… y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres
Juan 8,32
Apropiándonos de la manera en que utilizamos los símbolos en nuestras liturgias, podemos decir que el Cepas fue luz en la oscuridad, agua en el sequedal, vino y pan en la celebración de la vida, camino en el desierto y palabra en el silencio. El texto que abre este artículo es del evangelio de Juan, y en él toda la existencia humana se decide frente a Jesús, un Jesús que es luz, agua, camino, vida y verdad. Un Jesús que permite rencontrarnos y construir nuestra fe a partir de nuestra relación con él y con los demás que encontramos a lo largo del camino. Cepas fue una invitación a recrear y defender la vida, a compartir el Reino de Dios y a practicar el amor fraterno desde el conocimiento de la verdad: Jesús.
¿Qué es?
El Curso de Educación Pastoral (Cepas) fue elaborado en 1985 por docentes del Seminario Bíblico Latinoamericano de San José, Costa Rica, y diseñado para servir de herramienta de acompañamiento para la educación (por extensión o a distancia) teológica y pastoral de líderes cristianos. Su objetivo general es capacitar a líderes, pastoras y laicos en la tarea pastoral para entender, enfrentar y transformar los grandes desafíos espirituales, teológicos, pastorales, económicos y sociales, descubriendo en la Biblia la voluntad de Dios y desarrollando las capacidades personales en el seno de las familias, las iglesias y las comunidades. Este objetivo se relaciona con las proyecciones del Programa de Reflexión y Formación Socioteológica y Pastoral (PRFSTP) del CMMLK, y tributa al cumplimiento de su objetivo de desarrollo a largo plazo: el fortalecimiento de sujetos, actores y procesos eclesiales encaminados a la consolidación de una cultura promotora del compromiso con la justicia, la paz y la responsabilidad social.
El curso se estructura en seis áreas de trabajo o pastorales: pastoral administrativa, pastoral educativa, pastoral de la Palabra, pastoral de la espiritualidad, pastoral evangelizadora y pastoral de acompañamiento específico. En la experiencia cubana, producto de las demandas concretas de las comunidades locales, se cursaron siguiendo un orden consecutivo: un primer nivel integrado por las pastorales administrativa, educativa y de la espiritualidad; y un segundo nivel por la evangelizadora, la de acompañamiento específico y la de la Palabra. Cada pastoral está conformada por cinco temas centrales o ejes temáticos que se expresan en cinco cuadernos de estudio. A su vez, los cuadernos presentan siete aportes o contribuciones teórico-prácticas. El último de los aportes permite aplicar los conocimientos adquiridos mediante un trabajo práctico, lo que desarrolla la creatividad y la utilización de los principales aprendizajes individuales y colectivos.
Cepas concibe el aprendizaje como la acumulación de conocimientos. No busca el adoctrinamiento, no reduce el acto educativo a su momento informativo, sino que los objetivos, contenidos, recursos y procesos de aprendizajes buscan y permiten (sobre la base del diálogo de saberes, en el que se afirma la racionalidad plural) generar nuevos conocimientos, destrezas, actitudes, valores, sueños, utopías, estrategias de intervención, compromisos y otros procesos de transformación eclesiales y sociales. Permite el crecimiento en autonomía y el empoderamiento de las personas, el grupo y la comunidad en general.
¿Qué fue en Cuba?
En Cuba, el curso funcionó como educación teológica por extensión, y combinó la formación en los grupos locales auxiliada por los cuadernos, el suministro de bibliografía complementaria, la asistencia de animadores a cursos presenciales y talleres (Lectura Popular de la Biblia, socioteológicos, Cátedra de la Mujer, formación de educadores populares), la realización de encuentros regionales o nacionales de cepistas, visitas a las localidades y el acompañamiento diversificado a varios de los procesos que se generaban. Además, otros espacios del PRFSTP formaron parte del proceso de articulación, lo que favoreció el trabajo de los grupos y el compartir ecuménico.
Los grupos, en su mayoría, estaban formados por personas de una misma comunidad de fe o localidad, y eran acompañados por su iglesia local o denominación. Los integrantes eran laicos y laicas con liderazgo formal en las iglesias locales, pastoras y pastores, líderes emergentes, jóvenes, adultos jóvenes y algunos adultos mayores. Con una presencia mayoritaria de mujeres y estudiantes del interior del país (90% contra 10% de la capital), se matricularon personas de las catorce provincias y del municipio especial Isla de la Juventud. Entre los cepistas había profesionales (22%), bachilleres y técnicos profesionales (47%), graduados de secundaria básica (25%) y graduados de enseñanza primaria (6%). Se pusieron en marcha ochentitrés grupos en todo el país, con noventa facilitadores y facilitadoras y representación de once denominaciones.
Las visitas a los grupos locales fueron una de las acciones de acompañamiento más demandada y valoradas. Estaban a cargo de integrantes del PRFSTP y de animadores y animadoras, y su propósito era monitorear, asesorar teórica y metodológicamente, entregar materiales y evaluar de manera participativa el trabajo en los grupos. Al propiciar el desarrollo de relaciones horizontales y afirmar los lazos afectivos, daban cuenta de los procesos desatados al interior del grupo, los cambios producidos y los elementos que favorecían o dificultaban el desarrollo de la experiencia. Las visitas también eran momentos celebrativos.
Como resultado de esas visitas y de las necesidades sentidas en los diferentes grupos, surgió la idea de celebrar encuentros regionales de cepistas, con el propósito de compartir experiencias para enriquecer el trabajo de los grupos locales. Más tarde se celebraron dos encuentros nacionales, el primero en mayo de 1999 con el lema “Hacia el desafío del jubileo”, y el otro en abril del 2002 con “Vamos unidos”. Fueron eventos importantes para la vida y el desarrollo de los grupos, que posibilitaron la celebración ecuménica más allá de la tolerancia de las diferencias, en la afirmación, la celebración y la interacción de diferentes voces, el compartir de experiencias, la creación de lazos afectivos y de comunicación entre cada cepista y entre los grupos locales de diferentes rincones del país.
No hay palabra verdadera que no sea unión
inquebrantable entre acción y reflexión.
Paulo Freire
La dinámica del trabajo en grupo permitió la adaptación a distintas contingencias; el derecho a la palabra y a la opinión; la contención para desarrollar habilidades de expresión, comunicación y la superación del miedo escénico; el desarrollo de la capacidad de un diálogo en el que, como dijera Fernando Torres, “… además de los procesos críticos, intervienen los deseos, ilusiones, esperanzas, afectos, anhelos, símbolos, mitos, sentimientos, valores, sueños, metáforas, formas organizativas, utopías, visiones…” Se generó un proceso democrático, se descentralizó el aprendizaje, se estableció un diálogo educativo en el que circularon los saberes y las experiencias de cada estudiante, y que potenció la capacidad crítica y la creatividad. Se construyó la confianza suficiente para hacer un análisis crítico de la realidad.
Los facilitadores y las facilitadoras asumieron un rol activo que incentivó la construcción de relaciones horizontales, dinamizó el trabajo, contextualizó los contenidos, adecuó las técnicas. Además, contribuyó a la profundización teológica y propició el diálogo. Desde las expectativas de cada uno de los grupos se fijaron los objetivos, y en función de ellos se diseñaron los encuentros, en los que todos y todas eran actores y dueños del proceso de aprendizaje.
Los cambios provocados en las iglesias locales abarcaron diversos ámbitos. En la organización de la educación cristiana se hizo énfasis en las especificidades de los diferentes grupos de edad. Se incorporaron a la liturgia celebraciones relacionadas con la identidad y la cultura nacionales, así como ritmos e instrumentos autóctonos. Además, se produjo una valoración de diferentes espiritualidades y de acciones y proyectos diacónicos. Desde el punto de vista individual, se produjo un fortalecimiento de los sujetos, con una visión ético-política del Reino de Dios y su justicia, y se hizo un aporte a la praxis de un liderazgo eclesial dinámico y flexible que promueve una teología liberadora centrada en los procesos y en la comunidad, sensible a las experiencias, los sentimientos y la vida cotidiana de las personas; una teología que propicia la participación.
Decir que los hombres son personas
y como personas son libres,
y no hacer nada para lograr
concretamente que esta afirmación
sea objetiva, es una farsa.
Paulo Freire
El CEPAS me abrió las alas y aprendí a volar. Yo era una joven afanada en las labores eclesiales, con una visión del Reino que, a pesar del fundamentalismo que la estructuraba, era de alguna manera participativa y de acompañamiento. Pero no lograba ir más allá de lo que percibía. El Cepas se convirtió en la cápsula que envuelve a la oruga hasta que se convierte en la mariposa, con una nueva manera de ver la vida tras un proceso de espera, de lucha por deshacerse de lo que la aprisiona, de transformación. Provocó, con su metodología participativa y los procesos generados al interior del grupo, que me enamorara de la vida, de la labor pastoral, del Reino de Dios, como espacios para crecernos en la justicia, la paz, el amor, la equidad; para reconocernos como seres humanos con necesidades de compartir y celebrar la vida. Movilizó mis sensibilidades y permitió que se desmontaran las estructuras anquilosadas que no me dejaban ver y se levantara una estructura desde el conocimiento y los saberes individuales en la relación vida-fe. Me hizo posible llevar a cabo un análisis crítico de la realidad social, política y eclesial para darle un nuevo sentido a la fe: me brindó una ética para la vida, pues asumo la fe como un hecho de vida. Me transformó en una mujer con palabra, opinión y pasos propios acordes a mi fe en el Jesús en el que he creído, el Jesús que es verdad, vida, camino, compañero, amigo, Dios.
La espiritualidad de Cepas implica un estilo de vida. Es una espiritualidad que nace en el encuentro y el compromiso humano que se produce cuando descubrimos a Dios en el rostro del otro, de la otra. Como dijo el teólogo Gustavo Gutiérrez: “Prójimo… no es aquel que yo encuentro en mi camino, sino aquel en cuyo camino me pongo”.
Optar por el CEPAS implica aceptar una propuesta pedagógica para nuestro contexto, romper esquemas, desconstruir saberes adquiridos y construir saberes nuevos, reconocer que también somos portadores de conocimientos desde nuestras realidades, que el ministerio se hace comunitario hacia dentro y hacia fuera. Permite la búsqueda de nuevos sentidos para la vida de la iglesia, aunque podamos no ser entendidos por quienes mantienen estructuras tradicionales, patriarcales y pastorcentristas. Optar por el Cepas nos da libertad para el asombro, la sospecha y un nuevo quehacer teológico que se mueve entre el conocer y el transformar para humanizar y liberar; nos brinda una ética para la vida y nos permite creer en un Dios que no excluye, sino que acompaña; nos ayuda a apropiarnos críticamente de temas, concepciones, metodologías e instrumentos que sirven para pensar, desde la fe, la sociedad de la cual somos parte.
Para participar, hay que creer.
Javier Pérez
No se puede hablar de Cepas en pasado, porque todas las personas que estuvimos involucradas en él somos depositarias, expositores y comunicadoras de esa experiencia que nos marcó y que se llegó a convertir en experiencia de vida y de fe. Veamos lo que dicen los cepistas:
El CEPAS ha sido un curso de formación integral en el que aprendimos una manera diferente de administrar la iglesia y realizar la liturgia, entre otros temas, basados en principios bíblicos como el sacerdocio universal de los creyentes. Ha significado hacer comunidad desde una mirada pastoral en la que todas y todos estamos en el mismo rango, cumplimos funciones complementarias realizadas a partir de nuestros dones. Esto desmonta la figura del pastorado como la máxima autoridad de la iglesia y establece relaciones horizontales con un alto contenido de responsabilidad. Es, sin dudas, participación desde una espiritualidad más crítica y consciente. ¬¬
Bernardo Toledo
Iglesia Alberto J. Díaz, Santa Clara
Me mostró el verdadero significado de iglesia, liturgia, administración y del amor para las personas más allá de su raza, género y religión. Significó aceptación.
Carlos Linares
Iglesia Bautista Gabaón, Ciego de Avila
Significó conocer un Dios diferente, una nueva forma de vida. Entender que como cristiano tengo el compromiso con Dios y mi prójimo de cuidar y edificar el mundo para las generaciones futuras. Me dio mejor sentido de vida en el trabajo, en la familia. Permitió una nueva lectura bíblica que me llevó a una teología liberadora.
Lázaro Alvarez
Iglesia Bautista Del Camino, Guanajay
Es un espacio de capacitación participación real y consciente que provoca un quehacer teológico contextualizado, progresista, que da sentidos de vida y liberación con un componente ético contemporáneo. Te moviliza al cambio y la transformación desde la ternura y los sueños del Dios de Jesús.
Santiago Delgado
Iglesia Bautista del Camino, Guanajay
El CEPAS cambió mi vida. Me hizo pensar en mi rol de mujer en la familia, la iglesia, la comunidad, y reafirmó el compromiso social de ser ente trasformadora de la realidad a través del ejercicio del derecho de la participación.
Olinda González
Iglesia Bautista del Camino, Guanajay
El CEPAS fue la escuela en la que se fue construyendo mi ser como educadora popular, en la que mi vocación pastoral encontró sentido. Su propuesta metodológica posibilita construir saber desde el grupo y para el grupo. Desafía y problematiza una teología académica para enseñarnos a hacer teología desde el laicado y la pastoral de la iglesia.
Kirenia Criado
Iglesia Los Amigos Cuáqueros, Puerto Padre
EL CEPAS fue un espacio de formación socioteológica integral que promovió una base teórica y práctica que tributó a la transformación cualitativa de las maneras de ser iglesia y de concebir el proyecto de Jesús. Aprendí a contextualizar la fe y la praxis eclesiológica.
Idael Montero Pacheco
Iglesia Bautista Kairós, Bayamo
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NOTAS
1. Adalys Vázquez: “Una semilla de mostaza”, tesis para obtener el grado de licenciatura en Ciencias Teológicas, Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL), p.61.
2. Teólogo colombiano, tutor de la tesis antes mencionada.