Vista del crepúsculo, al fin del siglo
está envenenada la tierra que nos entierra o destierra.
Ya no hay aire, sino desaire.
Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida.
Ya no hay parques, sino parkings.
Ya no hay sociedades, sino sociedades anónimas.
Empresas en lugar de naciones.
Consumidores en lugar de ciudadanos.
Aglomeraciones en lugar de ciudades.
No hay personas, sino públicos.
No hay realidades, sino publicidades.
No hay visiones, sino televisiones.
Para elogiar una flor, se dice: parece de plástico
Eduardo Galeano
Patas arriba. La escuela del mundo al revés
Es evidente que nuestra actividad misionera transcurre en el ámbito histórico de la dislocación y la crisis, en el que la pobreza, las guerras, el desempleo, la destrucción de la naturaleza y la exclusión son constantes y comunes en la mayoría de los contextos. Necesitamos una nueva visión de la misiología que nos aliente a la búsqueda de las alternativas que aseguren una completa participación de todo el pueblo y de todas las comunidades, especialmente las que están marginadas por la pobreza y sin ningún poder en lo económico, lo social y las decisiones políticas que las afectan.
Es Ivone Gebara, teóloga brasileña, quien nos dice:
La misión en el siglo XXI es la responsabilidad común de las personas y los grupos de todo el mundo con el objetivo de ayudar a nuestra vida a crecer en una forma honesta, cuidar de la vida del planeta y terminar con las industrias de armas de destrucción.
La misión consiste en hacer realidad nuestra relación e interconexión mediante acciones que puedan ser observadas en nuestras vidas… Este reto precisa de cambios de conducta e instituciones diferentes, y para lograrlos debemos usar nuevas referencias y nuevos modelos de organización…1
Quizás la más poderosa imagen de la misión fue la propuesta por Kosume Koyama en la octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Harare en 1998: “Dios es el Dios que corre del centro a la periferia transformando la periferia en centro” (Lucas 15,20).
Dios cambia lo invisible en visible cuando nos dice en la parábola del hijo pródigo: “Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies” (Lucas 15,22b).
Necesitamos un compromiso nuevo y un entendimiento nuevo de la misión
Tenemos que reconocer que la misión es la participación del pueblo de Dios en la actividad misionera de Dios en el mundo (Missio Dei). El término misión no excluye la evangelización de los no evangelizados, pero sin duda incluye el reconocimiento de que toda actividad misionera es de Dios, y que esta actividad tiene un carácter relacional entre Dios, los enviados y el mundo. Así que la Iglesia es solamente copartícipe en la misión de Dios, y como sujetos en la misión, nuestra tarea incluye el discernimiento de la actividad de Dios en el contexto de la misión y en las comunidades.
Es importante señalar que en las últimas décadas se ha producido un cambio misiológico fundamental al mover nos de un eclesiocentrismo a la teología del Reino de Dios. Hoy, al observar los escritos de los misiólogos encontramos el desarrollo de una serie de conceptos y elementos interrelacionados:
– La misión como compasión, de Roberto E. Zwetsch. Este libro le ofrece a la iglesia de la América Latina una misiología inédita para el siglo XXI, basada sobre una reinterpretación contextualizada del evangelio de Jesucristo a partir del rico concepto de la compasión y la práctica en la realidad contextual de nuestro continente. Es la visión de la misión compasiva de Dios para la transformación del mundo. Esa misión debe ser holística, liberadora y ecuménica, comprometida con el sufrimiento, la pasión de Dios y de los pueblos crucificados de la América Latina. – Una introducción a la misión, de Carlos F. Cardoza Orlando, nos brinda una nueva visión sobre la misión de Dios y diversos paradigmas para repensar la misión y el llamado del Dios misionero. El texto nos presenta una “misiología hispana”, entendida en términos teológicos y educativos. Para Carlos Cardoza, la predicación ha de ser misional al relacionar la fe del pueblo con la actividad de Dios en el mundo. Si esto es así, necesitamos, en la perspectiva de la misión, nutrirnos de las ciencias sociales para desarrollar una misiología saludable. – Ser, hacer y decir: bases bíblicas de la misión integral, de C. René Pasilla y Harold Segura nos conduce a la comprensión de que toda la iglesia es misionera por naturaleza, y que la misión tiene que ver con la transformación de la vida humana en todos sus aspectos. El concepto de la misión integral nos orienta para la comprensión de que la misión de Dios no se reduce a “lo espiritual”, “lo individual” y “lo sagrado”, sino que también se extiende a “lo material”, “lo social” y “lo secular”. Es necesario, entonces, afirmar que la iglesia, como agente de la misión de Dios, tiene que cruzar fronteras no sólo geográficas, sino también culturales, sociales, económicas, políticas para colaborar con Dios en su propósito de transformar la vida humana en todas sus dimensiones, de modo que todos los hombres, las mujeres, los niños y las niñas disfruten de la vida plena que Dios ha hecho posible por medio de Jesucristo en el poder del Espíritu. – En Llamados al compañerismo en el servicio de Cristo: la práctica de la misión de Dios, de Sharon Kay George, la autora orienta y estimula la reflexión y el trabajo de la misión de Dios en unidad. Este texto nos guía en el reconocimiento de que el escándalo de la división del cristianismo y la rivalidad entre las denominaciones obstaculiza la eficacia de su mensaje (Juan 17,21). – El informe de la Conferencia sobre Misión y Evangelismo del Consejo Mundial de Iglesias celebrada en Atenas en mayo del 2005, tuvo como tema “Ven Espíritu Santo, sana y reconcilia”. La sanidad y la reconciliación constituyen elementos fundamentales de la misión de Dios. El mensaje final a las iglesias al terminar ese evento expresó: “Estamos en misión, todos/as nosotros/as, porque participamos en la misión de Dios que nos ha enviado a un mundo fragmentado y roto. Estamos unidos/as en la creencia de que todos/as somos llamados/as en Cristo a ser comunidades de reconciliación y sanación.”
Estas nuevas visiones para la misión en el siglo XXI han sido incorporadas en los cambios de paradigmas de la Teología de la Misión que nos ofrece la obra magistral de David I. Bosch: Misión en transformación. Sin embargo, lo más importante en este análisis es que, como afirma su autor: “No son componentes distintos y aislados de un nuevo modelo: todos están conectados íntimamente entre sí. Hay una integridad e invisibilidad del paradigma… en el proceso de enfocar cada elemento, todos los demás estarán a la vez presentes y visibles al borde del centro de nuestro haz de luz”.2
Esa visión nos ayuda, como afirma Carlos F. Cardoza, “a liberarnos del cautiverio misional y tomar las riendas para ser coparticipes en la misión de Dios en este mundo”.3
Paradigmas de la misión para nuestros tiempos
Existe una síntesis extraordinaria de las Declaraciones del Consejo Mundial de Iglesias sobre Misión –1980-2005. En esa síntesis encontramos paradigmas de la misión que creo que orientarán nuestra reflexión en relación con el futuro de nuestra acción misionera:
1) Somos llamados/as a participar en la misión de Dios para la plenitud de la vida. La iglesia está llamada a ofrecer paradigmas alternativos concretos a la ideología consumista de la mundialización. Debe poner límites y utilizar su poder para decir “basta” a la tentación de dominio; oponerse a la tentación de la posesión y la propiedad; incorporar las ascesis de los primeros cristianos que compartían su alimento y sus propiedades con los necesitados y los desposeídos; y liberarnos de la tentación del poder, ejerciendo la voz profética que hoy necesitan nuestros pueblos.
2) Somos llamados a la vida en comunidad. Muchos perciben la salvación como un asunto entre el individuo y Dios y no advierten la función de la comunidad de fe, la iglesia. Es necesario recuperar la importancia de la iglesia como instrumento de la relación con Dios, con otras personas y con la totalidad de la creación, así como el concepto de la salvación en y a través de la comunidad.
3) Somos llamados a reconocer la función de la mujer en la misión de la iglesia. Hay que reconocer la función de la mujer en la misión de la iglesia y aportar así plenitud e integridad a la comunidad humana y eclesiástica. A este respecto deben señalarse los múltiples ejemplos que abundan en la historia de la iglesia de mujeres que predicaron, testimoniaron y sufrieron el martirio, así como los de las santas que, a causa de su fidelidad en la proclamación del Evangelio, son veneradas como “iguales a los apóstoles”.
4) Somos llamados a encarnar el evangelio en el seno de cada cultura. “La cultura conforma la voz humana que responde a la voz de Cristo”, se dijo en la Conferencia Mundial sobre Misión celebrada Bangkok en 1973. En la Conferencia de Salvador, Bahía, se afirmó enérgicamente que “es imposible ser humano sin pertenecer a una cultura, porque es a través de la cultura que se forma la identidad”. Los pueblos indígenas y afrodescendientes desafían a las iglesias a reconocer la riqueza de su cultura y espiritualidad, que hace hincapié en la interconexión y la reciprocidad con toda la creación. Piden a las iglesias que trabajen verdaderamente asociadas con ellos, realizando la misión como iguales, en mutua coparticipación. Pablo Suess, un pastor metodista de Brasil, nos contó la historia que una mujer le confió al antropólogo norteamericano R. Benedict: “Un jefe indígena le dijo a ella: Dios ha creado el barro para todos los pueblos y le permitió a cada uno hacer un recipiente de ese barro para beber el agua de vida. Cuando los misioneros llegaron, ellos rompieron nuestras vasijas, que habíamos hecho en nuestra comunidad, y nos dijeron que el agua de vida teníamos que tomarla en los recipientes que ellos nos traían. ¡Qué gran dolor: rompieron nuestros vasos y nos dieron el agua de vida en las vasijas que ellos habían traído! Por esa razón estamos muy tristes y no nos sentimos felices al beber el agua de vida.”
5) Somos llamados al testimonio y al diálogo interreligioso. En este siglo XXI, el fenómeno del pluralismo religioso es uno de los retos más grandes a los que deberá hacer frente la misión cristiana. El pluralismo religioso es una realidad mundial. En las conferencias de San Antonio y Salvador se analizaron las siguientes afirmaciones: “Para los cristianos, el único camino de salvación es Jesucristo. Por otra parte, reconocemos que no podemos poner límites al poder redentor de Dios”. Entre estas dos afirmaciones existe una tensión que todavía no se ha resuelto.
6) Somos llamados a proclamar la verdad del Evangelio. Una visión ecuménica de la proclamación de la verdad del Evangelio comprende la búsqueda de un nuevo paradigma y una nueva imagen que puedan dar cabida a una diversidad de verdades bajo un mismo techo sin diluir ni aniquilar a ninguna en el proceso de convergencia.
7) Somos llamados al testimonio en la unidad. Debemos rexaminar las cuestiones de misión en la unidad, la cooperación entre las iglesias y el testimonio común, y encaminarnos a relaciones más responsables en la misión.
Terminamos con la afirmación de que la misión cristiana supone una respuesta holística mediante la labor evangelizadora y diaconal para llegar a las personas en sus experiencias de exclusión, quebranto y vaciedad. Aquí debemos mencionar el texto sobre la diaconía ecuménica publicado por el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), en el que se nos invita a unirnos en la misión de Dios en una diaconía reconciliadora, compasiva, transformadora, profética y procuradora de la justicia.4
La misión comprende la responsabilizacion, la afirmación y la renovación de las personas en su esperanza de la plenitud de vida. La misión comienza en el corazón del Dios Trino. El amor que une a las personas de la Santísima Trinidad desborda en un gran caudal de amor por la humanidad y por toda la creación.
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Notas:
1 Ivone Gebara: tema presentado en una consulta organizada por el Programa de Misión y Evangelismo del Consejo Mundial de Iglesias, marzo del 2004.
2 David J. Bosch: Misión en transformación, Libros Desafío, Grand Rapids, Michigan, 2000, p. 251.
3 Carlos F. Cardoza Orlando: Una introducción a la misión, Abingdon Press, Nashville, 2003, p. 30.
4 Ofelia Miriam Ortega y Chris Ferguson: Diaconía ecuménica, CLAI, Quito, 2006.
Ada Rosabal dice:
Excelente articulo.
La felicito. Muy profundo y acertado.