Verde según Pinocho y Pepe Grillo

Tamara Roselló

Pinocho: Desde finales de la primera década de este siglo el sistema capitalista está en crisis. Pero otra sería la historia del capitalismo sin ellas. Tras cada
recaída han venido cambios sociales y económicos que han representado una nueva etapa, un reacomodo de sus estrategias. Es dialéctica pura.
Entonces no es de extrañar que en el contexto del desarrollo sustentable y la erradicación de la pobreza aparezca la propuesta de la economía verde como una alternativa.

Pepe Grillo: Es cierto que en medio de esta crisis civilizatoria nos toca reinventarnos. La Carta de la Tierra lo anuncia: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a un nuevo comienzo. Esto requiere un cambio en las mentes y en los corazones; requiere un nuevo sentido de interdependencia y responsabilidad.”¿Acaso ese parto podrá llegar de la mano de la economía verde?

Pinocho: ¿Por qué no? El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la define como aquella que tributa a la mejora del bienestar del ser humano y la equidad social, al mismo tiempo que reduce significativamente los riesgos ambientales. En otras palabras promueve patrones de producción y consumo sustentables, que buscan la utilización más eficiente de los recursos naturales, mientras se reducen las emisiones de carbono. Esta iniciativa puede representar “un nuevo motor del crecimiento”, “una fuente de empleo digno y una estrategia esencial para erradicar la pobreza persistente”. Sigue los principios de sostenibilidad defendidos en la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 en Río de Janeiro y ratificados en reuniones internacionales posteriores.

Pepe Grillo: El concepto de economía verde es ambiguo, por más que el PNUMA haya emitido varios documentos sobre este tema. Esa propuesta sigue basándose en la acumulación y el crecimiento económico. Antes se llamó Revolución Verde, Alianza para el Progreso, globalización neoliberal, acuerdos y tratados de libre comercio (ALCA y TLC)… Por ninguno de esto caminos se llegó al desarrollo sostenible pregonado en las últimas décadas, ni se erradicó la pobreza, ni el hambre, ni se logró la transferencia de tecnologías idóneas para las naciones en vías de desarrollo, ni el fomento de la cooperación internacional y la responsabilidad común, pero diferenciada; ni se promovió la justicia social y climática, principios todos de la Agenda 21 acordada en Río.

Pinocho: Esta iniciativa propone al mismo tiempo una salida a la crisis financiera y climática, porque frenará el deterioro del medio ambiente mientras las economías no detienen su crecimiento. La gestión más eficiente de los recursos y de la infraestructura es una de sus premisas. Pero no solo habrá que modernizar la tecnología, sino también las políticas vigentes y aplicar instrumentos reglamentarios, económicos y fiscales que favorezcan el paso hacia el crecimiento verde. Los actuales instrumentos del mercado pueden contribuir en la modificación de las preferencias de los consumidores y en estimular la producción limpia. De entrada, se podrían reducir o eliminar las subvenciones a los combustibles fó-
siles, que consumen más de seiscientos mil millones de dólares a nivel global. Según entendidos, el tránsito hacia este tipo de economía requerirá el 2% del PIB del planeta o alrededor de 1,3 billones de dólares anuales para disponer de la infraestructura propicia. A la par, se generarán nuevos empleos vinculados al reciclaje de residuos, la promoción y el uso de las energías renovables o la agricultura sostenible. Se trata de una oportunidad tanto para las economías bajo control estatal como para las de mercado; para las que se clasifican como desarrolladas, emergentes o en vía de desarrollo. Dirás lo que quieras, pero no puedes negar que cada vez más la gestión ambiental es un factor de interés para las empresas.

Pepe Grillo: Claro, el sector empresarial limpia su imagen al pintarse de verde, como hacen también los países desarrollados, que han explotado y saqueado los bienes naturales y la vida toda de los pueblos del Sur. Para nadie es un secreto que el mercado verde proclama el empleo de “tecnologías limpias”, “productos respetuosos con el ambiente” y hasta “consumidores ecológicos”. Es otra oportunidad de “ganar-ganar”, de “crecer-crecer”, en lugar de cambiar esa lógica depredadora que ha profundizado las desigualdades y la polarización de las riquezas. Expresiones como “inversiones agrícolas responsables”, “eficiencia y crecimiento verde”, desdibujan los límites reales de los bienes comunes, que han sido explotados de manera irracional. Las acciones propuestas no postulan frenar ni regular el ritmo de crecimiento actual, y ese sería el verdadero desafío. ¿Cuál es la novedad de los mecanismos que respaldan el tránsito hacia la economía verde?

Pinocho: Los análisis macroeconómicos permitirán reorientar las políticas y las inversiones hacia los llamados “sectores verdes”, con énfasis en la agricultura, la pesca, la construcción, la energía, la industria, el turismo, además de la silvicultura, el transporte, la gestión de residuos y el agua. Las políticas de ajuste, fomento, ayuda y libre comercio, respaldadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial (BM), defienden la idea de que hay que responsabilizarse con la gestión y el cuidado de los recursos naturales, para lo que es necesario diseñar incentivos como las tarifas preferenciales a favor de las energías renovables.
A través del Fondo Verde para el Clima, en el que participan capital privado y el BM, se podrían apoyar las inversiones necesarias para dar el giro hacia el nuevo paradigma económico. Otro ejemplo lo constituye el Consejo Interamericano de Etanol que desde el 2006 busca promover el uso de biocombustible en el continente americano, una iniciativa respaldada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero habrá que crear una plataforma internacional de intercambio de información que facilite la elaboración de políticas para la economía verde, que muestre buenas prácticas en ese sentido e indicadores que midan de manera más precisa el progreso.

Pepe Grillo: Algunos creen que la solución llegará por vía tecnológica, con la nanotecnología, los transgénicos, la biología sintética o la geoingeniería. Sin embargo, por ese camino las amenazas a la vida y a los procesos naturales se acrecientan. Las mismas trasnacionales que hasta hoy han controlado las tecnologías, las patentes, los productos y los mercados, sin considerar el impacto ambiental de su ambición, respaldan la concentración corporativa global para el agua, el petróleo, la energía, la minería, la forestación, la farmacéutica, la genética animal, la biotecnología, la bioinformática, y la lista puede ir en aumento, porque todo es negociable. Habrá que ver si esas grandes empresas dueñas de las patentes de tecnologías de punta están de acuerdo en desmonopolizarlas y ponerlas al servicio de la economía y el desarrollo global.
Nuevamente estamos ante una variante que le interesa más a quienes han sacado provecho al capital y sus “soluciones de adaptabilidad”. Si el capitalismo verde les resulta funcional a los grandes poderes económicos es porque les permite mercantilizar las funciones y los procesos de la naturaleza, ponerles precio a los bienes que no habían sido cotizados y, por supuesto, incrementar sus ganancias. El sistema económico internacional en su conjunto históricamente ha condicionado la ayuda al desarrollo, o mejor dicho, la perpetuidad del subdesarrollo. Ese parece ser su mejor negocio, incluso cuando apuestan por los tonos verdes. ¿A quiénes puede interesarles dejarse seducir por la ecoinversión?

Pinocho: Al sector empresarial. De él han salido proyectos como Carbon Diversion América Latina, con el propósito de producir biocombustible a partir del bagazo del agave (Agave tequilana), la planta que es materia prima del tequila. La producción de agroenergía despierta el interés de empresas como Monsanto, Syngenta, Dupont, Bass y Bayer, vinculadas al negocio de los transgénicos. En los Estados Unidos, la industria automovilística también se ha enfocado en los combustibles alternativos. General Motors Corp, Ford Motor Co. y el grupo Chrysler se han pronunciado a favor de incrementar la producción de vehículos que no dependan de la gasolina, lo que reduciría el consumo del petróleo de importación en ese país. Además de la no contaminación y la disminución de las emisiones de carbono que permitirían. En este ámbito incursiona hasta Bill Gates, quien ha financiado experimentos de blanqueo de nubes y posee patentes sobre otras tecnologías de geoingeniería. Ese es precisamente uno de los campos con más posibilidades para controlar el cambio climático. Climos Inc. Ocean Nourishment Corporation es una de esas empresas que ha estimulado proyectos como el de la fertilización de los océanos con urea o nanopartículas de hierro para provocar el florecimiento del placton, con lo que se enfriaría la temperatura del mar y se absorbería dióxido de carbono. Además, se incluye el pago por servicios ambientales o ecosistémicos. Bajo esta lógica, Monsanto augura desde hace unos años cuantiosas ganancias para el mercado del agua e impulsa proyectos para la comercialización de la biomasa vegetal.

Pepe Grillo: Todo se convierte en negocio, hasta el cambio climático, con tal de asegurar que no es necesario cambiar el modo de producción capitalista. Marx no se equivocó al descifrar la lógica del proceso de acumulación, que tiende a la incesante mercantilización de todos los componentes materiales y simbólicos de la vida social. “Ese proceso se extendió a la naturaleza: la tierra y sus productos, los ríos y las montañas, las selvas y los bosques fueron objeto de su incontenible rapiña”, asegura Atilio Borón. Se han corrido los límites biofísicos y los ciclos vitales de la naturaleza, y eso tendrá consecuencias para ricos y empobrecidos. Es el modelo civilizatorio capitalista con nuevo tono —verde, marrón o blanco, ¿qué más da?—; con otro discurso —o con matices que ¿suavizan?, ¿ecologizan?,¿humanizan?—, pero con sus mismas leyes de oferta y demanda, con los triunfadores (quienes piden y pagan) y los perdedores de siempre (los que malviven).

Pinocho: El propio Achim Steiner, Subsecretario General de las Naciones Unidas y Director Ejecutivo del PNUMA dice que “la economía verde es una parte fundamental de la estrategia para mantener la huella ecológica de la humanidad dentro de los límites del planeta”.
En Bangladesh se han instalado miles de sistemas energéticos solares en domicilios gracias a Grameen Shakti, una organización relacionada con el Grameen Bank de microcrédito, que aspira a cubrir un millón de viviendas hasta el 2015. Esta es una de las experiencias alentadoras y socializadoras de estas alternativas inscritas como economía verde. No obstante, la propuesta a discusión en la venidera Cumbre sobre Desarrollo Sostenible en Río de Janeiro (del 20 al 22 de junio de 2012) sugiere que los Estados tracen su propia ruta en este terreno, que sumen a diferentes grupos sociales para que compartan sus experiencias y encuentren sus referentes sin imposiciones.
Optar por enverdecer la economía puede ser la solución global para salir de la crisis actual y reorientar el rumbo hacia el desarrollo sustentable. Esta visión gana cada vez más terreno en el mundo académico, entre quienes diseñan políticas públicas, provienen del sector empresarial e industrial y de organizaciones de todo tipo. Con la colaboración de estos actores se podría crear una plataforma internacional de intercambio de conocimientos y buenas prácticas que faciliten la elaboración e implementación de propuestas verdes.

Pepe Grillo: Ese juego democrático me parece que ya lo hemos escuchado otras veces, solo que en la huella ecológica algunas pisadas han sido más imborrables y por ellas pagan justos por pecadores.
Sería fabuloso que Río+20 abriera un proceso de construcción colectiva sobre qué entender por economía verde, en el que participen no solo políticos, ecologistas, empresario o académicos. Los movimientos sociales (campesinos, indígenas, feminis-
tas, afrodescendientes, ambientalistas, entre otros) ya son protagonistas del cambio, no simples espectadores mientras otros se reparten el mundo, los bienes comunes y amenazan la vida en el planeta para acumular ellos más riquezas.
El buen vivir versus el vivir mejor, la defensa de los bienes comunes, la búsqueda de la soberanía alimentaria de los pueblos, el enfrentamiento a la megaminería, a las represas, al acaparamiento de tierras, a las semillas transgénicas, son expre-
siones de esos esfuerzos colectivos que bien podrían tener un legítimo sello verde, si fuera esa la garantía de una práctica ambientalmente responsable. Entonces es inevitable cuestionarse la noción de ganancia. En su lugar se conceptualizan la necesidad y los derechos de las personas y de la naturaleza. Se trata de “formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros”. Eso implica cambiar el tener más riquezas por el ser más plenamente humanos.
En el seno de sociedades capitalistas han surgido modos colaborativos de vida que crean día a día otra forma de confraternizar, desde el espacio comunitario hasta el ámbito global. Ahí se levanta un nuevo orden económico y social más justo, complementario, equitativo, solidario e inclusivo, contrapuesto al modelo de desarrollo vigente. Este último es responsable de la existencia de personas desalojadas y desplazadas, criminalizadas, condenadas al hambre y a la exclusión, a un lado y otro del trópico. Para esa zona de la sociedad civil global habrá Río+20 para celebrar su Cumbre de los Pueblos, como un momento de lucha y empuje común, para que se escuchen las voces de las víctimas del capital marrón y verde. Pero más allá de ese espacio puntual habrá que seguir avanzando en un terreno más difícil de modificar, el que delimitan las culturas, las representaciones y las subjetividades, ese que se lleva bien adentro, sedimentado por años y que evidencia relaciones de dominación sobre lo que nos rodea. La educación, la comunicación, la participación en la toma de decisiones y el control social son esenciales para desaprender todo lo que mal aprendimos y poder reinventarnos. Solo entonces nuestro mundo recobrará los diversos colores de la vida.

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