El CMMLK terminó recientemente un proceso que llamó de planificación estratégica. A petición de Caminos, su coordinador nos explica aquí en qué consistió y cuáles son sus metas.
¿De qué presupuestos partió el Centro para este proceso de revisión y búsqueda de nuevos rumbos para su trabajo?
El Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. es heredero, en primer lugar, del movimiento ecuménico cubano, en particular de la experiencia formativa derivada de la participación activa en el mismo de los miembros y laicos de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, padre y madre del proyecto del Centro. Y asociados a ese movimiento están el intercambio y la relación solidaria con el campo ecuménico y la Teología de la liberación latinoamericanos. También es heredero, de la recepción en Cuba del movimiento de Educación popular latinoamericano, al que también la solidaridad le es intrínseca. Entonces, ahí vemos tres fuentes iniciales del Centro enclavadas en movimientos: el movimiento ecuménico cubano, los movimientos de iglesia popular y de Teología de la liberación latinoamericanos y el movimiento de la Educación popular, todos vinculados a la práctica del internacionalismo y la solidaridad. Eso ha sido una herencia y una mística que hemos tratado de mantener en nuestra práctica como organización y que se recrea en el trabajo popular que hacemos en nuestro país y con organizaciones y movimientos sociales de la región.
La etapa actual del Centro hay que ubicarla no en su fundación en 1987, sino más bien en 1992, momento en el que las coyunturas internacional y nacional nos colocaron desafíos que indicaban que, manteniendo el espíritu de esa herencia y la vocación de acompañamiento, de solidaridad con el pueblo cubano y sus iglesias, teníamos que darnos una mínima organización para ser eficaces con lo que pretendíamos. Por eso, desde 1994 ha sido una tradición mirar la realidad nacional, eclesial e internacional en la que trabajamos y hacer periódicamente el ejercicio de mirar hacia adelante, ponernos metas y actualizar nuestra misión y nuestros propósitos a la luz de los desafíos que nos plantea la coyuntura.
Felizmente coincidió en el 2008 el cierre de un período de trabajo y el correspondiente ejercicio de pensar y planificar la etapa siguiente con escenarios, eventos y desafíos muy singulares en la coyuntura del país, la coyuntura internacional y la coyuntura eclesial.
¿Podrías mencionarnos algunos de esos elementos?
Empiezo por lo internacional, sin que eso indique ninguna prelación. En primer lugar, la lógica sacrificial del capitalismo como modelo civilizatorio en sus años neoliberales ha llevado a la naturaleza a límites extremos y a la superexplotación de los seres humanos. Algunos hablan de puntos de no retorno. Ahora, la llamada “crisis” –la revista dedicó un número al tema– coincide con un cambio en la administración de los Estados Unidos, y esto pudiera apuntar a un cambio en la manera en que se proyecta y se ejerce la hegemonía imperialista. Esta situación coincide también con un nuevo momento y un nuevo territorio políticos en la región, que no sólo es resultado de procesos a nivel de gobiernos o de las fuerzas políticas tradicionales, sino que cuenta con una reconocida contribución de la resistencia, las luchas y las alternativas que vienen desde los movimientos sociales.
El Centro ha desempeñado un quehacer en procesos y eventos como la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA, los Encuentros Hemisféricos aquí en La Habana o el Foro Social Mundial, relacionados con esos movimientos. Entonces, vemos un nuevo escenario en el que el tema de la integración regional comienza a emerger con mucha fuerza. La cuestión en este ámbito tiene que ver, por tanto, con evaluar el esfuerzo que hacemos de conjunto y de manera orgánica con otras organizaciones sociales cubanas y con organizaciones y movimientos sociales de la región para decidir si seguimos trabajando como hasta ahora o si hay que introducir cambios.
¿Y en la sociedad cubana? ¿En el contexto nacional?
En el contexto cubano se anunció un proceso de cambios que, como expresara Raúl Castro, se debe hacer con la participación activa, consciente y crítica de los cubanos y las cubanas. Este es un tema que nos es muy caro, que está muy relacionado con el empeño que hemos hecho desde el Centro con la concepción y la pedagogía política de la Educación popular, cuyo horizonte ha sido una participación comprometida que lleva implícita el desarrollo del pensamiento crítico, las capacidades políticas y organizativas, y las habilidades para la actuación social de los sujetos, los grupos y las organizaciones en la sociedad cubana.
También hay que apuntar que, en tanto organización, el Centro mismo ha cambiado, así que se imponía también una mirada hacia lo interno. Nada es perfecto y menos el Centro y los que en él nos involucramos. Además, ya empezamos a asistir a un tránsito generacional. En el Centro los jóvenes vienen con sus angustias, sus valores, sus visiones, su mundo, y esto, dado el espíritu que nos caracteriza, se debe producir no como trauma sino como enriquecimiento.
Por último, en cuanto a la coyuntura eclesial, hay que decir que la situación del campo religioso, en particular de las iglesias protestantes o evangélicas en Cuba, tiene hoy dinámicas mucho más complejas y muy distintas a la de los noventa y principios de este siglo.
¿En qué consistió el proceso de planificación estratégica y cuáles son los resultados?
Creo que, en primer lugar, tendríamos que apuntar algunas tendencias que se han ido consolidando en las prácticas del Centro y que constituyen rasgos de identidad de la organización. En primer lugar, el trabajo de la organización, sus programas, sus proyectos hacen un énfasis notable en la dimensión formativa con el fin de contribuir a la participación activa y consciente de las personas y los grupos en los procesos sociales. Otro elemento es la influencia asumida y consciente de la Educación popular –a estas alturas podemos hablar de una Educación popular cubanizada, de acuerdo con las características de nuestra sociedad– y de una Teología popular crítica, contextualizada y liberadora. En tercer lugar, hay que señalar nuestra vocación de solidaridad, que se materializa en el esfuerzo y el empeño del Centro por tener una presencia activa, articulada, orgánica en organizaciones, movimientos, redes, campañas y un entramado de relaciones y acciones a nivel internacional. El otro énfasis es la capacidad, las habilidades y los medios para el desarrollo de procesos de información y comunicación que acompañan y apoyan la actividad del Centro, y que también posibilitan una presencia en los campos cultural y académico cubanos y en redes de información y comunicación.
Por último, dos rasgos identitarios relacionados con nuestras vocaciones fundacionales. El primero es nuestra disposición al servicio, a la diaconía, al acompañamiento y a la articulación con procesos que van desde el nivel comunitario hasta el nivel internacional, y que para el caso del país se expresa en un entramado organizativo: ya existe una plataforma ecuménica a partir de personas y de grupos ecuménicos y eclesiales que comparten visiones, concepciones, valores, metodologías de trabajo, y también una red nacional de educadores y educadoras populares. El otro rasgo identitario es la práctica institucional que, como hemos mencionado, se deja interpelar por la realidad social y reorienta su trabajo en correspondencia con esta, y que dada la herencia “movimientista” que recibimos, trata de conservar ese espíritu y de alimentarse de la mística de los movimientos con los cuales comparte y al servicio de los cuales orienta su trabajo.
Entonces, el ejercicio de planificación estratégica involucró a los trabajadores y las trabajadoras y a colaboradores del Centro, y se extendió desde septiembre del 2007 hasta finales del año pasado, justo después de la elección de Obama. Consistió, como decía, en volver la mirada a la coyuntura cubana, a la coyuntura eclesial, a la coyuntura internacional y regional y al momento en que está la organización.
¿De qué cantidad de personas estamos hablando?
Unas cincuenta personas. No todos participaron todo el tiempo, pero en los ejercicios más masivos podía haber entre cincuenta y sesenta personas. A finales del pasado año, tuvieron lugar los tradicionales encuentros anuales con colaboradores y colaboradoras del Centro, que nos sirvieron para retroalimentarnos. Siguiendo entonces con el proceso: con todos esos elementos –el Centro que tenemos, la coyuntura y el contexto– nos proyectamos. Este es un Centro que trabaja fundamentalmente sobre valores, y define su misión en torno a la promoción de valores emancipatorios. A partir de ahí empezamos a proyectar qué metas, qué objetivos nos proponemos, y sacamos los tres elementos estratégicos fundamentales para el próximo período.
Empiezo por el último: la sostenibilidad y el desarrollo organizacional del Centro. Esto se refiere a cómo avanzar en procesos organizativos al interior del Centro que favorezcan el trabajo que hacemos. Ello incluye también, como componente muy fuerte, la recreación, la afirmación y la apropiación permanentes por parte de nuestros trabajadores y trabajadoras y nuestra vasta red de colaboradores de los valores que nos sustentan.
El otro lineamiento estratégico tiene que ver con nuestro interés en consolidar lo que hemos llamado el tejido social crítico y comprometido, o dicho en otras palabras, el fortalecimiento y la consolidación de los entramados de grupos y personas que se relacionan con el Centro, en particular la plataforma ecuménica y la red nacional de educadores populares. Durante casi quince años de trabajo, personas formadas aquí y sus experiencias acompañadas por el Centro a lo largo y ancho del país han mantenido diferentes niveles de articulación entre sí y con nosotros. Expresión de ello fue el proceso de siete encuentros regionales que condujo al II Encuentro Nacional de Educadores Populares con unos trescientos participantes. Consolidar esa articulación es vital para nosotros en este período. Hay una demanda creciente al Martin Luther King en términos de formación, tanto socioteológica y pastoral como en Educación popular, y de acompañamiento a procesos en curso, y nuestros equipos son pequeños. Entonces, la única manera de dar respuesta a esta demanda creciente es fortalecer, consolidar las capacidades y habilidades de estas personas, grupos y sus experiencias para que contribuyan no sólo con los procesos mismos en los que se involucran, sino también con otros procesos en sus territorios. Esto demandará de los programas del Centro –tanto del Programa de Reflexión y Formación Socioteológica y Pastoral como del Programa de Educación Popular y Acompañamiento a Experiencias Locales, con la contribución que hace el Programa de Comunicación con los procesos de información y comunicación– darle una mayor densidad territorial a nuestro trabajo. ¿Qué significa eso? Mantener la lógica de territorializar y descentralizar los espacios de formación y de acompañamiento del Centro, que tiene antecedentes en años anteriores. A partir de la experiencia de la Formación en Educación Popular Acompañada a Distancia (la FEPAD) y otras experiencias similares, pretendemos fortalecer las capacidades formativas de estas personas y grupos en diferentes territorios del país para que enfrenten demandas que nos hacen. Pongo un ejemplo: todas las iniciativas actuales en torno a los municipios, que pudieran asociarse a futuros procesos de descentralización. Evidentemente, hay una necesidad de fortalecer los municipios cubanos y de que diferentes actores que trabajan en ellos y con ellos, aunque lo hagan desde perspectivas y saberes diversos, se articulen y coordinen sus esfuerzos
¿Qué tan diversa es la plataforma de la que estamos hablando?
Para seguir con el mismo ejemplo, en la capital tenemos una larga experiencia de trabajo formativo con los Talleres de Transformación Integral del Barrio y el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital. A partir de la formación que han llevado a cabo en el municipio Habana del Este los activistas de los talleres, entre los funcionarios, líderes y otras personas e instituciones gubernamentales en ese territorio, llegó al Martin Luther King la demanda de crear una escuela de formación de delegados del Poder Popular para dicho municipio. El Centro, por supuesto, dijo que sí, y lo que hizo fue organizar la respuesta con parte de su equipo, pero, fundamentalmente, con los compañeros y compañeras de los Talleres de Transformación. Por otro lado, existe en la Comisión de Organos Locales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, un grupo de trabajo que esta atendiendo la problemática del desarrollo local, lo cual acrecienta sobre nosotros y otras instituciones la demanda formativa de diferentes municipios del país. En algunas provincias como Guantánamo, Holguín, Granma, La Habana, Pinar del Río y en el territorio del centro ya hay iniciativas en curso. Entonces, la red constituye la posibilidad de dar respuesta a estas demandas, con el plus añadido de que está integrada por gente de las localidades, que conoce los territorios y que, de una u otra manera, ya participa en esos procesos a nivel local y puede aportar a los mismos no sólo la dimensión formativa, los valores y principios que la sustenta, sino el vínculo con todo el trabajo previo que han desplegado a nivel de barrio y comunidades y con el liderazgo que de él emerge.
Los esfuerzos de organizaciones como la ANAP, la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), la Asociación Cubana de Técnicas Agrícolas y Forestales (ACTAF) y el Ministerio de la Agricultura con los procesos de transformación que se están produciendo y se deben producir en el agro cubano indican que también en ese campo el municipio será un lugar privilegiado de nuevas concepciones y métodos de trabajo. Entonces, eso lleva un componente de capacitación y de formación que se debe diseñar en conjunto con los actores que ya he mencionado y otros, como parte de un programa nacional de acompañamiento al desarrollo agrario municipal. Ahora bien, muchas de las acciones, incluidas las formativas, que son las que en lo fundamental nos reclaman, deben diseñarse y desplegarse desde los grupos y las personas en los territorios.
Algo similar se pudiera dar en el ámbito de prevención de enfermedades de transmisión sexual y VIH-Sida. En resumen, hay varios ámbitos del país en los que la Educación popular ya es reconocida por la contribución que puede hacer. Y nuestra apuesta es responder de manera descentralizada, horizontal y territorial. Creo que es lo que corresponde luego de años empeñados en la formación de formadores o multiplicadores.
¿Y con relación al costado socioteológico del Centro y su plataforma ecuménica de alcance nacional?
Al igual que el programa de Educación popular, en el período anterior se organizaron en los territorios los Talleres de Formación de Líderes y las Jornadas de Iglesia y Responsabilidad Social, conocidas como Jornadas Betania, para acercar la formación a la gente. Al mismo tiempo, todas esas personas formadas organizan cursos, que ya son sistemáticos, en diferentes localidades.
Por último, nuestro Programa de Solidaridad se propone contribuir a fortalecer la red formada por un conjunto de organizaciones sociales cubanas que coordinamos de manera orgánica nuestra presencia y nuestro trabajo internacionales. Igualmente, pretende contribuir a consolidar el trabajo de las redes y plataformas en las que participamos a nivel latinoamericano, en especial el proceso de articulación de movimientos sociales en torno a los principios del ALBA.
No quiero terminar este recorrido por el Centro sin decir que detrás de todo esto hay un trabajo comunicacional en el que nuestros productos están al servicio de acompañar, visibilizar el trabajo de unos y otros, reflexionar, promover el debate de ideas.
Mencionaste que el proceso de planificación estratégica arrojó como resultado tres grandes líneas de trabajo futuro. ¿Cuál es la tercera?
La tercera es el tema de alianzas e incidencias, que se desprende de los anteriores. Nuestro trabajo siempre ha tenido como principio la vocación de articulación, de acompañamiento, de no sustituir el papel de otras organizaciones sociales. Pero en este período, dados los desafíos nacionales e internacionales y la magnitud de la demanda que tenemos, resulta necesario consolidar las alianzas con organizaciones e instituciones gubernamentales y no gubernamentales con las que trabajamos para lograr mayor sinergia e impacto en campos comunes en donde actuamos. Ya mencioné las que tenemos con las organizaciones relacionadas con la soberanía alimentaría y la agroecología, y las que tienen que ver con el trabajo internacional. Pero es necesario reforzar nuestra alianza con otras instituciones, como el Consejo de Iglesias, el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, el Centro Cristiano de Servicio y Capacitación B.G. Lavastida de Santiago de Cuba y otras, para la incidencia y la actuación comunes en el campo ecuménico cubano
¿Cuál es el saldo político y ético de todo este ejercicio?
El primer saldo es un Centro que se renueva siempre, un Centro que aprende siempre. Hablé ya de los diálogos generacionales, que de hecho, suceden ya en la práctica. Fue un ejercicio de reponer y recrear en común valores que son herencias, propósitos y principios fundacionales a la luz de los tiempos que vivimos.
Creo que un salto muy importante es ubicar las deficiencias en nuestra organización y en nuestro trabajo, y saber, ante determinadas urgencias, cómo lograr mayor eficacia e impacto. El ejercicio también visibilizó la necesidad de mantenernos vigilantes sobre las políticas con relación a la equidad y la justicia de género, racial y otras en el trabajo de la organización.
¿Cómo ves el Centro a partir de este trabajo? ¿Cómo sería este Centro que se dibujó en el proceso estratégico dentro de cinco, diez, veinte años?
No tan lejos, porque lo deseamos antes. Vemos un Centro con todo un entramado político, ético, filosófico, de valores, de concepciones, de hábitos, de normatividad, de estilos, de maneras de funcionar, que permita, por un lado, mantener la pertinencia de nuestro modesto y humilde trabajo y por otro, que muy pronto la nueva generación asuma la conducción del Centro. En segundo lugar, un Centro que desde su compromiso consciente, rebelde y profético con el pueblo cubano, la Revolución y el proyecto socialista pueda celebrar –y tampoco muy lejos– con todos los que se empeñaron en ello, el perfeccionamiento del socialismo cubano. Un Centro que también pueda celebrar con otros, por su contribución al dinamismo y la renovación del movimiento ecuménico cubano y su actuación profética, Un Centro que pueda celebrar con todos los que en el mundo, en este hemisferio, en la América Latina, y en Cuba se empeñaron en la transformación radical de nuestras sociedades. Un Centro que se sostenga en el tiempo y que celebre, porque puso un granito de arena, para que este nuevo momento que vivimos en la región sea, de manera definitiva, una nueva América Latina y un nuevo mundo necesarios y posibles. Y que logremos, a pesar de los obstáculos circundantes, comunicacionales, de distancia, que todo ese entramado de gente que a lo largo y ancho del país nos acompaña y a veces trabaja con nosotros voluntaria y comprometidamente, se sienta parte realmente de esta familia, y que ese espíritu de movimiento que tratamos de mantener siempre sea aún más intenso, fuerte y creativo en su capacidad revolucionaria de no conformarse, dando siempre razón de nuestra terca esperanza.