Promoviendo un diálogo entre el psicodrama de J. L. Moreno y las ideas pedagógicas de Paulo Freire

Ivna Ariane Santos Vieira

Vivimos un momento de crisis en que parcelas del saber heredado amenazan con cristalizar, o de aceptación de que una maquinaria burocrática que, al someter a todos los protagonistas del proceso de formación, acaba asfixiando las intenciones creativas y quitándole al ser humano lo que tiene de más precioso: el tele, la espontaneidad.
Según Romaña,1 en algunos casos la existencia de la crisis produce un paradójico efecto tranquilizador, porque nos libra de la responsabilidad de tener que intervenir. Si en lo más íntimo sentimos que no somos responsables, y además consideramos el esfuerzo que eso implica, entonces, ¿por qué habría que cambiar algo? En tal caso, la conclusión suele ser “dejemos todo como está”, o “cambiemos solo lo necesario para no cambiar nada”.2
El atrevimiento de esta investigación es justamente invertir en un proyecto de renovación que ubica al psicodrama y sus fundamentos en un contexto educativo, intentando así recontextualizar y reconstruir el ambiente y los actores del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La comparación entre Moreno y Freire se debe a que el paradigma que debe dominar en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el del profesor reflexivo, esto es, el del profesor que reflexiona sobre su práctica, que piensa, que elabora a partir de esa práctica. De tal suerte, considero que conjugar las ideas de estos dos teóricos nos permitirá concretar una práctica educativa más eficaz que las tradicionales aulas expositivas.
Tanto Freire como Moreno consideran que el educador es una figura estratégica. El educador es quien enseña aprendiendo y quien aprende enseñando, tanto en lo que respecta al aspecto formal como al aspecto informal de la educación. Por figura estratégica se entiende su centralidad en la constitución y el funcionamiento de la sociedad, y su ubicación en un lugar decisivo y formativo como agente de cambios sociales.
En un mundo signado por la gran velocidad de los cambios, lamentablemente una buena parte de la sociedad aún se resiste a alterar su postura con respecto a la educación. En el mercado de trabajo ingresan nuevos profesores que durante su formación leyeron numerosos textos sobre la necesidad de un cambio de postura del profesional en el aula. Y sin embargo, lo que apreciamos es conformismo, insatisfacción de los alumnos con la forma en que se transmiten los contenidos, rutina enfadosa en las clases, cuya didáctica se repite, y que solo se diferencian en el tema a trabajar.
No quiero decir con esto que el psicodrama de Moreno y la pedagogía de Freire sean las únicas estrategias para poner en práctica lo nuevo. Pero lo cierto es que posibilitan una nueva mirada en ese contexto. Son teorías creadas en épocas diferentes, por dos hombres ilustres que vivieron en sitios distintos, pero que compartieron el mismo ideal de hacer que los seres humanos salieran de la inercia, de la ceguera, de la conservación, y alcanzaran un estado de liberación, creación, actuación y construcción de algo nuevo. Como decía Freire, el acto creativo debe ser siempre un acto de recreación, de resignificación de significados. Moreno propone también una revolución creadora que provoque la aparición de nuevos sentidos y posibilidades que trasciendan las conservas culturales.
En la escuela existe una gran preocupación por el cumplimiento de los plazos en que se deben enseñar los contenidos. De ahí que se transmitan de manera rápida, puntual, directa, “masticados y prácticamente digeridos”. Se trata de innumerables informaciones que se transmiten en un reducido espacio de tiempo, que se devolverán en las evaluaciones y que deben ser fijadas velozmente. Pero la memoria sólo alcanza para responder la evaluación, sacar buenas notas, engañar —sin saberlo— a los padres y, lo que es peor, a los alumnos mismos. Los educandos, víctimas de ese proceso, “engullen” los contenidos sin tiempo para vivenciarlos, experimentarlos, “digerirlos” y emocionarse con ellos.
Sabemos que la teoría es fundamental, pero una teoría sin nexo con la vida, que imposibilita que los alumnos comprendan sus aplicaciones en la práctica, es un conocimiento condenado a tener un corto plazo de validez. Y la enseñanza acaba funcionando de la siguiente manera: venzo un conocimiento que tiene un plazo para ser enseñado y aprendido, y que es el mismo en cualquier lugar de Brasil, sin respetar las diferencias. Es un conocimiento enlatado, una conserva, y como toda buena conserva, hay que respetar su plazo de validez. De ese modo, se retiene una pequeña porción del conocimiento, y su mayor parte se pierde en los inexplicables y complejos procesos de corta memorización de nuestra mente.
El hecho de que el conocimiento se vende forma parte del análisis de Freire sobre la educación bancaria. Es necesario descontruir la idea de la educación bancaria y luchar por una educación problematizadora. Es hora de modificar nuestra praxis y crear mecanismos que tornen la enseñanza más motivadora, lo que contribuye al avance intelectual y social del educando.
Es necesario que el educador sienta entusiasmo por el trabajo y optimismo sobre el alcance de los objetivos establecidos. Y también es necesario que le guste convivir con los alumnos y comprender sus actitudes y expectativas.
Cuando subrayo que el contenido es el mismo en cualquier lugar de Brasil, sin respetar las diferencias, quiero llamar la atención hacia la idea de Freire de que, antes que todo, es necesario conocer al alumno: conocerlo en tanto individuo insertado en un contexto social del cual deberá salir el “contenido” a trabajar. Por eso aprender es un acto de conocimiento de la realidad concreta del alumno, es decir, de la situación social del educando, y pasa por una aproximación crítica a esa realidad. Para que determinado contenido tenga sentido para el alumno, tiene que surgir de algo que ya conoce.
Se trata justamente de la idea ya antigua de que el conocimiento se debe construir en un recorrido de lo simple a lo complejo. De algo que se conoce a algo nuevo. El alumno ayudará a la construcción de ese conocimiento, y los profesores no trabajarán en el sentido de “enseñar” algo específico, sino de que todos aprendan juntos lo que se haga evidente y/o necesario. El psicodrama permite que el profesor no sea un suministrador de contenidos, sino un mediador entre esos contenidos y el alumno, para facilitar su asimilación.
Tanto Freire como Moreno defienden la idea de que esa construcción, ese algo nuevo, surge mediante un proceso que se realiza en el contacto del ser humano con el mundo vivenciado, el cual no es estático, sino dinámico y factible de transformación continua, que puede y debe ser efectuada por los individuos.
La metolodología moreniana se considera un marco importante de ruptura con las concepciones individualistas, ya que desarrollan conceptos sobre la formación y la dinámica de los vínculos. Moreno intentó alcanzar el significado de la realidad y del mundo para el sujeto, que es entendido como actor y protagonista de su propia vivencia, y cuyo fundamento está en la valorización de su interrelación con otros actores, también protagonistas.
Según Fava et al.,3 en la ética moreniana las personas están en relación, lo que nos coloca en una posición reflexiva ante los valores y nos llama a la apertura, a la inversión de los roles, lo que hace referencia al cultivo de la espontaneidad-creatividad como lugar de salud del ser humano. Con ello se logra la quiebra de las conservas culturales, o sea las cristalizaciones personales-sociales, lo cual nos coloca en el lugar del otro, en dirección a una coexistencia que considere lo singular y lo colectivo.
El ser humano de Moreno, como el de Freire, es un individuo social, porque nace en sociedad y necesita de los demás para sobrevivir: está apto para la convivencia con los demás. Toda la teoría moreniana parte de esa idea del ser humano en relación, y, por tanto, la interrelación de las personas constituye su eje fundamental.
Para ambos pensadores, ese proceso de interrelación de los individuos en grupos es fundamental en la construcción del saber y en el aprendizaje sobre cómo relacionarse: de ahí la relevancia de la socialización, del contacto con el otro, del tele moreniano. Según Rosinha,4 la interacción social de los alumnos, mejorada por las técnicas psicodramáticas, facilita el desarrollo de las nociones y los conceptos, e incide en su formación como ciudadanos, su papel profesional y su visión del mundo. La razón es que las técnicas psicodramáticas se realizan en un clima relajado en el que se valorizan los datos de la expresión espontánea. También facilita la rapidez en la toma de decisiones e influye positivamente en la expresión de la creatividad de los alumnos.
Según Rosinha, los alumnos que trabajan con psicodrama presentan un alto nivel de trabajo en grupo, y con frecuencia tienen la posibilidad de realizar intercambios sociales. Las clases tradicionales cuentan con pocas posibilidades de agrupamiento, por la naturaleza misma de la clase expositiva, que dificulta el procedimiento. En el psicodrama, el contenido se vivencia, se dramatiza, pasa a formar parte del sujeto, mientras que en la clase expositiva, y en dependencia del nivel de atención del alumno, solo una proporción pequeña de lo que se le ofrece se fija en su memoria.
En el psicodrama la acción tiene como base, en primera instancia, lo real, lo vivencial, y se ubica con facilidad en las acciones de cada sujeto, como defiende Freire. La clase expositiva solo permite que una reducida proporción del aprendizaje académico se relacione con las vivencias de cada cual.
Tanto Moreno como Freire abogan por la acción como medio para aprender, y establecen que eso se logra más fácilmente con técnicas activas. “Aprender es ubicar el aprendizaje en la vida: es evidente el aspecto contextualizante de las técnicas dramáticas”.5 Subrayan el respeto por el desarrollo de las creatividad y la espontaneidad, y en ese sentido resulta posible establecer correlaciones entre las ideas de ambos. Según Gonçalves et al.,6 en la visión moreniana el ser humano trae consigo desde el inicio factores que favorecen el desarrollo de su espontaneidad, que no están acompañados por tendencias destructivas. No obstante, esas condiciones que favorecen la vida y la creación pueden ser perturbadas por ambientes o sistemas sociales opresivos. En ese caso, es posible recuperar los factores vitales mediante la renovación de las relaciones afectivas y de la acción transformadora sobre el medio.
Esos ambientes o sistemas sociales opresivos pueden sofocar la capacidad creadora del ser humano. Cuando la espontaneidad se acumula y se deposita, se transforma en conserva cultural, en algo que se traduce en modos rígidos de ser y de actuar, sin autonomía personal.
Así, según esos mismos autores, esos ambientes o sistemas sociales pueden contener elementos opresivos que perjudican aquel potencial y dan por resultado la cristalización de roles, el estancamiento del desarrollo humano y la reproducción de esas conservas culturales: objetos materiales, comportamientos, costumbres y hábitos que se mantienen idénticos en una determinada cultura. Mediante el rescate de la espontaneidad, concebida como la capacidad de reaccionar ante situaciones nuevas de manera adecuada, el sujeto se torna capaz de crear respuestas inéditas, renovadoras y transformadoras de situaciones prexistentes.
En el psicodrama aplicado a la escuela, vale destacar la cuestión del error en el aprendizaje, al que la didáctica tradicional considera un problema en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Yozo7 opina que es necesario aceptar el error como factor del aprendizaje y modificar el viejo paradigma de su inmediata corrección por parte del profesor. Ese hábito usualmente se convierte en una traba para la aplicación de las técnicas del psicodrama, para el cual los errores son caminos que se utilizan para la construcción del conocimiento correcto y nunca se sobrevaloran, como en la didáctica tradicional.
La educación de Freire y la socionomía de Moreno tienen como objetivo promover la ampliación de la visión del mundo, lo que solo ocurre cuando la relación es mediada por el diálogo. Para Freire, la dialogicidad está anclada en la triada educador-educando-objeto de conocimiento. Por su lado, el psicodrama es, en sí mismo, un abordaje dialógico.
Esa relación se caracteriza por la mutualidad. Cuando examinamos la necesidad de la expresión verbal y recordamos que para Freire el diálogo es necesario para aprender, porque posibilita la socialización, percibimos que el diálogo entre los alumnos —y con el profesor—no siempre se permite en la didáctica tradicional, lo que dificulta la construcción del conocimiento.
Paulo Freire intenta abolir en el proceso de enseñanza-aprendizaje esos ambientes sociales opresivos. Para Freire,8 educar es construir, liberar al ser humano del determinismo cuando pasa a reconocer el papel de la historia. La educación es una forma de intervención en el mundo. El estudio de las ciencias de la educación apunta, en los últimos años, a la ampliación y la diversificación de las fuentes legítimas de saberes, y a la necesaria coherencia entre el saber-hacer, a partir de la autorreflexión crítica, y el saber-ser pedagógico, que incluye la creación de un ambiente, una situación de construcción y reconstrucción del conocimiento.
Ese ambiente que proporciona una situación de construcción y reconstrucción del conocimiento se puede lograr mediante la utilización de la metodología psicodramática, cuyas técnicas de dramatización pueden hacer viable la adopción de la pedagogía de Paulo Freire, para explicar la construcción del saber también en la enseñanza superior. Mediante la dramatización podemos construir un espacio de apertura que explore nuevas formas de lectura y percepción por parte del grupo. Podemos abrir un espacio para reinventar los caminos, dar la oportunidad de que se amplíen las experiencias de cada quien y se proponga la circulación de la información. Son líneas que se entrecruzan, flujos que se juntan para formar nuevos flujos, generando un movimiento presencial y virtual constante.
El empleo de la dramatización en el aula permite que los alumnos vivencien el “como si”. El “como si” del psicodrama en la dramatización tiene que ver con el nacimiento del sujeto espontáneo y creativo. Para eso, Moreno recurrió al teatro en muchas de sus prácticas, ya que el teatro es un lugar de posibilidades inusitadas, y es en ese campo de virtualidades infinitas donde se presenta la libertad de poder soñar. Vale recordar que la influencia de Freire también está presente en el teatro pedagógico. Otras manifestaciones teatrales contemporáneas —el teatro de la concientización, el teatro de los oprimidos— también muestran la influencia de Freire, aun cuando no se explicite.
El teatro se sirve de la dramatización como recurso para hacer surgir la espontaneidad de los participantes en el desempeño de papeles socioculturalmente definidos, vividos por ellos en su experiencia cotidiana de vida y recreados en el grupo. Tiene como meta la recuperación y la activación de la capacidad humana de crear y recrear la cultura mediante una vivencia psicosocial que permite experimentar una relación innovadora con los patrones de conocimiento establecidos. Esto relabora la “conserva cultural” y propicia un reajuste social, a la vez que contribuye a la activación de la dinámica cultural.
Esos aportes de la dramatización contribuyen al enriquecimiento, la actualización y la multiplicidad de los modos de actuación. Todas las acciones revelan y denuncian, pues ninguna está exenta de sentido y, por tanto, comprometen al que las expresó, aun cuando no tenga conciencia de ello. El role playing, el sociodrama y el psicodrama son los métodos por excelencia. En ellos, todos tienen un papel social (denominador colectivo), pero también un papel psicodramático (diferenciado). En la dramatización de la práctica se visibilizan el juego de roles y la producción de situaciones generadas por la dinámica del grupo, y ello anuncia el tipo de proyecto que se teje en la red de relaciones. Ello le facilita al grupo percibir que existe una red que favorece o no la realización del proyecto deseado. En esos métodos aparecen los dobles, el espejo, la inversión de papeles y el caos, el orden y el desorden. Es la certeza, la incertidumbre, la organización. Es en la singularidad que crea el colectivo, en el que todos somos protagonistas del proceso creativo, que vamos llegando juntos a la aprehensión de nuevos conocimientos.
Según Fava et al.,9 para Moreno el ser humano se constituye en la medida en que entra en relación, mediante el juego de roles, con el contexto en el cual está insertado; es allí actor y coautor de la sociedad y del mundo, donde se torna responsable de su construcción. Trae consigo la posibilidad de espontaneidad-creatividad, y se lanza del ir al ser mediante la relación con el otro (tele).
La chispa divina, fuente de espontaneidad-creatividad, presente en cada uno de nosotros, nos vincula a todos. La cocreación y la transformación constantes son esenciales para el mantenimiento de la vida, recogidas en escenas-situaciones a partir del momento, del aquí y ahora.
El contexto dramático que puede insertarse en el contexto de la clase les proporciona a los integrantes de ese espacio la posibilidad de intercambiar roles. De esa forma, se percibe que el poder (o los que lo representan) se alinean horizontalmente con los demás sujetos involucrados en esa construcción.
Es obvia la posibilidad del psicodrama como factor motivador, favorecedor de los desequilibrios necesarios para que el aprendizaje sea posible, porque las técnicas psicodramáticas favorecen el aumento de la atención a partir de la acción de los alumnos. En las clases tradicionales los niveles de participación son bajos, lo que se explica por la postura que se les exige a los alumnos durante la exposición de la materia. Las técnicas dramáticas muestran al profesor como un mediador de la participación del alumno y, en algunos casos, como un inductor directo de participación. La clase expositiva indica lo opuesto, e incluso muestra dificultades explícitas en cuanto a esa posibilidad. Para Freire, el papel del profesor es el de facilitar la reflexión sobre un determinado conocimiento. La didáctica tradicional parece dificultar —a veces impide— la aproximación sobre esas bases.
Hay un gran desconocimiento entre los profesores del psicodrama aplicado a la educación universitaria, y en ese nivel se produce un uso abusivo de la clase expositiva. El hecho de que los profesores no utilicen el psicodrama puede sugerir también el rechazo a un trabajo docente con adultos que incluya el elemento lúdico, o también lo lejos que los profesores “contenidistas” están de las técnicas dramáticas, debido al tiempo necesario para su ejecución. Pero privilegiar el contenido en detrimento de la comprensión del grupo es un dato importante a considerar cuando se quiere presentar alternativas para las metodologías de enseñanza existentes.
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Notas
1 Maria Alicia Romaña: Crônicas e conversas psicodramáticas, Agora, São Paulo,1998.
2 Ibid., p. 43.
3 Stela Regina de Souza Fava, Marilia J. Marino, Mariângela P. F.Weschsler y Maria de Lourdes Sgorbissa: “Educação em co-criação – perspectiva sociopsicodramática”, en Heloisa Junqueira Fleury y Marlene Magnobosco Marra: Intervenções Grupais na Educação, Agora, São Paulo, 2005.
4 Marly Unello Rosinha: “Renovação didática na universidade através do psicodrama”, Revista Brasileira de Psicodrama, vol. 7, no.1, 1999.
5 Ibid., p.82.
6 C. S. Gonçalves, J. R. Wolffe y W. C. Almeida: Lições de psicodrama: Introdução ao pensamento de J. L. Moreno, Agora, São Paulo, 1988.
7 Ronaldo Yudi K. Yozo: 100 jogos para grupos –uma abordagem psicodramática para empresas, escolas e clínicas, 8va. ed., Agora, São Paulo, 1996.
8 Paulo Freire: A mensagem de Paulo Freire: textos de Paulo Freire selecionados pelo INODEP, Nova Crítica, São Paulo, 1977.
9 Stela Regina de Souza Fava, Marilia J. Marino, Mariângela P. F.Weschsler y Maria de Lourdes Sgorbissa: op. cit.

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