La actividad religiosa de un pueblo, de un determinado grupo de individuos que forman parte de un pueblo, o incluso de un simple individuo, constituye, sin dudas, parte esencial e integral de la cultura en su significado holístico y antropológico. De ahí que desde los albores de la antropología cultural como disciplina, con un objeto de estudio y una metodología definidos dentro de las ciencias sociales, esta se dedicó, entre otros objetos-sujetos de investigación, al estudio y la comprensión del fenómeno religioso en las distintas sociedades humanas, específicamente en las consideradas, de manera errónea, como primitivas, incivilizadas o arcaicas en aquellos tiempos iniciales de su desarrollo. Esta problemática cognoscitiva y metodológica afortunadamente se superó, y los estudios sobre religiosidad desde un perfil antropológico han adquirido un diapasón mucho más profundo y abarcador con el paso de los años y gracias, en parte, al fenómeno de la multidisciplinariedad que ha comenzado a tomar cuerpo en las ciencias sociales.
En coincidencia con esta temática sobre el estudio de la religiosidad del individuo o de los etnos en el seno de una sociedad humana específica, me propongo aquí abordar cuáles fueron las principales manifestaciones de la religiosidad cristiana (específicamente del cristianismo reformado en sus denominaciones episcopal y presbiteriana) de los componentes étnicos británicos en la ciudad de La Habana durante el siglo XIX y las primeras tres décadas del siglo XX, aunque partiendo de un breve recorrido histórico de estas prácticas sociorreligiosas vinculadas al arribo y paulatino establecimiento del llamado protestantismo (cristianismo reformado) en nuestro país en el período colonial. Sin embargo, debo aclarar que con el término antropológico de multietnos (metaetnos) británico me refiero solamente al conjunto de los inmigrantes, de cualquier índole, que llegaron a Cuba provenientes de las Islas Británicas y del Dominio del Canadá, y no a los llamados “súbditos británicos” originarios del Caribe insular: los angloantillanos.
Aunque la presencia esporádica, y no con fines de establecer asentamientos poblacionales permanentes, de los componentes étnicos británicos en el archipiélago cubano se registra desde la segunda mitad del siglo XVI, con el inicio de los ataques de corsarios y piratas británicos —generalmente de nacionalidad inglesa— a las costas y poblaciones costeras cubanas, no es mi intención desarrollar este tema de marcado carácter etnodemográfico e histórico. El contenido antropológico (etnohistórico) que quiero abordar tiene como contexto diacrónico la presencia de miembros del multietnos (metaetnos) británico en Cuba, y fundamentalmente en La Habana, asociados a una primera presencia y práctica del anglicanismo y el presbiterianismo (rito de origen escocés) en la isla. En esta conexión temporal se podría establecer una fecha inicial con bastante seguridad: la del año 1741.
En ese momento, en que España se encontraba en guerra con la Gran Bretaña, una potente escuadra británica, con su respectivo contingente militar, invadió la zona de la bahía de Guantánamo y estableció un campamento militar que se debía convertir en los cimientos de una población o establecimiento comercial permanente. Su nombre era Cumberland, y quedaba muy cerca de la actual ciudad de Guantánamo. Se puede afirmar con bastante objetividad, aunque no existan pruebas documentales, al menos hasta el momento, que esta fue la primera ocasión en que se oficiaron —ya que la ocupación duró varios meses a pesar de su fracaso definitivo— cultos religiosos reformados vinculados con el anglicanismo, que era la iglesia nacional y estatal de Inglaterra, a cargo de los capellanes militares que venían con las tropas y la marinería británica. Incluso, puede ser que se haya celebrado igualmente algún culto cristiano presbiteriano —celebración o rito propio de la iglesia nacional de Escocia— en dependencia del número de soldados o marineros escoceses que hayan estado presentes en esta expedición bélica, lo cual se desconoce.
Lo que sí se puede establecer documentalmente es que con la toma y ocupación de La Habana y una porción importante del occidente cubano del 14 de agosto de 1762 al 5 de julio de 1763, los invasores británicos pudieron llevar a cabo una importante actividad religiosa, vinculada fundamentalmente al anglicanismo, durante casi un año, y a pesar de las protestas del catolicísimo arzobispo de La Habana, Morell y Santa Cruz, ferviente representante del nacionalismo hispano en la isla. De hecho, las autoridades británicas de ocupación requisaron varios templos habaneros, el más importante de los cuales fue el convento de San Francisco de Asís, para oficiar sus cultos protestantes y demás actividades relacionadas, que tenían como base la tradición eclesial anglicana desde el siglo XVI, y la Biblia y el Libro común de oraciones de la Iglesia de Inglaterra. Se sabe que el reverendo Buckner fue uno de los clérigos que estuvo radicado en La Habana desde los primeros tiempos de la ocupación, y que se encargó de las labores propias de su profesión.
En general, de esta interacción sui generis entre protestantismo (fundamentalmente anglicanismo) y catolicismo durante el período de ocupación, la Iglesia Católica colonial no tuvo motivos para grandes quejas o recriminaciones, —aunque algo hubo—, ya que los británicos, cosa poco común en la época, respetaron esa institución, sus privilegios y la libertad de los fieles católicos criollos (cubanos) que eran, por lógica de los tiempos, la mayoría de la población. Se conoce incluso de cierto proselitismo, tolerado por las autoridades ocupantes, acompañado de la respectiva evangelización cristiana romana por parte de eclesiásticos católicos, que logró la conversión de algunos soldados británicos. También hubo cierta actividad religiosa a la inversa por parte de reverendos anglicanos que cosecharon algunas conversiones al protestantismo. Estas manifestaciones y actividades religiosas llevadas a cabo por los invasores anglicanos, y de otras denominaciones reformadas, y los habitantes católicos sometidos, pudieran verse como una nueva faceta, ahora de mayor profundidad y alcance, en los intercambios interculturales e interétnicos entre representantes de los multietnos hispano y británico, así como del todavía en formación etnos cubano, en ese momento en su etapa distintiva de criollez insular como forma de diferenciación étnico-cultural, ya palpable, de lo hispano propiamente dicho.
La retirada de las fuerzas ocupantes británicas de La Habana y del resto del occidente cubano que dominaban, en julio de 1763, marcó el fin de un período en el que, por primera vez en la isla, se había observado una serie de prácticas y manifestaciones religiosas vinculadas fundamentalmente con el anglicanismo como forma del llamado cristianismo reformado, y en contraposición al tradicional catolicismo romano, de marcado corte hispánico, que había imperado lógica y monopólicamente desde la conquista y la colonización española en la mayor de las Antillas. Este período fue el primer momento de permanencia sólida, aunque meramente temporal, de un culto cristiano con importantes diferencias en cuanto a teología doctrinal y a práctica cultual del catolicismo tradicional. No obstante, esta actividad religiosa vinculada al protestantismo solo fue llevada a cabo por las tropas ocupantes y demás funcionarios británicos establecidos en Cuba, pues las conversiones de habitantes criollos, si fueran del todo ciertas y comprobables según la documentación existente, fueron casi desdeñables en términos de un posible éxito del anglicanismo u otra forma de cristianismo reformado en el campo cultural religioso durante su primera entrada y permanencia oficial en tierras cubanas.
El siglo XIX significó una nueva página en la historia en Cuba del cristianismo reformado y de las distintas iglesias o denominaciones que lo integran. Si bien desde la culminación de las guerras napoleónicas en Europa, y con el establecimiento de una paz bastante duradera en el continente, España había permitido el paulatino establecimiento transitorio o permanente, como inmigrantes o negociantes, de una serie de súbditos de otras potencias europeas, fundamentalmente occidentales, y de los Estados Unidos de Norteamérica, ello no se reflejó igualmente en el reconocimiento de una libertad religiosa en la sociedad cubana colonial de la época. De hecho, todo tipo de culto cristiano ajeno al catolicismo fue prohibido en lo que respecta a una existencia institucional y pública. Las autoridades coloniales solo toleraron la práctica privada doméstica de la religiosidad de los residentes extranjeros en la isla. Incluso, para adquirir la nacionalidad hispana, en caso de querer residir permanentemente en el país y disfrutar de los derechos legales de una ciudadanía española de ultramar, había que convertirse obligatoriamente al catolicismo. Esto, por supuesto, influyó negativamente en la exteriorización pública, e incluso privada, de cualquier tipo de manifestación de la actividad religiosa de los componentes étnicos británicos que habían estado asentándose en Cuba, y particularmente en La Habana, desde principios del siglo XIX.
Esta comunidad de británicos, principalmente ingleses, escoceses e irlandeses, establecidos en los principales puertos y en algunas de las ciudades interiores más importantes del país, representaba un porcentaje importante de los extranjeros europeos que residían temporal o permanentemente en Cuba. Solo eran superados cuantitativamente por los norteamericanos y franceses, sin contar los hispanos peninsulares, quienes eran tenidos como ciudadanos de la colonia insular. Por tanto, durante mucho tiempo aquellos residentes británicos protestantes con profundas convicciones religiosas se vieron compulsados a practicar discreta y privadamente cualquier tipo de manifestación de su fe, fundamentalmente anglicana, aunque también los había presbiterianos y de otras denominaciones reformadas históricas, todas ellas surgidas y desarrolladas en Gran Bretaña en los siglos XVI, XVII y XVIII.
En realidad, la práctica doméstica del anglicanismo, tuviera esta mayor o menor grado de fervor y sinceridad religiosa, por parte de los británicos residentes en Cuba, fue símbolo identitario característico de su referente cultural étnico o multiétnico, en contraposición a la etnicidad y la cultura propiamente hispanas, o al referente étnico-cultural criollo (posteriormente cubano) que ya se gestaba desde finales del siglo XVIII.
Aunque la restricción relativa a la celebración de cultos protestantes por parte de las autoridades coloniales se mantuvo hasta 1871, la pequeña comunidad de extranjeros cristianos reformados, entre ellos muchos británicos, logró obtener algunos pequeños privilegios vinculados a ciertas manifestaciones de la religiosidad protestante. Uno de ellos fue el establecimiento de un cementerio donde se comenzó a enterrar a los cristianos protestantes que fallecían en La Habana. Este cementerio para el entierro de los no católicos comenzó a funcionar, al parecer, a finales de los años treinta del siglo XIX. Fue llamado en principio Cementerio de los Ingleses, y luego Cementerio de los Americanos, a medida que los representantes de este multietnos superaron demográficamente a los primeros. Se conoce que ocupó los terrenos de una estancia aledaña a la costa en el actual barrio de El Vedado, en el lugar que hoy ocupa la manzana comprendida entre las calles G y H, 5ta y 7ma. Dicho cementerio, para dar cristiana sepultura a todos aquellos protestantes que fallecían en la capital, fue clausurado en 1847. Con posterioridad se estableció un nuevo cementerio para cristianos reformados al fondo de los terrenos del cementerio de Colón.
La vida religiosa como práctica cotidiana de la identidad sociocultural y étnica de los inmigrantes británicos en La Habana y en otras partes de Cuba fue realmente complicada y tortuosa durante estas décadas del siglo XIX, al igual que la del resto de la comunidad extranjera de afiliación protestante. A partir de febrero de 1871 se logró, por fin, que un obispo protestante norteamericano, Henry B. Whip-
ple, de denominación episcopal (anglicana), oficiara cultos y atendiera otras actividades fundamentales de la vida religiosa —dígase bautizos, bodas, confirmaciones, penitencias, visitas a enfermos, etc.— de la comunidad protestante establecida en La Habana. Poco después, y gracias a las gestiones iniciales de los cónsules de Gran Bretaña, John Dunlop, y de Prusia, Louis Will, se reunieron fondos para sostener económicamente la labor permanente de un reverendo episcopal en el seno de los practicantes reformados de la colonia extranjera en La Habana.
De esta manera, hasta 1883, numerosos británicos, y otros muchos europeos y norteamericanos protestantes pudieron practicar su fe y participar de otras actividades vinculadas a ella con relativa continuidad en las provincias de La Habana y Matanzas, aunque todavía de manera discreta y circunscritos a los salones alquilados de algún hotel o a la casa privada de algunos de los residentes extranjeros con más medios. A partir de ese año, y como consecuencia de la salida del reverendo norteamericano que atendía a la comunidad religiosa protestante foránea, la práctica religiosa de los inmigrantes y residentes británicos tomó de nuevo el cauce de lo privado-doméstico, excepto por las visitas de reverendos episcopales o de otras denominaciones reformadas a La Habana. También en esos años. la comunidad británica practicante, y la de otros extranjeros residentes, recibió la asistencia espiritual de misioneros cubanos protestantes, quienes fueron los introductores y verdaderos propagadores del cristianismo reformado entre la población cubana.
Las distintas manifestaciones de una práctica religiosa cristiana reformada de los componentes étnicos británicos mejoraron radicalmente con el cese de la dominación colonial hispana sobre Cuba, en 1898, y el inicio de la intervención militar norteamericana en todo el territorio nacional en 1899 y hasta 1902. A la labor importante de asistencia que venían desempeñando misioneros protestantes cubanos y algunos estadounidenses se unió, por entonces, la masiva y organizada penetración de las iglesias protestantes del país norteño: las llamadas juntas de misiones norteamericanas, que contribuyeron a cimentar las bases y la infraestructura necesarias de una iglesia protestante cubana. En específico, fue de gran relevancia para la comunidad de británicos, así como para norteamericanos y canadienses, el establecimiento de las primeras iglesias-templos episcopales (anglicanas) y presbiterianas para atender a la feligresía de habla inglesa, fundamentalmente en La Habana metropolitana.
En el caso particular del episcopalismo, en febrero de 1899 se organizó la primera congregación episcopal de habla inglesa en la ciudad, bajo la dirección del ministro norteamericano William H. McGee. Desde 1898-1899 ya funcionaba la capilla episcopal Holy Trinity en una de las esquinas de las actuales calles de 17 y D, Vedado. Con la inauguración de la República, en mayo de 1902, la Iglesia Episcopal siguió ampliándose material y espiritualmente. En abril de 1908 se inauguró la Catedral Santísima Trinidad, centro principal del episcopalismo en La Habana, y principal templo por su tamaño, sita en Neptuno y Águila. En cuanto al presbiterianismo, este también se expandió en sus dimensiones material y espiritual con los albores de la república burguesa. En octubre de 1906 se inauguró el edificio de la Primera Iglesia Presbiteriana de La Habana, conocida como “iglesia madre” por los feligreses presbiterianos, que funcionó como principal templo de la comunidad presbiteriana radicada en la capital, tanto la de habla hispana como la de habla inglesa.
En toda la isla, la comunidad de residentes e inmigrados británicos protestantes, tanto los más devotos como los menos fervorosos, se integraron básicamente a las distintas feligresías de habla inglesa que establecieron y estructuraron los misioneros y reverendos norteamericanos con la asistencia material y espiritual de las iglesias madres del país del norte, fundamentalmente dentro de las comunidades episcopales y presbiterianas (credo escocés) fundadas a lo largo de todo el archipiélago en estos primeros años de la República. De hecho, hasta donde se puede conocer hoy por la documentación existente, los componentes británicos, por sí mismos, solo llegaron a introducir y constituir una única comunidad religiosa de tipología cristiana reformada en tierras cubanas. Se trató del Ejército de Salvación (Salvation Army), institución religiosa que fue establecida por misioneros británicos, o más bien anglojamaicanos, en la ciudad de La Habana hacia enero de 1912.
Este grupo de avanzada del Ejército de Salvación arribó a la capital cubana procedente de la isla de Jamaica, sede del Cuartel General de esta institución para el territorio de la América Central y el Caribe, aunque se desconoce con exactitud el primer sitio donde radicó su sede principal. Sin embargo, otros autores, como Marco A. Ramos, afirman que las actividades religiosas pioneras de los salvacionistas pueden haber empezado hacia 1918 o a partir de la década del veinte, época esta última en la que comenzaron a expandirse e incrementarse sus labores religiosas, asistenciales y educativas en el país.
En la ciudad de La Habana, en específico, los componentes étnicos británicos, fundamentalmente ingleses —aunque algunos escoceses e irlandeses también, miembros por herencia y tradición cultural de la Iglesia Anglicana de la Gran Bretaña e Irlanda— se integraron generalmente a la feligresía de habla inglesa de la Iglesia Episcopal, que había sido constituida en la Santísima Trinidad. De hecho, el episcopalismo era una derivación casi idéntica del anglicanismo inglés —con quien estaba y sigue estando en comunión—, aunque con pequeñas peculiaridades que, sin embargo, no constituyeron un impedimento para el desarrollo de la religiosidad propia de los feligreses británicos y sus descendientes en la capital. El archivo de esta institución sirve de verdadero testimonio documental para dar a conocer y argumentar las distintas prácticas religiosas de los creyentes británicos en el período de 1900-1930. La huella de la presencia étnico-biológica y cultural británica se aprecia en cada uno de los libros parroquiales que recogen los bautizos, matrimonios, entierros y confirmaciones de la feligresía de habla inglesa que integraba esta comunidad religiosa reformada.
También otros inmigrantes británicos practicantes del llamado cristianismo protestante, especialmente los nacionales escoceses, se debieron integrar a la feligresía religiosa de origen anglosajón existente en la pequeña comunidad presbiteriana reformada habanera. Sin embargo, esto es solo una deducción pues, a diferencia de la documentación consultada en el archivo de la iglesia episcopal Santísima Trinidad, la información existente en el archivo de la Iglesia Presbiteriana Reformada de la calle Salud no permite establecer con certeza el número de creyentes escoceses o de otra nacionalidad británica que integraron en algún momento esta comunidad protestante en el periodo que abarca los primeros treinta años del siglo XX. De todas maneras, y a pesar de que lamentablemente no se cuente con la nacionalidad, o algún indicativo de la procedencia étnica, de los individuos —hombres y mujeres— que portan nombres y apellidos de raíz británica, no se puede dudar totalmente de que algunos, o quizás hasta un número importante de estos feligreses practicantes, fueran de nacionalidad escocesa o de otra procedencia de las Islas Británicas, aunque la mayoría de ellos debieron ser seguramente norteamericanos por el peso demográfico que tenía esta comunidad en la capital en aquel periodo.
Como ya se ha planteado, los archivos de las dos principales sedes de las comunidades episcopal (anglicana) y presbiteriana en la capital recogen un valioso testimonio documental sobre las prácticas sociorreligiosas primordiales efectuadas por los inmigrantes británicos que asistían a dichas iglesias en el periodo abordado. Es así como en el archivo perteneciente a la iglesia Santísima Trinidad se encontraron registrados un total de 101 matrimonios, 45 confirmaciones, 40 defunciones y un bautizo, asociados a la presencia étnica y cultural británica, incluida la de inmigrantes canadienses de origen británico. Hay que destacar que en el caso de las actas bautismales, el número real de bautizados británicos, y canadienses debió ser muy superior al encontrado, pero lamentablemente este tipo de documento no consigna la nacionalidad o procedencia étnica de los individuos asentados, por lo que este tipo de información sobre un tipo concreto de sacramento religioso queda como una incógnita sin dilucidar, al menos, por el momento.
Por su parte, en el archivo de la Iglesia Presbiteriana Reformada se encontraron un total de 51 matrimonios, algunos de los cuales, como ya se explicó con sus clases populares desposeídas o marginadas, a las que se consideraba como las más mezcladas biológicamente.
Desde los postulados de la mismidad británica, el etnos cubano, de conjunto con otros etnos o multietnos minoritarios presentes también en la capital, eran “los otros” con los que había que cohabitar e interactuar forzosamente, pero sin que eso representara el menor menoscabo a la integridad de los miembros que conformaban su flamante, aunque pequeña, comunidad multiétnica. Para ello el conjunto de su cultura, supuestamente superior, en la que las concepciones religiosas cristianas protestantes ocupaban todavía en esta época un lugar de suma importancia, servía de valladar infranqueable.
Por otra parte, no fue el mayor de los intereses de los componentes británicos asentados en La Habana metropolitana tratar de propagar la fe cristiana reformada con el objetivo de convertir a una importante masa del pueblo cubano, como sí lo era el de algunos norteamericanos, por ejemplo. El conglomerado multiétnico que conformaban los británicos (incluidos los anglocanadienses) había llegado al país en busca de objetivos más terrenales y profanos, más relacionados con la búsqueda de la riqueza material. Ellos, por demás, pertenecían generalmente a una elite económica y sociocultural, lo cual se evidenciaba en la tenencia y el despliegue de un fuerte capital simbólico, cultural-intelectual y económico, vinculado a su desempeño en la sociedad receptora. En este sentido, el nivel educacional y de instrucción predominante era el de profesional, técnico profesional y técnico medio superior. A esto se sumaba el hecho de que la presencia de inversiones de capital británicas y su creciente actividad comercial exportadora-importadora en el período solo era superada por la norteamericana.
En definitiva, el conjunto de inmigrados británicos, no solamente en la capital, sino en todo el país, presentaba un carácter de comunidad multiétnica trasplantada. Entre todos los elementos y patrones etnoculturales que trajeron consigo a la mayor de las Antillas, las manifestaciones de sus prácticas religiosas, vinculadas a una fe o tradición identitaria de fuerte raigambre cristiana protestante, eran de los más importantes.
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Notas
1. Para el desarrollo de los conceptos de etnos y multietnos (metaetnos) y sus tipos, ver Yulian Bromley: Los procesos étnicos, Editorial Ciencias Sociales Contemporáneas, Moscú, 1983, pp. 97-100; y Etnografía teórica, Editorial Ciencia, Moscú, 1986, pp. 6-34 y 106-120; ver también Salomón Brook: Procesos etnodemográficos. La población del mundo en los umbrales del siglo XXI, Editorial de Ciencias Sociales Contemporáneas, Moscú, 1985, pp. 96-102.
2. Ver Marcos Antonio Ramos: Panorama del protestantismo en Cuba, Editorial Caribe, San José, Costa Rica, 1986, pp. 37-38.
3. Ibid, pp. 39-42.
4. Ver Ibid.; y Fernando Portuondo del Prado: Historia de Cuba, Editora del Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1965, p. 209.
5. Ver Ibid., pp. 77-78; y Emilio Roig de Lechsenring: La Habana, apuntes históricos, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1964, pp. 107-108.
6. Ver Marcos Antonio Ramos: op. cit. pp. 79-80.
7. Ver Ibid., pp. 110-128.
8. Ver Archivo de la Iglesia Episcopal Anglicana Santísima Trinidad. Libro de Confirmaciones (comunidades Santísima Trinidad y El Calvario) 1900 ó 1907-1913, Libro de Entierros (todas las comunidades del país) 1900-1913, y Libro de Matrimonios (todas las iglesias del país) 1885-1909.
9. Ver Marcos Antonio Ramos: op. cit., pp. 246-247 y 249.
10. Ver ANC, Fondo Registro de Asociaciones (FRA), leg. no. 513, exp. 15505; y Michael Cobiella: “Los componentes británicos y los procesos étnico-culturales en La Habana metropolitana durante el primer tercio del siglo XX”, tesis de maestría en Antropología, La Habana, 2009, pp. 74-75, 77-78.
11. Ver Marcos Antonio Ramos: op. cit., pp. 319-320.
12. Ver Archivo de la Iglesia Episcopal Anglicana Santísima Trinidad, Libros de bautizos varios; Libros de matrimonios varios; Libros de entierros varios y Libros de confirmaciones varios (comunidades de La Habana, Jesús del Monte e Isla de Pinos), 1900-1930.
13. Ver Archivo de la Iglesia Presbiteriana Reformada, Libro registro de la Iglesia. (Registro de matrimonios) 1904-1909 y Libro de actas (Registro de matrimonios), t. I, 1901-1921.
14. Ver Archivo de la Iglesia Episcopal Anglicana Santísima Trinidad, op. cit., 1900-1930.
15. Ver Archivo Parroquial Iglesia Presbiteriana Reformada. op. cit., t. I. 1901-1921.
16. Ver Archivo de la Iglesia Episcopal Anglicana Santísima Trinidad, Libros de bautizos varios; Libros de matrimonios varios; y Michael Cobiella: op. cit., pp. 60-65 y 68.
17. Michael Cobiella: op. cit., pp. 70-72.
18. Ver Ibid., pp. 66.
19. Ver Ibid., pp. 84-86.
20.Ver Darcy Ribeiro: El proceso civilizatorio, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, pp. 241 y 243-249.