“Porque esta vez no se trata de cambiar un presidente…” Diálogo con Fernando Lugo

Claudia Korol

En los días venideros / cada cual tendrá su sitio; / aquellos que derramaron / su vida por conseguirlos / y su juventud volcaron / sobre los anchos caminos. / Esos llevan en la frente / duro metal encendido / simientes de sembradura / relentes de sol invicto.

Elvio Romero (poeta paraguayo)

_Paraguay atraviesa actualmente una encrucijada cuyo resultado marcará las perspectivas populares no sólo en ese país, sino en toda la América Latina. Por primera vez en sesenta años resulta seriamente amenazada la hegemonía del Partido Colorado, por una fuerza electoral encabezada por el exobispo Fernando Lugo.
Caminando entre los sectores populares con la naturalidad de quien los ha acompañado durante años, Fernando Lugo se encuentra, sin embargo, en el ojo de un huracán. Nacido en 1951, en una comunidad rural, vivió desde pequeño la represión de la dictadura. Su padre estuvo preso más de veinte veces. Tres de sus hermanos fueron torturados y expulsados del Paraguay. A los diecinueve años entró al seminario, y se identificó en su trayectoria en la Iglesia con la perspectiva que aporta la Teología de la liberación. En 1983 fue expulsado del Paraguay, por sus “sermones subversivos”. Después de un tiempo en Roma, regresó en 1987, y en 1994 fue ordenado obispo. Durante diez años fue obispo en San Pedro, una de las regiones más pobres del Paraguay y más castigadas por la represión. A finales del 2006, Lugo renunció al sacerdocio y aceptó la candidatura para presidente, después de recibir más de cien mil firmas que pedían que contribuyera con su prestigio a lograr la unidad de las fuerzas paraguayas opositoras al Partido Colorado. La confianza la ganó como sacerdote primero, y después como obispo, acompañando las resistencias de los sectores golpeados del Paraguay, que son los que más esperanza colocan en su candidatura._
Realizamos este diálogo en el marco de un seminario nacional convocado por la juventud de Tekojoja, la fuerza creada recientemente alrededor de su figura, cuando todas las encuestas lo colocan en primer término para la presidencia del Paraguay. Al llegar al seminario, los muchachos y muchachas se agolpan a su alrededor para una foto, una palabra, un abrazo.

C.K: ¿Quién es Fernando Lugo?

F.L: Fernando Lugo es un ciudadano paraguayo que ama mucho su tierra, su cultura, sus raíces; es formado en la Iglesia Católica y tiene una profunda sensibilidad social. Me golpea mucho la exclusión y la inequidad social en nuestro país. Creo que eso es, en realidad, lo que a mí más me golpea.

C.K: ¿Cómo fue el proceso por el cual aceptó dejar el cargo de Obispo y dedicarse a la acción política?

F.L: Hay un proceso de discernimiento, de conversaciones, que llega a un punto en diciembre del año 2006, cuando me hacen llegar más de cien mil firmas de todos los sectores: artistas, intelectuales, campesinos, obreros, pidiéndome que renunciara al ejercicio pastoral para que pudiera aglutinar a diversos sectores sociales y encabezar una unidad social y política para cambiar la situación del país.
Después de finalizada la dictadura de Stroessner (1954-1989) todas las estructuras de control de las instituciones políticas, jurídicas, militares, legislativas, quedaron en manos de sus continuadores. El modelo de acumulación que por largos años sustentó a la dictadura, basado en el esquema agroexportador, en las grandes contrataciones del Estado, y fundamentalmente en el dinero que ingresó en las grandes construcciones de Itaipú y Yacyretá, se agotó en la década del ochenta.
Sin embargo, la crisis profunda fue siendo sorteada por la violencia política ejercida contra el pueblo, y por ajustes de cuentas entre las principales facciones del poder: los ganaderos –organizados en la Asociación Rural del Paraguay–, la Unión Industrial Paraguaya (UIP), CADELPA (los agroexportadores), entrelazados con los narcotraficantes y grupos que han hecho de la política el camino de los negocios.
Es por ello que la posibilidad de que se concrete lo que en todas las encuestas aparece como un triunfo seguro está amenazada por varios factores. No sólo porque el Partido Colorado es un especialista en “megafraudes”, sino también por la guerra sucia que han venido desarrollando contra las fuerzas opositoras.

C.K: ¿Cómo piensa desafiar al aparato corrupto que hoy controla mayoritariamente las estructuras políticas del Paraguay?

F.L: Nosotros somos conscientes de que no será fácil, pero tampoco será imposible. Acá el obstáculo más grande será la confrontación, por un lado, con una estructura electoral de fraude de sesenta años, muy perfeccionada; y por otro lado, una estructura estatal identificada con el Partido Colorado. Por eso decimos que la ciudadanía va a ser la protagonista, el sujeto de este cambio real que estamos generando, sobre todo con los grupos sociales, campesinos, rurales, y también con la clase política opositora del país.
Lo que nosotros queremos es que, si Lugo llega al gobierno, el pueblo tenga el poder, sea el protagonista, elabore el programa. Yo me coloco a disposición de ese pueblo. Siempre decimos que el enemigo, el adversario, no va a ser Blanca Ovelar (candidata del Partido Colorado), o Lino Oviedo (candidato de un sector militar). Nuestro enemigo será la corrupción. Tendremos que vencer a la pobreza, a la ignorancia… Pero el 20 de abril, el día de las elecciones, el gran desafío será poder romper sesenta años del aparato de fraude electoral más escandaloso del continente. Hoy estamos seguros de que eso pasará. Porque el control electoral y la mayoría del pueblo paraguayo lo van a garantizar.

C.K: La fuerza electoral que lo lleva como candidato está compuesta por una franja política muy amplia que va desde una parte significativa de los movimientos populares, hasta el tradicional (y conservador) Partido Liberal Radical. Esto genera lógicas desconfianzas entre los sectores que, aun apoyando al candidato, saben que en el caso de que triunfe, habrá también una gran disputa al interior del espacio que hoy lo apoya. ¿Cómo caracteriza a las fuerzas que integran la Alianza?

F.L: La Alianza Patriótica para el Cambio aglutina a nueve partidos políticos y veinte movimientos sociales, campesinos, sindicales, de barrios, de mujeres. Apostamos por el Paraguay. Es nuestra gran prenda de unidad. En nuestra caminata nos encontramos con todas las banderas. Todos nos unimos bajo los colores de nuestra bandera. El rojo que simboliza la justicia, el blanco que simboliza la paz, el azul de la libertad. La Alianza nuclea lo que es el Paraguay, incluyendo a una franja colorada que también la integra. Nos hemos unido de diferentes ideologías, tendencias, líderes de distintas extracciones, poniendo en primer lugar el país. Prometemos que no habrá persecuciones. No habrá exclusión ni ideológica, ni religiosa, ni étnica. Queremos que se cumpla el principio constitucional de que todos somos iguales ante la ley. Si tiene que haber privilegiados serán para los más olvidados.
La Alianza Patriótica para el Cambio se hizo para favorecer a los más pobres del país, y en primer lugar están los indígenas, los sin tierra, sin techo, sin educación, sin salud. Ellos nos piden, nos exigen, nos gritan del norte al sur del país el cambio real del Paraguay. Como dice la canción chilena: “esta vez no se trata de cambiar un presidente, se trata de hacer un Paraguay diferente”.
Nuestro sueño es que el Paraguay abra sus brazos, levante vuelo, y pueda acoger, si no a todos, para ser realistas, a la gran mayoría de los paraguayos que hoy viven deambulando por el mundo, casi buscando como los indígenas esa tierra sin mal, y que puedan encontrarla en su propia tierra. El Paraguay va a cambiar, ha empezado a cambiar con la colaboración de todos, sin excluidos.

C.K: ¿Qué lugar tienen los movimientos populares en el proyecto de la Alianza Patriótica para el Cambio?

F.L: Los movimientos populares yo creo que llevan la delantera. Si bien acá está el partido de oposición más grande del país, el Partido Liberal, las fuerzas sociales, campesinas, sindicales, barriales, hacen un gran contrapeso.
El movimiento Tekojoja nace cuando los movimientos sociales se dan cuenta de que sus grandes reivindicaciones, desde el punto de vista social, no son atendidas, no avanzan. Cuando los sin tierra ven que su lucha social está siendo criminalizada, en el momento en que se procesa a más de cuatro mil campesinos… Eso va debilitando la lucha social. Estos grupos comienzan a pensar en formar un movimiento político. En Tekojoja, la gran mayoría son líderes sociales, jóvenes, estudiantes, artistas y políticos que no surgen de los partidos tradicionales. Estamos convencidos de que los movimientos populares hoy tienen un gran protagonismo político. Un gran paso que están dando es pensar políticamente los problemas sociales, y responder también políticamente a los problemas sociales. Ese protagonismo es el que marca la diferencia y la identidad de la Alianza.

C.K: ¿Qué cambios espera poder realizar desde el gobierno?

F.L: La visión nuestra es cambiar la historia. Es poner un corte a más de sesenta años de un partido hegemónico, que no representa los principios ni siquiera de su partido. Porque hay muchos colorados que están también en la Alianza Patriótica para el Cambio, porque sienten que esta política actual no los representa.
¿Qué va a cambiar? Se va a terminar el robo al erario público. Nosotros no vamos a robar, como escandalosamente se hacía en nuestro país. La manera más rápida de hacer fortuna hoy en Paraguay es hacer política.
¿Qué otras cosas van a cambiar? Estarán los mejores hombres en la administración pública. La fama que tenemos ganada de ser los primeros en corrupción, ojalá que la cambiemos y seamos los primeros en honestidad, en transparencia en la gestión pública sobre todo.
En la Alianza Patriótica para el cambio hay seis ejes que ocupan el mismo nivel de importancia: el primero es la reforma agraria, el segundo es la reactivación económica, el tercero es la recuperación de la institucionalidad de la República, cuarto la justicia independiente, el plan de emergencia nacional y el tema de la recuperación de la soberanía, especialmente de la soberanía energética. Los seis ejes están al mismo nivel. Los seis ejes programáticos recogidos en todo el país tienen el mismo peso, la misma importancia.
Vamos a una reforma agraria que nunca se ha hecho. Hay un programa de reforma agraria elaborado por los propios campesinos. No se trata sólo de distribuir algunas tierras. Reforma agraria es posibilitar que la ciudadanía, que las trescientas mil familias sin tierra, puedan tener la posibilidad de una vida digna, con tierra, crédito, asistencia técnica, cultivo adecuado, mercado justo, y con todos los servicios.
¿De dónde saldrá la plata? De las mismas reservas del Estado. El Estado paraguayo tiene una reserva de dos mil quinientos millones de dólares en este momento. El programa de reforma agraria presentado por el movimiento campesino requiere ciento cincuenta millones de dólares.
Otro tema importante es que vamos a apoyar a las pequeñas empresas formadas de manera cooperativa. Tenemos la energía suficiente como para hacer un país industrial.
Queremos que las instituciones públicas recuperen su institucionalidad. Es difícil cambiar sesenta años en los que las instituciones públicas eran de un solo color y de un solo partido. Volverán a ser de todos los paraguayos. Lo mismo la recuperación de la soberanía nacional, la soberanía territorial. Decíamos en estos días, a propósito de lo sucedido en el conflicto entre Ecuador y Colombia, que nadie, absolutamente nadie, por ningún motivo, puede violentar y forzar la soberanía territorial de otro país. El principio de autodeterminación de los pueblos es un principio inviolable, que lo hemos respetado, lo seguiremos respetando y lo haremos respetar en Paraguay.
No se puede construir una nueva sociedad sobre el silencio y el olvido. Solamente con la justicia. En nuestro plan de gobierno proponemos una justicia soberana, independiente y autónoma. Hoy no la tenemos. Así como están las cosas hoy en Paraguay, la justicia no es ninguna garantía. En esta transición, más de cien campesinos fueron matados. Se han judicializado las luchas sociales y campesinas.
Creemos nosotros que la justicia tiene que ser soberana e independiente, y la manera de hacerlo es que no sea resultado de un pacto político de los partidos para elegir a los miembros de la corte. Que estén los más idóneos, los más capaces. Yo creo que los organismos internacionales están dispuestos a ayudarnos para que podamos avanzar en esto. La justicia tiene que ser igual para todos.

C.K: Un tema fundamental dentro de esta propuesta, es la recuperación de la soberanía energética; y esto plantea la necesidad de reconsiderar los tratados de Yacyretá y de Itaipú. ¿Qué están proponiendo al respecto?

F.L: Los tratados de Itaipú y Yacyretá son tratados leoninos, injustos, que no benefician casi a Paraguay. El Paraguay exigirá la renegociación de los mismos para disponer libremente de nuestros excedentes hidroeléctricos y recibir un justo precio por ellos. Exigirá acceso técnico, sin costo adicional, a la totalidad de la energía que le corresponde de Itaipú y de Yacyretá –según establecen los tratados respectivos– y la eliminación de todas las deudas espurias. Vamos a discutir que el precio de la energía sea el precio del mercado y no el precio de costo, como se hace hasta ahora. La Alianza demandará, además, la reducción de las tasas de interés usurarias, la cogestión efectiva en la administración de los entes binacionales y la transparencia en la gestión, con libre acceso a la información pública y el control por parte de los entes de fiscalización pública de los países involucrados.
Impulsaremos la construcción de redes de transmisión de gran porte para asegurar el suministro interno del país, estimular el uso productivo de nuestra hidroelectricidad y posibilitar que Paraguay sea el centro de interconexión eléctrica del Mercosur, exportando su hidroelectricidad a precios de mercado.
De todas formas, yo pienso que este tema no puede ser visto sólo desde el punto de vista económico, sino que es necesario también incluir en el debate la cuestión ambiental. ¿Cómo garantizar que el desarrollo económico no se haga en detrimento del medio ambiente? En Paraguay, sólo a partir de 1996 las leyes contemplan delitos sobre el medio ambiente. El desafío es cómo garantizar el respeto al medio ambiente, que es un gran tema planetario.

Cuando Paraguay busca su camino para romper con décadas de opresión, corresponde una mirada crítica de parte de los pueblos latinoamericanos hacia nuestra propia historia; para ayudar a pensar los nuevos desafíos. Corresponde asumir la deuda histórica como paso fundamental para avanzar hacia la integración latinoamericana. Tan sólo para hacer memoria, traemos este fragmento que recuerda la guerra de la Triple Alianza.

Acosta Ñu fue una de las más terribles batallas de la historia militar del mundo. De un lado estaban los brasileños con veinte mil hombres. Del otro, en medio de un círculo, los paraguayos con tres mil quinientos soldados de nueve a quince años, ¡no faltando niños de seis, siete y ocho años! Junto a los tres mil quinientos paraguayos, combatían quinientos veteranos comandados por el General Bernardino Caballero. Esa batalla, librada el 16 de agosto de 1869, fue necesaria para que el Mariscal Francisco Solano López continuase su retirada del cuartel general de Ascurra y siguiese con seguridad hacia Cerro Corá, mientras los “niños combatientes” retardarían a las tropas brasileñas… Acosta Ñú es el símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra: los niños de seis a ocho años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en las selvas próximas, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas empuñaron las lanzas y llegaron a comandar grupos de niños en la resistencia.1

La Guerra de la Triple Alianza duró cinco años. Cuando comenzó, el Paraguay tenía aproximadamente ochocientos mil habitantes. Al terminar, sólo había en el Paraguay ciento noventa y cuatro mil habitantes. De estos, catorce mil eran hombres y ciento ochenta mil mujeres. O sea, la población masculina fue prácticamente exterminada: de los catorce mil hombres que quedaron de la población inicial de ochocientos mil habitantes, por lo menos el setenta por ciento eran niños de menos de diez años. Al término de la guerra se entregó a los países vencedores más de la tercera parte de las tierras. Paraguay perdió ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados de su territorio.
El imperialismo inglés, propiciador de esta guerra, logró así mantener su dominación en Sudamérica, y desintegró al país que en ese momento estaba más avanzado económicamente, con una estructura industrial en rápido desarrollo, con un estado soberano frente al colonialismo español, con prácticas de una justicia distributiva, a través de las “estancias de la patria”. Un país donde se había abolido el analfabetismo. Concluye el autor de este estudio sobre la Guerra del Paraguay: “Mataron al Paraguay literalmente, exterminaron al 96,50 % de su población masculina. En la destrucción del Paraguay se mató el nacimiento de una gran esperanza de liberación económica de la América del Sur. Se consolidó el dominio extranjero del capital expoliador; se echaron por tierra la audacia y la voluntad indomable de resistir”.
Es a ese país al que se refiere el imaginario popular paraguayo cuando piensa en recuperar su lugar en la América Latina.

C.K: La relación de Paraguay con Brasil, Argentina y Uruguay, están marcadas por la deuda histórica que significó en nuestro continente la Guerra de la Triple Alianza. ¿Qué significa esta carga histórica, de cara a la integración de nuestros pueblos?

F.L: Creo que hay una relectura y una reinterpretación de la historia. Hay un reconocimiento de una deuda histórica con Paraguay, y creemos que en justicia Paraguay debería volver a ocupar el lugar que ocupaba en ese entonces: el país más desarrollado, el país más unido, el país que tenía un proyecto económico diferenciado. Creemos que Paraguay tiene el potencial humano, económico y las riquezas naturales para volver a ocupar ese mismo sitio que tenía antes de la Guerra de la Triple Alianza. El reconocimiento que los países vecinos puedan hacer de esta deuda histórica es simplemente lo que en justicia corresponde al país.
Haremos un gobierno abierto al continente y al mundo. Abierto a las nuevas tendencias, pero con nuestra identidad bien marcada. Abiertos al MERCOSUR, a una integración con más equidad social, con más simetría. Abiertos a las otras regiones del continente. El Paraguay, sus hombres, sus mujeres, nos han enseñado mucho en estos últimos meses. Nos enseñaron que tenemos fortalecida una identidad propia, y sobre todo que el Paraguay no se arrodillará delante de nadie. Recuperaremos nuestra dignidad como nación. Nuestras pequeñas grandes diferencias, las conversaremos con los vecinos, con amistad, solidaridad, de igual a igual.
Nos uniremos con alegría a los gobiernos progresistas de la América Latina. Tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos, de los países vecinos. Vamos a visitar Argentina, Brasil. Estuvimos en Uruguay. Es mucho lo que tenemos que aprender de Bolivia. Es un país que creativamente va haciendo camino y camino nuevo.

C.K: ¿Qué significaría un triunfo de Fernando Lugo en el escenario político latinoamericano?

F.L: Paraguay va a cambiar de imagen. En primer lugar no va a ser el país más corrupto de Latinoamérica. Va a ser el país más honesto. Con una administración transparente, un gobierno de credibilidad y legitimidad, un gobierno pluralista, popular, con participación ciudadana. Esto le va a permitir recobrar el sitio que le corresponda a este país. Un sitio de preponderancia. Un sitio que lo ponga en igualdad de condiciones para conversar con todos los otros países, de igual a igual; y de ser protagonista en el proceso de integración latinoamericana.
Tenemos el elemento de desarrollo de la integración que no se debe descartar, que es justamente la energía. Paraguay es el único país que tiene reservas de energía, y que tiene sobras de energía en la región, y creo que eso nos da el potencial de poder renegociar con los países vecinos, y al mismo tiempo de ser escuchados en el concierto de las naciones, como el país que pueda aglutinar, que pueda unir, y que pueda tener un espacio preponderante en el desarrollo y la integración del continente.
Una joven militante de Tekojoja, en el encuentro, expresaba que todavía existe miedo entre los jóvenes para participar.

C.K: ¿Cómo se da esa batalla entre el miedo y la esperanza en los sectores populares?

F.L: Hay distintos miedos aquí. Como en la Alianza hay sectores tan diversos, lo que hace más rica la experiencia, hay miedo a qué intereses prevalecerán. El gobierno va a ser bastante equilibrado en un primer tiempo, llevando en cuenta las prioridades de todos los sectores. Pero sobre todo, en los campesinos, el miedo que existe es que sus reivindicaciones no sean cumplidas, y que hay un aparato represor fuerte, como el que en San Pedro en el año 2005 judicializó la lucha agraria, con cuatro mil campesinos procesados, y ranchos quemados. Ese es el gran miedo. Creo que la gobernabilidad se tiene que asegurar a través de un gran pacto social en el que estén involucrados los más diversos sectores.
Es cierto que hay un gran miedo. Pero también hay una gran esperanza puesta en marcha. A esa esperanza no vamos a defraudar.Creemos que será un proceso posiblemente difícil, largo, pero prometimos a la ciudadanía no renunciar al derecho de todos los paraguayos, y este derecho está en el centro de nuestras preocupaciones.

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Notas:

1—Julio José Chiavenato: Genocidio americano. La guerra del Paraguay, Carlos Schauman Editor, Asunción, 1984.

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