Nuestra Universidad honra y a la vez se honra al hacer este justo y merecido reconocimiento a Franz Hinkelammert. Y de este gesto, después de la acertada y bien sustentada exposición del doctor Lara, no podía estar ausente la gratitud ecuménica y macroecuménica, que recoge el sentir y el reconocimiento de muchas personas e instituciones que, de una manera u otra, representamos una identidad, una presencia, un compromiso y una consecuencia a causa de nuestra fe y de nuestro pueblo, porque somos pueblo y a él nos debemos. Gratitud por haber recibido la bendición de conocer a un hombre de la calidad humana de Franz Hinkelammert.
De él recibimos uno de los mayores aportes en el proceso de toma de conciencia y búsqueda de una base bíblica y teológica que respondiera a la nueva situación que, a partir de enero de 1959, comenzamos a vivir como pueblo y como iglesia. Sufrimos una crítica a la religión desarraigada de la cultura de nuestros pueblos. Esa crítica marxista- leninista manualesca, moscucéntrica y eurocéntrica, nos alejaba de nuestro pueblo, de su Revolución y de su proyecto socialista. Leer algunos de los libros de Hinkelammert significó recuperar la crítica bíblica de los profetas del siglo VIII a.C. y, a partir de ella, recuperar y comprender mejor la crítica revolucionaria de José Martí. Esas críticas —y el pensamiento marxista renovado de Fidel Castro y Ernesto Guevara— nos dieron el empujón definitivo que nos acercó al pueblo y nos comprometió con él, con la Revolución y con el socialismo. Pusimos la mano en el arado.
Además, nos une el legado que, en la pausa que de vez en cuando hay que hacer en lo cotidiano de nuestras vidas, apareció, según Benedetti, en nosotros y nosotras: ese “algo que hay en el evangelio cristiano que conmueve la conciencia de los hombres y las mujeres, haciéndoles sentirse descontentos, inconformes con todo aquello que no esté en plena conformidad con las normas expuestas en las enseñanzas de Jesús y que despierta la esperanza y aviva la fe en que, por imposible que parezca el que puedan ser realizadas, se pueden hacer progresos hacia la meta deseada, y que deben ser procuradas en las comunidades de aquellos que se han consagrado al ideal”. Somos herederos de una tradición histórica de inconformidad e indignación ética que en Hinkelammert subyace y se manifiesta en su pensamiento y en toda su obra.
Esta tradición no es prerrogativa única de grupo alguno, por lo que la obra y el ejemplo de Franz se hacen vigentes y muy necesarios en esta hora de Cuba. Hinkelammert nos aporta convicciones muy seguras y bien investigadas, que vienen a ser “lámpara y lumbrera” en nuestro camino como pueblo para seguir cultivando el jardín de la esperanza, limpiándolo de abrojos y de espinos sin perder el rumbo y el destino, como nos pidiera el exobispo metodista de Rosario, Argentina, el Reverendo Federico Pagura.
Entre los signos que fortalecen la terquedad de mi fe y mi esperanza en el porvenir de nuestra sociedad, comparto lo que considero que no se puede pasar por alto, algo que no se puede olvidar. Es uno de los retos más importantes que nos dejara el primer secretario del Partido Comunista de Cuba en su discurso de clausura del VI Congreso del Partido y cito: “El Partido debe estar convencido de que más allá de los requerimientos materiales y aun de los culturales, existe en nuestro pueblo diversidad de conceptos e ideas sobre sus propias necesidades espirituales. Múltiples son los pensamientos en esta temática del héroe nacional, José Martí, hombre que sintetizaba esa conjunción de espiritualidad y sentimiento revolucionario”.
Traigo a un acto como este ese reclamo de Raúl Castro, porque en esta hora que vivimos como pueblo, urge tomar en serio y emprender esta justa y necesaria tarea de todo un pueblo, tanto en la reconsideración de la misión del movimiento ecuménico cubano bien orientado por su Consejo de Iglesias, como en la educación y formación de nuestra ciudadanía en todos sus niveles.
¡Cuánto bien habrían recibido nuestros jóvenes si entre la bibliografía que se les recomendaba hubieran estado algunos de los escritos de Hinkelammert, y en ellos la preocupación por la necesidad de esta espiritualidad diversa! Porque en la teología profana de Franz hay una insistencia permanente en la espiritualidad de la vida, de la convivencia, del buen vivir, como alternativa a la pseudoespiritualidad del dinero, del cálculo de la utilidad, en fin, de la espiritualidad de la muerte. En este empeño, la obra y el ejemplo de Franz Hinkelammert deben estar presentes.
De su fructífera obra literaria, menciono algunos asuntos —que ha convertido en títulos— cuya lectura y meditación se hacen imprescindibles por su vigencia: espiritualidad de lo humano y espiritualidad del poder; el sujeto y el rencantamiento del mundo: “Yo soy si tú eres”, la dimensión espiritual de la ética de la convivencia; la interrelación inseparable de ética y economía; fetiches que matan: la fetichización de las relaciones económicas; la Teología de la Liberación en el contexto económico-social de América Latina: economía y teología o la irracionalidad de lo racionalizado; la cristianización del imperio y la imperialización del cristianismo; la ética de la banda de ladrones y la justicia; quien no quiere el cielo en la tierra produce el infierno.
Pero donde Franz Hinkelammert abre su alma inmensa, modesta y humilde y nos quema la conciencia, es cuando cita las palabras paradójicas de Cristo que resume en el título Quien ama la vida, la pierde: El núcleo celeste de lo terrestre, y lo comunica al lector en el espíritu de su teología profana: “Quien determina su vida por el cálculo de la utilidad, la perderá. Sin embargo, quien no ama, sino odia esta vida bajo el cálculo de la utilidad, ganará la plenitud de la vida”.
Y entonces, nos deja frente a frente a una pequeña anécdota de Anthony de Mello: un monje de la India que vivía de la limosna encontró en su camino una linda y brillante joya. Como le gustó mucho, la levantó y la metió en su bolsa. Un día, otro monje le pidió ayuda, porque no había conseguido limosna y estaba pasando hambre. El monje abrió su bolsa y le dio del arroz que le quedaba. El otro monje, que vio la joya, se la pidió. El monje la sacó, la miró y se la pasó. El otro monje le agradeció y se fue feliz, pensando que ahora podría vivir en abundancia durante el resto de su vida. Sin embargo, al otro día volvió donde el primer moje, se le acercó, sacó la joya y se la devolvió. A la pregunta de por qué, respondió: quiero que me des algo que tiene más valor que esta joya. Pero el primer monje insistió en que no tenía nada más y le preguntó: ¿qué entonces quieres de mí? Contestó el otro monje: quiero que me regales aquello que te hizo posible regalarme la joya a mí.
Entonces, afirma Hinkelammert: ese “aquello” es el tesoro en el campo de la parábola de Jesús. El punto fijo que Arquímedes buscaba. Es el punto de partida del Reino de Dios, que está entre nosotros. Sin embargo, no es la sociedad justa. Este “aquello” nos empuja a hacer justa la sociedad.
Hermano, amigo y compañero Franz Hinkelammert, que este “aquello” te bendiga y nos bendiga a todos y a todas.
Marianao, 11 de febrero del 2012,
como un regalo lleno de gratitud
a Franz Hinkelammert en su cumpleaños.