Muy estimados señores:
Ahora que Chiapas nos reventó en la conciencia nacional, muchos y muy variados autores desempolvan su pequeño Larousse ilustrado, su México desconocido, sus disquetes de datos estadísticos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática o el Fonato o hasta los textos clásicos que vienen desde Bartolomé de las Casas. Con el afán de aportar a esta sed de conocimientos sobre la situación chiapaneca, les mandamos un escrito que nuestro compañero Subcomandante Insurgente Marcos realizó a mediados de 1992, para buscar que fuera despertando la conciencia de varios compañeros que por entonces se iban acercando a nuestra lucha. Esperamos que este material se gane un lugar en alguna de las secciones o suplementos que conforman su prestigioso diario. Los derechos de autor pertenecen a los insurgentes, los cuales se sentirán retribuidos al ver algo de su historia circular a nivel nacional. Tal vez, así otros compañeros se animen a escribir sobre sus estados y localidades, esperando que otras profecías, al igual que la chiapaneca, también se vayan cumpliendo.
Departamento de Prensa y Propaganda
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Selva Lacandona, México, enero de 1994
Viento primero
El de arriba
CAPÍTULO PRIMERO
Que narra cómo el supremo gobierno se enterneció de la miseria indígena de Chiapas y tuvo a bien dotar a la entidad de hoteles, cárceles y un aeropuerto militar.
Y que narra también cómo la bestia se alimenta de la sangre de este pueblo y otros infelices y desdichados sucesos.
Suponga que habita usted en el norte, centro u occidente del país. Suponga que hace usted caso de la antigua frase de la Secretaria de Turismo de “Conozca México Primero”. Suponga que decide conocer el sureste de su país y suponga que del sureste elige usted el estado de Chiapas. Suponga que toma usted por carretera (llegar por aire a Chiapas no sólo es caro sino improbable y de fantasía: sólo hay dos aeropuertos “civiles” y uno militar). Suponga que enfila usted por la carretera Transístmica. Suponga que no hace usted caso de ese cuartel que un regimiento de artillería del ejército federal tiene a la altura de Matías Romero y sigue usted hasta Ventosa. Suponga que usted no advierte la garita que el Servicio de Inmigración de la Secretaria de Gobernación tiene en ese punto (y que hace pensar que uno sale de un país y entra en otro). Suponga que usted gira a la izquierda y toma decididamente hacia Chiapas. Kilómetros más adelante dejará usted Oaxaca y encontrará un letrero que reza BIENVENIDO A CHIAPAS. ¿Lo encontró? Bien, suponga que sí. Usted entró por una de las tres carreteras que hay para llegar al estado: por el norte del estado, por la costa del Pacífico y por esta carretera que usted supone haber tomado, se llega a este rincón del sureste desde el resto del país. Y la riqueza sale de estas tierras no sólo por estas tres carreteras. Por miles de caminos se desangra Chiapas: por oleoductos y gasoductos, por tendidos eléctricos, por vagones de ferrocarril, por cuentas bancarias, por camiones y camionetas, por barcos y aviones, por veredas clandestinas, caminos de terracería, brechas y picadas; esta tierra sigue pagando su tributo a los imperios: petróleo, energía eléctrica, ganado, dinero, café, plátano, miel, maíz, cacao, tabaco, azúcar, soya, sorgo, melón, mamey, mango, tamarindo y aguacate, y sangre chiapaneca fluye por los mil y un colmillos del saqueo clavados en la garganta del sureste mexicano. Materias primas, miles de millones de toneladas que fluyen a los puertos mexicanos, a las centrales ferroviarias, aéreas y camioneras, con caminos diversos: los Estados Unidos, Canadá, Holanda, Alemania, Italia, Japón; pero con el mismo destino: el imperio. La cuota que impone el capitalismo al sureste de este país rezuma, como desde su nacimiento, sangre y lodo.
Un puñado de mercaderes, entre los que se cuenta el Estado Mexicano, se llevan de Chiapas toda la riqueza y a cambio dejan su huella mortal y pestilente: el colmillo financiero obtuvo, en 1989, una captación integral de 1 222 669 millones de pesos y sólo derramó en créditos y obras 616 340 millones. Más de 600 000 millones de pesos fueron a dar al estómago de la bestia.
En las tierras chiapanecas hay ochenta y seis colmillos de Pemex (Petróleos Mexicanos) clavados en los municipios de Estación Juárez, Reforma, Ostuacán, Pichucalco y Ocosingo. Cada día succionan 92 000 barriles de petróleo y 516 700 millones de pies cúbicos de gas. Se llevan el gas y el petróleo y dejan, a cambio, el sello capitalista: destrucción ecológica, despojo agrario, hiperinflación, alcoholismo, prostitución y pobreza. La bestia no está conforme y extiende sus tentáculos a la selva Lacandona: ocho yacimientos petrolíferos están en exploración.
Las brechas se abren a punta de machetes, los empuñan los mismos campesinos que quedaron sin tierra por la bestia insaciable. Caen los árboles, retumban las explosiones de dinamita en terrenos donde sólo los campesinos tienen prohibido tumbar árboles para sembrar. Cada árbol que tumben les puede costar una multa de diez salarios mínimos y cárcel. El pobre no puede tumbar árboles, la bestia petrolera, cada vez más en manos extranjeras, sí. El campesino tumba para vivir, la bestia para saquear.
También por el café se desangra Chiapas. El 35% de la producción nacional cafetalera sale de estas tierras que emplean a 87 000 personas. El 47% de la producción va al mercado nacional y el 53% se comercializa en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos y Europa. Más de 100 000 toneladas de café salen del estado para engordar las cuentas bancarias de la bestia: en 1988 el kilo de café pergamino se vendió en el extranjero a un promedio de 8 000 pesos, pero al productor chiapaneco se lo pagaron a 2 500 ó menos.
El segundo saqueo en importancia, después del café, es el ganado. Tres millones de vacas esperan a coyotes y a un pequeño grupo de introductores para ir a llenar los frigoríficos de Arriaga, Villahermosa y el Distrito Federal. Las vacas son pagadas hasta en 400 000 pesos el kilo en pie a los ejidatarios empobrecidos, y revendidos por coyotes e introductores hasta en diez veces multiplicado el valor que pagaron.
El tributo que cobra el capitalismo a Chiapas no tiene paralelo en la historia. El 55% de la energía nacional de tipo hidroeléctrico proviene de este estado, y aquí se produce el 20% de la energía eléctrica total de México. Sin embargo, sólo un tercio de viviendas chiapanecas tienen luz eléctrica. ¿A dónde van los 27 907 gigawatts que producen anualmente las hidroeléctricas de Chiapas?
A pesar de la moda ecológica, el saqueo maderero sigue en los bosques chiapanecos. De 1981 a 1989 salieron 2 444 700 metros cúbicos de maderas preciosas, coníferas y corrientes tropicales con destino al Distrito Federal, Puebla, Veracruz y Quintana Roo. En 1988 la explotación maderera dio una ganancia de 23 900 millones de pesos, 6 000% más que en 1980.
La miel que se produce en 79 000 colmenas del estado va íntegramente a los mercados de los Estados Unidos y Europa. Las 2 756 toneladas de miel y cera producidas anualmente en el campo se convierte en dólares que los chiapanecos no verán.
Del maíz, más de la mitad producida aquí va al mercado nacional. Chiapas está entre los primeros estados productores a nivel nacional. El sorgo, en su mayoría, va a Tabasco. Del tamarindo el 90% va al DF y a otros estados. El aguacate en dos tercios se comercializa fuera del estado, el mamey en su totalidad. Del cacao el 69% va al mercado nacional y el 31% al exterior con destino a los Estados Unidos, Holanda, Japón e Italia. La mayor parte de las 451 627 toneladas anuales de plátanos se exportan.
¿Qué deja la bestia a cambio de todo lo que se lleva?
Chiapas posee 75 634,4 kilómetros cuadrados, unos 7,5 millones de hectáreas, ocupa el octavo lugar en extensión y tiene 111 municipios organizados para el saqueo en nueve regiones económicas. Aquí se encuentra, del total nacional, el 40% de las variedades de plantas, el 36% de los mamíferos, el 34% de los anfibios y reptiles, el 66% de las aves, el 20% de los peces de agua dulce y el 80% de las mariposas. El 9,7% de la vida de todo el país cae sobre estas tierras.
Pero la mayor riqueza de entidad son los 3,5 millones de chiapanecos, de los cuales las dos terceras partes viven y mueren en el medio rural. La mitad de los chiapanecos no tiene agua potable y dos tercios no tienen drenaje. El 90% de la población en el campo tiene ingresos mínimos o nulos.
La comunicación es una grotesca caricatura para un estado que produce petróleo, energía eléctrica, café, madera y ganado para la bestia hambrienta. Sólo las dos terceras partes de las cabeceras municipales tienen acceso pavimentado, 12 000 comunidades no tienen más comunicación que los centenarios caminos reales. La línea del ferrocarril no sigue las necesidades del pueblo chiapaneco sino las del saqueo capitalista desde los tiempos del porfirismo. La vía férrea que sigue la línea costera (sólo hay dos líneas; la otra atraviesa parte del norte del estado) data de principios de siglo y su tonelaje es limitado por los viejos puentes porfiristas que cruzan las hidrovenas del sureste. El único puerto chiapaneco, Puerto Madero, es sólo una puerta más de salida para que la bestia saque lo que roba.
¿Educación? La peor del país. En primaria de cada 100 niños 72 no terminan el primer grado. Más de la mitad de las escuelas no ofrecen más que el tercer grado y la mitad sólo tiene un maestro para todos los cursos que imparten. Hay cifras muy altas, ocultas por cierto, de deserción escolar de niños indígenas debido a la necesidad de incorporar al niño a la explotación. En cualquier comunidad indígena es común ver a niños en las horas de escuela cargando leña o maíz, cocinando o lavando ropa. De 16 058 aulas que había en 1989, sólo 1 096 estaban en zonas indígenas.
¿Industria? Vea usted: el 40% de la “industria” chiapaneca es de molinos de nixtamal, tortillas y de muebles de madera. La gran empresa, el 0,2%, es del Estado mexicano (y pronto del extranjero) y la forman el petróleo y la electricidad. La mediana industria, el 0,4% está formada por ingenios azucareros, procesadora de pescados y mariscos, harina, calhidra, leche y café, el 94,8% es microindustria.
La salud de los chiapanecos es un claro ejemplo de la huella capitalista: un millón y medio de personas no disponen de servicio médico alguno. Hay 0,2 consultorios por cada mil habitantes, cinco veces menos que el promedio nacional; hay 0,3 camas de hospital por cada mil chiapanecos, tres veces menos que en el resto de México; hay un quirófano por cada cien mil habitantes, dos veces menos que en el país; hay 0,5 médicos y 0,4 enfermeras por cada mil personas, dos veces menos que el promedio nacional.
Salud y alimentación van de la mano en la pobreza. El 54% de la población chiapaneca está desnutrida, y en la región de los altos y selva, este porcentaje de hambre supera el 80%. El alimento promedio de un campesino es: café, pozol, tortilla y frijol.
Todo esto deja el capitalismo en pago por lo que se lleva…
Esta parte del territorio mexicano que se anexó por voluntad propia a la joven república independiente en 1824, apareció en la geografía nacional hasta que el boom petrolero recordó a la nación que había un sureste (en el sureste está el 82% de la capacidad instalada de la planta petroquímica de Pemex; en 1990 las dos terceras partes de la inversión pública en el sureste fue para energéticos).
Pero este estado no responde a modas sexenales, su experiencia en saqueo y explotación se remonta desde siglos atrás. Igual que ahora, antes fluían a las metrópolis, por las venas del saqueo, maderas y frutas, ganados y hombres. A semejanza de las repúblicas bananeras pero en pleno auge del neoliberalismo y las “revoluciones libertarias”, el sureste sigue exportando materias primas y mano de obra y, como desde hace quinientos años, sigue importando lo principal de la producción capitalista: muerte y miseria.
Un millón de indígenas habitan estas tierras y comparten con mestizos y ladinos una desequilibrada pesadilla: aquí su opción, después de quinientos años del “encuentro de dos mundos”, es morir de miseria o de represión. El programa de optimización de la pobreza, esa pequeña mancha de socialdemocracia que salpica el Estado mexicano y que con Salinas de Gortari lleva el nombre de Pronasol (Programa Nacional de Solidaridad) es una caricatura burlona que cobra lágrimas de sangre a los que, bajo estas lluvias y soles, se desviven.
¡¡Bienvenido!!… Ha llegado usted al estado más pobre del país: Chiapas.
Suponga que sigue usted manejando y de Ocozocoautla baja usted a Tuxtla Gutiérrez, capital del estado. No se detenga mucho; Tuxtla Gutiérrez es sólo una gran bodega que concentra producción de otras partes del estado. Aquí llega parte de la riqueza que será enviada a donde los designios capitalistas decidan. No se detenga, apenas toca usted los labios de las fauces sangrientas de la fiera. Pase usted por Chiapas de Corzo sin hacer caso de la fábrica que Nestlé tiene ahí, y empiece a ascender la sierra. ¿Qué ve? Está en lo cierto, entró usted a otro mundo: el indígena. Otro mundo, pero el mismo que padecen millones en el resto del país.
Este mundo indígena está poblado por 300 000 tzeltales, 300 000 tzotziles, 120 000 choles, 90 000 zoques y 70 000 tojolabales. El supremo gobierno reconoce que “sólo” la mitad de este millón de indígenas es analfabeta.
Siga usted por carretera sierra adentro, llega usted a la región llamada los altos de Chiapas. Aquí, hace quinientos años el indígena era mayoritario, amo y señor de tierras y aguas. Ahora sólo es mayoritario en número y pobreza. Siga, lléguese hasta San Cristóbal de las Casas, hace cien años era la capital del estado, pero las pugnas interburguesas le quitaron el dudoso honor de ser capital del estado más pobre de México. No, no se detenga, si Tuxtla Gutiérrez es una gran bodega, San Cristóbal es un gran mercado: por miles de rutas llega el tributo indígena al capitalismo. Tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales y zoques, todos traen algo: madera, café, ganado, telas, artesanías, frutas, verduras, maíz… Todos se llevan algo: enfermedad, ignorancia, burla y muerte. Del estado más pobre de México, esta es la región más pobre. Bienvenido a San Cristóbal de las Casas “Ciudad Colonial”, dicen los coletos, pero la mayoría de la población es indígena. Bienvenido al gran mercado que el Pronasol (Programa Nacional de Solidaridad) embellece. Aquí todo se compra y se vende, menos la dignidad indígena. Aquí todo es caro, menos la muerte. Pero no se detenga, siga adelante por la carretera, enorgullézcase de la infraestructura turística: en 1988 en el estado había 6 270 habitaciones de hotel, 139 restaurantes y 42 agencias de viajes; ese año entraron 1 058 098 turistas y dejaron 250 000 millones de pesos en manos de hoteleros y restauranteros.
¿Hizo la cuenta? ¿Sí? Es correcto: hay unas siete habitaciones por cada mil turistas, mientras que hay 0,3 camas de hospital para cada mil chiapanecos. Bueno, deje usted las cuentas y siga adelante, libre con cuidado esas tres hileras de policías que, con boinas pintas, trotan por la orilla de la carretera, pase usted por el cuartel de la Seguridad Pública y siga por entre hoteles, restaurantes y comercios, enfile a la salida para Comitán. Saliendo de la “olla” de San Cristóbal y por la misma carretera verá las famosas grutas de San Cristóbal, rodeadas de frondosos bosques. ¿Ve usted ese letrero? No, no se equivoca; ¡este parque natural es administrado por el ejército! Sin salir de su desconcierto siga adelante… ¿Ve usted? Modernos edificios, buenas casas, calles pavimentadas… ¿Una universidad? ¿Una colonia para trabajadores? No, mire bien el letrero a un lado de los cañones y lea: Cuartel General de la 31 Zona Militar. Todavía con la hiriente imagen verde olivo en la retina llegue usted al crucero y decida no ir a Comitán, así se evitará la pena de ver que, unos metros más adelante, en el cerro que se llama del Extranjero, personal militar norteamericano maneja, y enseña a manejar a sus pares mexicanos, un radar. Decida mejor ir a Ocosingo ya que está de moda la ecología y todas esas pamplinas. Vea usted esos árboles, respire profundo… ¿Ya se siente mejor? ¿Sí? Entonces mantenga su vista a la izquierda porque si no, en el Km.7, verá usted otra magnífica construcción con el noble símbolo de SOLIDARIDAD en la fachada. No vea, le digo que voltee para otro lado, no se dé cuenta usted de que este edificio nuevo es… una cárcel (dicen las malas lenguas que son ventajas que ofrece Pronasol: ahora los campesinos no tendrán que ir hasta Cerro Hueco, cárcel en la capital del estado). No, hombre, no se desanime, lo pero está siempre oculto: el exceso de pobreza espanta al turismo… Siga, baje a Huixtan, ascienda a Oxchuc, vea la hermosa cascada donde nace el río Jataté cuyas aguas atraviesan la Selva Lacandona, pase por Cuxuljá y no siga la desviación que lleva a Altamirano, lléguese hasta Ocosingo: “la puerta de la Selva Lacandona”…
Está bien, deténgase un poco. Una vuelta rápida por la ciudad… ¿Principales puntos de interés? Bien: esas dos grandes construcciones a la entrada son prostíbulos, aquello es una cárcel, la de más allá la iglesia, esa otra es la Ganadería, ese de allá es un cuartel del ejército federal, allá los judiciales, la Presidencia Municipal y más acá Pemex, lo demás son casitas amontonadas que retumban al paso de los gigantescos camiones de Pemex y las camionetas de los finqueros. ¿Qué le parece? ¿Una hacienda porfirista? ¡Pero eso se acabó hace setenticinco años! No, no siga por esa carretera de terracería que llega hasta San Quintín, frente a la Reserva de los Montes Azules. No, llegue hasta donde se juntan los ríos Jataté y Perlas, no baje ahí, no camine tres jornadas de ocho horas cada una, no llegue a San Martín, no vea que es un ejido muy pobre y muy pequeño, no se acerque a ese galerón que se cae a pedazos y con láminas oxidadas y rotas. ¿Qué es? Bueno, a ratos la iglesia, a ratos escuela, a ratos salón de reuniones. Ahorita es una escuela, son las once del día.
No, no se acerque, no mire adentro, no vea a esos cuatro grupos de niños rebosando de lombrices y piojos, semidesnudos, no vea a los cuatro jóvenes indígenas que hacen de maestros por una paga miserable que tienen que recoger después de caminar las mismas tres jornadas que usted caminó; no vea que la única división entre un “aula” y otra es un pequeño pasillo ¿Hasta qué año se cursa aquí? Tercero. No, no vea esos carteles que es lo único que el gobierno les mandó a esos niños, no los vea: son carteles para prevenir el Sida…
Mejor sigamos, volvamos a la carretera pavimentada. Si, ya sé que está en mal estado. Salgamos de Ocosingo, siga admirando estas tierras… ¿Los propietarios? Sí, finqueros. ¿Producción? Ganado, café, maíz… ¿Vio el Instituto Nacional Indigenista? Sí, a la salida. ¿Vio esos espléndidos camiones? Son dados a crédito a los campesinos indígenas. Sólo usan gasolina Magna-Sin, por aquello de la ecología… ¿Qué no hay Magna-Sin en Ocosingo? Bueno, pues esas son pequeñeces… Sí, usted tiene razón, el gobierno se preocupa por los campesinos. Claro que dicen las malas lenguas que en esa sierra hay guerrilleros y que la ayuda monetaria del gobierno es para comprar la lealtad indígena, pero son rumores, seguramente tratan de desprestigiar al Pronasol… ¿Qué? ¿El Comité de Defensa Ciudadana? ¡Ah sí! Es un grupo de “heroicos” ganaderos, comerciantes y charros sindicales que organizan guardias blancas para desalojos y amenazas. No, ya le dije a usted que la hacienda porfirista acabó hace setenta y cinco años… Mejor sigamos… en esa desviación tome usted a la izquierda. No, no vaya usted a Palenque. Mejor sigamos, pasemos por Chilón… bonito ¿no? Sí, Yajañón… muy moderno, hasta tiene una gasolinera… mire, ese de allá es un banco, allá la Presidencia Municipal, por acá la judicial, la ganadera, el ejército…
¿Otra vez con lo de la hacienda? Vámonos y ya no vea ese otro y gran moderno edificio en las afueras, en el camino a Tila y Sabanilla, no vea su hermoso letrero de SOLIDARIDAD embelleciendo la entrada, no vea que es… una cárcel.
Bueno, llegamos al cruce, ahora es Ocosingo… ¿Palenque? ¿Está usted seguro? Bueno, vamos… Sí, bonitas tierras. Ajá, finqueros. Correcto: ganado, café, madera. Mire, ya llegamos a Palenque. ¿Una visita rápida a la ciudad? Bueno: ésos son hoteles, allá restaurantes, acá la Presidencia Municipal, la Judicial, ese es el cuartel del ejército, y allá… ¿Qué? No, ya sé que me va a decir… no lo diga, no… ¿Cansado? Bueno, paremos un poco. ¿No quiere ver las pirámides? ¿No? Bueno. ¿Xi, Nich? Ajá, una marcha indígena. Sí, hasta México. Ajá, caminando. ¿Cuánto? Mil ciento seis kilómetros. ¿Resultados? Recibieron sus peticiones. Sí, sólo eso. ¿Sigue cansado? ¿Más? Bueno, esperemos… ¿Para Bonampak? Está muy malo el camino. Bueno, vamos. Sí, la ruta panorámica… ése es el retén del ejército federal, ése otro es el de la Armada, aquél de los judiciales, el de más allá el de la Gobernación… ¿Siempre así? No, a veces topa uno con marchas campesinas de protesta. ¿Cansado? ¿Quiere regresar? Bueno. ¿Otros lugares? ¿Distintos? ¿En qué país? ¿México? Verá usted lo mismo, cambiarán los colores, las lenguas, el paisaje, los nombres, pero el hambre, la explotación, la miseria y la muerte es la misma. Sólo busque bien. Sí, en cualquier estado de la República. Ajá, que le vaya bien… y si necesita un guía turístico no deje de avisarme, estoy para servirle…; ¡Ah! otra cosa. No será siempre así. ¿Otros Méxicos? No, el mismo… yo hablo de otra cosa, como que empiezan a soplar otros aires, como que otro viento se levanta…
CAPÍTULO SEGUNDO
Que narra los hechos del gobernador aprendiz de virrey, de su heroico combate contra el clero progresista, y de sus andanzas con los señores feudales del ganado, el café y el comercio.
Y que narra también otros hechos igualmente fantásticos.
Érase que se era un virrey de chocolate con nariz de cacahuete. El aprendiz de virrey, el gobernador Patrocinio González Garrido, a la manera de los antiguos monarcas que la corona española implantó junto con la conquista, ha reorganizado la geografía chiapaneca. La asignación de espacios urbanos y rurales es un ejercicio del poder un tanto sofisticado, pero manejado con la torpeza del señor González Garrido, alcanza niveles exquisitos de estupidez. El virrey ha decidido que las ciudades con servicios y ventajas sean para los que ya todo tienen. Y decide, el virrey, que la muchedumbre está bien afuera, en la intemperie, y sólo merece lugar en las cárceles, lo cual no deja de ser incómodo. Por esto, el virrey ha decidido construir las cárceles en las afueras de las ciudades, para que la cercanía de esa indeseable y delincuente muchedumbre no perturbe a los señores.
Cárceles y cuarteles son las principales obras que este gobernador ha impulsado en Chiapas. Su amistad con finqueros y poderosos comerciantes no es un secreto para nadie… como tampoco lo es su animadversión hacia las tres diócesis que regulan la vida católica en el estado. La diócesis de San Cristóbal, con el obispo Samuel Ruiz a la cabeza, es una molestia constante para el proyecto de reordenamiento de González Garrido. Queriendo modernizar la absurda estructura de explotación y saqueo que impera en Chiapas, Patrocinio González tropieza cada tanto con la terquedad de religiosos y seglares que predican y viven la opción por los pobres del catolicismo.
Con el aplauso fariseo del obispo tuxtleco, Aguirre Franco, y la muda aprobación del de Tapachula, González Garrido anima y sostiene las conspiraciones “heroicas” de ganaderos y comerciantes en contra de los miembros de la diócesis sancristobalense. “Los equipos de Don Samuel”, como les llaman algunos, no están formados por inexpertos creyentes: antes de que Patrocinio González Garrido soñara siquiera con gobernar su estado, la diócesis de San Cristóbal de las Casas predicaba el derecho a la libertad y a la justicia. Para una de las burguesías más retrógradas del país, la agrícola, estas palabras sólo pueden significar una cosa: rebelión. Y estos “patriotas” y “creyentes” finqueros y comerciantes saben cómo detener las rebeliones: la existencia de guardias blancas armadas con su dinero y entrenadas por miembros del ejército federal y policías de la Seguridad Pública y la justicia del estado, es de sobra conocida por los campesinos que padecen sus bravatas, torturas y balas.
En meses pasados fue detenido el sacerdote Joel Padrón, párroco de Simojobel. Acusado por los ganaderos de esa región de incitar y participar par de tomas de tierra, el padre Joel fue detenido por autoridades estatales y recluido en el penal de Cerro Hueco, en la capital del estado. Las movilizaciones de miembros de la diócesis de San Cristóbal (las de Tuxtla y Tapachula brillaron por su ausencia) y un amparo federal lograron la liberación del párroco Padrón.
Mientras miles de campesinos marchaban en Tuxtla Gutiérrez para exigir la liberación del padre, los ganaderos de Ocosingo enviaron a sus flamantes guardias blancas a desalojar a campesinos posesionados del predio El Momonal: cuatrocientos hombres armados por los finqueros golpearon y destruyeron, quemaron casas, chicotearon a las mujeres indígenas y asesinaron de un tiro en el rostro al campesino Juan. Después del desalojo, las guardias blancas, en su mayoría compuestas por vaqueros de las fincas y pequeños propietarios orgullosos de compartir correrías con los mozos terratenientes, recorrieron las carreteras de la región en las camionetas pick-up facilitadas por los amos. Mostrando sus armas ostensiblemente, borrachos y drogados, gritaban: “¡La ganadera es la número uno!” y advertían a todos que era sólo el comienzo. Las autoridades municipales de Ocosingo y los soldados destacamentados en la cabecera contemplaron impávidos el desfile triunfal de los pistoleros.
En Tuxtla Gutiérrez cerca de diez mil campesinos desfilaban por la libertad de Joel Padrón. En un rincón de Ocosingo, la viuda de Juan enterraba solitaria a la víctima del orgulloso finquero. No hubo ni una marcha, ni un rezo, ni una firma de protesta por la muerte de Juan. Este es Chiapas.
Recientemente, el virrey González Garrido protagonizó un nuevo escándalo que salió a la luz pública porque las víctimas cuentan con los medios para denunciar las arbitrariedades. Con la anuencia del virrey, los señores feudales de Ocosingo organizaron el Comité de Defensa Ciudadana, el intento más acabado de institucionalizar las guardias blancas neoporfiristas que resguardan el orden en el campo chiapaneco. Nada hubiera pasado seguramente, si no es descubierto un complot para asesinar a los párrocos Pablo Ibarren y a la religiosa María del Carmen, además de a Samuel Ruiz, obispo de la diócesis. A los párrocos y religiosas se les daba un plazo para abandonar el municipio, pero los más radicales del Comité clamaban por una solución drástica que incluyera al obispo Ruiz. La denuncia del complot corrió a cargo de la prensa chiapaneca honesta, que la hay aún, y llegó a los foros nacionales. Hubo retracciones y desmentidos, el virrey declaró que sostenía buenas relaciones con la iglesia y nombró un fiscal especial para investigar el caso. La investigación no arrojó resultado alguno y las aguas volvieron a su cauce.
En las mismas fechas, agencias gubernamentales daban a conocer datos escalofriantes: en Chiapas mueren cada año 14 500 personas, es el más alto índice de mortalidad del país. ¿Las causas? Enfermedades curables como infecciones respiratorias, enteritis, parasitosis, amebiasis, paludismo, salmonelosis, escabiosis, dengue, tuberculosis pulmonar, oncocercosis, tracoma, tifo, cólera y sarampión. Las malas lenguas dicen que la cifra supera los 15 000 muertos al año, porque no se lleva el registro de las defunciones en las zonas marginadas, que son la mayoría del estado…
En los cuatro años del virreinato de Patrocinio González Garrido han muerto más de 60 000 chiapanecos, pobres en su mayoría. La guerra que contra el pueblo dirige el virrey y comandan los señores feudales, reviste formas más sutiles que los bombardeos. No hubo en la prensa local o nacional una nota para ese complot asesino en acción que cobra vidas y tierras como en tiempos de la conquista.
El Comité de Defensa Ciudadana sigue su labor proselitista, realiza reuniones para convencer a ricos y pobres de la ciudad de Ocosingo de que deben organizarse y armarse para que los campesinos no entren a la ciudad porque lo destruirán todo, sin respetar ni a ricos ni a pobres. El virrey ríe con beneplácito.
CAPÍTULO TERCERO
Que narra cómo el virrey tuvo una brillante idea y la puso en práctica, y que narra también cómo el imperio decretó la muerte del socialismo y, entusiasmado, se dio a la tarea de difundirla para regocijo de los poderosos, desconsuelo de los tibios e indiferencia de los más.
Narra también cómo Zapata no ha muerto, dicen. Y desconcertantes acontecimientos.
El virrey está preocupado. Los campesinos se niegan a aplaudir el despojo institucional que ahora está escrito en el nuevo artículo 27 de la Carta Magna. El virrey está rabiando. Los explotados no son felices explotados. Se niegan a recibir con una servil caravana las limosnas que el Pronasol salpica en el campo chiapaneco. El virrey está desesperado, consulta a sus asesores. Ellos le repiten una vieja verdad: no bastan cárceles y cuarteles para dominar, es necesario domar también el pensamiento. El virrey se pasea inquieto en su soberbio palacio. Se detiene, sonríe y redacta.
XEOCH: Rap y mentiras para los campesinos Ocosingo y Palenque, Cancue y Chilón, Altamirano y Yajalón, los indígenas están de fiesta. Una nueva dádiva del supremo gobierno alegra la vida de peones y pequeños propietarios, de campesinos sin tierra y empobrecidos ejidatarios. Ya tienen una estación local de radio que cubre, ahora sí, los rincones más apartados del oriente chiapaneco. La programación es de lo más adecuada: música de marimba y rap proclaman la buena nueva. El campo chiapaneco se moderniza. XEOCH transmite desde la cabecera municipal de Ocosingo, en los 600 megahertz en amplitud modulada, desde las 4.00 hasta las 22.00 horas. Sus noticieros abundan en piedras de molino: la “desorientación” que religiosos “subversivos” predican entre el campesino; la afluencia de créditos que no llegan a las comunidades indígenas, la existencia de obras públicas que no aparecen por ningún lado. El soberbio virrey también se da tiempo de transmitir por XEOCH sus amenazas para recordar al mundo que no todo es mentiras y rap, también hay cárceles y cuarteles y un código penal, el más represivo de la república, que sanciona cualquier muestra de descontento popular: los delitos de asonada, rebelión, incitación a la rebelión, motín, etc., que están tipificados en los artículos de esta ley son la muestra de que el virrey se preocupa de hacer las cosas bien y punto.
No hay para qué luchar. El socialismo ha muerto. Viva el conformismo y la reforma y la modernidad y el capitalismo y los crueles etcéteras que a esto se asocian y siguen. El virrey y los señores feudales bailan y ríen eufóricos en sus palacios y palacetes. Su regocijo es desconcierto entre algunos de los escasos pensadores independientes que habitan en estos lares. Incapaces de entender, se dan a la desazón y los golpes de pecho. Es cierto, para qué luchar. La correlación de fuerza es desfavorable. No es tiempo… hay que esperar más… tal vez años… alerta contra los aventureros. Que haya sensatez. Que nada pase en el campo y en la ciudad, que todo siga igual. El socialismo ha muerto. Viva el capital. Radio, prensa y televisión lo proclaman, lo repiten algunos exsocialistas, ahora sensatamente arrepentidos.
Pero no todos escuchan las voces de desesperanza y conformismo. No todos se dejan llevar por el tobogán del desánimo. Los más, los millones siguen sin escuchar la voz del poderoso y el tibio, no alcanzan a oír, están ensordecidos por el llanto y la sangre que, muerte y miseria, les gritan al oído. Pero cuando hay un momento de reposo, que los hay todavía, escuchan otra voz, no la que viene de arriba, sino la que trae el viento de abajo y que nace del corazón indígena de las montañas, la que les habla de justicia y libertad, la que les habla de socialismo, la que les habla de esperanza… la única esperanza de este mundo terrenal. Y cuentan los más viejos entre los viejos de las comunidades que hubo un tal Zapata que se alzó por los suyos y que su voz cantaba, más que gritar. ¡Tierra y Libertad! Y cuentan estos ancianos que no ha muerto, que Zapata ha de volver. Y cuenta los viejos más viejos que el viento y la lluvia y el sol le dicen al campesino cuándo debe preparar la tierra, cuándo debe sembrar y cuándo cosechar. Y cuenta que también la esperanza se siembra y se cosecha. Y dicen los viejos que el viento, la lluvia y el sol están hablando de otra forma a la tierra, que de tanta pobreza no puede seguir cosechando muerte, que es la hora de cosechar rebeldía. Así dicen los viejos. Los poderosos no escuchan, no alcanzan a oír, están ensordecidos por el embrutecimiento que los imperios les gritan al oído. “Zapata” insiste el viento, el de abajo, el nuestro…
*Viento segundo
El de abajo*
CAPÍTULO CUARTO
Que narra cómo la dignidad y la rebeldía se emparentan en el sureste y de cómo los fantasmas de Jacinto Pérez y mapaches recorren las sierras de Chiapas.
Narra también de la paciencia que se agota u otros sucesos e ignorada, pero presumible consecuencia.
Este pueblo nació digno y rebelde, lo hermana al resto de los explotados del país, no el Acta de Anexión de 1824, sino una larga cadena de ignominias y rebeldías. Desde los tiempos en que sotana y armadura conquistaban estas tierras, la dignidad y la rebeldía se vivían y difundían bajo estas lluvias. El trabajo colectivo, el pensamiento democrático, la sujeción al acuerdo de la mayoría, son más que una tradición en zona indígena, han sido la única posibilidad de sobrevivencia, de resistencia, de dignidad y rebeldía. Estas “malas ideas”, a ojos terratenientes y comerciantes, van en contra del precepto capitalista de “mucho en manos de pocos”.
Se ha dicho, equivocadamente, que la rebeldía chiapaneca tiene otro tiempo y no responde al calendario nacional. Mentira: la especialidad del explotado chiapaneco es la misma del de Durango, el Bajío o Veracruz; pelear y perder. Si las voces de los que escriben la historia hablan de descompás, es porque la voz de los oprimidos no habla… todavía. No hay calendario histórico, nacional o regional, que recoja todas y cada una de las rebeliones y disconformidades contra el sistema impuesto y mantenido a sangre y fuego en todo el territorio nacional. En Chiapas esta voz de rebeldías se escucha sólo cuando estremece el mundillo de terratenientes y comerciantes. Entonces sí el fantasma de la barbarie indígena retumba en los muros de los palacios gobernantes y pasa todo con la ayuda de plomo ardiente, el encierro, el engaño y la amenaza. Si las rebeliones en el sureste pierden, no es desacompañamiento temporal, es porque el viento es el fruto de la tierra, tiene su tiempo y madura, no en los libros de lamentos, sino en los pechos organizados de los que nada tienen más que dignidad y rebeldía. Y este viento de abajo, el de la rebeldía, el de la dignidad, no es sólo respuesta a la imposición del viento de arriba, no es sólo brava contestación, lleva en sí una propuesta nueva, no es sólo la destrucción de un sistema injusto y arbitrario, es sobre todo una esperanza, la de la conversión de dignidad y rebeldía en libertad y dignidad.
¿Cómo habrá de hacerse oír esta voz nueva en estas tierras y en todas las del país? ¿Cómo habrá de crecer este viento oculto, conforme ahora con soplar en sierras y cañadas, sin bajar aún a los valles donde manda el dinero y gobierna la mentira?
De la montaña vendrá este viento, nace ya bajo los árboles y conspira por un nuevo mundo, tan nuevo que es apenas una intuición en el corazón colectivo que lo anima…
CAPÍTULO QUINTO
Que narra cómo la dignidad indígena se dio en caminar para hacerse oír y poco duró su voz, y narra también cómo voces de antes se repiten hoy y de que volverán los indios a caminar pero con paso firme, y junto a otros pasos desposeídos, para tomar lo que les pertenece y la música de muerte que toca ahora sólo para los que nada tienen, tocará para otros.
Y narra también otros asombrosos acontecimientos que suceden y, dicen, habrán de suceder.
La marcha indígena Xi´Nich (hormiga), realizada por campesinos de Palenque, Ocosingo y Salto de Agua, viene a demostrar lo absurdo del sistema. Estos indígenas tuvieron que caminar mil ciento seis kilómetros para hacerse escuchar, llegaron hasta la capital de la República para que el poder central les consiguiera una entrevista con el virrey. Llegaron al Distrito Federal cuando el capitalismo pintaba una tragedia espantosa sobre los cielos de Jalisco. Llegaron a la capital de la antigua Nueva España, hoy México, en el año quinientos después de que la pesadilla extranjera se impuso en la noche de la tierra. Llegaron y los escucharon todas las gentes honestas y nobles que hay, y las hay todavía, y también los escucharon las voces que oprimen hoy sureste, norte, centro y occidente de la patria. Regresaron otros mil ciento seis kilómetros llenos los bolsillos de promesas. Nada quedó de nuevo…
En la cabecera principal de Simojovel, los campesinos de la CIOAC fueron atacados por gente pagada por ganaderos de la localidad. Los campesinos de Simojovel han decidido dejar de estar callados y responder a las amenazas cumplidas por los finqueros. Manos campesinas cercan la cabecera municipal. Nada ni nadie entra sin su consentimiento. El ejército federal se acuartela, la policía recula y los señores feudales del estado claman fuego para volver al orden y al respeto. Comisiones negociadoras van y vienen. El conflicto se soluciona aparentemente y con la misma apariencia, todo vuelve a la calma.
En el poblado Betania, en las afueras de San Cristóbal de las Casas, los indígenas son detenidos y extorsionados regularmente por agentes judiciales, por cortar leñas para sus hogares. La judicial cumple con su deber de cuidar la ecología, dicen los agentes. Los indígenas deciden dejar de estar callados y secuestran a tres judiciales. No conformes con eso, toman la carretera Panamericana y cortan la comunicación al oriente de San Cristóbal. En el crucero de Ocosingo y Comitán, los campesinos tienen amarrados a los judiciales y exigen hablar con el virrey antes de desbloquear la carretera. El comercio se empantana, el turismo se derrumba. La noble burguesía coleta se mesa sus venerables cabelleras. Comisiones negociadoras van y vienen. El conflicto se soluciona aparentemente, las causas subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
En Marqués de Comillas, municipio de Ocosingo, los campesinos sacan madera para sobrevivir. La judicial los detiene y requisa la madera para provecho de su comandante. Los indígenas deciden dejar de estar callados y toman los vehículos y hacen prisioneros a los agentes. El gobierno manda policías de seguridad pública y son tomados prisioneros de la misma forma.
Los indígenas retienen los camiones, la madera y los prisioneros. Sueltan a estos últimos. No hay respuesta. Marchan a Palenque para exigir solución y el ejército los reprime y secuestra a sus dirigentes. Siguen reteniendo los camiones. Comisiones negociadoras van y vienen. El gobierno suelta a los dirigentes, los campesinos sueltan los camiones. El conflicto se soluciona aparentemente, las causas subsisten; y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
En la cabecera municipal de Ocosingo marchan, desde distintos puntos de las fuerzas de la ciudad, cuatro mil campesinos indígenas de la ANCIEZ. Tres marchas convergen frente al Palacio Municipal. El Presidente no sabe de qué se trata y se da a la fuga. En el suelo de su despacho queda tirado un calendario señalando la fecha: 10 de abril de 1992. Afuera los campesinos indígenas de Ocosingo, Oxchuc, Huixtán, Chilón, Yajalón, Sabanilla, Salto de Agua, Palenque, Altamirano, Margaritas, San Cristóbal, San Andrés y Cancuc, bailan frente a una imagen gigantesca de Zapata pintada por uno de ellos, declaman poemas, cantan y dicen su palabra. Sólo ellos se escuchan. Los finqueros, comerciantes y judiciales se encierran en sus casas y comercios. La guarnición federal parece desierta. Los campesinos gritan que Zapata vive, la lucha sigue. Uno de ellos lee una carta dirigida a Carlos Salinas de Gortari donde lo acusan de haber acabado con los logros zapatistas en materia agraria, vender al país con el Tratado de Libre Comercio y volver a México a los tiempos del porfirismo. Declaran contundentemente no reconocer las reformas salinistas al artículo 27 de la Constitución Política. A las dos de la tarde, la manifestación se disuelve, en orden aparente, las causas subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
Abasolo, ejido del municipio de Ocosingo. Desde hace años los campesinos tomaron tierras que les correspondían por derecho real. Tres dirigentes de su comunidad han sido tomados presos y torturados por el gobierno. Los indígenas deciden dejar de estar callados y toman la carretera San Cristóbal-Ocosingo. Comisiones negociadoras van y vienen. Los dirigentes son liberados. El conflicto se soluciona aparentemente, las causas subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
Sueña Antonio con que la tierra que trabaja le pertenece, sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad, sueña que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para espantar la muerte, sueña que su casa se ilumina y su mesa se llena, sueña que su tierra es libre y que es razón de su gente gobernar y gobernarse, sueña que está en paz consigo mismo y con el mundo. Sueña que debe luchar para tener ese sueño, sueña que debe haber muerto para que haya vida. Sueña Antonio y despierta… ahora sabe qué hacer y ve a su mujer en cuclillas atizar el fogón, oye a su hijo llorar, mira el sol saludando al oriente, y afila su machete mientras sonríe.
Un viento se levanta y todo lo revuelve, él se levanta y camina a encontrarse con otros. Algo le ha dicho que su deseo es deseo de muchos y va a buscarlos.
Sueña el virrey con que su tierra se agita por un viento terrible que todo lo levanta, sueña con que lo que robó le es quitado, sueña que su casa es destruida y que el reino que gobernó se derrumba. Sueña y no duerme. El virrey va donde los señores feudales y estos le dicen que sueñan lo mismo. El virrey no descansa, va con sus médicos y entre todos deciden que es brujería india y entre todos deciden que sólo con sangre se librará de ese hechizo y el virrey manda matar y encarcelar y construye más cárceles y cuarteles y el sueño sigue desvelándolo.
En este país todos sueñan. Ya llega la hora de despertar.
La tormenta
…la que está
Nacerá del choque de estos dos vientos, llega ya su tiempo, se atiza ya el horno de la historia.
Reina ahora el viento de arriba, ya viene el viento de abajo, ya la tormenta viene… así será…