Misión y evangelización en la América Latina y el Caribe para el siglo xxi Visión desde otros contextos: diálogo Norte-Sur

Carlos Emilio Ham

El movimiento ecuménico es el medio por el cual las Iglesias
que forman la casa, el oikos de Dios, están tratando de vivir y
de testimoniar ante todo el mundo para que la totalidad de la oikoumene pueda convertirse en el oikos de Dios, gracias a Cristo crucificado y resucitado con el poder del Espíritu, dador de vida.

Rev. Dr. Philip Potter
_VI Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI)
Vancouver, Canadá, 1983._

Damos gracias a Dios porque se ha hecho realidad este sueño que comenzó hace ya unos cuatro años. Comenzó al calor de la decimotercera Conferencia de Misión Mundial, organizada por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), en Atenas, del 9 al 16 de mayo de 2005, bajo el lema “Ven Espíritu Santo, sana y reconcilia. Llamados en Cristo a ser comunidades de reconciliación y sanación”. Hoy continúa con esta conmemoración de las ocho décadas del Congreso Evangélico Hispanoamericano de La Habana.
Agradezco particularmente el honor de participar en este panel como pastor latinoamericano y caribeño, que sirve además en el CMI como ejecutivo para las relaciones con esta región. Trato de realizar una función pontificia, es decir, intento tender puentes de interrelación en la oikoumene.
Con esta presentación quiero rendir un sencillo homenaje a las generaciones que nos han precedido en la labor misionera en nuestro continente, particularmente pastores y pastoras, laicos y laicas, que decidieron continuar sirviendo al pueblo de Dios en Cuba, durante estos cincuenta años de proceso revolucionario. Muy especialmente quiero mencionar a un verdadero siervo de Dios, que está en su presencia, el pastor Rafael Cepeda, el cual nos enseñó a amar la historia y quien con frecuencia escribía y hablaba acerca de la importancia para nosotros hoy del Congreso de La Habana del año 1929.
El tema que nos convoca en esta conmemoración es el de “Misión y Evangelización en América Latina y el Caribe para el siglo XXI”. Ahora bien, cuando hablamos de misión y evangelización, ¿a qué nos referimos, desde una óptica ecuménica global? En el año 2000, la Comisión de Misión Mundial y Evangelización (CWME) del CMI publicó el documento “Misión y evangelización en la unidad hoy”, como un texto de estudio que posteriormente sería utilizado durante la preparación de la mencionada conferencia de Atenas.

En el mismo se expresa:

Algunos cristianos e iglesias perciben los términos “misión” y “evangelización” como si fueran diferentes, aunque interrelacionados, y los utilizan en consecuencia; para otros, su significado y su contenido son virtualmente idénticos. En el presente documento se hace cierta diferencia.
“Misión” conlleva una significación holística: la proclamación y participación de las buenas nuevas del Evangelio mediante la palabra (kerygma), la acción (diakonia), la oración y el culto (leiturgia) y el testimonio cotidiano de la vida cristiana (martyria); la enseñanza como formación y fortalecimiento de las personas en sus relaciones con Dios y los semejantes, y la sanación como integridad y reconciliación en koinonia, en comunión con Dios, comunión con el prójimo y comunión con la creación como un todo.
“Evangelización”, si bien no excluye las diferentes dimensiones de misión, se centra en la formulación explícita e intencional del Evangelio, incluyendo la invitación a la conversión personal a una nueva vida en Cristo y al discipulado.1

A partir del tema de nuestra conmemoración y de estas definiciones que acabo de ofrecer, quisiera referirme a tres desafíos para la misión y la evangelización, desde una perspectiva ecuménica global:

Rescatar el carácter holístico y liberador de la misión de Dios

Con frecuencia hablamos del carácter holístico o integral de la misión y la evangelización, pero muchas de las estructuras de las iglesias y los movimientos ecuménicos del Norte reflejan una mentalidad dicotómica, es decir, se ejerce la misión y la evangelización por un lado, y la diaconía, el desarrollo, la emergencia, la justicia, la paz y la integridad de la creación por otro. Justificadamente, entiendo por qué hermanos y hermanas de la tradición pentecostal o evangelical cuestionen la manera en que el CMI enfatiza una agenda social aparentemente divorciada de la misión de Dios y aun a expensas de ella.
Justamente ahora, cuando reorganizamos el trabajo diaconal de las iglesias en el CMI y cuando acompañamos el diseño de la nueva Alianza Acción Conjunta de las Iglesias (ACT) –que es resultado de unir ACT-Internacional (emergencia) y ACT-Desarrollo–, insistimos en la necesidad de reconocer la unidad y complementariedad entre la diaconía y la misión de Dios, como la expresión concreta de la misión integral, tal como la proclamamos y practicamos en la América Latina y el Caribe. Ciertamente, esta es una contribución muy valiosa de las iglesias del Sur sobre el tema, particularmente de las de nuestro continente, lo que respalda nuestro trabajo a nivel global.
Pero la misión de Dios no es sólo integral, sino también liberadora. En este sentido, recordamos el primer sermón de Jesús en Nazaret, en el que invoca al profeta Isaías, que anuncia “buenas nuevas a los pobres; sanar a los quebrantados de corazón; pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; poner en libertad a los oprimidos; predicar el año agradable del Señor”,2 aun cuando el concepto de opción preferencial por los pobres y la práctica de liberación al parecer han pasado de moda, a pesar de tener más pobres en la región a causa de la globalización neoliberal. Recordamos esa bella expresión de uno de los cantos de la Misa Popular salvadoreña, escrita en 1986, que dice: “¡Benditos los que en su nombre el Evangelio anuncian, la buena y gran noticia de la liberación!”
En ese sentido, apreciamos mucho las palabras de Emilio Castro (exsecretario general del CMI): “Para las grandes masas del pueblo, la evangelización no es una cuestión de apologética, sino de vida o muerte”. Y cita a Gustavo Gutiérrez, quien afirma que en la América Latina el pueblo es “pobre y creyente”. O al Arzobispo Desmond Tutu que, cuando nos visitó en Ginebra el 8 de mayo del 2008, expresó: “Cuando la vida es dura, uno realmente comprende el sentido del evangelio”.
El carácter liberador del evangelio de nuestro Señor Jesucristo ha inspirado a innúmeros héroes y mártires de nuestra gran patria latinoamericana. Recordamos, sólo para citar un ejemplo, la célebre frase de Dom Elder Cámara: “Cuando doy de comer a los pobres, me llaman un santo, pero cuando me pregunto por qué son pobres, me llaman un comunista”.

Compartir la misión de Dios en unidad, ecuménicamente

Recordamos también la muy conocida oración intercesora de Jesús por sus discípulos, en la que le pide al Padre que fueran “uno para que el mundo crea”,3 de modo que el trabajo por la “unidad visible” del cuerpo de Cristo no es un fin en sí mismo, sino que tiene un propósito: el de proclamar en unidad las buenas nuevas del reino.
Este texto de San Juan es una invitación a la confesión, un llamado a reorientar nuestros caminos: afirmar la riqueza de nuestras diversidades y arrepentirnos por nuestras divisiones. Confesemos sin temor la tensión innecesaria que cultivamos entre unidad y evangelización. Con frecuencia llegamos a establecer una opción falsa: o somos iglesias ecuménicas/unidad o somos iglesias evangelísticas. Dos elementos inseparables de nuestra misión los hicimos irreconciliables.
En este contexto aprecio altamente la frase de Philip Potter, citada por Emilio Castro, de que “la evangelización es la prueba de un ecumenismo auténtico”. El desafío es, entonces, ¿cómo evangelizar ecuménicamente y en diálogo?
“Misión y evangelización en la unidad hoy” comienza reconociendo que

…el movimiento ecuménico tiene sus orígenes en el movimiento misionero: la búsqueda contemporánea de la unidad de la Iglesia se inició en el marco de la empresa misionera. Los misioneros fueron de los primeros en buscar medios y estilos de testimonio en la unidad, reconociendo que el escándalo de la división de los cristianos y la rivalidad entre denominaciones obstaculizaban la eficacia de su mensaje.
Esta cita es una clara alusión a la primera Conferencia Mundial de Misión y Evangelización, realizada en Edimburgo, Escocia, en 1910, bajo la urgencia de una visión, a saber, la de “la evangelización del mundo en esta generación”. La pregunta relevante es, ¿cómo evangelizar ecuménicamente cuando hay un incremento del confesionalismo y del denominacionalismo, cuando decrece la voluntad ecuménica, cuando para muchas iglesias hay más énfasis en la “conversión” o el proselitismo que en la convergencia o el testimonio común, cuando hay más resta, división y competencia que suma, multiplicación y colaboración? (son los casos, entre otros, de Cuba, China, Medio Oriente, Europa Central y Oriental: ¿vienen “misioneros” o “mercenarios”?)

Hacia una espiritualidad ecuménica para la misión de Dios

Finalmente, quiero referirme a la necesidad de profundizar en una espiritualidad que esté enraizada en nuestra fe cristiana, la cual es “la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”.4 Esto nos capacita para ver más allá de lo “natural”, para “esperar contra toda esperanza”.5 Se trata de una visión para una misión que nos haga ver “un nuevo cielo y una nueva tierra”,6 un reconocimiento de que no sabemos lo que nos reserva el futuro, pero sabemos quién sostiene el futuro de toda la creación.
En este contexto, quiero también citar al Cardenal Walter Kasper, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana, quien introduce la importancia de una espiritualidad que ayude al movimiento ecuménico a “volver a sus raíces”. Apunta en su Manual de ecumenismo espiritual (publicado en el 2006) que “se describe el ecumenismo espiritual como ‘el alma de todo el movimiento ecuménico’. Según el Concilio Vaticano Segundo, el movimiento ecuménico ‘ha sido inspirado por la gracia del Espíritu Santo’. Se trata de un proceso espiritual que se lleva a cabo en signo de fiel obediencia hacia nuestro Padre, siguiendo la voluntad de Cristo y guiados por el Espíritu Santo. Por lo tanto, el trabajo del ecumenismo tiene su origen en los fundamentos de la espiritualidad cristiana y requiere algo más que la diplomacia eclesiástica, el diálogo académico, el compromiso social y la cooperación pastoral…”
Hace un cuarto de siglo se preguntaba Frei Betto aquí en La Habana:

¿Qué significa, teológicamente, adoptar una espiritualidad? Significa adoptar un modo de seguir a Jesús… La espiritualidad de Jesús era la vida en el Espíritu, dentro del conflicto histórico, en comunión de amor con el Padre y con el pueblo. Una espiritualidad que era resultado de su apertura al don del Padre y de su compromiso liberador con las aspiraciones de vida de los oprimidos… Prefiero decir que Jesús tenía una espiritualidad del conflicto, o sea, un vigor en el compromiso con los pobres y con el Padre, que le daba una inmensa paz interior…7

Y decía Jon Sobrino:

Tener una misión es lo que da sentido a la vida de Jesús. Más aún, no es Jesús el que tiene una misión –aunque con ella, a grandes rasgos comienza–, sino que es la misión la que va moldeando la vida de Jesús, su vida externa claramente, pero también su vida interna, su ponerse delante de Dios… Vivir con espíritu es entonces hacer, hacer por amor y con amor… Sin un hacer amoroso, sin la disponibilidad al menos a poner signos y propiciar praxis, cualquier espiritualidad es sospechosa… La misión sigue siendo hoy central en toda espiritualidad, pues es la forma de mantener la primacía del amor en la vida cristiana, y lo es específicamente en América Latina, que ha concentrado la misión de la Iglesia en la liberación de los pobres… y sobre ella ha edificado la Teología de la Liberación… Sin la práctica de la liberación no tendría ningún sentido la espiritualidad, hoy, en América Latina.8

Sobrino cita, además, a Gustavo Gutiérrez: “Hay que contemplar a Dios y hay que practicar a Dios”, y añade, “Esta experiencia de Dios, el encuentro con Dios en la historia y su puesta en palabra en la oración, tiene una dimensión estrictamente personal y también comunitaria… El seguimiento de Jesús es caminar hacia Dios y caminar con Dios en la historia. A ese caminar es al que invita Dios, y ese caminar es la espiritualidad.”9

Conclusión

Recuerdo que el doctor Cepeda prefería la noción de co-misión, en lugar de la de misión. Con esto interpretaba, –tal como lo entiendo y ciertamente comparto– los últimos versículos del Evangelio según Mateo 28, no en términos de realizar “nuestra” misión, por nuestra cuenta, sino en la de cumplir una misión en colaboración con el Dios de la historia y realizada en compañerismo con nuestros hermanos y hermanas por los valores del Reino. De aquí, otra vez, la importancia de una espiritualidad ecuménica para la misión. Como dice San Pablo en I Corintios 3,9: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios” (“compañeros de trabajo de Dios”), y añado, en la obra de convertir la oikoumene en un oikos de Dios, como expresó el Dr. Philip Potter, un hogar donde cada ser de esta hermosa creación está incluido y reconocido.
Y concluyo citando la Carta de Atenas a las iglesias, que se publicó a finales de la Conferencia Mundial de Misión y Evangelización, en el año 2005, a la cual me refería más arriba. La misma expresa en una de sus partes:

San Pablo habla de la nueva creación anunciada por Cristo y posibilitada por el Espíritu Santo. “Dios estaba en Cristo”, dice, “reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Cor 5,19-20). Es esta “nueva creación” la que sostenemos que es la finalidad de nuestro empeño misionero…

¡Oramos a Dios para que nos continúe usando en este empeño! Amén.

………………………………………………………………….

Notas:

1 www.oikoumene.org
2 Lucas 4,18-19.
3 Juan 17,21.
4 Heb 11,1
5 Rom 4,18
6 Apoc 21,1
7 Frei Betto: Fidel y la religión. Conversaciones con Frei Betto, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985. Conferencia pública en el convento de los dominicos sobre “La espiritualidad de Jesús”, 14 de mayo de 1985, pp. 62-71.
8 Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino (eds.): Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, t. II, Editorial Trotta, Madrid, 1990, p. 462.
9 Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino (eds.): op. cit., pp. 463-476.

Dejar una respuesta