Reinventar la esclavitud, garantizar la libertad De Saint-Domingue a Santiago a Nueva Orleáns, 1803-1809

Rebecca J. Scott

No hay nadie en el mundo que no sepa
Que los derechos legales que deja un barco tras de sí
No son mayores que su estela

_Hugo Grocio (1609)_1

Cruzar el estrecho que separaba la colonia francesa de Saint-Domingue de la colonia española de Cuba suponía cambiar de idioma y de jurisdicción: de francés y creole a español, del dominio del imperio napoleónico al del rey de España. Unas dieciocho mil personas hicieron ese tránsito entre la primavera y el verano de 1803, cuando se reinició la guerra revolucionaria en Saint-Domingue. Cruzar el Golfo de México para ir de Cuba a Nueva Orleáns –una travesía más larga–, como hicieron mucho de ellos seis años más tarde, significaba llegar a un Territorio de Luisiana recientemente adquirido, que se encontraba bajo la autoridad de un gobernador territorial y del Congreso de los Estados Unidos. ¿Qué podían conllevar esos cruces para quienes habían sido esclavos en Saint-Domingue y para quienes los reclamaban como propiedad suya?2
El presente artículo explora estas cuestiones en dos dimensiones que se solapan: de un lado, el terreno de los documentos y las categorías oficiales; del otro, el de las familias y las experiencias de vida. La figura central será una mujer llamada “Rosalie de nation Poulard,” nacida en Africa y mantenida como esclava en la región de Jérémie, Saint-Domingue.3 Tendremos que aproximarnos a su vida de manera oblicua, juntando los fragmentos escritos por otros. No obstante, a través de esos fragmentos se nos harán más evidentes las maneras en que los papeles y el poder eran capaces de convertir a un ser humano en una “persona con un precio”. Y al final también se nos hará evidente que la destreza para maniobrar en ese mundo de papeles y poder podía, en ocasiones, devolver a una “persona con un precio” a su condición de individuo.4

Saint-Domingue

Comencemos en la pequeña comunidad costera donde vivía Rosalie de la nación Poulard en 1803: Les Abricots, cerca de Jérémie, en el distrito sur de Saint-Domingue llamado la Grand Anse. El gobierno francés les había entregado tierras a colonos en la Grand Anse durante las décadas de 1770 y 1780, lo que había hecho posible un gran auge de la producción cafetalera con mano de obra esclava y la expansión del pueblo de Jérémie, donde una comerciante llamada Marthe Guillaume había comprado a Rosalie.5
La revolución comenzada en 1791 decretó la abolición de la esclavitud en 1793, declarada primero por los comisionados civiles y ratificada después por la Asamblea Nacional francesa. No obstante, Grand Anse cayó bajo control británico entre 1793 y 1798, y las autoridades británicas impidieron que entraran en vigor los decretos de abolición. En 1798 los británicos se retiraron y la región quedó bajo el control de los revolucionarios, primero el General André Rigaud, un hombre de color, libre desde hacía mucho tiempo, y después –tras una sangrienta guerra civil– de Toussaint Louverture. Legalmente, la esclavitud había desaparecido para siempre de todo el territorio de Saint-Domingue.6
A fines de 1801, Napoleón Bonaparte, incapaz de tolerar el gobierno semiautónomo de Toussaint Louverture, envió una gran expedición militar comandada por su cuñado, el General Victor-Emmanuel Leclerc, con la orden de someter y deportar a los generales negros y mulatos leales a Toussaint que controlaban la colonia. Es casi seguro que Leclerc llevaba también órdenes secretas de devolver a los libertos a la esclavitud una vez sometida la colonia revolucionaria, aunque sus instrucciones formales implicaban que no se admitiera dicho objetivo. Al inicio, Leclerc tomó a los revolucionarios desprevenidos y logró imponerse en Jérémie y otras ciudades portuarias. Pero la llegada de la estación de las fiebres le produjo un gran número de bajas, y la noticia de que se había reanudado la esclavitud en todos los demás territorios del imperio francés detonó una resistencia creciente de parte de los hombres y las mujeres que habían sido declarados libres en 1793-1794.7
Hacia fines de 1802, Leclerc temía fracasar en toda la línea y le envió un informe pesimista a Napoleón. “Todos los negros están convencidos por las cartas que llegan de Francia, por la ley que restablece la trata y por los decretos del General Richepanse que restablece la esclavitud en Guadalupe, de que queremos convertirlos en esclavos”. “Estos hombres”, escribió, “no quieren rendirse”. Pocos días más tarde, Leclerc cayó víctima de la fiebre amarilla. Su sucesor, el General Donatien Rochambeau, tuvo que enfrentar la incesante oposición de insurgentes armados en los campos, y de tropas antes “coloniales”, de ascendencia africana, que advertían cuán profunda era la hostilidad de Rochambeau a la abolición y a ellos mismos. En la primavera de 1803, la guerra se inclinaba decisivamente en contra de la fuerza expedicionaria francesa.8
En la narración de un testigo resentido, el comerciante y plantador Peter Chazotte, se describe la escena en el área cercana a Les Abricots. En junio de 1803, tras el resonante fracaso de una ofensiva francesa para retomar el sur, el General Sarrazin les ordenó a las tropas francesas y a las legiones polacas que las acompañaban retirarse de los distritos rurales que rodeaban a Jérémie. Chazotte estaba indignado ante lo que entendía como una cobardía, pero fue de plantación en plantación llevando la orden y aconsejándoles a los civiles que huyeran. Pronto recibió noticias de que “la región… más allá de nuestra montaña estaba toda en llamas”. A medida que se acercaban los incendios, los habitantes batallaban por encontrar una vía para retirarse y buscar refugio. En la bahía de Les Abricots, “…como había sólo dos embarcaciones pequeñas, se acordó embarcar primero a las mujeres y los niños blancos, y después a los de color”. Los que no pudieron subir a bordo emprendieron el camino a pie por el terraplén que llevaba a Jérémie: eran una masa de desplazados negros, blancos y mulatos que sólo llevaban consigo lo que podían cargar. “Salimos del pequeño pueblo de Abricots en el mismo momento en que entraba una columna de mil negros con antorchas llameantes en las manos”.9
Pero Jérémie no constituía un refugio permanente. Los franceses y los británicos estaban de nuevo en guerra, y las tropas francesas no podían confiar en recibir suministros y refuerzos de la metrópoli. El 3 de julio de 1803, el General Fressinet, cuyas tropas sitiadas estaban a punto de morir de hambre, comenzó una evacuación desordenada de Jérémie, lo que incrementó el caos. Algunos civiles se dirigieron a las líneas de los revolucionarios, confiando en su suerte; otros intentaron escapar en botes. Buques británicos enemigos que rondaban cerca capturaron algunos de los botes que zarpaban, tanto militares como civiles; otros siguieron hasta el amparo más cercano: Santiago de Cuba.10
Para quienes estaban a bordo de esos barcos, la travesía fue un período de hambre, sed y miedo. Pero en medio del tumulto, algunos colonos y propietarios intentaron también extender su control sobre otros viajeros. Según la ley francesa, en el momento de la partida de los barcos nadie podía ser tenido por esclavo en Saint-Domingue. Los que fueran una vez esclavos eran ahora, a los ojos de la ley, cultivateurs (agricultores) libres, o nègres y nègresses libres (negros y negras libres), o, más respetuosamente, citoyens (ciudadanos). Napoleón sin dudas había tenido la intención de reimponer la esclavitud una vez reconquistada la colonia, pero la expedición de Leclerc y Rochambeau llegaba a un final ignominioso sin lograr sus objetivos. ¿Cuál era entonces el estatus preciso de los refugiados negros y mulatos a bordo de los barcos que huían de los combates? Su destino, Cuba, era un bastión de la esclavitud, y los gobernantes de la isla no tenían el menor deseo de ver desembarcar el abolicionismo de la revolución de Saint-Domingue junto a los refugiados. El jefe español del fuerte a la entrada de la bahía tenía órdenes de admitir a los emigrados blancos, las mujeres de color, los niños y los “criados”, pero de impedir que las maltrechas tropas francesas y todos los hombres de color de más de trece años entraran a la ciudad.11
En principio, se suponía que los inspectores debían hablar con el capitán de cada uno de los barcos que llegaban para verificar la situación de cada pasajero. Esas conversaciones no siempre se desarrollaron amistosamente. El oficial naval francés Louis Roquete, al mando de la goleta que llevaba el nombre optimista de La Nouvelle Société, cometió de inicio el error de ordenarles a los españoles que le dieran refugio, en vez de pedírselo, y de negarse a entregar una lista de los pasajeros, lo cual ofendió al jefe militar.12 Cuando esa misma embarcación regresó en julio de 1803 al mando del Capitán Barthélémy Bouny, el nuevo capitán tuvo la prudencia de pedir ayuda “con la debida veneración”. El Capitán Bouny informó que el campo en los alrededores de Jérémie, en la península al sur de Saint-Domingue, estaba ahora en manos de los “negros rebeldes”, y que la propia Jérémie estaba amenazada de correr la misma suerte, lo que obligaba a las familias a huir para pedirles hospitalidad a los residentes de Santiago.13
Las listas de pasajeros de las goletas que llegaron ese verano constituyen un microcosmos de la sociedad de Jérémie y sus alrededores, de donde procedía la mayoría de los pasajeros. Pero constituyen también un microcosmos de la lucha por definir el estatus de los miembros de esa sociedad. En una goleta, por ejemplo, viajaba un hombre llamado François Vallée, sastre de Les Abricots, con su esposa Marie Claire Cazenave y sus hijos pequeños.14
En principio, todos los pasajeros de esos barcos procedentes de Saint-Domingue eran legalmente libres desde hacía varios años. Ello no impidió que Vallée y su esposa declararan que ocho de los adultos y los niños que los acompañaban eran de su propiedad. La lista de pasajeros preparada por el capitán y entregada a las autoridades portuarias clasificaba a esas seis mujeres y sus hijos como esclavos. François reclamó a Josepha, conga, de cincuenta años; Félicité, conga, de dieciocho años; Luisa, nacida en Jérémie, de veintidós años; y Ariete, también nacida en Jérémie. Su esposa Marie Claire reclamó a dos mujeres negras y sus hijos. Mediante un acto de prestidigitación, y con la cooperación del capitán y de las autoridades portuarias españolas, François Vallée y su esposa habían reinventado la esclavitud durante la travesía.15 Cientos de los emigrados repetirían esa hazaña.

Santiago de Cuba

Santiago de Cuba era, en muchos sentidos, un destino receptivo para los emigrados que ansiaban restaurar las relaciones sociales de la esclavitud. Autorizado como puerto de llegada para la trata trasatlántica desde 1789, Santiago proveía a las necesidades de una creciente red de plantaciones dedicadas a la producción de azúcar y café con mano de obra esclava. Los barcos de esclavos llegaban regularmente de la costa occidental de Africa para inyectar mano de obra forzada en las economías urbana y rural. Este era, pues, un terreno familiar para quienes traían consigo capital y hábitos de mando.16
No obstante, dada la preocupación de las autoridades españolas por la seguridad, los emigrados de Saint-Domingue que se consideraban dueños de esclavos no podían afirmar de manera plena sus derechos de propiedad sobre hombres y mujeres. Las leyes españolas y las locales les prohibían desembarcar a los varones adultos considerados negros y asociados con la revolución de Saint-Domingue, con independencia de quien los reclamara. Las autoridades deseaban que se les deportara a la primera oportunidad a Tierra Firme.17
En colaboración con un comerciante llamado Joseph Martí, el gobierno español ubicó una fragata en el puerto para mantener prisioneros a “todos los negros Franceses asi libres como esclavos de 13 años arriba”. En primera instancia, su número era de ciento cinco, pero llegarían más. Las órdenes del gobernador subrayaban dos elementos: la categoría de “negros Franceses” como señal de peligrosidad, y la necesidad de encarcelar y deportar a los hombres que respondieran a esa clasificación. La situación de las mujeres consideradas negras, y el estatus de las llamadas personas de color libres, era más ambiguo, y dejaba espacio para la resclavización de algunos y el mantenimiento de la libertad por parte de otros.18
Para evitar la confiscación de pasajeros que en caso contrario podían convertirse en valiosa “propiedad” de otros pasajeros, algunos capitanes intentaron desembarcarlos en la costa antes de llegar al fuerte a la entrada de la bahía. Cuando eran detectados, planteaban que habían enfrentado falta de agua o alimentos, o que tenían amigos en ese punto de la costa con quienes les había parecido inteligente sostener un encuentro. Pero era difícil no mostrarse un poco suspicaz cuando el capitán François Berquier de la goleta Almina, proveniente de Les Abricots con más de cien personas a bordo, explicara que casi se le había acabado el agua dos días antes cerca de un puerto de la costa cubana donde creía que había agua. Por tanto, desembarcó al “ciudadano Lepine”, un pasajero blanco que parece haber sido un notario público, y a cincuentiséis “esclavos” de ambos sexos. A continuación siguió hasta Santiago con los restantes pasajeros, los cuales cumplían, convenientemente, los requisitos de entrada a la ciudad: hombres, mujeres y niños blancos, algunas personas de color libres y varios “criados esclavos”, la mayoría de ellos mujeres y niños.19
Era un juego al ratón y el gato, que se jugaba en el mar, pero también en los papeles. El procedimiento más usual consistía en que los barcos esperaran fuera, desde donde el capitán iba al interior de la bahía en un bote de remos en busca de permiso para entrar su barco. Lo esperaba un escribano que le tomaba declaración y redactaba la petición adecuadamente respetuosa al gobernador. El capitán, que la mayoría de las veces probablemente sólo hablaba francés, se las ingeniaba de alguna manera para comunicarse con el escribano, quien, a su vez, producía una petición ceremoniosa en español a la que añadía los detalles del caso. El Capitán Nicolas Dauvergne, de la goleta La Esperanza, por ejemplo, fue especialmente audaz. Afirmó haberse visto obligado por la falta de comida y la persecución de una fragata inglesa a desembarcar siete negros y cuatro negras a diez leguas del puerto de Santiago. Pedía que se le devolvieran, para llevar a los hombres al pontón de la bahía, y para devolver a las mujeres, junto a sus hijos, a sus “amos respectivos”.20
Cuando vemos la palabra “esclavos” en las listas de pasajeros, estamos viendo un término producido en español por un capitán francés para designar a individuos que no están presentes: a hombres, mujeres y niños que permanecen aún en los barcos y están desesperados por desembarcar; o que vienen en camino desde una playa remota, bajo custodia. La palabra escrita en el papel no nos dice cómo reconstituyó François Vallée un hogar ampliado compuesto por su esposa, sus hijos y sus “esclavos” al llegar a tierra, ni nos cuenta si Josepha, conga, y los demás, sabían que a los ojos de los funcionarios españoles se habían convertido en esclavos. Si permanecieron inicialmente con Vallée y su esposa, la revelación de su cambio de estatus legal puede haberse producido sólo cuando trataron de ejercer uno u otro derecho negado a los esclavos: el derecho a la movilidad, el matrimonio o el empleo independiente.
Al mismo tiempo, Santiago era un espacio urbano heterogéneo, en el que algunos exesclavos emigrados podían tener la posibilidad de aferrarse a la libertad que ganaran en el Saint-Domingue de la revolución. En la ciudad había numerosos libertos, esto es, hombres y mujeres que habían alcanzado su libertad, a menudo con sus ahorros cuando sus amos les permitían contratar a terceros su trabajo y retener una parte del salario. El campo que rodeaba la ciudad les brindaba refugio a los cimarrones, y un estudio reciente llega a la conclusión de que el petit marronage (cimarronaje durante un corto tiempo) era endémico, lo que dejaba una brecha muy visible en las pretensiones de los amos al ejercicio de un control absoluto. No obstante, los dueños de esclavos se habían mostrado renuentes a aportar las grandes sumas que habrían sido necesarias para efectuar una represión de los cimarrones en gran escala auspiciada por el Estado. Sin embargo, los acontecimientos de la vecina Saint-Domingue habían comenzado a interesarlos en serio en esa tarea.21

Rosalie de la nación Poulard

Si el hogar de François Vallée fue rápidamente reinscrito como compuesto por amos y esclavos, el de su amigo y vecino Michel Vincent, también de Les Abricots, siguió un camino diferente. Michel Vincent era un colono francés entrado en años que sufría una racha de mala suerte. Hijo de un notario del pueblo francés de Le Mans, había intentado establecerse en Saint-Domingue mediante un matrimonio ventajoso y la adquisición del monopolio real de la venta de carne en el pueblo de Les Cayes, pero ambas estrategias habían fracasado. Sus parientes de Francia afirmarían después que era un cafetalero con numerosos esclavos, pero los documentos notariales indican que en el año 1800 no era más que un pequeño propietario de Les Abricots que se había visto reducido a vender porciones de sus tierras a exesclavos de una plantación vecina. Su estatus social parece haber sido modesto, y su círculo social el de los artesanos: fue padrino en el bautizo de un “hijo natural” de un pariente del sastre François Vallée.22 En la época en que llegó a Santiago se le categorizó también como artesano: un mareschal, esto es, un artesano encargado de velar por la salud y los cascos de los caballos.23
Sabemos algo también de la vida íntima de Michel Vincent, porque en 1799 había llevado a la pila bautismal de la iglesia parroquial a la que acudían los vecinos de Les Abricots a una hija propia. La niña recibió el nombre de Elizabeth, y era una hija natural, nacida fuera de matrimonio. Michel reconoció ser el padre; la madre era una mujer identificada como Marie Françoise, llamada Rosalie, y registrada como négresse libre, esto es, una negra libre. Era Rosalie de la nación Poulard, una sobreviviente de la trata, llevada de Africa Occidental a Saint-Domingue. Hasta donde sabemos, nunca fue una esclava de Michel Vincent. Su dueña durante mucho tiempo había sido una comerciante negra de Jérémie llamada Marthe Guillaume, que emitió un documento de emancipación registrado ante notario en 1795. No obstante, es casi seguro que ese documento careciera de las firmas oficiales requeridas, dada la renuencia de las fuerzas de ocupación británicas a autorizar las manumisiones.24
Sin embargo, el documento de 1795 puede haber bastado para conferirle a Rosalie una cuota de libertad práctica, si Marthe Guillaume dejó de intentar que trabajara para ella. Presumiblemente debe haber podido trasladarse libremente y buscar empleo, aunque si la recogían por vagancia, o si necesitaba certificar un documento ante notario, lo más probable es que saldría a la luz su estatus irregular. No resulta sorprendente que haya tratado de integrarse a una familia de propietarios.
La unión entre Rosalie de la nación Poulard y Michel Vincent puede haber sido un mariage à la mode du pays (un matrimonio al estilo del país), como se le habría llamado en San Luis de Senegal. No estaba consagrada por un sacramento, pero parece haber sido una alianza duradera, aunque asimétrica. Los caminos de Michel, un colono francés que descendía en la escala social, y de Rosalie, una africana en pleno ascenso, deben haberse cruzado en algún momento en Les Abricots, donde tuvieron al menos un hijo en común.25
Michel y Rosalie parecen haberse bandeado durante los cambios de mando político, el final definitivo de la esclavitud en el sur en 1798 y la continua intranquilidad en los campos. Sin embargo, en la primavera de 1803, con la expedición napoleónica acercándose a un final catastrófico, Michel decidió regresar a Francia y dejar a Rosalie, una madre soltera con cuatro hijos, librada a los incendios y la guerra. No obstante, siendo hijo de un notario, Michel se dio cuenta –o quizás lo persuadió de ello Rosalie– de que la mujer necesitaría una prueba escrita de su condición de libre, que le sirviera de protección en caso de que se reinstaurara la esclavitud en Saint-Domingue o de que tuviera que huir a otro punto del Caribe. En mayo de 1803, Michel redactó un documento peculiar en el cual declaraba (falsamente) que Rosalie y sus cuatro hijos eran sus esclavos, y que a partir de ese momento los liberaba. Enumeraba a los hijos: “Juste Theodore Mulatre, Marie Louise dite Resinette Mulatresse, Etienne hilaire dit Cadet Mulatre, et Elisabeth dite Dieudonné Mulattresse.”26
Étienne, el hijo menor, había recibido el segundo nombre de Michel Vincent. Elizabeth había sido reconocida por él en el bautizo. A ambos se les designaba como mulâtre o mulâtresse, lo que suponía una ascendencia mezcla de africanos y europeos. Puede que todos hubieran nacido de la unión entre Rosalie y Michel. En el documento, Michel reiteraba que Rosalie de la nación Poulard era ahora libre para ir y venir a su antojo, y que si continuaba trabajando para él, le pagaría un salario. Declaraba que el documento debía tener tanta fuerza legal como si hubiera sido redactado por un notario, y que la portadora podía “pedir su ratificación por los jefes de esta colonia, o en cualquier otro país aliado de Francia en que dicha négresse pudiera ir a establecerse”.27
No obstante, en medio de la confusión producida por el colapso de la fuerza expedicionaria francesa, Michel Vincent nunca logró llegar a un barco con destino a Francia. En vez de ello, tanto él como Rosalie se vieron envueltos en la evacuación caótica de Jérémie hacia Santiago. En ese proceso, los dos niños –Juste Thédore y Ètienne Hilaire– parecen evaporarse de todo documento escrito. Puede que hayan permanecido en el Saint-Domingue revolucionario, o que hayan estado entre los que se ahogaron tratando de llegar a los barcos durante la evacuación. Si lograron llegar a los barcos, pero eran lo bastante mayores para parecer peligrosos, el gobernador español puede haberles impedido desembarcar y deportarlos después. Por último, es posible que hayan entrado en Cuba de manera subrepticia y que hayan pasado inadvertidos para los confeccionadores de listas y registros. Sus hermanas, Elizabeth Dieudonné y Marie Louise, sí reaparecen en documentos santiagueros, presumiblemente protegidas por su edad y su sexo de ser sumariamente encarceladas.28
Michel Vincent había traído consigo varios montones de papeles que documentaban su previa propiedad de tierras y esclavos en Saint-Domingue, pero ellos le sirvieron de poco consuelo y no le produjeron rentas. Junto a Rosalie, encontró un refugio en la ciudad atestada, donde criaban cerdos y gallinas y él ejercía su oficio. Los frágiles entendidos mediante los cuales Rosalie y sus hijas podían conducirse como libres parecen haberse sostenido, y Rosalie conservaba el documento de manumisión que hicieran para ellas en Les Abricots. Sin embargo, se trataba de un documento privado, que carecía de la firma de un notario. No era claro si su fuerza legal sobreviviría a su autor, Michel Vincent. Tanto Michel como Rosalie tenían motivos para tratar de certificar los documentos que llevaban consigo: Michel para registrar el hecho de que era un propietario en Saint-Domingue, para futuras referencias; Rosalie para robustecer su derecho a la condición de libre.29
Al gobierno francés no se le permitía tener un consulado en Santiago, y las autoridades españolas no admitían de ningún modo que un emisario de Francia ejerciera su “jurisdicción” sobre los emigrados. Pero con tantos ciudadanos franceses refugiados en el área, los oficiales franceses de la Agence des Prises de la Guadeloupe, funcionarios encargados de adjudicar la propiedad de los barcos capturados por corsarios franceses, improvisaron una respuesta temporal para el problema de atender los asuntos de los emigrados. Su oficina carecía de autoridad para certificar documentos o emprender tareas diplomáticas. Su principal objetivo era obtener ingresos de la venta de los barcos capturados y canalizarlos hacia las restantes colonias francesas, en ese momento bastante aisladas debido al control que ejercían los británicos sobre los mares. Pero esos burócratas cumplían extraoficialmente las “funciones de una cancillería”, y copiaban o recibían en depósito documentos relevantes que les entregaban los emigrados franceses.30
Parece ser que en 1804 Michel Vincent ya había enfermado, de modo que el 14 de marzo de ese año entregó en esa oficina de Santiago una última voluntad y testamento, que fue homologué (validado). Tres días después, Rosalie fue en persona para pedirles a los mismos funcionarios que registraran los papeles de libertad redactados diez meses antes en Les Abricots. Con Michel al borde de la muerte, Rosalie parece haber tenido la esperanza de que, haciendo que el texto se incluyera en un registro francés, este adquiriera mayor fuerza legal, y con ello, que tuviera más autoridad su frágil prueba de libertad. Rosalie veía a su alrededor otras mujeres llegadas de Saint-Domingue, tan libres como ella gracias a los decretos de los republicanos franceses, que eran tratadas en Cuba como esclavas y vendidas por un dueño putativo a otro. De hecho, no había ninguna garantía de que los funcionarios franceses, hambrientos de dinero, serían inmunes a esa misma tentación. Pero Rosalie decidió correr el riesgo.31
El escribano francés de Santiago comenzó su tarea como si quien se encontrara ante él fuera el dueño de un esclavo, con las palabras “Documento de libertad emitido por…”. Entonces se detuvo, puso un punto y volvió a comenzar con una frase diferente, que aclaraba que el texto tenía que ver con la libertad de una mujer de nombre Marie Françoise, llamada Rosalie. En ese momento crucial Rosalie, en efecto, podía dar testimonio de su propia libertad. En un último estertor de las prácticas de la era revolucionaria en Francia y Saint-Domingue, el funcionario le dio el tratamiento de cortesía de citoyenne (ciudadana) al transcribir su documento a los registros. También le proporcionó una copia del nuevo documento, en la que estampó su firma.32
No obstante, lo cierto es que esos papeles sólo tenían la fuerza de la estructura legal que los sostenía, y si alguien los ponía en duda, Rosalie tendría que persuadir a un tribunal de la isla de que era libre. La Agence des Prises no era un verdadero consulado. Y el tratamiento de cortesía de citoyenne no tenía mucho contenido. Por el momento, con ese texto híbrido en la mano, y el hombre que afirmaba ser su antiguo dueño actuando en consecuencia, parece ser que Rosalie logró preservar su libertad en Santiago. Pero a los pocos días, Michel Vincent murió, y su albacea, el sastre François Vallée, se encargó de llevar a efecto las disposiciones de su testamento.
El informe de Vallée ha sobrevivido en los registros de los funcionarios franceses de Santiago, y constituye una vívida muestra de la manera en que la intromisión directa de la ley puede echar por tierra acuerdos negociados a su sombra. Vallée comenzaba explicando lo que había hecho con los bienes muebles pertenecientes a la herencia de Michel Vincent. Había vendido “los cerditos”, así como las “serpes et haches” (podaderas y hachas), venta que había rendido la modesta suma de siete y media gourdes, equivalentes a un número igual de piastras españolas. Le había dado el caballo bayo, además de las gallinas y las chaudières (calderos) a la ciudadana Rosalie, a la que describía como la légataire particuliére (heredera individual) de Michel Vincent. Hasta ahí, todo bien. Después Vallée informaba que había estado a punto de darle también a Marie Louise Désir, como pedía el testamento. Probablemente se trataba de la hija mayor de Rosalie, a la que en otras partes se hace referencia con el nombre de Marie Louise dite Resinette. Parece ser que Michel Vincent había tratado de garantizar que Rosalie pudiera quedarse con Marie Louise, al especificar en su testamento que debía tener su custodia. Pero Vallée declaraba que dadas las deudas que pesaban sobre la herencia, no se la había entregado a Rosalie. Se infiere que se la debe haber quedado él mismo como albacea, para cubrir sus gastos, o que la debe haber vendido como esclava para pagarles a los acreedores de Michel Vincent.33
Los funcionarios franceses de Santiago no se dedicaban a terciar en disputas, y parece ser que no vieron ninguna contradicción entre el hecho de permitir que Rosalie registrara la libertad de Marie Louise y que François Vallée dispusiera de la niña pocas semanas más tarde. Vallée volvía a aprovechar el solapamiento de jurisdicciones y la legitimidad existente en Cuba para tener en propiedad a otros seres humanos, con el fin de imponer cierta forma de servidumbre. No sabemos qué edad puede haber tenido Marie Louise, pero quizás Vallée vio en ella una sirvienta doméstica potencial para su hogar, o una costurera para su sastrería.
Elizabeth, la hermana de Marie Louise, nacida libre en Les Abricots, parece haber escapado al interés de Vallée. Tenía cuatro años cuando la familia salió de Saint-Domingue, y probablemente permaneció al abrigo de su madre en Santiago. No obstante, en 1808 se produjo otra crisis. Napoleón invadió la península ibérica, y cuando los españoles comenzaron a combatirlo, las relaciones entre las autoridades españolas en Cuba y los ciudadanos franceses en Santiago empezaron a tensarse. En 1809, se les ordenó a los refugiados de Saint-Domingue que abandonaran la isla.
¿Cómo respondió Rosalie de la nación Poulard a esta nueva crisis? Si esto fuera una novela y no un artículo académico, podríamos describir lo que hizo Rosalie cuando François Vallée le arrebató a Marie Louise e indicar cómo fue que la hija menor, Elizabeth, fue entregada en custodia a la viuda Aubert, su madrina, en la época de la expulsión. Pero a partir de los documentos que han llegado a nosotros sólo sabemos que la viuda Aubert se llevó con ella a Elizabeth en uno de los barcos que zarpaban hacia Nueva Orleáns.34
Lo que sí podemos hacer es plantear una hipótesis interesante. Quince años más tarde, en 1822, Rosalie vivía en lo que la viuda Aubert aún llamaba Saint-Domingue, aunque ya era la república de Haití. Si la decisión de Rosalie en 1809 fue enviar a Elizabeth a Nueva Orleáns con su madrina y regresar ella misma a Haití, entonces tal vez permaneciera en Santiago algunos años después de 1809. En enero de ese año, el presidente de Haití, Pétion, le pidió permiso al gobernador de Santiago para enviar un barco neutral (un batiment parlementaire) a Santiago, a fin de permitirles a las personas de color regresar a Haití, y presumiblemente Rosalie debe haber reunido los requisitos para ser aceptada a bordo. No obstante, las autoridades coloniales españolas no autorizaron la entrada en el puerto de un barco procedente de Haití.35
Puede que Rosalie haya encontrado alguna manera de evadir la orden de expulsión y que se haya perdido de vista en una de las barriadas pobres de la ciudad mezclándose con otras mujeres de origen africano residentes en Santiago, tanto esclavas como libres. Otras mujeres africanas de Saint-Domingue lo intentaron: una mujer que se identifica como María Micaela Casta Jolofa (María Micaela de la casta wolof) le hizo llegar una petición a la Junta de Vigilancia de Santiago en la que solicitaba permiso para permanecer en la isla a fin de cuidar de su tía.36 Rosalie tenía los pollos, los calderos y el caballo bayo que había heredado de Michel Vincent, y puede haber lavado para la calle en esos calderos. Si esa fue en verdad su estrategia, puede que nunca encontremos su nombre en documentos escritos en Santiago. Pero hay un documento redactado en noviembre de 1817 que nos permite imaginar algo del mundo en que vivían las mujeres a las que se identificaba como “negras francesas”.
En 1817, el gobernador de Santiago, Sebastián Kindelán, le envió un mensaje, alarmado, al gobernador de la isla en La Habana, en el que daba cuenta de un nuevo peligro para la seguridad que había descubierto. Le había llegado la información de que varias “negras esclavas francesas” habían fundado una sociedad de ayuda mutua, que recolectaba “contribuciones estipuladas” de cada una de las miembros a fin de celebrar bailes, ayudarse entre sí en caso de necesidad y comprar la libertad de cualquiera de ellas que fuera maltratada por su amo. Para Kindelán, el hecho constituía una emergencia. Se apresuró a investigar.37
En efecto, al acordar la compra de la libertad de cualquiera de ellas que fuera físicamente maltratada, las mujeres de esa sociedad de ayuda mutua redefinían lo que significaba la condición de esclavo. Podían reconocer la potestad de un amo putativo sobre su trabajo, pero esta cesaba en los límites del cuerpo. Asumían la definición del maltrato y hacían saber que el amo perdería toda su potestad sobre cualquier mujer de la que abusara. Sujetas a la ley española y, por tanto, caracterizadas como “esclavas” a pesar de su emancipación en Saint-Domingue en 1793-1794, esas mujeres habían encontrado una manera de recuperar una parte de su libertad. No resulta sorprendente que el gobernador percibiera sus acciones como un peligro.
La sociedad estaba dirigida por dos mujeres a las que las miembros llamaban “grandes madres” y por otra conocida como Reyna. Las líderes se distinguían por llevar “una banda de sintas verdes terciada” y “las demás socias con un lazo del mismo color en el brazo.” Parece ser que el grupo se había reunido para comer en la casa de un francés blanco que se decía era propietario de una de ellas. Presentes en esa comida estaban diez negros libres a los que el gobernador hacía referencia como los “concubinarios” de las mujeres, aparentemente marineros de un barco dedicado a la trata que se encontraba en ese momento en el puerto. Parece haber sido la goleta Caridad, cuyo capitán era Juan Morales; se emitió orden de arresto contra seis de sus marineros en cuanto regresara el barco.38
No obstante, Kindelán se concentró fundamentalmente en las mujeres. Le pareció urgente “atemorizar y reprimir estas esclavas” para que sus acciones ni produjeran intranquilidad en la ciudad ni se la inspiraran a otros esclavos, a los que consideraba tranquilos y sumisos. El gobernador de la isla fue todavía más enfático al explicarle en una carta a la Real Audiencia la necesidad de un castigo que, “no se diese en perjuicio de los propietarios de los siervos y que al mismo tiempo pareciese humillante, y les hiciese detestables unas sociedades que aun que parescan insignifiantes siempre tienen disposición ó trahen aparejados la accion o efecto de quemar”.39
Quizás sea demasiado pedir que imaginemos a Rosalie de la nación Poulard entre esas mujeres, contribuyendo a poner en vigor una regulación formulada por ellas mismas que limitaba el poder de los amos sobre las mujeres que habían logrado volver a esclavizar. Pero el episodio revelaba que seguía habiendo “negras francesas” en el corazón de la ciudad. Y lo que es igualmente importante, vinculaba a algunas de las más audaces de esas mujeres a marineros negros libres que servían en barcos negreros. Curiosamente, ese mismo Capitán Juan Morales había llegado a Santiago el año anterior procedente de Nueva Orleáns.
La red de relaciones tendida sobre el Golfo, que llegaba incluso a Africa, seguía siendo fuerte, a pesar del desmembramiento de las familias en las múltiples migraciones forzadas. Quizás Rosalie incluso recibiera la noticia de la llegada de su hija Elizabeth a Nueva Orleáns.

Nueva Orleáns

En la primavera y el verano de 1809, docenas de barcos procedentes de Cuba remontaron el Mississippi hasta Nueva Orleáns, llevando a los “franceses” expulsados de Cuba. Tras ciertas vacilaciones, el gobernador territorial de Louisiana, W. C. C. Claiborne, declaró que las circunstancias eran extraordinarias y suspendió la prohibición emitida en 1807 sobre la importación de esclavos del exterior de los Estados Unidos. A menudo se nos dice que los emigrados que desembarcaron en Nueva Orleáns en el verano de 1809 eran 2 731 blancos, 3 102 libres de color y 3 226 esclavos.40
Sin embargo, si intentamos imaginar a los pasajeros de esos barcos con el mismo nivel de detalle con que seguimos su viaje a Santiago, esas tres categorías comienzan a difuminarse. También en este caso, los funcionaros confeccionaban las listas y los cómputos en consulta con los capitanes, conscientes del deseo de un grupo de los pasajeros de mantener el control sobre otro. Una relación de pasajeros al partir de Santiago categorizaba a una parte de ellos como domestiques, palabra que puede entenderse como sirvientes, criados o esclavos. Pero cuando el alcalde de Nueva Orleáns confeccionó su lista de pasajeros que arribaban, esas mismas personas se habían transformado en “esclavos” ¿Al amparo de qué ley alguien en esos barcos afirmaba que otra persona era “esclava”? Se trataba de otro cambio de jurisdicción y, por segunda vez, brindaba la posibilidad de reimponer un estatus –el de esclavo– que había sido abolido en la época de la partida original de Saint-Domingue.41
Para ser más específicos: si François Vallée estaba a bordo de uno de los barcos, y si él y su esposa estaban acompañados por una joven de color llamada Marie Louise –la que se negara a entregarle a Rosalie cinco años antes– ¿sería considerada Marie Louise su esclava? Para ejercer las restricciones y los controles que la ley de Luisiana le permitían a un hombre que afirmaba que otro ser humano era de su propiedad, François Vallée sólo tenía que inscribir a esa persona como “esclava”. Los tribunales y los notarios por lo general se abstendrían de plantear la difícil pregunta: “¿al amparo de qué derecho?”42
En su travesía por el Golfo de México, Elizabeth dite Dieudonné, la otra hija de Rosalie, logró conservar su estatus legal de libre. Según la ley, los hombres y las mujeres de color que afirmaban serlo debían presentar pruebas de su condición, y se les podía ordenar que abandonaran la ciudad. No obstante, como Elizabeth era una joven, aparentemente se la consideró una simple refugiada y pudo ingresar al hogar que su madrina, la viuda Aubert, había formado con un carpintero belga llamado Lambert Détry. Resulta difícil determinar si la viuda la trataba como hija, como sirvienta, o como una combinación de ambas cosas, pero su libertad nunca parece haber sido puesta en duda. El carpintero belga recordó a Elizabeth en su testamento y le dejó $500 para ayudarla a hacer un matrimonio respetable.43
En 1822 Elizabeth se casó con un hombre de color libre, un carpintero llamado Jacques Tinchant, que también era hijo de un emigrado de Saint-Domingue. La pareja comenzó el lento proceso de adquisición de recursos y prestigio: Jacques compró pequeñas parcelas de tierra, construyó en ellas casas de madera y vendió los terrenos y las casas. La historia de su vida en Nueva Orleáns es compleja, y es mejor dejarla para otra ocasión.44 Pero antes de terminar, vale la pena echarle un último vistazo a la madre de Elizabeth, Rosalie de la nación Poulard.
En abril de 1835 una goleta de dos mástiles de nombre Anne arribó a Nueva Orleáns. En la relación de pasajeros entregada a los funcionarios de aduana por el capitán aparece el nombre Rosalía Vincent. La forma española del nombre de pila puede haberse remontado a los tiempos de Rosalie en Cuba. La frase “de la nación Poulard”, que tenía sus orígenes en la esclavitud, había sido sustituida por un apellido tomado del padre de sus hijos, Michel Vincent. Pero lo más interesante es el lugar de partida: Puerto Príncipe, Haití. Ello confirma nuestra inferencia previa de que Rosalie había abandonado la colonia esclavista de Cuba y partido hacia lo que ya era la nación antiesclavista de Haití: el único lugar en el Caribe donde una mujer nacida en Africa podía estar segura de su libertad y su ciudadanía.45
Rosalie Vincent ponía ahora en riesgo esa libertad al desembarcar en Nueva Orleáns, el mayor mercado de esclavos del Sur, un estado en el que cualquier persona negra no identificada podía ser legalmente considerada esclava.46 Debe haber tenido unos sesenta y ocho años. Quizás contaba ya con un pasaporte u otro documento que probara su libertad; es casi seguro que traía con ella también un papel que su hija necesitaba para aumentar la legitimidad de su posición: una copia oficial de la fe de bautismo en la cual Michel Vincent había reconocido la paternidad de Elizabeth. Siete meses después, en noviembre de 1835, Elizabeth depositó esa prueba de paternidad en una notaría de Nueva Orleáns para poder ella también tomar un apellido: se convirtió en Elizabeth Vincent. Si bien el estigma de la ilegitimidad permanecía en la fe de bautismo, donde se la calificaba de “hija natural”, la adquisición de un apellido reconocido hacía menos visible ese estigma en la vida social cotidiana.47
Para llevarnos una visión final y más clara de la lucha por afirmar la memoria y la dignidad en los hechos y en los documentos, tenemos que trasladarnos a la principal iglesia católica de Nueva Orleáns, St. Louis Cathedral, un año después. Allí, en octubre de 1836, Jacques Tinchant y su esposa Elizabeth Vincent llevaron a bautizar a su hijo recién nacido. Le dieron al niño el nombre de Juste, que era el de uno de los hermanos de Elizabeth, el hijo de Rosalie aparentemente perdido en la huida de Saint-Domingue treintitrés años antes. Y con la madrina que seleccionaron volvían a anudar los lazos familiares. La mujer que estaba junto a la pila bautismal actuando como madrina no estampó ninguna marca en el documento sacramental. Pero el sacerdote recogió su nombre. Y era, como habrán podido adivinar, el de Rosalie Vincent.48

Notas:

1—Hugo Grocio: Mare liberum, pp. 25, 30, 31, citado en Daviken Studnicki-Gizbert: A Nation Upon the Ocean Sea: Portugal’s Atlantic Diaspora and the Crisis of the Spanish Empire, 1492-1640, Oxford University Press, Nueva York, 2007, p. 7.
2—Este artículo tiene como base el capítulo 3 de “Freedom Papers: An Atlantic Creole Itinerary”, que publicará Harvard University Press en el 2011. La investigación para el texto ha sido realizada por los coautores, Jean M. Hébrard y yo, quienes hemos sostenido provechosos debates con nuestros colegas Mamadou Diouf, Laurent Dubois, Ada Ferrer, Martha S. Jones, María de los Angeles Meriño, Olga Portuondo Zúñiga y Michael Zeuske. También deseo expresarles mi agradecimiento a Sarah Hirschman, Peter Railton, Thomas Scott-Railton y Scott Shapiro por su útil acercamiento a estas ideas y materiales; a Marial Iglesias por su generosidad al compartir su información sobre el Archivo Nacional de Cuba; y a José Luis Belmonte Postigo por permitirme el acceso a varios artículos inéditos. Andrée-Luce Fourcand ha sido un valiosísimo asesor en lo relativo a las genealogías del sur de Saint Domingue, y Keith Manuel nos brindó su ayuda en la Universidad de la Florida para la reproducción de documentos de los papeles de Jérémie.
3—El vocablo Poulard fue utilizado por los colonos de Saint-Domingue para identificar cautivos que hablaban el idioma Pulaar, y que fueron traídos de varias zonas en torno al valle del Río Senegal en Africa Occidental. Los portugueses utilizaron la palabra Fula para designar grupos de origines similares.
4—La expresión “persona con un precio” ha sido reintroducida en los estudios sobre la esclavitud gracias a la obra de Walter Johnson, especialmente Soul by Soul: Inside the New Orleans Slave Market, Harvard University Press, Cambridge, 2000.
5—La descripción clásica de la región de Jérémie es la que aparece en Médéric Louis Élie Moreau de Saint-Méry: Description topographique, physique, civile, politique et historique de la partie française de l’isle Saint-Domingue, no. 3, Société française d’histoire d’outre-mer, París, 2004, pp. 1380ss y 1400. Para evidencia sobre las entregas de tierras, ver los documentos reproducidos en el rollo 6 de la edición microfilmada de la Kurt Fisher Collection, Schomburg Collection, New York Public Library. Para un análisis de Marthe Guillaume, ver Rebecca J. Scott y Jean M. Hébrard: “Servitude, liberté et citoyenneté dans le monde atlantique des XVIIIe et XIXe siècles: Rosalie de nation Poulard…”, Revue de la Société Haïtienne d’Histoire et de Géographie, no. 83, julio-septiembre del 2008, pp. 1-52.
6—Un análisis pionero de la revolución en el sur es el de Carolyn Fick: The Making of Haiti: The Saint Domingue Revolution from Below, The University of Tennessee Press, Knoxville, 1990. La ocupación británica se analiza en detalle en David Geggus: Slavery, War, and Revolution: The British Occupation of Saint Domingue, 1793-1798, Clarendon Press, Oxford, 1982.
7—Sobre la expedición de Leclerc, ver Yves Benot: La démence coloniale sous Napoléon, La Découverte, París, 2006 [1992], pp. 57-64; y Laurent Dubois: Avengers of the New World. The Story of the Haitian Revolution, Harvard University Press, Cambridge, 2004.
8—Las cartas de Leclerc están en Paul Roussier (ed.): Lettres du Général Leclerc, Commandant en Chef de l’Armée de Saint-Domingue en 1802, Société de l´Histoire des Colonies Françaises et Librairie Ernest Leroux, París, 1937, pp. 200, 201, 255.
9—Peter S. Chazotte: Historical Sketches of the Revolutions, and the Foreign and Civil Wars in the Island of St. Domingo, Wm. Applegate, Nueva York, 1840, pp. 32-35.
10—Jan Pachonski y Reuel K. Wilson: Poland’s Caribbean Tragedy: A Study of Polish Legions in the Haitian War of Independence, 1802-1803, East European Monographs, Boulder, 1986, cap. 6; y Gabriel Debien: “Les colons de Saint-Domingue réfugiés à Cuba (1793-1815)”, Revista de Indias, no. 13, octubre-diciembre de 1953, pp. 559-605, esp. 568-574. Las descripciones de la evacuación de Jérémie que ofrecen los Rochambeau Papers en Special Collections, University of Florida Library (SC, UFL), son vívidas. Ver, por ejemplo, el informe de un capitán de navío en item 2021, “Copie du Rapport du Citoyen Pruniet Capitaine de la falouche la Doucereuse venant de Jérémie”.
11—Para un análisis de las llegadas a Santiago, ver Gabriel Debien: op. cit.; y Alain Yacou: “Esclaves et libres français à Cuba au lendemain de la Révolution de Saint-Domingue”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, no. 28, Böhlau Verlag, Colonia, 1991, pp. 163-197. Documentos sobre desembarcos tanto oficiales como clandestinos se encuentran en legs. 63, 445 y 471, Fondo Correspondencia de los Capitanes Generales (CCG), Archivo Nacional de Cuba (ANC), La Habana. En el verano de 1803, el jefe de la fortaleza del Morro en la entrada de la bahía era Joseph Ignacio Núñez.
12—Ver la carta de Núñez al gobernador del 8 de febrero de 1803, en exp. 11, leg. 62, CCG, ANC. El mismo barco regresó meses más tarde al mando de otro capitán, de nuevo con tropas. Ver lista titulada “Goleta la Nueva Société, capitaine Boné de Jeremias”, 26 de agosto de 1803, en exp. 4, leg. 445, CCG, ANC.
13—Carta de Bouny al gobernador, julio de 1803, en exp. 7, leg. 63, CCG, ANC.
14—Ver la “Relación qe manifiesta el no de personas francesas… en la Goleta La Fiel [La Fidèle?]”, aparentemente de fecha 25 de julio de 1803, en Relaciones, 1801-1803, exp. 3, leg. 445, CCG, ANC. La información sobre la familia y la ocupación de Vallée aparece en varios documentos sacramentales del Archives Nationales de Haití, transcritos por la Association de Généalogie d’Haïti, en www.agh. qc.ca. Ver, por ejemplo, la fe de bautismo de su hijo François René, del 14 de enero de 1783, en la parroquia de Cap Dame-Marie [registro 34529 en la base de datos]. (En otros documentos el nombre de Vallée aparece algunas veces mal transcrito como Follée, y el apellido de su esposa en ocasiones se registra como Gasneuve).
15—Ver la relación de pasajeros de la Goleta La Fiel, en exp. 3, leg. 445, CCG, ANC.
16—Para un panorama de Santiago en este período, ver José Luis Belmonte Postigo: “‘Intentan sacudir el yugo de la servidumbre’: el cimarronaje en el Oriente cubano, 1790-1815”, Historia Caribe, no. 12, Barranquilla, 2007, pp. 7-21.
17—Estas políticas se analizan en términos generales en Alain Yacou: op. cit., p. 175. Ver también los diversos intercambios de correspondencia entre el Gobernador Kindelán, de Santiago, y el Gobernador Someruelos de la isla de Cuba, incluidos Someruelos al Gobernador de [Santiago de] Cuba, 14 de junio de 1803, exp. 6, leg. 63; y Someruelos al Gobernador de [Santiago de] Cuba, 2 de agosto de 1803, exp. 12, leg. 63, ambos en CCG, ANC.
18—La encarcelación en los barcos se describe en Someruelos al Gobernador de [Santiago de] Cuba, 2 de agosto de 1803, exp. 12, leg. 63, ANC. En el siglo XIX cubano, el uso de la palabra “negro” era ambiguo, dado que podía referirse tanto a los percibidos como negros (por oposición a los mulatos y las personas de color libres), o a todos los considerados exesclavos o personas de ascendencia africana. La política general se reiteró en 1804. Ver exp. 1, leg 9, Fondo Asuntos Políticos (AP), ANC.
19—Ver las declaraciones de junio del 1803, transcritas en el Archivo General de Indias (AGI), Cuba, 1537A. Le agradezco a Ada Ferrer que me facilitara amablemente una fotocopia de este documento. Un notario de apellido Lépine había trabajado durante muchos años en Jérémie.
20—Rastros de esos procedimientos se encuentran en las declaraciones de las carpetas de Correspondencia de los Capitanes Generales, Declaración de Nicolas Dauvergne, Capn de la Goleta francesa nombrada La Esperanza, alrededor de julio de 1803, en exp. 7, leg. 63, CCG, ANC.
21—José Luis Belmonte: op. cit., p. 10.
22—El padre del niño parece haber sido el hermano (o quizás el padre) de Marie Claire Cazenave, la esposa de François Vallée. La madrina de bautizo fue una mujer llamada Françoise Valet [Vallée]. Ver la fe de bautismo del hijo de Antoine Gasneuve [presumiblemente Cazenave] de fecha 6 de julio de 1797, en www.agh.qc.ca, referencia #345773, acceso el 25 de octubre del 2008.
23—En la época de su matrimonio con Nicole Catherine Bouché Viuda de Randel, se identificaba a Michel Vincent como fermier de boucherie en el pueblo sureño de Les Cayes. Ver los registros parroquiales de Les Cayes du Fond (1698-1782), p. 177, año 1772, Microfilm SOM 6Mi/37, en el Centre d’Accueil et de Recherche des Archives Nationales (CARAN), París. Las escasas visitas de Vincent a los notarios de Jérémie tuvieron por objetivo la venta de porciones de sus tierras, y no reflejan compras y préstamos similares a los que realizaban sus más prósperos vecinos. Ver, por ejemplo, el documento de venta de fecha 13 pluviose an 7, en Joubert 4-13, Jérémie Papers, SC, UFL. Su categorización como mareschal es posterior, de la época en que registró su última voluntad y testamento en Santiago (ver infra).
24—“Affranchissement de la négresse Rosalie par Martonne”, 2 de diciembre de 1795, Carpeta 9-218, Notaría de Dobignies, Jérémie Papers, SC, UFL. Para un análisis detallado de las complejidades de esta emancipación, ver Rebeca J. Scott y Jean M. Hébrard: “Servitude, liberté et citoyenneté…”. La identificación de esta Rosalie con la que en otros lugares aparece como Rosalie de la nación Poulard se deriva del segundo documento de manumisión, analizado después.
25—Para un análisis del mariage à la mode du pays, ver Sylvain Sankalé: “‘À la mode du pays…’: Chroniques saint louisiennes d’Antoine François Feuiltaine. Saint-Louis du Senegal 1788-1835”, tesis de doctorado, Facultad de Derecho de Montpelier, 1998.
26—“Enregistrement de liberté…”, 26 ventose an douze, folio 25 verso, registro titulado “Actes déclarations & dépots divers, 10 Pluvieuse, An XII-12 Avril 1809”, en el volumen “Registre Comprenant du 10 Pluvieuse an XII au 10 Vendémiaire an XIII”, Agence des Prises de la Guadeloupe, Dépot des Papiers Publics des Colonies (APG, DPPC), 6supsdom/3, Centre des Archives d’Outre-Mer, Aix-en-Provence (CAOM). El apodo de Résinette puede haber sido un diminutivo de cariño derivado de raisiné o résiné, una jalea de uvas (le debo esta sugerencia a Valérie Sega Gobert, de Martinica). No hemos localizado información bautismal sobre los otros tres hijos, aunque algunos fragmentos de los Jérémie Papers son sugerentes, ya que relacionan los bautizos realizados en 1795, aparentemente en la misma parroquia de Cap-Dame-Marie, de Marie Louise mulatresse y Jean Théodore Mulatre. Ver páginas sin título, aparentemente la continuación de un repertorio, en carpeta 12, caja 5, Jérémie Papers, SC, UFL.
27—“Enregistrement de liberté…”, 26 ventose an douze. Ver Rebeca J. Scott y Jean M. Hébrard: “Sérvitude, liberté, et citoyenneté…”, para el texto de ese documento en francés.
28—Para descripciones acerca de los ahogados durante el embarque, ver AGI, Cuba, 1537A.
29—Esas circunstancias se infieren de los documentos que depositaron en Santiago en la Agence des Prises de la Guadeloupe, y de la herencia de Michel, analizada después (ver nota 32). Sobre los emigrados franceses en Santiago de manera más general, ver Olga Portuondo Zúñiga: Entre esclavos y libres de Cuba colonial, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003; y Laura Cruz Ríos: Flujos inmigratorios franceses a Santiago de Cuba (1800-1868), Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006.
30—Uno de esos funcionarios era Bascher Boisjoly, que había sido miembro del tribunal de la Sénéchaussée en Jérémie. Más tarde, los documentos de Michel Vincent fueron entregados al Coronel Joseph Ruiz, que parece haber sido capturado después por los británicos. Entre una cosa y otra, los documentos se perdieron, y sólo contamos con una referencia indirecta a ellos en APG, vol. II, 6supsdom/2, DPPC, CAOM. La saga –desalentadora tanto para los actores como para el historiador que intenta encontrar el rastro– puede reconstruirse más o menos a partir de APG, 6supsdom/3, DPPC, CAOM, y de la correspondencia en CCG y AP, ANC, así como de documentos gubernamentales franceses microfilmados en el CARAN.
31—En APG, vol. II, 6supsdom/2, DPPC, CAOM, se hace referencia al testamento de Michel. Ver, por ejemplo, la venta de otra mujer, coincidentemente también llamada Rosalie. El vendedor afirmaba haber perdido el título de propiedad, pero la reivindicaba por una marca que la mujer tenía en su cuerpo. Venta, Brebion a Marsand, 12 fructidor an 12, en Archives coloniales, Saint Domingue, Agence des Prises de la Guadeloupe, Correspondence, Actes, declarations & dépôts divers St. Yago de Cuba, An XII-An XIV. Este volumen, ahora en CAOM, fue microfilmado y aparece como rollo # 960762, Genealogical Society of Salt Lake City.
32—“Enregistrement de liberté…”, 26 ventose an douze.
33—“Remise de Succn par Vallée” 9 floréal an douze, APG, 6 supsdom/3, DPPC, CAOM. (Por supuesto, resulta posible que se trate de una Marie Louise diferente, aunque parece poco probable, dado que Michel y Rosalie huyeron de Jérémie hacia Cuba muy poco tiempo después de que se redactara el documento de manumisión en que se mencionaba a Marie Louise.) Aunque en el informe del albacea no se menciona la existencia de herederos forzosos en Francia, cuando ese país reconoció la independencia de Haití en 1827 a cambio de una gran indemnización, los herederos de Michel Vincent, incluido un sobrino nieto que vivía en Francia, apelaron al gobierno francés para obtener una parte de la misma. Ver V 141, Vicent (Michel Étienne Henry), 1390, Indemnités traités, en 7 supsdom/97, DPPC, CAOM.
34—Cuando la viuda Aubert acompañó a Elizabeth a la oficina de un notario de Nueva Orleáns años más tarde para firmar un contrato de matrimonio, la viuda dejó sentado que había sido como una madre para Elizabeth desde “su más tierna infancia”, y que la madre de Elizabeth, Rosalie Vincent, se encontraba en “Saint-Domingue”. Ver “Contrat de mariage, Jacques Tinchant et Marie Dieudonné, 26 septembre, 1822”, folio 31r-32r, Actas del notario Marc Lafitte, New Orleans Notarial Archives Research Center (NONARC). No he encontrado rastros de Rosalie en los documentos de Nueva Orleáns correspondientes al período 1809-1822 (aparece en la ciudad una Rosalie Vincent, pero se trata de otra persona).
35—Ver Alexandre Pétion, Président d’Hayti, a Monsieur le Gouverneur de la ville et depéndance de St. Iago à l’Ile de Cuba, 14 de enero de 1809, y una carta de Kindelán a Someruelos del 23 de enero de 1809, ambas en exp. 144, leg. 209, AP, ANC.
36—La petición de María Micaela Casta Jolofa, con fecha 1ro. de julio de 1809, aparece en exp. 73, leg. 210, AP, ANC.
37—Para este párrafo y los dos que siguen, ver ANC, CCG, leg. 125, exp. 4, Correspondencia, informe fechado el 14 de noviembre de 1817, aparentemente del gobernador de Santiago al gobernador de la isla de Cuba; y la copia del informe del 15 de noviembre de 1817, del gobernador de Cuba a la Real Audiencia.
38—Carta de Juan Ximenez a Sr. Brigr. Gobernador Dn Eusebio Escudero, 13 de noviembre de 1817, y la relación de los que se debía arrestar, de fecha 12 de noviembre de 1817, ambos en exp. 4, leg. 125, CCG, ANC. Un navío llamado Caridad que transportaba cautivos de Africa Oriental a Cuba, aparece en el Transatlantic Slave Trade Database, viaje no. 49789, llegado a tierra en 1820. Aparece de nuevo en 1822, llegando de la Ensenada de Biafra y las islas del Golfo de Guinea, viaje no. 39050. Un Capitán Morales aparece como comandante del buque negrero Circasiana, llegado a Cuba en 1818, viaje 41333. Todos los viajes en http://www.slavevoyages.org/tast/database/search,faces, acceso el 25 de octubre del 2008.
39—Ver la carta del 14 de noviembre de 1817 al Sr. Cienfuegos y otra correspondencia en exp. 4, leg. 125, CCG, ANC.
40—En 1810 llegaron más inmigrantes vía Jamaica, elevando el total a más de diez mil. Ver Paul Lachance: “The 1809 Immigration of Saint-Domingue Refugees to New Orleans: Reception, Integration, and Impact”, Louisiana History, no. 29, 1988, pp. 109-141, reproducido en Carl A. Brasseaux y Glenn R. Conrad (eds.): The Road to Louisiana: The Saint Domingue Refugees 1792-1809, The Center for Louisiana Studies, University of Southwestern Louisiana, Lafayette, 1992; ver también Paul Lachance: “Repercussions of the Haitian Revolution in Louisiana”, en David P. Geggus (ed.): The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World, University of South Carolina Press, Columbia, 2001, pp. 209-230. El número y el estatus de los refugiados se toman generalmente de los informes del alcalde de Nueva Orleáns publicados en el Moniteur de la Louisiane, y de los informes del gobernador Claiborne reproducidos en Dunbar Rowland (ed.): Official Letter Books of W. C. C. Claiborne, vols. IV y V, State Department of Archives and History, Jackson, Miss., 1917, especialmente vol. IV, pp. 381-382 y 387-423.
41—Ver “Etat des famillas qui passent sur le navire Beaver”, exp. 71, leg. 209, CCG, ANC. Las dos categorías eran libres y domestiques.
42—Había muchas esclavas llamadas Marie Louise en Nueva Orleáns, y aunque hemos investigado a profundidad nada nos ha permitido determinar si una de ellas puede haber sido la hija perdida de Rosalie. Sobre la cuestión general de la resclavización, ver Martha S. Jones: “Re-enslavement and the Saint-Domingue Émigrés”, presentado en la reunión anual del 2008 del Southern Historical Association; y Rebecca J. Scott: “‘She refuses to deliver up herself as the slave of your petitioner’: Émigrés, Enslavement, and the 1808 Louisiana Digest of the Civil Laws,” Tulane European and Civil Law Forum, no. 24 (primavera del 2009), de próxima aparición.
43—“Contrat de mariage, Jacques Tinchant et Marie Dieudonné, 26 septembre, 1822”, folio 31r-32r, Actas del notario Marc Lafitte, NONARC.
44—Para una visión panorámica, ver Rebecca J. Scott: “Public Rights and Private Commerce: An Atlantic Creole Itinerary”, Current Anthropology, no. 48, abril del 2007, pp. 237-256.
45—El manifiesto del barco se reproduce en “List of all Passengers taken on board the Brig Ann whereof Charles Sutton is Master at the Port of Port Au Prince and bound for New-Orleans”, con fecha de llegada 20 de abril de 1835, microfilmado en rollo 12, microcopia no. 259, Passenger Lists of Vessels Arriving at New Orleans, 1820-1902, U.S. National Archives. La viuda Aubert ya se había referido a ella como Rosalie Vincent cuando en 1822 mencionó que vivía en “Saint-Domingue”. Ver nota 33.
46—La decisión del Tribunal Supremo relevante para esta cuestión era Adelle vs. Beauregard, 1 Mart. La 183 (1810). “…como los negros traídos a este país son por lo general esclavos, se puede presumir que sus descendientes siguen siéndolo mientras no demuestren lo contrario”. Por el contrario, “las personas de color pueden descender de indios por ambas partes, de un padre blanco o de padres mulatos en posesión de su libertad”. De ahí que el tribunal continuara afirmando que “considerando cuántas probabilidades hay a favor de la libertad de esas personas, no se les debe privar de ella por una mera presunción…”
47—La relación de pasajeros le atribuye menos edad a Rosalía Vincent, pero este tipo de discrepancia es muy común. Para el depósito de la fe de bautismo, ver “Rectification de noms d’épouse Tinchant dans son contrat de mariage”, 16 de noviembre de 1835, acta 672, 1835, Notario Theodore Seghers, NONARC. La copia de la fe de bautismo de 1799 que Elizabeth le entregó al notario en 1835 estaba fechada en 1822, lo que sugiere que ya en Haití Rosalie se las había ingeniado para hacer una copia del documento para ese fin.
48—La fe de bautismo –que repite un error del contrato de matrimonio original en el cual Marie [Elizabeth] Dieudonné es confundida con su suegra Suzette Bayole [Bayot]– es el acta 326, St. Louis Cathedral, Baptisms of Slaves and Free Persons of Color, vol. 25, part I, p. 111, en Archives of the Archdiocese of New Orleans. Sobre los requisitos formales para actuar como madrina, ver Virginia Meacham Gould: “Henriette Delille, Free Women of Color, and Catholicism in Antebellum New Orleans, 1727-1852”, en David Barry Gaspar y Darlene Clark Hine (eds.): Beyond Bondage: Free Women of Color in the Americas, University of Illinois Press, Urbana, 2004.

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