La América Latina y el melocotón unipolar

Helio Gallardo

Quisiera empezar diciendo dos cosas que no son protocolares. No las voy a decir porque esté tratando de ser gentil con ustedes. Lo primero es que les agradezco que sus compromisos personales de iglesia y con Cuba, y sus experiencias de vida, los tengan aquí, porque eso es lo que me tiene a mí aquí también. Entonces, les agradezco esta invitación. Es un privilegio real poder conversar varios días con creyentes cubanos.
La segunda –para mí tan importante como la primera– es que lo que van a escuchar en mis intervenciones sobre política latinoamericana, sobre cómo analizar política, y también mis observaciones sobre lo que ustedes quieran comunicarme acerca de lo que está viviendo Cuba –porque esos son los tres grandes bloques de estos días– no es la verdad sobre la política en la América Latina. Es una palabra, la mía, fundada en estudios, en conversaciones con gentes como ustedes, que yo he podido desarrollar. Yo les ofrezco mi palabra para que ustedes la asuman, la rechacen, crezcan con ella, digan “no nos interesa”. No es la verdad: es una palabra fundamentada. Ustedes tienen sus propias palabras, fundamentadas también en sus vivencias, en sus lecturas, en sus conversaciones, y si tienen a bien hacerlas llegar a este colectivo, creo que habremos ganado los próximos días.
Durante este tiempo vamos a trabajar, como les decía, temas de la política latinoamericana actual: ¿Cómo entender y participar en política? ¿Cómo entenderla para estar mejor en política? ¿Qué pasa con eso de la política? ¿Cómo estamos viviendo? ¿Cuáles son los problemas? ¿Cómo los ven ustedes? Esos son nuestros grandes temas.
Una observación antes de decir otras cosas: América Latina es un nombre cómodo que designa realidades nacionales y regionales muy diversas, aun cuando pueda haber elementos comunes. Por tanto, espero que nadie crea que yo puedo contarle en una hora la realidad política latinoamericana, ni mucho menos sus instituciones básicas, los actores sociales, los protagonistas, la distancia entre Paraguay y México, o Chile y Haití, etc. Agreguemos a esto que dentro de este panorama de diversidades, Cuba es particularmente diversa. A lo que me voy a referir, entonces, es a algunos conceptos que me permiten dibujar globalmente lo que ocurre en la América Latina.
Primer asunto obvio: (claro que los que tengan más edad van a decir que esto es eterno en la América Latina) las sociedades latinoamericanas están viviendo una transformación. Algunos querrán llamarle crisis, otros transición. Lo que importa es que hay una transformación, y acelerada. Afecta a todos: a Haití, a Cuba, a Chile, a México, a Paraguay, a Venezuela… Los afecta de modo distinto. Algunos países producen petróleo, otros no. Algunos países han invertido en recursos humanos –los neoliberales los llaman capital humano– y otros países no han invertido en recursos humanos, es decir, no han invertido en educación, no han invertido en salud, no han invertido en infraestructura. Algunos países han tenido una economía socialista y otros no.
Todo lo anterior hace que la transformación los afecte de distinta manera. No se puede decir que sea de manera mejor o peor, pero sí se puede decir una cosa: en 1999 –para no irme al 2000– las sociedades latinoamericanas habrán completado gran parte de esta transformación y serán distintas a lo que fueron diez o quince años atrás, y sin dudas muy distintas a lo que fueron hace cuarenta años. Nos guste o no nos guste, no tiene vuelta de hoja.
Y ustedes se preguntarán: ¿por qué está tan seguro? Muy fácil: porque no hay fuerzas sociales capaces de oponerse a las transformaciones. Y ustedes dirán: ¿y si las hacemos? Ese es otro cuento. Ahí vengo a otro taller y discutimos si lo hacemos o no lo hacemos. Lo que sí sé es que hay un proceso de transición, de transformación, en curso, cuyos actores, protagonistas, estructuras e instituciones son sumamente potentes y, además, implacables.
Estamos viviendo una transición o una transformación, y como siempre hay que darle un nombre a esa transformación o transición, la voy a llamar globalización. Y ese es el primer concepto de la tarde. ¿Qué quiere decir?
Quiere decir, en primer lugar, que las sociedades latinoamericanas forman parte del mundo occidental capitalista. Y es el mundo occidental capitalista el que está en un proceso de globalización. O mejor, desde que los europeos descubrieron América, en el mundo occidental se abrió una globalización que se está completando a fines del siglo XX. Luego, globalización quiere decir mundialización.
Voy a ponerlo de otra manera: a fines del siglo XX no hay un afuera del mundo occidental capitalista. Para darles un ejemplo sencillo, hace diez, o veinte o treinta y cinco años, si usted quería salir del capitalismo tomaba un avión y se iba a la URSS, no importa si era mejor o peor, o exactamente igual. Hoy en día, si quiere salir del capitalismo, no puede ir a la URSS, que ya no existe. Va a Rusia y cae en el capitalismo. Y usted dirá: “me puedo ir a China o me puedo ir a Vietnam”. Habría que verlo, ya no está tan claro que sea a China, a Vietnam, a Libia, a Corea Democrática. No estoy diciendo que no sean socialistas, sino que habría que someterlo a un foro de discusión.
Se trata entonces de una globalización, de una mundialización que empieza a mostrar que el capitalismo carece de un afuera. De modo que si hay aquí algunos que dicen “yo no quiero estar en el capitalismo”, yo le respondería: “transfórmelo, pero desde adentro, porque no hay afuera”. Eso es lo que quiero decir. Si a usted no le gusta lo que le hace a usted, si a usted no le gusta lo que le hace al campesino, si a usted no le gusta lo que le hace al negro, si a usted no le gusta lo que le hace a la mujer, transfórmelo.
¿Y qué le hace a la mujer? La sexifica y genitaliza. ¿Y qué le hace al ambiente? Lo destruye, lo envenena, lo deteriora. ¿Y qué le hace al niño? Lo transforma en joven. ¿Para qué? Para hacer el adulto del mañana, pero le impide ser joven. ¿Qué hace el capitalismo? Genera ídolos y se los mete en el corazón y usted los adora, y se jode y se friega y se fetichiza.
A lo mejor a usted le gusta, y si es así, quédese con él. Y si no le gusta, cámbielo, pero sepa que no es allá fuera. Voy a decirlo de forma más brutal: aunque usted no lo crea, cubano socialista, el capitalismo es usted, lo lleva dentro de su cuerpo. Capitalismo es usted, soy yo. Eso es el capitalismo. No tiene un afuera; lo que tiene es un aquí que hay que transformar. Y ese aquí está ahí, está en el barrio, está en la Iglesia, está en el Centro Martin Luther King. Y como el capitalismo quiere permanecer, lo está matando él aquí, a usted, a mí, a todos.
¿Qué características tiene este proceso de globalización, de mundialización? Voy a dar las que me parecen más importantes, aunque insisto en que esto es un esquema, son algunas imágenes de un discurso no más difícil, pero sí más largo que el que estoy haciendo. Esta globalización o mundialización es nortecéntrica. Seguro han oído hablar de Norte y Sur. Algunos dicen que el mundo se divide en países del Norte y países del Sur. Es una imagen, porque hay países pobres que están en el Norte desde el punto de vista geográfico. Yo voy a usar la expresión nortecéntrico asumiendo el Norte como los países industrializados, opulentos.
Es una mundialización nortecéntrica. Y esto, ¿qué quiere decir? Que tiene como eje el funcionamiento de las economías de los países centrales ligado a un mercado mundial; o sea, la globalización se hace siguiendo la lógica de un mercado mundial. ¿Y quién domina ese mercado mundial? Los países centrales, las economías de los países centrales.
Por ejemplo, voy a prescindir en este momento del bloqueo, voy a suponer que Cuba es normal. ¿Cómo se comporta la economía cubana en términos del mercado mundial? Ustedes tienen una situación especial, pero si estuviéramos en otro país latinoamericano, Chile, por ejemplo, y nos preguntáramos por el funcionamiento de su economía medido en los términos de la lógica del mercado mundial, tendríamos que ver que el Chile tradicional produce frutas, entre ellas el melocotón. Pero, ¿cómo lo produce? Lleno de arrugas, unos más chicos, otros más grandes. Con tecnologías bajas y precios altos y muchas horas de trabajo, para producir unos melocotoncitos traídos de la mano del demonio, no de Dios en este caso. ¿Puede competir Chile con eso en el mercado mundial? ¿Qué quieren Madonna o Michael Jackson al desayuno? Quieren unos melocotones todos regulares, todos rosados, algo eróticos ¿Y cómo se produce eso? Eso se produce con alta tecnología de punta. ¿Qué tiene que hacer Chile para que sus melocotones tengan acceso al desayuno de Madonna? Producir melocotones con tecnología de punta, comercializarlos con comercialización de punta, transportarlos con transporte de punta.
Eso quiere decir nortecéntrico: las condiciones que impone la lógica del mercado mundial, es decir, la lógica de los productores avanzados y de los consumidores de los países centrales.
¿Cómo toma azúcar un suizo? Esa es la pregunta que tiene que enfrentar Cuba. ¿Cómo producir azúcar para un suizo, para un alemán? No para satisfacer las necesidades de los suizos, sino para satisfacer sus preferencias, porque de eso se trata.
Aquí viene Madonna de nuevo. Si el melocotón no tiene aroma sexual, no le gusta. No es un asunto de que ella quiera comer un melocotón para nutrirse, para celebrar su santo, para lo que sea. Son preferencias. Nortecéntrico quiere decir lógica del mercado mundial, lógica por situación productiva de los países centrales, por preferencia de los consumidores de los países centrales.
Segunda característica que quiero compartir: la globalización-mundialización es unipolar. ¿Qué quiero decir con esto? Así como nortecéntrico hace referencia a la economía, unipolar hace referencia a la cultura. Quiere decir que ustedes, dentro de cinco años, van a comer meneítos Jack, van a masticar chicles igual que en los países centrales, van a querer, como Madonna, melocotones eróticos. Si no, se van a sentir mal.
Estoy seguro de que ustedes entienden mejor a sus grupos de cantantes, que cantan cosas que tienen que ver con la historia de Cuba y con los amores de este con esta otra. Pues dentro de veinte años esos grupos serán minorías en algunas catacumbas, por ahí tocarán su guitarra. Silvio Rodríguez, por ejemplo, andará buscando su unicornio. ¿Por qué? Porque habrá una música estándar que se escucha en Berna, en Roma, en Nueva York, y esa es la que da estatus, ese es el mundo. ¿En qué idioma cantan los holandeses? En inglés. ¿En qué idioma cantan los alemanes? En inglés. ¿En qué idioma cantan los mexicanos para sentirse realmente modernos? En inglés. Ustedes ven la televisión mexicana, ¿cómo son las locutoras y presentadoras mexicanas? Blancas y rubias. Así que vayan tiñéndose varias aquí, porque dentro de veinte años no tienen cabida.
Hay una cosa estándar: usted tiene que ser rubio, tiene que ser blanco, o si no, blanquéese como pueda. La mejor manera de blanquearse es ser rico. Si no es millonario, más o menos siempre sigue siendo un negro de porquería. Un latinoamericano, aunque sea millonario, siempre va a ser un grasiento de porquería, pero con dinero se soporta mejor. ¿Por qué? Porque esto es también cultural, no es sólo una cuestión económica, no es sólo una manera de producir, sino que es también una manera de consumir, de tener para ser alguien. Hay que tener de cierta manera, hay que tener cierta forma para ser alguien. Este es, por tanto, un asunto económico-cultural. Nortecéntrico alude a una realidad económico-cultural; unipolar es un término geopolítico.
Algunos de ustedes están más familiarizados con estas cosas y otros menos, y por eso explico algunas cositas. La geopolítica se refiere a las relaciones internacionales entre Estados, básicamente. O sea, cuando escuchen la palabra “geopolítica”, es que se habla de las relaciones entre Estados. ¿Y qué pasa con las relaciones entre Estados? Bueno, las relaciones entre Estados no son iguales a las relaciones que los Estados tienen hacia adentro. Hacia adentro suele haber legislación, tribunales, por tanto, posibilidad de orden jurídico. Hacia adentro de un Estado, puede que no se esté de acuerdo con la juridicidad, puede que no se esté de acuerdo en cómo funcionan los tribunales, pero existe ese orden en todos los países. Podríamos exceptuar a aquellos que tienen un orden prerrogativo, una ley, una norma prerrogativa, que son los países donde la autoridad hace la ley por su acción. Ese podría ser el caso haitiano: la autoridad hace la norma al actuar y usted, por tanto, está fregado. Si la autoridad hace la norma, por ejemplo, de que hoy es legal tener el pelo largo y mañana no, de que hoy puede ser legal usar zapatos y mañana no, eso es sumamente inestable, pero no es lo común.
En cambio en las relaciones internacionales no hay tribunal ni ley.
Existen esfuerzos porque haya legislación internacional, pero los problemas se resuelven en último término mediante el garrote. O sea, el Estado que más puede le da al otro por la cabeza y no resuelve sus diferencias mediante ninguna ley. La razón es la siguiente: no hay ninguna policía internacional con fuerza suficiente capaz de hacer acatar las decisiones de los tribunales.
Pensemos en la guerra en la América Central, dirigida principalmente contra Nicaragua. Viene una agencia que no les voy a nombrar, porque creo que ustedes están agotados de oírla nombrar, y mina los puertos de Nicaragua. La comunidad internacional se lleva las manos a la cabeza, porque eso no se puede hacer. Nicaragua acusa al país agresor ante la Corte Internacional de La Haya; la Corte Internacional de La Haya falla a la larga a favor de Nicaragua. ¿Contra quién falla? Contra los Estados Unidos. ¿Qué hicieron los Estados Unidos? Se retiraron de la corte ocho meses antes. Y ahí está: primero Reagan, después Bush, después Clinton, diciéndole a la Corte Internacional de La Haya: “Notifíquenlo, ya les vamos a hacer caso” ¿Cuándo le van a hacer caso? El día del juicio por la tarde, porque los Estados Unidos tienen la capacidad para ignorar una norma.
Tomemos un ejemplo más cercano. Bloquear a Cuba está prohibido por las normas internacionales. Es ilegal. Si hubiera derecho internacional, eso no podría funcionar, pero de hecho funciona. ¿Por qué? Porque hay alguien que tiene capacidad para hacerlo funcionar y suficiente potencia para quedar impune.
Es un poco lo que suele ocurrir en algunos países: si usted tiene suficiente prestigio y dinero puede asesinar y quedar impune. En el orden internacional es así. ¿Quién domina? Por desgracia, la capacidad de agredir o de amenazar con agredir, para que otro Estado haga lo que el más potente quiere que haga. Eso es una desgracia, y sin duda alguna esperemos que el siglo XXI no funcione así, pero así es como viene funcionando.
¿Qué quiere decir unipolar, por tanto? Que esta mundialización tiene como eje una sola superpotencia militar, a diferencia de hace diez años, cuando había dos superpotencias. La única superpotencia militar es los Estados Unidos, un único país que puede reunir la fuerza, solo o mediante alianzas, para imponer las condiciones de existencia internacional. Es una realidad.
Pero hemos hablado de relaciones entre Estados y de relaciones entre mercados, y ustedes podrían preguntarse: ¿y las gentes? Las necesidades de las gentes no tienen cabida, ni aquí, ni en Londres, ni en Roma, ni donde usted vaya. La globalización liga mercados y liga Estados, y las necesidades de la gente, o si quieren ustedes, el despliegue de sus capacidades, se realiza en función de los mercados y de los Estados. O sea, tenemos dos posibilidades. La primera es que las necesidades de la gente no aparecen para nada y todo se resuelve en términos, por ejemplo, de la eficiencia productiva, o del desequilibrio internacional en términos geopolíticos. Por ejemplo, el narcotráfico genera focos de desequilibrio y como el mundo no admite focos de desequilibrio, hay que militarizar Bolivia, hay que militarizar Colombia. Eso es geopolítico. En la América Latina lo hacen los Estados Unidos. Yo no tengo nada en particular contra los Estados Unidos, sólo que nosotros estamos en el área norteamericana. Si estuviéramos en el área francesa hablaríamos de Francia, si estuviéramos en el área rusa, hablaríamos de Rusia. Pero estamos en el área norteamericana, ¿qué quieren que le haga yo? Podemos trasladar a Cuba a otra área, y entonces tendríamos que hablar, porque las relaciones de fuerza están en todo el mundo.
Esa es la opción más brutal. La otra es cuando aparecen las necesidades de las personas, pero estas están siempre mediadas por el mercado. O sea, en la mundialización desaparecen las necesidades de la población humana como tales.
En la América Latina hemos inventado nombres para aquellos políticos que creen todavía que hay que hablar de las necesidades de la gente. Se les llama paternalistas, mesiánicos, utópicos, antiguallas nostálgicas. ¿Quiénes son esos? Los que piensan, por ejemplo, que se podría lanzar una línea subsidiada de viviendas populares. Esos son utópicos. ¿Por qué? Porque el mercado resuelve quién vive en qué casa; o las necesidades del equilibrio: tanto tienes, tantas casas tienes. Voy a mencionarles un caso clásico. Costa Rica tiene un sistema de salud cuyos resultados –no así su organización– eran equivalentes al sistema de salud cubano por lo menos hasta dos años atrás. ¿Qué se decía hace cinco años en Costa Rica?: “los costarricenses tienen que tener la salud que puedan pagar”, en otras palabras, la salud mediatizada por el mercado, la que puedan pagar, no la que merecen como seres humanos, la que pueden costear. Esto felizmente no se impuso en Costa Rica, no hubo manera de meter eso.
En tercer lugar, la globalizacíón no contempla la reproducción del hábitat, puesto que el hábitat no forma parte de las relaciones mercantiles. Entonces, la globalización tiene dos dinámicas siniestras para los latinoamericanos: no contempla las necesidades de la gente –y estamos hablando de sociedades en las cuales las necesidades básicas de la gente no han sido cubiertas en quinientos años– y no contempla el envenenamiento ni la destrucción ambiental, o cuando los contempla, los contempla mediados por el mercado o por la seguridad internacional.
¿Qué estamos viviendo? Una globalización nortecéntrica y unipolar. Pero voy a hablar de una tercera característica: para nosotros los latinoamericanos esa globalización es inducida, o sea, no surge de nuestra historia, sino que la tenemos que hacer porque hay fuerzas exteriores y debilidades interiores que nos obligan a hacerla queramos o no queramos. Es como el caso del tipo que dijo: “Isabel, o te casas conmigo o mato a tu mamá”. ¿Qué va a decir ella en esos momentos, mientras llega la policía? Sí. O supongamos que ella acaba de poner un piso nuevo en su casa, y él le dice: “Isabel, si no te casas conmigo me suicido”. Y ella, para no manchar el piso, dice que sí. Eso es inducir.
Globalización inducida, forzada, que quiere decir además que no la controlan nuestros gobiernos, no la controlan nuestras instancias de producción de conocimientos, no la controla obviamente nuestra población, está fuera de nuestro control. Y ustedes dirán, ¿por qué está fuera de nuestro control? Porque la globalización –me voy a referir sólo al aspecto económico para no hacer un discurso muy largo– descansa básicamente sobre la aplicación de la nueva revolución tecnológica y científica. Hay una dinámica muy acelerada cuyo motor son los efectos en el mercado de estas nuevas tecnologías. Las sociedades latinoamericanas no las controlan, a lo más nos las prestan o no las conceden previo pago de derecho. No sólo no las tenemos, sino que no hemos invertido ni estamos invirtiendo para tenerlas, con excepción de muy poquitos países, y de manera insuficiente, porque no sólo hay que tener tecnologías de punta, sino que hay que ser capaz de venderlas en el mercado. Usted puede tener el instrumental quirúrgico más alto de la galaxia, pero el punto es si puede venderlo. Usted puede tener el descubrimiento más grande del siglo –por ejemplo, que la tierra se puede comer después de darle baño de María y ponerle sal, y con eso se soluciona el problema de desnutrición y de hambre en todo el mundo–, pero el asunto es si lo puede colocar. Nosotros no controlamos la producción, no controlamos la administración de la producción y no controlamos los mercados. Esos controles ya están tomados por otras empresas con sedes en otros países.
Un solo ejemplo: Brasil quería desarrollar su propia línea de computación. Los Estados Unidos bloquearon a Brasil. Resultado: Brasil no puede tener su propia línea de trabajo informático, los Estados Unidos no lo permiten, porque es un área de ellos. Si Brasil insiste, primer castigo: exportaciones de jugos de naranja. Ahí aflojó Brasil, recibió un jab de izquierda. Pero pudo recibir castigos más graves: lista negra del Fondo Monetario Internacional, lista negra del Banco Mundial. Ahí se vería realmente en dificultades.
Cierro esta parte: globalización nortecéntrica, unipolar e inducida. No la controlamos. Y cualquier gobierno que diga que la controla –por ejemplo, el chileno– está mintiendo. Los crecimientos de las economías actuales latinoamericanas son resultado de inversiones externas y de concepciones externas, y por tanto están fuera del control de los países.
Pero, ¿qué hacen en la América Latina los gobiernos ante la globalización?
Solo voy a señalar un dato. ¿Qué hicieron primero las sociedades latinoamericanas? Sí, patrón; a la orden, patrón. Se trata de lo que se llamó en su tiempo la política de shock: cambiar la sociedad de una vez. Eso es neoliberalismo: hay que acomodarse al mercado mundial y Dios nos coja confesados, pero tenemos que seguir la línea de la globalización. Esto duró más o menos hasta 1989. ¿Por qué? Porque los tratamientos de shock tuvieron un efecto no deseado: las explosiones sociales. Y en 1989 ocurrió una explosión social particularmente significativa, el caracazo, porque ocurrió en un país petrolero, con Carlos Andrés Pérez. Y esto llamó la atención sobre el hecho de que si insistían en esas políticas de ajustes brutales, la inestabilidad era el costo.
Desde entonces, los gobiernos latinoamericanos tratan de: a) lograr espacios financieros internacionales que eviten las explosiones sociales. Hoy en día más del 50% de los proyectos del Banco Mundial están orientados a detectar pobrezas y contener pobrezas. Si usted se hubiera preguntado en 1984 o un poco después cuántos proyectos del Banco Mundial tenían que ver con los pobres, la respuesta hubiera sido “ninguno”. Hoy el Banco Mundial está hablando de cuáles son explosivos, de que hay un poquito de dinero, hay capacitación, hay salud. Y también las ONG. A las ONG las llama el Banco Mundial y les dice: “Detéctenme pobres. A ustedes les tienen confianza, ustedes tienen experiencia de trabajo, hay que parar la explosión social. Y a los que no reciban hoy en día, les dicen: ven, esos se portaron bien, mañana les toca a ustedes”.
Aprenden los gobiernos. El más famoso es el de México, con un proceso que se llama PRONASOL (Programa Nacional de Solidaridad). Ustedes ven que tanto como efectivo no es, porque tuvieron su Chiapas, pero ellos son el estandarte de esta ayuda focalizada. Y van más allá. Ahora están hablando de inversión en recursos humanos, inversión en capital humano. Se trata de inversión restringida en salud y educación para que la gente pueda producir mejor para el mercado. Los organismos internacionales están en eso: prestan dinero, dan créditos blandos para que un gobierno cualquiera toque la educación –cierto tipo de educación, la básica– para que la gente se integre al mercado. No es para que la gente desarrolle sus capacidades, sino para que la gente se integre al mercado. Y además se dan becas, los llevan a los Estados Unidos, y vuelven para aconsejarnos prudencia, humildad, ya llegaremos a la tierra prometida.
¿Qué se ha estado buscando desde los gobiernos ante este proceso de globalización? Integración latinoamericana. Integración, por ejemplo, en el mercado andino. Integración entre Venezuela, Colombia y Ecuador. Algunos esfuerzos de integración centroamericana, no muy rápida, porque Costa Rica se opone. Algún tipo de integración de mercado del Caribe insular. ¿Cuál es la gran meta de esta integración? Ligarse al Tratado de Libre Comercio, es decir, al tratado de libre comercio norteamericano. Ligarse al bloque económico que corresponde a esta alianza geopolítica, a este bloque que corresponde al área del hemisferio occidental. Ustedes dirán que eso no es tan malo. Pero si acabamos de decir que la globalización no respeta ni a la gente ni al medio, la meta única de integrarse al Tratado de Libre Comercio probablemente generará más problema sociales y humanos –incluso mundiales– que los que haya vivido nunca la América Latina.
Integrarse a la globalización sin ejercer crítica social, económica, cultural, religiosa, contribuye a que probablemente en el siglo XXI no haya más seres humanos, ni tierra creada. Yo no digo que de este taller salgamos como leones a luchar contra la globalización, porque la globalización sonreiría y pasaría por encima de ustedes. Lo que digo es: piénsenlo, construyan capacidades críticas, estudien, analicen, vean, exijan que se les informe. El mundo necesita gente informada porque esto es un crimen y lo vamos a pagar todos.
Los norteamericanos son muy creativos. Ustedes deben haber visto que inventaron un experimento que es una burbuja que se autosostiene. Es un hábitat artificial. Y se encerraron allí los científicos. La primera experiencia fracasó, porque creo que un damo se enamoró de una dama, y se pelearon, y tuvieron que salir todos, y se armó un gran lío pasional. Pero después lograron encerrar a otros más pasivos emocionalmente, aunque tuvieron que salir antes porque falló la burbuja. Y ustedes dirán: ¿y por qué nos habla de esto? Porque la burbuja se llama ALFA 1, tiene un nombre bonito, y esta burbuja reproduce todos los ciclos que permiten vivir a los seres humanos. No necesita exterior. Simpático, claro. Pero, ¿qué quiere decir la burbuja? Que toda la tierra está envenenada afuera, y que los norteamericanos desde hace mucho tiempo están pensando que los que sobrevivan en la Tierra tendrán que vivir en burbujas. ¿Cuántos cubanos creen ustedes que caben en una burbuja? ¿Cuántos haitianos? En el mundo desarrollado ya están pensando. ¿Cuál es la otra gran salida? Escapar en cohetes, vivir en burbujas, vivir bajo el océano. Dense cuenta si los cubanos podrán pagar las huidas en cohetes, las burbujas, o vivir debajo del océano. Y si en este caso el mundo es generoso con los cubanos, pienso en los chinos y en los indios de India. Hay países con doscientos millones de habitantes, con mil y tantos millones. Gente como yo, ¿qué produce para el mercado mundial? Gente como yo, ¿qué consume del mercado mundial?
En Costa Rica hay una verdura, que debe existir aquí, que se llama rabanito rojo. En Costa Rica el dólar está a ciento cincuentiséis pesos costarricenses. Un atadito de rabanitos, en la feria del agricultor, se vende a quince pesos. Costa Rica es un país de mercado, lo que quiere decir que el productor debe haber recibido, entre tres y cinco pesos por el rabanito –en realidad recibe menos, debe recibir como un peso cincuenta, pero yo soy generoso–. Y ustedes dirán, ¿dónde va con este ejemplo? Un vehículo de trabajo agrario, el más barato, cuesta tres millones de colones. Piensen la cantidad de atados de rabanitos que necesitaría el pequeño agricultor para comprarse un jeep. Además, esos rabanitos no tienen un tufo aromático, no tienen un pene postizo, no tienen nada, son porquería de rabanitos antiguos. Capaz que usted se lo empiece a comer y le salga un gusano. La producción tiene que ser seria: si usted no produce rabanitos iguales y los mete en bandeja, el que es muy grande se cae de la bandeja y el que es muy chico sobra. Y el japonés está perdiendo plata.
El japonés se enloquece y muere, se mata, porque está perdiendo en cada caja de rabanitos. Los rabanitos tienen que tener el mismo peso, el mismo color, el mismo tamaño y encajar exactamente en la caja. Y ustedes dirán: ¿y para lograr eso se pierde el gusto del rabanito? A quién le importa.
Hagan la prueba. Aquí hay frutas de exportación, que llegan de afuera. ¿A qué tiene gusto la manzana? A nada. ¿A qué tiene gusto una pera de exportación? A nada. Yo vengo de un país mediterráneo que tiene peras y manzanas, es decir, que siglos atrás yo comía peras y manzanas de verdad, con gusanos, con gusto a manzana. Las peras de exportación lo que tienen es buen aspecto, y eso es lo que se vende, pero no tienen el sabor de los gustos originales. ¿Por qué? Porque han sido manipuladas de manera tal que perdieron sus rasgos.
¿Cuál es el gran símbolo sexual del cine norteamericano? Marilyn Monroe. Frígida, la pobre. Apariencia, pero sin interior. A eso no le llamo mundo rico, sino mundo opulento sin plenitud, sin vida interna, sin espiritualidad. Hacia allá vamos, hacia allá vamos, vamos a ser como Marilyn Monroe, grandes caderas, mirada erótica y frígidos. Dejemos en paz a Marilyn, que está muerta. Cena de desagravio a Michael Jackson, millonario, multimillonario. Primer plato de la cena, al hombre se le cae y se pone a llorar. ¿Por qué? Porque Michael Jackson está vacío, con todos sus millones, su arte, su talento, su creatividad –que todo lo tiene–, su manera de sentir, el amor –que lo tiene–, y el pobre tan solo, vacío y se desploma.
Integración, pero, ¿para qué? Para llegar al Tratado de Libre Comercio. No estoy diciendo que esté mal –además, es un poco forzado–, pero no puede hacerse sin crítica, y los cubanos están en situación especial para proponer parte de esa crítica. No es que sean los únicos, pero tienen una historia distinta. No se trata de llevar a todo el mundo el modelo cubano. No, estoy hablando de una crítica, estoy hablando de lo que tendrían la obligación de decir y de hacer en estos momentos dramáticos para todos.
Tercer tema: ¿Cómo estamos viviendo la globalización en la América Latina en estos momentos? Tratando de integrar. ¿Para qué? Para lograr llegar al Tratado de Libre Comercio. Esto quiere decir que las respuestas son de larguísimo plazo económico, porque las integraciones económicas son muy lentas. Cuando se llega a acuerdo los resultados son de largo plazos.
Junto a la globalización inducida, nortecéntrica, unipolar; junto a estos procesos de integración, a esa búsqueda de un poco de más fuerza para no ser avasallados, en el proceso de globalización que buscan los gobiernos –gobiernos débiles, muchas veces corruptos, sin respaldo popular– derivan fenómenos de democratización. Por ejemplo, la América Central, un área tradicionalmente gobernada por militares, dictaduras militares, hoy día solo tiene gobiernos civiles. Entre 1981 y 1994 se deben haber realizado más elecciones en el área centroamericana que en ninguna parte de la galaxia. Todo tipo de elecciones: de constituyentes, de presidentes, de lo que usted quiera.
Esos procesos de democratización consisten básicamente en realizar elecciones. No obstante, por débil que sea realizar elecciones ello supone una cierta participación, una movilización social, un discurso. Por débiles que sean los procesos de democratización, hacen que la gente tenga aspiraciones a participar más, a controlar más, a proponer sus propios candidatos. Y eso es difícil. Si el proceso es fundamentalmente electoral, entonces las elecciones se resuelven a través de mecanismos de propaganda.
Costa Rica, país pequeño, tres millones de habitantes, dos partidos, costo oficial de un candidato para tener opción de ganar: diez millones de dólares. Ese es el costo que ellos dan de lo que les cuesta. Habría que ver cuál es el precio real.
Estos procesos no descansan sobre partidos permanentes, no descansan sobre una organización social de base, no descansan sobre tejidos sociales. El candidato puede ser Blades, un cantante, porque aparece mucho en televisión, porque le gusta mucho a la gente, porque por último es la negación de la corrupción imperante. O puede ser un cocodrilo o la mujer barbuda del circo, porque llaman la atención. O puede ser el que se tira mejor en paracaídas, o el hijo del antiguo presidente. O sea, hay un desgaste electoral, hay un desgaste de la democracia. Pero no importa, este proceso, por débil que sea, levanta expectativas, porque implica algún grado de participación, algún grado de activación de la base de la asociación.
Cuarto punto: estos procesos de democratización entran en un conflicto frontal con las tendencias fundamentales de la globalización. ¿Cuál es la tendencia fundamental de la globalización en nuestras sociedades? La exclusión social. Ese es el efecto social. ¿Por qué? Lo dije antes. Porque nosotros, mucha de nuestra población, no produce para el mercado mundial y no consume los productos de ese mercado mundial, porque no tiene el poder adquisitivo para ello. Entonces este proceso, en nuestras sociedades –no estoy hablando de otras, se podría hablar, pero no me interesa ahora–, produce exclusión.
Voy a darles un solo ejemplo. Si usted se fija en la década del sesenta verá que estaba dominada por una sensibilidad, por una ideología, que se llama desarrollismo. Voy a decirlo así: a la larga todos íbamos a ser reinas, como los Estados Unidos, como Suiza; era cosa de liberarnos de obstáculos internos, íbamos a avanzar hacia el desarrollo. El desarrollo eran los países industrializados. En la década del sesenta teníamos, desde luego, pobres; pero, ¿quién era el pobre para la sociología oficial?
El pobre en la década del sesenta era el marginal, así se le llamaba. ¿Y qué quería decir marginal? Marginal era alguien que estaba en el borde exterior del límite del desarrollo. El desarrollo era como una espiral y a la siguiente vuelta el marginal quedaba adentro del desarrollo. El marginal era el que estaba en el borde exterior del proceso de desarrollo –campesinos, pobres de la ciudad– y el desarrollo tarde o temprano los iba a meter dentro suyo.
El concepto de periferia se aplicaba a las sociedades en su conjunto. Por ejemplo: Cuba, periferia; los Estados Unidos, centro. Chile, periferia; los Estados Unidos, centro. En cambio, el de marginal se aplicaba a la gente, a sectores sociales dentro de los países. Ustedes no tienen esa tradición, porque en 1959 triunfó aquí un proceso político que a los marginales les llamó pobres de la ciudad y el campo, pero en la tradición de la retórica revolucionaria cubana, el pobre de la ciudad y el campo es un sujeto revolucionario.
¿Quién es un pobre ahora en 1994? Es un excluido, no es un marginal. Es decir, no es alguien que va a ser recogido por la lógica del crecimiento, sino alguien que es expulsado por la lógica del crecimiento. Esto es tan dramático que la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), que es la sociología oficial, está inventando variables para estudiar los mecanismos de discriminación, para saber qué es lo que expulsa a la gente, para tenerlo graficado. Es decir, el excluido ya no es un agitador como yo, sino que ahora se estudia en las universidades.
Y ahora les añado el siguiente dato: en el límite de estos que son expulsados por las relaciones sociales fuera de la sociedad, en el límite de los excluidos, se encuentran los que los colombianos llaman desechables. Lo inventó Colombia, pero eso es Brasil, eso es México: cacería de niños en la calle, cacería de pobres, cacería de prostitutas viejas, cacería de drogadictos que ensucian la calle, que no permiten que el turismo vea una ciudad bonita. ¿Qué hace usted con los mendigos? Desechables. Pero, ¿quién es el desechable? Alguien a quien hay que matar para que yo pueda vivir.
Ahora traten de pensar si muchas de nuestras sociedades, de nuestras poblaciones, no caerán en el próximo futuro bajo la categoría de desechables. Y lo que es importante acerca de la creación de la categoría de desechable es que indica una transformación ética, porque el problema en Colombia no es que haya sicarios, no es que haya bandas armadas, el problema es que gentes como usted o como yo coexisten, conviven y empiezan a encontrar normal que se elimine a los desechables. Yo salgo ahora de aquí a las siete de la noche y me violan a mí o a mi hija. ¿Y quién nos viola? Un drogadicto, un alcohólico, una lesbiana vieja. Y entonces empiezo a pensar: ¿para qué sirven excepto para producir daños? Entonces uno empieza a convivir con la idea de que matar a otros es socialmente útil, que mi propia seguridad está ligado a la desaparición de esos seres. Estamos hablando entonces de una globalización que implica una transformación ética.
Estos son algunos de los datos que yo quería compartir inicialmente sobre sociedades latinoamericanas, globalización inducida, nortecéntrica, unipolar. También sobre integración latinoamericana, pero bajo condiciones que deberían ser criticadas, y sobre democratización y expulsión. Y no será malo que ustedes pongan en relación sus experiencias cubanas con estos procesos globales, porque si bien Cuba es distinta, también aspectos de estos procesos están tocando y van a tocar más fuertemente a la realidad cubana en los próximos cinco a diez años.

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