La América Latina vive una etapa de cambios que se extienden, en diferentes niveles, prácticamente por todo el continente. Uno de sus rasgos más destacados es la coincidencia de algunos puntos de la agenda política de los movimientos sociales que han encabezado la lucha en los últimos años y las de los gobiernos de corte progresista que han emergido de procesos electorales.
Uno de los casos más significativos de esta confluencia es Bolivia. El presidente Evo Morales, que proviene de la lucha de los movimientos sociales en su país, ha incorporado al programa de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) parte de la agenda política construida por los propios movimientos en coordinación con movimientos, campañas y redes de la región. Este rasgo le atribuye una especial significación al proceso boliviano.
Uno de los elementos destacados de esa agenda es la revisión del relacionamiento internacional que los centros de poder (los Estados Unidos y Europa) imponen y las limitaciones de los actores nacionales, que obstaculizan la integración económica y política de la América Latina.
Los tres documentos que aparecen a continuación son muestra de la asunción de nuevos principios presentes en los planteos políticos de los movimientos sociales y el gobierno boliviano.
Los diez principios del Tratado de Comercio entre los Pueblos (TCP)
1. El Tratado de Comercio entre los Pueblos –propuesto por el presidente Morales– es una respuesta al agotamiento del modelo neoliberal, fundado en la desregulación, la privatización y la apertura indiscriminada de los mercados.
2. El TCP entiende al comercio y la inversión no como fines en sí mismos, sino como medios del desarrollo; por eso su objetivo no es la liberalización absoluta de los mercados y el “achicamiento” de los Estados, sino el beneficio para los pueblos.
3. El TCP promueve un modelo de integración comercial entre los pueblos que limite y regule los derechos de los inversionistas extranjeros y las transnacionales para que estén en función del desarrollo productivo nacional.
4. El TCP no prohíbe el uso de mecanismos para fomentar la industrialización ni impide proteger las áreas del mercado interno que sean necesarias para preservar a los sectores más vulnerables.
5. El TCP reconoce el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias, y a proteger y reglamentar la producción agropecuaria nacional para evitar que el mercado doméstico sea inundado por excedentes de otros países.
6. El TCP considera que los servicios vitales dependen de empresas públicas, reguladas por los Estados, como proveedoras exclusivas. La negociación de cualquier acuerdo de integración debe tener presente que la mayoría de los servicios básicos son bienes públicos que no pueden ser entregados al mercado.
7. El TCP postula la complementariedad frente a la competencia, la convivencia con la naturaleza en contraposición con la explotación irracional de los recursos, la defensa de la propiedad social frente a la privatización extrema.
8. El TCP insta a los países participantes de un proceso de integración solidaria a dar la prioridad a las empresas nacionales como proveedoras exclusivas de los entes públicos.
9. Con la propuesta de un Tratado de Comercio de los Pueblos, Bolivia se propone alcanzar una verdadera integración que trascienda los campos comercial y económico –cuya filosofía es alcanzar el desarrollo endógeno justo y sustentable sobre la base de principios comunitarios– y que tenga en cuenta las diferencias nacionales.
10. El TCP plantea otra lógica de relacionamiento entre los seres humanos, es decir, un modelo de convivencia distinto que no se asiente en la competencia y el afán de acumulación que aprovecha/explota al máximo la mano de obra y los recursos naturales.
Construyamos con nuestros pueblos una verdadera Comunidad Sudamericana de Naciones para “vivir bien”*
La Paz, 2 de octubre del 2006
Hermanos presidentes y pueblos de Sudamérica:
En diciembre del 2004, en Cuzco, los presidentes de Sudamérica asumieron el compromiso de “desarrollar un espacio sudamericano integrado en lo político, social, económico, ambiental y de infraestructura”, y afirmaron que “la integración sudamericana es y debe ser una integración de los pueblos”. En la Declaración de Ayacucho destacaron que los principios de “libertad, igualdad, solidaridad, justicia social, tolerancia, respeto al medio ambiente” son los pilares fundamentales para que esta comunidad logre un desarrollo sostenible económico y social “que tome en cuenta las urgentes necesidades de los más pobres, así como los especiales requerimientos de las economías pequeñas y vulnerables de América del Sur”.
En septiembre del 2005, durante la Primera Reunión de Jefes de Estado de la Comunidad Sudamericana de Naciones realizada en Brasil, se aprobó una Agenda Prioritaria que incluye, entre otros, los temas del “diálogo político, las asimetrías, la integración física, el medio ambiente, la integración energética, los mecanismos financieros, la convergencia económica comercial y la promoción de la integración social y la justicia social”.
En diciembre de ese mismo año, en una reunión extraordinaria realizada en Montevideo, se conformó la Comisión Estratégica de Reflexión sobre el Proceso de Integración Sudamericano para que elabore “propuestas destinadas a impulsar el proceso de integración sudamericano en todos sus aspectos (político, económico, comercial, social, cultural, de energía e infraestructura, entre otros)”.
Ahora, en la Segunda Cumbre de Jefes de Estado, debemos profundizar este proceso de integración desde arriba y desde abajo. Con nuestros pueblos, con nuestros movimientos sociales, con nuestros empresarios productivos, con nuestros ministros, técnicos y representantes. Por eso, en la próxima Cumbre de Presidentes, a realizarse en diciembre en Bolivia, estamos también impulsando una Cumbre Social para dialogar y construir de manera mancomunada una verdadera integración con participación social de nuestros pueblos. Después de años de haber sido víctimas de las políticas del mal llamado “desarrollo”, hoy nuestros pueblos deben ser los actores de las soluciones a los graves problemas de salud, educación, empleo, distribución inequitativa de los recursos, discriminación, migración, ejercicio de la democracia, preservación del medio ambiente y respeto a la diversidad cultural.
Estoy convencido de que en nuestra próxima cita en Bolivia hay que pasar de las declaraciones a los hechos. Creo que debemos avanzar hacia un tratado que haga de la Comunidad Sudamericana de Naciones un verdadero bloque sudamericano a nivel político, económico, social y cultural. Estoy seguro de que nuestros pueblos están más próximos que nuestras diplomacias. Creo, con todo respeto, que nosotros, los presidentes, debemos dar un sacudón a nuestras cancillerías para que se desempolven de la rutina y enfrentemos este gran desafío.
Soy consciente de que las naciones de Sudamérica tienen diferentes procesos y ritmos. Por eso propongo un proceso de integración de diferentes velocidades. Que nos tracemos una hoja de ruta ambiciosa, pero flexible. Que permita a todos ser parte, posibilitando que cada país vaya asumiendo los compromisos que puede asumir y permitiendo que aquellos que desean acelerar el paso lo hagan hacia la conformación de un verdadero bloque político, económico, social y cultural. Así se han desarrollado otros procesos de integración en el mundo, y el camino más adecuado es avanzar en la adopción de instrumentos de supranacionalidad respetando los tiempos y la soberanía de cada país.
Nuestra integración es y debe ser una integración de y para los pueblos. El comercio, la integración energética, la infraestructura y el financiamiento deben estar en función de resolver los más grandes problemas de la pobreza y la destrucción de la naturaleza en nuestra región. No podemos reducir la Comunidad Sudamericana a una asociación para hacer proyectos de autopistas o créditos que acaban favoreciendo esencialmente a los sectores vinculados al mercado mundial. Nuestra meta debe ser forjar una verdadera integración para “vivir bien”. Decimos “vivir bien” porque no aspiramos a vivir mejor que los otros. Nosotros no creemos en la línea del progreso y el desarrollo ilimitado a costa del otro y de la naturaleza. Tenemos que complementarnos y no competir. Debemos compartir y no aprovecharnos del vecino. “Vivir bien” es pensar no sólo en términos de ingreso per cápita, sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra madre tierra.
Para avanzar por este camino propongo:
A nivel social y cultural
1) Liberemos a Sudamérica del analfabetismo, la desnutrición, el paludismo y otros flagelos de la extrema pobreza. Establezcamos metas claras y un mecanismo de seguimiento, apoyo y cumplimiento de estos objetivos, que son el piso mínimo para empezar a construir una integración al servicio del ser humano.
2) Construyamos un sistema público y social sudamericano para garantizar el acceso de toda la población a los servicios de educación, salud y agua potable. Uniendo nuestros recursos, capacidades y experiencias estaremos en mejores condiciones de garantizar estos derechos humanos fundamentales.
3) Más empleo en Sudamérica y menos migración. Lo más valioso que tenemos es nuestra gente y la estamos perdiendo por falta de empleo en nuestros países. La flexibilización laboral y el achicamiento del Estado no han traído más empleo, como prometieron hace dos décadas. Los gobiernos tenemos que intervenir coordinadamente con políticas públicas para generar empleos sostenibles y productivos.
4) Mecanismos para disminuir la desigualdad y la inequidad social. Respetando la soberanía de los países, tenemos que comprometernos a adoptar medidas y proyectos que reduzcan la brecha entre ricos y pobres. La riqueza tiene que ser y debe ser distribuida de manera más equitativa en la región. Para ello, debemos aplicar diversos mecanismos de tipo fiscal, regulatorio y redistributivo.
5) Lucha continental contra la corrupción y las mafias. Uno de los más grandes males que enfrentan nuestras sociedades es la corrupción y el establecimiento de mafias que van perforando el Estado y destruyendo el tejido social de nuestras comunidades. Creemos un mecanismo de transparencia a nivel sudamericano y una comisión de lucha contra la corrupción y la impunidad que, sin vulnerar la soberanía jurisdiccional de las naciones, haga un seguimiento a casos graves de corrupción y enriquecimiento ilícito.
6) Coordinación sudamericana con participación social para derrotar al narcotráfico. Desarrollemos un sistema sudamericano con participación de nuestros Estados y nuestras sociedades civiles para apoyarnos, articular y desterrar al narcotráfico de nuestra región. La única forma de vencer este cáncer es con la participación de nuestros pueblos y con la adopción de medidas transparentes y coordinadas entre nuestros países para enfrentar la distribución de drogas, el lavado de dinero, el tráfico de precursores, la fabricación y la producción de cultivos que se desvían para estos fines. Este sistema debe certificar el avance en nuestra lucha contra el narcotráfico superando los exámenes y “recomendaciones” de quienes han fracasado hasta ahora en la lucha contra las drogas.
7) Defensa e impulso a la diversidad cultural. La más grande riqueza de la humanidad es su diversidad cultural. La uniformación y mercantilización con fines de lucro o de dominación es un atentado a la humanidad. A nivel de la educación, la comunicación, la administración de justicia, el ejercicio de la democracia, el ordenamiento territorial y la gestión de los recursos naturales debemos preservar y promocionar esa diversidad cultural de nuestros pueblos indígenas, mestizos y todas las poblaciones que migraron a nuestro continente. Asimismo, debemos respetar y promover la diversidad económica, que comprende formas de propiedad privada, pública y social-colectiva.
8) Despenalización de la hoja de coca y su industrialización en Sudamérica. Así como el combate al alcoholismo no nos puede llevar a penalizar la cebada, ni la lucha contra los estupefacientes nos debe conducir a destruir el Amazonas por las plantas psicotrópicas, tenemos que acabar con la persecución a la hoja de coca, que es un componente esencial de la cultura de los pueblos indígenas andinos, y promover su industrialización con fines benéficos.
9) Avancemos hacia una ciudadanía sudamericana. Aceleremos las medidas que facilitan la migración entre nuestros países, garantizando la plena vigencia de los derechos humanos y laborales y enfrentando a los traficantes de todo tipo, hasta lograr el establecimiento de una ciudadanía sudamericana.
A nivel económico
10) Complementariedad y no competencia desleal entre nuestras economías. Lejos de seguir por el camino de la privatización, debemos apoyarnos y complementarnos para desarrollar y potenciar nuestras empresas estatales. Juntos podemos forjar una aerolínea estatal sudamericana, un servicio público de telecomunicaciones, una red estatal de electricidad, una industria sudamericana de medicamentos genéricos, un complejo minero-metalúrgico, en síntesis, un aparato productivo que sea capaz de satisfacer las necesidades fundamentales de nuestra población y fortalecer nuestra posición en la economía mundial.
11) Comercio justo al servicio de los pueblos de Sudamérica. Al interior de la Comunidad Sudamericana debe primar el comercio justo en beneficio de todos los sectores y, en particular, de las pequeñas empresas, las comunidades, los artesanos, las organizaciones económicas campesinas y las asociaciones de productores. Tenemos que ir hacia una convergencia de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercosur bajo nuevos principios de solidaridad y complementariedad que superen los preceptos del liberalismo comercial que han beneficiado fundamentalmente a las transnacionales y a algunos sectores exportadores.
12) Medidas efectivas para superar las asimetrías entre países. En Sudamérica tenemos, en un extremo, países con un Producto Interno Bruto por habitante de cuatro mil a siete mil dólares por año, y en el otro extremo, países que apenas alcanzan los mil dólares por habitante. Para encarar este grave problema tenemos que cumplir efectivamente todas las disposiciones ya aprobadas en la CAN y el Mercosur a favor de los países de menor desarrollo y asumir un conjunto de nuevas medidas que promuevan procesos de industrialización en estos países, incentiven la exportación con valor agregado y mejoren los términos de intercambio y los precios a favor de las economías más pequeñas.
13) Un Banco del Sur para el cambio. Si en la Comunidad Sudamericana creamos un Banco de Desarrollo a partir del 10% de las reservas internacionales de los países de Sudamérica, estaríamos partiendo de un fondo de dieciséis mil millones de dólares que nos permitiría atender efectivamente proyectos de desarrollo productivo e integración bajo criterios de recuperación financiera y con contenido social. Asimismo, este Banco del Sur se podría fortalecer con un mecanismo de garantía cuya base sea el valor actualizado de las materias primas que tenemos en nuestros países. Nuestro Banco del Sur tiene que superar los problemas de otros bancos de “fomento” que cobran tasas de intereses comerciales, que financian proyectos esencialmente “rentables”, que condicionan el acceso a los créditos a una serie de indicadores macroeconómicos o a la contratación de determinadas empresas proveedoras y ejecutoras.
14) Un fondo de compensación para la deuda social y las asimetrías. Debemos asumir mecanismos innovadores de financiamiento, como la creación de impuestos sobre los pasajes de avión, las ventas de tabaco, el comercio de armas, las transacciones financieras de las grandes transnacionales que operan en Sudamérica, para crear un fondo de compensación que nos permita resolver los graves problemas de la región.
15) Integración física para nuestros pueblos y no sólo para exportar. Tenemos que desarrollar la infraestructura vial, las hidrovías y corredores, no sólo ni tanto para exportar más al mundo, sino, sobre todo, para comunicarnos entre los pueblos de Sudamérica respetando el medioambiente y reduciendo las asimetrías. En este marco, debemos revisar la Iniciativa de Integración Regional Sudamericana (IIRSA) para tomar en cuenta las preocupaciones de la gente que quiere ver carreteras en el marco de polos de desarrollo y no autopistas por las que pasan contenedores para la exportación en medio de corredores de miseria y un incremento del endeudamiento externo.
16) Integración energética entre consumidores y productores de la región. Conformemos una Comisión Energética de Sudamérica para
· garantizar el abastecimiento a cada uno de los países, privilegiando el consumo de los recursos existentes en la región;
· asegurar, a través del financiamiento común, el desarrollo de las infraestructuras necesarias para que los recursos energéticos de los países productores lleguen a toda Sudamérica;
· definir precios justos que combinen los parámetros de los precios internacionales con criterios solidarios hacia la región de Sudamérica y de redistribución a favor de las economías menos desarrolladas;
· certificar nuestras reservas y dejar de depender de las manipulaciones de las transnacionales;
· fortalecer la integración y complementariedad entre nuestras empresas estatales de gas e hidrocarburos.
A nivel del medio ambiente y la naturaleza
17) Políticas públicas con participación social para preservar el medio ambiente. Somos una de las regiones más privilegiadas en el mundo en lo que toca al medio ambiente, el agua y la biodiversidad. Esto nos obliga a ser extremadamente responsables con estos recursos naturales, que no pueden ser tratados como una mercancía más olvidándonos de que de ellos depende la vida y la propia existencia del planeta. Estamos en la obligación de concebir un manejo alternativo y sostenible de los recursos naturales que recupere las prácticas armónicas de convivencia con la naturaleza de nuestros pueblos indígenas y garantice la participación social de las comunidades.
18) Junta Sudamericana del Medioambiente para elaborar normas estrictas e imponer sanciones a las grandes empresas que no respetan dichas reglas. Los intereses políticos, locales y coyunturales no pueden anteponerse a la necesidad de garantizar el respeto a la naturaleza; por eso propongo la creación de una instancia supranacional que tenga la capacidad de dictar y hacer cumplir la normativa ambiental.
19) Convención sudamericana por el derecho humano y el acceso de todos los seres vivientes al agua. Como región favorecida con un 27% del agua dulce en el mundo, tenemos que discutir y aprobar una Convención Sudamericana del Agua que garantice el acceso de todo ser viviente a este recurso vital. Debemos preservar al agua, en sus diferentes usos, de los procesos de privatización y de la lógica mercantil que imponen los acuerdos comerciales. Estoy convencido de que este tratado sudamericano del agua será un paso decisivo hacia una Convención Mundial del Agua.
20) Protección de nuestra biodiversidad. No podemos permitir el patentamiento de las plantas, animales y la materia viva. En la Comunidad Sudamericana tenemos que aplicar un sistema de protección que, por un lado, evite la piratería de nuestra biodiversidad y, por otro, garantice el dominio de nuestros países sobre estos recursos genéticos y los conocimientos colectivos tradicionales.
A nivel político institucional
21) Profundicemos nuestras democracias con mayor participación social. Sólo una mayor apertura, transparencia y participación de nuestros pueblos en la toma de decisiones puede garantizar que nuestra Comunidad Sudamericana de Naciones avance y progrese por el buen camino.
22) Fortalezcamos nuestra soberanía y nuestra voz común. La Comunidad Sudamericana de Naciones puede ser una gran palanca para defender y afirmar nuestra soberanía en un mundo globalizado y unipolar. Individualmente, como países aislados, algunos pueden ser más fácilmente susceptibles a presiones y condicionamientos externos. Juntos tenemos más posibilidades de desarrollar nuestras propias opciones en diferentes escenarios internacionales.
23) Una Comisión de Convergencia Permanente para elaborar el Tratado de la CSN y garantizar la implementación de los acuerdos. Necesitamos una institucionalidad ágil, transparente, no burocrática, con participación social y que tome en cuenta las asimetrías existentes. Para avanzar efectivamente debemos crear una Comisión de Convergencia Permanente compuesta por representantes de los doce países para que, hasta la Tercera Cumbre de Jefes de Estado, elaboren el proyecto de Tratado de la Comunidad Sudamericana de Naciones, tomando en cuenta las particularidades y ritmos de las distintas naciones. Asimismo, esta Comisión de Convergencia Permanente, a través de grupos y comisiones, debería coordinar y trabajar conjuntamente con la CAN, el MERCOSUR, la ALADI,1 OTCA2 y diferentes iniciativas subregionales para evitar la duplicación de esfuerzos y garantizar la aplicación de los compromisos que asumamos.
Esperando que esta carta fortalezca la reflexión y la construcción de propuestas para una efectiva y positiva II Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad Sudamericana de Naciones, me despido reiterándoles mi invitación para nuestra cita el 8 y 9 de diciembre en Cochabamba, Bolivia.
Atentamente,
Evo Morales Ayma
Presidente de la República de Bolivia
……………………………..
Notas:
*—Durante la I Cumbre Energética de la Comunidad Sudamericana de Naciones, celebrada en la Isla Margarita, Venezuela, los días 16 y 17 de abril del 2007, se constituyó la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) que sustituye a la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), creada en 2004 e integrada por doce países del área. Los principios propuestos por Evo Morales en la Carta a los presidentes de la antigua CAN están presentes en UNASUR (Todas las N. de los E.)
1—Asociación Latinoamericana de Integración.
Bases para un Acuerdo de Asociación Comunidad Andina de Naciones-Unión Europea en beneficio de los pueblos
1) Un Acuerdo de Asociación debe ser fundamentalmente un acuerdo de complementariedad a diferentes niveles entre la Comunidad Andina de Naciones y la Unión Europea para encontrar juntos soluciones a los temas de la migración, el narcotráfico, la preservación del medio ambiente, los problemas estructurales que engendran la pobreza y el desempleo, el fortalecimiento de nuestras identidades, el potenciamiento y recuperación de nuestros Estados y el desarrollo de democracias auténticamente participativas e inclusivas de todos los sectores, en particular de los pueblos indígenas excluidos por más de quinientos años.
2) Los pueblos, el ser humano y la naturaleza deben ser los principales beneficiarios de este Acuerdo de Asociación. Debemos superar esa práctica en la que los intereses empresariales transnacionales se anteponen a las necesidades de la población y el medio ambiente. La sociedad civil y las organizaciones sociales deben participar activamente en la construcción de este Acuerdo de Asociación para que exista una verdadera integración que comprenda a los Estados y a los pueblos.
3) El diálogo político tiene que ser equilibrado y recíproco, y reconocer que ambos tenemos mucho que aprender, uno del otro, en temas como la democracia formal, participativa y comunitaria. Es fundamental promover un intercambio de experiencias en temas como los de las autonomías, la descentralización, la lucha contra la corrupción, la transparencia, la solución concertada de conflictos, la cultura de paz y la integración con soberanía.
4) La lucha contra el narcotráfico es de vital importancia para la CAN y la UE. Ambos tenemos que hacer nuestros máximos esfuerzos para acabar con los diferentes eslabones de la cadena del narcotráfico, que comprenden el blanqueo de dólares en los bancos, el desvío de precursores y químicos, y la producción, transporte y comercialización de estupefacientes. Hasta ahora ha fracasado la guerra contra las drogas. Es necesario dar un giro que involucre al conjunto de la sociedad para enfrentar el flagelo del narcotráfico.
5) No podemos confundir la hoja de coca con la cocaína. La hoja de coca en su estado natural no hace daño a nadie y más bien debe ser industrializada con diferentes fines benéficos para la humanidad. Es fundamental que, de una vez por todas, se despenalice la hoja de coca y se la reconozca como parte esencial de la cultura de los pueblos indígenas andinos. En Bolivia estamos implementando una política de racionalización y control de la producción de la hoja de coca consensuada con las organizaciones de campesinos productores de coca para evitar cualquier desvío de esta hoja hacia la producción de cocaína.
6) La cooperación de la UE hacia la CAN debe ser sin condicionamientos en torno a las políticas soberanas que adopten los Estados de la CAN. La cooperación debe contribuir a superar las causas estructurales de la dependencia y el colonialismo que subsisten en nuestros Estados. El fortalecimiento del aparato productivo, la industrialización de nuestros recursos naturales, el desarrollo de la infraestructura integradora y el fortalecimiento y universalización de los servicios públicos deben ser prioridades de esta cooperación sin condicionamientos.
7) Debemos establecer mecanismos de financiamiento al desarrollo que superen las experiencias negativas de la deuda externa y las donaciones con condicionamientos. Tenemos que promover un cambio de fondo en la cooperación multilateral (Banco Mundial, FMI, BID y otros) para que realmente atienda las prioridades que definen soberanamente los Estados.
8) La migración es un problema que afecta tanto a la UE como a la CAN. Juntos podemos construir una alianza estratégica para resolver el problema estructural del desempleo y la pobreza que impulsa a que cientos de miles de ciudadanos andinos abandonen sus países para buscar algún futuro en Europa. El drama de la migración no puede ser resuelto con medidas policiales ni administrativas, y siempre debemos precautelar los derechos humanos de los migrantes. Es fundamental que la cooperación y el intercambio comercial con la Unión Europea contribuyan a resolver los problemas estructurales de la generación de empleos permanentes y sostenibles.
9) Es necesario construir una alianza estratégica para defender la naturaleza y el medio ambiente de los procesos devastadores de la contaminación industrial. Juntos debemos impedir que las empresas migren de una región a otra para aprovecharse de estándares más bajos de control medioambiental. Todos tenemos que aprender de los pueblos indígenas para vivir en armonía con la naturaleza.
10) Las reglas de este Acuerdo de Asociación en el ámbito comercial no pueden ser iguales para ambas partes mientras subsistan los profundos desequilibrios entre ambas regiones y al interior de las mismas. El PIB de la UE es más de cincuenta veces el PIB de la CAN, y en relación con algunos países como Ecuador y Bolivia es entre trescientas y mil veces superior. Para que exista un Acuerdo justo y equitativo las disposiciones que se aprueben deben ser mucho más favorables para la CAN que para la UE. No se trata de una aplicación mejorada del Trato Especial y Diferenciado, sino de normas desiguales que permitan equilibrar la integración de realidades desiguales.
11) En relación con el tema de acceso a mercados, es fundamental que la Unión Europea establezca de manera unilateral un arancel cero para todos los productos de la CAN, en particular los bienes con mayor valor agregado. Para apoyar el desarrollo efectivo de los pequeños productores, microempresarios, cooperativas, asociaciones y organizaciones económicas campesinas es necesario no sólo el arancel cero, sino mercados seguros para sus productos a través de preferencias en las compras estatales de los países de la Unión Europea u otros mecanismos. El acceso a los mercados debe ser real mediante la supresión de las barreras no arancelarias y las normas técnicas y fitosanitarias restrictivas que no se ajustan a las reales posibilidades de un justo intercambio comercial.
12) La agricultura no puede ser tratada como una actividad económica más, ya que de ella depende la alimentación y la vida de millones de personas, y la sobrevivencia y cultura de centenares de pueblos indígenas en la región andina. Los Estados tienen el derecho y la obligación de garantizar la soberanía y la seguridad alimentarias de su población haciendo prevalecer el bien colectivo por encima de los intereses del agronegocio. La promoción de una agricultura ecológica debe ser una prioridad, así como la protección y apertura de los mercados a los productos andinos para lograr un desarrollo armónico con la naturaleza.
13) Debemos reconocer el derecho de los Estados, en particular de las economías más pequeñas, a proteger sus mercados internos y a dar incentivos a sus productores nacionales a través de diferentes mecanismos como las compras gubernamentales. La intervención del Estado a todos los niveles es fundamental para la reactivación de los aparatos productivos en las economías más pequeñas y menos competitivas.
14) Es necesario promover una inversión extranjera en la región andina que contribuya al desarrollo a través de la transferencia de tecnología, la utilización de materias primas e insumos andinos, la contratación de mano de obra nacional y el respeto a la normativa ambiental, laboral y la regulación de cada sector. Las garantías y la protección de los Estados deben extenderse a los inversionistas que realmente invierten en el país, y cualquier disputa entre un inversionista extranjero y un Estado debe resolverse en el marco de la jurisdicción nacional y no en el marco de paneles de arbitraje internacional que ya están causando severos daños a los países andinos. Todo inversionista extranjero tiene derecho a recuperar su inversión y una ganancia razonable y no puede pedir indemnizaciones por ganancias futuras ni exorbitantes. El Acuerdo de Asociación tiene que fortalecer la decisión soberana de los países andinos de recuperar y/o ejercer control sobre sus recursos naturales.
15) En el tema de la propiedad intelectual es fundamental que se garantice el acceso a medicamentos genéricos y se amplíen las licencias obligatorias para medicamentos patentados por necesidades de salud pública. El patentamiento de plantas, semillas, animales y microorganismos y toda materia viva debe estar prohibido. Se deben reconocer y proteger los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y debemos iniciar un amplio debate sobre el concepto de las patentes y la propiedad intelectual para evitar una privatización del conocimiento.
16) A nivel de los servicios, el Acuerdo de Asociación debe fortalecer la capacidad reguladora y gestora del Estado para garantizar el cumplimiento de las metas del milenio. Es preciso fortalecer los servicios públicos y no promover su mayor liberalización y privatización. El Acuerdo de Asociación debe buscar el fortalecimiento y universalización de los servicios públicos esenciales como la salud, la educación, la seguridad social, el agua y el saneamiento básico a partir de la promoción de asociaciones y la transferencia de conocimientos de empresas de servicios públicos de la Unión Europea. Es necesario reducir los presupuestos para la guerra y el armamentismo para destinarlos a garantizar la provisión de servicios básicos a toda la población.
Debemos reconducir los procesos de integración subordinando los aspectos comerciales a las necesidades de desarrollo con soberanía e identidad de cada una de nuestras naciones y nuestros pueblos. Las situaciones de crisis que se presentan a nivel de diferentes procesos de integración deben ser asumidas como oportunidades para rencauzar los mismos. La CAN y todos los gobiernos y pueblos de Sudamérica enfrentamos el desafío de superar nuestros errores y diseñar un nuevo proceso de integración con los pueblos y para los pueblos en el marco de la Comunidad Sudamericana de Naciones.
2—Organización del Tratado de Cooperación Amazónica.