1. La mundialización capitalista genera una alianza de los círculos del poder de los Estados Unidos, Europa y Japón, que expresa un alto nivel de centralización del capital trasnacional. Este requiere, para reproducirse y ampliarse, el acceso al conjunto del mercado mundial.
2. Más allá de las contradicciones entre estos polos, los Estados Unidos, Europa y Japón, lo que prevalecen son sus intereses comunes, que se gestionan a través de instrumentos como el Banco Mundial, el FMI, la OMC, el G 8, la ONU, entre otros.
3. Este capitalismo mundializado aumenta la agresividad y el saqueo de los pueblos del Tercer Mundo, y desarrolla iniciativas militares de control de territorios, recursos, pueblos y de dominación cultural.
4. El capitalismo norteamericano considera al planeta entero como un lugar de construcción de su seguridad nacional. Las guerras contra Afganistán, Irak, la amenaza actual a Irán, buscan asegurar ese control efectivo de los recursos vitales para su sobrevivencia.
5. La política guerrerista del imperialismo amenaza a la América Latina, especialmente a Venezuela y Cuba, donde se encuentran los factores más claros de resistencia antimperialista. Pero los Estados Unidos desarrollan en todo el continente una estrategia militar que combina mecanismos como la instalación de bases militares, la realización de ejercicios militares conjuntos con fuerzas armadas latinoamericanas, los controles de inteligencia, las ayudas humanitarias, la construcción de un banco de información continental, la utilización de los medios masivos de comunicación como instrumentos de creación de sentidos legitimadores de la dominación, la promoción de legislaciones supranacionales y nacionales que instalan la lógica antiterrorista de “seguridad democrática”, los proyectos de construcción de infraestructura (Plan Puebla Panamá Putumayo), la Iniciativa para la Interconexión Regional de Sudamérica IIRSA, los proyectos de intervención militar norteamericana directa como el Plan Colombia, el Plan Paraguay y la invasión a Haití.
6. Las políticas neoliberales tienen consecuencias muy claras; entre otras muchas cosas, significan:
a) la devastación de la naturaleza;
b) el genocidio silencioso de los pueblos, a quienes se expropia sus territorios;
c) la imposición de modelos productivos y energéticos llamados “de desarrollo” que son depredatorios y resultan funcionales para aumentar los procesos de concentración de las ganancias del capital;
d) el fuerte crecimiento de la desocupación;
e) el aumento de la precarización laboral;
f) la caída del salario real;
g) la polarización entre ocupaciones “modernas” bien remuneradas, con altas calificaciones, y la mayoría de trabajos precarios e inseguros;
h) las privatizaciones que permitieron el saqueo de los recursos estratégicos y el avasallamiento de la soberanía nacional, y que también impusieron nuevas modalidades de flexibilización laboral;
i) la decadencia de la seguridad social;
j) la pérdida de derechos laborales;
k) el crecimiento de la superexplotación en distintas modalidades, como la maquila y el trabajo esclavo;
l) las políticas agrarias que comprometen la seguridad alimentaria y que provocan la destrucción de las economías campesinas. Asimismo,
m) se acentúa la feminización de la pobreza, tanto por la diferencia salarial en trabajos iguales como por la división sexual del trabajo, la invisibilización del trabajo doméstico no retribuido, que incrementa notablemente las ganancias del capital;
n) se agudiza la mercantilización de los cuerpos de las mujeres. La trata de mujeres, junto con el narcotráfico y el tráfico de armas, son los principales negocios mundiales, dirigidos por mafias internacionales;
o) se desarrollan mecanismos de control de la vida cotidiana, de criminalización de la pobreza, de persecución judicial de los movimientos que resisten;
p) los pueblos originarios, expulsados de sus territorios, avasallados en su cultura, sufren un nuevo genocidio.
7. Luego de dos décadas de aplicación de las políticas neoliberales y sus respectivas consecuencias, los pueblos de la América Latina comenzaron a expresar su hartazgo. En el comienzo del siglo XXI asistimos a la multiplicación de rebeldías. Luchas de masas, puebladas, movilizaciones masivas. Se destituyeron gobiernos que encarnaban la propuesta neoliberal. Estos movimientos y puebladas fueron un resultado del cansancio de los pueblos y de la acumulación de distintas experiencias que desarrollaron los movimientos, cuando inventaron estrategias de sobrevivencia organizadas alrededor del trabajo comunitario, la producción colectiva, la ocupación de tierras y de empresas, el rechazo a las privatizaciones o a sus consecuencias (guerras del agua y del gas en Bolivia), contra la firma del TLC o contra el ALCA (zapatistas, Costa Rica), contra las explotaciones mineras, contra el agronegocio, contra el modelo de monocultivo de eucaliptos, de pinos, contra las megarrepresas, contra el modelo energético, por la educación, contra la flexibilización laboral, etc.
8. Como consecuencia de esas luchas, y de los procesos electorales que destituyeron fuerzas políticas neoliberales, tenemos un nuevo escenario político en la América Latina, donde un conjunto de países han creado una alianza estratégica que confronta con las políticas del ALCA y la militarización del continente: ALBA. Cuba ahora no está sola: forma parte de un grupo de países que plantean diferentes niveles de confrontación con las políticas neoliberales e imperialistas, que no podemos unificar en una sola calificación, como gobiernos progresistas, ya que entre ellos están quienes defienden la perspectiva socialista y hasta quienes propugnan la continuidad de las políticas neoliberales en sus tramos esenciales. Lo interesante para los movimientos populares es la oportunidad que nos brinda el ALBA para pensar en un campo de resistencias comunes, ya que a partir de abril del 2007 se genera la posibilidad de ser parte de un consejo de movimientos sociales que interactúan en el ALBA.
9. Desafíos de los movimientos populares: – Enfrentar al militarismo y las guerras imperialistas. Pararles la mano en Irak, en Irán. Detener la guerra en Colombia. Retirar las tropas de Haití. – Conocer mejor las políticas de las trasnacionales, y cómo operan no sólo a nivel local, sino en el terreno internacional. Esto nos permitirá encontrar maneras más eficaces y articuladas para combatirlas. – Denunciar las nuevas legislaciones antiterroristas y las políticas de control social y de criminalización de los movimientos populares. – Desarrollar una red articulada de comunicación popular y educación popular, capaz de ir contrarrestando la campaña de homogenización cultural del imperialismo. – Avanzar en una batalla por la descolonización cultural, lo que implica profundizar la crítica de nuestros sentidos del mundo, de nuestras concepciones de lucha, de nuestras lecturas de la historia, de nuestras modalidades de resistencia. Realizar una crítica profunda y sistemática al modelo “civilizatorio” del capitalismo, levantado en nombre del “desarrollo” y del “progreso”, y repensar el carácter de una propuesta socialista latinoamericana, en términos de proyecto de vida, que no reproduzcan la destrucción de la naturaleza, el genocidio de los pueblos, ni el autoritarismo inherente a la dominación capitalista. – Valorizar y rescatar los saberes ancestrales, las distintas cosmovisiones que existen en nuestra América, asumiendo el desafío de la diversidad. No como reproducción de la fragmentación, sino como un camino para ir articulando las fuerzas populares en la tarea de crear un bloque histórico popular latinoamericano, con capacidad de dar batallas antimperialistas, anticapitalistas y socialistas, que tengan todos los colores de nuestras históricas resistencias. Rescatar el concepto de pueblo, desarrollado en La historia me absolverá: “llamamos pueblo, si de lucha se trata…”, es decir, un desarrollo de la teoría de la lucha de clases, para que sea útil en nuestros procesos revolucionarios. – Reconocer que la explotación capitalista se refuerza e interactúa con distintas opresiones derivadas de una cultura colonizadora burguesa, racista, patriarcal, homofóbica, xenófoba, guerrerista, violenta. – En este contexto, la formación política necesita del diálogo con el marxismo, como concepción filosófica, económica y política de crítica al capitalismo, como un método de análisis de la realidad y como una guía para la acción, así como de otros pensamientos emancipatorios acumulados en la resistencia indígena negra y popular en más de 515 años, con los aprendizajes y aportes realizados desde el feminismo, la teología de la liberación, las miradas holísticas del mundo, etc.; diálogo de saberes entre experiencias diversas, que permita ir descubriendo las pistas que nos permitan avanzar más rápidamente en la creación colectiva de un sujeto histórico. En este sentido, la formación política no sólo es transmisión de saberes, sino fundamentalmente creación colectiva de conocimientos, que reconoce en los movimientos populares la oportunidad de ser los espacios en los que la relación teoría práctica sea el lugar en el que se forjen nuevos sujetos con conciencia de sí mismos, de sus necesidades y proyectos. Donde los movimientos populares y revolucionarios vayan constituyéndose como intelectuales colectivos, y en los que los intelectuales orgánicos sean parte de esta creación popular, insertos en el diálogo entre experiencias, entre los aportes de las visiones diversas del mundo y aquellos aportes que provienen de las distintas ciencias sociales. – Renovar la cultura política, descolonizarnos, desmercantilizar nuestras relaciones, presupone abrirnos a un diálogo real, a una pedagogía del diálogo y no de los monólogos, escuchar las palabras que nombran experiencias, desde nuestros cuerpos preparados no sólo para decodificar lenguajes o categorías, sino también con capacidad para comprender las acciones, sentimientos, pensamientos que estos nombran. – La necesidad de resolver el desafío principal de nuestros movimientos, la tarea de formar un bloque político social contrahegemónico, no se resuelve si pretendemos instalar una lógica disciplinadora de las diferencias. La posibilidad de desafiar al imperialismo y al capitalismo realmente existentes en la América Latina está en relación directa con la capacidad que tengamos para constituir “al pueblo en lucha” como sujeto histórico de los cambios. – La complejidad con que los pueblos van entretejiendo sus resistencias y la creación de alternativas populares, nos plantea la necesidad de cuestionar una y otra vez los conceptos, metodologías y prácticas con que venimos desarrollando estas experiencias. La pedagogía política liberadora se encuentra desafiada a revisar sus propuestas, simplificando la manera de educar en el trabajo de base, sin perder profundidad en el proyecto. – Diálogo y formación política se vuelven así una forma de encuentro, que permite no sólo reconocer al otro o a la otra, sino crear un nosotros y un nosotras en el que se respeten y valoren las múltiples expresiones, maneras de decir y de actuar, y se creen vínculos de solidaridad, de mutuo aprendizaje, que no cancelen ni posterguen sueños, sino que permitan que los mismos nutran las raíces de los procesos de formación / transformación, que ya no serán, por tanto, dos términos separados en tiempo y lugar, sino dos dimensiones del mismo espacio de revoluciones. – Diálogo de saberes, creación colectiva de conocimientos, relación teoría práctica, pensamiento crítico, pedagogía del ejemplo, historicidad de los procesos sociales, cultura de rebeldía, educación como un momento organizativo de constitución de los sujetos, son algunas de las claves. – La concepción de la educación popular, un intento por desafiar las ideas y los formatos de educación alienantes, recupera de Paulo Freire su esencia radical: concebir la pedagogía de los oprimidos y oprimidas (y no “para” los oprimidos y oprimidas) como una práctica de la libertad; como pedagogía de la rabia, de la indignación, de la esperanza y de la autonomía; nutriéndose así de la necesidad y de los deseos de los hombres y mujeres, que van encontrando los modos de sublevarse frente a las múltiples formas de opresión.
octubre del 2007