Sobre los Apuntes críticos a la Economía Política, de Ernesto Guevara

Alexander Correa

…Algún día tendremos que pensar.

Ernesto Che Guevara (Carta a Armando Hart)

_…cuando se junte el pie con la cabeza
pese a la biología persistente._

Silvio Rodríguez. (“Y tantos huesos chocarán”)

En el contexto de la Decimoquinta Feria Internacional del Libro de La Habana, salió a la luz una compilación de manuscritos de Ernesto Guevara de 1965-1966. Bajo el título de Apuntes críticos a la Economía Política, el texto compila notas marginales a los manuales soviéticos a los que se acercó el Che, apuntes, cartas, actas de reuniones en el Ministerio de Industrias, un plan tentativo para una obra que sistematizaría algunos de los más importantes problemas de la transición al socialismo, así como documentos más o menos acabados de orden introductorio, que, en su conjunto, vienen a sumarse a la lista de evidencias de aquel marxismo “depurado”1 que maduraba en el pensamiento del revolucionario.

El texto, un esfuerzo conjunto del Centro de Estudios Che Guevara, Ocean Press y la Editorial de Ciencias Sociales, tiene el valor de presentar al público cubano algunos de los elementos de los que se hubiese servido el autor para confeccionar un libro que –por el plan tentativo– se perfilaba como una gran sistematización de los problemas más acuciantes de la construcción del socialismo. Este es el primer rasgo de la propuesta de Guevara: la sistematicidad. El Che se ve ante el problema de la historicidad de las revoluciones. No sólo se plantea resolver los problemas más importantes, sino que, marxista al fin, interroga a su propio planteamiento como parte del problema mismo: interrogación y resolución son momentos constituyentes.

Reseñar un libro que resulta la finalidad de un proyecto editorial con el propósito de socializar documentos de valor histórico para el estudio del pensamiento revolucionario cubano después del triunfo de 1959, historia toda ella por construir, puede ser una aventura tortuosa. No pretendo agotar en este texto todas las implicaciones posibles que se desprendan de su lectura; sólo acercarme a alguna de ellas para, quizás, propiciar un debate entre nosotros.

La Revolución cubana, hereje y heterodoxa en sus inicios, perfiló durante los años sesenta amplios escenarios de debate que, por su diversidad temática y las disímiles posturas que propiciaron, resultan de una complejidad difícil de organizar. Estos espacios produjeron un movimiento de pensamiento político, económico, social y cultural con una riqueza de matices digna de las mejores revoluciones culturales de la historia universal. Dos preguntas eran el centro de los debates de la época sobre la idea del socialismo como período de transición; a saber, qué es el socialismo y, consecuentemente, cómo construir la sociedad socialista.

La ausencia de una labor sistemática en el estudio de esa época, así como de un discurso científico que sistematice sus puntos de inflexión, complejizan aún más una revisión crítica del decenio y puede provocar una confusión en torno al objetivo que perseguía el debate. Este no debe verse alejado del contexto de deshielo que propiciara la dirección soviética a partir del XX Congreso del PCUS, la “crítica inconsecuente del estalinismo”,2 la instauración de un estado de sitio por parte de los Estados Unidos y “el gran salto adelante” de China como modelo alternativo al proyecto soviético.3

La teoría manualista no había reconocido durante varias décadas la idea de la toma del poder por la vía de la lucha armada. Esta perspectiva, producto de las tesis finales del Séptimo Congreso de la Internacional Comunista y de otras interpretaciones del marxismo, condujo la teoría a una suerte de determinismo evolucionista que dominó la episteme teórica del marxismo oficial.

Dentro de la sociedad cubana, la apertura y el consecuente debate se deben evaluar como parte del intento por producir un marxismo propio que se adecuara a las necesidades históricas de la revolución triunfante y pudiera justificar, a partir del análisis concreto de la situación nacional, los pasos estratégicos en materia económica, política y social, así como definir la política exterior del gobierno revolucionario. Este contrapunteo entre la revolución triunfante y el “marxismo canonizado” constituye uno de los referentes más cercanos de la progresiva pérdida de hegemonía que sufrieron disciplinas como el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, en eso que Fernando Martínez Heredia llama la tercera universalización del marxismo.

El contrapunteo que se verifica en el escenario de la creación artística4 se extiende durante toda la primera mitad de la década a los más diversos espacios de reflexión. Como resultado, tenemos los debates protagonizados por el Che, Carlos Rafael Rodríguez, Marcelo Fernández Font y Luis Alvarez Rom, entre otros, sobre problemas económicos de la construcción del socialismo, que aparecen fundamentalmente en revistas como Nuestra Industria, Cuba Socialista y Comercio Exterior. De esta manera, se inserta la experiencia cubana en un contexto internacional de crisis teórica sobre el período de transición.5

Por otro lado, están las polémicas suscitadas en torno a la enseñanza del marxismo en la sociedad cubana, en las que tuvieron un destacado papel los profesores del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana y las Escuelas de Instrucción Revolucionarias. Los textos de esta polémica aparecieron en revistas como Teoría y Práctica y El Caimán Barbudo.6 El debate se produce a partir de la polaridad “manual o no manual”,7 en la cuestión del uso de los manuales de filosofía de la academia soviética, con las consecuentes limitaciones que estos presuponían, o la implementación de programas de estudios no sólo más extensos sino también más consecuentes con la esencia propia del marxismo. El problema fundamental que se está discutiendo no puede ser resumido bajo el problema práctico de las vías para socializar el marxismo. Una pregunta que proporcione una respuesta a esta cuestión debe ser precedida por otra mucho más general: ¿qué tipo de marxismo se enseña?8

En este contexto se insertan los Apuntes críticos a la Economía Política, libro que se nos presenta como evidencia del devenir teórico del Che y que colocaría a cualquier interesado en el tema en la disyuntiva nada fácil de ubicarlo en una de las perspectivas dominantes en el debate.

El Che está preocupado con la construcción del socialismo; luego, si el problema significa la construcción de otra forma de socializar, esto supone el entrecruzamiento de muchos factores convergentes que determina lo que conocemos como ser social. Le resulta imposible extrañarse del problema del aprendizaje del marxismo, problema inmerso en la cuestión cultural; el contexto es tan amplio, que inevitablemente se enfoca más en lo que todo marxista tiene adelantado: la determinación económica. Sabemos que escribió para el semanario Marcha, a petición de don Alonso Quijano, “El socialismo y el hombre en Cuba”, y que también se preocupó por la enseñanza del marxismo.

Cuarenta años después, el arco temporal que nos separa del contexto en que se produce la obra del Che está marcado por períodos de tiempo que van desde el olvido de su ideario hasta una lenta y no pocas veces detenida asimilación de su legado. El período en que madura su pensamiento es también el de la lucha armada en la América Latina. La prueba es la consecuencia de su pensamiento y acción, y que el Che muriera a consecuencia de sus actos. Hoy el contexto histórico determina la lucha en otros espacios de acción. Las izquierdas llegan al poder por la vía democrático-electoral y ponen en entredicho la crisis de esa vía para la toma del poder y la consecuente transformación de la realidad social.

Sobre el pensamiento del Che –entendido de manera integral, como pensamiento político, sin que esto presuponga una reducción a la ideología– se ha acumulado en los últimos veinte años una gran cantidad de estudios de factura nacional e internacional que profundizan en su praxis revolucionaria.9 Sin embargo, poco se ha podido hacer en materia de socialización a gran escala de su ideario revolucionario. Por sólo tomar un ejemplo, la televisión, espacio estratégico para la socialización del conocimiento, caracteriza al Che como el revolucionario de conducta impecable, a través de fotografías y secuencias de imágenes que nos hablan de su conducta hacia el trabajo, la revolución mundial y otras aristas de su quehacer revolucionario. Por otro lado, poco se dice del pensamiento estratégico del Che fuera del espacio de la acción insurrecta; poco de los debates sentados por él en materia económica durante el período en que dirigió el Ministerio de Industrias; poco sobre el papel de la educación y la cultura en la formación del hombre nuevo; poco sobre sus críticas desde el marxismo consecuente a los métodos de organización de la economía en la Unión Soviética y del peligro que estos suponían. Si bien se ha acumulado una considerable cantidad de conocimientos sobre el revolucionario latinoamericano, también las publicaciones que se encuentran en la responsabilidad de socializar este conocimiento son de corta tirada y circulan en los estrechos espacios de nuestra intelectualidad. Esto provoca una suerte de “logofagia” que poco aporta a lecturas críticas por parte de amplias mayorías de nuestro pueblo del ideario del revolucionario.

El texto que ahora se nos presenta muestra no pocas predicciones ya cumplidas. Por esta razón, todo balance crítico no sólo habrá de tener en cuenta la época en que se produce el pensamiento, sino los resultados del pensamiento al que se opone. A más de quince años de la desaparición del bloque socialista, y ante no pocas resacas de ortodoxia marxista tanto dentro como fuera del país,10 el pensamiento del Che se hace más necesario que nunca, no sólo por las soluciones históricas que sugiere, sino también por el espíritu que comporta. Se puede comprobar, por sólo tomar un ejemplo de nuestra realidad nacional, que “el estímulo moral con la autogestión financiera sí que no camina ni dos pasos, se enreda en sus propias patas”,11 porque estas dos formas provienen de teorías económicas con diferentes sistemas de valores. La primera, la de la construcción del socialismo, debe apuntar a la eliminación de relaciones de producción capitalistas; la segunda, la del capitalismo, se centra en la mercancía y la ley del valor, descrita por los clásicos.

El espíritu crítico ejemplificado por el Che es constitutivo de todo pensamiento revolucionario. En uno de los textos de este libro, su autor reconoce que la “investigación marxista en el campo de la economía estaba marchando por peligrosos derroteros”12 y que era necesario el impulso de la investigación teórica sobre los problemas concretos de la construcción del socialismo. En la carta enviada a Armando Hart en 1965, el Che propone un plan de estudio que resuma el desarrollo filosófico desde una perspectiva crítica. Las lecturas deberían abordar las siguientes temáticas:

I- Clásicos filosóficos
II- Grandes dialécticos y materialistas
III- Filósofos modernos
IV- Clásicos de la economía y precursores
V- Marx y el pensamiento marxista
VI- Construcción socialista
VII- Heterodoxos y capitalistas
VIII- Polémicas

En relación con la número cinco, el Che se refiere a la necesidad de publicar las obras completas de Marx, Engels, Lenin y Stalin, publicar a marxistas proscritos como Rosa Luxemburgo y Trotsky, y a otros contemporáneos “no totalmente ortodoxos”.

Resulta interesante observar cómo el Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana recorría por la misma época un itinerario parecido. Sus tres compilaciones de textos para el estudio de la filosofía13 muestran un panorama similar al descrito por el Che. La edición de 1966 contiene en su índice un bosquejo histórico del pensamiento filosófico, que incluye aproximaciones a la filosofía griega, el medioevo, la filosofía moderna y el pensamiento contemporáneo, junto a textos de Gramsci, Lenin, Marx, Engels, Einstein, Amílcar Cabral, el propio Ernesto Guevara y otros marxistas como Althusser, Leontiev y Gordon Childe.

La intención del Departamento era enseñar el marxismo desde la historicidad de los problemas y no desde la logicidad de las premisas. De seguro, las que influyeron en el pensamiento de Marx son observables y verdaderas; pero eso es tan evidente como que no son las nuestras y, consecuentemente, no son las mismas. El programa de estudios del Departamento se enriqueció con las sucesivas ediciones de sus libros de texto; paralelamente a esta información, los estudiantes tenían a su alcance la revista Pensamiento Crítico,14 que merece ser estudiada como uno de esos sucesos editoriales sólo posibles en revoluciones culturales como la de los años sesenta. Ejemplos como ese arrojaron un salto cualitativo en nuestra cultura del debate, que supo incorporar lo más universal del pensamiento que servía a su propósito.15

El Che pretendía volver en su plan tentativo sobre problemas como el fetichismo, la propiedad, el imperialismo, la neocolonia, la crisis del capital, el período de transición, así como sobre los problemas teóricos más acuciantes de su construcción. En esta última parte se introducirían asuntos como la ciencia, el arte, la educación, la racionalización del Estado en el cálculo económico, al tiempo que sintetizaría las “tendencias en la estructura actual del socialismo, el cisma ideológico”,16 entre otros.

Sus notas marginales, presentadas en el libro que nos ocupa, serían con el paso del tiempo ingredientes de su sistematización. El Che vuelve constantemente sobre los enfoques; le interesa mucho el proceso formal del planteamiento del problema. En el instante en que escribe las notas está encontrando desviaciones del problema fundamental, canonizaciones de soluciones circunstanciales, incluso momentos de la propia evolución del pensamiento de figuras como Lenin. Con treintiocho años de edad, está cerca de eso que llamamos la madurez intelectual. Se sirve de datos estadísticos, regresa a los clásicos, vuelve sobre el manual, toma de su propia experiencia durante las visitas a los países socialistas, regresa sobre el Tercer Mundo, plantea interrogantes irresueltas hasta hoy, estudia y reconoce la necesidad de un conocimiento que debemos construir entre todos, que nos falta para la superación de la realidad en la cual estamos inmersos. Como diría el propio Che, al hablar de la relación entre la organicidad del revolucionario y la realidad cotidiana: “no todo es como dicen los libros”.17

Sin dudas, Apuntes críticos a la Economía Política es una de esas compilaciones de documentos históricos que en lo adelante será referencia para todo aquel que procure adentrarse en el ideario de uno de los hombres más importantes de la historia universal, no por lo que hizo, sino por lo que nos conmina a hacer.

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Notas:

1—Ya le había escrito a sus padres sobre su “marxismo enraizado y depurado”. Más de una evidencia hay de que el Che no dejó nunca de estudiar. En una carta que le envió a Armando Hart desde Dar-Es-Salaam, Tanzania, en diciembre del 1965, comentó que había “luchado duramente con el maestro Hegel y en el primer round me dio dos caídas”. Ver: “Carta a Armando Hart”, Contracorriente, n. 9, año 3, 1997. La carta también se publicó en El Che desde la memoria, Ocean Press, La Habana, 2004, p. 212.
2—Aurelio Alonso Tejada: “Marxismo y espacio de debate en la Revolución Cubana”, Temas, n. 3, La Habana, julio-septiembre, 1995, p. 35.
3—Id.
4—Ibid., p. 36
5—Este debate tiene sus propios actores foráneos. Son conocidas, por ejemplo, las discusiones teóricas sostenidas con figuras como Ernest Mandel, Charles Bettleheim y otros.
6—Una selección de estas polémicas aparece en forma de apéndice en el tomo II de Lecturas de Filosofía, libro de texto elaborado por el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana con contribuciones de Aurelio Alonso, Humberto Pérez, Feliz de la Uz, Fernando Martínez Heredia y Hugo Azcuy. Ver Lecturas de Filosofía, Tomo II, La Habana, 1968, p. 745-794.
7—Esta expresión le da título a un texto del entonces profesor Aurelio Alonso, publicado en el número 29 de la revista Teoría y Práctica. Ver Aurelio Alonso: “Manual… o no manual”, en Lecturas de Filosofía, Tomo II, La Habana, 1968, p. 754-762.
8—Ibid., p. 756. Aurelio Alonso se refiere a que “el reproche a la teología marxista puede ser confundido con un reproche al marxismo, porque el manual es, para los que así piensan, el marxismo”. Esta afirmación implica al menos dos cuestiones: 1) el marxismo es un cuerpo teórico bastante más amplio que el resumen de la academia rusa; 2) una socialización errónea posibilitaría la reproducción de una subjetividad acrítica reductora del marxismo al panfleto político, que en nada ayudaría a un proceso orgánico de comprensión-intervención-resolución de los problemas de la transición socialista.
9—Dos ejemplos de esta afirmación lo constituyen los tomos I y II del texto Pensar al Che, producido por el Centro de Estudios sobre América en 1989, y El Che y el Socialismo, de Fernando Martínez Heredia, Premio Extraordinario de Ensayo de Casa de las Américas en 1989.
10—Me preocupan especialmente ciertos visos de ortodoxia peligrosamente reaccionaria que sigue abogando por la cientificidad y termina en ontologizaciones que nada tienen que ver con el espíritu latente de un marxismo creador. Por sólo citar un ejemplo: en la última Feria del Libro de la Habana se presentó un libro titulado Razón y revolución: filosofía marxista y ciencia moderna, de Alan Woods y Ted Grant. La obra intenta justificar la ciencia natural contemporánea desde las bases de la dialéctica materialista. Resulta particularmente reaccionario el epígrafe dedicado a la teoría del conocimiento, en el que los autores afirman, por ejemplo, que no existe reflexión filosófica después de Hegel. Esta afirmación es lógica en el contexto histórico en el que se escribe el Anti-Dühring, en el que la filosofía de Berson o Husserl no estaban totalmente desarrolladas y menos aún socializadas. Lo que es imperdonable es que un siglo después los autores supuestamente continúen desconociendo el desarrollo posterior de la filosofía.
11—Ernesto Che Guevara: Apuntes críticos a la Economía Política, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 281.
12—Ibíd., p. 26.
13—Las compilaciones, tituladas Lecturas de Filosofía, se enriquecieron en ediciones sucesivas en 1966, 1968 y en 1971, con el nombre de Lecturas de pensamiento marxista. Los libros fueron editados por el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. La última de estas ediciones no llegó a salir a la luz pública.
14—La revista Pensamiento Crítico se publicó mensualmente entre los años 1967 y 1971.
15—Historiar el pensamiento cubano resulta imposible sin una noción clara de variables como producción, socialización, institucionalidad, recepción, etc. No por generales resultan simples y un objeto como el pensamiento revolucionario cubano es cruzado por todas ellas.
16—Ver Ernesto Che Guevara: op. cit, p. 18-23.
17—Ibíd., p. 1. Discurso de graduación del curso de administradores (21 de diciembre de 1961), en El Che en la Revolución cubana. Citado en la Nota editorial. Ernesto Che Guevara: op cit.

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