la ética”, Universidad de la Habana, no. 19, 1938. Las ideas expresadas entre paréntesis son extractos de Rafael García Bárcena: Manuscritos (archivo del autor).
3—Rafael García Bárcena: “El ideario político de José Martí. El sentido de su doctrina”, Cívica, no. cit., p. 155.
4—Félix Valdés García: Influencia del pensamiento español en la filosofía cubana de la primera mitad del siglo XX, Instituto de Filosofía, La Habana, 2002.
5—Ver Rafael García Bárcena: Esquema de un correlato en la jerarquía de los valores, Imprenta Virtudes, La Habana, 1943.
6—Ver Rafael García Bárcena: “Discurso pronunciado en conmemoración de la muerte de Ramiro Valdés Daussá”, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, 17 de agosto de 1941. (Archivo del autor).
7—Raúl Roa: “¿Está en coyuntura de crisis la cultura cubana?”, Mensuario, no. 21, Secretaría de Cultura del Ministerio de Educación, diciembre de 1949, p. 21.
8—El Grupo de Estudios Filosóficos de La Habana estaba integrado por especialistas de distintas ramas del saber, entre ellos representantes de las ciencias sociales, las matemáticas, la física y la biología. Se dedicaron al debate permanente sobre ideas filosóficas contemporáneas, a impartir conferencias y al trabajo de índole seminarista.
9—Ver Revista Cubana de Filosofía, no. 1, bimestre junio-julio de 1946.
10—Rafael García Bárcena: “Una Sofía hispanoamericana”, El Mundo, 15 de noviembre de 1946.
11—Rafael García Bárcena: “Instituto Cubano de Filosofía” (inédito).
12—Angel del Cerro: “El ateísmo, una actitud contra la vida” (entrevista a Rafael García Bárcena), Prensa Libre, 23 de enero de 1957, p. 1 cont. p. 11. Este texto se reprodujo en Vida Universitaria, Sección de Libros, marzo-abril de 1957, pp. 4-27.
13—Rafael García Bárcena: Redescubrimiento de Dios, Editorial Lex, La Habana, 1956, p. 1.
14—Ibid., p. 59.
15—Fundada por el pensador y filósofo alemán Edmund Husserl (1859-1938), la fenomenología se inserta como movimiento filosófico en el siglo XX. Describe las estructuras de la experiencia tal y como se presentan en la conciencia, sin recurrir a la teoría, deducción o suposiciones procedentes de otras disciplinas, tales como las ciencias naturales.
16—Rafael García Bárcena: Redescubrimiento…, p. 95.
17—Ver Emilio Ichikawa Morín: Filosofía y República (www. eichicawa.com/ensayos/filosofiarepublica.html).
18—Ver Rafael García Bárcena: “Himno”, en Proa, Taller tipográfico de Pérez, Sierra y Ca., La Habana, 1927.
19—Leonardo Depestre Catony: “Un poeta nombrado Rafael García Bárcena”, Cubaliteraria, 2005.
20—Ver Raúl Roa: “Opiniones sobre Sed”, Indice, marzo de 1937.
21—Ver Cincuenta años de la poesía cubana (1902- 1952) (ordenación, antología y notas de Cintio Vitier), Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, Ediciones del Cincuentenario, La Habana, 1952, p. 265.
22—En las notas del concurso publicadas en el libro.
23—Ver Rafael García Bárcena: Sed (1929- 1936), Empresa Editora de Publicaciones, La Habana, 1937
24—Id.
25—Rafael García Bárcena: “La sociedad política. El ideario político de José Martí: el sentido de su doctrina.”, Cívica, no. 7, Ediciones de la revista Indice, La Habana, 1942, p. 154.
26—Ver Rafael García Bárcena: Responso heroico a los mártires universitarios de la Revolución, La Verónica, La Habana, 1943.
27—Id.
28—Ver Rafael García Bárcena: Discurso pronunciado en la Universidad de La Habana en la velada por el 30 de septiembre de 1945 para conmemorar la muerte de Rafael Trejo, Imprenta de la Universidad de La Habana, 1945, p. 2.
29—Rafael García Bárcena: “¿Qué necesita Cuba para ser una Gran Nación?” en Manuscritos, 1947. Pronuncia esta interrogante el 11 de agosto de 1947 ante un auditorio convocado por el Colegio Municipal de Doctores en Ciencias y en Filosofía y Letras de La Habana. La conferencia se reprodujo en Bohemia el 13 de agosto de 1947.
30—Rafael García Bárcena: Evolución, progreso y revolución (conferencia curricular del curso de Sociología de la Escuela Superior de Guerra del Ejército), 16 de mayo de 1947.
31—Rafael García Bárcena: Discurso pronunciado en la Universidad de La Habana…, ob. cit.
32—Discurso pronunciado en la Universidad de La Habana en la velada por el 30 de septiembre de 1945. Sus palabras, en la fecha en que son pronunciadas, recuerdan la posición sostenida durante el proceso de la mediación norteamericana de rechazo frontal contra toda política injerencista y contra todo producto que atentara contra la soberanía y la independencia nacional.
33—Rafael García Bárcena: Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en la velada del 15 de agosto de 1946 para conmemorar la muerte del profesor Ramiro Valdés Daussá, Imprenta de la Universidad de La Habana, 1946.
34—Rafael García Bárcena: Discurso pronunciado en conmemoración de la muerte…
35—Rafael García Bárcena: “La revolución y los gobiernos revolucionarios”, Kayuko, 23 de febrero de 1934, p. 1.
36—Ver Rafael García Bárcena: “Discurso pronunciado en conmemoración de la muerte de Ramiro Valdés Daussá”, en el Aula Magna
de la Universidad de La Habana, 17 de agosto de 1941.
37—Ver Rafael García Bárcena: “Razón y sinrazón del 4 de septiembre”, Bohemia, 7 de septiembre de 1952, pp. 60-61.
38—Rafael García Bárcena: “Apuntes a la fundación del PPC”, (inédito).
39—Rafael García Bárcena: “Una nueva generación y un nuevo Movimiento Nacional Revolucionario”, Bohemia, 25 de mayo de 1952, p. 97.
40—Ver “La juventud y su misión social”, en René Llinas: “La estilla en la carne”, Bohemia, 25 de junio de 1961, pp. 46-47, 89, 95.
41 Ver Tony de la Hoza: “Entrevista a Rafael García Bárcena”, Bohemia, 13 de junio de 1954.
42—Ver Armando Hart Dávalos: Tesis de Defensa al Acusado Dr. Rafael García Bárcena en la Causa 237/1953, Oficina del Programa Martiano.
43—En tanto concepto, el término Revolución Nacional es asumido “… para llevar a término la labor que iniciaron en los albores del pasado siglo los conspiradores independentistas cubanos, continuaron los patriotas de 1868, mantuvieron los libertadores del 95 y trataron de completar los revolucionarios del año 30; realizar la definitiva integración de nuestra nacionalidad; desarrollar todas las posibilidades económicas del país y colocar a Cuba en el puesto destacado que corresponde por su ubicación geográfica y la superior cultura de sus hijos. El planteamiento y desarrollo de esta obra constituyen la Revolución Nacional.” Ver Vanguardia, órgano oficial de prensa del MNR, no. 1, diciembre de 1953.
44—Rafael García Bárcena: “La fórmula nacional de la FEU”, Bohemia, 22 de junio de 1952, p. 59.
45—“Propósito inmediato y Bases del Movimiento Nacional Revolucionario” (Base Primera).
46—Al concebir la fundación del Movimiento Nacional Revolucionario, el 20 de mayo de 1952, sus integrantes se identificaron generacionalmente con el compromiso histórico y revolucionario de su proyecto. Esto queda demostrado en los documentos del Movimiento y los escritos y publicaciones de Rafael García Bárcena.
47—Rafael García Bárcena: “Una nueva generación y un nuevo Movimiento Nacional Revolucionario”, Bohemia, 25 de mayo de 1952, p. 59.
48—Rafael García Bárcena: “La fórmula nacional de la FEU”, Bohemia, no. 25, 22 de junio de 1952, p. 60.

Dejar una respuesta