Cuando este número de Caminos llegue a manos de sus lectores, ya habremos conmemorado en Cuba el quincuagésimo aniversario del 13 de marzo. Aun así, para que quede plasmado nuestro homenaje a quienes murieron frente al Palacio Presidencial, o junto a los muros de la Universidad, y también a los miembros del Directorio que nos acompañan todavía, publicamos la carta que resultó, como él mismo previera, el testamento político de José Antonio Echeverría.
Hoy, 13 de marzo de 1957, día en que se honra a los que han consagrado sus vidas a la digna profesión de arquitecto, para la que me preparo, a las tres y veinte minutos de la tarde, participaré en una acción en la que el Directorio Revolucionario ha empeñado todo su esfuerzo junto con otros grupos que también luchan por la libertad.
Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehuyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.
Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y a una actuación. Pero las circunstancia necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso.
Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo. Confiamos en que la pureza de nuestra intención nos atraiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra patria.
Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque, tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo.
Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo. Por eso este manifiesto que pudiera llegar a ser un testamento, exhorta al pueblo de Cuba a la resistencia cívica, al retraimiento de cuanto pudiera significar un apoyo a la dictadura que nos oprime y a la ayuda eficaz de los que están sobre las armas para liberarlo. Para ello es preciso mantener viva la fe en la lucha revolucionaria, aunque perezcamos todos sus líderes, ya que nunca faltarán hombres decididos y capaces que ocupen nuestros puestos, pues, como dijera el Apóstol, “cuando no hubiera hombres se levantarían las piedras para luchar por la libertad de nuestra patria”.
A nuestros compañeros, los estudiantes de toda Cuba, les pedimos que se organicen, ya que ellos constituyen la vanguardia de nuestra lucha, y a las Fuerzas Armadas, que recuerden que su misión es defender a la Patria, no someter a sus hermanos, y que su puesto es en el Ejército Mambí que peleaba por la libertad de Cuba, como terminan todos sus escritos.
¡Viva Cuba Libre!
José Antonio Echeverría