Z: Has escrito mucho sobre temas feministas y sobre la opresión racial en los Estados Unidos, y tus análisis siempre son profundos y agudos. Pero dado que eres una intelectual en el sentido elitista de la palabra, ¿te preocupa que las masas de mujeres y hombres afronorteamericanos quizás nunca tengan la oportunidad de saber quién es bell hooks; que quizás no lean tus trabajos que tienen tanto que decir acerca de las luchas en las que participan?
b.h: Creo que soy muy afortunada porque recibo mucha retroalimentación de esas “masas”. Creo que tenemos ideas estereotipadas acerca de los trabajadores. Hay montones de trabajadores negros que leen. De hecho, hace veinte años, mucho antes de que las feministas blancas leyeran mi obra y la aplaudieran, mi público fundamental era negro, particularmente mujeres negras que iban a la biblioteca, sacaban mis libros y me escribían. Mi preocupación consiste en encontrar las maneras de ampliar ese público, en especial de llegar a los jóvenes negros entre las edades de quince y veinticinco años que integran la población de electores y los cuales es menos probable, quizás, que oigan hablar de bell hooks.
Es por eso que escribo para revistas con las que políticamente no me siento muy identificada. Quiero que los negros sepan que hay voces intelectuales negras insurgentes que abordan nuestras necesidades de recomenzar la lucha de liberación.
Z: Hablemos del concepto de patriarcado sobre el que tanto escribes y hablas. El patriarcado implica el dominio de la sociedad por parte de los hombres. Obviamente, el patriarcado antecede al capitalismo. ¿Crees que el derrocamiento del capitalismo puede ayudar a ponerle fin al patriarcado, y, por tanto, a la opresión de las mujeres?
b.h: Creo que lo que se aprecia en todo el mundo es que se han llevado a cabo luchas increíbles para combatir el capitalismo que no han desembocado en un fin del patriarcado. También creo que cuando estudiamos las sociedades de la antigüedad que no eran capitalistas, vemos sistemas jerárquicos que privilegiaban la masculinidad igual que el patriarcado moderno. Creo que nunca destruiremos el patriarcado sin cuestionar, criticar e impugnar el capitalismo, y no creo que la impugnación del capitalismo por sí sola implique un mundo mejor para las mujeres.
Z: ¿Cómo combinar la lucha contra el patriarcado y contra el capitalismo?
b.h: Creo que, en un sentido estratégico, hay que comenzar en todos los frentes. Por ejemplo, me preocupa mucho que no haya más mujeres negras profundamente comprometidas con una política anticapitalista. Pero hay que entender el papel que desempeña la opresión de género para desalentar a las mujeres negras a pensar que deben estudiar el capitalismo, que deben estudiar y leer a hombres que fueron mis maestros como Walter Rodney, Kwame Nkrumah y Amílcar Cabral.
Me crié en un hogar patriarcal, obrero, negro, sureño donde había una convergencia entre las cuestiones de clase y las de género. Yo estaba muy consciente de cuál era mi clase y también muy consciente de las limitaciones que me imponía el género. No sería la trabajadora comprometida con la libertad que soy hoy, si no hubiera empezado entonces a enfrentarme a la idea sexista del aprendizaje que indica que la política es el reino de los hombres y que el pensamiento político acerca de la lucha antirracista y anticolonialista es cuestión de hombres.
Estoy muy a favor de la educación de una conciencia crítica que afirma que no se pueden ver esas cosas de manera separada. Hay que ver la manera en que convergen, de modo que cuando comencemos a adoptar una posición contra ella, seamos capaces de adoptar una posición estratégica que nos permita ser un pueblo con autodeterminación que lucha revolucionariamente en todos los frentes.
Z: Hablando de tu desarrollo político, ¿diría que tus análisis se nutren de una crítica marxista de la sociedad capitalista?
b.h: Absolutamente. Creo que el pensamiento marxista –la obra de autores como Gramsci– es fundamental para el desarrollo de una conciencia política. Eso no significa que debemos tomar el sexismo o el racismo presente en esos pensadores y no tenerlo en cuenta. Significa que debemos extraer de su pensamiento los recursos que pueden resultarnos útiles en la lucha. Un análisis de raíz clasista es el inicio de toda mi obra. El hecho es que contra lo que reaccionaba cuando me paré en mi primera clase de estudios femeninos y dije “las mujeres negras siempre han trabajado” era el feminismo blanco burgués. Mi posición implicaba una impugnación de clase a la estructura del feminismo.
Z: Entonces, ¿alentarías a las mujeres a integrarse a organizaciones de lucha contra el sistema capitalista y la opresión de género?
b.h: Totalmente. En mi último libro, Killing Rage: Ending Racism, uno de los temas que abordo es hasta qué punto el capitalismo está siendo presentado como la respuesta. Cuando la gente se centra en la obsesión de los medios de comunicación blancos con Louis Farrakhan, en lo que piensan es en cuánto odian esos medios a Farrakhan. Pero en realidad no lo odian. Les encanta. Una de las razones de que les encante es que es totalmente procapitalista. Hay un gran solapamiento entre los valores propugnados por Farrakhan y la Nación del Islam y los valores de la derecha cristiana blanca. Una parte de ese solapamiento es su procapitalismo, su patriarcalismo y su apoyo total a la homofobia.
El procapitalismo de Farrakhan alienta el surgimiento de una especie de falsa conciencia entre los negros. Por ejemplo, en su nuevo libro, The Ice Opinions, el rapero Ice-T hace un agudo análisis de clase cuando dice que “la gente no vive en el guetto porque sea negra, sino porque es pobre”. Pero después ofrece el capitalismo como solución. Esto significa que hay una fisura en su comprensión del asunto si imagina que enriquecerse en esta sociedad –esto es, adquirir riquezas personales– es una manera de redimir a los negros. Nuestra única esperanza para redimir la vida material de los negros es hacer un llamado a que se redistribuyan las riquezas y los recursos, lo cual no es sólo una crítica al capitalismo, sino un reto increíble al capitalismo.
Z: Lamentas el hecho de que no hay suficientes mujeres en papeles de liderazgo de organizaciones políticas, de izquierda en particular. Pero en términos de las posibilidades de las mujeres de izquierda de organizarse de manera independiente desde una perspectiva feminista, me parece que hay varias razones que lo explican. Una de ellas es que no se percibe que los hombres negros, aunque sexistas, tengan el control de la maquinaria del poder en esta sociedad. ¿Eso hace que a las mujeres negras les resulte problemático tener organizaciones propias, separadas de las de los hombres?
b.h: Hay un punto de tu pregunta con el que no estoy de acuerdo: el de que mi posición política parte del feminismo. Mi posición política parte de la idea de autodeterminación negra. Para participar en una lucha revolucionaria en pro de una autodeterminación colectiva negra, no tengo más remedio que ser feminista, porque el feminismo se convierte en el vehículo mediante el cual, como mujer, me proyecto en el centro de esa lucha. Pero el centro de la lucha no parte del feminismo. Parte de entender la dominación y de una crítica de la dominación en todas sus formas. La realidad es que me parece peligroso creer que el punto de partida es el feminismo.
Creo que necesitamos una visión mucho más elaborada de lo que significa tener una conciencia política radical. Por eso es que subrayo tanto la necesidad de que los afronorteamericanos adopten el lenguaje político del colonialismo. Tenemos una gran deuda con personas como C. L. R. James y los grandes pensadores de la diáspora africana que nos enseñaron a ubicar nuestros asuntos en un contexto político más vasto que incluye el imperialismo, el colonialismo, y nuestro lugar como africanos de la diáspora, de modo que la clase se convierte en un factor central.
Z: En términos de la necesidad de elevar la conciencia política de las mujeres y los hombres negros acerca de los temas de género, ¿qué tipo de programa cree que debería implementarse?
b.h: Considero que necesitamos hombres negros que sean profesores feministas y eduquen a sus alumnos para que adquieran una conciencia crítica. En realidad estoy a favor de una división del trabajo más comunitaria. Si hay una comunidad donde la gente parece gustar más de los temas de género y poco de los de clase, creo que estratégicamente es necesario insistir en el marco de análisis que les falta y no asumir que la enseñanza debe ser igual en todas partes.
Creo que las mujeres negras son muy vulnerables al consumismo hedonista burgués, porque las mujeres son uno de los blancos fundamentales de los medios de comunicación. Eso hace que el pensamiento crítico acerca del materialismo de nuestras vidas resulte fundamental para lograr que las mujeres negras participen en la lucha revolucionaria. Así que como ves, vuelve a aparecer la clase, y no hemos contado con suficientes mujeres que desempeñen un papel de liderazgo.
Pero también tenemos que saber cómo comenzaron a adquirir algunas de esas mujeres, muchas de las cuales vienen de familias burguesas, una conciencia revolucionaria mayor, e incluso si es cierto que la han adquirido. Muchas veces a las mujeres negras les resulta más fácil hablar de género y no de clase porque muchas de nosotras seguimos apoyando el capitalismo y sintiendo un ansia de lujos. Creo que una cosa es disfrutar de la vida, disfrutar la belleza y las cosas, y otra es sentir que uno está dispuesto a apoyar el asesinato de personas en otros países para tener un buen carro y otros lujos.
Z: Has explicado con tus respuestas la diferencia que existe entre tus posiciones políticas y, digamos, las de las feministas blancas.
b.h: Yo diría “algunas feministas blancas”, porque conozco feministas revolucionarias que son blancas. No se oye hablar mucho de las feministas revolucionarias blancas, porque no están al servicio de la agenda burguesa de mantener el status quo. Son una minoría pequeña, pero están ahí y son aliadas útiles en la lucha. Por eso es que trato de no seguir usando los términos monolíticos que usé al inicio en Ain´t I a Woman, porque cuando escribí ese libro tenía diecisiete años y reflejó cierto grado de ingenuidad política. Ahora estoy mucho más consciente de que es necesario que no agrupemos a todas las pensadoras feministas blancas, porque hay un pequeño grupo de mujeres revolucionarias que son activistas en la lucha y que son nuestras aliadas en muchos más sentidos que las feministas blancas del mainstream de las que tanto oímos hablar.
Z: ¿Así que no estás de acuerdo con la idea de que el feminismo es una lucha de las mujeres contra los hombres?
b.h: En Feminist Theory, from Margin to Center dije que si se concibe el feminismo como un movimiento encaminado a terminar con el sexismo y con la opresión sexista, no se está hablando de los hombres. Para mí una mujer no es feminista sólo porque sea una mujer. Es feminista cuando comienza a despojarse de maneras sexistas de pensar y revoluciona su conciencia. Lo mismo se aplica al compañero que participa en la lucha.
Es posible pensar, como ocurre con el caso del racismo, que las mujeres están más interesadas en desarrollar una conciencia feminista, pero ese es el único punto en el que creo que las mujeres tienen un derecho mayor al feminismo que los hombres. Me entristece que hayamos permitido la aparición de estas feministas duras que tratan de actuar como si se tratara de una lucha contra los hombres… pero bueno, esa es la corriente feminista con menos desarrollo político. Esa es la corriente del feminismo de la que más se oye hablar, y no del feminismo revolucionario que afirma que el patriarcado constituye una amenaza mortal para los hombres negros. Cuando vemos esos hombres negros que se matan unos a otros –cuando piensan que su pene es un arma y que un arma es un pene– nos damos cuenta de que necesitan una crítica de la noción de la masculinidad patriarcal para salvar sus vidas. El feminismo como movimiento político tiene que abordar específicamente las necesidades de los hombres en su lucha por revolucionar su conciencia.
Z: En tu primer libro, Ain´t I a Woman, emplazabas a Amiri Baraka por sus puntos de vista y sus posiciones políticas sexistas. ¿Crees que ha habido un cambio entre los hombres de la comunidad negra como resultado de que tú y otros hayan sido más explícitos sobre lo que piensan?
b.h: Pienso que hemos sido testigos de grandes cambios entre los hombres negros. Pero una de las dificultades es que los hombres negros gays –pienso en particular en Essex Hemphill, Joseph Bean y Marlon Riggs– que han estado en la primera línea de la crítica al sexismo, no son considerados líderes, como debieran, por nuestra comunidad. Cuando Marlon Riggs hace una película como Tongues Untied en la que habla acerca del lugar que ocupa el silencio en la construcción de la masculinidad negra (repite una y otra vez: “el silencio es mi arma, el silencio es mi escudo”) no está hablando sólo del uso del silencio por los gays. Cuando miramos a los hombres negros en general en el marco de relaciones íntimas personales vemos que son incapaces de comunicar sus sentimientos y emociones por las personas que quieren. No conozco de nada que haya hecho un heterosexual negro que aborde esa necesidad de los hombres negros de romper el muro del silencio y de hablar de todos los problemas que afectan su vida con la profundidad que lo hace Marlon en su película. Y sin embargo, aunque se exhibió en PBS (Public Broadcasting Service), muchos negros ven “gay” y se apartan. Eso es trágico, porque los gays tienen mucho que ofrecer.
Z: ¿La comunidad negra es más homofóbica que la comunidad blanca?
b.h: La retórica nacionalista es totalmente homofóbica, y dado que los negros contemporáneos están involucrados en fantasías escapistas, no políticas, no revolucionarias, de nacionalismo y familia patriarcal, somos más agresivamente homofóbicos que la cultura más general, en la que participan muchos liberales e izquierdistas blancos que no se interesan en el nacionalismo.
Z: Si miramos dónde nos encontramos en los noventa, ¿te sientes optimista? ¿Ves en el horizonte las semillas de una futura regeneración del radicalismo político negro?
b.h: Veo un hambre de respuestas más elaboradas, especialmente entre los jóvenes negros. Desgraciadamente, hasta el momento se trata de un nacionalismo estrecho, de formas estrechas del afrocentrismo lo que está alimentando en lo fundamental esa hambre. Nuestros líderes abrazan fantasías utópicas de liberación, cuando en realidad nuestra liberación debe ser resultado de una lucha concreta en los espacios de trabajo, y no de fantasías acerca de un Africa antigua, de reyes y de reinas. Y eso no quiere decir que no debamos aprender acerca del Africa antigua para compensar las carencias de la educación occidental.
La gente olvida que las luchas militantes de los sesenta fueron profundamente anticapitalistas. Hasta Martin Luther King llegó a un punto, antes de su muerte, en A Testament of Hope, en que afirmó que había que ser antimilitaristas. Hay que hacer una crítica del capitalismo. Eso, de alguna manera, se ha perdido en medio de la confusión, y creo que la adopción de la ética capitalista del individualismo liberal ha sido más culpable de la disminución de la capacidad de lucha por la libertad de los negros que cualquier otro factor.
Por otro lado, cuando doy una charla asisten más hombres negros que nunca antes. Asisten más negros, lo cual me indica que hay un grupo creciente de negros que están listos para adquirir una conciencia crítica mediante la educación que sea más efectiva y revolucionaria. La pregunta es la siguiente: ¿cuántos de nosotros nos alzaremos para ser los intelectuales negros insurgentes y revolucionarios, para ser los maestros, para ser los líderes, para ser quienes hagan algunos sacrificios para difundir ciertas verdades? Tenemos que pensar en el análisis político como un recurso que llevamos a las diversas comunidades negras y que incorporamos a nuestras vidas.
Z: Eres una crítica de la cultura. En estos momentos se están produciendo muchas películas realizadas por negros. ¿Crees que esto filmes están a la altura de las necesidades de los negros en estos momentos?
b.h: Te pongo un ejemplo: muchos negros me dijeron “tienes que ver Sankofa”, la película de Haile Gerima. Fui a ver la película y me llevé la impresión de que ese guión basado en la esclavitud es muy parecido a Lo que el viento se llevó. Hay momentos en que es una afirmación de la autodeterminación negra, pero es absolutamente sentimental en lo que concierne al género. Aparece una madre negra, sacrificada, que tiene una conciencia revolucionaria y que sale corriendo detrás de su hijo mulato y retrógrado que se odia a sí mismo. Es triste que esa sea la visión que se da en una película que en principio trata de abordar los temas importantes, porque es una visión muy banal.
Creo que vale la pena debatir cuán útiles son las narraciones de ficción de la esclavitud en una cultura en que la gente no conoce su historia real. Me interesa mucho más que los estudiantes lean y conozcan los discursos y los textos de Malcolm X, a que vean la versión confusa y colonizada de su vida de Spike Lee. Mientras la gente no haya estudiado concretamente las enseñanzas de un Malcolm X o un Martin Luther King, es peligroso que la ficción se convierta en la base fundamental del aprendizaje.
Z: Me parece que el nacionalismo todavía nos tiene muy atrapados…
b.h: Muy cierto. Creo que el nacionalismo en estos momentos es una visión del mundo que no es progresista. Creo que el nacionalismo se diferencia de la autodeterminación negra, porque toda visión de autodeterminación que tenga sus raíces en un análisis de clase y en una crítica del sexismo nos vincula con las luchas globales por la liberación, no sólo de los negros sino de todos los pueblos oprimidos.
Creo que el nacionalismo ha minado la lucha revolucionaria de los negros. No es casual que un Malcolm X y un Martin Luther King fueran asesinados en el momento en que empezaban a criticar el nacionalismo como plataforma organizativa, y cuando remplazaban el nacionalismo por una crítica al imperialismo, que nos vincula con las luchas de liberación de tantos pueblos del planeta. Si no adoptamos esa perspectiva global acerca de nuestras realidades sociales, no seremos capaces de volver a crear un movimiento revolucionario a favor de la autodeterminación negra que no sea excluyente y que no asuma algún tipo de nacionalismo patriarcal. Muchas de las naciones africanas han fracasado, precisamente, porque carecían de una visión revolucionaria para poner en práctica los cambios sociales que funcionaran, y no porque no fueran una nación. Por tanto, los negros norteamericanos deben ser muy cautelosos a la hora de abrazar el concepto de nación como fuente de la redención. La redención vendrá de una política radical y de las estrategias mediante las cuales pongamos en práctica esa política radical, y no de la formación de una nación.